Unidad 1 - La Filosofia Del Derecho
Unidad 1 - La Filosofia Del Derecho
Unidad 1 - La Filosofia Del Derecho
Según sean las cosas que se abordan, se distinguen muchas clases de saberes
filosóficos.
La Filosofía comprende dos grandes partes:
La Filosofía Teórica o Filosofía Especulativa, que investiga lo que es (el ser en
general y los diversos seres– el hombre y los seres de la naturaleza física–, la belleza
–la natural y la de las artes–, el conocimiento, y todas las demás realidades).
La “Filosofía Práctica” (término derivado del griego “praxis”, que significa acción)
o Filosofía del Obrar, que estudia las acciones y relaciones humanas desde el punto
de vista de lo que debe obrarse, o sea de lo correcto.
La primera estudia los seres tales como existen, o sea que investiga un orden
ya dado ("ordo existens"), un orden que el hombre no realiza, sino que solamente con-
sidera. En cambio, la Filosofía Práctica comprende aquellos saberes que estudian lo
que el hombre debe hacer para vivir honestamente en todos los aspectos, y lo que se
debe obrar en la Comunidad para que ésta, y por ende sus miembros, alcancen sus
fines propios; se trata de un orden que debe realizarse ("ordo efficiendus"), y sea en el
vivir individual, ya sea en la vida comunitaria.
La Filosofía Especulativa es un saber que se busca con el solo fin de saber; La
Filosofía Práctica es un saber para obrar, para obrar rectamente. Ésta es la primera
división del saber filosófico, como enseñara Aristóteles 2.
1
Cfr. Henry Van Laer, Philosophy of Science. A study of the division and nature of various groups of
sciences, parte 2, Duquesne University press, Lovaina, 1962, p. 293. El autor holandés nos refiere que su
connacional J. Hoogveld es el autor de este enunciado definitorio, en la obra Inleiding tot de Wijsbegeerte,
4ª. ed., Utrecht, dedicada especialmente a la naturaleza y tarea de la Filosofía.
2
Aristóteles, Metafísica E, 1, 1025 b 25; Tópicos VI, 6, 145 a 15; VII, 1, 152 b 4, Del Alma, III, 9, 432 a
y III, 10, 433 a.
Algunas partes de la Filosofía Especulativa son:
la Ontología o Metafísica General –la más abstracta de las disciplinas
filosóficas–, que estudia el ser en general y sus propiedades, las clases de entes, la
distinción de sustancia y accidentes en el ser, la distinción entre esencia y existencia,
las causas del ser…;
la Antropología Filosófica, que investiga acerca del hombre (con un enfoque
filosófico, a diferencia de la Antropología Cultural; estudia la constitución esencial del
hombre y sus propiedades, entre ellas el libre albedrío 3);
la Filosofía de la Naturaleza o Cosmología Filosófica, cuyo objeto de estudio
son los entes del mundo físico (la constitución esencial de los seres inertes y de los
seres vivos, el espacio, el tiempo, el movimiento; la causalidad y el azar); trata del
mismo objeto material que las Ciencias Naturales, pero desde otro punto de vista u
objeto formal, y con otro método: la Filosofía de la Naturaleza es un saber
especulativo, mientras que las Ciencias Naturales son experimentales;
la Teología Racional o Teodicea, que estudia acerca de Dios: la cuestión de su
existencia, sus atributos y su relación con el mundo, todo ello en cuanto pueda
indagarse con el solo recurso de la razón humana;
la Gnoselogía o Teoría del Conocimiento, que aborda las cuestiones del
conocimiento humano (qué conocimientos son posibles, cómo se originan, en qué
consiste el conocimiento, qué clases de conocimientos hay, cuál es el criterio de
certeza del conocimiento);
la Epistemología o Filosofía de la Ciencia, que versa sobre los principios,
fundamentos y métodos de los diversos saberes humanos (puede incluirse dentro de
la Teoría del Conocimiento, antes mencionada, o separarse como una disciplina
aparte);
la Estética, que reflexiona sobre la belleza, tanto en sí misma, como en las
cosas naturales y en las que son producidas por el hombre.
Se incluyen en la Filosofía Práctica:
La Ética o Filosofía Moral, cuya materia son las acciones humanas desde el
punto de vista del bien personal;
la Filosofía Política, que estudia la Comunidad Política, así como las acciones
de sus miembros y de sus gobernantes, y sus instituciones, desde el punto de vista
del bien común o interés general, y
la Filosofía del Derecho, que indaga acerca de la justicia en las relaciones entre
los hombres y reflexiona acerca de las realidades jurídicas.
3
La Antropología Cultural o Etnología estudia, entre otras cosas, respecto de cada pueblo, sus
actividades de producción, manifestaciones artísticas, normas y costumbres morales, jerarquías sociales,
medicina, creencias religiosas, festividades, atuendos, organización familiar, administración de justicia…
2. DEFINICIÓN DE LA FILOSOFÍA DEL DERECHO
Como acontece con todas las disciplinas, existen muchas definiciones de la
Filosofía del Derecho. En esta exposición inicial presentaremos una concepción
clásica del objeto de la Filosofía del Derecho, que lo concibe principalmente como una
indagación acerca de la justicia en las diversas relaciones humanas.
Citamos una definición sintética de Joaquín Ruiz Giménez 4: “El objeto de la
Filosofía del Derecho es la averiguación de lo justo” 5.
Gustavo Radbruch 6 caracterizó la disciplina que nos ocupa como “la teoría del
derecho justo” 7. La concibió como una “actividad racional estimativa, realizada de
modo sistemático, acerca de las realidades jurídicas”. “Estimativa” significa que hace
valoraciones, o sea que concluye juicios de valor sobre las realidades jurídicas:
acciones humanas, situaciones, instituciones, normas legales, decisiones judiciales,
etc. Y los juicios de valor, en estas cosas, son mayormente juicios acerca de lo que es
justo o es injusto.
Si queremos tener una definición más explicativa de la Filosofía del Derecho, en
la misma línea de las caracterizaciones sintéticas que ya expusimos, podemos decir
que ella es:
“la parte de la Filosofía Práctica que comprende
el conjunto sistemático de conocimientos,
en parte ciertos y en parte probables, acerca de
los principios que rigen el orden debido y exigible
en todas las varias clases de relaciones entre los hombres y acerca
de las normas jurídicas y las instituciones políticas y sociales,
estimadas desde el punto de vista de la justicia”.
4
Joaquín Ruiz Giménez (1913-2007), profesor de Filosofía del Derecho de la Universidad
Complutense de Madrid.
5
Joaquín Ruiz Giménez, Introducción elemental a la filosofía jurídica cristiana, Madrid, Edic. y Public.
Españolas, Madrid, 1945, p. 91
6
Gustavo Radbruch (1878-1949), profesor de Derecho Penal y de Filosofía del Derecho en las
Universidades de Kiel y de Heidelberg
7
Gustavo Radbruch, Filosofía del Derecho, Madrid, Rev. de Derecho Privado, 1959, pp. 11 s. y
passim.
8
Lalande, André y colab., Vocabulario técnico y crítico de la Filosofía, El Ateneo, Buenos Aires, 1966,
voz Sistema, T. II, p. 958.
Existen saberes en los que todas las conclusiones gozan de certeza absoluta;
son las “ciencias exactas”, esto es, la Lógica Formal y las Ciencias Matemáticas; no
puede haber diferencias de opinión entre quienes estudian estos saberes, pues todos
sus conocimientos se obtienen mediante demostraciones rigurosas que generan
certidumbre absoluta; no es posible que un matemático sustente un teorema
determinado y otro matemático asevere una conclusión contraria sobre el mismo
punto, salvo por un error accidental de uno de ellos.
En cambio, la mayoría de las ciencias se compone de un conjunto de
conocimientos que son demostrados con plena certeza y otros que son afirmados
como más o menos probables, fundados en razones, pero razones que no son
suficientemente concluyentes para producir certidumbre, al menos respecto de todos.
Así por ejemplo en el terreno de la Fisiología sucede que un investigador publica sus
conclusiones sobre el funcionamiento de una glándula, y después en otra revista
científica, o en la misma revista, otro investigador publica un estudio con una
conclusión contraria. Así también un experto afirma con total convicción, conforme a
su experiencia, que determinada sustancia química es idónea para tratar y curar cierta
enfermedad, mientras que otro experto, también fundándose en razones, niega
categóricamente la eficacia de tal sustancia para la misma dolencia.
Los principios que rigen el orden debido y exigible en todas las varias clases de
relaciones entre los hombres, y acerca de las normas jurídicas y las instituciones
políticas y sociales: Según una definición clásica y sencilla de la Filosofía, ella es el
“estudio de todas las cosas, a la sola luz natural de la razón, desde los primeros
principios o las últimas causas de ellas”. La Filosofía del Derecho, como toda filosofía,
investiga su objeto en relación con los primeros principios (en su caso, son los
principios de justicia). La Filosofía del Derecho establece y analiza los principios
que deben regir en todo el Derecho y los que deben regir en cada sector de la vida
jurídica; y reflexiona sobre las diversas cuestiones en relación con tales principios.
10
Belisario J. Montero, Miguel Cané. Impresiones y recuerdos (de mi diario), G. Ricordi, Buenos Aires,
1928, pág. 211)
11
Al respecto, Robert Aléxy en su obra Teoría de la argumentación jurídica. La teoría del discurso
racional como teoría de la fundamentación jurídica expresa que en el razonamiento para hallar la solución
jurídica “los argumentos que expresan una vinculación al tenor de la ley o a la voluntad del legislador
histórico deben prevalecer sobre otros argumentos, a menos que puedan aducirse razones que concedan
prioridad a otros argumentos [entre éstos, el argumento teleológico, o sea del fin de justicia]” (Centro de
Estudios Constitucionales, Madrid, 1989, trad. Manuel Atienza e Isabel Espejo, p. 239).
Temas clásicos
Atribuimos aquí la calificación "clásicas" a aquellas cuestiones que de suyo
siempre han conservado su importancia e interés en el pensamiento jurídico.
En la Parte General de la Filosofía Jurídica, son temas clásicos ineludibles:
a) el concepto del derecho;
b) la comparación de las nociones de la moral y el derecho;
c) las diversas relaciones entre tales ordenaciones de la conducta humana;
cuáles contenidos de la moralidad instituye –o debe instituir– el derecho positivo, y
cuáles no (lo cual incluye la doctrina sobre la tolerancia);
d) la cuestión de la existencia de un derecho natural;
e) el concepto de bien común, el análisis de su contenido y el papel de este
concepto en la teoría jurídica;
f) la equidad o "epiqueya" en la aplicación del derecho;
g) la doctrina acerca de la obediencia de las leyes, respecto del hombre en
general, y del juez en particular;
Son algunos temas clásicos de la Parte Especial de la disciplina:
a) los límites de la autonomía de la voluntad en los contratos;
b) la cuestión del justo precio en la compraventa;
c) la problemática en torno del "derecho de resistencia" contra los abusos del
poder político;
d) los fines de la pena jurídica;
e) los fundamentos y límites del "derecho de propiedad privada";
f) la cuestión de la justa distribución de la riqueza: su fundamento, su alcance,
el cometido del Estado al respecto;
g) el adecuado grado de injerencia del Estado en la vida de las personas, y las
libertades individuales que hayan de reconocerse en favor de éstas (lo cual incluye el
asunto de la moralidad pública y la "censura", así como la restricción de los derechos
de los individuos por razones de seguridad del Estado), tema que exige una previa
elucidación del concepto de "bien común político" (así como de su contenido y de las
relaciones con el bien singular de los individuos), que es una de las nociones centrales
de la Filosofía Práctica.
Temas de especial actualidad
Las siguientes son algunas de las cuestiones iusfilosóficas que han surgido en
la época contemporánea:
a) problemas que suscitan los trastornos ecológicos y, en general, lo que hace a
la "justicia entre generaciones";
b) los temas bioéticos, o sea los que conciernen al respeto de la vida humana y
a la disposición de ella (eutanasia, suicidio asistido, suspensión de terapias,
experimentación con personas, etc.; las muchas cuestiones éticas y jurídicas que ha
suscitado el desarrollo de las técnicas de fecundación artificial; el análisis axiológico
de los procedimientos eugenésicos que pueden ponerse en práctica con ocasión de
los nuevos conocimientos genéticos, y en general cuanto se refiere a la manipulación
del genoma humano); casi todas las cuestiones bioéticas pertenecen al campo de la
Filosofía del Derecho, porque la Bioética se ocupa de los comportamientos de una
persona que afectan la vida o la salud de otra, y por lo tanto se da la alteridad que es
propia de la materia de la justicia y la injusticia;
c) la noción y el basamento de los "derechos humanos", y la consideración
particular de cada uno de ellos; la cuestión de si existe o no una jerarquía entre los
diversos "derechos humanos";
d) la cuestión del derecho de inmigrar a otro país cuando no se puede
conservar la libertad o la subsistencia en el propio, y cuáles deben ser los derechos de
los inmigrantes en el nuevo país, cuestión muy agitada con ocasión de los
desplazamientos ocurridos en Europa en los últimos años;
e) diversas cuestiones acerca de la debida intervención del Estado en la
economía, de suyo siempre importantes, pero que hoy vienen a tener especial
actualidad en la Argentina y en el mundo en general;
f) la cuestión de la injerencia legítima o ilegítima de un Estado en los asuntos de
otro Estado, que ha suscitado nuevas reflexiones con ocasión de conductas
efectuadas por el gobierno de los Estados Unidos en tiempos recientes;
g) los límites de la "libertad de prensa" en cuanto se vincula al honor, fama e
intimidad de las personas, y al derecho del público a la verdad y a la información.
12
C.S.J.N., 23/09/1976, “Vieytes de Fernández, Juana, sucesión de c/ Provincia de Buenos Aires”,
Fallos 295:973, J.A., 1976– IV, p. 368.
13
“Todos los grandes cambios políticos fueron preparados o acompañados por la Filosofía del
Derecho. En el principio era la Filosofía del Derecho; al final, la revolución” (Gustav Radbruch, Filosofía del
Derecho).
14
Al respecto, Raymond Troplong escribió La influencia del Cristianismo en el Derecho Civil romano,
trad. Santiago Cunchillos Manterola, Desclée, de Brower, Buenos Aires, 1947.
La Revolución soviética, que ocurrió en Rusia y se propagó a varios otros
Estados de la Europa oriental, y a Cuba, fue aplicación del pensamiento de Carlos
Marx. Esta doctrina también inspiró los movimientos revolucionarios que sucedieron
en China, Corea, Vietnam y varios otros países del sudoeste asiático y los regímenes
que allí se instituyeron.
Al respecto, ha dicho C. Lahr que la Filosofía es “la antorcha de la historia” 15,
pues a menudo ha ido delante de los sucesos `políticos, determinando el camino, ya
sea hacia la felicidad de los pueblos, ya sea para su infortunio, según que se trate de
una filosofía verdadera o falsa 16.—
15
Charles Lahr, Curso de Filosofía, trad. Trinidad Osuna, Angel Estrada, Buenos Aires, T. I, p. 26.
16
“Todo sale de las doctrinas; las costumbres, la literatura, las constituciones, las leyes, la felicidad de
los Estados y sus desastres, la civilización, la barbarie y las crisis pavorosas que arrastran a los pueblos, o
los renuevan” (Felicité de Lamennais, Ensayo sobre la indiferencia, L. I, cap. I.3, cit. por Lahr, Curso de
Filosofía, cit., T. I, p. 26).
B) LOS CONCEPTOS DE DERECHO
Del vocablo `directum´ derivó la palabra `derectum´ del latín vulgar, y de ésta,
derivó la voz castellana `derecho´.
Con respecto al origen del término `ius´, ello es incierto; los estudios de los
filólogos no han podido determinarlo. `Ius´ no pasó al castellano: no hay un sustantivo
equivalente que derive de `ius´, aunque en nuestra lengua poseemos el adjetivo
`jurídico´, que deriva del latín `ius´, y también otras palabras derivadas de `ius´: juez,
jurisdicción, justicia, jurisprudencia, jurista, etc.
Como han comprobado los lingüistas, `derecho´ proviene del vocablo latino
`directum´, o `derectum´ (formas de los verbos latinos `dirigo´ y `derego´), y estas
palabras a su vez derivan de `rectum´, que significó y significa lo recto, lo correcto, lo
justo 17.
2. ACEPCIONES DE ´DERECHO`
EPICTETO
17
Cfr. A. ERNOUT Y A. MEILLET, Dictionnaire étymologique de la langue latine – Histoire des mots,
Klincksieck, París, 1979.
Podemos ver que en el Diccionario de la lengua de la Real Academia Española
`derecho´ es una de las voces que ocupa mayor espacio: se compilan allí una
treintena de significados. En la presente exposición tendremos en cuenta solamente
aquellas acepciones que pertenecen al ámbito de la realidad jurídica. Por tanto,
dejaremos de lado varios usos del término, como por ej. `derecho´ como contrario de
`izquierdo´ (“brazo derecho”, “margen derecho de la hoja”, “ribera derecha”); `derecho´
como contrario de `torcido´ en el sentido geométrico (“árbol derecho”, “camino
derecho”), etc.
En este sentido del término, se trata del derecho que debe conocer y tener en
cuenta el legislador como fuente de inspiración de las reglas que instituya.
Pero también el juez debe conocer lo recto a la hora de resolver (por ejemplo,
porque ese conocimiento lo guiará hacia una adecuada interpretación de los textos
legales, o cuando sea necesario integrar el sistema legal, en caso de laguna, con
otras normas para dar la solución jurídica adecuada). Y asimismo todos los miembros
de la Comunidad debemos conocer lo que es recto, para obrar correctamente y no
causar injusticia.
Este sentido del término es usado a veces por los juristas. Ilustramos esta aserción con
algunos textos que transcribimos seguidamente.
El jurista cordobés Luis Romero Basaldúa dijo poco después en su disertación: “La
limitación de la responsabilidad civil en el contrato de transporte es antijurídica”. Como sabemos,
la Ley de la Navegación en vigencia, dispone en su art. 278 la limitación de la responsabilidad civil
del transportador marítimo por daños, de modo que sólo debe indemnizar hasta cierto importe,
aunque los perjuicios causados a la mercadería transportada sean mayores, y aunque sean
causados por culpa suya (mientras no haya de su parte intención o conducta temeraria). Sin
embargo, Romero Basaldúa calificaba esa limitación que establece la ley como “antijurídica”, o
18
Cfr. Raimundo de MIGUEL, Nuevo diccionario latino-español etimológico, Vison Libros, Madrid, 2000,
voces jus, justitia, justus, justum.
19
Jorge MOSSET ITURRASPE, El derecho de daños en el tercer milenio, conferencia en el acto de
inauguración de la carrera de posgrado de Especialización en Derecho de Daños, Universidad Católica de
Cuyo, San Luis, 9/8/2002. El texto se refiere a la equivalencia entre las contraprestaciones en todo contrato
de intercambio, para que sea un contrato justo.
sea como contraria al derecho, porque es chocante con la justicia, que exige que los daños
causados con culpa sean completamente indemnizados, y el profesor cordobés demostraba que
no podía admitirse ninguna justificación para que el transportador se exima de dicho deber.
Vemos que aquí se concibe el derecho como lo justo o lo correcto 20.
En este primer sentido del término `derecho´ que consideramos, decir “derecho justo” es
un pleonasmo, o sea una redundancia.
El derecho entendido como las reglas que expresan las sentencias judiciales
Otro significado de `derecho´ son las reglas que adoptan o crean los jueces
para fundar sus sentencias y demás resoluciones, cuando resuelven controversias
entre dos partes litigantes y en sus demás decisiones jurisdiccionales.
De la interpretación que hacen los tribunales resultan normas jurídicas que ellos
aplican al caso particular que ha suscitado la interpretación, y que después otros
tribunales suelen aplicar a otros casos.
20
Luis ROMERO BASALDÚA, La limitación de la responsabilidad del transportador marítimo, conferencia
en la ocasión referida en la nota anterior, San Luis, 9/8/2002.
– Y aún falta mencionar otro modo de producción de derecho por los jueces. A
veces los tribunales en sus resoluciones se apartan de la ley positiva, siguen una
norma manifiestamente contraria al precepto legal. Ya no se trata de la interpretación
ni de la integración de un vacío la ley, sino de la corrección de la ley.
Podrían darse de esto más de cien ejemplos en el derecho patrio. Ilustremos con algunos.
La Ley de Adopción 19.134 (que ya fue derogada), con el fin de agilizar las adopciones y
así beneficiar a menores en situación de abandono, autorizaba a los tribunales a no admitir en el
juicio la intervención de los padres de sangre, y no permitía que éstos accedieran al expediente
judicial, cuando el menor hubiese sido hallado en desamparo material o moral (art. 11). Pero hubo
Cámaras de Apelaciones que dejaron de lado esta norma, por entender que violaba el principio de
defensa en juicio de los derechos, pues los padres de sangre perdían así las facultades de la
patria potestad sin haber tenido la oportunidad de defenderse del cargo de abandono del hijo que
se les atribuía.
Conforme al texto del art. 39, inc. 1° (hoy derogado) de la ley 24.557 de 1995, la cual
regula las consecuencias jurídicas de los accidentes de trabajo y enfermedades profesionales, no
existía obligación del empleador de indemnizar a su operario en los accidentes del trabajo, aunque
resultaran de una culpa muy grave del empleador, cuando aquél contratara un seguro al respecto
con una “empresa aseguradora de riesgos del trabajo” 22; la compensación que de acuerdo con
dicha ley debe recibir el trabajador damnificado de parte de la empresa aseguradora, aun en el
caso de que hubiese habido culpa grave del empleador, solía resultar mucho menor que la
reparación que se otorgaba por un daño de la misma índole que sufriera una persona en cualquier
otra situación (arts. 14, 15 y 18, ya modificados). Más aún: la misma ley establece que no son
resarcibles las enfermedades laborales que no figuren en una lista que confeccione anualmente el
Poder Ejecutivo (art. 6º.2). Pero muchas veces las Cámaras del Trabajo, y también la Corte
Suprema desde 2004, se han apartado de tales reglas y han resuelto acordar una indemnización
que corresponda al perjuicio real que importa la incapacidad laboral del trabajador y los daños
morales que han resultado del accidente o de la enfermedad, y aunque sea una enfermedad que
no se mencione en la referida lista.
El Código Civil argentino que ha regido hasta agosto de 2015 establece distintos supuestos
en que las personas deben indemnizar los daños que causen, por ejemplo, los que resulten de su
culpa (art. 1109), los que se derivan del vicio o del riesgo de la cosa que uno posee (art. 1113, 2ª
parte), los daños que causen los dependientes de uno (art. 1113, 1ª parte). Asimismo, en el
mismo Código se dispone que los perjuicios que son causados por la propia víctima, no generan
responsabilidad civil de nadie (art. 1111). Ahora bien, ¿cuándo un perjuicio resulta al mismo
tiempo de la culpa de la víctima y de la culpa de otro, como causas que actúan conjuntamente, o
cuando el daño es la consecuencia de la concurrencia del riesgo de la cosa de uno y de la culpa
de la víctima, cuál es la solución? El codificador y el legislador no dieron norma específica para
estos supuestos, que sin embargo no son raros; y tampoco los previó el reformador de 1968. Para
llenar estas lagunas, los tribunales resolvieron que corresponde una indemnización parcial, de
conformidad con el porcentaje que se atribuya a cada causa en la producción del daño (En el
Código Civil y Comercial que rige actualmente el art. 1729 prevé el supuesto mencionado y
dispone dicha solución jurídica).
Y ello a veces puede diferir en un lugar y en otro, de manera que, por ejemplo,
rige una solución jurídica en los tribunales de Buenos Aires, otra en Córdoba, y otra en
Mendoza, aun en las materias que son de competencia legislativa exclusiva del
Congreso de la Nación. Esto es así porque existe la labor de interpretación y la labor
integradora, y a veces también correctora –correctora para bien o para mal– de los
tribunales.
En todos los idiomas hallamos que son palabras diferentes el término que significa derecho
y la palabra específica que significa ley:
Sin embargo, por el fenómeno de la polisemia, en casi todas las lenguas ha ocurrido una
transferencia semántica, por la cual los términos derecho, droit, diritto, etc. se usan también con el
significado de ley.
23
“Vivimos bajo una Constitución, pero la Constitución es lo que los jueces dicen que es” (Charles
Evans HUGHES, discurso en Elmira, 1907. Cfr. Merlo J. PUSEY, Charles Evans Hughes, vol. I, The Macmillan
Company, Nueva York, 1952, ps. 204 s.).
El derecho positivo está contenido en las leyes, pero no sólo en ellas. Los actos
legislativos constituyen solamente una de las “fuentes del derecho positivo”; pero hay
otras fuentes, entre ellas, las sentencias y resoluciones de los jueces. En el Código
Civil redactado por Vélez Sársfield, vigente hasta el 1° de julio de 2015, el título del
primer capde sus primeros artículos, donde se dan reglas generales sobre
interpretación jurídica e integración de lagunas, se denomina “De las leyes”. En
cambio, el primer capítulo del Código Civil y Comercial que rige actualmente, donde se
incluyen normas sobre interpretación jurídica e integración de lagunas, se intitula
“Derecho”. Y el capítulo siguiente se intitula “Ley”; o sea que se ha distinguido entre
derecho y ley. En los fundamentos que acompañan el Anteproyecto de este Código,
cuando se refieren a estos capítulos, sus autores explican que “cabe distinguir entre el
derecho como sistema y la ley, que es una fuente, principal, pero no única” 24 y que “el
Anteproyecto distingue normativamente el derecho de la ley”, pues “una identificación
entre ambos no es admisible” 25.
24
Fundamentos del Anteproyecto de Código Civil y Comercial de la Nación, 2012, Título preliminar, 1.
25
Fundamentos del Anteproyecto..., cit., Título preliminar, 2.
26
William BLACKSTONE, Commentaries on the laws of England, 1769, L. I, p. 70.
quien tiene por oficio propio el producir normas jurídicas generales; esta tarea es
competencia suya; y en cambio el cometido propio de los jueces es aplicar las normas
dictadas por el legislador. Los tribunales también tienen la misión de crear normas
jurídicas generales, pero la tienen de un modo supletorio como un medio necesario
para hacer justicia, cuando no existan normas jurídicas legales aplicables (integración
de la legislación), o cuando las que estén establecidas para el caso, repugnen con los
imperativos evidentes de la justicia (tarea judicial correctora de la legislación).
El término ´derecho` también suele usarse para referir la facultad que tenemos
con respecto al comportamiento ajeno. La facultad de exigir que otro nos dé algo, o
haga algo, o respete algo nuestro (nuestra integridad física, nuestro honor, nuestra
propiedad material, nuestra privacidad, etc.) o nos permita hacer algo, ya sea en
nuestro interés, ya sea en el interés de otro (ejemplo de esto último es el derecho de
la patria potestad). Esta facultad de exigir se denomina “derecho subjetivo”.
Francisco Suárez (s. XVI) definía el derecho en esta acepción del vocablo como
“cierta facultad moral que cada uno tiene sobre lo que es suyo o sobre lo que se le
debe” 27.
Dentro de los derechos subjetivos, están los derechos subjetivos públicos, que
son los derechos del hombre particular con respecto al Estado, y asimismo los
derechos del Estado respecto del individuo, v. gr. el derecho de percibir los impuestos,
el derecho de castigar los delitos (ius puniendi), el derecho de detener a un presunto
delincuente, el derecho de expropiar bienes por causa de utilidad pública, los
derechos de inspeccionar diversos establecimientos, actividades, etc.
Cuando decimos “X tiene derecho a que le den tal cosa” o “X tiene derecho a
que le dejen hacer esto”, o “X tiene derecho a que no le hagan esto”, estamos usando
el término ´derecho` en esta cuarta acepción. Y para ser exactos, tenemos que
advertir que cuando nos referimos al derecho entendido como facultad, hay varios
sentidos que pueden ser designados con esta expresión, porque los derechos
subjetivos pueden surgir de
27
“Ius vocari facultas quaedam moralis, quam unusquisque habet ad rem suam vel ad rem sibi
debitam” (Francisco SUÁREZ, De legibus, I, II, 5).
“Facultad moral” significa que no se trata de un poder material o físico.
las leyes positivas, o de
Así por ejemplo sucede en nuestro país con el “derecho de réplica” o “derecho
de rectificación” que tiene la persona a quien afecta una noticia agraviante o una
información que sin ser agraviante, es incorrecta y que se ha publicado por cualquier
medio de prensa. No existe aún en la Argentina una ley nacional que reconozca la
facultad de la persona afectada para exigir que se publique una respuesta o
rectificación en estos casos (aunque sí existen leyes provinciales que han reconocido
esa facultad28); tampoco se ha incluido regla que lo establezca en el nuevo Código
Civil y Comercial, que contiene una regulación de los “derechos personalísimos” (arts.
51 a 61); pero la Corte Suprema reconoció este derecho hace más de treinta años, en
la ocasión de resolver el pleito Miguel Ejkmedjian c/ Gerardo Sofovich 29.
28
Por ejemplo, la ley 1383 de San Luis, de 1934.
29
C.S.J.N., 7/7/92, Miguel Ejkmedjian c/ Gerardo Sofovich y otros.
derechos subjetivos positivos consuetudinarios,
Esto nos remite al tema de la analogía de los términos, y por lo tanto a distinguir
el uso unívoco, el uso equívoco y el uso analógico de ellos.
Univocidad, equivocidad y analogía de los términos
CARDENAL CAYETANO
– uso unívoco, que ocurre cuando las varias veces que se usa el término, se
usa en un sentido totalmente idéntico;
Ejemplos:
30
“Est siquidem ejus [analogiae] notitia adeo necessaria ut, sine illa non possit Metaphysicam
quispiam discere et multi in aliis scientiis ex ejus ignorantia errores procedant”.
Vemos que el término mamífero se ha usado unívocamente en estos ejemplos,
porque mamífero significa lo mismo cuando se predica del hombre que cuando se
predica del perro. Y así también sucede en los demás ejemplos. “Mutuo” significa
exactamente lo mismo en la expresión “mutuo oneroso” que en la expresión “mutuo
gratuito”. “Derecho” significa lo mismo cuando digo “derecho civil” que cuando digo
“derecho penal”, aunque el derecho civil no sea lo mismo que el derecho penal.
rueda.
Clases de analogía
Esto ocurre con muchas otras palabras. Decimos que en la pausa estuvimos en
el “café”; el término se usa allí analógicamente, pues `café´ en su sentido principal
significa cierta bebida estimulante; en sentido derivado, o sea en un analogado
secundario, el término `café´ significa el lugar en que se sirve café al público.
El uso analógico, con analogía de atribución, también sucede con la palabra
`derecho´, como veremos en seguida.
“Es frecuente que los nombres hayan sido desviados de su primitivo sentido,
para significar otras cosas. El nombre «medicina», por ejemplo, se usó primeramente
para designar el medicamento que se aplica al enfermo para curarlo; después, pasó a
significar el arte de curar.
Razón por la cual el término `derecho´ se aplica a cada uno de los analogados
31
Suma Theol., De iure et iustitia, II–II, 57, 1, ad 1.
Como se explica en el texto que se acaba de transcribir, se ha denominado
primeramente derecho a lo justo; y luego se ha denominado también derecho a las
sentencias de los jueces, porque éstas suelen expresar lo justo, aunque no siempre
sea así. Por causa de esta relación es que se transfirió el término ´derecho` a la
sentencia.
Del mismo modo, se denominan también “derecho” los preceptos de las leyes,
por la relación que ellos suelen tener con lo justo, pues normalmente, aunque no
siempre, las normas de la ley suelen establecer lo que es justo. El derecho, en el
sentido principal de la palabra (analogado principal) es anterior a la ley, aquél tiene
prioridad lógica con respecto a ésta.
Lo mismo sucede con la ley justa y la ley injusta. La ley, de suyo, se ordena a la justicia en
las relaciones entre los hombres; pero la ley injusta posee los caracteres exteriores que son
propios de las leyes justas: son dadas por la autoridad política, se refieren a la conducta de los
hombres, se emiten como obligatorias, son generales, se promulgan con ciertas formalidades, etc.
32
Suma Theol., De iure et iustitia, II–II, 57, 1 c.
Por ello, en cierto sentido de la palabra `ley´, es correcto decir que la ley injusta no es ley; pero en
otro sentido de la palabra `ley´, es correcto decir que la ley injusta es ley.
Podemos ver que entre las distintas acepciones de `derecho´ hay una analogía
de atribución.
Hay que añadir a este elenco otros significados de `derecho´: las reglas
contractuales, y la facultad jurídica que deriva de un contrato celebrado. También hay
que agregar `derecho´ con el significado de norma jurídica consuetudinaria, y `derecho
´ en la acepción de derecho subjetivo de fuente consuetudinaria, como se expresa en
el esquema siguiente.
derecho = derecho =
norma de una
resolución derecho = precepto
33
“En todo término que se dice analógicamente de muchos, necesariamente sucede que todos se
denominan así por alguna relación que tienen con uno, por lo cual éste entra en la definición de todos [...] Es
necesario que tal término se diga primeramente de aquello que entra en la definición de todos, y
segundamente de las otras cosas” (Summa Theol., I, 13, 6 c). Cfr. también I, 13, 10 c.
Recapitulación de las conclusiones
a. Doctrina iusnaturalista
34
Alfred VERDROSS, La Filosofía del Derecho del mundo occidental. Visión panorámica de sus
fundamentos y principales problemas, Univ. Autónoma de México, México, 1982, p. 393.
b. Positivismo jurídico legalista
Además, existen normas jurídicas que mandan acciones al propio legislador, como es el
caso de un decreto presidencial que incluye normas que deben ser cumplidas por el presidente
(por ej. “El Poder Ejecutivo designará…”). Éstas no son órdenes dadas por el legislador o
soberano a un súbdito.
Según algunos, entre ellos el iusfilósofo español Luis Recaséns Siches (1903–
1977) en la primera época de su pensamiento, el derecho vigente está constituido por
el conjunto de los preceptos legales y las valoraciones que incorporan los tribunales
cuando es necesario interpretar o integrar el sistema legal. Para aplicar el derecho es
necesario recurrir a valoraciones; según Recaséns, para ello el aplicador debe tener
en cuenta primeramente las valoraciones explícitas e implícitas en el propio
35
Paul van der EYCKEN, Méthode positive de l´interpretatión jurídique, Librairie Falk, Bruselas-París,
1907.
36
Cfr. John AUSTIN, Lectures on Jurisprudence or the Philosophy of Positive Law (1ª ed., 1885), John
Murray, Londres, 1920, lec. VI.
37
Cfr. John AUSTIN, Lectures on Jurisprudence..., cit., Londres, 1920, lec. VI.
ordenamiento legal, y cuando esto no sea suficiente, debe introducir valoraciones que
cuenten con consenso en la sociedad, y finalmente, si no existe tal consenso, debe
recurrir a valoraciones personales 38.
Según la “Teoría pura del derecho” escrita por Hans Kelsen (1881–1973), el
derecho vigente es un sistema coactivo de normas que enlazan una sanción para el
caso de que se obre cierta conducta, y que son producidas de acuerdo con el
procedimiento establecido en la Constitución del Estado 42 (hasta aquí el concepto es
semejante al concepto de derecho vigente del positivismo legalista); pero, dado que
según Kelsen las normas legales siempre son indeterminadas, y susceptibles de
diversas interpretaciones, de las cuales ninguna es más correcta que la otra, según
dicho autor siempre es necesario que el juez o el aplicador opte, mediante un acto de
pura voluntad, por una de entre las varias interpretaciones. Por lo dicho, en esta teoría
el contenido del derecho vigente depende finalmente del acto creador de los tribunales
(o de los demás aplicadores del derecho) 43.
38
Cfr. Luis RECASÉNS SICHES, Tratado general de Filosofía del Derecho, Porrúa, México, 1978, cap. 1.
39
Cfr. Luis RECASÉNS SICHES, Tratado general..., cit., p. 5.
40
ULPIANO, Digesto, I, 1, 1, 1.
41
El autor español, años más tarde, cambió su enseñanza: admitió que el aplicador del derecho se
aparte de la regla legal injusta, aunque no siempre; decía que no basta que la norma sea injusta, sino que
debe “desconocer la dignidad de la persona” (Luis RECASÉNS SICHES, Revisión sobre el problema del
«derecho injusto», en Dianoia, nº 12, México, 1966, p. 49).
42
Cfr. Hans KELSEN, Teoría pura del derecho, Univ. Nacional Autónoma de México, México, 1979, cap.
I, n° 6. b), p. 47; y cap. V, n° 34, c), ps. 205 ss.
43
“Así como no se puede obtener, partiendo de la Constitución, mediante interpretación, la única ley
correcta, tampoco puede lograrse, a partir de la ley, por interpretación, la única sentencia correcta [...]. El
legislador es relativamente mucho más libre en el acto de creación de derecho que el juez; pero éste
también es creador de derecho y también es relativamente libre respecto de esta función. Por ello el
alcanzar una norma individual a través del proceso de aplicación de la ley, es, en tanto se cumple dentro del
Por tanto, en la doctrina kelseniana se parte de la idea del derecho como de un
conjunto de preceptos legales que determinan el uso de la coacción ante ciertos
comportamientos, pero tales como son interpretados por los tribunales en actos
puramente volitivos, o sea, decisiones de mera voluntad.
Podemos ver que aquello que habíamos mencionado como uno de los
significados que puede tener la palabra `derecho´, esto es, el derecho judicial, en esta
doctrina constituye todo el derecho vigente. Las reglas de la ley y los principios y
normas de la razón se admiten como derecho solamente en la medida en que son
aceptadas por los tribunales e influyen en sus decisiones.
Según una doctrina desarrollada en las últimas décadas del siglo XX, que
profesa la teoría de la “verdad consensual”, que enseñara el filósofo germano Jürgen
Habermas (n. 1929), el derecho válido es aquel que se constituye no solamente de
reglas de la ley y de los precedentes judiciales, sino también de soluciones jurídicas
que obtendría el consenso de las personas razonables cuyos intereses estén
afectados por la cuestión jurídica de la cual se trate, luego de una argumentación
jurídica que cumpla con las “reglas del discurso racional”. El representante más
conocido de esta concepción es el iusfilósofo y jurista alemán Robert Alexy (n. 1945)
49
.
47
Cfr. Juan VALLET DE GOYTISOLO, Las definiciones de la palabra derecho y los múltiples conceptos
del mismo, en Anales de la Fundación Francisco Elías de Tejada, año V, Madrid, 1999, p. 25.
48
Cfr. Hermann KANTOROWICZ, La definición del derecho, Revista de Occidente, Madrid, 1967.
49
Cfr. Robert ALEXY, Teoría de la argumentación jurídica (La teoría del discurso racional como teoría
de la fundamentación jurídica), Centro de Estudios Constitucionales, Madrid, 1989.
50
Ernst BIERLING, Juristische Prinzipienlehre, cit. por Robert ALEXY, El concepto y la validez del
derecho, Gedisa, Barcelona, 1994, p. 23.
4. NORMA, NORMA DEL OBRAR CORRECTO, NORMA JURÍDICA, NORMA
JURÍDICA POSITIVA Y NORMA JURÍDICA POSITIVA LEGAL
morales
jurídicas
deltrato social
técnicas
Normas
gramaticales
estéticas
de juegos, etc.
Dentro del conjunto de las normas jurídicas, se incluyen las normas jurídicas positivas
y las normas jurídicas naturales.
Norma jurídica positiva es la que está puesta, ya sea por la autoridad pública
como sucede con las leyes, decretos, resoluciones de ministros, ordenanzas
municipales, etc. y las reglas que imponen los tribunales a los justiciables, ya sea que
las ha establecido la gente en general y de manera anónima, como acontece con el
derecho consuetudinario de un país o de una región o ciudad, ya sea las que ponen
los particulares, como son por ejemplo las normas jurídicas que se estipulan en los
contratos, aunque estas últimas normas jurídicas solamente tienen validez entre los
sujetos determinados que las han convenido, y para el negocio singular del cual se
trate.
– generales
– legales
– jurisprudenciales
– consuetudinarias
Normas
jurídicas – singulares
– contractuales
– etc.
Derecho eficaz es aquel que realmente se cumple y aplica. Es cumplido por los
destinatarios de las normas y es aplicado por los órganos estatales encargados de
aplicarlas a ellos.
Ilustremos este concepto con algunos ejemplos de normas jurídicas positivas formalmente
válidas en la Argentina, pero que carecen de eficacia:
El juez debe estar presente en las audiencias en que deponen los testigos (norma del
Código de Procedimientos de la Provincia).
“Queda prohibido: a) el ofrecimiento o entrega de premios o regalos en razón directa de la
compra de mercaderías o la contratación de servicios, cuando dichos premios o regalos están
sujetos a la intervención del azar; b) promover u organizar concursos, certámenes o sorteos de
cualquier naturaleza, en los que la participación esté condicionada en todo o en parte a la
adquisición de un producto o a la contratación de un servicio” (Ley 22.802, de Lealtad Comercial,
51
Eduardo GARCÍA MÁYNEZ, El concepto de derecho, Stylo, México, 1940. Hay 2ª ed., Universidad
Veracruzana, Xalapa, 1960.
52
Cfr. Eduardo GARCÍA MÁYNEZ, Filosofía del Derecho, 4ª ed. revis., Porrúa, México, 1983, p. 510.
art. 10º).
El juicio por jurados está instituido en la Constitución Nacional, pero durante más de un
siglo esta institución no existió, y en los últimos años fue establecida en muy pocos lugares del
país.
Las tres nociones mencionadas no se excluyen entre sí, pero tampoco concuerdan en
todos los casos. Por ende, hay siete posibilidades, que se muestran gráficamente con un
diagrama de tres círculos en intersección:
c D.E.
D.J.
(a)
g
D. E. : derecho eficaz
Aquí terminamos el capítulo acerca del concepto de derecho, o mejor dicho, acerca de los
conceptos de derecho, como hemos puesto en el título de ella.
No son contestes todos los autores en reconocer qué es el derecho vigente, como se ve en
la exposición que presentamos acerca de las distintas escuelas iusfilosóficas. Y “el problema
central de la polémica acerca del concepto de derecho –como advierte Robert Alexy– está en la
relación entre derecho y moral” 53.
53
“El problema central de la polémica acerca del concepto de derecho es la relación entre derecho y
moral […] Todas las teorías positivistas sostienen la tesis de la separación. Según ella, el concepto de
derecho debe ser definido de forma tal que no incluya ningún elemento moral. La tesis de la separación
presupone que no existe ninguna conexión conceptual necesaria entre derecho y moral” (Robert ALEXY, El
concepto y la validez del derecho, cit., p. 13).
Sobre este tema, o sea acerca de las relaciones entre el derecho y la moral, versa
precisamente nuestro próximo capítulo. —
Éste es quizás el argumento más esgrimido por los seguidores de las doctrinas
que estamos examinando, y se lo encuentra ya en los primeros filósofos escépticos de
la antigua Grecia. De este razonamiento se valieron Pirrón (s. IV a. C.) y Carnéades
(s. II d. C.), y también fue uno de los clásicos diez “tropos” de Enesidemo (s. I a. C.),
que conocemos a través de la obra de Sexto el Empírico (s. II d. C.) 58. Asimismo, ha
sido una argumentación bastante socorrida entre los relativistas contemporáneos 59.
58
Sexto el Empírico, Hypotiposis pyrr., I, 145 ss.
59
Así por ej. Hans Kelsen, The natural law doctrine before the tribunal of science, The Western
Political Quarterly, Universidad de Utah, Salt Lake City, Utah, EE.UU., T. II, n° 4, 1949, ps. 481 ss. y Theorie
pure du droit. Introd. a la science du droit, edic. de la Baconnière, Neuchâtel, 1953. Erik Wolf, El problema
de la teoría del derecho natural, Barcelona, Ariel, 1960, p. 29 y passim; Melville Herskovits, El hombre y sus
obras. La Ciencia de la Antropología Cultural, trad. M. Hernández Barroso, Fondo de Cultura Económica,
México– Buenos Aires, 1981, p. 93.
60
“En algunos esta doctrina [de que las cosas son para cada uno tales como le parecen] ha nacido de
ver que no forman todos los hombres el mismo juicio sobre las mismas cosas” (Aristóteles, Metafísica, L. XI,
cap. 6).
al conocimiento racional, como lo prueba la historia del espíritu humano, que desde
hace siglos se afana en vano por la solución de este problema” 61.
3) El argumento de que los juicios de valor no son verificables. Sólo pueden ser
objeto de conocimiento válido los hechos empíricamente constatables, verificables;
dado que los juicios morales no se corresponden con fenómenos de esa índole,
entonces tales juicios no pueden constituir un conocimiento válido objetivo.
Es un argumento mencionado por muchos autores. Así por ej. Hans Kelsen
expresa: “Tolerancia, derechos de las minorías, libertad de expresión y libertad de
pensamiento, tan característicos de la democracia, no tienen lugar alguno dentro de
un sistema político basado en la creencia de valores absolutos. Esta creencia conduce
irresistiblemente –y siempre ha conducido– a una situación en la cual el único que
supone poseer el secreto del bien absoluto exige el derecho de imponer su opinión y
su voluntad a los demás [que él piensa] que están en el error” 62.
61
Hans Kelsen, Teoría pura del derecho, trad. de la 3ª. ed. alemana, Universidad Autónoma de
México, México, 1981, cap. 2, nº 8.
62
Hans Kelsen, Absolutismo y relativismo en filosofía y en política, sin dato de traductor, Hechos e
Ideas, Buenos Aires, T. XVIII (1949), p. 89.
63
“El error fundamental en el argumento de las diferencias culturales es que se trata de sacar una
conclusión sustantiva sobre un tema, del mero hecho de que hay un desacuerdo acerca de él” (James
Rachel,
introducción a la Filosofía Moral, Fdo. de Cultura Económica, México, 2006, p. 45).
Aunque con lo dicho en el párrafo anterior resulta rotundamente refutado el
argumento considerado, también hay que objetar en el razonamiento en examen la
excesiva generalidad que suele atribuirse a la premisa, en el sentido de que suele
darse por verdadero que la variación es general en la totalidad de los pueblos y
abarca todas las normas culturales. En la realidad ello no es así. Un mínimo
conocimiento etnológico nos revela que hay una cantidad de preceptos éticos que han
sido los mismos en todas las colectividades. Una consulta atenta de los códigos
morales de los diversos pueblos y culturas permite reconocer cierto contenido
constante en todas ellas. Hay muchas convicciones comunes: así por ej. que es lícito
agredir al injusto agresor en defensa propia, que los padres tienen el deber de criar y
proteger a sus hijos menores, etc. El filósofo del derecho John Finnis, profesor en la
Universidad de Oxford y en una universidad de Indiana (EE.UU.), ha señalado que la
afirmación de la relatividad total de las creencias morales es un prejuicio, y ha
mencionado varios ejemplos palmarios de imperativos éticos que han tenido vigencia
en todos los pueblos:
Gran parte de la legislación penal de cada uno de los pueblos del mundo exhibe
un contenido común con la legislación penal de los otros: el homicidio, las lesiones a
la integridad corporal, el secuestro de persona, la violación, el robo, la estafa, la
calumnia, la injuria, el incendio intencional, la falsificación de documento público, el
soborno de un funcionario público, el peculado, el falso testimonio en un juicio y otras
muchas especies de acciones figuran en las legislaciones de todos los países como
acciones punibles.
Además, hay que advertir que la afirmación “sólo podemos tener conocimiento
acerca de los fenómenos verificables en la experiencia sensible” excede la
experiencia sensible. Se trata de una afirmación que no es empíricamente verificable,
la cual por tanto no puede ser justificada dentro del sistema empirista. Por lo dicho, la
premisa del empirismo no sirve para fundar el relativismo ético, ni el escepticismo
axiológico; por el contrario, los pone en tela de juicio. La aseveración que relativiza
toda proposición ética por causa de su inverificabilidad es un verdadero boomerang:
se vuelve contra el mismo que la usa.
Además, la norma que manda obrar con tolerancia respecto de las personas
que tienen ideas adversas a la propia es también una norma ética, y por ende,
conforme a la tesis relativista no debería tenerse como regla de valor ético universal y
necesario. Si quien afirma la tesis del relativismo moral piensa que la intolerancia es
67
“La intención de quien gobierna una multitud tiende a la unidad o paz de ella” Tomás de Aquino,
Summa Theol., I, 103, 3 c). También Tomás de Aquino, De regno, L. I, cap. 2.
68
Walter Brugger, Voz Tolerancia, en Walter Brugger (dir.), Diccionario de Filosofía, Herder,
Barcelona, 1983, p. 543.
tan válida como la tolerancia, es coherente con su tesis relativista, pero ya no puede
usar el mencionado argumento de la tolerancia para defender el relativismo; si admite
que el imperativo que manda ser tolerante tiene valor objetivo y universal, entonces
está negando la tesis relativista.
Asimismo, hay que notar, contra el argumento que impugnamos, que no existe
relación necesaria entre objetivismo ético e intolerancia, ni entre relativismo ético y
tolerancia. Quien sustenta el objetivismo moral tanto puede ser muy tolerante como
intolerante respecto de quienes piensen diferentemente de él. Y quien profese el
relativismo puede ser tolerante o intolerante; ejemplo de lo segundo es cuando el
relativista menosprecia, difama, persigue y perjudica a quienes profesan determinada
doctrina moral.
2. EL OBJETIVISMO ÉTICO
Concepto y denominaciones
69
“Objetivo: C. válido para todos los espíritus, y no solamente para tal o cual individuo”. “Objetivismo:
Se dice de toda doctrina que considera como objetivo, en el sentido C, lo que otros no consideran como tal.
Se dice especialmente: [...] 3°) de las doctrinas que admiten que la moral tiene una existencia sui generis
fuera de las opiniones, de la conducta y de la conciencia de los individuos” (André Lalande (dir.), Vocabulaire
technique et critique de la Philosophie (obra colectiva de la Sociedad Francesa de Filosofía), 8ª. ed., Presses
Universitaires de France, París, 1960. Hay trad. castellana, El Ateneo, Buenos Aires, 1967. ).
– que a nadie se le debe aplicar una pena sin culpa suya,
– que está mal secuestrar a niños para explotarlos con trabajo esclavo o en comercio
de prostitución infantil,
– que es reprobable el realizar actos de terrorismo (al menos los que pueden causar
causen la muerte de personas inocentes),
Las convicciones morales ordinarias conciben estas y otras varias normas como
universalmente válidas. Por tanto, la doctrina relativista se opone a las convicciones
morales ordinarias.
Todos los seres humanos que gozamos del “uso de la razón” conocemos, de
una manera inmediata, o sea sin necesidad de ningún discurso demostrativo, ciertos
principios muy generales acerca del recto obrar, como por ej. los siguientes: “se debe
hacer el bien”, “no se debe dañar a otro”, “debe darse a cada uno lo suyo”, los cuales
se denominan “primeros principios”. Luego siguen otros principios menos generales,
que la inteligencia del hombre infiere con facilidad; tales son: “debe cumplirse lo
prometido o pactado”, “no debe atacarse la propiedad ajena”, “no debe matarse al
inocente”, etc. Estos principios ya no son inmediatamente evidentes, pero pueden
derivarse fácilmente de aquellos primeros principios, en conexión con las experiencias
de la vida social, y por ello vemos que son conocidos como reglas obligatorias de
conducta por todas las personas normales 71. Sin embargo, algunos de estos
principios generales de la ley natural parecen haberse borrado de la mente y del
corazón de los hombres en algunos pueblos. Esto ha sucedido –explicaba el
mencionado autor– como consecuencia de que tales seres humanos nacieron y se
criaron en medio de costumbres depravadas, o porque contrajeron hábitos viciosos, o
por causa de la difusión y afianzamiento de ideas erróneas que desviaron su inteligen-
cia 72. Este es el fenómeno denominado “oscurecimiento” de la razón moral (offuscatio
y obtenebratio 73 lo denominaba Santo Tomás), y que podemos ejemplificar con
diversos hechos. La lista podría ser muy larga, pero nos bastaremos con algunos
pocos ejemplos:
– algunos pueblos acostumbraban eliminar a los niños defectuosos, por ser inútiles para la
guerra (v. gr. los antiguos espartanos, conforme a la legislación de Licurgo);
– el padre romano (o, más precisamente, el “paterfamilias”, esto es, el ascendiente mayor
de una familia) estaba autorizado por la ley para no reconocer a su hijo y para “exponerlo”,
o sea, abandonarlo;
– entre los antiguos romanos el gladiador, después de haber matado en duelo a un
hombre, en vez de ser castigado como homicida, recibía grandes honores;
71
"Los primeros principios universales son conocidos naturalmente [...] pero los otros principios
universales se tienen no por naturaleza, sino que se adquieren, sea por la vía de la experiencia, sea por la
instrucción" (Tomás de Aquino, Summa Theol., II–II, 47, 15 c).
72
“En cuanto a los preceptos secundarios de la ley natural, ella puede borrarse del corazón humano,
sea por causa de malas persuasiones [...], sea por causa de costumbres depravadas y hábitos corruptos”
(Summa Theol., I–II, 94, 6 c).
73
Summa Theol., II–II, 22, 1 ad 1; III, 61, 3 ad 2.
– los esquimales estilaban abandonar en el iglú a sus padres ancianos, donde perecerían,
o hacer que se ahogaran en un hueco del hielo, para no tener que cargar con ellos en sus
desplazamientos azarosos hacia nuevos territorios de caza o para evitarles una existencia
muy penosa;
– la “castración eufónica” (ablación de los testículos) de los niños para conservarles la voz
de tiple o soprano, mezzo–soprano o contralto lo cual, juntamente con la potencia
pulmonar que tendrían al llegar a la adultez, mayor que la de un niño, pero con la voz
aguda de éste, los hacía muy buscados y aplaudidos, se estiló en ciertas épocas y lugares;
así por ej. en Europa fue corriente en los siglos XVI a XVIII;
– los persas solían casarse con sus propias hijas;
– los aztecas, y también los mayas y los incas, realizaban “sacrificios humanos” cuando
llegaron los españoles a América 74;
74
En diversos museos de Sudamérica se conservan momias de niños del imperio inca que fueron
objeto de esta clase de sacrificios; así por ej. en el Museo de Arqueología de Alta Montaña en Salta se
guardan tres (los “niños de Llullaillaco”), de las cuales una se exhibe al público que visita el lugar.
75
“in gentibus quantum ad multa lex offuscata erat” (la ley natural estaba oscurecida entre los paganos
en muchas cosas) (Summa Theol., Supl., 65,3 ad 1).
76
Cfr. Summa Theol. II–II, 22, 1 ad 1; I–II 99, 2 ad 2; III, 61, 3 ad 2; I–II, 94, 4 c; I–II, 94, 6 c.
Las conductas contrarias a las normas de la moralidad objetiva pueden no ser
reprochables a su autor, cuando quien las realiza obra de esa manera por ignorancia
invencible, porque en tal caso no tiene culpa; pero de todos modos son acciones
moralmente malas, en cuanto desvían al hombre del cabal desarrollo de su
naturaleza, o se oponen a la adecuada convivencia social, que es exigida por la
naturaleza social del hombre, o perjudican injustamente al prójimo, o en general,
porque son incorrectas conforme al juicio de la recta razón. Así por ej. actos de
terrorismo realizados con fines de protesta o de conquista del poder, el matrimonio
infantil, los sacrificios humanos de seres inocentes en honor de los dioses, el suicidio
por motivo de honor, etc., pueden haberse practicado de buena fe por algunos
individuos, por grupos y aun por colectividades, con ignorancia invencible acerca de
su malicia, pero de todos modos son de suyo acciones inmorales, en tanto se oponen
al bien de los hombres y a lo que indica el juicio esclarecido de la recta razón.
1. INTRODUCCIÓN
Uno de los caminos para dilucidar una noción es el cotejo de ella con otras afines.
En el caso del derecho, los conceptos más próximos son el concepto de lo moral y el
concepto de los usos sociales (usos relativos a la urbanidad, la cortesía, la etiqueta y,
en general, a lo que es exigido por las reglas del “trato social”).
En la primera sección del capítulo tratamos acerca de la distinción que exista entre
lo jurídico y lo moral, problema que fue llamado por Rudolf von Ihering “el cabo de
Hornos” o “cabo de las Tormentas” de la Ciencia Jurídica 77 y que ha sido un tema
clásico e infaltable en las obras generales de Filosofía del Derecho.
Antes de establecer las diferencias entre los dos conceptos, mencionaremos sus
similitudes ¿En qué aspectos se asemejan lo moral y lo jurídico?
No es difícil advertir que ambos se expresan en normas. Las normas son reglas de
conducta. De manera que lo moral y lo jurídico, por lo pronto, tienen en común su
índole prescriptiva del comportamiento humano. Las normas morales y las normas
jurídicas no sólo se refieren a una conducta, sino que además prescriben un
comportamiento que un sujeto debe obrar 78. Por consiguiente, tanto en el caso de lo
moral como en el caso de lo jurídico se trata de deberes. Ambos son ordenaciones
imperativas del comportamiento humano.
Se dice que en lo que concierne a las normas morales hay “autonomía”, con lo cual
se quiere significar que el hombre, esto es cada individuo, se da la ley moral a sí
mismo, o bien que cada hombre se adhiere voluntariamente a ciertas normas morales,
y sólo por causa de esta adhesión, adquieren obligatoriedad para él. En consecuencia,
una regla moral es tal solamente respecto de quien voluntariamente la asume, y la
razón de ser de su obligatoriedad, según esta idea, está en el reconocimiento que la
persona hace de ella.
Consideración crítica
No toda norma jurídica es heterónoma, pues hay normas jurídicas que tienen su
origen en la voluntad del propio obligado, como ocurre con las muchísimas reglas
estipuladas en las cláusulas de los contratos. Otro ejemplo de normas legales que son
“autónomas” son algunas de las reglas contenidas en los decretos del Gobierno y de
las resoluciones de los Ministros y Secretarios de Estado: aquellas por las cuales el
sujeto que las instituye (Presidente, Gobernador, Ministro, Secretario de Estado) se
impone deberes jurídicos a sí mismo; por ej. un decreto presidencial que disponga: “El
Poder Ejecutivo comunicará…”
La “autonomía” de las normas morales, y por ende la referida distinción sólo sería
admisible dentro del marco de una concepción relativista de la verdad moral (que no
aprobamos), según la cual nada hay que pueda conocer la razón humana como bueno
o como malo en sí mismo, sino que lo moralmente bueno o malo es tal sólo para el
individuo que así lo crea, o para la comunidad que lo acepte. Pero conforme a una
concepción objetivista de la moralidad, existe un orden moral objetivamente válido
(conductas y situaciones que son rectas en sí mismas). La exigencia moral es algo
que “ya está”, que tiene una realidad imperante independientemente del sujeto; no es
algo creado por elección humana, sino que es captado por la recta razón del hombre.
Los deberes de respetar la vida del prójimo, no torturar, alimentar a los hijos
menores, restituir lo ajeno, indemnizar el daño injustamente causado, no mentir
y muchos otros, son normas morales, y su validez no se limita al individuo que
las acepte, sino que son normas universalmente válidas. Por lo tanto, las normas
morales no son autónomas.
El imperativo moral no emana del fondo del querer ni del sentir del individuo, ni
tampoco de su parecer, sino que “la conciencia –como dice Legaz y Lacambra– se
somete al imperio de la normatividad que fluye de un orden absolutamente objetivo y
trascendente de valores” 79.
79
LUIS LEGAZ Y LACAMBRA, Introducción a la Ciencia del Derecho, Bosch, Barcelona, 1943, p.
221.
b. La moral regula la interioridad de la conducta – el derecho regula sólo las
acciones exteriores
De conformidad con otro contraste que suele mencionarse, la norma moral regula
los actos internos del hombre y la norma jurídica regula solamente su comportamiento
externo.
Se dice que los legisladores sólo pueden influir eficazmente sobre la faz exterior de
las acciones humanas, y los jueces sólo pueden juzgar la conducta en su faz exterior,
porque no pueden conocer la interioridad de los hombres que las realizan.
Consideración crítica. Hay que admitir que el íntimo sentir y querer del ser humano,
en cuanto no se exterioricen de algún modo, escapan al conocimiento de los demás
(salvo mediante el uso de ciertas técnicas invasivas de la mente, v. gr. administración
de pentotal), y por ende, no pueden ser alcanzados por los preceptos del legislador.
Por ello, como dice el antiguo adagio, a nadie se castiga por sus meros pensamientos
(“cogitationis poenam nemo patitur”) 80.
Ahora bien, en lo que respecta a la moral, no es verdad que a ésta le interese sólo
lo interno. Véase que es más grave desde el punto de vista moral el matar a otro que
el mero desear matar a otro. El ejemplo muestra que lo exterior importa. Y lo mismo
ocurre con las conductas moralmente loables: ayudar efectivamente al prójimo que se
halla en alguna necesidad es conducta mejor que el tener la intención de ayudarlo en
sus necesidades. Porque si bien es cierto que a veces “lo que vale es la intención”,
como se dice, en realidad la exigencia moral de ayudar al prójimo se cumple
cabalmente cuando se lo ayuda. Gustav Radbruch ilustra el punto con el refrán que
dice que el camino del Infierno está empedrado con “buenos propósitos” 81. La caridad
o la beneficencia no sólo deben ser afectivas o desiderativas, sino efectivas.
No obstante lo dicho, hay que acotar que aun cuando el derecho sólo puede regular
la conducta del hombre en su faz externa, ello no significa que no tome en cuenta lo
que ocurre en su interior. Por el contrario, muchas veces las normas del derecho
positivo tienen en cuenta el pensamiento y el querer interior de la persona. Así, por
ejemplo, los efectos jurídicos que atribuye la ley penal suelen variar según sea la
intención con la cual haya obrado el agente, de modo que la conducta dolosa es
tratada diferentemente de la meramente culposa en el derecho penal; y aún más:
puede distinguirse entre el dolo directo y el dolo eventual, para atribuir más grave
sanción en el primer caso. Por lo dicho, un hecho exterior determinado, por ej. la
lesión causada a un hombre con un automóvil, puede ser tratada muy distintamente
en el derecho positivo, según sea el aspecto interno de la conducta (inculpabilidad,
negligencia leve, imprudencia grave, dolo eventual, dolo directo ... ). Así también, el
causar la muerte de otro tiene distinto castigo según que se haga con premeditación o
sin ella; y no es indiferente para el derecho que un homicidio se haya cometido en
estado de emoción violenta o que se haya realizado con plena elección, o si además
de obrar con deliberación, el autor se decidió a cometer el crimen movido por un odio
racial o por un móvil de robo, o si lo hizo con alevosí...
81
Cfr. GUSTAV RADBRUCH, Filosofía del Derecho, trad. Wenceslao Roces, 3ª ed., Fondo de
Cultura Económica, México–Buenos Aires, 1965, cit., p. 53.
derecho puede tener en cuenta los elementos internos del obrar. Así, como se ha
mostrado en los ejemplos expresados, un mismo acto externo puede tener distintas
consecuencias jurídicas, según cómo sea el acto interno que lo preceda o acompañe.
Esta diferencia se ilustra con ejemplos como los siguientes: Ciertas conductas de
una persona en la esfera sexual, sus sentimientos de benevolencia o de envidia, la
pereza, el derroche del tiempo libre, la gula..., son objeto de regulación de la moral, y
mientras no perjudiquen directamente a otra persona, no entran en el campo de la
regulación jurídica. Si la acción no causa perjuicio a otra persona distinta del autor, se
admite que el derecho no la prohíba, aun cuando sea moralmente muy censurable y
sumamente abyecta, como es por ejemplo, en lo que concierne al uso de la
sexualidad, la práctica del bestialismo o zoofilia, esto es, el ayuntamiento carnal de un
ser humano con animales irracionales.
Hay alteridad, no sólo cuando las acciones afectan a una o varias personas
singulares, sino que también la alteridad puede ser con respecto a un grupo mayor de
personas, a una ciudad entera, o a toda la Comunidad Política. Así por ej. la mayoría
de los tipos de conductas a las que las leyes penales imponen castigo, son conductas
delictivas directamente perjudiciales a la Comunidad Estatal (Constatemos esto en el
Código Penal argentino: la mayoría de sus títulos reúnen delitos que lesionan bienes
jurídicos públicos. Leemos en las rúbricas de los títulos VII hasta el último: Título VII:
Delitos contra la seguridad pública –donde se incluye un capítulo denominado Delitos
contra la salud pública–. Tít. VIII: Delitos contra la tranquilidad pública. Tít. IX: Delitos
82
Cfr. ICILIO VANNI, Filosofía del Derecho, trad. Rafael Urbano, Librería Beltrán, Madrid,
1941,ps. 156 s. (El subrayado es nuestro).
contra la seguridad de la Nación. Tít. X: Delitos contra los poderes públicos y el orden
constitucional. Tít. XI: Delitos contra la administración pública. Tít. XII: Delitos contra la
fe pública).
Pero es erróneo decir que no hay alteridad en las acciones regidas por la moral. En
efecto, existen muchos deberes morales que se refieren a otro: además de los
deberes naturales de justicia (que consisten en no dañar a otro, y en darle a cada uno
de los otros lo que es suyo), que son la mayoría de los deberes morales, están los
deberes de gratitud, de veracidad, de caridad o beneficencia... que son todos ellos
deberes de una persona para con otras.
El orden moral es un orden que se realiza en el interior de las personas (este orden
consiste en que las apetencias de diversa clase del hombre se sujeten al orden de la
razón), pero es un orden que también existe en las acciones exteriores del hombre
(en cuanto ellas realicen la rectitud de la justicia, o la gratitud, etc.).
¿Cuál es nuestra tesis sobre este punto? En el consumo de droga, aun realizado a
solas y en privado, está entrañada la alteridad. Y no solamente por el mal ejemplo que
induce a imitar. Podemos imaginar a una persona adicta a drogas alteradoras de la
mente, que se queda en su casa, sin causar molestias a los demás, sin que nadie lo
vea ni sepa lo que hace y perjudicándose solamente a sí mismo. Y esta imagen
coincidirá con la realidad en algunos casos. Pero la experiencia también nos muestra
casos diferentes: una cantidad de accidentes de tránsito causados por personas
drogadas, los homicidios, robos a mano armada y otros delitos y agresiones, cuyos
autores se hallaban bajo el efecto de tales sustancias. También es una incontestable
realidad que muchas veces las adicciones, de acuerdo con la intensidad de ellas y la
índole de la persona y otras circunstancias, perjudican seriamente a la familia del
adicto, y a la sociedad en general, acarreándole perjuicios, económicos y de otra
especie.
Otro caso interesante se refiere al uso de casco protector por los motociclistas,
exigido por reglamentaciones municipales, y cuya inobservancia se sanciona con
multa que establece el derecho contravencional. En una controversia con motivo de la
transgresión de esta regla, el abogado defensor del infractor impugnó la multa como
83
Expresa el fallo en el voto mayoritario: “Conforme al art. 19 de la C.N. las acciones
privadas están exentas de la autoridad de los magistrados cuando de ningún modo ofendan al
orden y a la moral pública ni perjudiquen a terceros, ofensa que se concreta en forma efectiva
con la tenencia de estupefacientes, aunque se trate de destinados al propio consumo”. [...] Los
drogadictos ofrecen su ejemplo, su instigación o su convite a quienes no lo son, al menos en
muchísimos supuestos reales” (C.S.J.N., 11/12/90, “Montalvo, Ernesto s/ infracción Ley
20.771”, en El Derecho, Buenos Aires, vol. 141, p. 469).
84
CSJN,25/8/2009, “Arriola, Sebastián y otros”.
contraria al referido art. 19 C.N., pero el fallo plenario de la junta de jueces convocada
para resolver la cuestión decidió, por 4 votos contra 2, que la norma era constitucional
85
. En 2010 un juez administrativo municipal de Santa Rosa de Calamuchita, Provincia
de Córdoba, resolvió eximir a unos motociclistas que conducían el vehículo sin el
casco que exigía la ordenanza municipal; dijo que “como personas mayores de edad,
tenemos el derecho de elegir si usamos o no el casco” y que la prohibición vulneraba
el art. 19 de la C. N., porque era la prohibición de una acción privada que no perjudica
a terceros. El intendente vetó, con acierto, dicha resolución, y refutó la premisa de que
no hay perjuicio para terceros; dijo que cuando hay accidentes se causan perjuicios al
erario municipal, pues se utilizan ambulancias alquiladas por el municipio, el hospital
provincial, los dispensarios... 86. De nuestra parte, añadimos que también se derivan
de la muerte o lesiones graves que sufren los motociclistas sin casco perjuicios
económicos y extrapatrimoniales que padecen sus familiares inmediatos (por ej. el
daño moral por la pérdida del ser querido que sufren el cónyuge, los hijos, los
padres…).
Otros ejemplos ilustrativos: La regla que ordena el uso obligatorio del cinturón de
seguridad, la ordenanza municipal de algunas localidades que exige a quienes prestan
el servicio de transporte en taxi que adopten un sistema de seguridad contra asaltos,
el Decreto provincial 7106 (1986), reglamentario de la Ley 5040 de Actividades
Náuticas de la Prov. de Córdoba, que establecía: “[...] salvo competencias, cuando la
natación sea practicada en forma individual, quien la realice no podrá internarse más
de cincuenta (50) metros de la costa [...]” (art. 20). Un precepto legal chileno
establece: “La práctica del andinismo solitario está prohibida” 87.
85
Cfr. Cám. de Apel. de la Just. Munic. de Faltas de la Ciudad de Buenos Aires, en El
Derecho, Buenos Aires, 28/2/95.
86
Cfr. La Voz del Interior, 6/4/2010, p. 3 A.
87
Reglamentación para el turismo de aventura, dictada en Chile por la Corporación
Nacional Forestal, publicada en La agencia de viajes – Chile (Suplem. de La agencia de viajes
latinoamericana), Buenos Aires, 4/4/94, ps. 12 ss.
entorno familiar y social” 88; “lo que ocurre con su vida afecta casi necesariamente a la
comunidad en la que vive” 89.
Con respecto al deber de cuidar la propia salud, que suele ponerse como ejemplo
de deber moral que no es deber jurídico, sino un deber moral del hombre respecto de
sí mismo, hay que decir que el ser humano tiene tal deber también para con la
Comunidad, o mejor dicho, para con las diversas comunidades en las que vive:
sociedad política, familia, institución académica o científica a la cual pertenece, etc.,
porque el hombre es parte de ellas. La persona que por sus descuidos o desidia
contrae enfermedades o no procura su curación, perjudica, en el aspecto económico y
también en diversos bienes inmateriales, a su familia, a su Comunidad Política;
perjudica en el aspecto patrimonial a la obra social o asociación mutual a la que
pertenece... Los daños pueden ser muy importantes, por ej. en el caso del cáncer
causado por el tabaquismo, o las enfermedades físicas y el abandono del trabajo que
genera el alcoholismo. Pero en mayor o menor grado ello sucede con todas las
enfermedades, y no sólo con las que resultan de una adicción. Por lo dicho, se trata
de un deber jurídico –de derecho natural, y que en algunos lugares ha sido instituido
como derecho positivo; así por ej. en la Constitución del Uruguay: “Todos los
habitantes tienen el deber de cuidar su salud, así como el de asistirse en caso de
enfermedad [...]” (art. 44); en la Constitución de Colombia: “Toda persona tiene el
deber de procurar el cuidado integral de su salud y la de su comunidad” (art. 49); en la
Constitución de Honduras: “Es deber de todos participar en la promoción y
preservación de la salud personal y de la comunidad” (art. 145) –.
88
MARIANO G. MORELLI, Sobre los llamados “principios” de laBbioética, en AA. VV., Valor de
la vida humana. Cultura de la muerte, 2ª ed., Centro Tomista del Litoral Argentino, Santa Fe,
1998, p. 260.
89
MARIANO G. MORELLI, Sobre los llamados “principios”..., cit., p. 272.
administran de modo coactivo un antídoto a quien ingirió veneno para eliminarse y se
niega después a recibir el antídoto o que en una circunstancia semejante practican de
modo coactivo un lavaje de estómago; los médicos en estos casos realizan un acto
jurídicamente lícito, y además, previsto como tal por la ley (Dispone la Ley sobre el
Ejercicio de la Medicina 17.132, en el art. 19: “Los profesionales que ejerzan la
medicina están obligados a [...] 3. Respetar la voluntad del paciente en cuanto sea
negativa a tratarse o internarse, salvo los casos de [...] tentativas de suicidio”).
Los filósofos han calificado el suicidio como acto de injusticia, con el fundamento de
que el hombre es parte de su Comunidad Política, y por tanto, quien se elimina causa
injusticia a la Comunidad 90.
En relación con el punto que estamos considerando, advertía Christian Wolff: “No
hay ninguna acción que no se refiera a los demás, por lo menos en cuanto al ejemplo
que se ofrece a los demás” 91. En realidad, todas las clases de conducta tienen alguna
repercusión en los otros; no quedan solamente en el bien o mal que recibe el agente.
Todo afecta o importa a otros, a personas concretas próximas al agente, o a la
sociedad en general. Sin embargo, con respecto a las acciones que tienen
consecuencias indirectas perjudiciales para el prójimo, el derecho positivo tiene que
ocuparse solamente de aquellas cuyas consecuencias indirectas son más graves para
el prójimo (porque si quisiera intervenir en todas las acciones de los hombres que son
actual o potencialmente dañosas para otros, resultarían más males que bienes), y por
ello ha de abstenerse de conminar sanciones para las acciones de simple fornicación,
de gula, de pereza en la vida privada, o para la mentira (salvo que ésta cause
injusticia), y otras acciones de entidad semejante.
Quienes afirman esta distinción dicen: La moral rige las acciones humanas de toda
índole, y las considera desde el punto de vista de su bondad o malicia, en el sentido
de la honestidad; el derecho, en cambio, regula sólo aquello que es necesario regular
con el fin de lograr una armonización mínima de las conductas, para que sean
posibles la pacífica convivencia y la cooperación de los miembros de la sociedad 92.
90
Cfr. ARISTÓTELES, Ética a Nicómaco, L. V, 1138 a 11. TOMÁS DE AQUINO, Summa Theol., II–
II, 64, 5, c. Leemos en IMMANUEL KANT: “Quitarse la vida es un crimen. Sin duda puede
considerarse también como una transgresión del deber hacia otros hombres (de uno de los
esposos hacia el otro, de los padres hacia los hijos, del súbdito hacia sus conciudadanos) [...]”
(Metafísica de las costumbres, Doctrina de la virtud, Iª Parte, L. I, cap. 1, art.1º, nº 421).
91
CHRISTIAN WOLFF, Ius naturae methodo scientifica pertractatum, Parte I, cap. III, § 934.
92
“La moral mira a la bondad o malicia de un acto en términos absolutos, en la plenaria
significación que el mismo tiene para la vida del individuo, en cuanto al cumplimiento de su
supremo destino, en cuanto a la realización de los valores supremos que deben orientar su
existencia [...] La moral considera enteramente la vida toda del individuo, sin prescindir de
ninguno de sus factores y aspectos, sin excluir nada. En cambio, el derecho trata tan sólo de
hacer posible una armonización mínima de la conducta de las gentes para la convivencia y la
cooperación” (LUIS RECASÉNS SICHES, Tratado general de Filosofía del Derecho, Porrúa,
Consideración crítica. Es verdad que la regulación moral tiene por fin la bondad o
rectitud personal del hombre. Ahora bien, ¿está bien decir que las normas de derecho
positivo no tienen por finalidad el bien del hombre? ¿Es correcto afirmar que la
finalidad de las reglas de la ley positiva se reduce al fin de mantener la paz social? La
cuestión nos remite inevitablemente al asunto de los fines del Estado, del cual la ley
positiva es un útil instrumento. En el análisis de la cuestión haremos tres
consideraciones
95
TOMÁS DE AQUINO, De regiminum principum ad regem Cypri, L. I, cap. XV.
96
TOMÁS DE AQUINO, De regimine…, cit., L. I, cap. XV.
rectitud de la persona que es miembro del Estado no es cosa ajena a los fines que
éste debe procurar.
Con relación a los seres humanos que delinquen, uno de los fines que se espera
que intente la legislación es la corrección interior de ellos, juntamente con los objetivos
de retribución penal y de utilidad social, o sea de prevención de futuros delitos, que se
procuran con las penas. El desiderátum no es sólo el castigo, la ejemplaridad, el
escarmiento, la adaptación del infractor a la sociedad, sino también la reeducación, el
rescate del ser humano, para el bien de él mismo.
(c) Si consideramos las relaciones de estricta justicia entre los individuos (por ej. las
que ocurren en el ámbito de los contratos, de los “derechos reales”, de las
indemnizaciones por daños, de las relaciones entre los socios, etc.), debemos decir
que el derecho positivo no es un mero instrumento o una técnica que el gobernante
elabora con el único propósito de solucionar conflictos de intereses y mantener la paz
entre los hombres, no es un mero “medio de control social”. Los preceptos legales a
menudo disponen la manera como deben relacionarse los hombres y qué deben hacer
unos y otros, y qué debe dar cada uno a cada quien, para que reine la justicia entre
ellos; y la realización de la justicia es en sí misma, un bien (bonum iustitiae). Lo justo
es parte de lo bueno, es parte del bien moral 97. Así por ejemplo las reglas jurídicas
que regulan la compraventa, que disponen los derechos de los compradores y
vendedores, cumplen una función de paz social, contribuyen a la ordenada
convivencia; pero ése no es su cometido principal: ellas han sido puestas para
establecer la justicia en las relaciones entre ambos contratantes. Y la justicia es una
parte del bien moral. Por lo expuesto, la finalidad de los preceptos de la ley positiva en
muchos casos es la realización del bien moral. Claro está que también existen leyes
injustas, ya sea que el legislador haya conocido su injusticia en el momento de
instituirlas, ya sea que ésta resulte del error del autor de la ley; pero es evidente que la
mayoría de las leyes positivas mandan comportamientos justos, y por tanto, el fin de la
legislación, en general, es un bien moral. En armonía con lo expuesto, decía Georges
Ripert que “no hay entre la regla moral y la regla jurídica ninguna diferencia de fin [...]
No puede haberla, pues el derecho debe realizar la justicia y la idea de lo justo es una
idea moral” 98.
97
“El bien es a lo justo, como lo general es a lo especial” (TOMÁS DE AQUINO, Sum. Theol., I,
21, 1 ad 4).
98
GEORGES RIPERT, La règle morale dans les obligations civiles, 10 ª ed., Librairie Générale
de Droit et de Jurisprudence, París, 1927, nº 6, p. 11.
Con fundamento en la triple consideración expuesta, entendemos que hay que
rechazar la distinción que se había presentado, que afirma finalidades totalmente
diversas en cada uno de los dos órdenes normativos. Es inaceptable la distinción
pretendida entre la moral y el derecho, que ubica lo primero en el ámbito del bien
humano y de la perfección humana, pero desaloja de allí el derecho, reduciendo todo
el valor de éste al de una herramienta útil para la vida social.
Hay, no obstante lo dicho, una diferencia de acento entre ambas regulaciones. Tal
diferencia la explica Joaquín Ruiz–Giménez de este modo, que expresamos como
nuestra conclusión sobre este punto: “Mientras la ordenación moral general busca la
íntegra «santificación» de la persona [...] esa ordenación moral especial que es el
derecho, intenta de manera próxima el enderezamiento y ajuste de la conducta social
de los hombres, y sólo remotamente contempla aquella suprema meta de la
perfección total” 99.
Suele afirmarse que en caso de inobservancia de una norma jurídica, existe una
sanción prevista por otra norma jurídica, o existe un modo de hacer valer la norma
mediante la fuerza estatal. Tal sanción puede consistir en una pena aflictiva (v. gr. la
prisión), en una multa, en la pérdida de un derecho o de un beneficio, etc.; otro modo
de hacer valer normas con la fuerza es por ej. la demolición, ordenada por un juez, de
una construcción realizada en violación de la ley. En cambio, si se trata de una
transgresión meramente moral, no existe una coacción de esa clase.
Consideración crítica. No todas las normas jurídicas positivas son coercibles, o sea,
susceptibles de coacción (aunque la gran mayoría lo son).
Una de las reglas que contiene el art. 1767 del Código Civil y Comercial argentino,
que regula la responsabilidad de los propietarios de establecimientos educativos por
daños que sufren o que causan los alumnos, prescribe: “El establecimiento educativo
99
Joaquín RUIZ-GIMÉNEZ, Derecho y vida humana, Inst. de Estudios Políticos, Madrid, 1944,
p. 184.
debe contratar un seguro de responsabilidad civil, de acuerdo a los requisitos que fije
la autoridad civil en materia aseguradora”. Una norma semejante contiene el Código
Civil que ha regido hasta agosto de 2015, en el art. 1117, desde que se reformó en
1997. Sucede que esta regla jurídica rige en todo el país, y ha regido desde 1997,
pero en algunas provincias no se han previsto sanciones para aquellos
establecimientos que omitan la contratación de dicho seguro.
Los deberes jurídicos que tienen los Reyes en las monarquías constitucionales. Las
Constituciones de estos Estados señalan un elenco más o menos extenso de deberes
del monarca, y al mismo tiempo suele haber otra norma constitucional por la cual el
Rey es declarado “inviolable” e “irresponsable”. Así por ejemplo la Constitución
española de 1978 le impone al Rey una serie de importantes deberes jurídicos, pero
también la misma Constitución establece que su persona es declarada
“irresponsable”, o sea que no es posible aplicarle ninguna sanción jurídica por la
transgresión de dichos deberes (arts. 56.3, 62 y 91) 100.
100
“Corresponde al Rey: a) sancionar y promulgar las leyes; b) convocar y disolver las
Cortes Generales y convocar elecciones en los términos previstos en la Constitución; c)
convocar a referéndum en los casos previstos en la Constitución” (art. 62). “El Rey sancionará
en el plazo de quince días las leyes aprobadas por las Cortes Generales y las promulgará y
ordenará su inmediata publicación” (art. 91). “La persona del Rey es inviolable y no está
sujeta a responsabilidad” (art. 56.3).
101
Cfr. Jaques LECLERCQ, El derecho y la sociedad. Sus fundamentos, Herder, Barcelona,
1965, p. 44.
en tales casos y otros semejantes la falta de sanciones instituidas hace
completamente inútiles tales leyes o si ellas, aun privadas del recurso a la fuerza para
favorecer su cumplimiento, cumplen una función valiosa. Las reglas emitidas por la
autoridad pública con pretensión de obligatoriedad, tienen razón de ser, aun cuando
no estén acompañadas de la posibilidad de ejercer coacción: sirven como guía de
conducta para que la gente se comporte en cierto sentido, y de tal modo se alcancen
ciertos objetivos específicos de justicia, utilidad general, solidaridad, etc. De manera
que la ley es un medio que sirve para esos importantes fines, independientemente de
la aplicación de la sanción y de la amenaza de ella.
La coacción para el cumplimiento del derecho existe a causa del modo de ser de los
hombres, en el estado actual de la naturaleza humana, que no está completamente y
permanentemente inclinada al altruismo, sino que también, a menudo, suele seguir
fuertes tendencias egoístas. Pero en una sociedad de hombres que fuesen todos
absolutamente benevolentes (una comunidad hipotética, pues nunca será así la
humanidad en la vida presente, dada su constitución actual; pero una humanidad
posible, y por tanto, una sociedad posible en el sentido de la posibilidad metafísica),
sería del todo superflua la coacción, y sin embargo se necesitarían normas de derecho
positivo, pues sin reglas de esa clase, sería imposible o muy inconveniente la
convivencia social y se frustraría buena parte del bien común. Aun sin malicia y
debilidad humanas, el derecho positivo sería imprescindible, para que los hombres
supieran qué deben hacer en muchas diversas situaciones; para mencionar sólo un
ejemplo, de centenares que podrían decirse, serían necesarias normas jurídicas para
el tránsito automotor. Y esto es así, porque las funciones de las normas de derecho,
como ya aclaramos, no se limitan a cohibir y escarmentar a las personas de mal
comportamiento, sino que ellas cumplen otras funciones: enseñar la conducta correcta
para los fines de justicia y bien común, y organizar la vida social para la consecución
de los objetivos comunitarios.
Gran cantidad de deberes morales son receptados por el derecho positivo que
instituyen los legisladores. Así. por ejemplo, en los códigos civiles de todos los
Estados y en las correspondientes leyes complementarias, se han incorporado
muchos deberes morales de los padres respecto de los hijos menores, deberes
morales de los cónyuges entre sí, deberes morales de diversas clases de contratantes
(deberes de justicia de compradores, vendedores, depositarios, socios, mandatarios,
mandantes, comodatarios, locatarios, locadores, asegurados, aseguradores, etc.). En
lo que respecta a los códigos penales, casi todas sus disposiciones que establecen
penas, lo hacen para castigar y para prevenir la violación de graves deberes morales,
como son el homicidio, el secuestro, la estafa, el estupro, la calumnia, la usura, el
falso testimonio, el soborno del funcionario público, etc. De modo semejante,
podríamos ejemplificar con los demás sectores de la legislación.
Los principios y reglas de la moralidad están entrañados en la mayor parte de las
normas legales. Por ello es frecuente que una cuestión jurídica sea al mismo
tiempo una cuestión moral, y que la conducta contraria a un precepto de la ley, al
mismo tiempo que es antijurídica, sea deshonesta. La índole sustancialmente moral
de las cuestiones jurídicas no es algo que sucede solamente en ciertos asuntos, como
por ej. en la clonación humana y en otras acciones de índole bioética. Es un error
pensar que sólo ciertos islotes del derecho (por ej. lo que se refiere al aborto, la
eutanasia, la corrupción de menores, la esterilización, la fidelidad conyugal...) tienen
conexión con la moral, sino que la mayor parte del derecho está penetrada de
principios y reglas de la moralidad, porque en el derecho se refiere
principalmente a la justicia, y la justicia es una exigencia moral.
El art. 279 del Código Civil y Comercial argentino establece: “El objeto del acto jurídico no
debe ser un hecho imposible o prohibido por la ley, contrario a la moral, a las buenas
costumbres, al orden público o lesivo de los derechos ajenos o de la dignidad humana [...]”.
Concordantemente, el art. 386 dispone: “Son de nulidad absoluta los actos que contravienen el
orden público, la moral o las buenas costumbres [...]”.
Y el art. 958 expresa: “Las partes son libres para celebrar un contrato y determinar su
contenido, dentro de los límites impuestos por la ley, el orden público, la moral y las buenas
costumbres”.
Semejantemente, el art. 1004 dispone: “No pueden ser objeto de los contratos los hechos
que son imposibles o están prohibidos por las leyes, son contrarios a la moral, al orden público,
a la dignidad de la persona humana, o lesivos de los derechos ajenos [...]”.
Dentro del título de las obligaciones condicionales del mismo Código, se prescribe que “es
nulo el acto sujeto a un hecho imposible, contrario a la moral y a las buenas costumbres [...]”
(art. 344).
En el mismo Código, el art. 10° dispone: “El ejercicio regular de un derecho propio o el
cumplimiento de una obligación legal no puede constituir como ilícito ningún acto. La ley no
ampara el ejercicio abusivo de los derechos. Se considera tal el que contraría los fines del
ordenamiento jurídico o el que excede los límites impuestos por la buena fe, la moral y las
buenas costumbres”.
El art. 151 del mencionado Código dispone que el nombre de la persona jurídica “no puede
contener términos o expresiones contrarios a la ley, el orden público o las buenas costumbres”.
En el art. 19 de la Constitución Nacional se lee: “Las acciones privadas de los hombres que
de ningún modo ofendan al orden y a la moralidad pública, ni perjudiquen a un tercero, están
sólo reservadas a Dios, y exentas de la autoridad de los magistrados […]”.
En la Ley de Contrato de Trabajo 20.744, el art. 39, del capítulo en que se regula el objeto
del contrato de trabajo, expresa: “Se considerará ilícito el objeto cuando fuese contrario a la
moral y a las buenas costumbres [...]”.
El Código Procesal Civil y Comercial de Córdoba dispone: “Las partes, sus letrados y
apoderados, deberán actuar en el juicio con probidad y buena fe”. Y en el mismo artículo se
establecen multas a los justiciables y a los abogados para el caso de incumplimiento de este
deber.
Ahora bien, cuando la ley dice “moral” o “buenas costumbres”, ¿qué significa esta expresión?
¿Cuándo un juez debe aplicar una norma que remite a la moral, qué debe entender por ella?
Podemos ver que los juristas no están de acuerdo acerca de este punto, como exponemos a
continuación.
Algunos han dicho que la ley se refiere a la moralidad que goza de consenso en la época y
en el lugar , o las ideas morales predominantes en un grupo social en un tiempo determinado, la
denominada “moral media” o “moral ambiente” 103.
Esta tesis comporta la premisa o punto de partida relativista en la teoría del conocimiento
(que no admitimos, y a lo cual ya nos hemos referido supra) 104, o bien un fundamento
“democratista” de las normas morales, que tampoco es verdadero 105.
102
Así, por ejemplo: Declaración Americana de Derechos y Deberes del Hombre, art. 12.
Declaración Universal de Derechos Humanos, arts. 27.2 y 29.2. Pacto Internacional de
Derechos Civiles y Políticos, art. 12.3; 19.3 b; 21 y 22.2. Convención Americana sobre
Derechos Humanos (Pacto de San José de Costa Rica), arts. 15,16.2 y 22.3. Convención
Internacional sobre los Derechos del Niño, arts. 10.2; 13.2 b; 14.3; 27.1 y 32.1.
103
Así por ej. RENÉ DEMOGUE: “Son inmorales los contratos que son contrarios a las buenas
costumbres. Éstas no se determinan según un ideal religioso o filosófico, sino según los
hechos y la opinión común” (Des obligations en général, vol. II, Librairie Arthur Rousseau,
París, 1923, nº 773 bis, p. 598). Decía FRANÇOIS LAURENT, al explicar el significado de la
expresión “contrario a las buenas costumbres” del art. 1133 del Código Civil francés: “La
moral es progresiva; ella cambia, mejorándose, perfeccionándose [...]. Hay en cada época de
la vida de la humanidad una doctrina sobre la moral que la conciencia general acepta, salvo
las disidencias individuales, que no cuentan; en tal sentido puede decirse que existe siempre
una moral pública; las convenciones contrarias a esta moral serán, por ello mismo, contrarias
a las buenas costumbres y, como tales, atacables de nulidad” (Principes de Droit Civil
français, T. I, Bruylant-Cristophe et Cie, Bruselas – A. Maresque Ainé, París, 1878 nº 56, p.
90). En el mismo sentido, LUDWIG ENNECCERUS, Tratado de Derecho Civil – Parte General, 13ª
ed. rev. por Hans Nipperdey, trad. Blas Pérez González y José Alguer, Bosch, Barcelona, 1935,
T. II, nº 178, p. 297; ALFREDO COLMO, Obligaciones, 3ª ed., Abeledo-Perrot, Buenos Aires,
1961, nº 14, p. 12; nº 721, ps. 499 s.; RAYMUNDO SALVAT, Derecho Civil argentino, Parte
general, T. II, T.E.A., Buenos Aires, 1958, nº 250.
104
En la sección II.1.
De hecho, existen variaciones en las opiniones que los hombres tienen acerca de ciertos
deberes morales; pero una cosa son las opiniones y otra cosa son los imperativos morales, que
son inmutables y rigen independientemente de toda opinión y de cualquier consenso. Los
autores relativistas, que no admiten un orden moral objetivo de la conducta, de validez universal
en el espacio y en el tiempo, cognoscible por la recta razón humana, recurren a la idea del
consenso moral, el cual, si bien variable, tiene objetividad en determinado lugar y tiempo.
De nuestra parte, entendemos que allí donde la ley habla de “moral” o de “buenas
costumbres”, hay que interpretar que se trata de los preceptos de una moral objetiva e
invariable, una moral objetiva, cognoscible por la recta razón del hombre, que posee validez
independientemente del reconocimiento variable de la gente, o del rechazo de la gente, rechazo
que puede resultar de la ignorancia (excusable o no), o de los intereses o conveniencias
contrarias a la honestidad, o de las pasiones desordenadas 107 .
Vélez Sársfield, el codificador argentino, en la nota al art. 530 del Código Civil menciona el
siguiente caso como ejemplo de hecho inmoral puesto como condición de una obligación: la
condición impuesta a un donatario de no emplear lo que se le da, para libertar a su padre, que
se halla preso por deudas. Esta condición es inmoral porque se trata de una conducta de grave
ingratitud para con los padres (tal condición puesta en un acto jurídico “induce a un hijo a ser
ingrato, a faltar a sus primeros deberes”, dice allí Vélez Sársfield). Ahora bien, conforme a la
interpretación relativista y sociologista de los términos “moral” y “buenas costumbres” que
enseñan algunos juristas y que nosotros impugnamos, allí donde llegue a ser aceptado por el
sentir de la gente como una conducta correcta el abandonar fácilmente a los padres en algún
lugar geriátrico sin volver a verlos, el no visitarlos periódicamente, el no asistirlos en su vejez,
etc. (y ya hay una acusada tendencia de esa clase, sobre todo en las grandes ciudades de los
países occidentales, y más aún en varios países de Europa), entonces la conducta del hijo que
no auxilie a sus padres que padezcan indigencia (precisamente mencionada por el codificador
como paradigma de hecho inmoral) ya no sería objetable como contraria a la moral o buenas
costumbres.
105
El fundamento “democratista” se explica así: Los jueces administran justicia en
representación del pueblo; por tanto, cuando deben integrar el derecho con reglas morales
sólo han de hacerlo con las normas de conducta que sean aprobadas por el pueblo, o sea por
la mayoría de la gente.
106
Cfr. GEORGES RIPERT, La règle morale..., cit., nº 39, p. 70. A René Demogue, que decía que
“las buenas costumbres no se determinan de acuerdo con un ideal religioso o filosófico, sino
según los hechos y la opinión común” (Des obligations en général, texto citado), GEORGES
RIPERT le respondió: “La repetición del acto inmoral no lo vuelve lícito. El asentimiento
general no es a menudo más que el acostumbramiento al vicio. La lamentable consagración de
una práctica por una opinión viciada no la legitima” (op. cit., lug. cit.).
107
GEORGES RIPERT, La règle morale..., cit., nº 39, p. 70. PEDRO N. CAZEAUX, Derecho de las
Oobligaciones, T. I, La Plata, Platense, 1979, p. 157, nota. JORGE J. LLAMBÍAS, Tratado de
Derecho Civil. Parte general, Buenos Aires, Perrot, 1975, T. II, nº 1465.
¿Una “moral católica”?
A veces se habla de “la moral de la Iglesia Católica”. Esto nos lleva a preguntarnos si existe
una moral católica que sea distinta de la moral protestante, de la moral islámica, de la moral
budista, etc. Y en caso afirmativo, a inquirir cuáles son los elementos específicos de aquélla,
que la distinguen de los códigos morales de estas otras.
En una de las notas del Código Civil que redactó, Vélez Sársfield escribió: “en el lenguaje del
derecho, se entiende por buenas costumbres el cumplimiento de los deberes impuestos al
hombre por las leyes divinas y humanas”. Con la expresión “leyes divinas” se refirió a los
preceptos que enseña la moral cristiana.
Jorge Llambías ha expresado que “la moral mentada por el Código Civiles la moral católica,
es decir la que define la Iglesia y enseñan los teólogos y doctores”108.
En rigor, no hay una moral propia de cada religión. Los preceptos morales afirmados en el
seno de cada una de las confesiones religiosas son comunes en casi todo: En el código moral
de cualquier religión se prohíbe el homicidio, se manda ayudar al prójimo necesitado, se
desaprueba la mentira, se manda honrar a los padres, se ordena devolver lo ajeno, etc.
Excepcionalmente, puede haber alguna conducta permitida en el seno de alguna religión y
prohibida en la otra, como es el caso del matrimonio poligámico, permitido entre los
musulmanes, los budistas, los mormones y los pueblos animistas, y desaprobado por casi todas
las demás religiones. Asimismo, los Testigos de Jehová profesan una doctrina moral en la que
se prohíbe el recibir transfusiones de sangre aun en caso de peligro de muerte y el honrar los
símbolos patrios, que son conductas permitidas e incluso obligatorias en las demás religiones
109
.
Varían mucho las normas del culto entre las diversas confesiones religiosas, pero en lo que
respecta a las normas propiamente morales que se sustentan en cada una de ellas, la
coincidencia es casi total.
Además, los preceptos de la “moral católica” son reglas que puede conocer la razón, acerca
de lo correcto y de lo incorrecto, con independencia de cualquier dogma religioso. No necesitan
sacarse del Decálogo o Diez Mandamientos. Los imperativos morales no tienen su fundamento
solamente en la fe religiosa, sino que son cognoscibles con la razón natural –algunos de
manera inmediata, otros por medio de la reflexión–.
De lo expuesto se desprende la respuesta que debe darse a la objeción que dice: «El Estado
debe abstenerse de imponer las normas morales de la religión católica a toda la población (al
hacer la ley y al aplicar el derecho), ya que no todos son católicos». Debe replicarse: La norma
que manda respetar y honrar a los padres, el imperativo que prohíbe matar al inocente (v. gr. al
108
JORGE J. LLAMBÍAS, Tratado de Derecho Civil. Parte General, 12ª ed., Perrot, Buenos Aires,
T. II, nº 1465, p. 331.
109
A pesar de la afirmación rotunda de THEODOR GEIGER de que “la moral cristiana dista
mucho de ser unitaria, pues está fragmentada dogmáticamente en virtud de la división del
cristianismo en iglesias y sectas” y de que entre éstas “las divergencias morales son
profundas” (Moral y derecho…, cit., p. 64), sólo menciona dos ejemplos de tales supuestas
discordancias: “la doctrina del calvinismo con respecto al éxito terreno, a la pobreza y a las
limosnas, comparada, sobre todo, con la concepción católica” y “la poligamia de los
mormones” (p. 64).
niño recién nacido con defectos, o al niño que no nació y que se halla en el vientre de su madre,
o al anciano demente molesto), la norma que prohíbe dar falso testimonio, la norma que veda
seducir la esposa del prójimo, etc., no son exclusivas de una confesión religiosa; tales reglas,
como todas las reglas morales en general, no dependen de un credo determinado, y por lo
tanto, son obligatorias para todo individuo, cualquiera sea su creencia religiosa, y aun cuando
no adhiera a ninguna.
Ejemplos de aplicación:
Considérese la norma ética que manda que el médico preste asistencia a un paciente en
caso de peligro grave y urgente para su vida cuando no haya en el lugar otro médico que lo
atienda. Esta regla está presente en todos los códigos de deontología profesional, y es también
reconocida en las convicciones morales ordinarias de los hombres.
En los varios casos que llegaron a los tribunales argentinos, de médicos que se habían
negado a atender a pacientes en situaciones de urgencia para la preservación de su vida o su
integridad (por no cumplir éstos con algún requisito administrativo, o por no tener dinero para
abonar los servicios o por carecer de afiliación a una obra social), aun a falta de norma legal
que ordene al profesional de la salud prestar asistencia sanitaria (pues en algunas provincias
había un precepto legal al respecto en las leyes que regulan el ejercicio de la profesión, pero en
otras provincias no lo había), los tribunales argentinos declararon que los médicos en tales
circunstancias habían violado un deber jurídico y por consiguiente los condenaron, a ellos y al
ente asistencial del cual eran dependientes, a indemnizar los perjuicios que la referida omisión
hubiese causado. Y para fundar esta resolución, se remitieron al deber ético de solidaridad para
con el prójimo, y a reglas de los códigos de deontología profesional, aunque ellas no se
hubiesen receptado en una ley, que establecen la asistencia obligatoria en tales circunstancias.
Que el médico debe prestar asistencia a quien la necesite con urgencia si no hay otro médico
en el lugar que lo haga, es una norma ética universalmente reconocida dentro de la profesión
médica, y los tribunales le han atribuido validez jurídica, aun cuando ninguna ley vigente en el
lugar hubiese impuesto este deber 110.
110
Mencionamos algunos de los muchos casos judiciales fallados en nuestro país acerca de
responsabilidad de los médicos, en que los jueces se remitieron expresamente a normas
morales a falta de preceptos de la ley civil: SCBA, 15/12/92, Dezeo, José c/ Guido, Oscar, en
La Ley, Buenos Aires, vol. 1993–B, p. 252. Quintero de Berrueta c/ Asoc. Obrera de Socorros
Mutuos, en Jurisprudencia Argentina, Buenos Aires, vol. 1990–I, p. 221. CSJN 24/10/89,
Amante, Leonor y otros c/ Asoc. Mutual del Tpte. Automotor, 24/10/89, en Jurisprudencia
Argentina, Buenos Aires, vol. 1990–II–126. CSJN, 29/3/84, González Oronó de Leguizamón,
Norma c/ Fed. de Trabajadores Jaboneros y Afines, en La Ley, Buenos Aires, vol. 1984–B, p.
388. Véase también CNApelCiv. sala I, 27/8/91, Cotos, Antonio c/ Centro Asistencial Sindicato
de Perfumistas. CApel.Civ Com. San Martín, sala I, 28/9/79, Silvestre, Julio A. y otra c/
Thompson, Luis y otro, en La Ley, Buenos Aires, vol. 1980–A, p. 413 ó El Derecho, Buenos
Aires, vol. 9, p. 374). Otro caso semejante, en CCCom. M. del Plata, 1/2/2012, RCyS, 2012-IV,
p. 155.
La Corte Suprema de Justicia de la República Argentina afirmó la “exigibilidad jurídica
del deber de asistencia al enfermo que prescriben las normas contenidas en el Código
Internacional de Ética Médica, el Código de Ética de la Confederación Médica Argentina,
y la Declaración de Ginebra” 111. Tales códigos éticos no han sido receptados por la
legislación, ni la ley se remite a ellos; pero los tribunales han tenido en cuenta las reglas de
esos códigos de deontología profesional, y las han aplicado en el juzgamiento de la conducta de
profesionales de la salud que hubiesen obrado en contra de ellas, aunque no estuvieran
afiliados a la asociación que había aprobado tales reglas.
En el régimen legal actual (que rige desde el 1º de agosto de 2015) la obligación jurídica del
médico de actuar en la referida circunstancia está comprendida en el deber general que
establece el art. 1710 del nuevo Código Civil y Comercial: “Toda persona tiene el deber, en
cuanto de ella dependa, de: [...] b) adoptar de buena fe y conforme a las circunstancias, las
medidas razonables para impedir que se produzca un daño, o disminuir su magnitud”. Por lo
tanto, el deber del médico de prestar sus servicios a quien lo necesite con urgencia, es ya un
deber legal. Pero mucho antes de ser receptado por la ley, los tribunales juzgaron que aunque
no esté en la ley, es un deber jurídico.
En síntesis, la ley con mucha frecuencia incorpora normas morales, de modo que la regla
legal coincide con una regla moral (como se ha dicho en la sección 3.a). Otras veces envía a las
reglas morales (como sucede en los muchos casos expuestos en esta sección). Y otras veces,
aunque no haya existido este envío legal, los tribunales han acudido a preceptos de esa índole,
para integrar el derecho (como hemos ilustrado con el caso del deber de asistencia médica en
caso de urgencia).
Hay deberes de justicia que los seres humanos conocemos por derivación de los principios
que captamos con nuestro entendimiento; sabemos acerca de otros deberes de esa clase
porque nos han sido inculcados y los hemos “vivenciado” en la familia, la escuela, la
111
CSJN 24/10/89, Amante, Leonor y otros, cit. en nota anterior.
112
SCBA, 20/5/80, Silvestre, Julio A y otro c/ Thompson, Luis y otro, en La ley, Buenos Aires,
vol. 1980–A, p. 413 ó El Derecho, Buenos Aires, vol. 91, p. 374. Un caso semejante, en que se
condenó al médico y la clínica por la omisión de asistir en una situación de urgencia, en
CCCom. Mar del Plata, s. II, 1/2/2012, “Maile, Hilda y otros c/ Loza, Felipe y otros”, RCyS.,
2012, abr., ps. 155 ss.
universidad, la comunidad de trabajo, el vecindario y otros grupos sociales. Pero también hay
deberes naturales de justicia (o sea deberes morales) que son conocidos a través de las leyes,
especialmente los deberes más particulares (v. gr. ciertos deberes de las partes en diversas
especies de contratos); de esta manera las reglas de la ley positiva cumplen una función de
pedagogía moral.
Y con respecto a las conductas honestas que son aprendidas originariamente en el seno de
la familia y demás grupos infrapolíticos mencionados, el derecho positivo también puede cumplir
un papel pedagógico, en tanto reafirma el conocimiento de tales reglas que en su momento
aprendimos en dichos ámbitos. Además, al expresar los deberes morales en enunciados
escritos, la ley civil los hace más precisos, y así ayuda a su mejor conocimiento y a su
cumplimiento cabal 113.
En suma, las leyes civiles recuerdan la vigencia de muchas reglas morales, reafirman su
valor, amplían y profundizan el conocimiento que el hombre ya tiene de ellas, ayudan a discernir
lo moralmente correcto de lo incorrecto; y también generan en la gente el conocimiento de
deberes morales que desconocía.
El derecho positivo contribuye a formar el juicio moral. Por ello, cuando el legislador deroga
una ley penal para determinado delito, dejando impune la conducta, ello suele influir en el juicio
moral de la gente. El cambio legislativo conduce a pensar: “Si la ley lo permite, eso está bien”, o
al menos, “si se lo borró del Código Penal, es porque no es algo grave”. Como explica Héctor H.
Hernández, el iusfilósofo nicoleño, “[...] la población acuerda espontáneamente a la legislación
política una función legitimadora total, y ve que no puede haber «dos legitimidades», una moral
y una jurídica” 114. Un ejemplo de esto es la despenalización del aborto, que lleva a una
“desculpabilización” de la conciencia moral de muchos, como ha advertido Niceto Blázquez
respecto de la experiencia de la legislación europea al respecto 115. Y ello también ocurre con
las normas de la legislación de protección del trabajador que regulan el contrato de trabajo en
relación de dependencia cuando ellas son derogadas, y en general, ello acontece en los demás
sectores del derecho positivo.—
113
“El deber jurídico en la forma objetiva que se presenta, y también en un lenguaje escrito,
y con una técnica legislativa y precisión lingüística, le da exactitud al deber moral cuando éste
no resulta suficientemente claro, sino que aparece algo difuso, sin claros contornos. De esa
manera, la obligación jurídica así objetivada, ayuda a la formación y a la iluminación de la
propia conciencia moral" (EDUARDO MORÓN ALCAIN, Filosofía del deber moral y jurídico,
Abeledo Perrot, Buenos Aires, 1992, p. 115).
114
HÉCTOR H. HERNÁNDEZ, Matrimonio, divorcio y ley natural, en AA. VV., Doce años de
divorcio en la Argentina, Educa, Buenos Aires, 1999, p. 32.
115
NICETO BLÁZQUEZ, El Aborto. No matarás, B.A.C., Madrid, 1977.