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ORIGEN Y EVOLUCIÓN DEL DERECHO PROCESAL CONSTITUCIONAL

El “Derecho Procesal Constitucional” nació en nuestra América, precisamente

en la Argentina por obra de un procesalista español. Pero se desarrolló más plenamente

en México, por especial dedicación de Héctor Fix-Zamudio y de su amplio magisterio.

Es preciso señalar que Niceto Alcalá-Zamora y Castillo fue el primero en utilizar

la expresión “Derecho Procesal Constitucional” en sus “Ensayos de derecho procesal

civil, penal y constitucional”, publicados en Buenos Aires en la Revista de

Jurisprudencia Argentina, 1.944, y luego en su libro “Proceso, Autocomposición y

autodefensa. Contribución al estudio de los fines del proceso”, primera edición

publicada en México en 1.947. Alcalá Zamora, sin embargo, considera que Hans Kelsen

es el fundador de la materia, cuyo marco teórico trazó en su obra “La Garantía

Jurisdiccional de la Constitución (La Justicia Constitucional)”, publicada por primera

vez en francés en la “Revue du Droit Public et de la Science Politique en France et à

l’étranger”, París, 1.928. En la práctica, el mismo Kelsen fue el autor –como es sabido

del primer tribunal constitucional instituido en Austria en 1.920, del que fue magistrado

durante varios años.

Este libro de Kelsen fue el primero en sentar las bases de la justicia

constitucional como se la aplica en el sistema concentrado desde mediados del siglo XX

en varios países de Europa occidental. Su fundamentación es completa, pues abarca la

justificación jurídica de la institución, su relación con la democracia, la protección de

los derechos de las minorías, sus competencias, la acción indirecta o incidental, la

declaración de inconstitucionalidad de oficio, la composición de los órganos y los

efectos de sus resoluciones.


Kelsen comienza subrayando la importancia que la justicia constitucional tiene

para “el ejercicio regular de las funciones estatales”. Su principal objeto –dice- son las

leyes inconstitucionales, en la forma y en el fondo, entre las cuales incluye “todos los

actos que acusen forma de leyes, aun si sólo contienen normas individuales”, así como

“otros actos del Parlamento que tienen, de acuerdo con la Constitución, carácter

obligatorio, sin revestir necesariamente la forma de leyes”. La sentencia debe tener

fuerza anulatoria del acto inconstitucional porque “una Constitución a la que le falta la

garantía de la anulabilidad de los actos inconstitucionales, no es plenamente obligatoria

en su sentido técnico”.

Se muestra partidario, en principio, de la acción popular, para mayor efi cacia de

esta garantía; pero “no se puede, sin embargo, recomendar esta solución porque

entrañaría un peligro muy grande de acciones temerarias y el riesgo de un insoportable

congestionamiento de procesos”. Para evitar este riesgo, propone el ejercicio de lo que

actualmente se denomina acción indirecta o incidental de inconstitucionalidad.

En cuanto al órgano encargado de la justicia constitucional, tiene que ser

independiente -dice- del Parlamento y de toda otra autoridad estatal. Sus miembros

deben ser “juristas de profesión”, propuestos por las Facultades de Derecho de cada país

o por una comisión que represente a todas. “Se podría, asimismo, acordar al propio

tribunal el derecho a proponer aspirantes para cada puesto vacante o de proveerlo por

elección, es decir, por capacitación…”.

De la breve reseña que antecede se aprecia que Kelsen previó en su propuesta de

1.928 todos los aspectos importantes de lo que habría de ser la justicia constitucional,

incluyendo la composición y competencias de sus órganos, así como los efectos de sus

sentencias. Es correcto, por ello, decir que el gran jurista vienés fue el fundador de la
materia que nos ocupa, al haber edificado los cimientos de la justicia y de la jurisdicción

constitucional.

Cabe mencionar aquí la contribución hecha al desarrollo de esta materia durante

el siglo XX por juristas tan renombrados como los italianos Piero Calamandrei y Mauro

Cappelletti. Correspondió al maestro Calamandrei participar en los trabajos que

alumbraron la Constitución italiana de 1.948, la misma que instituyó la Corte

Constitucional de ese país, a la cual dedicó varios de sus escritos. Por su parte Mauro

Cappelletti publicó en 1.955 “La jurisdicción constitucional de la libertad; primer

estudio sobre el recurso constitucional”; luego, en 1.968 “El control judicial de la

constitucionalidad de las leyes en el derecho comparado”, y otros escritos en italiano,

traducidos después a otros idiomas. Más cerca de nosotros la obra de los profesores

Luigi Ferrajoli y Gustavo Zagrebelsky se encuadra en la problemática del Estado

Constitucional.

En Alemania se destaca la obra de Konrad Hesse y de Peter Haberle, cuyo

ensayo “El Derecho Procesal Constitucional como Derecho Constitucional

Concretizado frente a la judicatura del Tribunal Federal Constitucional alemán”,

publicado en 1.976, es una pieza maestra en la materia21. Norbert Lösing ha publicado

“La jurisdiccionalidad constitucional en Latinoamérica” (2.002).

En Francia hay una constelación de astros en la que siguen brillando André

Hauriou, Leon Duguit, Esmein, Einsenmann, este último discípulo de Kelsen, y más

cerca de nosotros Louis Favoreu, quien ha escrito extensivamente sobre la justicia

constitucional y los tribunales constitucionales.

En España, uno de los pioneros en esta materia es Jesús González Pérez, quien

en 1.980 publicó la primera edición de su “Derecho Constitucional Procesal”. Francisco


Fernández Segado, el prolífi co profesor de la Universidad Complutense de Madrid ha

publicado “El Sistema Constitucional Español” (1.992), que contiene extensos capítulos

sobre la justicia constitucional, y “La Jurisdicción Constitucional en América Latina”

(2.000), además de otros estudios relacionados con estos temas.

Los autores europeos de la segunda mitad del siglo XX han dado un gran

impulso al Estado y a la justicia constitucional, pero no se usa en Europa el concepto de

“Derecho Procesal Constitucional” ni se enseña esta materia en las Universidades

europeas. Con excepción de los libros de González Pérez y de Peter Haberle, ya

mencionados, el concepto no es utilizado en el viejo continente. Corresponde a los

juristas latinoamericanos la elaboración doctrinal de este derecho, que ya cuenta con

numerosas publicaciones y varias cátedras universitarias. Tres nombres se destacan

nítidamente en esta empresa: el mexicano Héctor Fix-Zamudio, el peruano Domingo

García Belaúnde y el argentino Néstor Pedro Sagüés, cuya obra ha sido secundada por

muchos otros.

Fix-Zamudio ha publicado muchos estudios a partir del año 1.956 y su obra

constituye el núcleo principal de esta materia en América Latina. Domingo García

Belaúnde ha profesado la materia desde los años 1.970 en las Universidades peruanas y

tiene una abundante producción sobre la misma, destacándose su “Derecho Procesal

Constitucional”, cuya segunda edición data del año 2.001. Néstor Pedro Sagüés es

considerado el creador de esta disciplina en la República Argentina, donde ha

promovido congresos y semanarios para difundir su conocimiento y ha publicado

numerosos libros, entre los cuales “Derecho Procesal Constitucional. Recurso

Extraordinario” (1.984) y “Derecho Procesal Constitucional, logros y obstáculos”

(2.006). Se destacan, asimismo, Osvaldo A. Gozaíni, Augusto M. Morello y Víctor


Bazán en Argentina, Eduardo Ferrer Mac-Gregor en México y Eloy Espinoza Saldaña

en Perú.

En Bolivia cabe mencionar a José Decker Morales con su “Derecho Procesal

Constitucional” (2.002); a José Antonio Rivera S. con “La Jurisdicción Constitucional”

(2ª. Ed., 2.004); a Jorge Asbún con “Recurso Directo de Nulidad” (2.003); a Willman

Durán con “Principios, Derechos y Garantías Constitucionales” (2.005), y a Pablo

Dermizaky con “Justicia Constitucional y Estado de Derecho”, (segunda edición,

2.005). El libro del profesor Decker es el único en Bolivia que lleva como título

“Derecho Procesal Constitucional”.

En consecuencia, se puede afirmar que la jurisdicción o Justicia Constitucional

surge entre finales del Siglo XVIII y principios del Siglo XIX, luego de la

independencia de los Estados Unidos y de la Revolución Francesa, a la par con el

especial proceso de constitucionalización que ocurre en Inglaterra.

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