Teologia Dogmática: I) El Deseo de Dios
Teologia Dogmática: I) El Deseo de Dios
Teologia Dogmática: I) El Deseo de Dios
II) Las vías de acceso al conocimiento de Dios (Libro del Catecismo, del 31-35)
Son vías racionales, filosóficas. Tradicionalmente se las llama “Pruebas de la Existencia de Dios”; son
pruebas pero no en el sentido de las Ciencias Naturales -pues no se puede poner bajo un “microscopio”
a Dios-. Son argumentos convergentes y convincentes que llegan a demostrar la existencia de Dios.
Las Pruebas pueden partir del Mundo (Cosmos) o del Hombre (Antropológicas).
Las vías tienen como punto de partida la Creación: el Mundo Material y la Persona Humana:
El Mundo, a partir del orden, su contingencia, de la belleza éste, se puede conocer a Dios pues
esas bellezas están sujetas al cambio, y quien las ha de crear sino Él, quien no está sujeto a
cambio alguno.
El Hombre, con su sentido del bien moral, de libertad, con la búsqueda de la verdad y la voz de
su conciencia; allí, percibe signos de su alma espiritual, “semilla de eternidad que lleva en sí”;
su alma no puede originarse mas que en Dios.
Las pruebas Tomistas son Cosmológicas, ya que el parte del mundo con los Grados de Conocimiento.
Denota un fuerte pensamiento Teocéntrico. Sostiene St. Tomás, que ni el Hombre ni el Mundo tienen
en ellos mismos ni su primer principio ni su fin último, sino que participan del Ser en sí y mediante las
vías el hombre puede acceder al conocimiento de la realidad causa primera y fin último, al que
llamamos Dios.
El conocimiento analógico es muy usado, pues entre creador y criatura hay cierta semejanza, aunque la
causa es infinitamente grande (Dios).
IV) La Doctrina de la Iglesia sobre el conocimiento de Dios (Libreo del Catecismo, del
36-38)
Es posible conocer a Dios racionalmente. Sin esta capacidad no se podría recibir una Revelación, y se
tiene esta cualidad por ser creado a imagen y semejanza de Él.
El Catecismo hace uso del Silogismo; un ejemplo de esto es:
Premisa Mayor……… Dios puede ser conocido con certeza por la razón.
Premisa Menor……… Pero el hombre encuentra muchas dificultades para conocerlo, así según las
condiciones históricas..
Esto supone una caída en el Pecado Original, es decir, plantea al hombre después de haberlo cometido.
De ambas premisas, se extrae que “el hombre necesita de la Fe para conocerlo; es necesaria la
Revelación y la Fe”.
La Revelación de las Verdades inaccesibles deben ser “mostradas” para conocerlas, como la Trinidad,
el Misterio del Verbo Encarnado; son en sí, misterios o dogmas de la Iglesia; y también el hombre
necesita que se le revelen las Verdades que para sí son accesibles como la existencia de Dios, entre
otras. A pesar de éstas ser accesibles (alcanzables por el hombre mismo), necesita que le ayuden pues
su develación conlleva un gran esfuerzo y, a veces, se pueden cometer errores. “Porque las verdades
que se refieren a Dios y a los hombres sobrepasan absolutamente el orden de las cosas sensibles…”.
El humano debe ser “iluminado por la revelación” no sólo en lo que supera su entendimiento, sino
también en las verdades religiosas y morales. Por esto, también le son reveladas estas Verdades para
que sean “conocidas por todos, sin dificultad, con certeza firme y sin mezcla de error” (St. Tomás).
“Todas las criaturas tienen una cierta semejanza con Dios”. Nuestro lenguaje se basa en esto, el
Principio de Semejanza. Esta, (la semejanza) es real y efectiva, no simbólica o metafórica; viene dada
en el orden de la naturaleza, en el ser –semejanza ontológica-.
El hombre tiene una semejanza más acentuada con Dios por ser creado a imagen y semejanza de Él. A
partir de las múltiples perfecciones (verdad, bondad, belleza) que encontramos en las criaturas creadas,
por analogía, llegamos a la perfección infinita de Dios.
Vale aclarar, que el Conocimiento Analógico se basa en establecer diferencias y similitudes al mismo
tiempo.
“Dios trasciende toda criatura”. Es el Principio de Trascendencia. A pesar de esto, se puede
establecer una semejanza con Dios, pero no se lo puede trascender, pues por mas que podamos decir
muchas cosas de Dios, nuestro modo limitado humano, no representa lo que Dios es. Él lo trasciende
todo por su simplicidad (analogía).
Al hablar de Dios, no podemos captar lo que Él mismo es –pues no podemos expresarlo en su infinita
simplicidad- “sino solamente captamos lo que Él no es y como los otros seres se sitúan con relación a
Él” (St. Tomás). No nos supera Dios (como a veces pensamos) por complicado, que es en realidad lo
que somos nosotros, sino por simple. Debemos apuntar a lo simple, que nos acercará a Él.
“No podemos plantear semejanzas más grandes que las desemejanzas mismas que existen entre
Creador y criatura” (Cc. Letrán IV: DS 806). Esto se denomina Teología Negativa, la cual indica que
es más lo que no conocemos de lo que conocemos. De cualquier semejanza con Dios que se pueda
hallar, es siempre más grande aún la desemejanza existente. Lo que no se puede conocer de Dios, ni
remotamente, es su Esencia; es decir, la Esencia Divina que sólo se podría llegar a conocer si Él nos
elevara a la máxima expresión de conocimiento. Nuestro lenguaje debe ser cuidadoso porque no
podemos volver totalmente inaccesible a Dios, como tampoco “humanizarlo” tanto.
NOTA: Leer página 30 del “Catecismo de la Iglesia Católica” donde se encuentra un Resumen de los
contenidos del Capítulo 1.
Por parte del Sentido Subjetivo, la Teología es la ciencia que Dios tiene de sí mismo y que la da a
conocer; Él se da a conocer a sí mismo, al hombre, al Mundo Creado a partir de la revelación y de
diferentes maneras dentro de las posibilidades de la criatura. Se da a conocer al hombre de 2 maneras:
“Perfecta”; visión Beatífica, es algo que ninguno de nosotros podrá ver hasta
que nos toque morir, y ahí veremos a Dios cara a cara y lo conoceremos.
“Imperfecta”; (aunque no por Imperfecta menos maravillosa) mediante la
Revelación y la Fe. Se la conoce como Imperfecta, pues aquí el hombre juega el papel
de elegir en qué creer y en qué no. No es inequívoco en si, sino que entra en juego las
facultades del hombre.
Para ayudar a la comprensión, definiremos FE: Es el asentimiento a la Revelación de Dios; es creer sin
ver, un encuentro entre Dios-hombre. La respuesta del hombre a Dios, cuando éste se revela. De allí
nace el encuentro entre “Dios Revelador” y hombre. También se definiría como un llamado al que el
hombre responde; cuando Dios se revela lo hace de una manera finita, proporcional al conocimiento
del hombre, y de allí el cree en cosas que él mismo no conoce (como la Santísima Trinidad). “Dios se
revelará en la medida que nosotros podamos entender, lo que no, sólo lo creeremos por medio de la
Fe”.
Será de utilidad también, definir REVELACIÓN: Dios se da a conocer en cuanto el quiera que
nosotros conozcamos. Es muy compleja; es, a la vez, manifestación y comunicación de Dios, realidad
dinámica (lleva a cabo los designios de Dios en la Humanidad) y mensaje (que se traduce para
iluminar el camino de la salvación). La Revelación tiene rasgos específicos:
o Destino Universal. Para todos los hombres.
o Pública y social. No es ni secreto, ni tabú. Está destinada a ser transmitida a
todos. Se les comunica a los hombres como miembros de una gran colectividad (no
como unidades aisladas), para que sean conscientes de su comunión interpersonal en la
Revelación, tanto en la Fe como en la Gloria.
o Jerárquica. No a todos se revela Dios de la misma manera; es diferente entre
consagrado y los laicos, por ejemplo. Tampoco se le comunica inmediatamente a cada
uno, sino por medio de testigos elegidos por Dios: Los primeros en recibir la
Revelación fueron los Ángeles; luego los Hombres, y dentro de éstos, los Profetas y
Apóstoles; por último, se reparte entre todos los que la acogen por la Fe (fieles).
o Progresiva. El hombre no posee “en bloque” toda su perfección. Se da a lo largo
de la historia, de acuerdo al espacio y al tiempo, de acuerdo al momento, la Revelación
“se va dando a luz” madurando poco a poco y haciendo madurar al hombre también.
Vale aclarar, que la Revelación culmina con la muerte del último apóstol, Juan. Las
Revelaciones posteriores se las llama “Privadas”. Son muy difíciles de comprobar, y no
pueden ir contra las Antiguas Revelaciones, la Palabra Escrita… El hombre puede o no
creer en Revelaciones Privadas; no se condena por no creer en ellas. Lo que no puede
negar el hombre, es la Virgen María. A lo largo de la historia, la Iglesia Católicas ha
ido dando como ciertas algunas apariciones “famosas” que suponemos hoy verídicas,
pero es un trabajo difícil y largo de realizar.
o Las condiciones del conocimiento humano. El hombre recibe las Revelaciones
de diferentes maneras, según su intelecto. El espíritu humano capta el Misterio por
medio de los sentidos, es por esto que se nos muestra por medio de imágenes, símbolos,
alegorías… es decir, de manera humana –limitada- y por consiguiente Imperfecta.
Este es el primer sentido de la palabra Teología; mientras que por la Creación la Sabiduría de Dios se
ve “aprisionada” en las cosas, por la Revelación esa sabiduría se humaniza en la Palabra de los
Profetas, y se encarna luego en Cristo Jesús.
“SENTIDO ESTRICTO”:
Teología sobrenatural o, propiamente dicha, Ciencia que estudia a Dios partiendo de las Revelaciones.
Se refiere a Dios, a quién es Él, tal como se nos ha revelado. Es un Dios vivo, libre, que testimonia de
sí mismo.
La Teología es una Ciencia que se basa en datos revelados, que recibe por medio de la Fe. Es la Fe
vivida por un espíritu que piensa, y científicamente elaborada; diremos, es la Fe en un estado de
ciencia.
Según San Agustín, es “el deseo de ver con la inteligencia, lo que se cree”. Teólogo es aquel que por
medio de una reflexión se esfuerza por llegar a una inteligencia mas profunda en los conocimientos de
los Misterios de Dios, que ya acepta por su Fe de antemano. Es importante remarcar esto, pues como
dijo San Anselmo “No busco comprender para creer (…) creo primero, para esforzarme luego en
comprender. Porque creo una cosa: sino empiezo por creer, no comprenderé jamás”.
Diferencia entre TEÓLOGO y FIEL:
Mientras que el Fiel se remite solamente a creer lo que la Iglesia acepta como verdadero, el Teólogo
es quien reflexiona verdaderamente la Palabra de Dios, quien hace Ciencia de ello.
Si bien esta es la diferencia más amplia entre uno y otro, no podemos negar que Fiel no haga una
reflexión aunque ésta –se debe entender- es más elemental, leve, sabiendo y asintiendo lo que el
Teólogo ya profesó. Observamos, entonces, que todo creyente es virtualmente teólogo.
Características de la Teología:
Carácter Histórico: Al revelarse Dios en la historia, se afirma que la Teología tiene que
referirse continuamente a la historia de la salvación. Es una reflexión sobre las intervenciones libres de
Dios en la historia, pues no hay Teología sin referencia a la Economía de la manifestación de Dios.
Carácter Cristológico: Como el Antiguo Testamento es una profecía y pedagogía de Cristo, y
el objeto del Evangelio en el Nuevo Testamento es la vida y obra salvífica del Mesías podemos decir
que no conocemos a Dios, sino a través de Cristo; en resumen, no hay Teo-logía sin Cristo-logía.
Carácter Eclesiológico: La Teología procura comprender e interpretar esta palabra de Dios en
la Iglesia; su reflexión tiene que llevarse a cabo en comunión con los teólogos. En sí, no hay Teología
sin referencia a la Iglesia.
Carácter Antropológico: Como la revelación de Dios es al propio tiempo revelación al hombre
de su propio misterio, pues lo más profundo que hay en el hombre es el misterio de Dios –tanto si lo
sabe como si lo ignora- y, por consiguiente la Teología no puede hablar ni de hombre, ni de Dios, sin
hablar del otro en relación al anterior.
Vale aclarar, que todas las Formulaciones examinadas hasta ahora están de acuerdo en reconocer que
el Objeto Formal de la Teología es Dios (Sistematización de la Teología Teocéntrica).
Otros Teólogos, se expresan de diferente manera, y sostienen que el objeto es Cristo (Sistematización
de la Teología Cristocéntrica).
Estas son las Formulaciones Cristocéntricas. Dentro de estas formulaciones encontramos a:
E. Mersch toma como Objeto Formal al Cristo místico o total. Por un lado,
Cristo es Dios; por otro es Hombre-Dios, con toda la humanidad que se le ha unido o
incorporado. Este Cristo místico es el primer inteligible porque es el misterio que nos
abre el camino a los demás, se comprende, se conoce a Dios por Cristo.
Por otro lado, esta visión Teológica tiene un doble Objeto Material: uno principal,
Dios, y otro secundario, las Obras de Dios.
Podemos “rescatar” como méritos de la postura de Mersch, que el lugar de Cristo es
central en la Historia de la Salvación; también, el Cristo Total es el objeto material
Gras, Sebastian – Spilere, Iván 6
integral de la Teología; además, el misterio de la salvación sólo se nos hace inteligible
en Cristo.
A pesar de estos méritos, podemos afirmar que Cristo no es el Objeto Formal de la
Teología. Diremos entonces, “Cristo es el medio, Dios es el Fin”; por medio del Hijo
se llega al Padre. La Fe es dirigida, en última instancia, hacia el Dios Salvador, quien
nos envía a su Hijo para salvarnos. Esto establece un orden contrario al propuesto por
Mersch el cual deja el misterio de la Trinidad en segundo plano en beneficio del primer
objeto: el Cristo Místico.
“Todo es vuestro; y vosotros de Cristo; y Cristo de Dios” (Primera Carta a los
Corintios).
Postura de la Teología Kerigmática (kerigma = núcleo esencial de la predicación
de los apóstoles).
Han propuesto también una sistematización Cristocéntrica; incluso una doble Teología
con un doble objeto. Esta postura surge dado el contexto histórico en cual los cristianos
mostraban una ignorancia y mediocridad en sus vidas. Ciertos teólogos creyeron que
esta situación surge a raíz de la presentación deficiente del cristianismo y la inadecuada
enseñanza de la teología. Uno ellos, Jungmann, pedía que se distinguiese con claridad
la proclamación del mensaje cristiano de la creciente teología científica, excesivamente
preocupada en demostrar los misterios de la fe, que llegó a olvidarse de que en realidad
es la ciencia de la salvación.
Incluso se llego a proponer dos teologías paralelas; la primera, la Teologia Tradicional,
se encargaría de la investigación científica, consideraría el dato revelado bajo el aspecto
de verdad y se expresaría en un lenguaje técnico. La segunda, Teología Kerigmática,
tendría por objeto a Cristo, estaría abocada a la psicología y pedagogía en la
presentación del mensaje cristiano; consideraría al dato revelado bajo el aspecto de
bien, valor con una presentación conmovedora de los temas de la revelación, expresada
en lenguaje sencillo, contrario al lenguaje técnico de la teología tradicional.
Nota: esta ultima postura queda abandonada dado que no puede existir un doble objeto, sin embargo la
teología tradicional comenzó a prestar mas atención a la economía de la revelación, mostró una postura
mas cristocéntrica con un preocupación mas pastoral, conciente de su función social.
Por otra parte es imposible dividir en 2 tipos de enseñanzas la teología pues esta es la ciencia del
objeto de fe con todas las exigencias que ello conlleva, rigor de análisis, términos técnicos, método
preciso, sistematización propia.
Finalmente, las controversias planteadas sobre las 2 teologías, ha sido una toma de conciencia mas
clara de la misión necesaria de esas ciencias en la Iglesia, por lo que la predicación y la catequesis se
reconstituyeron en ciencias nuevas llamadas Homilética y Catequética.
III) Método
Gras, Sebastian – Spilere, Iván 7
A pesar de ser una sola ciencia teológica, tiene dos funciones esenciales vinculadas entre si
orgánicamente, no como etapas sucesivas ya que la especulativa ya está encarnada en la positiva. Debe
tenerse en claro que no debemos hacer 2 disciplinas separadas, sino simplemente aspectos de un
mismo proceso de conocimiento, de lo contrario nacerían graves inconvenientes
Estas funciones son:
Función Positiva o Histórica:
Se la definiría como una función por la cual la Teología estará en posesión del “Dato Revelado”. Está
vinculada con la revelación, y entra en contracto con Dios.
La Teología, como vimos, tiene un objeto (Dios) y por medio del Método trataremos de llegar a
descubrir quien es Dios, a través del Dato Revelado. Esto no sólo se verá mediante las Sagradas
Escrituras, sino también por medio de la Ciencia.
Veremos como la Tradición, transmitida oralmente en su comienzo, y las Sagradas Escrituras son las
fuentes para estudiar la manera en que Dios se revela.
La técnica del Método de la Teología está basada en la Historia y en la Doctrina Teológica.
Esta Teología Positiva tiene una división:
Tradición y Escritura
Es la fuente viva de la Iglesia, confiada junto a ella con la interpretación de la Palabra; exactamente ha
sido confiada al “Magisterio de la Iglesia”: Lo conforman el Papa y los Obispos, y fue instituido por
Cristo.
Vale aclarar que los Sacerdotes no conforman dicho Magisterio, pues existe una jerarquía que se debe
respetar: Con la denominación que tienen en la actualidad, diríamos que el Primer Papa fue Pedro,
discípulo de Cristo, y los que lo acompañaban eran los Apóstoles, quienes ahora se denominan
Obispos. Por esto, desde entonces el Magisterio es formado por el Papa y sus Obispos, asistidos por el
Espíritu Santo; son los encargados de custodiar e interpretar el Dato Revelado.
Dentro de Tradición y Escritura encontramos:
o Documentos Escriturísticos: Se basan en la exégesis, que significa “comprender el
pensamiento del autor sagrado”, a quien se lo conoce también como hagiógrafo. El objeto
es el sentido literal, y el método es la crítica textual de ese libro, en sentido literario e
histórico. En descubrir cómo está escrito, en qué momento histórico, a quien es
destinado…
Los exégetas son personas del Magisterio o designadas por éstos, quienes comprenden e
interpretan las Sagradas Escrituras. Todos, de algún modo, somos exégetas pues
comprendemos de algún modo las Escrituras, pero debemos mantenernos al margen de
predicar la Palabra con posibles errores, o malinterpretada.
Historia de la Revelación:
Culmina, en Occidente,
con la muerte de San
Muerte del Gregorio Magno 604 d.C.
Abraham último Apóstol, y San Isidoro de Sevilla
1750 a.C. San Juan, 90 d.C. 636 a.C.
Todo comienza con Abraham, que da lugar a la historia de Israel. Está escrito, en lo que es para
nosotros, “El Antiguo Testamento”. El año del comienzo es el C.A. 1750 A.C.
En la antigüedad, se solía “ungir” a los Reyes, Sacerdotes y Profetas; Jesús vino a ocupar esos 3
lugares. Se presenta como el “ungido” (Mesías en hebreo) que viene a cumplir lo profetizado por
Isaías.
El periodo histórico no termina con la muerte de cristo sino con la muerte del último apóstol, San Juan
(que murió de anciano y no martirizado). Casualmente Juan deja el testimonio de Cristo escrito a una
edad avanzada, quizás por esto Dios le otorgó la bendición de morir en su vejez y no decapitado. Al
lapso de tiempo entre la muerte de Jesús y la del último apóstol la denominaremos Era Apostólica.
Luego comienza el nacimiento de la Iglesia, de la mano de Pedro.
Terminada la era apostólica comienza la era patrística. En general, alguno de los padres de la Iglesia
fueron discípulos de apóstoles.
Esta última era, la patrística, termina con la muerte de San Gregorio Magno (dC 304) – quien dispuso
el calendario que actualmente usamos- y la muerte de San Isidoro de Sevilla (dC 636). Esto es lo
referente a occidente.
Con respecto a Oriente, se da como cerrada la era patrística con la muerte de San Juan Danaseno.
La teología tendrá una función positiva y especulativa en el método, y ambas son importantes. Una
nos pone en contacto directo con el Dato Revelado, la otra, lo estudia y profundiza aún mas.
Esta revelación no fue interrumpida por el pecado de nuestros primeros padres. Dios, en efecto,
después de su caída alentó en ellos la esperanza de la salvación con la promesa de la redención y tuvo
incesante cuidado con el género humano, para dar la vida eterna a todos los que buscan la salvación
con la perseverancia en las buenas obras”.
3) La Alianza con Abraham: “Para reunir a la humanidad dispersa, Dios elige a Abraham
llamándolo “fuera de su tierra, de su patria y de su casa” para hacer de él “Abraham”, es
decir, el “padre de una multitud de naciones” y le dice “En ti serán benditas todas las
naciones de la tierra”. El pueblo de Abraham será el pueblo de la elección, llamado a
preparar la reunión de todos los hijos de Dios en la unidad de la Iglesia. Los patriarcas, los
profetas y otros personajes del Antiguo Testamento han sido y serán siempre venerados como
santos en todas las tradiciones litúrgicas de la Iglesia.
Dios eligió a Abraham y selló una alianza con él y sus descendientes. De él forma a su pueblo, al que
reveló su ley por medio de Moisés. Lo preparó por los profetas para acoger la salvación destinada a
toda la humanidad.
4) La Alianza del Sinaí (Dios forma al Pueblo de Israle por medio de Moisés (descendiente de
Abraham nacido en Egipto)): “Después de la etapa de los patriarcas, Dios constituyó a Israel
como su pueblo, salvándolo de la esclavitud de Egipto. Estableció con él la alianza de Sinaí y
le dio por medio de Moisés su Ley, para que lo reconociese y le sirviera como al único Dios
vivo y verdadero, Padre providente y juez justo, y para que esperase al Salvador prometido.
Israel es el pueblo sacerdotal de Dios, el que lleva el nombre del Señor. El pueblo de los
hermanos mayores en la fe de Abraham. Por los profetas, Dios forma a su pueblo en la
esperanza de la salvación, en la espera de una Alianza nueva y eterna destinada a todos los
hombres y que será grabada en los corazones. Una salvación que incluirá a todas las
naciones. Serán sobre todo, los pobres y humildes del Señor los que mantengan esta
esperanza”.
La Tradición Apostólica:
Magisterio de la Iglesia:
El oficio de interpretar la palabra de Dios, oral o escrita, ha sido encomendado al Magisterio vivo de
la iglesia, el cual lo ejercita en nombre de Jesucristo, es decir, a los obispos en comunión con el
sucesor de Pedro, el obispo de Roma.
El Magisterio no está por encima de la palabra de Dios, sino a su servicio, para enseñar solamente lo
transmitido, pues por mandato divino y con la asistencia del ES, lo escucha devotamente, lo custodia
cuidadosamente, lo explica fielmente; y de este único depósito de la fe saca todo lo que propone como
revelado por Dios para ser creído (define dognas).
El Magisterio ejerce plenamente la autoridad que tiene de Cristo cuando define dogmas, es decir,
cuando propone una forma que obliga al pueblo cristiano a una adhesión irrevocable de fe, verdades
contenidas en el Revelación divina o verdades que tiene con éstas un vínculo necesario. Los dogmas
son l”uces en el camino de nuestra fe”, lo iluminan y lo hacen seguro. Existe un orden o jerarquía de
las verdades de la doctrina católica, puesto que es diversa su conexión con el fundamento de la fe
cristiana. En virtud de su sentido sobrenatural de la fe, todo el pueblo de Dios no cesa de acoger el don
de la Revelación divina, de penetrarla más profundamente y de vivirla de modo más pleno.
La Tradición, las Sagradas Escrituras y el Magisterio de la Iglesia, están unidos y ligados, de modo que
ninguno puede subsistir sin los otros; los tres, cada uno según su carácter y bajo la acción del único
Espíritu Santo, contribuyen eficazmente a la salvación de las almas.
Gras, Sebastian – Spilere, Iván 13
El Magisterio de la iglesia no está dentro del pueblo de Dios. Lo ejercen los Obispos o Arzobispado en
comunión con el Papa. Lo que le compete al Magisterio es interpretar válidamente la Palabra de Dios
tanto oral como escrita en nombre de Jesucristo.
El primer Exegeta, es decir, el primero que ejerce el Magisterio es el mismo Jesús cuando les habla a
los discípulos.
En la antigüedad la tradición israelita (que surge con Abraham) era de transmisión oral; muy
fácilmente pasaba de una generación a otra. Hacia el s.X aC., en el reinado de David nace la casta de
escribas. Gracias a este trabajo, tradición y escritura conviven paralelamente. El antiguo testamento,
por estar escrito por muchos autores, no se le asigna en general en general ningún autor específico; lo
mismo sucede con los salmos.
La Biblia hebrea, de los judíos, queda configurada por el núcleo La Torá (ley), pero no permanece
estática como en sus comienzos, sino que se le agregan preceptos hasta la época de Jesús donde
rondaban 800 aproximadamente. Jesús hace una crítica de esta Torá, pues se había llegado al extremo
del “legalismo”, en especial a los fariseos (extremistas de la ley, expresión máxima del judaísmo); todo
se regia por estos preceptos, quien no los cumpliese estaría condenado.
La Torá equivale al Pentateuco (Penta = cinco / Teuco = rollos): 1.Génesis 2.Éxodo 3.Deuteronomio
4. Números 5.Levítico
Otro grupo a destacar en el Antiguo Testamento eran los Nebim, profetas. De allí proviene toda la
expectativa respecto de la venida del Mesías
El tercer grupo serían los Ketubim que son los demás escritos.
Debemos plantear una diferencia: la Biblia Hebrea consta de 39 y nuestro antiguo testamento de 46.
Los 7 libros de diferencia se los llama Deuterocanónicos (segunda ley o última norma); son los 7
libros que los Hebreos no reconocieron en su canon por taríos, pertenecen al llamado judaísmo tardío;
es mas puro el judaísmo en sus primeros momentos y se “desvirtúa” y se aleja de es núcleo conforme
pasa el tiempo. Otra razón es que fueron escritos en griego, lengua profana o pagana. Ocurrió en el s.
III aC donde el griego toma auge, ya sea en filosofía, las artes, etc. Los judíos, en ese entonces,
dominaban mas el griego que el hebreo y esto obligó a una traducción de la biblia del hebreo al griego
por la enorme influencia de este idioma. Mas aún, el hebreo bíblico es mas complicado y queda en
“desuso” (entiendas, para la mayoría de la población). Por esto surge la “Traducción del 70”, se
denomina así puesto que cuenta la leyenda que 70 sabios en 70 días la llevaron a cabo.
El proceso de redacción del Antiguo Testamento fue muy complejo, tardó X siglos en culminarse.
Contiene 46 libros y se divide en 3 partes:
Libros Históricos: Torá es la ley que está formada por el Pentateuco, génesis, exodo, levítico,
numero, Deuteronomio.
Libros Proféticos: Nebim incluye la historia profética y los oráculos proféticos (profetas
mayores y profetas menores)
Libros De Sabiduría: Ketubim son los demás escritos, lo que no es profecía ni historia sagrada
se encuentra aquí.
El Nuevo Testamento compuesto por 27 libros se divide en 4 partes:
4 Evangelios: significa buenas noticias, son los relatos de la vida, obra, muerte y resurrección
de Jesús, contados por Mateo, Marcos, Lucas y Juan. Hay mas evangelios pero se toman estos cuatro
por ser los mas concisos y cercanos a la verdad de lo que Jesús profesó, a los otros se los denomina
“apócrifos”
Hechos de los Apóstoles: es la obra de San Lucas
Cartas: se subdividen en “Apostólicas”, compuestas por 3 de Juan, 2 de Pedro, 1 de Judas y 1
de Santiago. Las “Paulinas” fueron escritas por San Pablo y suman 14.
Apocalipsis: su autor es San Juan y surgen de las visiones de este.
No se conocen originales de estos textos, solamente copias.
Por su revelación Dios habla a los hombres como a amigos, movido por su gran amor, y mora con
ellos para invitarlos a la comunicación consigo y recibirlos en su compañía. La respuesta adecuada a
esta invitación es la Fe.
Por la fe, el hombre somete completamente su inteligencia y su voluntad a Dios. Con todo su ser, el
hombre da su asentimiento a Dios que se revela. La Sagrada Escritura llama a “obediencia de la fe” a
esta respuesta del hombre a Dios que se revela.
La obediencia a la Fe.
Obedecer en la fe, significa someterse libremente a la palabra escuchada, porque su verdad está
garantizada por Dios, la Verdad misma.
Abraham es uno de los modelos de fe que nos propone la Sagrada Escritura: “por la fe, Abraham
obedeció y salio para el lugar que había de recibir en herencia, y salió sin saber a dónde iba”. Por la fe
vivió como extranjero y peregrino en la Tierra prometida. Por la fe, a Sara (su mujer estéril) le otorgó
el concebir al hijo de la promesa. Por la fe, finalmente Abraham ofreció a su único hijo en sacrificio.
Gracias a esta “fe poderosa” Abraham vino a ser el padre de todos los creyentes. La Carta a los
Hebreos, proclama el elogio de la fe ejemplar del los antiguos e insiste particularmente en la fe de
Abraham.
La Virgen María realiza de la manera más perfecta la obediencia de la fe. En la fe, María acogió el
anuncio y la promesa que le traía el ángel Gabriel, creyendo que “nada es imposible para Dios” y
dando su asentimiento “he aquí la esclava del Señor, hágase en mi según tu palabra”. Durante toda su
vida y hasta una última prueba, cuando su hijo Jesús murió en la cruz, su fe no vaciló. María nunca
ceso de creer en el “cumplimiento” de la palabra de Dios. Por todo ello, la iglesia venera en María la
realización más pura de fe.
El obedecer es una virtud de vital importancia (ob-audire, escuchar). La fe será directamente
proporcional a la capacidad de escuchar del hombre, de escuchar la Palabra Revelada. La misa es un
ámbito donde la escuchamos, leer la Biblia también lo es. Cuanto mas “escuchemos”, entraremos en
diálogo con Dios y estaremos dándole una respuesta a El.
La fe es ante todo una adhesión personal del hombre a Dios; es al mismo tiempo inseparable del
asentimiento libre a toda la verdad que Dios ha revelado. Es justo y bueno confiarse totalmente a
Dios y creer absolutamente lo que Él dice. A pesar de ser propio del humano creer en otros, pues es un
ser social, sería vano y errado poner una fe semejante en una criatura, o sea, en una persona humana.
La fe entonces comprende una adhesión de la inteligencia y de la voluntad a la Revelación que Dios ha
hecho de sí mismo mediante sus obras y sus palabras. “Creer entraña una doble referencia: a la persona
y a la verdad; a la verdad por confianza en la persona que la atestigua”.
Para el cristiano, creer en Dios es inseparablemente creer en aquel que Él ha enviado, es decir, su Hijo
amado, Jesús. No se puede creer en Jesús sin tener parte en su Espíritu. Esto nos recuerda porqué la
respuesta de fe es trinitaria. Es el Espíritu Santo quién revela a los hombres quién es Jesús. Nadie
conoce lo íntimo de Dios, sino el Espíritu de Dios. Sólo Dios conoce a Dios enteramente. Nosotros
creemos en el Espíritu Santo porque es Dios.
La Iglesia no deja de confesar su Fe en un SOLO Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Por eso, no
debemos creer en otro que no sea Dios: Padre, Hijo y Espíritu Santo.
1- La fe es una gracia: La fe es un Don de Dios, una virtud teologal (sobrenatural) infundida por
Él como un hábito que tuvo lugar en el momento del bautismo y permanecerá en nosotros
mientras nosotros queramos; sino, puede perderse. Para dar esta respuesta de la fe es necesaria
la gracia de Dios, que se adelanta y nos ayuda, junto con el auxilio interior del Espíritu Santo
que dirige el corazón hacia Dios. Es un don, algo que se da gratuitamente. Es un regalo que
Dios nos da a todos; Dios nos la ofrece, pero no todos la acogen. El fin último de la fe, será
Gras, Sebastian – Spilere, Iván 18
transformarse en visión para poder verlo al señor cara a cara. A pesar del pecado, por más
grave que este fuere, aunque se perdiese la caridad y la esperanza, la fe permanece. El único
modo de perder la fe es negando a Dios y aun así, esta es recuperable.
3- Está relacionada con la inteligencia: la Fe es un acto humano y como tal, está relacionado
con la voluntad y la inteligencia; ya que por la inteligencia conocemos y luego por la voluntad
queremos, es decir queremos creer. El motivo de creer no radica en el hecho de que las
verdades reveladas se nos presenten como algo verdadero e inteligible a la luz de nuestra razón
natural. Para que el homenaje de nuestra fe fuese conforme a la razón, Dios ha querido que las
auxilios interiores del ES fueran acompañados por las pruebas exteriores de su revelación. Los
milagros de Cristo y de los santos, las profecías, la santidad de la Iglesia son motivos de
credibilidad que muestran que el asentimiento de la fe no es en modo alguno un movimiento
ciego del espíritu. Según San Agustín “creo para comprender y comprendo para creer”
Fe y ciencia, a pesar que la fe esté por encima de la razón, nunca puede haber desacuerdo entre ellas,
porque las realidades de razón y las de fe tienen su origen en el mismo Dios.
No hay oposición entre fe y razón porque si la hubiese, tendríamos 2 verdades, la de la fe y la de la
ciencia, y no pueden existir 2 cosas distintas que sean verdad al mismo tiempo y que provengan de la
misma fuente, que es Dios. La fe no se comprueba a través de los sentidos o a través de la razón, sino
que llega hasta un cierto punto. Nada más. La razón no puede seguir avanzando para comprender la fe,
tiene un límite. Como dijo Juan Pablo II “la fe y la razón son las 2 alas con las que el hombre se eleva
hacia la verdad”
En si, le creo a Dios por lo que él es; es sumo bien y suma verdad, y no puede engañarse ni
engañarnos. Afirmamos que no le creo a Dios por “parecer razonable”, pero si creemos a causa de la
autoridad misma de Dios que Revela. Por eso la fe es una certeza, mas cierta que el mismo
conocimiento del hombre por ser fundada en la Palabra de Dios.
4- La fe es libre
El hombre, al creer, debe responderle voluntariamente a Dios; nadie está obligado contra su
voluntad a abrazar la fe, es decir, a creer. Por eso decimos que la fe se propone, pero nunca se
impone ya que el acto de fe es voluntario.
5- La fe es necesaria.
Creer en Cristo Jesús y en Aquel que lo envió para salvarnos, es necesario para obtener esa
salvación. Porque sin la fe es imposible agradar a Dios y llegar a participar en la condición de sus
hijos. Nadie es justificado sin ella y nadie, a no ser que haya perseverado su fe hasta el fin,
obtendrá la vida eterna.
La fe, entonces, es necesaria para salvarse y alcanzar el cielo.
Nadie puede vivir sin fe “cuando no se cree en Dios, se cree en cualquier cosa”. La vida de una
persona sin fe no tiene sentido, pero el que tiene fe sabe que después de esta vida, existe algo
mejor.
El sujeto eclesial de la Fe
La fe no es un acto asilado. El creyente ha recibido la fe de otro y así debe transmitirla a otro también.
Cada creyente es como un eslabón en la gran cadena de los creyentes. Yo no puede creer sin ser
sostenido por la fe de los otros, y por mi fe yo contribuyo a sostener al fe de los otros.
“Creo” es la fe de la Iglesia profesada por cada creyente, principalmente es su bautismo. “Creemos” es
la fe de la Iglesia confesada por los obispos reunidos en el Concilio o por la asamblea litúrgica de los
creyentes. “Creo” es también la Iglesia, nuestra Madre, que responde a Dios por su fe y nos enseña a
decir, “yo creo”.
La Iglesia es la primera que cree y así conduce, alimenta y sostiene mi fe. Por medio de la Iglesia
recibimos la fe y la nueva vida en Cristo por el bautismo. En el ritual romano, el ministro pregunta al
catecúmeno: Qué pides a la Iglesia? Y la respuesta es: la fe; Qué te da la fe? la vida eterna. La
salvación viene solo de Dios, pero como recibimos la vida de la fe a través de la Iglesia, ésta es nuestra
Madre, educadora de la fe. Desde siglos, a través de muchas lenguas, culturas, pueblos y naciones, la
Iglesia no cesa de confesar su única fe, recibida de un solo Señor, transmitida por un solo bautismo,
enraizada en la convicción de que todos los hombres no tienen más que un solo Dios y Padre.
Los símbolos de La Fe
La profesión de la fe cristiana
Profesar es, decir con los labios, lo que se tiene en el corazón y en la mente. Se llaman también
símbolos de la fe que es un objeto partido que se presenta como señal para darse a conocer.
Se llama “CREDO” porque comienza con esa palabra. Es un resumen de todo lo que creemos los
cristianos.