DAVID HUME para Selectividad Resumido

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EXPLICACIÓN DEL TEXTO DE DAVID HUME

Nociones:
1. Impresiones e ideas.
2. Límite del pensamiento y principio de copia.
Temas:
1. La experiencia como origen del conocimiento.
2. La crítica de los conceptos metafísicos.

NOCIONES 1. IMPRESIONES E IDEAS

1. Clasificación de las percepciones: impresiones e ideas


Para Hume, la experiencia consiste en tener percepciones. Y éstas son de dos
clases: unas percepciones son inmediatas, primarias u originarias, y otras percepciones
son mediatas, secundarias o derivadas de éstas, es decir, son “representaciones” de las
percepciones primarias y tienen lugar por mediación de ciertas actividades mentales,
como las de la memoria, la imaginación o la razón. A las primeras las llama Hume
“impresiones” y a las segundas “ideas”. La diferencia entre ambos tipos de
percepciones es exclusivamente una diferencia de grado de intensidad o vivacidad: las
originarias, las impresiones, son más intensas y vivaces que las otras, sus
reproducciones o representaciones, las ideas. Esta distinción equivale a la distinción
entre sentir y pensar y, aunque puedan darse situaciones dudosas (fiebre, locura, sueño),
impresiones e ideas son perfectamente diferenciables porque la más vivaz de las ideas
es menos intensa que la menos vivaz de las impresiones1.

2. La distinción entre impresiones de sensación y de reflexión


A su vez, las impresiones se dividen en “impresiones de sensación” e
“impresiones de reflexión”. Esta división está implícita en el texto. Las impresiones de
sensación son los elementos de la experiencia externa: son las sensaciones: calor, frío, o
placer y dolor, colores, sonidos, sabores, texturas, formas, tamaños. Estas impresiones
de sensación dejan ciertas huellas, imágenes o, mejor, copias en nuestra mente por
medio de las cuales nuestra memoria o nuestra imaginación son capaces de re-presentar
el calor, el frío, el placer o el dolor: estas copias o re-presentaciones son las ideas
(recuerdos o imaginaciones) correspondientes a las impresiones de calor/frío,
placer/dolor, etc. Pues bien, la actividad de pensar (elaborar ideas) no produce
sensaciones, pero sí sentimientos, emociones y pasiones, es decir: impresiones de
reflexión, que constituyen los elementos de la experiencia interna. Por ejemplo, nuestras
ideas (recuerdos o imaginaciones) de calor/frio, placer/dolor no nos calientan ni nos
enfrían, ni producen placer ni dolor. Pero sí que producen, por ejemplo, al deseo de
calentarnos o refrescarnos, o al rechazo o aversión al calor o al frío, o al temor a sufrir

1
Significativamente Hume no dice que la diferencia consista en que las impresiones sean
“representaciones objetivas” de objetos exteriores o sean causadas por ellos, mientras que las ideas sean
“subjetivas”...o algo parecido. Y no dice nada de esto porque Hume supone aquí el llamado “principio de
inmanencia”, según el cual los objetos de nuestro conocimiento son siempre percepciones. Según Hume,
la experiencia no puede decirnos, en modo alguno, que haya “objetos exteriores”, distintos de las
impresiones, que sean la causa de éstas y a los que las impresiones se asemejen. Para Hume las “causas
últimas” de nuestras impresiones nos son simplemente desconocidas: podrían ser objetos exteriores, pero
también podría ser nuestra propia mente o el Autor de nuestra naturaleza, dice Hume. Nadie ha
experimentado jamás, por un lado, un objeto y, por otro, la percepción que le corresponde, es decir,
ningún análisis de la experiencia puede distinguir en ésta entre un objeto y la impresión que le
correspondería. Por eso podemos hablar indistintamente de “objeto” o de “percepción”.

1
por el calor o el frío, o la esperanza de volver a sentir el placer experimentado
inicialmente.

3. La distinción entre percepciones simples y compuestas (atomismo


psicológico)
Tanto las impresiones como las ideas pueden ser simples o compuestas. Según
Hume, nuestras percepciones son unidades separables, diferenciables unas de otras,
independientes las unas de las otras. Algunas de estas unidades pueden ser mentalmente
analizadas o descompuestas en unidades inferiores hasta llegar a ciertas unidades que ya
no serán analizables o descomponibles. Estas percepciones “atómicas” son, por decirlo
así, los “ladrillos” de los que se compone el edificio del mundo de la experiencia.
(principio del “atomismo psicológico”).

4. Asociación de ideas: causas, tipos y leyes de la asociación.


Ahora bien, ni nuestra experiencia inmediata, ni nuestro pensamiento son series
o conjuntos caóticos de percepciones simples, sino que ambos tienen lugar
ordenadamente y este orden es el resultado de una asociación, composición o síntesis de
percepciones simples que dan lugar a series o conjuntos de percepciones compuestas.
Las causas de la asociación son dos: (1) el curso regular de la Naturaleza que
suele presentar ciertos conjuntos de impresiones sucediéndose de forma “coherente” y
“constante” y (2) ciertas cualidades originarias de la naturaleza humana que capacitan
a la memoria y a la imaginación para registrar y para asociar entre sí percepciones
semejantes, percepciones contiguas espacio-temporalmente y percepciones que se
presentan constantemente en determinado orden de sucesión, habituando a la mente a
esa regularidad. Evidentemente, si el curso de la Naturaleza no fuera regular, es decir, si
ciertos conjuntos de impresiones no se repitiesen con cierta frecuencia, no podría haber
orden alguno en la experiencia. Pero si careciésemos de memoria o de imaginación no
podríamos registrar esa repetición, o no podríamos ir más allá de la experiencia actual e
inmediata estableciendo relaciones (de identidad, semejanza, contigüidad, causa-efecto,
contrariedad, grados de cualidad, proporción numérica) entre unas percepciones y otras.
Estas relaciones no vienen dadas como tales en las impresiones, sino que las establece
nuestra imaginación dejándose guiar por cierta “fuerza suave” (gentle force) en virtud
de la cual ciertas percepciones “atraen” a otras y se asocian a ellas.

NOCIONES 2. LÍMITES DEL PENSAMIENTO Y PRINCIPIO DE LA COPIA

1. Dos límites del pensamiento: el principio de no contradicción y el


principio de copia
Nuestro pensamiento (nuestra capacidad de formar, asociar, relacionar ideas) se
halla doblemente limitado. Por un lado, el principio de no-contradicción nos impide
pensar o imaginar lo que implica contradicción lógica, es decir: nos es imposible unir
ideas que, en virtud de su propio contenido, se excluyen mutuamente (círculo cuadrado)
o separar ideas que se implican mutuamente (triángulo de tres lados). El principio de
no-contradicción es el principio fundamental de las “ciencias formales”, de la lógica y
de la matemática, si bien sus “verdades” (la “relaciones de ideas”) no son, para Hume,
más que leyes psicológicas de nuestra mente, no leyes objetivas de un orden de ideas
independiente de nuestra mente.
El otro principio limitador de nuestra mente es el “principio de la copia”: la
imaginación puede “crear” ideas nuevas, pero siempre a partir de ciertos materiales
preexistentes que no ha podido crear, sino que ha debido recibir como impresiones. El

2
poder “creador” de la imaginación se reduce al poder de aumentar, disminuir, unir,
separar y trasponer ideas, pues todos los materiales del pensar o imaginar derivan de la
experiencia externa o interna o, dicho de otro modo, toda idea es copia de una
impresión.
2. Dos argumentos a favor del principio de copia
Hume defiende este principio de la copia mediante dos argumentos. El primer
argumento afirma que nadie puede exhibir una idea, por muy compuesta y sublime que
sea, que no sea copia de alguna impresión compuesta, o que no pueda resolverse, por
análisis, en ideas simples que sean copias de impresiones simples. Toda idea simple es
copia de una impresión simple y toda idea compuesta, o es copia de una impresión
compuesta, o ha sido compuesta a partir de ideas simples que sí son copias de
impresiones simples. Hume pone como ejemplos las ideas de “montaña de oro” y de
“Dios”, que son ideas compuestas a las que no corresponde ninguna impresión, pero que
han sido formadas a partir de otras ideas más simples (“montaña”, “oro”, “ser personal”,
“bondad”, “sabiduría”, etc.) a las que sí corresponden impresiones

El segundo argumento dice que sabemos que las ideas son copias de
impresiones porque:
(1) quienes carecen de algún sentido (ciegos, sordos) y no pueden tener cierto
tipo de sensaciones (colores, sonidos), tampoco pueden formar las ideas
correspondientes (idea de verde, o de un acorde de guitarra);
(2) carecemos de ideas de objetos de los que no hemos recibido antes ninguna
impresión de sensación (el vino para negros y lapones), del mismo modo que carecemos
de, o nos es muy difícil formar, ideas de pasiones o emociones que no hemos tenido
nunca (idea del amor antes de habernos enamorado);
(3) no podemos concebir el tipo de ideas que podrían tener seres dotados de
sentidos o facultades distintos de los nuestros.

3. El principio de la copia: principio psicológico y criterio de verdad


El principio de la copia es, al mismo tiempo, un principio psicológico
explicativo del origen de nuestras ideas y un principio filosófico (gnoseológico) de la
justificación de nuestras ideas “verdaderas”, o, dicho de otra manera: el criterio
empirista del significado y de la verdad, según el cual el significado de una idea es la
impresión o impresiones de las que es deriva y es copia y sólo son “verdaderas”
aquellas ideas que copian o reproducen exactamente el contenido de las impresiones de
las que derivan. Conforme a este criterio empirista de verdad, todas nuestras ideas
simples son verdaderas porque son copias de nuestras impresiones simples. Pero no
sucede lo mismo con nuestras ideas compuestas. Aunque todas ellas estén compuestas
de ideas simples (que sí son copias de impresiones simples), no todas ellas son copias de
impresiones compuestas y, por tanto, no todas ellas son verdaderas. Las ideas de
“montaña de oro” y de “Dios” son ideas compuestas, pero no son copias de impresiones
compuestas: nadie ha visto nunca una montaña de oro, ni a Dios. Por tanto, no son ideas
verdaderas de acuerdo con el principio de la copia como criterio de verdad. Son el
resultado de la composición, aumento, transposición, etc. llevadas a cabo por la
imaginación sobre la base de otras ideas, cuyos elementos, en última instancia, sí
derivan de impresiones. Son, por tanto, ideas falsas hechas a partir de ideas verdaderas.
El problema va a ser que, con este criterio, no sólo van a resultar falsas ideas
compuestas como “montaña de oro”, sino muchas otras ideas que son fundamentales en
nuestra comprensión de la experiencia.

3
4. La asociación de ideas como actividad falsificadora.

Y es que nuestra imaginación tiende naturalmente a ir más allá de la


experiencia, de forma espontánea, al margen de nuestra voluntad y de nuestra
conciencia. Para Hume, hay una actividad natural e inconsciente de nuestra mente que
establece espontáneamente ciertos tipos de relaciones entre ideas y forma determinadas
ideas compuestas a las que no corresponde ninguna impresión. Esta actividad da como
resultado el orden de nuestra experiencia cotidiana e incluso el orden de la experiencia
científica. Esta tendencia natural de la imaginación no opera de forma arbitraria o
azarosa uniendo, separando, componiendo, percepciones sin ton ni son, sino que opera
conforme a ciertas leyes de asociación de ideas, de modo que nuestra experiencia tenga
lugar de un modo ordenado o estructurado. Así nuestra imaginación tiende a unir ideas
de impresiones semejantes y a separar ideas desemejantes (ley de semejanza), a unir
ideas cuyas impresiones se suelen presentar en espacios o tiempos contiguos (ley de
contigüidad) y a establecer una conexión necesaria entre ideas cuyas impresiones se
suelen presentar de forma constante en determinado orden de sucesión, es decir, en
conjunción constante (ley de causa-efecto).
Esto es paradójico. Hume está diciendo es que el orden y la estructura de nuestra
experiencia carecen de fundamento en la experiencia y tienen su fundamento en la
actividad imaginativa de la mente que es siempre una actividad “falsificadora”, en la
medida en que a esas relaciones entre ideas y a esas ideas compuestas que “fabricamos”
conforme a las leyes de asociación de ideas no les corresponde impresión alguna.

TEMA 1. LA EXPERIENCIA COMO ORIGEN DEL CONOCIMIENTO

1. Diversos sentidos de “origen”, “experiencia” y “conocimiento”.


Para explicar el sentido del principio empirista de Hume de que todo
conocimiento se origina en la experiencia, debemos distinguir entre los diversos
sentidos que los términos “origen”, “experiencia” y “conocimiento” pueden tener en el
pensamiento de Hume. Así tenemos que:
1. “Origen” puede significar simplemente “inicio” o “comienzo” (en sentido
cronológico), pero también puede significar “principio” (en sentido epistemológico).
Por su parte:
2. “Experiencia” puede significar la percepción sensorial actual, presente, inmediata
(las “impresiones”) pero también la experiencia pensada o “representada” en la
memoria, la imaginación o el entendimiento (las “ideas”). Por último:
3. “Conocimiento” puede entenderse en un sentido estricto, como “ciencia” o
conocimiento absolutamente cierto (el conocimiento de “relaciones de ideas”), pero
también en un sentido más amplio, como “creencia” o conocimiento probable (el
conocimiento de “cuestiones de hecho”).

2. La experiencia externa es el origen (cronológico) de todo conocimiento.


Por supuesto, si entendemos “origen” en sentido exclusivamente cronológico,
entonces debemos decir que el origen, el comienzo, de todo conocimiento es la
experiencia, en el sentido de las impresiones de sensación. Como empirista, Hume niega
las ideas innatas y no reconoce ninguna forma de conocimiento anterior a la presencia
de las sensaciones que nuestra mente registra a partir de la actividad de los sentidos. Las
impresiones de sensación son anteriores tanto a las ideas que las copian, como a las
impresiones de reflexión (pasiones, sentimientos, emociones) que esas ideas puedan

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producir. Hay, pues, una primacía de la experiencia externa tanto sobre el pensamiento
(las ideas) como sobre la experiencia interna (pasiones, sentimientos, emociones).
3. La naturaleza de la mente como “origen” (principio) del conocimiento.
Sin embargo, si entendemos “origen” en el sentido epistemológico de
“principio” o “fuente” del conocimiento, entonces tendremos que decir que la
experiencia externa actual, presente, inmediata, es un principio o fuente del
conocimiento, pero no el único principio del conocimiento. El otro principio del
conocimiento, para Hume, es la naturaleza de la mente humana, cuyas “cualidades
originarias” determinan el que la experiencia inmediata adquiera el carácter de un orden
o sistema del conocimiento natural y científico. Así, podríamos decir que, para Hume,
todo conocimiento comienza con la experiencia, pero que no deriva o procede sólo de la
experiencia. Esto no significa que Hume admita alguna forma de conocimiento a priori,
sino simplemente que la constitución de nuestra mente, de nuestra memoria (formación
de hábitos), de nuestra imaginación (leyes de asociación) y de nuestro entendimiento o
razón (principio de no-contradicción) determinan las formas, el alcance, los límites y la
validez de todo nuestro conocimiento, tanto de las “relaciones de ideas” como de las
“cuestiones de hecho”.
4. El conocimiento va siempre más allá de la experiencia.
Hume explica que nuestro conocimiento, tanto en el sentido de las “relaciones de
ideas” (knowledge) como en el sentido de las “cuestiones de hecho” (probability)
conlleva ir “más allá de la experiencia” entendida en el sentido estricto de las
impresiones de sensación, porque el conocimiento consiste en “relaciones” y de las
relaciones nunca tenemos impresiones. Las relaciones (de identidad, de semejanza, de
contigüidad, de causa-efecto, de contrariedad, de grados de cualidad, de proporción
numérica) las “pone” nuestra mente, por decirlo así. Si nuestra mente no fuera capaz de
establecer estos tipos de relaciones entre percepciones, si no estableciese relaciones de
ninguna clase o estableciese otros tipos de relaciones, la experiencia (en sentido amplio,
como “experiencia pensada, interpretada o representada”), es decir, el “mundo”, sería
caótico o su orden sería completamente diferente. Las impresiones de sensación podrían
ser las mismas, la experiencia en sentido estricto, podría ser la misma, pero la
experiencia en sentido amplio y, por tanto, aquello a lo que pudiéramos llamar
“conocimiento” sería algo completamente diferente e impensable para nosotros.

4.1. La experiencia y la mente en el conocimiento de “relaciones de ideas”


El conocimiento (knowledge) de “relaciones de ideas” se refiere a la certeza que
la mente adquiere cuando la razón compara unas ideas con otras e identifica ciertas
relaciones “constantes” (necesarias) entre ellas, de tal manera que la negación de esas
relaciones implica contradicción. La mente separa ideas que se excluyen mutuamente
(círculo cuadrado) y une ideas que se implican mutuamente (triángulo de tres lados).
Evidentemente, el “origen” (en sentido cronológico) de este conocimiento es la
experiencia en el sentido de las impresiones de sensación, pues no tendríamos esas ideas
sin haber tenido ciertas impresiones previas (principio de copia como principio
“psicológico”). Pero de nada serviría tener esas impresiones, si la naturaleza de nuestra
mente no nos permitiera reconocer esas relaciones constantes de exclusión o de
implicación entre ideas. Y, en cualquier caso, la justificación de este tipo de
conocimiento, la validez, la certeza de “Ningún círculo es cuadrado” o de “Todo
triángulo tiene tres lados”, no deriva de la experiencia, de las impresiones, sino de la
sola comparación de las ideas como tales ideas. No necesitamos comprobar esas
verdades con impresiones de cuadrados, círculos o triángulos, sino que nos basta con
comparar racionalmente esas ideas. Y estamos completamente seguros de que si alguien

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se nos presenta diciendo en serio que ha visto un “círculo cuadrado” es que no entiende
la idea de “círculo” o la de “cuadrado”.
4.2. La experiencia y la mente en el conocimiento de “cuestiones de hecho”
En cambio, el conocimiento (probability) de “cuestiones de hecho” se refiere
también a relaciones entre ideas, pero a relaciones que son “variables”, es decir,
relaciones que podrían cambiar sin que por ello tuvieran que hacerlo las ideas
relacionadas. Siempre podemos pensar o concebir que las relaciones entre esas ideas
podrían ser otras (con la única condición de no implicar contradicción). Esta mesa
podría no ser verde, no estar aquí, no asemejarse a aquella, y seguiría siendo mesa; este
tono de verde podría estar en otra cosa y seguiría siendo el mismo tono de verde. Dicho
de otro modo: siempre podemos concebir lo contrario de una verdad o cuestión de
hecho. Las verdades de hecho son contingentes.
Naturalmente, esta forma de conocimiento, las “cuestiones de hecho” no sólo se
origina (cronológicamente) en la experiencia, sino que sólo puede justificarse a través
de la experiencia. A las cuestiones de hecho se aplica el principio de copia como criterio
de la verdad: son verdaderas aquellas proposiciones que unen o separan ideas a las que
corresponden impresiones que se hallan unidas o separadas en la experiencia, es decir,
son verdaderas aquellas proposiciones que representan “hechos” presentes o pasados.

TEMA 2. LA CRÍTICA DE LOS CONCEPTOS METAFÍSICOS

La combinación del “principio de copia”, del “atomismo psicológico” y del


“asociacionismo psicológico” conduce a Hume a formular la disyunción entre
“relaciones de ideas” y “cuestiones de hecho”: la famosa “horquilla de Hume”. Pero al
aplicar críticamente esta disyunción a toda pretensión de conocimiento, Hume niega la
certeza absoluta a los principios sobre los que la metafísica (aristotélica o racionalista)
había pretendido fundamentar la visión científica del mundo y la interpretación que el
sentido común hace de nuestra experiencia. Tales principios (sustancialidad de los
objetos, sustancialidad del yo, principio de causalidad, existencia de Dios) quedarán,
por un lado, devaluados como meras creencias desde el punto de vista de la exigencia
filosófica de certeza, pero rehabilitados, por otro lado, desde el punto de vista de las
exigencias de la vida, como creencias imprescindibles para la elaboración científica de
la experiencia y para la dirección de nuestra conducta mediante el sentido común. En
este sentido, se dice que la teoría humeana del conocimiento conduce a un
“escepticismo mitigado”. Veámoslo.
1. La horquilla de Hume
A partir de la Investigación sobre el entendimiento humano, Hume introduce
aquella disyunción. Para él, la razón puede tener dos objetos de estudio:
• Relaciones de ideas: propias de las ciencias formales, como la geometría, la
aritmética o el álgebra. Expresan proposiciones que se pueden descubrir por medio del
pensamiento. Para conocer este tipo de verdades no es necesaria la participación de la
experiencia sensible, y bastará con la razón, que se encarga de descubrir las conexiones
existentes entre diferentes ideas, proposiciones o teorías. Serían relaciones de ideas las
leyes de la lógica o de la matemática, y su contrario es imposible, pues implica una
contradicción. Se corresponden con razonamientos demostrativos.
• Cuestiones de hecho: son aquellas a las que accedemos a través de la experiencia, y
son propias de las ciencias naturales y sociales. Se expresan en proposiciones con un
contenido empírico, y por tanto no son necesarias (como las relaciones de ideas) sino
contingentes. Se puede concebir el contrario de cualquier cuestión de hecho, pues eso
no implicaría contradicción alguna. Las cuestiones de hecho vienen avaladas por la

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experiencia, y son los sentidos los que nos permiten tener acceso a las mismas. Los
razonamientos propios de las cuestiones de hecho no son demostrativos, sino probables.
2. La crítica de la metafísica
A partir de esta disyunción, podemos acercarnos ya al enfoque de Hume acerca
de la realidad y a su crítica de la metafísica:
2.1. Crítica a la idea de causa: para Hume, la inferencia causal se basa en un
razonamiento erróneo. El razonamiento causal, que es uno de los modos de saber cosas
sobre el futuro, depende de la experiencia y no de la razón: no es una relación de ideas,
pero tampoco es una cuestión de hecho. Para Hume, depende de la experiencia, sí, pero
en ésta no percibimos una causa y un efecto, sino dos o más fenómenos que se siguen de
un modo ordenado. Términos como causa y efecto son abstracciones que pretenden atar
la realidad desde un punto de vista explicativo, pero de los que no tenemos impresión
alguna. El razonamiento causal se proyecta sobre la realidad, allá donde los fenómenos
(o las impresiones de los mismos) se siguen unos a otros de un modo regular y
constante. La causalidad implica, por tanto las siguientes condiciones:
• Contigüidad (lo que llamamos “causa” debe estar cercano en el tiempo y en el
espacio de lo que llamamos “efecto”),
• Prioridad de la causa respecto al efecto o sucesión (el efecto ha de suceder a la
causa),
• regularidad y constancia (ha de ocurrir siempre del mismo modo).
Sin una experiencia previa, seríamos incapaces de predecir cuáles son los efectos de una
realidad cualquiera. A la imposibilidad de recibir impresiones de “causa” y “efecto”,
Hume añade otro argumento en contra de la causalidad: los descubrimientos sobre la
naturaleza dependen de la experimentación y no del razonamiento. Y el ser humano
tiende a creer que la naturaleza funcionará en el futuro del mismo modo que lo hace en
el presente, y que las mismas causas tendrán los mismos efectos. Este gran presupuesto
(el de la regularidad o constancia de la naturaleza) es absolutamente indemostrable: al
tratarse de una cuestión de hecho, es tan sólo un razonamiento probable, que nunca
alcanzará el grado de demostración. Esta es la conocida crítica de Hume al
razonamiento inductivo: el hecho de que la naturaleza funcione de una manera un
número suficientemente grande de veces no implica que se vaya a comportar así
siempre.
2.2. Crítica a la idea de sustancia (yo, mundo, Dios): la metafísica es, desde
esta perspectiva, una ciencia vacía de contenido. Si otro empirista como Ockham ya
criticó en su día las vacías abstracciones a las que tendía el pensamiento filosófico en
general, y el metafísico en particular, Hume adoptará también esta crítica, y negará la
posibilidad de conocer algo así como sustancias o esencias. De hecho, si todo lo que
sabemos del mundo está mediatizado a través de las impresiones, ni siquiera podemos
tener una certeza absoluta de la existencia del mismo, por lo que deberemos olvidarnos
de la obsesión cartesiana por la misma, y dejarnos llevar por la creencia, la costumbre y
el hábito, que serán analizados un poco más adelante. Hume negará la existencia de las
tres sustancias que tradicionalmente habían sido objeto de estudio de la metafísica, y
que también afirmara Descartes dentro de su sistema filosófico: no existe el yo (pues no
tenemos una impresión del mismo), y por la misma razón también están vacíos de
contenido conceptos como el de Dios, sustancia o esencia. La metafísica sería así, una
abstracción más, una ilusión vacía de contenido. Para Hume, la sustancia sería un haz o
manojo de impresiones unidas por la imaginación, que proyectaría una unidad
indemostrable en la realidad. La sustancia es una ficción de la imaginación por la que
presuponemos un sustrato oculto más allá de las cualidades que percibimos y que
sostiene la multiplicidad de impresiones que nos llegan de los objetos. Igualmente, el

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cogito cartesiano sería, a juicio de Hume, una mera invención: no existe certeza de la
conciencia, pues tampoco tenemos una impresión de la misma. La crítica a la
metafísica, que es común a todo el pensamiento empirista, alcanza en el pensamiento de
Hume sus grados más altos.
2.3. Fenomenismo: como consecuencia de todo lo anterior, la realidad quedará
reducida para Hume a una sucesión de fenómenos de los que tenemos experiencia a
través de las impresiones. Es importante subrayar que nunca podemos acceder a lo que
se podría llamar realidad en sí, porque nuestra relación con la realidad está mediada por
las impresiones. En un sentido estricto, no podríamos hablar de las cosas ni de los
fenómenos, sino de nuestra impresión de las cosas o de nuestra impresión de los
fenómenos. La realidad queda limitada a mi impresión presente de la misma y los
recuerdos que pueda tener de impresiones pasadas. Cualquier tipo de predicción o de
conceptualización sobre impresiones debe ser analizada críticamente desde los
principios empiristas expuestos al principio: no podemos ir más allá de los fenómenos.

3. El escepticismo mitigado de Hume: la costumbre como guía de la vida


humana:
La propuesta de Hume es, en el fondo, una invitación a desistir de la búsqueda
racionalista de la certeza. La razón, viene a decirnos Hume, no puede proporcionarnos
certezas, a no ser que estemos dispuestos a asumir de un modo acrítico conceptos de
dudosa procedencia. El pensamiento del escocés sería, así, una invitación a abandonar la
aspiración a un conocimiento seguro y a aceptar que nuestro conocimiento será siempre
limitado, probable, con un grado de inseguridad. Hume nos invita, por tanto, a
abandonar la razón para vivir según la costumbre, que es, según sus palabras, “la guía
de la vida”. La vida cotidiana está dirigida así, por una creencia: la de que la naturaleza
se comportará en el futuro del mismo modo que lo ha venido haciendo hasta el presente.
La razón en nada nos puede ayudar para conocer cuestiones de hecho. Sólo la creencia
(belief), que nunca puede acompañarse de certeza, nos hace avanzar cuando nuestro
conocimiento se basa en la experiencia. El conocimiento del mundo nunca podrá ser,
en consecuencia, racional, seguro, objetivo, cierto. Será siempre empírico, inseguro,
subjetivo, incierto o probable. Hume entiende la creencia como un “sentimiento” de tipo
particular que acompaña a una percepción y se impone a la mente. La creencia es un
sentimiento que no depende de nuestra voluntad y que nos obliga a percibir un objeto de
una manera diferente, anticipándonos al futuro o atribuyendo al objeto propiedades que
no son directamente observables. La creencia se basa siempre en un hábito o
costumbre mental, en una tendencia a confirmar una idea, acto u operación, sin que la
razón pueda intervenir en ningún momento. La repetición de la experiencia acaba
logrando que el sujeto se anticipe a la misma, lo cual termina siendo necesario para su
supervivencia, pero sin que en esta anticipación exista un fundamento racional. Estas
anticipaciones, al repetirse una y otra vez, pueden alcanzar casi la misma intensidad y la
misma vivacidad que una impresión. Afortunadamente, diría Hume, nos dejamos llevar
por la creencia, somos irracionales, pues si quisiéramos tener una certeza racional de
todo lo que hacemos o conocemos quedaríamos condenados a la inactividad, a la
pasividad más absoluta. La supervivencia del ser humano está ligada a que éste renuncie
a la certeza absoluta en todo lo que hace, a que se deje llevar por un conocimiento
limitado, probable.

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