Nuestro Verano - Tania Alcala
Nuestro Verano - Tania Alcala
Nuestro Verano - Tania Alcala
Verano
Tania Alcalá
© 2019 Tania Alcalá
© 2019 de la presente edición en castellano para todo el mundo: Litworld
Primera edición: noviembre de 2019
Portada: LITWORLD
Maquetación: LITWORLD
Corrección: LITWORLD
Reservados todos los derechos. El contenido de esta obra está protegido por la ley.
Queda rigurosamente prohibida la reproducción total o parcial de esta obra por
cualquier medio o procedimiento mecánico, electrónico, actual o futuro-incluyendo
las fotocopias o difusión a través de internet y la distribución de ejemplares de esta
edición mediante alquiler o préstamo público sin la autorización por escrito de los
titulares del copyright, bajo las sanciones establecidas por las leyes.
Para mi familia, amigos y lectores, quienes siempre
estuvieron conmigo durante este proceso, apoyándome e
impulsándome a seguir.
Prólogo
Habían pasado cuatro largos años desde que todo
terminó. Estaba a punto de entrar a la Universidad para
estudiar Diseño Gráfico junto a Cameron, mi novio en aquel
momento, y mis cuatro mejores amigos: Caroline, Myrtle,
Holly y Tristán.
Por otro lado, Jackson Lancaster estaba estudiando
Administración de Empresas en una de las mejores
universidades del país.
Con el paso de los años, ambos habíamos salido adelante y
fuimos superando cada día el desamor, pero siempre quedaba
el vacío y el rencor del primer amor.
¿Qué sucederá con JacLu?
Es la duda que todos tienen, pero no tardarán en llegar a la
repuesta.
Capítulo 1
— ¿Estás segura, Lu? —Preguntó Cam, mirándome
fijamente a los ojos. Asentí con algo de inseguridad. —
¿Seguro que no va a doler?
Cam hizo una mueca.
—Confía en mí, te lo prometo.
— ¿Puedes recordarme con qué fin hacemos esto? —le
pregunté.
—Confianza.
Suspiré profundo y apreté con fuerza la mano de mi novio.
—Te gustará, lo juro. —Levantó su mano izquierda en
modo de juramento. —Luego querrás hacerlo a diario. —Me
sonrió mostrando lo dientes. — ¿Lista?
Asentí con algo de miedo y apreté la mano de Cam.
— ¡Espera! ¿Y si se rompe? —pregunté y Cam rió.
—Lu, en caso de que se rompa, estaremos todo el tiempo
juntos.
Fruncí el labio aún con inseguridad.
—Vale, cerraré los ojos y me sentiré en las nubes. —Traté
de recordar las palabras de Caroline cuando le contó que lo
hizo con Thomas semanas atrás.
—Vamos, Lu. No me dejes con las ganas —me alentó y
resoplé.
—Vale…
—Cuando esteis listos —Una tercera voz habló.
Me acerqué al borde y asentí para darme confianza. Ni
siquiera sabía cómo había aceptado la tonta idea de saltar en
Bungee cuando odiaba las alturas.
—El arnés no se va a soltar, tranquila. —El señor me regaló
una sonrisa y se la devolví.
— ¡Uno, dos, tres! —exclamaron las personas que hacían la
fila para saltar también.
Agarré a Cam de un brazo y lo tiré hacia atrás. Él frunció el
ceño, pero lentamente lo relajó para mirarme fijamente.
—Estoy contigo, amor. —Besó mis labios. Asentí, más
segura.
Entrelazamos los dedos y empezamos a contar nuevamente.
Cuando gritamos “¡TRES!”, Cam me empujó con él hacia el
vacío.
— ¡No me sueltes, Cameron! —le grité.
***
—Hagámoslo otra vez, amor —le dije efusiva. Cam sonrió
al verme así.
—Tal vez otro día, debemos ir a comer y luego prepararnos
para mañana —me contesté, yo eché la cabeza hacia atrás y
resoplé.
—Seremos los de primer año y nos harán bromas por no
saber dónde está cada clase.
—Solo hay que tener el mapa de la universidad que nos
dieron después de matricularnos. —Me encogí de hombros.
Lo observé de perfil y sonreí. Llevábamos alrededor de
ochos meses juntos y éramos muy felices. Cam realmente
luchó por mí y yo lo acepté finalmente.
— ¿Tengo cara de saber cómo se usa un mapa?
—Tienes cara de saber hasta cómo se construye un barco,
Lu —me halagó y me acerqué para besar su mejilla.
Seguimos caminando colina abajo de aquel parque de
atracciones extremas ubicado a las afueras de Orlando.
Habíamos estado durante unas horas para divertirnos juntos
y despejarnos de la última discusión que tuvimos, en la cual
estuvimos a punto de terminar. Cameron sabía cómo lidiar
conmigo, y yo se lo agradecía por no ser una persona muy
fácil de amar.
— ¿Quieres sushi o…? ¿Sushi? —me preguntó Cam
mientras observaba a su alrededor. Solo había restaurantes
orientales.
—Creo que sushi está bien. —bromeé y Cam me dio un
delicado golpe en el hombro mientras reía.
— ¡Oh, Dios! ¿Dónde encontraremos sushi?
—Cam, amor, la gente te mira como un bicho raro —
reímos y seguimos caminando hacia el primer restaurante que
nos quedaba cerca.
Tomamos asiento y, de inmediato, llegó un camarero con
facciones asiáticas que nos entregó un menú a cada uno.
Ambos le sonreimos y empezaron a mirar lo que había.
—Yo pediré un California Roll, ¿y tú? —le dije a Cam.
—También. Dos California y dos bebidas de la casa, por
favor —le pidió al camarero, quien tomó nota y se retiró.
Cam extendió sus manos sobre la mesa y tomó las mías. Le
sonreí.
—Lu… —susurró, y sonrió como si decir mi nombre fuera
música para sus oídos. —Te quiero.
—Y yo a ti, Cameron —respondí, y apreté sus manos.
— ¿Lista para mañana?
Me encogí de hombros.
—No sé. Me lo estoy pasando tan bien que no me importa
el mañana.
—Fue el mejor fin de semana, ¿no crees? —me preguntó y
asentí, de acuerdo.
—Muchas gracias, Cam.
—No hay que agradecer. —Se encogió de hombros. —Yo
dichoso de hacerte feliz.
Agaché la mirada y suspiré con pesar. Cameron era muy
bueno conmigo, pero sentía que no podía dar más de lo que
daba.
***
Me bajó de la camioneta de Cam y caminé hacia la entrada
de mi casa. De inmediato, escuché el sonido de unas patitas
que corrieron hacia la puerta y sonreí. Eran Zeus y Alaska.
Saqué las llaves del bolsillo trasero de mi short y abrí la
puerta para dejar ver a los perros, quienes movían la cola
alegremente.
—Prepárate, Luce.
De inmediato, ambos colocaron sus patas sobre mi pecho
para pedirme cariño y los acaricié y besé en la cabeza.
Cerré la puerta principal y me encaminé a la sala.
— ¡Ya he llegado!
La pequeña Lexie salió del baño mientras se arreglaba su
vestido. Nuestras miradas se encontraron y corrió para darme
un gran abrazo.
— ¡Tía! —Exclamó feliz. —Te he echado de menos.
—Solo fueron dos días, mi amor. —Besé su mejilla y
tomamos asiento en el sofá.
—No importa, ese fin de semana no pude hacerles los
vestidos a mis muñecas. —Su voz se entristeció y la abracé.
—Te prometo que el fin de semana que viene saldremos
con Cam a comer un rico helado junto con Jeremy y Matt,
¿vale? —La pequeña asintió varias veces.
—Vamos a ver Peppa, tía.
—Pero solo un rato, debo ir a dormir y tú también.
Ambas tomamos asiento en el sofá del salón. Cogí el
mando de la televisión, inicié sesión en Netflix y le puse a mi
sobrina Peppa Pig. A veces se preguntaba qué le veían a una
muñeca con vestido rosa mal coloreado.
— ¡Peppa! —exclamó Lexie, e hizo el sonido de los cerdos
con la nariz, lo cual provocó una risa por parte de ambas.
Se hizo de noche y la pequeña Lexie se había quedado
dormida con el dedo pulgar entre sus labios. Mientras que
Jeremy, quien había llegado hace unos veinte minutos, comía
animadamente el contenido de una bolsa de patatas.
Decidí dejarlos allí y me fui directa a dormir, no sin antes
avisar a Katherine del paradero de sus hijos.
Entré a mi habitación, la cual estaba totalmente remodelada
desde hacía unos dos años. Algo básico, paredes blancas, el
armario, escritorio, tocador, cama, el juego de muebles
tapizados de amarillo con los cojines verdes, mesa de noche, la
televisión colgada en la pared y las repisas para los libros de
texto. Coloqué mi bolso en el perchero que estaba detrás de la
puerta y me encaminó hacia la cama.
***
—Ya sabes, usa el mapa y no preguntes —me aconsejó
Daniel mientras me besaba la frente. —No estarías pasando
por esto ahora, si no te hubieses tomado el año sabático.
—Ay, Daniel… Te estás tomando muy en serio eso de la
responsabilidad desde que te comprometiste con Marie. —
Resoplé. — No puedo hacer nada, ya me lo he tomado.
Le saqué la lengua de forma juguetona y Daniel me sonrió
mientras negaba con la cabeza.
—No cambias, ¿eh?
—No, hermanito.
Sonó el claxon de la camioneta de Cam y sonreí
emocionada.
— ¡Soy universitaria! —exclamé con entusiasmo, y corrí a
la puerta principal.
—No dirás eso con el mismo tono cuando llegue la segunda
semana.
Le lancé un beso en el aire y corrí hacia el coche de Cam,
quien me esperaba con una amplia sonrisa. Subí y tomé
asiento de copiloto. Me incliné y le di un sonoro beso en los
labios.
— ¡Ay, por Dios, hay niños! —exclamó Caroline mientras
le tapaba los ojos a Tristán con sus manos. —Tranquilo, rata
de dos patas. Ya dejarán de compartir ADN.
— ¿Cuánto café se ha bebido? —le pregunté a Cam
mientras me abrochaba el cinturón de seguridad.
—Perdí la cuenta después de tres. —Holly se encogió de
hombros.
—Y yo después de seis. —Tristán se sacudió, pero los
brazos de Caroline le impedían la salida. — ¡Decidle que me
suelte!
—Caroline… — le advertí a mi amiga.
—No me digan que no estais nerviosos… somos nuevos y
nos harán bromas. ¡No quiero que me hagan bromas! —Chilló
y se acurrucó en su asiento.
— ¿Tenéis vuestros teléfonos? —preguntó Holly, y todos
asintieron. —Me tomé la libertad de enviaros un mapa de la
universidad y también el nombre de cada edificio con las
respectivas aulas… solo un estúpido se perdería.
—Tristá, eres hombre muerto —le dije Carolina.
—Idiota…
— ¡Luce! —Exclamaron al mismo tiempo.
Me giré con el ceño fruncido y los observé, expectante.
—Dile que me deje de molestar.
Enarqué una ceja y reí.
—Vosotros nunca creceréis, ¿verdad?
Negaron con la cabeza.
—Pero tú eres una nena todavía, Lu.
Me encogí de hombros y sonreí.
—Tú eres una nena muy guapa. —Bromeó Cam mientras
agudizaba la voz.
Fingí que me hacía gracia; Cam nunca había sido de contar
chistes. Pobre.
El recorrido a la universidad transcurrió en risas y bromas,
como de costumbre.
Cuando la camioneta se detuvo, todos de manera
involuntaria observamos hacia la ventana izquierda muy
emocionados.
— ¡CPO aquí estamos! —exclamó Holly, tomó su mochila
y fue la primera en bajar.
— ¿Quién sigue?
Caroline y Tristán fueron los siguiente en bajar.
Los últimos en bajar de la camioneta fuimos Cam y yo.
— ¿Te he dicho lo guapa que estás hoy?
Me llevé la mano al pecho, fingiendo estar ofendida.
— ¿Solo hoy?
—No, no, no. —Negó rápidamente. —Me refiero a que hoy
estás más hermosa de lo normal.
—Cam, amor, estoy bromeando —le dije con delicadeza.
—Está bien, Lulú.
«¿Lulú?»
Fruncí el ceño.
—Sabes que odio que me llamen Lulú.
—Lo olvidé… —Cam apretó los dientes con fuerza y
susurró una maldición. —Discúlpame.
Me limité a mirarlo con el ceño fruncido.
¿Cómo pudo olvidarlo?
Sabiendo perfectamente que en el mundo solo hubo una
persona que me apodó de esa forma. Al instante, miles de
emociones invadieron mi sistema, dejándome perdida del
mundo durante un rato.
—Bien. —Asentí y forcé una sonrisa. —Vamos a los
salones.
— ¿En cuál estás?
Me encogí de hombros. Saqué mi teléfono y consultó en el
e—mail.
—Edificio Landon Press, aula 23D. ¿Y tú?
—Debo ir al teatro primero.
Cam se despidió de mi para empezar a buscar el teatro,
mientras que yo fui directamente al centro del campus para
guiarme. Cogí el móvil y busqué el e—mail de Holly.
«¿Dónde está?»
—Oh, Holly. Te voy a matar —susurré al darme cuenta que
el correo nunca llegó.
Después de casi media hora de caminar por las
instalaciones de la universidad, me di por vencida. Visualicé a
un grupo de personas y caminé hacia ellos con los nervios de
punta.
—Eh…—carraspeé y todos me prestaron atención. —Hola,
¿sabeis dónde está el edificio Landon Press?
Dos de los chicos que estaban en el grupo se miraron y
sonrieron. Apreté los ojos con fuerza y lentamente los abrí.
—Claro, preciosa —dijo uno de ellos. Se levantó de su
asiento y caminó hasta quedar a mi lado. —Está colina abajo.
—Señaló una colina y asentí mientras le dedicaba una tímida
sonrisa.
—Gracias —le dije agradecida, aunque no muy confiada.
Empecé a caminar hacia dicha colina, al parecer era el
camino correcto debido a que había varios alumnos con libros
de texto iguales a los suyos. Seguí bajando con más
confianza. Cuando llegué, me percaté de que había un gran
árbol y todos los alumnos se miraban extrañados. Se escuchó
una fuerte bocina y, de inmediato, los alumnos de segundo
semestre en adelante, empezaron a ser rociados con mangueras
de agua helada. Chillé y, junto a mí, todos se empezaron a
quejar.
—Demonios —susurré mientras metía la mano en el
bolsillo de mi pantalón y sacaba mi teléfono, el cual estaba
empapado.
— ¿Se te ha roto el móvil, preciosa? —me preguntó el
chico que me había dado la dirección equivocada.
— ¿Se te perdieron las pelotas, imbécil? —le contesté
enfadada. — ¿O el trabajo que hacéis ahí abajo no es
suficiente?
De un momento a otro, todos en el lugar guardaron silencio
mientras observaban la escena, expectantes.
—Cálmate, es tradición. —Se excusó y levantó sus manos
en defensiva.
—Pues esa tradición es ridícula, y debería daros vergüenza
estropearle el primer día a los nuevos, tenga… —Me
cubrieron la boca y de inmediato supe que se trataba de
Tristán.
—Discúlpala, tiene problemas de agresividad.
Me tomó por la cintura con una mano y con la otra me
seguía cubriendo la boca. Una vez en la comodidad de un
banco, empezamos a discutir sobre los sucesos.
—RIP teléfono móvil —me quejé arrojándolo sobre el
banco.
—Cálmate, Lu —me susurró Tristán, quien lentamente se
puso en cuclillas para observarme fijamente. —Ya sabíamos
que esto iba a pasar.
—Pero yo no quería que mi primer día fuese así.
—Nadie quiere cosas negativas para la vida, pero las cosas
casi nunca salen como uno quiere.
Asentí. Saqué de la mochila una pequeña toalla y empecé a
secarme los brazos y la cara.
—Tu móvil todavía funciona, dramática. —Tristán me
mostró la pantalla, la cual se veía intacta.
—Vale, he hecho un drama por nada. —Me crucé de brazos
y bufé. —Estaba muy enfadada.
—Sí, yo también estaba enfadado… Pero, venga, ¿ofender
sus pelotas? —Ambos nos reímos. —Has de estar muy
enfadada.
— ¿Quieres que ofenda las tuyas?
—No, gracias. —Apretó sus labios con fuerza. —¿Segura
que todo está bien?
—No lo sé.
En efecto, sabía que mi corazón se encontraba reviviendo
memorias debido a Cameron, quien activó un recuerdo
archivado y dejado en el pasado.
—Te conozco… —Posó su mano en mi rodilla,
animándome a hablar.
—No vale la pena hablar de ello, Tris.
Tristán lo entendió, por lo que cambió de tema y hablamos
durante unos minutos más, mientras descubríamos dónde
estaban ubicadas las aulas y, al hacerlo, cada uno tomó rumbo
a la asignada para por fin concentrarse en lo que importaba: el
futuro.
El primer día en la universidad transcurrió aparentemente
normal, a cada uno de los alumnos de primer año les dieron un
mapa en formato digital para guiarse por las instalaciones de la
universidad. Por suerte, Caroline y yo teníamos la mayoría de
clases juntas, debido a que estudiábamos la misma carrera.
***
—Así que cuando le des la carta y las galletas, aprovechas
y le das un beso. —le aconsejó Daniel mientras terminaba de
peinar los rizos de Matt.
—Pero los mayores son los que se besan, como Luce y
Cam.
Daniel soltó una carcajada y yo le di un golpe en el
hombro.
—Eso no es besar, querido hermanito.
Puse los ojos en blanco y reí. Cam no era muy bueno
besando, y por eso yo me limitaba a darle pequeños besos.
—Eso es como una Guerra Mundial.
No pude aguantar más y solté una carcajada. Era triste, pero
era la realidad… nada se podía hacer, era la persona que elegí.
El timbre sonó haciendo que todos miraramos a la puerta.
Zeus corrió hacia la entrada y empezó a olfatear.
—Ve tú, Luce.
—¡Voy!
Giré la manivela una vez estuve frente a la puerta y la abrí,
dejando ver a una niña de aproximadamente cinco años con
una muñeca en la mano. Levanté la cabeza para observar a su
acompañante y mi semblante cambió.
Nuestros ojos hicieron contacto visual.
Ambos abrimos los ojos enormemente, debido a la
sorpresa. Yo, por impulso, cerré la puerta de golpe, me recosté
en ella y cerré los ojos.
¿Era él? Efectivamente, era Jake, esos ojos se reconocían
en cualquier lugar. Mi primer amor, estaba allí.
Daniel corrió hacia mi, me apartó de la puerta principal y la
abrió, dejando a ver a una niña desconcertada y a un Jake
sorprendido.
Daniel aún no lo reconocía, así que los dejó entrar.
El pequeño Matt corrió hacia su hermosa novia y ambos se
dieron un fuerte abrazo.
No me lo podía creer, era Jackson Lancaster.
El chico que me hizo sentir un avispero en el estómago un
millón de veces. El chico que me enseñó el significado de
amar. El único chico que al que amé, estaba allí, en persona y
no a través de una pantalla.
Y fue en ese momento, cuando Jake se dio la vuelta y me
vio allí, recostada contra la pared, con los ojos abiertos, pero
con la mirada perdida, y confirmó que era yo.
Parpadeé y lo observé. Otra vez hicimos contacto visual,
dejando que todos los recuerdos de aquella hermosa relación
regresaran.
La primera vez que hablaron, la primera videollamada, el
primer regalo, el primer te quiero, la confesión de amor, mi
propuesta de noviazgo, el primer te amo, la primera discusión,
la reconciliación, el primer engaño, la segunda discusión, la
decadencia de la relación, la ruptura y el corazón roto.
La primera vez que nos veíamos cara a cara no era como
años atrás la habíamos planeado. Era algo totalmente diferente
e inesperado, algo de lo cual ninguno de los dos estaba
preparado para enfrentar debido a la forma en la que terminó
todo, tan inconcluso.
Reaccioné después de unos segundos, me dirigí a las
escaleras y las subí para ir a mi habitación. Necesitaba un poco
de aire.Al entrar, abrí el gran ventanal dejando que la suave
brisa azotara mi rostro mientras me despeinaba el cabello.
Solté el aire que mis pulmones retenían y empecé a jadear.
«¿Qué demonios hace Jackson Lancaster en mi casa?»
«¿Qué hace en Orlando? ¿No era feliz en Michigan?» «¿Qué
vínculo tiene con Lottie?»
Tomé asiento en el sofá que estaba pegado al ventanal y
traté de calmarme. Tenía el corazón tan acelerado que sentía
que en cualquier momento se iba a salir.De inmediato le
mandé un mensaje por WhatsApp a Caroline, era una de las
pocas personas que iba a entender mi estado y probablemente
la única que podría ayudarme.
Luce: Tienes que venir a sacarme de esta.
Caro: ¿Estás embarazada?
Luce: ¿Qué?
Caro: Voy para allá.
«Oh, Dios. ¿Por qué todo lo exageran?» «¡Myrtle!»
Por suerte, llegó de su viaje a Inglaterra el día anterior,
por lo que ella podía ayudarme.
Luce: ¡Sálvame!
Mimmy: Del olvido, sálvame de la soledad, sálvame del
vacio, estoy hecho a tu voluntad…
Luce: Tienes que venir ahora.
Mimmy: ¿Qué te hizo Cam? Lo mato.
Luce: Ay, Dios…
Mimmy: Llego en cinco minutos.
«Vale, esto es una locura».Holly, al parecer era la única
normal, por lo que decidí escribirle.
Luce: Debes venir, ahora.
Holly: ¿Se ha roto el condón? Ay, y yo le dije a Cam que
cuando lo hiciérais, fuéseis precavidos. Voy saliendo.
— ¡Maldita sea! —exclamé y levanté mis brazos en señal
de rendición.
Me dirigí al tocador, recogí mi cabello en una cola en
caballo alta y limpié mi rostro con unas toallitas húmedas. No,
no había llorado.
Inspeccioné mi atuendo en el espejo, llevaba unos
pantalones de chándal con una blusa holgada azul. Negué en
desaprobación y opté por ponerme un short de mezclilla con
una blusa holgada color rojo y unas sandalias negras. Cogí mi
móvil y mi ordenador y me dispuse a ir a la primera planta.
Debía actuar natural, era solo mi ex. Empecé a bajar los
escalones lentamente para no captar la atención de nadie, pero
fallé en el intento, pues Zeus se levantó velozmente de su
lugar y corrió hacia mí. Se colocó en dos patas mientras se
apoyaba sobre mi pecho, le acaricié la cabecita y besé su
hocico.
—Ven —le llamé. Él obedeció y caminó junto a mí hacia la
habitación de entretenimiento.
Al entrar, observé a todos lados para comprobar que Jake
no estuviera. Efectivamente, no estaba, por lo tanto, tomé
asiento en el sofá. Al momento de hacerlo sonó el timbre.
Zeus corrió hacia la puerta y movió la cola. Eran mis
amigas. Daniel abrió la puerta y entraron las tres.
— ¡Traje el test de emba…! —gritó Caroline entrando. Se
percató de Daniel y guardó silencio. —Daniel, estás muy
guapo hoy.
— ¿Test de embarazo? —frunció el ceño. — ¡Lucinda
Shelley!
—Yo se lo advertí a Cam como mil veces, Daniel.
Salí de la habitación con una mirada asesina hacia las tres.
Me dirigí a ellos lentamente mientras curvaba una sonrisa en
mi rostro.
— ¿Qué?
— ¿Estás embarazada? —preguntó de golpe y negué
repetidas veces.
— ¿Cómo se te ocurre? —murmuré muy bajito.
—Le cortaré el pene. —Palidecí. Estaban haciendo un
drama precisamente hoy.
—Daniel —coloqué mis manos en sus hombros y lo sacudí
—, no estoy embarazada, ¿vale? Ellas —las señalé —, son
unas dramáticas. Lo primero que pensaron fue eso.
Después de arreglar el malentendido con Daniel, las chicas
y yo nos dirigimos a la habitación de
entretenimiento. Tomamos asiento en el sofá y me miraron
expectantes.
—Entonces… —Caroline miró el test de embarazo. —No
estás embarazada.
—No.
—Tampoco has dejado de ser virgen.
—Aún lo soy —le contesté frunciendo el ceño.
— ¿Qué era tan urgente?
—Hagamos una ida al 2014 y 2015 —Las tres asintieron.
—, ¿os acordáis de Jake?
Las tres se miraron entre sí y asintieron lentamente
mientras creaban pequeñas hipótesis en sus cabezas tratando
de adivinar qué era lo que iba a decir.
—Está en mi salón.
— ¿Qué? —preguntaron las tres a la vez, y les hice una
seña para que guardaran silencio.
—Nuestros hermanos son novios y su hermana vino a
jugar. —Me encogí de hombros. —Su madre me dijo que
alguien se quedaría para vigilarla ya que es muy inquieta y
vino él.
— ¿Cómo te sientes?
—Sorprendida. Es que aún no me lo creo —admití.
Ellas se miraron entre sí y sé que estaban igual de
sorprendidas que yo. Ellas fueron quienes estuvieron para
ayudarme durante mi depresión después de la ruptura, y debía
admitir que era un tema que jamás superé, pero de cierta
manera tuve que aprender a vivir con él.
—Ya vengo.
Caroline se levantó del sofá y salió de la habitación.
Capítulo 3
Me dirigí al salón de casa de Luce y vi a un chico sentado
en el sofá. Parecía estar ensimismado, en una especia de
trance. Me senté a su lado y lo observé fijamente. No había
duda alguna, era Jackson.
Tenía algo en su mirada que nunca se cambiaría.
Él se percató de mi mirada y frunció el ceño.
— ¿Me das tu número, bombón? —Fingí coquetear.
— ¿Caroline? —preguntó, sorprendido y esta vez fue mi
turno de fruncir el ceño. —Soy yo, Jake. Jackson Lancaster. —
Se acomodó en su asiento y se señaló.
— ¿Te conozco?
—Tal vez me confundí de persona, lo siento. —Se disculpó.
Solté una risita y me abalancé hacia él.
—Obvio me acuerdo de ti, Jake. —Él sonrió y me devolvió
el abrazo. — ¿Qué haces aquí? Es la casa de…
—Luce —me interrumpió. Cerró los ojos y respiró con
fuerza. —Venía dispuesto a acompañar a mi hermanita a jugar
con su “novio”—Hizo comillas en el aire.
—Ah, ¿con Matt o Jeremy?
—Matt. Están en la cocina con Daniel comiendo galletas.
Fruncí el ceño.
— ¿Las hizo Daniel? Porque Daniel no sabe ni freír una
salchicha… Luce es quien saca la cara por ésta familia. —Él
rió un poco.
— ¿Cómo está ella?
—Ah, está muy bien. Hace una semana entró a la
universidad después de tomarse un año sabático donde nos
fuimos de viaje todos —expliqué y él asintió.
— ¿Todos?
—Oh, ya sabes —me encogí de hombros —, Holly, Myrtle,
Luce, Tristán, Cameron y yo.
— ¿Luce y Cam son…?
Aasentí sin dejarle terminar la pregunta.
—Hace ocho meses. —Me acomodé en el sofá. —Luce no
le habló durante un año, pero él insistió mucho.
—Es imposible no enamorarse de ella. —Rió. —No le
digas que te he dicho esto.
—Bien. Oye, ¿a qué universidad vas?
—CPO. —Aplaudí emocionada.
—Nosotros igual —Le dije tratando de entrar en confianza.
—, ¿qué estudias?
— ¿Luce está embarazada? —Evadió mi pregunta. —
Perdón, pero es que entraste con un test y Daniel la llamó para
regañarla. —Rió forzadamente y negué.
—No, nosotras exageramos la situación. Nos escribió para
contarnos esto, no se lo puede creer. —Reí. —No le digas que
te he dicho esto.
Ambos soltamos una risita y me abrazó nuevamente.
Capítulo 4
Me pasé una hora viendo Modern Family con Myrtle y
Holly y, de repente, sonó el timbre haciéndonos sobresaltar.
Me levanté y me encaminé hacia la puerta principal. Caroline
ya había abierto y dejó entrar a Cam, quien llegaba con los
papeles del veterinario.
— ¿Adivina qué? —preguntó, con una sonrisa plasmada en
su rostro.
—Suéltalo —le sonreí ampliamente mientras me dirigía
hacia él.
— ¡Seremos padres! —exclamó y abrí mis ojos de par en
par.
— ¿Es en serio? —pregunté mientras cubría mi boca con la
mano. Él asintió. Corrí hacia él y me recibió con un fuerte
abrazo, me dio el papel y lo abrí.
Alaska estaba embarazada. Era un hecho.
— ¿De qué cojones hablais? —Preguntó Caroline mientras
se reía burlonamente.
— ¡Alaska está embarazada!
Caminé hacia la sala y no había nadie. Qué raro. ¡El
jardín!.Emprendí rumbo al jardín trasero, desde ahora
debíamos hacerle control de todo lo que comía y hacía.Me
dirigí al arenero y estaban allí, jugando con Jake. Al verme,
ambos corrieron hacia mí y empezaron a juguetear.
—Son muy bonitos —me dijo. Cerré los ojos, su voz ha
cambiado muchísimo y ahora está sonaba más grave. Le
quedaba muy bien.
«Oh, Luce. Tienes novio».
—Gracias —le dije, y sonreí con timidez. Acaricié a
Alaska. —Vas a ser mamá, mi bebé hermosa —le dije
agudizando la voz.
— ¿Está embarazada? —preguntó y asentí mientras le
acariciaba el vientre.
—De dos semanas. —El alivio recorrió mi cuerpo. —
Pensábamos que tenía algo grave.
—Por suerte, no.
— ¡Aquí estás! —Cam llegó y los perros se emocionaron.
—Felicidades, campeón. Por fin le atinaste. —Jugueteó con
Zeus y golpeé su hombro derecho con fuerza. —Tu
agresividad me enamora.
—No seas tonto, Cam.
—Oh… —Se percató de la presencia de Jake. —, ¿quién
eres tú, amigo? —le preguntó con celos.
Puse los ojos en blanco y bufé.
Jake se levantó de la arena y caminó hasta quedar frente a
frente con Cam.
—Un placer volver a hablar contigo. —Extendió su mano y
Cam la estrechó. Sonrió con ironía. —Jake Lancaster.
Cam abrió los ojos como platos, se deshizo de su apretón y
me observó frunciendo el ceño. Apreté los ojos con fuerza y
esperé la reacción de Cam que, segundos después de meditar,
llegó.
— ¿Qué haces en casa de mi novia? —exigió saber.
—No tenía ni la menor idea que esta era la casa de Lucinda.
—Su sonrisa se ensanchó. —Un placer volver a hablar, Cam.
Los ojos del rubio estaban encendidos en un rojo vivo, la
ira en su cuerpo se podía percibir a kilómetros y eso me hacía
sentir mal. Traté de acercarme a su lado para cogerlo del brazo
y tranquilizarlo, pero se zafó de inmediato de mi agarre.
— ¿Tú qué hacías hablando con él?
Extrañada por su actitud agresiva, me alejé de él. ¿Por qué
me hablaba así? Jamás nos habíamos faltado al respeto en el
poco tiempo que llevábamos siendo pareja, pero al verse
amenazado lo hacía… no sabía qué esperar.
— ¿Qué te pasa, Cameron? —Hice un ademán con las
manos, algo exaltada. — ¿A qué viene esa actitud?
—No puedo creer que le estés hablando después de que te
dejó devastada hace cuatro años. —Se llevó las manos a la
cabeza y negó repetidas veces. —Parecías un zombie, no
comías, y lo único que hacías era llorar.
— ¡Cállate de una maldita vez, Cameron! —bramé,
claramente enfadada. — ¿Qué es lo que te pasa a ti?
—Eh, primero de todo, si terminamos fue por un factor. —
Jake miró fijamente a Cameron. —Y eso ya ha quedado en el
pasado, por favor. Crece, Cameron, crece. ¿Tienes miedo?
— ¿Miedo? ¿De ti? —Escupió con desprecio. —Lucinda
está conmigo.
Pude ver cómo sus labios formaban una sonrisa victoriosa,
creyéndose el ganador de tan patética discusión producto de
sus celos.
—Creo que es mejor que me vaya —dijo Jake.
—No, Jackson —lo detuve.
Posé mi mano en su brazo para impedirle andar. Una
corriente eléctrica fue percibida por ambos, una extraña
energía se apoderó de nosotros y del momento haciéndonos
levantar nuestras miradas para posarlas en el otro. Mordí mi
labio inferior y bajé la mirada segundos después muy
sonrojada.
—Matthew quiere darle algo a… —Fruncí el ceño, tratando
de recordar su nombre. — ¿Lottie?
—Ella es Lucinda —me dijo —, su apodo es ese, Lottie.
—Me voy de aquí —anunció un Cameron enojado. —Si
Alaska necesita algo me envías un mensaje.
—Cam, amor —lo llamé al instante.
Él simplemente negó y siguió su camino sin mirar atrás. Su
caminar era altivo y rápido, podría jurar que estaba a punto de
golpearle a alguna pared y gritarle a lo que se le atravesara.
Suspiré con pesadez y traté de no reaccionar igual que
Cameron, porque de ser así ya estaría frente a frente con el
rubio.
—No entiendo por qué se ha puesto así. —Resopló,
incómodo por la situación. —Es que, vamos, eso fue hace
cuatro años, ya es un tema superado y no merece tanta
importancia, ¿verdad?
«¿En serio? ¿No merece tanta importancia?»
Él fue mi primer amor, y el único que había sentido que
había tocado fondo en mi corazón. Él me hizo sentir
demasiadas emociones a través de una pantalla y aquel, el día
en que nos conocimos decía que no tenía mucha importancia.
Asentí tratando de no parecer forzada.
—Bueno, eh… —murmuré. —De—debo irme.
Jake asintió sin decir más. Me dirigí a la puerta del jardín
trasero, la abrí y entré en casa. Visualicé a Daniel, quien
miraba hacia la puerta principal un poco sorprendido.
— ¿Cómo se llama el hermano de Lottie? —Inquirió
señalando la puerta. —Cam ha mencionado a un tal Jake, pero
quiero estar seguro de que no es quien yo creo que es.
Negué lentamente mientras cubrí mi boca con la mano. Mis
ojos empezaron a llenarse de lágrimas, las cuales comenzaron
a cubrir mis mejillas.
—Se supone que debo ser madura, Daniel. —Sollocé. —Se
supone que ya lo superé después de cuatro años. Tengo
diecinueve, ya no tengo quince años para estar llorando por un
ex novio.
—No se supone, lo has superado, Luce. —Afirmó. —Eres
fuerte, seguro que ha sido el impacto.
—Discutió con Cam porque estabamos en el jardín
conmigo y sacó el tema de hace cuatro años. —Le expliqué
tratando de no sollozar. —Y Jake ha dicho que no entiende
porqué Cam se puso así. Es algo que pasó hace cuatro años, ya
está superado y no merece tanta importancia. Me sentí tonta.
—No digas eso, Luce. —Abrió sus brazos y me refugié en
ellos. —Él sufrió al igual que tú, porque tú fuiste quien lo
engañó…
— ¡Gracias por hacerme sentir mejor! —Lo interrumpí. Me
miró, extrañado. —Adiós.
No podía creerlo. ¿Desde cuándo Daniel me echaba los
errores en cara? Era mi hermano y era su deber apoyarme. Sí,
engañé a Jake hace cuatro años y entendía por qué estaba así.
Pero debía admitir que su comentario dolió y llegó para rasgar
la herida que dejó. Lo que tuvimos fue algo hermoso, algo
que no se ve todos los días, ni se siente. Me hizo amarlo de la
forma más rápida del mundo, pero, así como llegó, se marchó.
***
La puerta de mi habitación se abrió dejando ver el rostro de
mi amiga Caroline, quien entraba con una bandeja de comida.
Al verme, me lanzó una mirada de pesar y se encaminó hacia
mi.
—Quiero que sepas que esperé otra reacción de tu parte. —
Dejó la bandeja sobre mi cama y continuó: —Lo has manejado
bien y has hecho un esfuerzo por no armar un escándalo.
Entiendo que te sientes extraña por ver a tu primer amor…
—Es que aún no me lo creo y, cuando lo haga, sé que me
sentiré peor de lo que me siento ahora. —Pasé la lengua por
mis labios y aparté un mechón de pelo de mis ojos. —Es Jake,
Caroline.
Me desplomé en la cama y solté un bufido. De inmediato,
mi rostro de llenó de lágrimas, con Caroline podía expresar
mis sentimientos a flor de piel.
—He traído el Kit para sentirte mejor —soltó una risita —,
¿chocolate o vainilla?
—Chocolate, por favor —murmuré en medio de un sollozo.
Ella cogió el helado y me lo pasó junto con una cuchara.
Después de coger el suyo, se sentó a mi lado.
—Ven —me llamó y acomodé mi cabeza sobre su hombro
—, Caro está aquí, preciosa. Caro está aquí.
Tomé la primera cucharada de helado y solté un sollozo.
Mi amiga pasó su brazo por mis hombros y me acaricio el
mismo, demostrándome apoyo.
—Shhh… —siseó —, todo está bien, hermosa.
—No merece darle tanta importancia —Imité una voz
“masculina” haciendo que Caro soltara una carcajada.
Caroline se quedó conmigo toda la tarde en mi habitación
mientras hacíamos una maratón de series en Netflix y
comíamos de lo que había traído en la bandeja.
Ella supo cómo hacerme sentir mejor; discutí con Cam por
Jake y Jake me había dicho que nuestra relación no merecía
mucha importancia. Realmente me dolieron sus palabras. ¿No
tenía corazón? Es que, fue mi primer amor y lo amé con cada
fibra de mí. Y, para ser honesta, todavía no podía creer que él
estuviera en Orlando.
No sabía qué clase de coincidencia era aquella, pero me
daba escalofríos todo lo que estaba sucediendo. No podía creer
que, por dos niños, nuestros caminos hubieran vuelto a
cruzarse.
— ¿Tienes soda? —le pregunté a mi amiga mientras
agitaba mi vaso vacío.
—No, ¿vas a ir por más? —Asentí. Estiró su brazo hacia la
mesa de noche y me pasó su vaso.
Bajé de la cama, cogí su vaso y salí de la habitación rumbo
a la cocina. Al bajar las escaleras me encontré con Jake, quien
al verme hizo una señal para que guarde silencio y me acerqué
a ver lo que él estaba observando. Me encogí de hombros y me
acerqué. Eran Matt y Lottie sentados en el sofá abrazados. Mi
rostro se conmocionó y sonreí con ternura.
—Tengo un regalo para ti, Lottie.
Matt se levantó del sofá, se dirigió hacia la mesa de centro
y cogió una carta y una bolsita transparente llena de
galletas. Mordí mi labio inferior para evitar gritar de ternura.
—Te hice una carta y unas galletas, con ayuda de mi
hermana Luce.
— ¿Tu hermana se llama Luce? —Asintió. —Como yo,
pero el mío es más largo. Lucinda.
—Ella también. —Ambos rieron mientras se observaban
fijamente.
—La leeré en cuanto la maestra me enseñe. —Aseguró, y
Matt asintió satisfecho.
Se sentó nuevamente en el sofá y le cogió la mano.
—Ay, Dios… —exclamé en un susurro. —No sigas los
pasos de Daniel, Matthew. —Murmuré para mí misma.
—Estás muy guapa, Lottie —confesó.
La pequeña bajó su mirada y pude ver cómo se iba
ruborizando poco a poco mientras una sonrisa se dibujaba en
sus pequeños labios.
Lentamente, Matt se fue acercando a su rostro para
depositar un beso en su mejilla. Sonreí ampliamente a la vez
que mi corazón daba vuelcos al ver tan hermosa escena.
Definitivamente, Matt sería un caballero al crecer.
— ¿De dónde salió tan romántico? —preguntó Jake
enarcando una ceja.
—De Luce, seguro —intervino Carloline, apareciendo de la
nada.
— ¿De dónde mierda saliste? —pregunté.
—Estabas tardando en traerme mi soda.
— ¡Ah, claro! —Golpeé levemente mi frente con la mano.
—Ya voy a por la soda.
—También quiero helado y los haribbos de Cam.
—Pero son de Cam. —le dije. No obstante, ella se encogió
de hombros, indiferente.
—Me debe veinte dólares.
—La bolsa costó veinticinco. —cogí los vasos y la observé,
expectante.
—Cállate, Lucinda y ve a por mis haribbos.
— ¡Sí, mamá!
Levanté mis manos en señal de derrota y caminé hacia la
cocina evitando hacer ruido.
***
—Eh, Lucinda —me giré y vi a Jake, quien entraba a la
habitación de entretenimiento—, debo llevar a Lottie a casa.
—Oh, bueno, vale —asentí un poco incómoda y me
incorporé nuevamente en el sofá.
—Espero que arregles las cosas con tu novio… Cameron.
—Apreté los ojos con fuerza y asentí forzando una sonrisa.
—Gracias, Jackson. Muy considerado de tu parte.
Miré fijamente a la pantalla de la televisión, peleando
internamente con mi deseo por verle y perderme en sus ojos
esmeraldas.
—Esto… —susurró con delicadeza. Caminó hacia mí y
tomó asiento a mi lado. — ¿Podemos hablar?
Tragué duro y rasqué mi cabeza. Me quedé callada durante
unos segundos, pensando en acceder a su petición, pero me
limité a negar con la cabeza.
—No merece tanta importancia, ¿verdad? —repetí sus
palabras y él asintió levemente.
—Algún día tendremos que hablar.
— ¿No crees que es un poco apresurado hacerlo hoy? —
Enarqué una ceja y él rió por lo bajo.
—Ay, Lucinda, siempre evades los temas, todo por tu
beneficio. —Posó sus manos sobre sus rodillas mientras
exhalaba con pesadez. —Siempre.
Venga, eso sí que no me lo esperaba y mucho menos de
él… solía conocer a un Jackson respetuoso y para nada
imprudente, pero ese comentario estaba fuera de lugar.
— ¿Cómo que siempre? ¿Hablas por lo nuestro, Jackson?
—Él asintió. —Es un tema superado, ¿no? No hay que darle
rodeos a esa relación que no merece tanta importancia,
¿verdad?
—Estás mal entendiendo mis palabras, Lucinda. —Se
revolvió en su asiento y trató de coger mi mano.
— ¿No se os hace tarde a ti y a tu hermana? —pregunté
antes de que pudiera tocarme.
—Entiendo.
Él me observó decepcionado, con enfado y una chispa de
rencor incluidos. Se levantó del sofá sin decir ni una palabra y
se marchó.
— ¡Tonta, tonta y tonta! —grité después de escuchar la
puerta principal cerrarse. —Es un patán, Luce, es un patán.
***
El lunes llegó y debía ir a la universidad a las 8:30 a.m.
Debía ir conduciendo, ya que aún no me había reconciliado
con Cam de la discusión que tuvimos. A veces odiaba su
orgullo. Cogí la mochila y salí hacia el garaje, no sin antes
dejarles de comer a Zeus y Alaska. Subí a la camioneta y
emprendí rumbo a la universidad. Encendí la radio y conecté
el Bluetooth de mi móvil con el de la camioneta, lo puse en
reproducción aleatoria y empezó a sonar Summer Girl, una
canción muy veraniega ¡Estamos empezando el año! ¡No me
recuerden el verano todavía! Cambié de canción y esta vez
sonó Lego House de Ed Sheeran. Decidí dejarla y empecé a
cantarla a todo pulmón. Era una canción realmente hermosa y
una de mis favoritas.
Después de repetir la canción un montón de veces, llegué a
la universidad, pagué el aparcamiento y empecé a localizar un
lugar. Por suerte, había uno al lado de una camioneta Tucson
2020, me sentí pobre al instante. Reí en mis adentros y
estacioné. Apagué la radio, cogí mi mochila, me bajé y
coloqué el seguro a las puertas. De mi mochila saqué una
tablet, le activé la localización para guiarme hasta mi aula y
empecé a caminar. No quería perderme nuevamente.
El campus era realmente lindo y moderno, como también el
paisaje, y no solo hablaba solamente de la flora que poseía,
sino que… Había unos chicos extremadamente guapos con
una gran retaguardia. A veces me asustaban mis propios
pensamientos.
El maestro de Diseño hablaba con mucha lentitud, haciendo
que todos los alumnos empezaran a realizar de todo en los
ordenadores, excepto escucharlo. Por mi parte, cogí mi tablet y
empecé a grabar su aburrida clase por si hacía algún examen.
Decidí entrar a tumblr para ver mis antiguos blogs. Al
parecer, tumblr ya no se usaba mucho debido a que la última
publicación de uno de los blogs fue el 26 de abril del 2018.
De repente, por mi cabeza cruzó la idea de ingresar a mi
antiguo Facebook. Sin dudarlo ni un segundo, abrí la cuenta.
Al entrar, observé que el grupo aún estaba activo, había nuevas
personas, a pesar de que las antiguas seguían estando.
Cerré los ojos por un instante, los recuerdos azotaban mi
memoria y me hizo revivir pequeños sentimientos por unos
segundos. Decidí hacer una publicación.
“¡Hey! ¿Me recordais? Sigo viva. Os he echado de menos.”
A los pocos segundos me llegó una notificación.
“Jake Lancaster ha comentado tu publicación en «Social
World».”
La presioné para ver qué había puesto.
“Medio grupo estuvo preguntando por ti durante dos años.
Es más que obvio que te extrañaron.”
Respondí.
“Ok :).”
A los pocos minutos recibí varios mensajes de antiguos
miembros del grupo, preguntándome sobre mi vida después de
abandonar el grupo. Nathalie, una de las administradoras me
habló.
Nath: ¡Hey! ¿Cómo te ha ido?
Luce: Hola, excelente, ¿y a ti?
Nath: De maravilla. ¿Qué tal tu vida después de, ya sabes,
Jake?
Luce: Bien… Aunque al principio estuve mal, obviamente.
Nath: Que pena me da que hayan terminado esa relación tan
linda que tenían.
Luce: No sientas pena, ambos estamos bien ahora. Yo tengo
novio y él pues supongo que ya lo ha superado.
Nath: ¿Por qué lo dices?
Luce: Nos conocimos el sábado y pasaron muchas cosas.
Nath: ¿Qué? ¿Se conocieron?
Luce: Sí, nuestros hermanos menores son novios.
Nath: ¿Quieres hablar de eso?
Luce: La verdad, ahora no.
Nath: Vale, espero que estés bien.
Luce: Lo estoy, Nath.
Cerré mi portátil. No podía seguir hablando de Jake con los
demás, esto ya no era el 2014, ya nada era como antes. Me
pregunté si Jake habría cambiado su forma de ser; al parecer
sí, debido a la forma en la que me trató… Aunque yo no fui
muy educada. Después de unos minutos, la clase se acabó
haciendo que todos dibujaran sonrisas en sus rostros. Pausé el
vídeo de la tablet y la guardé en la mochila junto con el
portátil. Al salir del aula, me topé con Cameron, quien se veía
exhausto.
«Ahora o nunca».
—Hey…
Pero él fue más rápido, cogió mi rostro entre sus manos y
me besó con delicadeza haciéndome sonreír. Cam besaba
como una rana, pero aún así tenía lindos sentimientos.
—Te he extrañado tanto. No volvamos a discutir, Luce. —
Asentí mientras apretaba sus manos, las cuales seguían en mi
rostro. —No quiero perderte, no te quiero dejar ir.
—No me vas a perder, Cam.
—Pero Jake está aquí y…
Lo interrumpí mirándolo fijamente y posando mi dedo
índice sobre sus labios.
—Tú, eres mi presente. Jake, mi pasado.
—Oh, Luce —soltó un suspiro de alivio —, te amo y no
quiero que nadie se interponga entre los dos.
¡Para! Retrocede y detente otra vez. ¿Qué?
Mis ojos se querían salir de su órbita al escuchar esas dos
palabras. “Te amo”, algo enorme que apenas lo había dicho
una vez en mi vida a alguien a quien en realidad amaba. Pero a
Cam no podía decirle aquello, no lo amaba.
Sonreí con timidez y le di un abrazo.
—Te quiero —le susurré.
Me despedí de Cameron con la excusa de que tenía que ir al
baño. Corrí por todo el campus hasta llegar a la cafetería. Al
llegar, la mayoría de personas posaron sus ojos en mí, pero no
le di importancia y busqué con la mirada a mis amigas, las
cuales encontré sentadas en una mesa un poco apartada del
resto. Al llegar allí tomé asiento al lado de Caroline, sin pedir
permiso bebí de su botella de agua y descansé de la pequeña
maratón.
— ¿Qué demonios te ocurre? —Holly hizo una mueca de
preocupación.
—Cam… —logré murmurar.
—Ya vuelvo —se levantó de su asiento, pero la detuve.
— Le arrancará las pelotas, ¿verdad?
—Esto es una especie de Déjà Vú…
—Dime antes de que le corte su melena rubia.
—Me ha dicho te amo.
—¿Que te ha dicho qué? —murmuraron con asombro y
asentí.
—Que alguien detenga el tren del amor de ese chico…
Luce, en serio, ¿qué mierda le viste? —preguntó Myrtile,
haciéndome reír.
—Pues es muy lindo y tiene unas manos bonitas… —Me
detuve a pensar. —También tiende lindos sentimientos… ¡Ah!
Y sabe cocinar.
—Entonces podemos ser novias porque tengo esas
cualidades, tonta. —Apreté los labios con fuerza y
simplemente me encogí de hombros.
—Es que besa como si estuviese peleando —murmuró
Horry muy bajito y me interesé.
— ¿Cómo lo sabes? —inquirí mientras cogía un pepinillo
del plato de Tristán, quien acababa de llegar.
—Eh… —se revolvió en su asiento y batallaba en su
interior para tomar una decisión. —Vale, hace tres años
estábamos en una de las fiestas de Samantha y nos dimos un
beso… Ya sabes, besa como un sapo.
—Ah.
Eso no me lo esperaba en absoluto, pero no le di
importancia. No me molestaba, debido a que fue algo que
sucedió mucho antes de mí y, en ese entonces, apenas estaba
forjando y consolidando mi amistad con Holly, por lo que era
irrelevante en mi presente.
— ¡Cuidado! —exclamó alguien.
Un balón de baloncesto venía directo hacia nosotros. Iba a
cubrir mi cabeza con mis brazos, pero fue demasiado tarde, el
balón impactó en mi cabeza haciéndome desmayar.
Al despertar, me encontré en la enfermería de la
universidad, la cual se asemejaba mucho a la sala de urgencias
de un hospital. Me quejé por el fuerte dolor y la punzada que
sentí en mi cabeza. Caroline se levantó de la silla de al lado.
— ¿Cómo te sientes? —Cogió la jarra del agua y vertió un
poco en un vaso. Me lo pasó junto con una pastilla y me la
tomé.
—Me duele mucho la cabeza. —Hice una mueca y Caroline
acarició mi brazo.
—Te diré lo siguiente, pero no quiero que confundas las
cosas, ¿vale? —Asentí. Ella apartó un flequillo y lo colocó tras
de su oreja. —Jake fue quien te trajo aquí. Uno de sus amigos
fue quien lanzó el balón y, al verme preocupada, supo que algo
pasaba. Al llegar, se alteró y te ha traído en sus brazos. —
Soltó una risita nerviosa. —Hasta hace unos minutos estuvo
aquí, pero tuvo que ir a buscar a su hermana al jardín, no creo
que tarde.
Jake se había preocupado por mí. Sonreí involuntariamente
y sentí un cosquilleo en mi estómago. Mi amiga se percató de
ello y negó lentamente.
—No te hagas ilusiones, Luce. —Suspiró con pesadumbre.
Me incorporé nuevamente en la camilla y esperé a que
siguiera. —No sabemos si tiene novia o, si tal vez, se ha
cambiado de equipo.
—No te preocupes. —Apreté mis labios y forcé una
sonrisa. —Tal vez tenga novia, está extremadamente guapo…
¿No crees?
—¡Lucinda! —Me golpeó en la pierna y reímos. —Aunque
sí, está muy bien.
—Thomas.
—Lo sé, tonta. —Tomó asiento a mi lado. —Está pensando
en venirse a vivir acá, ya sus padres le están pidiendo que deje
su casa.
— ¿Y.…?
—Quiere que nos vayamos a vivir juntos. ¿Tú crees que es
una buena idea? —Cogí su mano y la apreté con fuerza.
—Si tú quieres, adelante. No hay nadie que te lo impida,
hasta tu madrina está dispuesta a darte su antiguo apartamento
para que aprendas a ser independiente.
Rascó su cuero cabelludo mientras pensaba. Tal vez fuera
una buena idea, habían cumplido cuatro años de novios a pesar
de los kilómetros que los separaban.
Se veían todos los fines de semana: Thomas venía o ella
iba, a excepción del año pasado. Él también se lo tomó
sabático y viajó con nosotros a diferentes lugares en Estados
Unidos, Canadá e Inglaterra.
Pasaron varios minutos mientras hablábamos sobre la gran
decisión y el gran paso que estaba por tomar su relación. La
puerta de la enfermería se abrió dejando ver a Jake, quien
llegaba agitado con sus hermanos atrás. Traté de recordar sus
nombres, pero fallé en el intento, tan solo recordaba el nombre
de la menor puesto que nos llamamos igual.
—Hola, Lucinda. —Saludó Jake con las manos en sus
bolsillos.
—Hey… —respondí en un susurro muy bajito.
—Ellos son mis hermanos: Isaac, Valerie y ya conoces a
Lottie. —Sonrió y le devolví el gesto con timidez.
—Tú eres Lulú, ¿verdad? —Preguntó la mayor, Valerie.
Fruncí el ceño ante el diminutivo de mi nombre, Caroline lo
notó e hizo una mueca.
—No le gusta que la llamen así… —le susurró y Valerie
captó.
—Soy Lucinda—corregí con una sonrisa forzada.
—Ah. Hola, yo soy Valerie. —Caminó hacia la camilla y se
colocó frente a mí. —Hace un par de años mi hermano no
paraba de hablarme de ti. —Susurró demasiado bajo y solo yo
pude escuchar. —No paró hasta que cumplí nueve.
— ¿Cuántos años tienes? —le pregunté.
—Doce.
—Ya eres toda una mujer, ¿eh? —Bromeé y ella rió junto a
mí.
—Luce… —El cuerpo de Jackson apareció en mi campo de
visión, dejándome sin palabras y sin ánimos de seguir
hablando con su hermana.
Cogió la silla que estaba al lado de la camilla, la acercó y
tomó asiento para poder hablarme.
Mi pulso se aceleró al momento de hacer contacto visual y no
pude evitar sonrojarme. Valerie se fue y tomó asiento con
Caroline y sus hermanos, dejándonos relativamente solos.
— ¿Cómo te sientes? —preguntó. Llevó su mano a mi
rostro y la posó en mi mejilla.
Me sobresalté por su tacto y él sonrió sin mostrar sus
dientes.
—Me preocupé mucho, Luce. Le tengo advertido al idiota
de Tyler que no juegue con el balón en la cafetería, mira el
moretón que te dejará el golpe. —Acarició mi mejilla, cerré
mis ojos por un momento y los abrí para encontrarme con sus
ojos esmeralda clavados en los míos.
—Estoy bien, Jake —logré articular.
—Me alegra que estés bien, Lulú.
Mordí mi labio inferior y no pude evitar sonreír al escuchar
“Lulú” de sus labios.
—Quiero que estemos bien, Luce.
Fruncí el ceño y lo miré, no sabía a qué se refería
exactamente.
—Me refiero a que dejemos lo que pasó hace cuatros años
atrás… Ya ambos superamos esa relación, ¿verdad? —Asentí.
—No quiero que estemos mal, ¿vale? Pese a la forma en la que
nos conocimos, créeme que estoy muy feliz de verte.
—No puedo creer que seas tú, Jake. —Posé mi mano sobre
su antebrazo.
—Aquí estoy, dispuesto a dejar esa relación en el pasado y
retomar la amistad que teníamos, ¿te parece?
Lo miré fijamente a los ojos y asentí lentamente mientras
mi respiración se volvía más pesada. De un momento a otro
sentí sus brazos rodearme y no dudé ni un segundo en
corresponderle. Él se levantó de su asiento para prolongar de
una manera cómoda el abrazo. El abrazo que tanto
anhelábamos. Me reconfortaba y me hacía sentir segura.
Escondí mi cabeza en su cuello y colocó la suya sobre la mía.
Me arrulló moviéndose lentamente de un lado a otro y besó mi
cabello con delicadeza. Podía ser yo misma en aquel
momento, podía expresarme y sacar todo lo que sentía. Sin
pedir permiso, de mis ojos empezaron a brotar pequeñas
lágrimas y un sollozo se escapó de mis labios haciendo que
Jake me atrajera aún más hacía sí.
Cuatro años atrás, deseábamos estar de aquella forma en
DisneyWorld, el lugar donde supuestamente los sueños se
hacían realidad. Miles de recuerdos invadieron mi mente,
haciendo que me aferrase más a su abrazo. No me quería
separar de sus brazos.
— ¿Ya estás bien? —preguntó y asentí lentamente.
Depositó un beso en mi frente y sonrió.
—Gracias, Jake.
—Para eso estamos los amigos, ¿no? —Guiñó su ojo
derecho y le sonreí.
Cogió el vaso que Caro me había servido y bebí con
pequeños sorbos.
— ¿Queréis que os lleve a casa?
Observó a Caro y luego a mí. Estaba dispuesta a aceptar,
pero recordé que había traído la camioneta.
—He venido en mi camioneta —le expliqué, pero de
inmediato se negó.
—Tú no puedes conducir así, te acabas de dar un fuerte
golpe y necesitas reposo.
—Jake…
—Dame el número de tu hermano —me interrumpió—, le
llamaré para que venga a por la camioneta y tú te vienes
conmigo. Caroline, tú también.
Acepté.
Me bajé de la camilla con ayuda de Jake, Caroline me pasó mi
jersey y me lo puse rápidamente. Cogí mi mochila, pero Jake
me la quitó y se la colocó en su espalda.
—Pareces gay, Jake. —Reí y él adoptó una pose afeminada.
— ¡Ay, amiga! —gritó y cubrí mi boca con la mano para
evitar reír estruendosamente.
Jackson siempre había sido una persona con un buen
sentido del humor y me agradaba saber que eso no había
cambiado. Él siempre estaba dispuesto a sacarme mil sonrisas
cuando más lo necesitaba.
***
—Muchas gracias por traernos, Jake. —Agradecí una vez
estando en mi casa. Me incliné hacia él y le di un beso en la
mejilla.
—No hay de qué, Lulú.
Me observó con una sonrisa y se la devolví.
—Nos vemos, Jakie.
Él amplió su sonrisa, me cogió del brazo y me pegó a su
pecho.
—Nos vemos, Lulú.
—Adiós, niños.
—Adiós, Luce —respondieron al unísono, lo cual les hizo
gracia y empezaron a reír.
Jake me acarició la mejilla y sonreí sin mostrar los
dientes. Besó mi frente. Bajé de su camioneta junto con
Caroline, quien se bajó después debido a que se estaba
despidiendo de Jake y sus hermanos. Al entrar en casa arrojé la
mochila al suelo y observé al techo.
— ¿Qué te sucede? —Rió y caminó hacia el salón.
—Soy amiga de mi ex novio.
Tomé asiento sobre el sofá, haciendo un análisis de la
situación. Ser amiga de tu ex novio implicaba demasiado, se
ponía en juego mi relación con Cameron. Él solía ser muy
celoso.Caroline salió de la cocina con dos vasos y una bolsa de
Haribbos en el antebrazo. Tomó asiento a mi lado, me dio un
vaso que contenía soda dietética y me pasó la bolsa de
Haribbos.
— ¿Quién se habrá tomado mi soda? — Fruncí el ceño.
Odiaba la soda dietética, se me hacía tan insípida… No
podía creer que hubiera gente que la bebiera.
—Ni idea… ¡Oye! ¿Dónde están Zeus y Alaska? —
Preguntó y le dio un sorbo a su soda.
—En el veterinario con Daniel, les tocan las vacunas y, a
Alaska control por el embarazo. —Abrí la bolsa de gomitas y
cogí una. —Los Haribbos son el paraíso.
—No… —me contradijo. —El paraíso son las
hamburguesas, amiga.
—Lo que digas, tonta.
—Vámonos. —Se levantó del sofá mientras bebía su soda
rápidamente.
— ¿A dónde?
—A McDonal’s, me dio hambre. —Solté una carcajada.
Cogí mi mochila y caminé junto a ella hacía la puerta.
***
—No puedo creer que en serio me hicieras meterme ahí. —
Me bajé del taxi después de haberle dado un leve golpe.
—Eres una loca de las gomitas. Le dices sí a todo si la paga
son haribbos. Deberías calmar tu obsesión, amiga.
—Por lo menos yo entré a los juegos de McDonal’s y tú no.
—Le saqué la lengua a modo de juego haciéndole reír.
—Tonta… ¡Se me olvidaba decirtelo! Me voy a quedar a
dormir aquí hoy. —Abrí la puerta de la casa y asentí.
Zeus y Alaska corrieron hacia mí mientras movían su cola
con emoción. Les empecé a hablar mientras agudizaba mi voz.
— ¿Y yo? —preguntó Caroline.
Ambos la observaron y corrieron a ella para pedirle cariño.
Después de un rato, subimos a mi habitación junto con
Alaska, quien iba a dormir conmigo hasta el día de su
parto. Encendí la luz y el cuarto se iluminó. Me dirigí al
armario y saqué unas sábanas y dos pijamas. Las dejé sobre mi
cama y le lancé uno a Caroline, quien se encontraba
acariciando a Alaska. Me lanzó una mirada fulminante y reí
mientras me quitaba el jersey.
— ¡Dámelo, nena! —Gritó mientras reía. — ¡Estás buena!
Quité mi blusa y ella siguió con ese tipo de comentarios
bromistas.
—Me encantas, nena. —Soltó un gruñido y me dio un azote
en el trasero cuando se dirigía al baño para cambiarse.
— ¡Yo me cambié aquí! —protesté.
—Andrés me visitó ayer.
—Ah, ya sabes en qué parte están las compre…
—Esta casa es más mía que tuya, así que no necesito que
me digas dónde está cada cosa —me interrumpió.
Totalmente de acuerdo. Desde que conocía a Caroline
pasaba muchísimo tiempo en mi casa y eso se debía a que
tanto su madrina y hermano estaban ocupados durante el día.
Ella era un miembro más de la familia y nosotros, los Shelley,
estábamos felices con ella.
Tomé asiento en mi cama, me terminé de colocar el pijama
y encendí la televisión. En el canal donde lo había dejado
estaban poniendo Bob Esponja, así que decidí dejarlo. De mi
mochila saqué la bolsa empezada de Haribbos y me dispuse a
terminarla. Alaska se levantó de su asiento y empezó a
lamerme. Le hice una seña para que dejara de hacerlo y
efectivamente lo hizo.
Mi teléfono vibró, lo cogí y vi que tenía un mensaje en
WhatsApp de un número desconocido.
“Luce, soy Jake. Éste es mi número. Espero que sigas
mejor.”
Luce: ¡Hey! Ya estás en mis contactos. Gracias por
preocuparte, Jake.
Jake: No agradezcas. Simplemente me nace, Lulú.
Luce: Hasta mañana, Jakie.
Suspiré con pesar y me incorporé nuevamente en la cama.
«¿Estoy haciendo mal?»
Al ser amiga de mi ex, era muy comprometedor, ¿no?
Muchas personas lo podían mal pensar aunque, casi nadie a
excepción de mis amigos y familia, sabían que tuvimos una
relación.
La puerta de mi habitación se abrió dejando ver a
Katherine, quien entró con unas pastillas y los platos de
Alaska.
—Hola, hermanita —saludó alegremente. — ¿Qué tal la
universidad?
—Hasta ahora todo va bien, ¿qué tal tú? ¿Cómo marchan
las cosas con Luke?
Las mejillas de mi hermana se encendieron, delatándola.
Abrí mis ojos con sorpresa.
— ¿Lo hicisteis? —pregunté con sorpresa y su rostro se
encendió aún más.
— ¡Lucinda! —chilló.
—Ya decía yo… tanta ausencia tuya, se me hacía un poco
raro.
—Se está comportando como un príncipe, Luce. —Suspiró.
Vertió en el agua un sobre color blanco y empezó a
disolverlo con una cuchara. Alaska se acercó y empezó a beber
del líquido.
—Le enviaron estas vitaminas. —Me tendió una caja
trasparente donde se podían apreciar varios frascos. —Son
diarias y debes esperar dos minutos por cada cápsula.
—Vale. Oye… —La cogí el brazo y ella me miró con
preocupación.
— ¿Qué sucede? —se levantó del suelo y tomó asiento a mi
lado.
Cogí aire, dispuesta a contarle los últimos sucesos en mi
vida.
— ¿Recuerdas a mi ex, Jake? —Ella asintió. —Estuvo aquí
el sábado porque su hermana es novia de Matt.
Ella abrió su boca sorprendida y asentí dándole a entender
que era verdad.
— ¿Cómo te sientes? ¿Confundida? —asentí y luego
negué.
—Es extraño… Aún no reacciono, no puedo creer que sea
Jake. Es como un espejismo de la realidad.
—Tranquila. —Me abrazó y coloqué mi cabeza sobre su
pecho mientras me acurrucaba. —Las cosas se van a aclarar,
¿vale?
—Te quiero, Kath.
—Y yo a ti, Luce.
***
— ¿Qué tal? —preguntó Tristán mientras tomaba asiento
en la mesa de la cafetería con nosotros.
— ¡Tengo un moratón! —señalé mi mejilla. —Todo anda
bien.
— ¡Hola! —Saludó Caroline animadamente y atrás de ella
llegó Jake con timidez.
Cam frunció el ceño con enfado y apreté su pierna por
debajo de la mesa para pedirle compostura.
—Hola, chicos —saludó Jake con timidez y sonreí.
—Ven, siéntate. —Caroline palmeó a mi lado y él asintió.
Caminó hacia mí, dejó su mochila bajo la mesa y su
bandeja sobre ésta, tomó asiento y me sonrió ampliamente.
—Hola, Lulú. —Se acercó a mí y besó mi mejilla.
—Hola, Jakie. —Le sonreí.
— ¿Qué tal tu día? —preguntó. Cogió una patata y se la
comió.
—Hasta ahora, de maravilla.
—Luce —me llamó Cam.
Le hice un gesto para que esperara un minuto, pero él bufó.
—Creí que no te gustaba que te llamara Lulú —bramó con
enfado —, pero veo que haces excepciones con personas que
no son tu novio.
—Ay, Cameron, estás montando una escena. —Fruncí el
ceño con enfado.
—Quédate con tu Jakie, pero cuando te rompa el corazón
otra vez no vuelvas llorando a mi— —Cogió su mochila y se
levantó.
—Pero si yo te evitaba… ¿Por qué volver a alguien a quien
nunca busqué? —Le pregunté con sequedad. —Y créeme,
Cameron, no te quiero echar en cara un montón de cosas, así
que más te vale que dejes esos absurdos celos que sabes
perfectamente que no van conmigo.
—Quédate con tu Jakie, Lulú. —Escupió las últimas
palabras con desagrado.
—¡Infantil! Eso es lo que eres, por no decirte… Imbécil. —
La última palabra la dije en un susurro porque ya se había
retirado.
—No quería provocar una discusión, yo…
—Cam siempre es celoso y sabe que si lo sigue siendo le
voy a terminar. —Interrumpí a Jake al tiempo que me encogí
de hombros. —No tienes la culpa, Jake.
Capítulo 5
Transcurrieron aproximadamente dos semanas desde que
discutí con Cameron, y desde ahí se empezaron a crear una
serie de conflictos entre ambos haciéndome tener el ánimo por
el suelo.
Una tarde de sábado, Jake estaba en mi casa junto a Alaska
y Zeus en mi habitación. Los perros ya se habían
acostumbrado a Jake y sus constantes visitas.Él estaba siendo
un rayo de luz en aquel momento, apoyándome cuando más lo
necesitaba.
—Simplemente no entiendo por qué es tan celoso. Es que
no me va a perder, pero a veces siento que debemos terminar,
¿no crees? —Resoplé y cogí unas cuantas gominolas. Él
asintió y siguió masticando. —Pero es que, es un chico de
lindos sentimientos y no me gustaría herirlo.
Jake soltó una risita irónica y sabía que él había pensado
algo que no me iba a gustar.
—Dilo.
—Me he acordado de nosotros. Has dicho que no te
gustaría herirlo. Pues tú me heriste a mí con él hace cuatro
años. —Mordió su labio inferior mientras una sonrisa tímida
se escapaba de su boca.
—Pensé que no íbamos a tocar más el tema de lo que
tuvimos, Jackson. —Me crucé de brazos y él asintió.
—No volverá a ocurrir, Lulú. A veces, simplemente el
recuerdo llega involuntariamente. —confesó mientras apartaba
un mechón que se colaba en su rostro.
—Sé a lo que te refieres, pero no hay que darle tanto rodeo
a algo que ya murió, ¿vale? —Él asintió y le sonreí
tímidamente.
Palmeó a su derecha invitándome a tomar asiento a su lado.
Me incliné y me arrastré hacia allí.
— ¿Qué quieres ver? —Cogió el mando y encendió el
televisor.
—Están poniendo un documental sobre cirugías. —Me
encogí de hombros y él sonrió.
— ¿Por qué escogiste Diseño Gráfico y no medicina?
Siempre ha sido tu sueño.
—No sé, sabes que me gusta dormir y no soporto mucha
presión porque el estrés es hereditario en mi familia —le
expliqué y él asintió.
—Veamos el documental entonces.
Cogí el mando de sus manos y puse el canal donde ponían
aquel documental.
Después de un rato, me entró sueño y los ojos empezaron a
cerrárseme; las caricias de Jake en mi brazo no ayudaban nada.
Bostecé y apoyé mi cabeza sobre su hombro.Mi respiración
cada vez se hizo más lenta y Jake no paraba con sus caricias.
Capítulo 6
Verla dormir sobre mi hombro fue casi un regalo. Una chica
tan linda como ella no debería estar sufriendo por un tío tan
estúpido como él. Está bien ser celoso hasta un punto
aceptable, pero hacerle escenas en la cafetería superaba los
límites.
Detallé cada parte de su rostro, desde sus hermosas cejas
hasta su barbilla con mis dedos. Hubiese deseado estar así con
ella hace cuatro años, cuando nos amábamos. Ella era
hermosa, en todo el sentido de la palabra.
Aunque no tuviéramos los mismos sentimientos, tenía la
esperanza de volver a ser los mismos amigos de antes. Por ella
era capaz de muchas cosas, incluso romperle la cara a
Cameron si le llegase a faltar al respeto.
Pasó el tiempo rápidamente y Luce seguía dormida, pero en
aquel momento estaba recostada sobre su cama rodeando con
el brazo a Alaska, quien parecía disfrutar de eso.
La puerta de la habitación se abrió dejando ver él
corpulento cuerpo de Daniel, quien me observó a mí y luego a
Luce y frunció el ceño con desaprobación.
— ¿Qué demonios? —susurró mientras me señalaba.
—No hicimos nada, se ha quedado dormida —le expliqué.
El soltó el aire y sonrío con timidez mientras se acercaba a
la cama. Tomó asiento y me observó fijamente.
— ¿Qué haces aquí?
—Estaba tratando de distraerla, lleva dos semanas de pelea
con Cam y está desanimada.
La observé con una expresión de lástima y fruncí los labios.
—No me gustaría verla sufrir. —Apreté los labios.
—Te importa, ¿eh?
—Sí. Personas como ella no se deben dejar ir.
Y, en efecto, personas tan dulces como ella no se deben
dejar ir. Ya lo hice una vez, por fuerzas mayores, pero no
pensaba volverlo a hacer.
—Tú… Ya sabes, ¿sigues sintiendo cosas por ella? —Lo
observé fijamente.
Traté de organizar mis ideas en la cabeza. Luce fue y era
alguien muy importante en mi vida, y no había cambiado. En
realidad, seguía siendo la misma chica de catorce años que me
envolvió a través de la distancia, a la que amé a través de una
pantalla. Tomé aire y lo expulsé.
—Creo que sí.
Capítulo 7
Estábamos los cinco sentados en las mesas alrededor del
campus, mientras veíamos a todos sumidos en sus aparatos
electrónicos. Habíamos hecho una apuesta al llegar a la
universidad, nada de aparatos electrónicos hasta que finalizara
la jornada académica. Elegimos aquel día debido a que, como
Caroline y yo estudiábamos diseño gráfico, teníamos excusa
para usarlos. Me recosté sobre la mesa mientras soltaba un
suspiro de derrota, levanté mis manos en resignación y
Caroline negó.
—No te des por vencida tan rápido, yo quiero esas
gominolas. —Bajé mis manos y me quedé pensativa.
Estábamos apostando chicas contra chicos, el grupo que
ganara le debía dar a cada miembro del equipo contrario lo que
quisiera, que no sobrepasase el presupuesto de treinta dólares.
—Puedo soportar un día sin internet —dijo Jake mientras
mordía su dedo índice.
—Estás ansioso, Jackson Lancaster. Conozco esa manía de
morderte el dedo índice. —Lo reté con una sonrisa malvada.
Él resopló y negó lentamente.
—Puedo soportarlo.
—Bzzz…bzzz…bzzz. —Imité el sonido de un móvil
vibrando. — ¿No quieres tu teléfono?
—Ay, Dios mío, nena. Me vuelves loco. —Bramó con
desesperación y solté una carcajada.
—Hagamos de este día un poco más divertido. —Tristán
levantó su cabeza de la mesa para empezar hablar. —
Juguemos a la botella.
—Esto se pone intenso —le susurró Cam a Jake y sonrieron
de acuerdo.
Desde hacía un par de días, Cam y yo nos habíamos
reconciliado, lo disculpé con la condición de que se intentara
llevar bien con Jake. Él aceptó y, en aquel momento,
estábamos bien en el grupo.
— ¡Gira!
Holly le lanzó una botella a Tristán, él la atrapó y giró la
botella sobre la mesa.
— ¡Cameron con Caroline! —Toda la mesa guardó silencio
mientras ella lo miraba con una sonrisa malvada.
— ¿Verdad o reto?
—Verdad —dijo con seguridad.
—Lugar, edad, y persona con quien perdiste la virginidad.
—La cara de Cam se encendió de un vivo color rojo y todos
nos reímos.
—Vivía en Inglaterra, mis amigos me habían organizado
una parrillada para celebrar mis dieciséis años. —Tragó saliva
y prosiguió. —Había una chica que era muy atractiva y
estábamos conversando en la cocina. Nos besamos y
terminamos en…bueno, ya sabéis dónde.
—Intenso —murmuró Myrtle y asentimos lentamente.
—Sigamos.
Tristán volvió a girar la botella. Tristán preguntaba, yo
respondía. Mierda.
—Verdad.
—Lo mismo, primera vez.
Solté una risita. Aún no tenía mi primera vez.
—Fue hace un año, estábamos aburridos viendo la
televisión en el salón. Él me empezó a besar y así fue como
sucedió mi primera vez con Elmo. —La cara de todos era tan
épica, que me hicieron soltar una fuerte carcajada.
—Hablamos en serio, Lulú. —Jake mostró mucho interés y
fruncí ligeramente el ceño.
—Yo… aún no la tengo —murmuré avergonzada y solté
una risita.
— ¡Arriba el celibato! —Exclamó Caroline, haciéndonos
reír a todos.
—¿Tú? ¿Virgen? —Todos empezamos a reír
estruendosamente.
—Eso es tan falso como decir que Cameron besa bien —me
susurró Holly haciéndome reír.
El juego continuó un rato más; los demás respondían
preguntas incómodas o contaban anécdotas un tanto divertidas
o vergonzosas. No podía creer que mi grupo de amigos
estuviera tan estable después de semanas llenas de tensión.
—Primera vez, Jake —dijo Holly, apuntándole con la
botella.
—Tenía dieciocho, fue en una fiesta que estaba muy
emocionante. —Rió por el recuerdo. —Fue con… no recuerdo
el nombre de la chica…en el sótano del dueño de la casa.
— ¡Eso es asqueroso! —Exclamé entre risas. —Vuestras
primeras veces han sido asquerosas.
—Lo dices porque todavía no lo has hecho —Trató de
retarme Holly con una sonrisa.
—Pues será más bonita que en la parte trasera de un Jeep,
te lo aseguro.
—Deberíamos hacer otra apuesta. Un día sin decir una
letra, sería exasperante, ¿no creen?
Todos asentimos.
Cam realizó un mal movimiento y escuché cómo abría una
bolsa bajo la mesa. Lo observé expectante y me incliné en la
mesa.
—Muéstrame lo que tienes allí. —Señalé con mi dedo
índice y fruncí el ceño.
Negó a la defensiva.
—Cameron… —Amenacé.
Él suspiró con resignación y sacó lo que tenía debajo: una
bolsa de gomitas. Fruncí el ceño.
— ¡Dame! —Exclamé y me subí sobre la mesa para llegar
a él más rápido.
Se levantó dispuesto a marcharse, pero lo sujeté fuerte de la
camisa.
— ¡Compartir es vivir!
—Entonces moriré. —Empezó a meterse cantidades
excesivas de gomitas a la boca.
—Jake, quitaselos —le ordené y él estiró su brazo para
quitárselo.
Al momento de dar la vuelta, realicé un mal movimiento
haciéndome desplomar para parar al suelo. Pero el impacto fue
evitado por Jake, quien me sostuvo en sus brazos y me sentó
en su regazo.
Lo observé fijamente y él me imitó.
— ¿Estás bien? —Asentí levemente, hipnotizada en sus
ojos verdes.
—Ajá —murmuré.
—Ibas a caerte.
«Espera. ¿En serio, Jackson? ¿No me digas?»
Cameron cogió su mochila, susurró un montón de
palabrotas y se marchó.
—Ese chico, definitivamente tiene problemas de celos.
—Ni que lo digas —reaccioné y me levanté de su regazo.
—Por lo menos te dejó la bolsa de gomitas.
— ¡Son míos! —Se levantó Caroline.
***
La jornada finalizó, todos habíamos ganado, así que
salimos a comer a una heladería que había en el malecón. Al
parecer, Cameron se había enfadado porque Jake me había
atrapado. Eso era realmente estúpido, debía haberle dado las
gracias en vez de murmurar tantas groserías.
Realmente de esta no iba a salir disculpado tan rápido.
Estábamos en la heladería comiendo helado, cuando Jake
hizo un comentario e hicimos contacto visual. Mi mente viajó
al pasado.
Nuestras peleas eran por celos vagos, por cosas sin sentido
y eran solucionadas al instante. El orgullo no existía y solo
reinaba el amor.
Cuando eramos “JacLu” todo era diferente. Los celos se
veían afectados por la ilusión, se esfumaban con tan solo un te
amo, mientras que con Cameron solo eran problemas.
«¿Qué debo hacer? ¿Romper con Cam?»
Después de meditar en mi interior durante media hora,
llegué a la conclusión de que debía terminar mi relación con
Cameron. No podía soportar más a un chico que se ponía
celoso por cada paso que daba.
Al llegar a mi casa, me fui directamente a mi habitación
para realizar una tarea investigativa para mañana, básicamente
iba a copiar, pegar y cambiar algunas palabras debido a que el
profesor solo nos iba a poner a leerla de todos.
La terminé a eso de las 10:00 p.m y bajé a la primera planta
en busca de Alaska para darle sus vitaminas y la última
comida del día. Ahora que estaba embarazada, debía comer al
menos cuatro veces al día en porciones pequeñas. Al terminar
de darle la comida a ambos perros, los subí a mi habitación
para que durmieran conmigo.
Me dirigí hacia el armario, cogí mi pijama y me vestí
rápidamente para irme de inmediato a dormir.
***
Terminé de arreglar mi cabello en una trenza francesa, cogí
mi mochila y guardé mi portátil, el móvil y un cuaderno. Bajé
a la primera planta seguida de Zeus y Alaska, quienes me
hacían compañía en todo momento.
Al llegar al salón, me encontré con Jake hablando
animadamente con mi padre y Daniel sobre algún partido de
lacrosse.
«Hombres tenían que ser».
—Buenos días. —Saludé mientras dejaba la mochila sobre
el sofá.
Los tres se giraron para mirarme.
—Buenos días —dijeron al unísono y volvieron a su
conversación.
—Vale, he sido cambiada por un juego de Lacrosse —
murmuré para mí misma.
Me dirigí hacia ellos y deposité un beso en la mejilla de
cada uno. Jake se detuvo a observarme y me sonrió
abiertamente. Luego, me encaminé a la cocina para servirme
en un plato un poco de leche con cereales. Me senté en el
taburete y al cabo de un rato entró Kathe con los niños recién
levantados.
— ¡Tía Luce! —Exclamó Jeremy mientras corría hacia mí
y envolvía sus brazos en mis piernas para darme un abrazo.
— ¿Cómo estás, mi amor? —le pregunté y deposité un beso
en su frente.
— ¡Muy bien! Tengo un diente flojo, mira —Abrió su boca
y me mostró cómo se le movía uno de sus dientecitos. —Papá
dice que es porque ya soy un niño grande.
— ¡Wow! Claro que sí, Jeremy. Ya puedes irte a dormir a
las 8:00, ¿verdad, Kathe? —Ella asintió somnolienta y tomó
asiento a mi lado.
—Mami, quiero comida. —Protestó Lexie mientras
golpeaba levemente la pierna de mi hermana.
— ¿Qué quereis desayunar? —Me levanté y abrí el
refrigerador.
—Emparedado de queso fundido —dijo sonriente.
—Yo también, tía Luce.
—Emparedado de queso fundido será.
Después de hacerles el desayuno a mis sobrinos y dejarle
sobre el taburete el suyo a Matt, envuelto en papel Film, me
dispuse a lavar mis dientes y bajar a la primera planta para ir
en busca de Jake.
—Papá, cuando levantes a Matt le das el desayuno, está
sobre el taburete. Lo que debes hacer es calentarlo durante
treinta segundos y le quitas el plástico. —Cogí mi mochila. —
Ah, y hay leche chocolatada en el refrigerador. Daniel, en una
hora le das las vitaminas a Alaska y luego les das el desayuno
a ambos.
—Sí, mamá —bromeó.
Apreté mis labios ante el recuerdo de mamá. Sería de
mucha ayuda tenerla en esos momentos.
Jake apretó mi mano al percatarse de mi cambio de humor
y le sonreí.
—Nos vemos por la noche.
—Te quiero, cariño —gritó antes de que saliera por la
puerta.
—Te quiero más, papá.
Caminamos hacia su camioneta, la cual estaba aparcada en
la salida del garaje, subí de copiloto y arrancó de inmediato.
—Ayer estuve meditando un poco —le comenté mientras
observaba la carretera desde mi ventana.
— ¿Y bien?
—Llegué a la conclusión de que terminaré con Cameron,
sus celos son absurdos. —Suspiré profundamente y proseguí:
— ¿Crees que es una buena idea, Jake?
—Pues si eso es lo que tú crees que está bien, entonces
hazlo, que nada te detenga. —Me miró, me regaló una sonrisa
y fijó sus ojos nuevamente en la carretera.
—Entonces, deséame suerte, Jakie.
—Suerte, Lulú. —Soltó una risita.
***
El profesor dio por terminada la clase. Cogí a Caroline del
brazo y juntas salimos a la cafetería. Pasamos por el edificio
de Holly y Tristán, luego por el de Myrtle y finalmente por el
de Jake.
Fuimos a la cafetería y tomamos asiento en la misma mesa.
—Luce, contrólate. —Myrtle posó una mano sobre mi
hombro y lo apretó.
—Nunca he terminado una relación, no sé cómo hacerlo.
¿Qué le digo?
—Lo que sientes y ya. Es más fácil decir todo de una vez
que disfrazarlo y darle falsas esperanzas de una oportunidad,
así que dilo sin rodeos.
—Perfecto.
—No estés nerviosa, Lulú —dijo Jake —, lo que debes
hacer es mirarlo fijamente a los ojos y hablar primero, no lo
dejes hablar a él. ¿Por qué? Porque puede convencerte con
palabrería barata para que no le dejes.
—Estoy muy nerviosa. ¿Y si lo hago mañana?
—Es ahora o nunca, Luce. —Holly, me señaló con el dedo
índice y cogió una patata de la bandeja de Tristán.
Pasaron alrededor de cinco minutos y Cam llegó a la mesa
con una pequeña bolsa de gomitas y se acercó a mí.
—Tenemos que hablar —dijimos al unísono.
—Vámonos de aquí. —Cogí mi mochila y empezamos a
caminar fuera de la cafetería.
—Te he comprado haribbos. —Me tendió la pequeña bolsa
y la cogí.
—Gracias, Cam. —Le agradecí y la guardé en mi mochila.
Llegamos a una de los bancos que estaban fuera del edificio
donde estaba la cafetería. Tomamos asiento y lo miré
fijamente a los ojos. Traté de recordar los hermosos momentos
que habíamos vivido juntos en el corto tiempo de nuestra
relación. Él siempre había sido celoso, pero sus celos habían
aumentado desde que Jake se unió a nosotros. Pero, ¿por qué
tantos celos si Jake y yo solo éramos amigos?
—Cam, tenemos que terminar.
Su rostro palideció y empezó a negar lentamente con la
cabeza mientras cogía mi mano y la apretaba con fuerza.
Capítulo 8
Aquella mañana, al despertar, me puse a analizar mi
situación con Luce. Tal vez, a veces me enfadaba muy rápido
y me daban celos, pero ahora que tenía a Jake compitiendo
habían crecido excesivamente. Sabía que todavía quería a mi
chica y sabía que estaba dispuesto a conquistarla nuevamente.
Realicé mi rutina diaria en menos de media hora y, de
camino a la universidad, pensé en pedirle disculpas a Luce con
algo que no resistiría: Haribbos.
Al llegar a la universidad, me bajé de la camioneta y
observé a mi izquierda. Vi a Luce bajar de la camioneta de
Jake, riendo y con los brazos entrelazados como si fuesen
amigos de toda la vida. Puse los ojos en blanco y aguanté por
un segundo un ataque de celos.
Lucinda era el amor de mi vida, de eso estaba muy seguro.
Era una chica tierna, humilde y carismática. Con cada palabra
que salía de sus labios me hacía sentir en el cielo, me hacía
sentir que volvía a nacer. Luché alrededor de un año y medio
para que me hablara y, cuando lo hizo, finalmente me dispuse
a conquistarla y lo logré. Habíamos sido una feliz pareja hasta
que Jackson Lancaster apareció.
Sentía que hasta mis amigos estaban en mi contra y todos
iban del lado de Jake. ¿Qué tenía él que no tuviera yo? La
lógica femenina apestaba. Incluso Tristán salía frecuentemente
con Jake.
La primera jornada finalizó para que empezara la hora del
almuerzo. Me dirigí a la máquina dispensadora que se
encontraba al otro lado del campus. Caminé lo más rápido que
pude, sintiendo cómo mi frente empezaba a sudar por el calor
de Orlando. Al llegar, saqué de mi billetera un billete de cinco
dólares y lo ingresé en la máquina, marqué el numero
veintidós—Donde estaban los Haribbos—, y salió uno, lo cogí
y caminé de igual forma hacia la cafetería. Pero antes, llegué
al baño de hombres, lavé mi rostro y brazos para luego
secarlos con toallas desechables. De mi mochila saqué el
perfume que más le gustaba a Luce y me lo apliqué. Cogí la
bolsa de gomitas y salí del baño para entrar a la cafetería. Al
entrar, visualicé el grupo y lo encontré sentado en la mesa que
acostumbrabamos a usar. Caminé con seguridad hacia ella,
dispuesto a expresarle todo mi amor y a que me disculpara. La
vi tan radiante como de costumbre mientras masticaba un
chicle y Jake le hablaba y ella asentía levemente. Hicimos
contacto visual y le sonreí levemente.
—Tenemos que hablar —dijimos al unísono.
Supe que algo andaba mal.
—Vámonos de aquí. —Cogió su mochila con
determinación.
Empezamos a caminar el uno al lado del otro, sin decir
absolutamente nada. Sintiéndonos incómodos por la presencia
del otro.
—Te he comprado Haribbos. —Le ofrecí la bolsa y ella la
cogió con delicadeza.
Por un momento pude ver cómo sus ojos se iluminaban y
sentí esperanza de que todo marchara bien.
—Gracias, Cam. —Los guardó en su mochila sin decir más.
Llegamos a los bancos que estaban fuera del edificio,
tomamos asiento y nos miramos fijamente. Su mirada se veía
perdida, quería decirme algo que me iba a doler y no sabía
cómo.
—Cam, tenemos que terminar.
Simplemente lo soltó. Sin tapujos, siendo clara y precisa.
Sentí cómo se iba la sangre de mi rostro y lo único que supe
hacer fue negar lentamente, cogí su mano y la apreté con
fuerza para no dejarla ir.
—Luce, no me hagas ésto. No… —susurré mientras mi
rostro se cubría de lágrimas. —Yo te amo.
—Cameron, no puedo seguir con alguien que vive celoso
continuamente. Desde que Jake llegó te has salido de control.
—Apretó sus labios con fuerza y le empezó el tic en los labios
que hacía cuando estaba nerviosa. —Eres un chico
maravilloso…
—No, Luce. No me digas eso, no me dejes. Hazlo por los
hermosos meses que llevamos juntos, mira que en dos días
cumplimos nueve meses. —Bramé con desesperación. Noté
cómo su rostro se entristecía.
—Cam… —Cogió mis manos y las acarició como solo ella
lo sabía hacer. —Esta es una relación de dos, ¿vale? Y si una
persona no se siente bien con la otra, simplemente hay que
romper el vínculo.
—Pero yo no te quiero perder, Lu. —Lloriqueé sin
consuelo alguno. —Esto es por Jake, ¿verdad? ¿Qué tiene él
que no tenga yo?
Ella arrugó su frente extrañada, negó rápidamente e hizo
una mueca con la boca.
—A eso es a lo que me refiero. Esos celos los odio, por eso
quiero que rompamos. Y, si no te importa, debo ir a almorzar.
Se levantó del banco y se fue rumbo a la cafetería. Observé
el cielo y solté un millón de maldiciones.
—La cagaste, Cameron.
Capítulo 9
Sentí una punzada de dolor en el pecho, pero seguí
caminando hacia la cafetería. Me detuve en seco y cogí mi
móvil para marcar el primer número que se me vino a la
mente.
—No puedo entrar —dije con la voz temblorosa.
— ¿Todo está bien, Lulú?
—Ya hemos roto, estoy en la puerta de la cafetería.
—Ya voy para allá.
Colgó de inmediato. Recosté mi espalda contra la pared,
haciendo un gran esfuerzo por no soltar las lágrimas. Al cabo
de unos minutos, visualicé a Jake saliendo de la cafetería
mientras miraba a todos los lados para encontrarme. Se le veía
preocupado y sentí una chispa de alegría por ello. Al verme,
corrió hacia mí y simplemente me abrazó; le correspondí sin
dudarlo ni un instante. Por suerte, en el pasillo no había nadie
y pude sentirme libre en ese momento de soltar las lágrimas
que retenía.
—Todo va a estar bien, Lulú —susurró mientras me
arrullaba. —Sé que duele mucho porque es una persona que
amabas.
—No lo amaba, le quería —corregí aún en el abrazo.
—Vale, es difícil, pero lo superarás, ¿verdad? —Besó mi
cabeza y asentí levemente.
—Me quiero ir a mi casa, Jakie.
— ¿Segura? ¿No tienes otras clases?
Negué con la cabeza.
—Tengo una que no es muy importante que digamos. —Él
asintió y entrelazamos los brazos.
— ¿Quieres que compremos algo?
—Caroline y yo siempre tenemos un Kit para cuando
estamos tristes, ¿quieres que tengamos un Kit? —Le pregunté
y posé mi cabeza sobre su hombro.
—Me encantaría tener un Kit contigo. —Aceptó y acarició
mi mano.
***
—Tenemos helado, Haribbos, patatas fritas, sodas… ¿Falta
algo? —asentí.
—Chocolate, mucho chocolate.
Fuimos al pasillo diez y cogimos una cantidad excesiva de
chocolate: Kit Kat, Hershey’s, Kinder, Ferrero y Nutella, la
cual no podía faltar. Con todos esos productos, nos fuimos
directamente a la caja registradora, Jake no me dejó pagar la
mitad así que le dije que yo pagaba la cena y aceptó.
Subimos al coche y partimos rumbo a mi casa. Al llegar,
subimos a mi habitación, encendí el aire acondicionado y nos
acomodamos en mi cama para iniciar la maratón de películas
deprimentes.Cogí el chocolate sabor chicle y le pasé el sabor
de Brownies a Jake. Pusimos “Un amor para recordar”, dado
que las recomendaciones decían que daban unas ganas
enormes de llorar.
Ver películas tristes, cuando estás triste: todo perfectamente
balanceado.
***
—Jenny tiene Leucemia, Jake. No es justo. —Lloriqueé en
su hombro y le di una cucharada a mi helado.
—No es justo, Lulú. No lo es. —Pasó su brazo por mis
hombros y me atrajo hacia sí para arrullarme.
—No es justo que el amor apeste. —Me quejé y él suspiró
pesadamente.
—No lo es, pequeña. No lo es.
—Ahora Landon va a sufrir mucho. —Golpeé la cama con
fuerza y él acarició mi espalda de arriba hacia abajo.
—Así es, Luce. Así es.
—Deja de decir eso, haces que me sienta más triste,
Jackson. —Protesté y escondí mi cabeza en su torso.
—Solo te digo algo, hay muchos peces en el mar y solo uno
te va saber amar de una forma loca y tú le corresponderás de la
misma forma.
— ¿Eso crees, Jakie? —Alcé mi rostro lleno de lágrimas y
lo observé fijamente.
—Estoy seguro de ello, Lulú.
Capítulo 10
Un mes después…
—Entonces, ¿rizadas o lisas? —Le lancé una Haribbo a
Jake y él la atrapó con su boca.
—No le veo la diferencia, son patatas.
—Estoy aburrida, Jake… —hice una pausa — ¿Vamos a ir
a la fiesta de Ivanna?
—No sé, escuché que estará fuera de control. —Se encogió
de hombros.
Una sonrisa se dibujó en mi rostro y asentí rápidamente.
—Tenemos que ir, Jake. Por favor.
—Si me das un besito. —Colocó su mejilla de lado y corrí
hacia él para darle muchos besos.
— ¿Vamos a ir? —Abrí mis ojos, expectante por la
respuesta.
Él hizo una mueca pensativa y lentamente asintió.
— ¡Guay! —exclamé. —Ahora, acompáñame a buscar a
Alaska. Durante esta semana estuvo haciendo su nido, los
cachorros pueden llegar en cualquier momento.
— ¿Tienes todo preparado?
Nos pusimos de pie y asentí.
—Sí, en mi habitación hay un frasco con dos tijeras en
alcohol y al lado una caja cerrada de guantes, también hay
toallas y otras cosas.
—Vale… —Jake miró a un punto fijo por un segundo y
sonrió. —Empieza a bajarlas.
— ¿Qué?
Miré hacia la dirección a la que él observaba y pude ver que
Alaska estaba acostada sobre unas mantas al lado de la mesa
de comedor mientras respiraba agitadamente y empujaba. Mi
rostro se colmó de preocupación y empecé a respirar como
ella. Jake abrió sus ojos como platos y señaló a la perra
exageradamente.
—¡Trae las cosas! —Ordenó y se encaminó hacia ella.
Retrocedí mientras observaba la escena y traté de
calmarme. Subí las escaleras rápidamente. Entré a mi
habitación y me encaminé al escritorio, donde tenía las cosas.
Cogí el frasco con cuidado junto con la caja donde estaban los
guantes y las toallas. Bajé hacia la primera planta y me dirigí
de inmediato hacia el lugar donde estaban.
—Encendí el ventilador, pero no sé si está bien hacerlo —
me dijo con preocupación y algo agitado.
—Sí, pero cuando venga el primer cachorro hay que
apagarlo y encender la calefacción,
***
— ¡Enciende la calefacción, Jake! Aquí viene —Me puse
los guantes rápidamente y abrí el frasco.
Alaska empujó y salió uno rápidamente seguido de otro, y
otro más. Ella rápidamente rompió la placenta del primero y le
ayudé con el segundo para hacerlo más rápido. Corté el cordón
umbilical y le dejé tres centímetros. Lo coloqué al lado y
Alaska empezó a lamerlos. Jake llegó a mi lado y se ocupó del
tercero.
—Toma —me pasó al cachorro y lo cogí con cuidado.
Lo coloqué sobre mi pecho y deposité un beso sobre su
cabeza.
—Son cachorros, Jake. —Sonreí bobalicona, mientras mis
ojos empezaban a llenarse de lágrimas.
—Lo son —me miró fijamente a los ojos.
Sus ojos, verde esmeralda me observaban de manera
penetrante. Sentía que su mirada me leía el pensamiento.
Lentamente, empezó a acercarse a mí y decidí imitarlo. Aún
manteníamos el contacto visual.Nuestras narices rozaron,
sintiendo la calidez de su piel y su respiración chocando con la
mía. Él se empezó a acercar aún más, nuestros labios se
rozaron y sentí cómo mi pulso aumentaba. Pero Alaska tuvo
una contracción haciéndome sobresaltar y girarme a verla.
—Ya, mi amor, solo faltan pocos cachorros. —Acaricié su
cabecita y dejé el cachorro a su lado.
***
Alrededor de las 6:30 p.m, Alaska terminó su trabajo de
parto en manos del veterinario. Queríamos estar seguros de
que todo marchase bien con los cachorros y Alaska. Eran
nueve hermosos y sanos cachorros acostados alrededor de una
cama grande que semanas atrás le habíamos comprado en una
cita de control en el veterinario.
—Son nueve hermosos cachorros —anunció el veterinario
mientras se ponía de pie y se limpiaba con unas toallas. —
Debeis llevarlos en cuarenta y cinco días para la primera
vacuna.
Asentimos.
—Es recomendable que le deis a Alaska comida para
cachorros y seguir dándole las vitaminas. —escribió en un
papel y nos lo tendió. —Habéis hecho un buen trabajo.
—Gracias por venir, realmente se lo agradecemos.
—Tranquilos, lo hago con gusto.
Lo acompañé hacia la puerta principal y él se
marchó. Daniel estaba sentado en el sofá junto con Marie,
ambos se miraban enamorados mientras jugueteaban con sus
dedos entrelazados. Sonreí ante la feliz pareja y tomé asiento
al lado de Jake, quien estaba jugando en su móvil.
— ¿Aún quieres ir a esa fiesta? —preguntó y asentí.
—Después de horas de trabajo de parto, me lo merezco…
¡Nos lo merecemos! —exclamé mientras reíamos.
—Idos tranquilos y dejadnos con doce perros —bromeó
Daniel y le saqué la lengua.
—Vengo la semana que viene. —Me levanté del sofá y
Daniel me imitó.
—Te quiero aquí a las 9:00 p.m. —Se cruzó de brazos y
solté una risa burlona.
—Ven, Jake —lo llamé.
Él se levantó del sofá y juntos caminamos hacia mi
habitación mientras hablábamos de lo hermosos que eran los
cachorros.
Eran seis de color blanco, uno color blanco con marrón y dos
de color negro con blanco.
Entramos a mi habitación y Jake se lanzó a mi cama de
inmediato.
— ¿Has traído ropa, verdad? —asintió con su cabeza
enterrada en el colchón. —Vale, detrás de la puerta hay una
toalla, y ya sabes dónde está el baño de invitados y la
habitación de invitados para que te vistas con tranquilidad,
¿vale?
Él se levantó y bostezó. Cogió su mochila, que estaba sobre
mi cama, caminó hacia la puerta, cogió la toalla y salió directo
al baño.
Le imité.
Al salir del baño, me puse un conjunto de ropa interior de
encaje blanco, busqué unos vaqueros ajustados, un crop top
amarillo y unas plataformas blancas, y me cambié rápidamente
para no dejar a Jake esperando.Tomé asiento al frente del
tocador, apliqué en mi rostro un poco de polvo, colorete y
brillo labial. Fui hacia el armario y saqué un pequeño bolso
para guardar mi móvil y algo de dinero. Golpearon la puerta
con tres golpes. Grité un “Adelante” y abrieron la puerta
dejando ver a Jake entrando seguido de Caroline con Myrtle.
— ¡Nos vamos de rumba! —gritó mientras exageraba sus
movimientos haciéndome reír.
—Ya estoy lista —anuncié.
—Vaya, estás…—Jake me observó de pies a cabeza
haciéndome sonrojar. —Si no fueses mi amiga no te imaginas
dónde estarías.
Bromeó haciéndonos soltar unas carcajadas.
—Ya vi cuál va a ser mi cachorro, Luce —comentó Caro
mientras bajábamos las escaleras.
—Ja, si yo quiero me quedo con los nueve. —Le saqué la
lengua y me golpeó en el hombro.
—No serías capaz.
—Ponme a prueba. —La reté.
—No sigas con esto, Caro. —Suplicó Jake y le golpeé el
hombro siendo juguetona. —¡Fiera!
***
Cogimos un taxi y fuimos rumbo a la casa de Ivanna, quien
era una chica genial de segundo semestre de Administración
de empresas. La conocimos gracias a Jake unas semanas atrás
cuando estaba en la plaza comiendo helado con su novia,
Lauren.
Al llegar, bajamos y observamos el panorama.
—Esto sí que está fuera de control —susurró Myrtle y
asentí de acuerdo.
— ¡Vámonos! —Cogí a Myrtle y a Caroline de la mano. —
Jake, ven.
Entramos a la casa. El volumen de la música estaba muy
alto e involuntariamente empecé a bailar mientras caminaba y
a mover mi cabeza de un lado a otro.
Llegamos al salón, donde estaba la mayor parte de
invitados bailando al ritmo de “Mr. Saxo Beat.”
Jake se fue hacia la barra y yo con las chicas a la zona de
baile que había en la mitad, las luces hacían una excelente
combinación con el ritmo de la canción haciéndonos
enloquecer.
Al cabo de unos minutos, alguien tocó mi hombro, pero no
pude distinguir sus rostros por la flashingLight, la cual estaba
en su tono más alto.
Él simplemente me cogió del brazo y me llevó consigo a la
cocina, donde había varias personas dispuestas a irse.
Era Cameron.
— ¿Qué mierda quieres? —inquirí con indiferencia.
—Tenemos que hablar, Lucinda.
—Creí haberte dejado las cosas claras aquel día.
—Escucha… —Me observó y desvíe mi mirada a un punto
fijo. —Luce.
—Cam, yo no…
—Déjame hablar, mierda —murmuró mientras cerraba sus
ojos fuertemente, interrumpiéndome.
Le hice una señal de resignación y él me regaló una sonrisa.
—Vale, habla.
—Bueno —suspiró —, quiero hablar de nosotros, Luce.
—Ya no hay un nosotros, Cameron —me encogí de
hombros con indiferencia.
—Puede haberlo… Te extraño muchísimo. Extraño tus
sonrisas, tus besos, tus abrazos, tus muecas. —Cogió mi mano
y me dio un leve apretón. —Salgamos mañana, dame una
oportunidad.
—No lo sé, Cam. No quiero volver a lo de antes, tus
celos… —hice una pausa con una cara de disgusto. —Tus
celos son fastidiosos. Y no sé qué te hacía pensar que te iba a
dejar por Jackson.
—Tuvisteis algo más fuerte de lo que nosotros tuvimos. —
Agachó la cabeza y le sacudí la mano, la cual aún me apretaba.
—Hey…—susurré con delicadeza. —Yo también te
extraño, ¿va? Pero es que tus celos son el problema de todo.
—Y, si trato de controlarlos, ¿me darías la oportunidad de
volver a intentarlo? —Después de pensarlo un instante, asentí
lentamente.
—Pero no se te hará tan fácil. A la primera muestra de
celos, te dejo. —amenacé entre risas y él me imitó.
—Eres luz, ¿sabes? —Jugueteó con mis dedos y me atrajo
hacia él. —Te quiero tanto, Luce. No te imaginas cuánto.
—Eres un amor. —Toqué su nariz con mi dedo índice y él
la arrugó como a mí me gustaba y le di un pequeño beso en
sus labios.
Sus brazos me rodearon y dejé mi cabeza posada sobre su
hombro mientras él depositaba pequeños besos sobre esta.
***
Cam se marchó, pero me dijo que volvería en un rato
debido a que tenía que llevar su coche a su casa porque iba a
beber.
Jake estaba perdido, no lo encontraba, así que decidí ir a
por las chicas para bailar un poco.
Las visualicé y las llevé conmigo a la zona de baile. La
música estaba un poco más fuerte y sentía las vibraciones en
mi cuerpo. “I gotta feelig” nos acompañaba, como siempre.
Hubo una especie de Déjà Vú, en la fiesta de Caroline de
hace cuatro años.
Las cuatro hicimos un pequeño círculo y empezamos a
bailar al ritmo de los Black Eyed Peas.
Las chicas me cogieron del brazo y me señalaron para
empezar a hacer nuestra actuación en los bailes.
Al cabo de unas horas, las cuatro estábamos sentadas en la
barra un poco ebrias mientras hablábamos con el Bartender,
quien era un chico muy amigable.
—Le dejé —le dije para después darle un trago a mi mojito.
—Pero hemos vuelto.
Soltamos unas carcajadas al borde de un ataque respiratorio
y el Bartender nos miró divertido.
— ¿Ese es tu novio?
Fruncí el ceño, me giré y me encontré con la mirada de
Jake. Solté un suspiro de alivio al ver que no era Cameron
enojado, siempre ha odiado que beba.
—Veo que eres muy fiestera. —Me quitó el vaso y se lo dio
al Bartender.
—Veo que andas coqueteando con la pelirroja esa. —me
crucé brazos.
— ¡Es la novia de Ivanna, Lauren! —Entrecerré los ojos
para verla mejor y, efectivamente, lo era.
—Da igual, quiero mi mojito Jackson —ordené.
—Vamos a casa, Lulú. No me hagas esto más difícil. —
Pidió con delicadeza y me resigné.
—Vale, pero… —hice una pausa y empecé a hipar. —
¿Quién va a llevar a mis amigas?
—Thomas acaba de llegar con Tristán, están pagando el
estacionamiento. Vamos.
Cogí mi bolso, el cual estaba sobre la barra y me fui con
Jake sin despedirme de mis amigas.
—Fui a por el coche casa —comentó. Asentí y solté una
risita estúpida.
— ¿Has visto a Cam? ¿Puedes creer que hemos vuelto? —
Solté una carcajada estruendosa. —Pero, ¿te digo un secreto?
Sigue besando como un sapo.
Él mordió su labio inferior y soltó una risa muy contagiosa.
—Deja de besarlo —sugirió y lo miré mal. — ¿Qué? —me
preguntó.
—Cam es muy resentido, debo aprender a tratarlo… —le
dije mientras me ayudaba a subir al coche.
—Estás hecha un desastre, Lulú.
—Gracias, me halagas. —Ironicé.
Al cabo de un rato, llegamos a mi casa. Él se bajó y me
abrió la puerta del copiloto y, antes de bajar, me quitó las
plataformas y me ayudó a caminar.
Le di mi bolso y de él sacó las llaves de la casa, abrió y
dejó ver la oscuridad del salón.
— ¿Quieres agua? —Preguntó.
Encendió la luz y asentí.
Caminé hacia el sofá y me recosté sobre él para descansar
un poco.
Jake apareció con un gran vaso de agua y me lo tendió. Lo
acepté y me lo bebí de un solo trago.
—Vamos a tu habitación, Lu.
—No me violes, por favor. —Lo señalé y él rió.
—Arriba.
Negué y levanté mis brazos.
—Llévame, soy una bebé.
Él negó lentamente y se acercó para alzarme en sus brazos.
Mi cabeza reposó sobre su pecho y empezó a caminar hacia las
escaleras para subirlas.
Abrió la puerta, dio un par de pasos y sentí el cómodo
colchón impactar con mi cuerpo.
—Te buscaré el pijama.
Caminó hacia mis gavetas y las abrió. Iba a protestar para
impedírselo, ya que era el cajón de mi ropa interior, pero
llegué tarde.
Él cerró el cajón de golpe y se giró totalmente avergonzado.
Reí ante su incómoda reacción.
—Están en el armario.
—Me quedaré a cuidarte a ti y Alaska, ¿vale? —Asentí. —
Necesitas de mucho cuidado, ¿eh?
—Jake, no me acaban de hacer una cirugía.
—Pero ahora mismo puedes estar caminando y tropezar,
golpearte la cabeza y, ya sabes, tantos problemas que se
generan a partir de un golpe.
—Hasta mañana, Lulú —murmuró desde el sofá, una vez
los dos estuvimos acomodados.
—Hasta ayer, Jack.
Él rió estruendosamente y lo imité.
—Descansa, pequeña.
***
La cabeza me palpitaba y la boca me pedía a gritos un poco
de agua. Abrí los ojos lentamente mientras me iba adaptando a
la luz. Tomé asiento en la cama y vi a Jake sentado al lado del
sofá con Alaska, Zeus y los cachorros, quienes se alimentaban
de la madre.
Sonreí ante aquella escena y me levanté de la cama.
—Buenos días, Jack. —Bostecé.
—Me gustaba más Jakie. —Bromeó. —Buenos días,
pequeña alcohólica.
Lo fulminé con la mirada y me acerqué a ellos. Deposité un
beso en su mejilla y tomé asiento a su lado. Acaricié las
cabezas de Zeus y Alaska, quienes se tranquilizaron al
instante.
Sonreí por su reacción.
Mi cabeza palpitó aún más y fruncí el ceño.
—Alguien está con resaca… —canturreo, me envolvió
entre sus brazos y me sacudió fuertemente haciéndome gritar.
—¡Jackson, para! —Supliqué y él rió estruendosamente. —
Me duele, tonto.
Él se quedó pensativo un rato y luego soltó una carcajada,
la cual no entendí.
—No pude evitar pensar eso, perdón —dijo entre risas.
Hice una mueca, no entendía lo que me quería decir.
—Pensé mal —me dijo.
Entre cerré mis ojos mientras pensaba en los últimos
sucesos hasta que caí en qué había pensado Jack. Abrí mi boca
con indignación y el di un fuerte golpe en el hombro.
— ¡Cerdo! —Exclamé indignada y él soltó un gemido de
dolor.
— ¡Agresiva! —Se quejó. Acarició la zona afectada y le di
un mordisco justo ahí.
Me levanté del suelo y caminé hacia el perchero, cogí una
toalla y me dirigí al baño para darme una refrescante ducha.
La cabeza todavía no me dolía, pero no quería dramatizar
por algo que hice conscientemente.
Salí del baño envuelta en una toalla y, para mi suerte Jake,
había salido de mi habitación para darme privacidad.
Abrí el cajón de la ropa interior, cogí un conjunto de esta de
color rosa pastel y me la puse de inmediato. Procedí a aplicar
un poco de crema corporal hidratante y me rocié un poco de
perfume.
Fui hacia el armario, saqué un short de mezclilla con una
blusa color blanco y un jersey beige. Me vestí rápidamente.
Cogí una liga, la cual estaba sobre mi mesa de noche y me
hice una cola de caballo alta un poco floja.
Les eché un último vistazo a los perros y bajé hacia la
primera planta.
Una vez allí, me fui hacia la habitación de entretenimiento
y me arrojé al sofá junto a Jake, quien sostenía un gran vaso de
agua.
—Arriba, floja. Toma —me tendió el vaso con una pastilla
—, Te sentirás mejor…
Suspiró con pesadumbre y fruncí el ceño ante su repentino
y extraño cambio de ánimo.
— ¿Sucede algo, Jakie? —Endulcé mi voz y él apretó los
ojos con fuerza.
—No tiene importancia, Lulú… —hizo una larga pausa. —
Quiero que sepas que te quiero mucho…
—Oh, no. Eso sí que no, ¿va? La gente habla así cuando se
va a morir o cuando la caga. ¿Hiciste algo que me va a
enfadar? —pregunté algo desesperada. Él apretó mi mano y
me regaló una sonrisa sin mostrar dientes.
Definitivamente algo marchaba mal.
Busqué su mirada, pero simplemente no la encontraba. Me
la estaba desviando.
—Has sido de gran apoyo, y te quiero mucho. Pero las
cosas no pueden marchar así. —Negó varias veces.
Se levantó del sofá.
— ¿Qué? —Pregunté sorprendida. —Todo va bien,
Jackson.
—No me vas a entender, Luce. —Se acercó nuevamente.
Se colocó en cuclillas frente a mí y cogió mis manos
dándole leves apretones.
—No te quiero perder, Jake. Otra vez no. —Mi labio
inferior tembló. Las lágrimas estaban ahí presentes, pero debía
ser fuerte.
—Lu.… no podemos estar juntos, no me vas a entender. —
sopló. —Te quiero.
—Jakie… —supliqué.
—Me tengo que ir. —Depositó un beso en mi frente.
Lo retuve sosteniendo su mano derecha y negué.
Él cerró sus ojos con fuerza, volvió a su antigua posición y
me observó fijamente.
—Te quiero, ¿vale? —Asentí.
Me regaló una sonrisa tierna y, a continuación, me rodeó
con sus fuertes brazos. Recosté mi cabeza en su hombro
izquierdo y aspiré su perfume.
—Adiós, pequeña.
—Te quiero, Jack —murmuré.
Deshizo el abrazo, cogió su mochila y se marchó.
Me quedé allí, sola. Con una resaca de los mil demonios y
una parte de mi corazón arrebatada.
Jackson, a pesar de todo lo que pasó entre nosotros, era una
persona la cual tenía un trozo enorme de mi corazón. Se había
ganado un lugar importante, un lugar que nadie tenía el
privilegio de gozar.
Aquello era similar a nuestra ruptura hacía cuatro años.
—Maldita sea, Jackson —murmuré en sollozos y me
levanté del sofá.
«¿Qué haría ahora?»
Me sentía vacía, de la peor manera posible. Empecé a
cuestionarme a mí misma, a dudar de mis capacidades. ¿Qué
era lo que había hecho mal?
¿Qué pasaba cuando de repente todo lo que iba bien
marchaba mal de un día para otro? ¿Por qué la vida daba
cambios tan bruscos y repentinos? ¿Por qué siempre se
alejaban de mi lado?
Era sorprendente cómo una persona pasaba de estar en el
mejor momento de la relación con alguien y, en un abrir y
cerrar de ojos, ya no había nada, solo el vacío que siempre te
había rodeado.
Te cohíbes al no sentir la presencia de esa persona especial,
sientes que no tienes horizonte y que tu camino se ha borrado
y no hay huellas que seguir.
Tal vez te escuches como una persona histérica al pedir a
gritos la presencia de otro ser, que aparentemente te ha hecho
daño, pero es que la necesidad de sentirlo al lado te hace
enloquecer, ¿verdad?
No necesariamente me refiero a tu pareja, tal vez a un
amigo, primo, hermano, etc. una persona de vital importancia
en tu vida, que simplemente se ha alejado sin decir más, sin
saber los factores.
En la vida hay muchos obstáculos, personas que van y
vuelven, como un boomerang. Pero cada una de ellas, a su
forma, marca nuestras vidas, ya sea de manera positiva o
negativa.
¿Recuerdas cuando jugabas con tu vecina a las muñecas?
¿También recuerdas el día que te robó tu muñeca favorita?
Insististe tant en que ella la había cogido sin permiso, que te
dio un golpe para que te callaras. Pero, paga con la moneda
que recibes, dicen las abuelas quienes son viejas y muy sabias,
te diriges con la frente en alto y te chivas a su madre con una
cara muy inocente. Y su madre, muy molesta, la regaña frente
a ti y tú solo sonríes malvadamente mientras ella te mira con
rabia. Ese es el boomerang de la vida.
Pero, cuando algo se rompe dentro de nosotros, no se nota
de forma inmediata. Puede doler, pero con los días se hace
mucho peor. Cuando perdemos un amor nos decimos ”Esto
pasará con el tiempo, dejará de doler”, pero la vida es muy
sabia y cruel y nos hará recordar que apenas somos un grano
de arena en este mundo. Pasan los días y recordamos más
todos los momentos vividos, todo aquello que planeábamos
hacer y ahora nunca será posible, el camino a la recuperación
es doloroso.
Pero haces lo posible por hacerte la fuerte delante de todos
y aparentar que estás bien, cuando sabes que estás mal, y tu
único remedio es ver a tu persona una vez más, para dialogar y
preguntarle qué fue lo que pasó, si todo iba genial.
Capítulo 11
—Venga, Luce —observé a mi mejor amiga con ojos
cansados. —Ya ha pasado mucho tiempo, el verano está por
iniciar… Vamos a alquilar una caravana y nos iremos a un
tour, ¿quieres?
—Tráeme a Jake, por favor —pedí con voz temblorosa.
Myrtle se me acercó y tomó asiento a mi lado.
—Hey… —susurró. — ¿Quieres venir?
Negué y me recosté en mi cama.
— ¿Por qué se ha marchado? Estábamos muy bien.
—No fue culpa tuya, él te dijo que no lo ibas a entender,
¿verdad?
Asintí y suspiré con pesadez, escondiéndome en mis
sábanas.
—No entiendo por qué está así.
—Al parecer, a ti nunca te han quitado a alguien que
quieres muchísimo. Lo tuve, lo perdí, lo recuperé y lo volví a
perder —bramé con desesperación. —Él ha sido de mucha
ayuda para mí, era como un hermano, me comprendía y
siempre estaba ahí para mí… y simplemente se marchó.
—Son cosas que pasan por una razón… —comentó Tristán.
—También le extraño Luce, tengo una pequeña idea de cómo
te sientes. A pesar de no haber compartido mucho con él, le
aprendí a querer mucho. Estás en todo tu derecho a sentirte
mal, pero… ¡Venga! Ya han pasado casi tres meses, ¿hasta
cuándo?
—Queremos a la Luce de antes —agregó Holly haciendo
que todos asintieran lentamente.
— ¿Dónde está Cameron? —pregunté por mi novio.
—No te quiere ver en este estado, ¿ves? A nadie le gusta
verte así, porque nos duele. Incluso a Jake.
—No le dolió dejarme. —suspiré cerrando los ojos con
fuerza.
—Dijo que no lo ibas a entender… con el tiempo llegarán
las respuestas.
— ¿Y si no llegan? —Inquirí con desánimo.
—Lo harán y estaremos aquí contigo.
A lo largo de nuestra vida hemos comprobado que hay
muchos tipos de “adiós” que debemos decir. Unos son más
dolorosos que otros, otros no significan nada, otros son
totalmente necesarios para seguir adelante… hay despedidas
definitivas, como dolorosas e inconclusas… Despedidas tristes
y alegres, despedidas que nos roban la felicidad, y aquellas
que nos hacen sentir que nos dejan vacíos, sin nada en la vida
por lo que vivir.
Pero hay que ser fuertes y levantarse, por ti y por las
personas que te rodean, quienes sufren al verte en ese estado.
Se había ido, no se podía hacer nada, solamente dejar que el
tiempo curase la herida, que se había vuelto a abrir.
***
— ¿Qué dices? —inquirió Tristán.
Asentí lentamente y ellos sonrieron dichosos.
—Salimos mañana. —Caroline se levantó de mi cama y se
dirigió a mi armario. —Rumbo a Hollywood.
— ¿Qué demonios haremos allí? —Aparté las sábanas y me
levanté de la cama.
Ella inspeccionó mi ropa con la mirada y empezó a sacar
varias prendas.
—Vamos al paseo de la fama. —Se encogió de hombros. —
Vamos a sentirnos importantes por un día.
— ¿Quién cuidará de Randal? —pregunté por su cachorro.
—Mi madrina y mi hermano, ya les dejé las instrucciones.
—Se giró y caminó hacia mí. — ¿Qué tal este? — Colocó un
short con una blusa sobre mi cuerpo y sonrió con aprobación.
— Mañana partimos en la madrugada.
— ¿Cam irá? —Asintió. Sonreí levemente.
—Nosotros nos vamos, tenemos que seguir empacando.
Este será un gran verano. —Exclamó Tristán poniéndose en
pie.
—Si necesitas algo, nos llamas. —Agregó Holly con una
cálida sonrisa. —Me alegra que estés mejor. Te quiero, Lu.
—Y yo a ti.
Ambos salieron por la puerta dejándome sola con Myrtle y
Caroline, quienes buscaban en mi armario diversas prendas
para el verano.
— ¿Cuánto tiempo estaremos vagando por Estados Unidos?
—pregunté con curiosidad. Cogí asiento en mi cama y me
crucé de piernas.
—No lo sabemos, tal vez un mes y medio. —Myrtle se
encogió de hombros. —Debemos estar aquí dos semanas antes
de la boda de tu hermano, ¿Verdad? —Asentí.
—Iremos a Malibú, El Gran Cañón, San Francisco… ¡A las
Bahamas! —Abrí mis ojos como platos.
— ¿Cómo mierda pagaremos eso? —Caroline se giró con
una sonrisa irónica. —Tienes ahorros desde hace cuatro años.
Todos tenemos ahorros, pídele algo a tu padre y… ¡Tachán!
(…)
—Ya sabes, pasamos por ti a las 5:00 a.m. —Caroline cogió
su bolso. —Más te vale estar lista, ¿va? —Asentí.
Me dieron un beso en la mejilla cada una y salieron por la
puerta principal.
— ¡Descansad! —grité desde la puerta.
Ambas se giraron y movieron sus manos en forma de
despedida. Cerré la puerta en cuanto se subieron a la
camioneta y se marcharon.
Me dirigí al jardín trasero, con el fin de darle concentrado a
los cuatro cachorros y a los perros adultos.
Decidimos quedarnos con dos y vender los demás; a
Caroline, Holly, Tristán y a unos vecinos quienes estaban
interesados desde que se enteraron del embarazo de Alaska.
Daniel, cuando se casase con Marie, se llevaría a uno de los
cachorros consigo para su nuevo hogar. Y el resto se quedarían
con nosotros en casa. Para nuestra suerte, Alaska no había
sentido la ausencia de sus crías, debido a que tenía el consuelo
con las restantes que vivían en casa, y su estado de ánimo cada
día era más alegre.
Abrí la pequeña puerta del arenero y los seis canes
corrieron hacia mí para saludarme. Después de acariciarlos,
procedí a servir en los tazones de los cachorros un poco de
concentrado. Cuando se lo serví corrieron de inmediato a
degustar su cena.
Tomé asiento en una llanta que estaba clavada en la arena;
la colocamos como obstáculo para que Alaska y Zeus se
ejercitasen mientras jugábamos con ellos.
Observé mi reloj para ver la hora: las 7:21 p.m. Suspiré con
pesar y me dediqué a esperar un tiempo para meter a los perros
a la casa.
El viento soplaba con fuerza haciéndome tiritar los dientes
constantemente por el frío, me aferré al Jersey que llevaba y
decidí empezar a caminar de un lugar a otro con el fin de
entrar en calor por la actividad física. Aquel clima era típico
en la actual época del año, el viento se hace frío de noche, pero
el calor era infernal en el día.
Los cachorros terminaron de comer y seguido de ellos
Alaska y Zeus, quienes se sentaron a mi lado esperando a que
los llevara dentro para que pudiesen descansar.
Cogí en brazos a los cachorros y caminé con ellos hacia la
puerta del jardín trasero.
—Venid —Llamé al resto.
Zeus fue el primero en venir, después le siguió Alaska.
Entraron a casa y cerré la puerta.
Me dirigí a la cocina para encender el aire central, el cual se
encargaba de distribuir el aire acondicionado por toda la casa.
Apreté los botones del salón y de la sala de entretenimiento y
los conductos de este empezaron a enviar el aire.
Cerré la puerta de la cocina y dejé en unos tazones un poco
de agua por si los perros tenían sed durante la noche.
Subí hacia la segunda planta rumbo a mi habitación, pero
primero pasé por la habitación de Matthew para comprobar
que tuviese su pijama puesto.
—Matt —le llamé.
Él se cobijó más con su sábana y me dio la espalda.
«¿Qué sucede?»
Cerré la puerta tras de mí y caminé hacia su cama, tomé
asiento en ella y empecé a acariciar su cabello, como a él le
gustaba.
— ¿Qué pasa, mi amor? —susurré maternalmente.
Él se quedó estático durante unos segundos, se incorporó
hacia mí y quitó su sábana.
Sus mejillas, nariz y ojos estaban rojos, había llorado
minutos atrás.
—Matt —murmuré con preocupación y lo atraje a mi pecho
para acurrucarlo —, ¿qué pasa? ¿Te molestan en la escuela?
Negó. Se restregó los ojos con el dorso de su mano y
sollozó varias veces antes de hablar.
—Lottie… dice que no podemos seguir siendo novios —
dijo haciendo que mi corazón se encogiese.
— ¿Y por qué, mi amor?
—Dijo que Jake le había dicho que no podíamos estar
juntos —sollozó aún más fuerte.
Fruncí el ceño ante dicha información.
«¿Por qué Jake se había alejado de mí? ¿Por qué de un
momento a otro le prohíbía a su hermana ser “novia” de mi
hermano?»
Ahí había gato encerrado y debía descubrir qué había detrás
de todo aquello.
Después de consolar un rato a Matthew, me dirigí a mi
habitación. Aquella confesión de Matt me había dejado muy
pensativa.
¿Por qué Jackson habría hecho eso? ¿No le bastaba con
dejarnos de un momento para otro? Ahora le había prohibido a
Lottie estar con mi hermano.
Decidí enviarle un mensaje de texto, a ver si se dignaba a
responder después de tantos mensajes que le había enviado y
tantas llamadas que me había declinado.
Luce: Hey, Jackson. Espero que estés bien. Te quiero hacer
una pequeña pregunta con todo el respeto del mundo, ¿por qué
mierda obligas a tu hermana a alejarse de mi hermano? Besos,
Luce.
***
El despertador sonó a las 4:20 a.m, y junto a éste mi mal
ánimo. No había cosa que más detestara que levantarme muy
temprano y más si no era por voluntad propia.
Aparté las sábanas que me cubrían el cuerpo, tomé asiento
sobre la cama y bostecé. Me puse en pie y me dirigí hacia el
perchero. Cogí mi toalla y me dirigí inmediatamente al baño
para darme una refrescante ducha.
Al salir, lo primero que hice es ir hacia los cajones de la
ropa interior y sacar un par muy cómodo para el viaje, el cual
era un poco extenso. De Orlando a San Francisco eran
aproximadamente cuarenta y una horas de recorrido. Al
parecer, nos detendríamos en distintas ciudades, playas, etc. en
el camino para no hacer de este algo aburrido.
Sobre el escritorio dejé la ropa que me pondría; un pantalón
de chándal y una camiseta con un jersey color beige.
Fui hacia el armario y saqué unas sandalias playeras.
Me fijé nuevamente en el reloj y me sorprendí debido a la
cantidad de minutos que había gastado en tan solo bañarme y
cambiarme, eran las 4:47 a.m. Me recogí el cabello en una
cola de caballo alta y procedí a coger mi mochila junto con las
maletas que hice el día anterior con ayuda de Myrtle y
Caroline, quienes fueron mis asesoras de la moda.
Debido al peso de las dos maletas, tuve que realizar dos
viajes para bajarlas. Cerré la puerta de mi habitación con
seguro y bajé con la mochila colgando de mis hombros hacia
la primera planta, donde me esperaban los seis perros
moviendo la cola velozmente mientras ladraban haciéndome
reír.
—Pórtate bien —me dijo papá.
—Siempre. —Moví mi cabello hacia atrás haciéndole soltar
una carcajada.
—Prométeme que la usarás como se debe. —Sacó de su
billetera una de las tantas tarjetas bancarias y me la tendió. —
Ahí está el dinero que sobró del año sabático y te he añadido
un poco más.
— ¡Gracias, papi! —exclamé sonriente mientras lo
envolvía en mis brazos y le escuchaba reír.
—Te voy a extrañar, mi princesita. —Acarició mi espalda
de arriba hacia abajo demostrándome su amor mediante el
gesto. — ¿Qué haremos sin ti durante un mes y medio?
— ¿Aprender a cocinar? —le dije bromeando.
—Te perderás un mes de los cachorros.
—Shhh, no me lo recuerdes. —Agaché la cabeza, pero la
subí de inmediato —No me quería perder ni un instante de sus
vidas, pero quería ir.
Papá asintió levemente y una sonrisa se dibujó en su rostro.
—Estás creciendo tan rápido… —Apretó sus labios y me
miró con sus ojos llenos de orgullo. —Siempre he dicho que
eres una muchacha fuerte a pesar de todo lo que nos ha
pasado.
—Soy fuerte por mis hermanos y también por ti, papá. —
Le sonreí tiernamente.
—Tu madre estaría muy orgullosa de ti. Siempre lo estuvo,
a pesar de que la mayor parte de su tiempo estuvo ebria o con
drogas… Es inevitable no sentirse feliz con una hija como tú,
Luce. —Besó mi mejilla sonoramente y acarició mi cabello.
—Papá, me iré de vacaciones no me voy del país. —
Bromeé y él sonrió.
—Es que, parece que te estés marchando de casa, para
formar tu vida con un buen hombre… Hablando de hombres
—enarcó una ceja —, cuidado con lo que haceis en esa playa.
— ¡Papá! —Exclamé horrorizada y él rió ante mi reacción.
—Hablando en serio, cuidado. Esta casa no soportaría otro
niño.
— ¡Me voy! ¡Adiós!
Después un par de minutos charlando con papá, sonó el
claxon de la caravana anunciando la llegada de mis amigos.
Papá me ayudó a bajar las maletas hacia ella y saludé a
Tristán, Cam y Myrtle quienes, eran los primeros que estaban.
—Pareces una arriera, Luce. —Golpeé el hombro de mi
amiga con diversión y ella dio un grito de alegría.
Se abalanzó a mis brazos mientras reía estruendosamente.
— ¡Ha vuelto mi Lucinda! —Exclamó feliz. — ¡Ha vuelto!
Me soltó para luego señalarme y volverme a abrazar.
Puse los ojos en blanco fingiendo estar harta, me acerqué a
Cam y deposité un pequeño beso en sus labios.
—Vamos a por las demás —dije en cuanto papá terminó de
guardar las maletas en el maletero.
—Cuidadmela. —Señalo papá a mis amigos —Te quiero,
Luce.
—Y yo a ti, papá.
***
—Las ruedas del camión girando van, girando van, girando
van, las ruedas del camión girando van por toda la ciudad. —
Cantamos al unísono dos horas después de haber emprendido
el viaje.
—Quiero hacer pipí —murmuró Caroline en mi oído
haciéndome reír.
—Hay un baño atrás, tonta.
—Tengo miedo de que me salga la muñeca de Anabelle. —
Enarqué una ceja y me burlé.
—No puedo creer que hayas visto esa película otra vez.
—No, tengo un trauma desde los catorce, amiga.
Se levantó del pequeño sofá que había en la caravana y se
dirigió al baño casi corriendo.
—Alguien que vaya a verificar si el chofer sigue despierto
—pidió Cameron levantándose de una de las literas.
—Lo está, hay cámaras. —Caroline señaló una pequeña
televisión que estaba pegada a una pared y asentimos con
asombro.
—Tenemos que ir a una gran fiesta, he oído que las mejores
fiestas están en San Francisco. —Comentó Holly con la boca
llena de galletas.
—Holly, bebé, cierra la boca —le susurró Tristán lo
suficientemente audible para que las chicas y yo le
escucháramos.
Abrí mi boca con asombro y las chicas hicieron el mismo
con sus ojos.
¿Tristán y Holly? Por Dios, esos dos no pegaban ni
con Super Glue.
Durante la próxima media hora, las chicas y yo empezamos
a observar los movimientos de nuestros amigos, las constantes
miradas, risas y demás actos confirmaban cierta atracción en
ellos o un indicio de una posible relación.
«¿Por qué no nos habrán dicho algo al respecto?»
— ¿Qué creen que suceda éste verano? —pregunté con
emoción.
Me crucé de piernas y las chicas me imitaron.
—Ya le he advertido a Cam sobre la caja de condones, son
importantes— dijo Caroline y le di un golpe en la pierna.
—Asquerosa.
—No serás virgen toda la vida. —Me sacó la lengua y le
imité.
—Pruébame —la reté.
—No, por favor —suplicó Myrtle y le di un beso en la
mejilla.
—Es mejor que no te entrometas en esto, nena.
—De lo único que estoy cien por cien segura, es que este
será el mejor maldito verano de nuestras vidas. —Afirmó
Caroline y levantó su lata de soda.
— ¡SALUD! —exclamé y todos levantamos las latas.
***
Después de un par de horas en la caravana, empezamos a
sentirnos un poco claustrofóbicos por el limitado espacio del
que disponíamos. El chófer se detuvo en un pequeño mirador
que quedaba a las afueras de un pueblo.
Se podía apreciar a la perfección el pueblo, que quedaba
colina abajo. Casas rurales con un acabado antiguo que hacía
de éste un lugar muy armonioso para estar.
—Hermoso, ¿no? —Se acercó Cam.
Me rodeo por detrás y recosté mi cabeza en su pecho. Solté
un suspiro profundo y él besó mi cabeza con delicadeza.
—Mucho… se ve tan perfecto que parece mentira. —
Asintió y empezó a mecernos de un lado hacia otro mientras
dejábamos que los sonidos de la naturaleza nos arrullaran.
—El mundo es tan perfecto que parece mentira…Tú eres
tan perfecta que pareces mentira.
—Te quiero, Cameron —confesé y él sonrió.
—Y yo a ti, Luce. Mucho más.
Se acercó a mi rostro y me depositó un delicado beso en los
labios.
«Oh, Cameron. La magia del momento se arruina cuando
besas, todo se arruina cuando besas».
— ¿Quieres un helado, Cam? —rompí el beso.
Él asintió un poco desconcertado y le regalé una sonrisa.
— ¿Quien más quiere un helado? —pregunté en voz alta.
— ¡Yo! —Exclamaron todos y cogí a las chicas del brazo, a
excepción de Caroline, quien hablaba animadamente por
teléfono con Thomas.
Caminamos hacia el puesto de helados que quedaba a unos
metros del mirador. El señor que nos atendía tenía alrededor de
unos cuarenta y tantos, se veía agotado y hambriento. A su
lado estaban dos pequeños de unos seis años, quienes eran
sorprendentemente similares.
Mi corazón se encogió al verlos, tan delgados y con los ojos
casi desorbitantes.
—Buenas tardes, señor —saludé con amabilidad. —
¿Puede darnos seis helados de frambuesa?
— ¿Seis? —Levantó la cabeza con emoción.
Asentí y él me imitó, poniéndose manos a la obra con el
pedido.
Me giré a ver a las chicas y noté cómo miraban a los
pequeños con dolor.
La tristeza me invadió al ver a personas con situaciones
económicas tan graves. A veces nos quejamos, los
afortunados, de no tener las cosas más actualizadas del
momento.
Recordé que en mi mochila tenía una bolsa de patatas fritas
y haribbos y me acerqué a los pequeños.
—Hola —les saludé alegremente mientras sacaba las bolsas
de mi mochila. —¿Os gustan las gomitas y las patatas?
Les enseñé los paquetes, se miraron entre sí y asintieron
animadamente. Les tendí ambas cosas y las cogieron.
—Muchas gracias, eres muy amable —Agradeció el señor
con una mueca.
— ¿Cuánto le debo? —Saqué mi billetera.
—Son siete dólares.
Tenía un billete de veinte dólares, así que decidí dejárselo
completo. Lo aceptó después de insistirle, pero, cuando me
dispuse a marcharme, lo observé por última vez y noté cómo
miraba el billete con una gran sonrisa.
Las chicas y yo llegamos al mirador y entregamos los
helados a cada uno de los chicos.
— ¿Qué te pasa? —preguntó Myrtle, mientras colgaba la
mochila en su hombro.
Fruncí el ceño y me encogí de hombros.
—No sé, dime tú.
Mi limité a sonreír para darle a entender que todo marchaba
bien.
—Vale, si quieres hablar puede contar conmigo, ¿vale? —
Apretó mi mano con delicadeza y le devolví el gesto.
—Lo tendré en cuenta.
Myrtle no era ingenua. Ella tenía el don de descifrar tu
estado de ánimo en un momento. Podías fingir estar bien, pero
ella sabe que, en realidad, necesitabas una mano amiga que te
ayudase, unos oídos que te escuchasen y un hombro donde
llorar.
Capítulo 12
— ¿Tienes lo que te pedí? —Preguntó y asentí.
Alargó su mano hacia mí y le entregué el sobre con el
encargo.
— ¿Ya me puedo ir?
—No, debes tomar asiento y esperar las indicaciones que
deé el jefe. —Negó el señor de conplexión gruesa y maciza.
—No está aquí.
Se levantó de su lugar con enfado y carraspeó.
— ¡He dicho que debes tomar asiento y esperar las
indicaciones del jefe, inadaptado! —Bramó con enfado.
—Tu jefe ya tiene lo que quiere, ¿qué prosigue? Estoy al
borde de desesperar a mi padre con esta situación.
—Tu padre… —se quedó pensativo —Uno de millones no
nos vendría mal.
—Ni lo pienses. Ya he pasago, no les hagáis daño.
—A ver si ésto convence al jefe… —Cogió el walkie—
talkie. —Venid a por él y llevadlo a la habitación.
Suspiré con pesar y me recosté sobre el respaldo de mi
asiento.
—Ya os pagué, ¿qué quereis?
—Sacadlo de aquí antes de que le corte las pelotas por
preguntón—murmuró con los dientes apretados.
Capítulo 13
Al cabo de unas horas, subimos nuevamente a la caravana,
dispuestos a seguir con el recorrido a San Francisco.
Habíamos bajado al pueblo para ver su hermosura desde cerca.
Una señora, quien reside en este, nos contó un poco de la
historia y sobre los métodos que implementan para mantener
el pueblo en un ambiente colonial.
— ¿Cómo nos organizaremos para dormir? —preguntó
Tristán.
Tomó asiento al lado de Holly y le dedicó una sonrisa. Las
chicas y yo nos miramos cómplices, sonriendo ante la escena.
—Yo dormiré en la litera de abajo. —Me levanté del
pequeño sofá y caminé hacia la especie de cocina.
—Yo al lado de Luce —dijo Myrtle mientras se levantaba
para venir hacia mí.
—Dejadme las dos últimas, mañana vendrá Thomas con
nosotros —dijo Caroline muy emocionada.
— ¿Cuándo se irá a vivir a Orlando? —le preguntó
Cameron.
—Cuando se termine el verano. —Mordió su labio inferior
con emoción y una sonrisa se dibujó en su rostro.
—Ay, qué monos —comenté desde la cocina. —Recuerdo
que todos juntos planeamos ese momento. Jake, Thomas,
Myrtle y yo hicimos un Skype grupal… nos pusimos de
acuerdo después de dos horas —dije, recordando con
melancolía y sonreí ante el flashback que invadía mi cabeza.
—No puedo creer que en nada cumplamos cinco años
siendo novios.
Por un momento, la envidia recorrió mi cuerpo, al igual que
la nostalgia.
«¿Jake y yo podríamos haber llegado a los cinco años?»
Cinco años es sinónimo de mucho tiempo, donde se
aprende a conocer los defectos y virtudes de tu compañero
sentimental. ¿Pude haber conocido en profundidad a Jake? Tal
vez, pero no debía caer en lamentaciones del pasado. Lo que
pasó, pasó. Y el futuro deparaba mejores cosas.
Pasó un tiempo, cenamos y nos fuimos a dormir. Al día
siguiente estaríamos en San Francisco, si es que no hacíamos
ninguna parada para observar el paisaje.
Capítulo 14
Jugaba con la llave de mi camioneta golpeándola con el
duro hierro de la cama mientras tarareaba una canción que
solía cantar mi abuelo.
Se escucharon unos pasos fuera de la habitación. Paré de
hacer el sonido y me senté en la cama, pendiente de todo
movimiento.
La puerta se abrió dejando ver a Mike, quien entraba con un
plato desechable con comida, probablemente no comestible.
—Veo que te has portado bien. —Soltó una carcajada. —El
jefe ha dado órdenes de sacarte de aquí cuando tengas el
dinero completo.
— ¿Dinero completo? Ya te di el dinero, quedamos en cien
mil dólares. —Bramé con sorpresa.
Me levanté de la cama y esperé una respuesta.
—Siéntate si no quieres que te ate, imbécil —murmuró
mientras apretaba los dientes con fuerza.
— ¿Cuánto quiere el jefe?
—Cien mil más —me dijo y mis ojos se abrieron como
platos por la sorpresa.
— ¿De dónde demonios crees que sacaré ese dinero? —le
pregunté estupefacto.
—Tu padre. —sonrió con malicia. —Hemos oído que tiene
unas empresas y una cantidad gorda en el banco.
«¿De dónde demonios sacan tanta información de mi
vida?»
—En serio, no puedo creer que hagais esto por dinero.
¡Trabajad si tanto lo necesitais!
Mike me observó con cara de pocos amigos, se acercó a mí
y me cogió por la nuca apretándome con fuerza.
—Escúchame bien, porque será la última vez que lo diga,
¿vale? —Asentí como pude y en su rostro se dibujó una
sonrisa victoriosa. — Deja de hacerte el hombrecito que no me
va a temblar el dedo para apretar el gatillo y volarte los
sesos… Esto no es un juego, Sr. Lancaster.
— ¿Cómo conseguiré el asqueroso dinero si estoy aquí?
—Te dearemos salir dos días, pero como escapes —Me
señaló con el dedo índice, amenazante —, mato a Lottie.
Mi rostro palideció. Mi hermana no, con ella no.
Asentí repetidas veces.
— ¿Vas a comer o te vas?
—Me voy de esta pocilga.
—Empieza a conseguir el dinero, pequeño Jackson —me
aconsejó. —Las manecillas del reloj ya empiezan a hacer tic—
tac.
Lo miré con cara de pocos amigos.
Salí de aquella habitación y caminé hacia la entrada de
aquella bodega que se encontraba en el centro de la ciudad.
—Espero que te guste mi regalito, Lancaster.
«¿De qué mierda habla?»
Ignoré por completo su comentario y salí hacia el parking,
donde había dejado mi camioneta la mañana de ayer.
El viento en el sur de Orlando golpeaba con fuerza, lo cual
me agradaba.
Después de caminar un par de manzanas abajo, entré al
parking y busqué mi camioneta.
— ¿Qué carajos…? —Susurré con sorpresa al ver el estado
en que se encontraba.
El cristal delantero estaba roto, al igual que las ventanillas.
El capó estaba pintado con graffiti mal hecho y con
obscenidades que dejaban en duda mi decencia a ojos de
cualquier persona que no me conociera.
La sorpresa seguía presente y la rabia era creciente, pero la
tenía acumulada. Aún no era tiempo de soltarla.
Subí a la camioneta después de limpiar con un cepillo que
tenía en el maletero los asientos para quitar los restos de
cristal.
Puse en marcha el motor y desaparecí de esa peligrosa
zona.
«¿Cómo conseguiría cien grandes en dos días sin sacarle ni
un solo centavo a papá?»
Solía tener una propiedad, pero la vendí el año pasado para
comprar aquella camioneta que en el aquel momento estaba
hecha trizas.
Llegué a mi casa, dejé la camioneta en el garaje y entré con
sigilo. Todos dormían y se me hizo extraño estar en casa, ya
que estuve ausente por casi dos días.
«¿Acaso Mike y/o el jefe llamaron a mis padres para
inventarse alguna excusa?»
Una vez en la comodidad de mi habitación, recosté mi
cabeza en la cabecera de la cama y empecé a hacer una
indagación mental sobre mis adquisiciones. Necesitaba vender
mis cosas, necesitaba cien mil dólares para mañana por la
noche y no tenía ni idea de qué hacer.
«Mi camioneta no la puedo vender en ese estado… Maldito
Mike».
«Vamos, Jackson. Piensa».
Necesitaba el dinero para pagar la seguridad de mi familia.
Me dirigí hasta mi ordenador para revisar cuánto tenía
ahorrado en el banco y tan solo eran 20.000 dólares.
«Genial, sólo faltan ochenta más».
La rabia y desesperación que tenía me cohían para pensar
en una solución.
Tal vez mi padre estuviera dispuesto a ayudarme, con tal de
asegurar el bienestar para su familia. Pero no quería
arrebatarle a mi padre una cantidad excesiva de dinero por mi
culpa.
No me quedaba otra, iría al casino a multiplicar el dinero.
«Tal vez, tantos años de práctica, por fin me ayudarían a
salir de apuros».
Bajé al garaje y pinté la camioneta con un poco de pintura
negra las obscenidades grafiteadas. Después, me subí a ella y
me dirigí al banco para retirar los veinte mil dólares.
Al llegar, hice la fila y me atendieron después de media
hora. No fue tarea fácil sacar esa cantidad de dinero sin previa
antelación ya sea por escrito o llamada, pero no hay nada que
no se arregle con dinero.
Sal+i del banco escoltado por los guardias de seguridad,
con discreción, hacia la camioneta. Dejé el portafolio bajo el
asiento del copiloto y de inmediato arranqué hacia el norte de
Orlando, para apostar dinero.
Llegué al casino después de diez minutos de haber
abandonado el banco. Bajé de la camioneta junto con el
portafolio y corrió hacia la entrada, donde le pidieron la
identificación y lo dejaron entrar.
— ¿No eres muy joven para estar aquí? —preguntó un
anciano, quien fumaba un porro.
Jake lo ignoró y empezó a buscar con la mirada una mesa
que estuviera a punto de terminar o iniciar una partida.
— ¿Quieres jugar conmigo y unos socios?
Lo observó de pies a cabeza, con discreción, y se quedó
pensativo ante la oferta.
—¿De cuánto es el mínimo?
El anciano tosió debido al porro y, tras recuperarse, le
dedicó una sonrisa en la que enseñaba sus dientes amarillos.
—Veo que tienes urgencia por el dinero, amigo.
—No tengo tiempo para explicarle, con todo respeto, señor.
—Empezaremos con cinco mil para darte una… Haré mi
obra de caridad antes de que muera y te ayudaré a ganar. —El
viejo se encogió de hombros y le guiñó un ojo.
— ¿En serio? —pregunté, esperanzado.
—Con una pequeña condición.
Borré la sonrisa que tenía dibujada en el rostro y fruncí el
ceño. Pero, de inmediato, borré de mi rostro todo atisbo de
desconfianza.
— ¿Cuál?
—Que me cuentes qué te ha sucedido mientras me
acompañas a beber un Martini.
Por alguna razón, el viejo me dio confianza y decidí aceptar
la invitación. Llegamos a la barra y el bartender nos atendió de
forma amable.
—Viejo Sheshe, ¿qué te trae por aquí? —le preguntó.
—Vengo a acompañar a mi amigo a apostar veinte grandes.
—Golpeó mi espalda y yo forcé una sonrisa.
—Jugando con el viejo Sheshe de tu parte, nunca
perderás… Es una leyenda en el casino.
El bartender me sonrió y se marchó para atender otro
pedido que solicitaba una mujer que parecía de clase alta.
—Cuéntame, ¿por qué es tan urgente que tengas ese dinero
multiplicado? —le dio un trago a su martini y apagó el porro
en un cenicero.
Empecé a contarle la historia de porqué necesitaba con
tanta urgencia ese dinero y el viejo Sheshe asentía dando a
entender que escuchaba cada detalle que salía de mi boca.
Al cabo de un rato, el viejo Sheshe me llevó a una pequeña
sala que se encontraba en el sótano, donde había dos mesas
esperándonos.
Terminé de contar mi historia y el viejo Sheshe me observó
con admiración.
—Dame diez mil de ahí, necesitas ese dinero ya —me
exigió.
Lo miré con desconfianza al principio, pero algo me decía
que debía confiar en el viejo Sheshe.
—Confía en tu instinto, Jackson. Sé astuto y analiza a cada
uno de tus competidores, siempre tienen un punto débil y
debes descifrar cuál es.
Asentí y el viejo Sheshe me dio unas palmadas en la
espalda. Abrí el portafolio y saqué diez mil dólares para
dárselos. Él me regaló una sonrisa tranquilizadora.
—Vamos a sacarles el dinero, chico.
Cada quien tomó un camino hacia una mesa. Me sentí
observado por mis competidores cuando llegué a mi mesa y
me soltaron risas burlonas.
—Hijo, ¿se te ha perdido DisneyWorld? —Preguntó uno de
ellos, el cual se creía muy astuto en el juego.
— ¿Y a usted? ¿Se le ha perdido el panteón? —le pregunté
con sarcasmo.
—Comerás polvo, niño.
—Y usted, mierda.
***
—El asno te va ayudar, chico —rió el señor después de una
hora de juego. —¿Vas a pasar esta vez?
Asentí, con cara de tragedia.
—Tienes miedo, lo veo en tus ojos —Se burló. —Te has
quedado sin un as bajo la manga.
—Paso.
— ¿Sabes qué, chico? Voy triplicar la apuesta. —Dejó tres
pilas de monedas frente a él y siguió con su cara burlona. —Y
ahora, mi juego final.
El señor dejó una partida muy básica, escalera de color.
— ¿Tienes algo mejor, Jackie?
Me hirvió la sangre al escuchar el apodo que solo una
persona estaba capacitada para decirlo: Luce.
—Paso.
— ¿Eso es lo único que sabes decir? —Soltó una carcajada.
—¿Sabes qué? ¡Lo apuesto todo!
Dejó frente a él cuatro filas de diez mil dólares.
Sonreí con dicha.
—Escalera real.
La mano más famosa del poker: una escalera real era
invencible. Estaba compuesta por as, rey, reina, jota y diez de
un mismo palo.
El viejo se quedó con la cara literalmente en el suelo, era
impresionante como un chico de casi veintiún años le ganara
en una partida de Póker.
— ¡Hijo de puta! —bramó en su asiento.
Cogí las monedas y las arrastró hacia a mí, sonriendo.
— ¿Sabes qué es lo mejor, Donald? —le pregunté con una
sonrisa triunfadora. —Solo he apostado cinco mil dólares y no
he perdido nada.
— ¡Maldito imbécil!
Se levantó de la mesa dispuesto a atacarme, pero el viejo
Sheshe se acercó rápidamente a la mesa.
—Viene conmigo, ni lo pienses, Donald.
— ¡Es un maldito hijo de puta! Lo único que decía era
paso, paso, paso ¡Durante todas las partidas! —gritó con
desesperación.
—Dijiste que no tenía un as bajo la manga y, en realidad,
tenía una Escalera Real. He ganado cincuenta y cinco mil
dólares, y solo aposté cinco mil.
—Buen trabajo, hijo. Vamos a mi despacho a arreglar
cuentas. —El viejo Sheshe golpeó levemente mi espalda y me
levanté victorioso con mi portafolio.
— ¡Nancy! Súbenos un vino tinto, y asegúrate de que le
tengan el dinero listo al señor Lancaster para cuando se
marche.
***
—Tan solo multipliqué diez mil más, lo siento. Saquemos
cuentas. —Se acomodó en su asiento. —Tenemos los veinte
mil iniciales, más otros veinte y cincuenta y cinco mil que
ganaste, en total son noventa y cinco mil, hijo. —Sacó las
cuentas.
Gruñí, tan solo cinco mil dólares.
—No te desanimes, vamos a apostar cinco mil más a ver si
lo multiplicamos nuevamente, ¿vale?
—No me quiero arriesgar, viejo Sheshe. Usted fue de
mucho apoyo, muchas gracias. —Le sonreí y el viejo me
devolvió la sonrisa.
—Me has caído como anillo al dedo. Excelente. ¿Qué tal si
te presto los cinco mil y me los pagas cuando vendas tu
camioneta?
Fruncí el ceño y el viejo sonrió.
— ¿Vender mi camioneta?
—Chico, no me digas que te quedarás con esa porquería.
Me encogí de hombros.
—Tú debes vender ese coche.
Apretó un botón y le habló a la bocina.
—Nancy, tráeme la chequera, el dinero del señor Lancaster
y el mío.
—En un segundo estoy allí.
El viejo Sheshe le dio un trago a su copa de vino y le imité.
—Deberías venir más a menudo al casino, muchacho. —
Meneó su copa mientras la olía. — Tienes futuro en el póker.
—No lo sé, estoy en la universidad.
—Pero es verano.
—En realidad, no me llama mucho la atención éste mundo,
¿sabe? —confesé. —Lo he hecho hoy por necesidad.
Necesitaba ese dinero con urgencia.
El viejo asintió lentamente y me regaló una sonrisa. Sacó
de un cajón una caja de porros y me ofreció; negué con la
cabeza.
—Entonces paga esa deuda y vete de vacaciones —me
aconsejó. —Con el dinero que ganes vendiendo esa chatarra,
vete a Malibú.
Alguien golpeó la puerta del despacho y segundos después
entró Nancy, la secretaria del viejo Sheshe.
—Aquí tiene.
Dejó sobre el escritorio una chequera y a su lado el
portafolio con el dinero ganado en las partidas.
—Escríbeme en este papel tu número de móvil,
identificación, e—mail, nombre completo y dirección de tu
residencia.
Me pasó un formulario del casino y empecé a rellenarlo.
***
—Ya sabes muchacho, pagale a esos desgraciados, vende
esa chatarra y me pagas —ambos reimos— Y te vas a Malibú
y te ligas a una chica con quien pasarlo bien. —Bromeó.
—En cuanto venda la camioneta, le pagaré cada centavo
con intereses, viejo Sheshe.
—No hay de qué, chico. Abstente de todo eso, ¿vale?
Asentí y salió acompañado del viejo junto con los escoltas,
quienes lo acompañaban a la camioneta. Volví a guardar el
portafolio con el dinero y el cheque bajo de la silla del
copiloto. Uno de los escoltas se subió en la parte trasera del
coche y los demás en unas motocicletas, dispuestos a
acompañarme a casa para más seguridad.
—Te llamaré mañana, chico.
—Hasta entonces, viejo Sheshe.
Tenía una sonrisa de satisfacción en el rostro. Vencerle a
ese señor de aquella forma me había hecho que confiara en mí
mismo y no me dejara llevar por los insultos, mantener la
compostura.
Bajé las ventanillas de la camioneta y dejé que la suave
brisa acariciara mi cara.
Al llegar a casa, le di las gracias a los escoltas y me dirigí
inmediatamente a mi habitación con el portafolio. Decidí
enviarle un correo electrónico al banco para informarles sobre
el cambio de cheque que realizaría a la mañana siguiente, a
primera hora. Luego iría a la bodega de Mike para entregarle
su asqueroso dinero, vender la camioneta, pagarle al viejo
Sheshe y seguir su consejo, ir a las playas de Malibú para
disfrutar de mi verano. Dejé el portafolio en el armario y
coloqué una pila de ropa sobre él.
47
Bajé de la caravana, sintiéndome libre y feliz por haber
llegado a San Francisco. Era hora de darle inicio al verano.
Caroline bajó junto a Thomas, quien se había integrado al
grupo varios kilómetros atrás.
Los chicos, con ayuda del chofer, bajaron unas sillas
tumbonas para colocarlas en el malecón de San Francisco.
Holly me cogió del brazo y me llevó consigo a un puesto de
bebidas.
— ¿Qué sucede? —le pregunté con preocupación.
Holly apretó los labios y soltó un lloriqueo.
—No quería que os enterárais así, ¿vale? —Resopló. —
Tristán y yo somos novios desde hace tres semanas.
Abrí mis ojos de par en par y entreabrí los labios.
—Eres una zorra, Holly —susurré sorprendida.
—Ese no es el punto, Luce… —Apretó los labios con
fuerza. —Él y yo tenemos una serie de encuentros…ya sabes.
— ¿Te la metió? —le pregunté, haciendo reír un poco a
Holly. — ¿No es algo pronto?
—Otra cosa que no sabíais es que desde hace siete meses
tenemos relaciones.
—Dios mío…—murmuré con mucha más sorpresa.
—El punto es que… tengo un retraso.
Los ojos casi se me salieron de las órbitas.
— ¿Crees estar esperando un mini Tristán?
—Tal vez, hace dos semanas tuvo que haber llegado y mi
periodo siempre es exacto.
Fruncí el ceño y me llevé la mano a la sien. Tanto que le
aconsejaban a Cameron que usara preservativo… Y después
aquello.
—Vamos a una farmacia.
—No conocemos este lugar —protestó.
—Bueno, entonces esperemos un mes y medio para saber si
estás o no embarazada de un mini Tristán.
Di media vuelta dispuesta a volver, pero Holly me agarró
de la muñeca para impedirme andar.
—Voy a por mi monedero. —Le dije.
—Si esa prueba da positivo, Dios… —hizo una pausa. —
Yo me mato.
—No digas eso, idiota —la tranquilicé —Es sólo un bebé…
de Tristán. Oh, por Dios, debes suicidarte.
Bromeé, tratando de sacarle una sonrisa a mi amiga y lo
logré.
Cuando volvimos junto a los otros, cogí mi bolso, el cual
estaba en el hombro izquierdo de Cameron.
— ¿A dónde vas? —le dio un sorbo a su cerveza.
—A comprar algo de comida. —le mentí. — Ya vuelvo.
—Mi beso. —Hizo la boca de trompita y fruncí ligeramente
el ceño.
Me acerqué a él y le di un beso rápido en los labios.
Cuando nos alejamos de los demás, localizamos a una
señora que tenía un puesto de helados y parecía muy amable.
—Hola, nos da dos conos de vainilla, por favor —le pedí
con una amable sonrisa.
—Con gusto.
La señora, quien rondaba los cincuenta años, empezó a
servir las bolas de helado sobre los conos y nos hizo entrega
del pedido.
—Son tres dólares.
Saqué de mi monedero un billete de cinco y se lo tendí.
—Una pregunta… ¿usted sabe dónde hay una farmacia? —
le pregunté.
—Oh, claro —se secó sus manos en el delantal —, ¿ves ese
McDonald’s?
Asentí.
—Sigues caminando hacia la esquina, donde está Burger
King y, en frente, verás una farmacia.
—Muchas gracias, es usted muy amable —le sonreí. —Que
tenga una linda noche.
—Igual, cielo.
Dimos alrededor de veinte pasos y esperamos a que el
semáforo se pusiera en rojo.
— ¿Era necesario comprar los helados?
—Sí, tenía ganas de uno. —Le saqué la lengua de manera
infantil y rieron.
Mientras cruzaban la carretera recibieron silbidos por los
motociclistas y algunos jóvenes que se movilizaban en
automóviles. Les enseñé el dedo corazón junto con una
sonrisa. Ellos silbaron más fuerte y algunos siguieron gritando
obscenidades.
Al llegar al McDonald’s, seguimos las indicaciones de la
vendedora de helados, llegamos a Burger King y cruzamos a la
farmacia, la cual estaba vacía. Perfecto.
Al entrar, nos dirigimos inmediatamente a la caja para
comprar lo que queríamos.
—Tres pruebas de embarazo, de diferentes marcas, por
favor.
La cajera, quien era una anciana, me observó de pies a
cabeza.
—La juventud de hoy en día —murmuró mientras negaba
con la cabeza.
—Te apuesto a que tuvo a sus hijos a los quince, como la
mayoría de personas en su época —me susurró Horry al oído.
Pasaron alrededor de cinco minutos, y la anciana apareció
con una bolsa en la que se encontraban las pruebas de
embarazo. La cuenta salió por veintidós dólares, los cuales
fueron pagué yo, debido a que Holly había olvidado su
monedero.
Salimos del local y nos dirigimos de nuevo hacia la
caravana. Al llegar, subimos rápidamente, levantando
sospechas y, de inmediato, todos subieron detrás.
Pero, por suerte, le había pasado las pruebas a Holly y ella
entró al baño a toda velocidad.
— ¿Qué le sucede? —preguntó Tristán.
—Le dio asco el helado que estábamos comiendo, está
vomitando —exclamé con el fin de que ella actuara.
Se escucharon arcadas por parte de Holly, quien fingía
vomitar.
—Oh, cualquier cosa nos avisas. Esperaré en la sala.
Asentí mientras le sonreía, nerviosa.
«¿En qué mierda se han metido estos dos?
Capítulo 15
Salí de mi casa a eso de las 8:00 a.m, para dirigirme al
banco a cambiar el cheque. Subí a mi camioneta y arranqué lo
más rápido que pude.
Al llegar, aparqué la camioneta en el parking, me dirigí a la
portería y pedí el post—it con la placa y la hora de llegada.
Luego, fui al banco casi corriendo, pero al entrar vi la enorme
fila que me esperaba, dejándome realmente con los nervios a
flor de piel. Finalmente, me puse en ella y decidí esperar.
Después de cuarenta y cinco minutos de espera, por fin
llegó mi turno. Un señor me hizo pasar a una oficina, donde
estaban varias personas en diferentes mesas.
—Señor Lancaster, buenos días —me saludó una mujer.
Le regalé una sonrisa.
—Buenos días —respondí.
—Lo hemos traído a ésta habitación debido a que la suma
de dinero que va a cobrar es algo grande. Por ende, debemos
asegurarnos de su seguridad. —Asentí. — ¿Me permite la
tarjeta?
La mujer la cogió después de tendérsela y empezó a
mirarme minuciosamente. De repente, abrió sus ojos
enormamente y me observó, muy sorcomo un par de platos y
me observó muy sorprendido.
— ¿Le ganaste al viejo Sheshe en una partida de póker?
Solté una risita y negué.
—Me hizo un préstamo.
Ella asintió comprensiva.
—Él es invencible, no he conocido a mejor jugador que él.
Empezó a teclear en su ordenador.
— ¿Conoces a Donald…?
— ¿Murray?
Asentí y ella me imitó con una cara de disgusto.
—Ese es otro difícil de ganar.
—Pues ayer jugué por primera vez póker en un casino y le
he ganado.
Sonreí triunfante y la mujer me observó con admiración.
—Yo voy de vez en cuando con mis amigas para tomar
unas copas y apostar nuestra miseria de sueldo. Una vez jugué
con él y me ganó, luego me humilló. —Frunció el ceño.
—Ojalá hubiera grabado su reacción ayer.
Seguimos hablando hasta que llegó un señor vestido de
traje blanco con un portafolio de pasta, lo dejó sobre la mesa,
lo abrió y me lo enseñó.
—Puede contarlo, si le apetece.
Asentí e inmediato empecé a contar el dinero. Depués de un
par de minutos, cerré el portafolio y observé al señor mientras
asentía.
—Está todo en orden.
—Melody, enséñale al señor Lancaster los papeles para que
los firme.
—Por supuesto.
Ella rebuscó entre sus carpetas y sacó unas hojas grapadas.
— ¡Bingo! —Exclamó sonriente.
Solté una risita, ella se ruborizó y me pasó los papeles.
***
—Vaya, vaya, vaya —canturreó Mike. —Mirad a quien
tenemos aquí, nada más y nada menos que el señor Lancaster,
heredero de la gran empresa de papi.
Se burló; no obstante, guardé la compostura. Era difícil
evitar darle un golpe a Mike en su gran nariz.
—He traído el dinero.
Mike levantó las cejas con sorpresa y una sonrisa se formó
en su rostro.
—Cien mil dólares —dije mientras iba colocando los
portafolios sobre el escritorio.
—Puedes contarlos.
—No, confío en ti, Lancaster.
—Ahora sí, me largo de aquí.
—Ya sabes de qué abstenerte —me advirtió.
—Ajá.
Salí de aquella horrible bodega y corrí hacia el parking.
Debía vender esa camioneta de forma inmediata. Así que opté
por ir a un puesto de ventas callejero que, aunque no estaba
avalado para poder vender, obtendría dinero a cambio de la
camioneta.
Al llegar, había un señor gordo vendiendo coches mientras
cantaba una propaganda. Reí al verlo, bajé de la camioneta y
caminé hacia el señor.
— ¡Eh, gordito! —le gritó.
El señor segiró, se dirigió hacia mí y me extendió la mano.
—Buenos días, ¿en qué le puedo ayudar?
—Básicamente… ¿ves esa camioneta de allí?
Asintió con una mueca en su rostro.
— ¿No quieres comprarla?
— ¿Modelo?
—Tucson 2018.
La examinó con la mirada.
—Te puedo dar diez grandes, amigo.
Se encogió de hombros y asintí de inmediato.
—Diez grandes es perfecto.
—Ven, vámonos a hacer el papeleo. Dime, chico, ¿te gusta
la cerveza de barril?
Capítulo 16
Después de un tiempo te das cuenta de las cosas que te
estás perdiendo por hacer las cosas en el camino correcto,
tratando de ser recatada, educada y para nada grosera. Pero,
¿qué sucede si empiezas a vivir la vida?
— ¿Qué dice el test? —pregunté con preocupación.
Holly caminó de un extremo a otro la caravana, para
después volver al lugar inicial frente a mi, que me encontraba
sentada en el sofá.
—Me da miedo, ¿y si sale positivo?
Mordió su labio con preocupación. La miré fijamente a los
ojos y entendí el miedo que sentía, justo el que años atrás
había experimentado con mi hermana, Katherine.
— ¿Me dejas verlos?
Extendí mi mano. Holly dudó un momento, pero reaccionó,
realmente era la mejor persona para darse cuenta del resultado.
Abrí las cajas y saqué cada tubo colocándolo sobre la
mesita de centro.
— ¿Estás lista? —preguntó mientras veía el resultado de
estos. Ella asintió con nerviosismo.
—Negativo, negativo y… ¡Oh! —fingí sorpresa, haciendo
que la preocupación de Holly volviese. —Negativo.
—Gracias al cielo. —Soltó un suspiro lleno de alivio. —Ya
me estaba viendo en un futuro cambiando pañales y llevando
vómito de bebé en mi ropa.
Solté una risita y guardé las pruebas en las cajas. Después
se las di a Holly, quien las arrojó a la basura de inmediato.
— ¿Qué haremos ahora?
—La noche es joven — le respondi. —Me quiero ir de
fiesta, estamos en San Francisco.
— ¿Segura?
Asentí totalmente decidida.
—Entonces, ¿dónde nos vamos?
—Las mejores fiestas están en Malibú… —murmuró Holly
pensativa.
— ¿No estaban aquí? —preguntó Luce extrañada.
—No creas todo lo que salga de la boca de Tristán.
Dejé escapar un suspiro y seguí observando el crepúsculo
mientras mis amigos y mi novio jugaban volleyball.
Sentía la ausencia de Jackson, la sentía muy dentro de mi
corazón. Todavía me preguntaba qué era lo que había sucedido
para que dejara todo de la nada. Si habría dejado la ciudad y la
universidad. Si estaría bien y pensaba en mí. Demasiadas
preguntas y ninguna repsuesta.
Pasó un recuerdo por mi memoria del primer dia del 2015,
cuando hicimos promesas y juramentos, cuando confesamos el
amor que sentíamos el uno por el otro. ¿Por qué todo no podía
ser como en aquel momento?
Ahí fue cuando me di cuenta de que mis sentimientos por
Jake todavía existían.
— ¡Cuidado! —exclamó Cameron.
Reaccioné justo a tiempo y golpeé la pelota antes de que
impactara en mi cabeza.
— ¿Te sucede algo, Lu?
Negué con la cabeza y le regalé una pequeña sonrisa.
—Quiero ir a Malibú.
Frunció el ceño y se encogió de hombros.
— ¿No te gusta San Francisco? Tan solo llevamos tres días.
—Es solo que… no me siento bien aquí —me encogí de
hombros. —Además, las chicas y yo queremos ir.
— ¿Qué hareis allí?
—Ir de fiesta, las mejores fiestas están allí.
— ¿No estaban aquí?
Negué con la cabeza.
—No creas todo lo que salga de la boca de Tristán.
Cameron me miró, expectante, quería saber la verdadera
razón por la cual deseaba con tanta prisa ir a Malibú.
Aunque, analizando la situación, me había visto algo
aburrida desde que llegamos a San Francisco, no había hecho
más que ir a lugares turísticos y a la playa.
— ¿Soportarías hasta mañana?
Lo miré con los ojos llenos de esperanza y me abalancé a
sus brazos. Le di un beso en la mejilla.
—Gracias, Cam.
Al cabo de unas horas, nos dirigimos a la caravana para
darnos una ducha, cenar e irnos a dormir.
Cam bajó con Thomas para llenar el suministro de agua y
nosotras empezamos a hacer fila para entrar al baño.
Quien primero al baño fue Holly, dejandonos a Caroline,
Myrtle y a mi solas con Tristán. Las tres nos giramos para
verlo, él se percató de ello y nos saludó con la mano,
lentamente.
— ¿Qué? —preguntó.
—Tienes un moco —le dije fingiendo asco. —No, es
mentira, estaba bromeando.
Tristán dejó de tocarse la nariz y me miró con una cara de
pocos amigos.
— ¿Qué quereis?
Soltó un suspiro, dejó su móvil a un lado y nos brindó toda
su atención.
— ¿Cómo decírtelo sin ser tan directa? —le pregunté
mientras mi cabeza maquinaba las palabras.
— ¿Estás saliendo con Holly y no pensabas decírmelo? —
bramó Myrtle sin escrúpulos. Caroline y yo levantamos una
ceja y la observamos.
—Decirnoslo. Quería decir, decirnoslo…—se corrigió.
El rostro de Tristán fue de sorpresa y lo miramos
expectantes a una respuesta.
—Yo…No sé, simplemente quería que os dierais cuenta y
no contaros nada, me da igual realmente.
— ¿Te da igual? —preguntó Caroline con indignación.
— ¡Ay, Caroline! —exclamó exasperado. —Vosotras sabeis
que me da igual todo.
—A Holly, definitivamente, no le da igual todo —aseguré.
—No os iba a decir nada, vosotras os daríais cuenta solas.
—Se encogió de hombros.
Ante aquella respuesta, guardamos silencio durante algunos
minutos. El ambiente estaba tenso y se podía percibir algo de
enfado por nuestra parte.
—Mañana nos iremos a Malibú —cambié de tema y todos
sonrieron ampliamente.
—Malibú es un paraíso.
—Un paraíso que está siete horas de aquí. —Suspiró
Caroline con pesadez.
— ¿Por qué no le decimos al chofer que nos lleve ahora por
la noche? —propuso Myrtle, y todos estuvimos de acuerdo.
—Pero Cam me ha dicho que espere hasta mañana.
—Todos contra Cam, somos mayoría. —bromeó Tristán. —
Pero, en serio, a penas lleneis el suministro de agua nos vamos
a Malibú.
—Amo tu actitud, Tristán.
***
El cláxon de la caravana me despertó. La noche anterior me
había quedado dormida en seguida después de haberme
duchado. Me senté y, al levantarme, me golpeé la cabeza con
la litera de arriba. Solté un gemido. Menuda forma de
comenzar el día.
Me bajé de la litera y me encaminé hacia el baño para
lavarme los dientes. Tardé menos de cinco minutos en hacerlo
y después salí al pequeño salón, donde estaban los demás
mientras desayunaban leche con cereales.
—Buenos días, ¿de qué es la leche?
—Chocolateada.
—Qué asco —dije haciendo un gesto de disgusto.
Unas horas más tarde, me estaba poniendo en el baño el
bikini, un short de mezclilla y unas sandalias playeras. Me
peiné con una cola de caballo alta y me puse mis Ray Bands
favoritas.
Al salir, me topé con Caroline, quien estaba emocionada.
Se acercó a mí y me gritó en la cara:
— ¡Acabo de ver a Jake en la playa!
— ¿Qué? —susurré sorprendida.
Sentí palidecer y me mareé por un instante.
«¿Qué hacía Jake en Malibú?»
Caroline se dirigió a la cocina y me sirvió un poco de agua
en un vaso.
—Bebe. —Me lo tendió y lo acepté.
Bebí el contenido del vaso de un solo trago y lo dejé sobre
una pequeña mesa que estaba a mi lado. Suspiré con pesar y
me dejé caer en el sofá.
—Di algo —me animó Caroline.
— ¿Qué? —repetí, sin poder creerlo aún.
—Sí, lo he visto comprando un helado y supe que era él por
el lunar que tiene en la espalda.
—Espera… —La detuve —, ¿cómo sabes que tiene un
lunar en la espalda?
Caroline puso los ojos en blanco, haciendo que me
sonrojara.
—No seas idiota, Lucinda —me dio un golpe en el brazo.
— ¡Estuvimos un millón de veces en tu piscina!
—Ah, es verdad… —Asentí. —Disculpa.
—Sí, sí, eres una desconfiada y una celosa. —me señaló
con el dedo.
—Gracias —contesté siendo sarcástica.
—Entonces… ¿quieres ir?
Asentí sin dudarlo un segundo. Cogí mi bolso y bajé en
compañía de mi mejor amiga. Caminamos con los brazos
entrelazados hacia la playa, donde estaban los demás
acomodando las sillas, música y la hielera con las bebidas y
comida.
El reproductor de Tristán reprodujo una canción
extremadamente pegajosa e involuntariamente, Caroline y yo
empezamos a bailar al ritmo de ésta, captando la atención del
grupo, quienes se miraron entre sí y empezaron a bailar junto a
nosotras.
Era un momento que merecía ser recordado, los seis amigos
sonriendo felices y bailando al ritmo de una canción que
parecía interminable.
— ¿Qué demonios? —preguntó Holly, quien seguía
moviéndose.
— ¡No lo sé! —exclamé riéndome. Obviamente ninguno
sabíamos lo que estábamos haciendo, solo sabíamos que nos lo
estábamos pasando genial.
—Vale, vale. Tengo hambre. —Caroline pausó la canción y
todos la miramos con cara de pocos amigos.
— ¡Eh! —protestaron al unísono.
—No me importa, tenemos hambre —nos señaló a ambas.
—Odiamos la leche chocolateada.
—Mujeres… —suspiró Cameron, quien recibió una mirada
de disgusto por mi parte.
—Si tanto te molestamos, ¿por qué estás conmigo? —
bramé con enfado.
—Luce, estoy bromeando. —Trató de acercarse a mi, pero
retrocedí.
—Vámonos, Caroline.
Caroline se encogió de hombros y le lanzó una mirada
diciéndole “lo siento” a Cameron, quien se había quedado
extrañado con mi repentina reacción.
— ¿Qué ha sido eso? —me preguntó.
—Me empieza a fastidiar —le confesé mientras
caminábamos buscando un restaurante.
— ¿En serio? ¡Por fin! Yo no lo soporto… es decir, como
amigo es genial, pero cómo te trata como novia… Es tan
pegajoso y tan protector, que Dios… —Suspiró—. No te
envidio, amiga.
—Estuve pensando en ir a un Starbucks, ¿no hay uno por
aquí? —pregunté obviamente el comentario de Caroline. Yo
sabía mejor que nadie cómo era Cameron.
Ambas empezamos a observar nuestro alrededor para ver si
veíamos algún Starbucks o algún sitio decente para desayunar.
—Hay una cafetería y parece que la comida es comestible,
¿vamos? —preguntó Caroline observando el escaparate del
establecimiento, el cual se encontraba frente a ellas.
—Vale, me muero del hambre.
La cafetería tenía un estilo vintage muy armonioso.
Nos pusimos en la cola para pedir y empezamos a leer el
menú, el cual estaba colgado del techo, dándole un toque
original al local.
— ¿Qué os pongo? —preguntó la dependienta muy
sonriente.
—Queremos dos cafés medianos, uno de ellos con leche, y
dos platos con Hot Cakes —pedí devolviéndole el gesto
amable.
Ambas sacamos de nuestros monederos el dinero, pusimos
la mitad cada una y se lo tendimos a la chica.
—En unos minutos lo tenéis.
—Gracias.
Caminamos hacia la mesa que estaba al lado de la ventana,
desde allí se podía apreciar la playa de Malibú.
Observé a través del cristal, expectante a todo desde que
Caroline me había informado el panorama expectante a todo,
desde que Caroline le había informado de que Jake estaba allí.
Mi tranquilidad había sido reemplazada por nerviosismo y
ansiedad. Tenía los ojos bien abiertos esperando ver a Jackson.
«¿Sería verdad? Quizá se había confundido o tenía un
primo con el mismo lunar en la espalda».
— ¿En qué piensas? —Caroline interrumpió mis
pensamientos.
—Oh, ya sabes. En la relación de Holly y Tristán. Son
extrañamente lindos juntos, ¿no crees?
—Nunca pensé que ambos se gustaran.
—Yo sí. ¿Recuerdas cuando la conocimos en “Forks
Camp”?
—Ajá.
—Ella era muy tímida y cuando Tristán ponía un pie en
nuestra cabaña, se ponía extremadamente nerviosa.
— ¡Cierto! —Se llevó una mano a la cabeza. —Ya me
acuerdo, y ahora mírala…
— ¡Caro!
Ambas nos echamos a reír.
El camarero llegó con el pedido haciéndonos guardar
silencio. Colocó los platos frente a cada una al igual que los
vasos con café.
—Buen provecho.
—Gracias —contestó Caroline con una sonrisa.
—Espero que no metan la pata —dije cuando el camarero
se retiró. Cogí un trozo de Hot Cake y me lo metí a la boca.
—Tienes razón… las pastillas no son demasiado caras.
— ¡CAROLINE! —exclamé mientras me reía.
— ¿Qué? —fingió inocencia y la fulminó con la mirada. —
Me encanta hacerte sentir avergonzada.
—Já, já… —ironicé. — Vamos a comer rápido que quiero
ir a bucear.
— ¡Ay! —exclamó con entusiasmo. —Yo quiero.
—Pues come rápido.
Cameron no quiso ir a bucear por cómo le había hablado.
Pues bueno, él se lo perdía.
El guía turístico nos llevó hasta una zona casi desolada de
la playa. Allí nos dieron las instrucciones y realizamos todo el
protocolo. Se colocamos las gafas y empezamos a bucear.
Nos detuvimos un rato debido a que llegaba otro grupo, el
cual se unió a nosotros y empezamos a bucear nuevamente.
Vimos peces, corales y demás plantas y animales que
habitaban en el fondo del mar.
Un dolor invadió mi cuello y saqué la cabeza del agua. Fue
entonces cuando mi mirada se topó con la de alguien que
jamás iba a olvidar.
Ojos verdes esmeralda, cabello negro… era él. Era Jake.
No podía creer lo que mis ojos veían, pero definitivamente se
trata de él, Jackson Lancaster.
Los dos hicimos contacto visual, nuestros rostros
expresaban sorpresa.
Tenía que salir de allí, ahora mismo, me estaba poniendo
histérica.
Dejé las gafas colgando de mi cuello y empecé a nadar
hasta la orilla de playa. A mitad de camino una voz me detuvo:
— ¡Luce!
Era él.
Involuntariamente me detuve, fruncí el ceño notoriamente y
me di la vuelta.
— ¿Qué? — le pregunté de manera fría.
—Oye… —susurró —, espera.
—No, mi novio está esperando.
Él se detuvo y nos quedamos a dos escasos metros de
distancia.
— ¿Sigues con él?
—Sí, ¿algún problema?
Jake pasó la mano por su húmedo cabello y me observó
fijamente a los ojos.
—No me trates así.
—No me abandones tú así.
— ¿Podemos hablar?
—No —Me negué rotundamente. —No hay nada de qué
hablar.
—Sí que lo hay, Lu. Debo explicarte muchas cosas, te lo
debo. —Suplicó.
—Tú no debes explicarme el porqué de tu partida, no
somos absolutamente nada.
—Lulú… —susurró. —No seas así.
—La gente hace que sea así—pasé la mano por mi rostro
para quitar el exceso de agua—, debo irme.
—No te rogaré.
—Tampoco quiero que lo hagas, Jackson.
Le miré con cara de pocos amigos y seguí nadando hacia la
orilla.
Al llegar, quité las gafas de bucear de mi cuello y me dirigí
donde estaba Cameron, quien todavía estaba enfadado por mi
forma de hablarle.
— ¿Dejarás tus niñerias absurdas? —le pregunté dejando
las gafas sobre una silla y cogiendo una toalla para secarme.
— ¿Niñerías absurdas? —Enarcó una ceja—. Niñerías las
tuyas, que te enfadaste sin razón alguna.
—No quiero discutir, Cameron.
—Yo tampoco, pero si no hablamos no solucionaremos
esto. —Se acomodó en su silla para poder verme mejor.
Me quedé pensativa durante unos minutos, analizando la
situación. Parpadeé un par de veces y lo miré directamente a
los ojos.
—Vale, sí, fue culpa mía —acepté. —Acabé mi periodo
ayer.
Cam asintió cabizbajo.
—No quiero perderte, Luce.
Asentí lentamente y le regalé una tierna sonrisa que
reflejaba tranquilidad.
— ¿No quieres darte un chapuzón? —pregunté para
cambiar de tema.
—Solo si es contigo —me dijo, coqueto.
Solté una carcajada estruendosa.
—Cam, amor, lo tuyo no es coquetear.
—Vale, vale. —Levantó sus brazos a la defensiva. —Lo
intenté. Vamos a nadar.
Nos cogimos de las manos sin entrelazar los dedos y
caminamos hacia la orilla del mar, donde nos adentramos.
Llegamos a una parte relativamente profunda de la playa,
donde Cam me cogió por la cintura y me atrajo hacia sí.
Colocó su cabeza sobre mi hombro y me dio un beso en el
cuello.
—Eres tan linda —susurró con los labios sobre mis
hombros.
Paseó sus grandes manos por mi cintura y empezó a
acariciarme.
—Me encantas —soltó un gemido muy ronco, haciéndome
sobresaltar.
Subió las manos por mi espalda y cerré los ojos por el tacto
tan agradable. Cam acercó sus labios a mi cuelloy empezó a
dejar sobre él besos húmedos aquí y allá.
Disfruté del momento hasta que por mi mente se cruzaron
varios flashbacks de la fiesta de Halloween de hacía cuatro
años.
El rostro de Harry se confundió con el de Cameron,
haciéndome sobresaltar. Empujé a Cam lejos, quien al salir a
la superficie me miró con el ceño fruncido y muy sorprendido
ante mi reacción.
—¿Qué? —preguntó sorprendido y un poco enfadado.
—No podemos.
Los recuerdos invadían mi cabeza haciéndome sentir asco y
repulsión.
—Sí que podemos, Luce.
—Pero yo no quiero.
Me abracé a mí misma y decidí salir del mar antes de que la
situación empeorara.
Fui directa al lugar donde estaban las tumbonas, cogí mi
toalla y me cubrí con ella, para protegerme.
Las escenas de aquel treinta y uno de octubre seguían vivas
en mi memoria, un recuerdo imborrable, como si fuera una
película quemada en un DVD eterno.
Tomé asiento en una de las tumbonas, en posición de indio
y traté de despejar mi mente; no obstante, era inevitable, lo
que Harry me hizo quedaría como una huella imborrable en mi
vida.
Pasaron un par de minutos y apareció Cameron con dos
ensaladas de fruta en sus manos, me tendió una y la acepté.
—Te pido disculpas si te he incomodado. —Tomó asiento a
mi lado. —No quiero que me temas.
—No te temo a ti, Cam… Temo de la gente —confesé. —
¿Puedes buscar a mis amigas?
— ¿No quieres discutirlo conmigo?
—Siendo honesta, no. —Negué rotundamente. —Es algo
que solo ellas saben.
— ¿No puedo saberlo? —Frunció el ceño.
Volví a negar con la cabeza y él se levantó con enfado, dejó
su plato sobre la hielera y se marchó en busca de las chicas, a
pesar de estar enfadado.
Me encogí de hombros y empecé a degustar la ensalada.
***
— ¡Amiga! —Exclamó Myrtle, preocupada. — ¿Qué
sucede?
Las tres corrieron hacia mí, ya casi me estaba terminando la
ensalada.
— ¿Podemos ir a la caravana?
— ¿Por qué? —preguntó Holly.
—Necesitamos privacidad.
Las chicas se miraron entre sí y se pusieron de pie. Myrtle
me ofreció su mano y la acepté para levantarme.
—Gracias por llamarnos, Cam. —Agradeció Caroline.
—Todo por Luce. —Sonrió a medias.
Cogí mis cosas y empezamos a caminar hacia la caravana,
la cual estaba a escasos metros de distancia.
Subimos y nos sentamos en el sofá.
— ¿Qué pasa?
Medité durante unos segundos lo que había sucedido en los
últimos cuarenta minutos.
—Vale —suspiré —, la razón por que dejé de bucear fue
porque vi algo, que… Dios —susurré —, me dejó sin aliento.
— ¿Qué viste? —preguntó Myrtle.
— ¿Un águila? —Intervino Holly haciéndonos reír.
—No… —hice una pausa corta. —Vi a Jake frente a mí.
Las tres chicas se quedaron mudas y perplejas ante la
información que acababan de escuchar. La primera en articular
palabra fue Caroline.
—Dios mío. —Cubrió su boca con la mano, sorprendida.
—Tuvimos una corta conversación. Buneo, mejor dicho,
discusión —aclaré.
—Luce… —murmuró Myrtle. —, ¿cómo te sientes?
—No os he terminado de contar todo lo que ha pasado.
Me acomodé en el asiento y seguí contándoles los hechos.
—Después del encuentro que tuve con Jake, me fui con
Cam. Hicimos las paces acerca de la discusión que tuvimos
por la mañana, pero al parecer, estamos peleados otra vez. —
Me encogí de hombros. —Está relacionado con lo más lejos
que hemos llegado, sexualmente hablando.
Caroline y Myrtle abrieron sus ojos como platos, Y Holly
solamente sonrió.
— ¡Choca esos cinco! —Levantó su mano, pero la ignoré.
—No fue tan bueno como imaginais. —Confesé. —A mi
cabeza llegaron pequeños flashbacks de la fiesta de Halloween
en la que conocí a Harry.
Ellas asintieron comprensivas. Holly apretó mi mano con
fuerza, mostrándome todo su apoyo.
—Sentí asco de mí misma. —Mi labio empezó a temblar y
oculté el rostro en el hombro de Myrtle mientras soltaba un
sollozo.
—Lucinda. —Me llamó Caroline. — Tú eres la chica más
fuerte que he conocido, ¿vale? A pesar de todo lo que te ha
tocado sufrir en la vida, siempre has sabido cómo levantarte y
este suceso no impedirá que lo sigas haciendo.
—Estoy de acuerdo con Caro… —Myrtle hizo una pausa.
—Creo que nunca hemos conocido a una chica como tú y,
como ha dicho Caro, siempre sabes cómo salir adelante.
—Aunque aquella situación que viviste probablemente te
haya dejado un trauma, pero no hay nada que con terapia no se
arregle.
— ¿Qué te ha hecho la universidad? —Bromeó Caroline
haciéndonos reír a todas.
—Hablo en serio, si sigues asím nadie te la va a meter,
amiga.
— ¡Holly Elizabeth! —Exclamé al tiempo que le daba un
ligero golpe en el hombro izquierdo.
—Hablo en serio, mocosa. —Arrugó la nariz. —No puedes
seguir recordando ese suceso cuando te vayan a tocar.
Las chicas continuaron aconsejándome y levantándome el
ánimo mediante los comentarios poco discretos que soltaba
Holly.
Durante unos minutos, pude olvidarme del mundo exterior,
de Jake, de Cameron y de Harry. Estaba en mi pequeña
burbuja, siendo feliz y sonriendo con mis amigas, mis
hermanas.
Capítulo 17
Verla allí me dejó plasmado. Su melena rizada castaña
flotando en el agua me había dejado hipnotizado por un
tiempo.
Cuando sus ojos se encontraron con los míos, sabía que
algo andaba mal, debido a que ella salió a la superficie sin más
y empezó a nadar. Fui tras ella para explicarle todo, para
decirle la verdad sobre mi partida. Pero, al alcanzarla sentí
rencor en su voz, y la comprendí, así que dejé que se
marchara.
Cuando ella salió, hice lo mismo y me dirigí hacia Jamaica,
quien estaba sentada al lado de mis cosas.
—Gracias —le dije.
—Descuida. —Hizo un movimiento con su mano
restándole importancia. —Oye, ¿quién era la chica guapa con
la que estabas hablando?
Fruncí el ceño, pero lo relajé al instante.
—Se llama Lucinda. —Sonreí levemente.
— ¡Has sonreído! Cuéntame sobre ella. —Me golpeó
suavemente la costilla con su codo.
—Nos conocimos hace cuatro años, yo vivía en Michigan y
ella en Orlando, tuvimos una amistad por internet, una muy
linda amistad. —Mordí el interior de mi carrillo. —Pero poco
a poco nos fuimos enamorando, fue una experiencia realmente
hermosa de vivir. Ella es una chica fuerte, cariñosa y
extremadamente celosa, pero es lo que me encanta de ella.
—Ay… —Enarqué una ceja y ella rió. —Puedes continuar.
—Nos hicimos novios en noviembre de 2014, después de
su cumpleaños. Estábamos haciendo una videollamada, ella
estaba muy nerviosa, estaba sonrojada y arrugaba la boca a
cada instante… Dijo un montón de cursilerías y soltó la
pregunta de la nada, me propuso ser su novio. —Jamaica abrió
los ojos como platos y luego se carcajeó. La imité.
—Dios, ¿qué le dijiste?
—Le dije que yo era quien debía hacer la pregunta,
obviamente. —Me encogí de hombros. —Y le hice la pregunta
después de un montón de cursilerías. Derramábamos mucho
azúcar.
— ¿Algo como una diabetes tipo tres?
—Tipo mil querrás decir.
—Teníamos nuestra canción, era Want it that way de
los Backstreet Boys, la solíamos cantar durante nuestras
videollamadas o por notas de voz… La amaba muchísimo, era
algo realmente fuerte. Seguimos juntos hasta abril de 2015.
Terminamos por problemas… ya sabes, los típicos de parejas a
distancia. Me quedé destrozado y, según lo que me contaba su
mejor amiga, ella también. No quería comer y bajó mucho de
peso. —Hice una corta pausa mientras pestañeaba para evitar
que el recuerdo hiciera reacción en mí. —Intentamos rehacer
nuestras vidas, conocimos nuevas personas y nos olvidamos
durante un tiempo, al menos por mi parte.
—Jackson… —susurró con un tono agudo. —Eso es muy
triste.
—Pasaron cuatro años desde nuestra última con
conversación y nos vimos por primera vez en febrero de este
año, cuando mi hermana fue a jugar con su hermano. —Sonreí
por el recuerdo. — Nos quedamos prácticamente en shock,
sentía cómo mi pulso aumentaba y creía que en cualquier
momento me daría una taquicardia.
—Exagerado —me dijo.
Reímos.
—Cruzamos la primera palabra después de que Cameron,
su novio, hubiera llegado con la noticia de que su perra
llamada Alaska tendría cachorritos. Y después de eso, pasaron
un par de días. Decidimos dejar atrás lo que fue de nuestra
relación y entablamos una amistad. Pero hubo un problema y
tuve que alejarme.
— ¿Cuál fue el problema?
—El problema fue…
***
Jamaica y yo nos conocimos tres días atrás en la estación de
transportes de Orlando esperando un autobús para que nos
trajera a Malibú. Ella estaba junto a sus amigos y su novia,
llamada Arizona. Qué nombres tan… nacionales, por cierto.
—¿Qué vas a hacer con tu chica? —Se metió una de sus
patatas a la boca.
—Tiene novio, no puedo entrometerme.
—Te diré una cosa, Jackson y espero que la pongas en
práctica. —Me señaló con su patata — Si en realidad amas a
esa chica, lucharás por ella a pesar de todo. Y sí, a pesar de su
novio también. La enamorarás nuevamente, como la primera
vez.
—Pero la primera vez fue a través de un mensaje.
Ella enarcó una ceja y señaló mi mochila.
—Adelante.
Le regalé una amplia sonrisa, estiré mi cuerpo para coger la
mochila, la agarré y de inmediato saqué mi móvil. Entré a
WhatsApp y decidí enviarle un mensaje.
Jake: Hey, fresita, ¿crees que podemos hablar?
Luce: No te puedo ver.
Jake: No necesitamos vernos para hacerlo. Resolvamos
nuestros problemas como en los viejos tiempos. ¿Qué dices,
Lulú?
Capítulo 18
Me encontraba sentada en la mesa de la caravana cenando
una hamburguesa de McDonald’s con patatas fritas, junto con
mis amigos y mi novio, quien estaba a mi lado, pero parecía
estar en Fondo de Bikini con lo hipnotizado que estaba con la
película de Bob Esponja.
Mi móvil vibró y lo cogí, esperando que fuera una
respuesta de mis hermanos, ya que hacía unos minutos
habíamos empezamos a hablar en el grupo que teníamos.
Mis ojos se abrieron enormemente y el teléfono resbaló de
mis manos cayendo sobre la hamburguesa. Lo cogí
nuevamente y releí el mensaje de texto una y otra vez.
«Oh. Por. Dios»
Jake: Hey fresita, ¿crees que podemos hablar?
Fresita, mi antiguo apodo. Sentí cómo mi pulso aumentaba.
Jake me había escrito.
Pero recordé que estoy enfadada con él y, aunque no le
podía responder de una forma linda, tampoco quería ser
grosera.
Luce: No te puedo ver.
Algo simple y educado.
Jake: No necesitamos vernos para hacerlo. Resolvamos
nuestros problemas como en los viejos tiempos. ¿Qué dices,
Lulú?
Fruncí el ceño. «¿Qué rayos quiere decir?»
Luce: ¿A qué te refieres?
Jake: ¿Recuerdas cuando queríamos vernos, pero no
podíamos? ¿Recuerdas nuestras discusiones y que las
resolvimos sin vernos frente a frente? A eso me refiero.
Luce: ¿No me quieres ver?
Jake: ¿No has dicho que no podías?
Luce: Astuto.
Jake: ¿Aceptas mi propuesta?
Luce: No lo sé, Jackson. Me dejaste sola, así como si nada,
sin ninguna explicación. ¿No pretenderás que todo esté bien de
la noche a la mañana?
Jake: Lo sé, Luce. Pero es algo que todavía no puedes saber
porque aún hay riesgo. Debo solucionarlo por completo.
Luce: Entonces, ¿qué querías explicarme cuanto estábamos
en el mar?
Jake: Quería explicarte que yo no quería dejarte así, Luce.
Pero tuve que hacerlo, muy pronto sabrás la razón. No quiero
que estemos mal.
Luce: Estuve esperando por ti tres putos meses, Jackson.
Creí que era una maldita broma.
Jake: Lo siento, de verdad. Cuando sepas los motivos me
entenderás. Pero, por ahora, no puedo decirte nada.
Luce: Cuando puedas contarme, entonces hablamos. Adiós.
Guardé el móvil en mi bolsillo, y me dispuse a terminar mi
cena. Pero se me había quitado el apetito, las ansias que tenía
por la mañana habían regresado y solo quería una cosa: ver a
Jake. Pero eso no iba a resultar tan fácil.
Traté de comer lo que pude, dejando un poco menos de
media hamburguesa y la mayoría de las patatas, las cuales
pasaron a ser de Thomas.
—Si tú no las quieres, yo sí. —Le hice una seña con la
mano y él las cogió.
—Yo no sé qué tiene McDonald’s, pero sus patatas son el
paraíso. —dijo y Caroline le dio un leve golpe en el hombro.
—Deja de tragar como un cerdo, vas a engordar. —Lo
regañó mi mejor amiga y Thomas le sacó la lengua.
—Gordo o no, me vas a seguir queriendo, ¿verdad? —
preguntó mientras se acercaba a Caroline y besaba sus labios.
—Estás comiendo, Thomas —dijo asqueada.
— ¡Hay ojos vírgenes en esta mesa! —gritó Tristán
dramatizando. —Luce, a dormir.
—Oblígame. —Lo reté y enarqué una ceja.
—Decidle que no me mire así. —Se escondió en el pecho
de Holly y esta le dio un manotazo.
— ¡No ahora, Tristán!
Todos nos giramos para verlos con la boca ligeramente
abierta, ellos rieron avergonzados.
—No ahora, Tristán… —susurró Caroline. — ¡No ahora,
Tristán! Holly, qué bajo has caído.
—Eres una deshonra para nuestro equipo. —Bromeaban.
— ¿No ahora, Tristán? —pregunté levantando una ceja.
—Quise decir, que…que dejara de molestar, estamos
comiendo.
La rubia cogió su soda y empezó a tomar sorbos excesivos
para ocultar su vergüenza.
—Debo ir al baño. —Tristán se levantó, cogió sus patatas y
se marchó al baño.
Un silencio incómodo se instaló entre nosotros. Todos
observamos a Holly, quien miraba el techo de la caravana.
—Que bonito el techo, ¿no creéis? Es tan… geométrico.
— ¿Y Tristán, es geométrico? —Dijo Myrtle. Nos giramos
hacia ella extrañados y se encogió de hombros.
— ¿Geométrico? ¿En serio?
Estuvimos conversando e incomodando a Holly durante un
par de minutos más, hasta que nos aburrimos. Decidimos ir a
dormir debido a que al día siguiente iríamos a una fiesta en la
playa. Según Thomas, estaría de lujo.
***
—¿Este o este? —Me preguntó Myrtle mientras colocaba
dos vestidos frente a su cuerpo.
— ¡No lo sé! Es el mismo vestido, solo que este en amarillo
y este en azul. —Los señalé un poco frustrada.
—Ay, cálmate. Solo faltan otros seis. —Fruncí el ceño y
solté un gruñido. —Es broma, tonta. Me llevaré ambos.
—Ahora vamos a por mi ropa —La señalé y ella asintió
divertida.
Myrtle se dirigió a la caja, registró su pedido y le pagó a la
cajera. Estábamos en el centro comercial y llevábamos
aproximadamente dos horas buscando ropa para Myrtle, quien
no se había decidido por ninguna prenda.
Entramos a una tienda y empezamos a ver la ropa. Busqué
una combinación extraña y opté por un choptop color negro
con una camisa abotonada de Béisbol, la cual usaría
desabotonada, un short de mezclilla y unas sandalias color
beige.
— ¿Ves? No es tan complicado comprar ropa conmigo.
—Conmigo tampoco —dijo cuando salimos de la tienda.
La miré de reojo. Se dio cuenta de ello y me golpeó el
hombro levemente.
—Eres una grosera, Luce. —Hizo un puchero.
La atraje a hacia mí y le di un fuerte abrazo.
— ¿Quieres un helado o una limonada? —Ofrecí y ella
señaló el puesto de limonadas.
Caminamos hacia allí e hicimos la fila esperando nuestro
turno. Cuando este llegó nos atendió la cajera.
—Buenas tardes, chicas, ¿qué os pongo?
—Queremos dos limonadas frappes endulzadas con Stevia.
—Pedí con una sonrisa y ella asintió.
Se dio la vuelta, cogió dos vasos y empezó a llenarlos con
limonada que salía de un dispensador. Cogió dos pajitas y las
colocó en los vasos con una sombrilla de papel. Nos las tendió,
las cogimos y pagamos.
Al salir del centro comercial, decidimos ir caminando hacia
la caravana, la cual se encontraba a pocas manzanas de allí.
Los chicos empezaron a buscar una cabaña para alquilar
debido a que el espacio reducido de esta hacía que Tristán
tuviese ataques claustrofóbicos.
Después de unos minutos caminando, nos detuvimos para
admirar una estatua. Le tendí mi teléfono a Myrtle para que
hiciera una foto y cuando posé, la estatua se movió
haciéndome sobresaltar. Era una estatua humana y reí para mis
adentros. Cogí mi bolso y saqué unas monedas que deposité en
la alcancía del señor, y éste se inclinó, posó su mano en mi
hombro y sonreímos.
—Ahí está la primera foto, un recuerdo de tu idiotez. —Se
burló y la miré con cara de pocos amigos.
—Algún día tendré una foto embarazosa tuya.
— ¿A qué hora es la fiesta? —Preguntó, cambiando de
tema.
—A eso de las cuatro de la tarde, pero llegaremos para el
atardecer.
***
El móvil vibró en mi bolsillo. Lo cogí e ingresé la
contraseña sin revisar previamente el mensaje. Entré a
WhatsApp y lo primero que vi fue un mensaje de Jake que me
dejó muy sorprendida.
Jake: Estás muy guapa hoy, Lulú.
Sonreí involuntariamente ante el mensaje. Pero, de
inmediato, una pregunta llegó a mi cabeza. ¿Me había visto?
Luce: ¿Me acosas?
Jake: No me importaría ser un acosador por ti.
Decidí ignorar por completo su mensaje. Todavía estaba
enfadada y estaba segura que, hasta que no me dijera qué era
lo que había pasado, nada volvería a ser lo mismo.
Llegamos al lugar donde estaba la caravana y los chicos
estaban empacando las tumbonas que habían sacado por la
mañana.
— ¿Ya encontrasteis un sitio? —pregunté.
— ¡Sí! —Exclamó Tristán con felicidad.
—Pagué por adelantado dos semanas —dijo Cameron y
asentí.
— ¿Está todo listo?
La ventana de la caravana se abrió dejando ver la cabellera
de mi mejor amiga.
— ¡Ya me quiero ir!
—Caro, amor. Dos minutos, ¿vale? — le dijo Thomas
mientras guardaba la última silla.
—Está bien, bebé.
Me encogí de hombros y me dirigí hacia la entrada de la
caravana, abrí la puerta y entré seguida de Myrtle.
— ¡Dame la maldita bolsa! —exclamó Holly sobre la
espalda de Caroline.
— ¡NUNCA!
Se sacudió bruscamente dejando caer a la rubia, quien
impactó en el suelo.
Miré la escena impresionada. Caroline dejó a un lado la
bolsa de Haribbos y se arrodilló a un costado de Holly. Golpeó
sus mejillas y esta no reaccionaba.
—Chicas… no reacciona —dijo con voz temblorosa.
Se giró hacia nosotras pidiendo ayuda. Y fue cuando Holly
cogió la bolsa y se levantó de inmediato.
— ¡Nunca serán tuyos, loser! —Rió estruendosamente.
—Zorra… —susurró Caroline abriendo su boca
sorprendida.
—Adiós. —Mostró los Haribbos haciendo un extraño baile
y se escondió en el baño.
—En mi época el baño era para hacer del dos, no para huir
despavoridos. —Dijo Myrtle mientras dejaba las bolsas sobre
la mesa.
— ¿Qué habéis comprado? —preguntó Caroline con
notorio interés.
—Ropa —dije como si fuera obvio y, como consecuencia,
recibí un golpe en el antebrazo.
La caravana arrancó con todos a bordo. Íbamos rumbo a las
cabañas que estaban en una zona privada de Malibú, la cual
contaba con piscina y playa. Según Cam nos iba a encantar y
eso esperaba.
Durante el trayecto pusimos una película llamada “Amigos
con derecho” que hizo que muriéramos de la risa.
Cuando llegamos a la cabaña, recibí una llamada de mi
hermano, Daniel.
—Hey —saludé.
—Luce, ¿cómo estás?
—Genial, estámos llegando a una cabaña. ¿Qué tal las
cosas allí?
—Todo marcha bien, aunque los cachorros estuvieron
llorando un rato después de tu partida.
—Los echo mucho de menos. —Suspiré. —Pero el tiempo
se pasará volando.
— ¿Qué tal Malibú?
—De maravilla, por la tarde iremos a una fiesta.
—Cuidado, Malibú es peligroso en esas fiestas.
—Descuida, Daniel. Estaré pendiente de todo.
—Bien. ¿Quieres que les diga algo a los niños de tu parte?
—Que los quiero mucho y que cuando vuelva a casa le haré
comida decente.
— ¡Eh! —Se quejó y reí levemente. —Uhhh… Los
cachorros se están peleando.
—Están jugando, tonto. Pero que no se hagan tanto daño.
—Entonces, adiós. Debo separarlos.
—Idiota.
—Cuídate, Luce. Te quiero.
—Yo más, Daniel.
Colgué.
Cogí mi bolso, las bolsas y la mochila que estaba en mi
litera. Bajé de la caravana y me encontré con el grupo que
estaba entrando a la cabaña.
La cabaña tenía tiene dos pisos y estaba frente a la playa.
Perfección, ¿no?
— ¡Ven, Luce! —Me llamó Cameron.
— ¿Me echas una manita? —Pedí, le mostrándole mis
cosas.
—Espera y coloco tus maletas dentro.
Asentí y él me lanzó un beso en el aire. Entró a la cabaña
con mis maletas y salió al instante. Llegó a mi lado, cogió mi
mochila y mi bolso y entramos.
—Estás raro con un bolso de chica —le dije riéndome.
Y no pude evitar que un recuerdo cruzara por mi cabeza.
— ¿Ya estás bien? —Preguntó y asentí lentamente.
Depositó un beso en mi frente y sonrió.
—Gracias, Jake.
—Para eso estamos los amigos, ¿no? —Guiñó su ojo
derecho y le sonreí.
Cogí el vaso que Caro me había servido y bebí con
pequeños sorbos.
— ¿Queréis que os lleve a casa?
Observó a Caro y luego a mi. Estaba dispuesta a aceptar,
pero recordé que había traído la camioneta.
—Yo traje mi camioneta. —Hice una mueca y él negó.
—Tú no puedes conducir así, te acabas de dar un fuerte
golpe y necesitas reposo.
—Jake…
—Dame el número de tu hermano, le llamaré para que
venga a por la camioneta y tú te vienes conmigo. Caroline, tú
también.
Acepté.
Me bajé de la camilla con ayuda de Jake, Caroline me pasó
mi jersey y me lo puse rápidamente.
Cogí mi mochila, pero Jake me la quitó y se la puso en la
espalda.
—Pareces gay, Jake. —Reí y él adoptó una pose
afeminada.
— ¡Ay, amiga! —Gritó y cubrí mi boca con la mano para
evitar reír estruendosamente.
Sonreí levemente y entré a la cabaña, la cual estaba
amueblada a la perfección. Contaba con tres baños y cuatro
habitaciones.
—Yo duermo con Luce —dijo Myrtle colocándose a mi
lado.
—Eh… —protestó Cameron con un puchero.
—Yo la vi primero. —Le sacó la lengua y entrelazó su
brazo con el mío.
—Tienes que dormir solo, lo siento. —Me acerqué a él y le
di un beso en la mejilla.
Después de una hora ya estábamos todos listos para ir a la
fiesta. Antes de subir a la caravana nos hicimos una foto
grupal, la cual tomó el chofer. Mi imagen se reflejaba en el
espejo de esta y no se veía tan mal. Me veía guapa, me sentía
guapa. Sonreí con aprobación y empecé a despeinar mi cabello
para que no estuviera tan liso, debido a que Caroline me lo
había alisado con ayuda de Holly.
Al cabo de unos minutos bajamos en el malecón de Malibú.
La música sonaba muy fuerte haciéndonos entrar en el calor
del momento.
Caminamos hacia la barra y pedimos la primera ronda de
mojitos. El primero lo bebí lentamente y saboreándolo. Pero el
segundo lo bebí de un sorbo.
—¡Wooo! —Exclamé efusiva y los chicos me imitaron.
Fuimos hacia la gran pista de baile y empezamos a
movernos al ritmo de We wanna una canción de Alexandra
Stan e INNA.
—We wanna dance till we can’t no more. —Cantamos en
coro mientras bailábamos en una pequeña ronda, los siete.
La canción terminó y decidí ir a por el siguiente mojito en
compañía de Caroline. Llegamos a la barra, pedí la tercera
ronda y me senté a bebermela.
Mi móvil vibró en el bolsillo de mi pantalón, fruncí el ceño
y lo cogí.
Jake: Veo que eres el alma de la fiesta, Lulú.
Me giré en todas las direcciones para buscarlo, pero no
había rastro de Jake.
Luce: Deja de acosarme, Jackson.
Jake: No hasta que aceptes una conversación seria
conmigo.
Puse los ojos en blanco y solté un bufido.
Jake: Te estoy viendo ahora, ¿sabes? Suelta ese mojito o no
habrá quien te salve la vida.
Ignoré por completo su órden, cogí el vaso y me lo bebí
completamente.
Luce: ¿Qué decías?
Dejé el vaso sobre la barra y me levanté de esta. Despeiné
mi cabello y empecé a caminar hacia la pista de baile. La gente
ya se empezaba a encender por la euforia del momento, se
podía apreciar grupos de amigos un poco más jóvenes que
nosotros disfrutando de la fiesta, lo cual me hizo recordar
nuestro año sabático. Eso será algo que nunca olvidaré.
Tristán me tomó de la cintura, como siempre hacía,
invitándome a bailar. Miré a Holly esperando su aprobación y
me hizo un gesto con la mano restándole importancia. Me
encogí de hombros y ambos empezamos a bailar al ritmo de
Lose Control. Tristán era un gran bailarín. Una de sus tantas
facetas o dotes “artísticos”, a parte de bailar, era tocar una
cantidad inimaginable de instrumentos. Cantaba de maravilla y
dibujaba a la perfección, un chico polifacético.
Seguimos bailando toda la noche y, aunque hacíamos
nuestros recesos para ir a beber unos shoots, volvíamos a la
pista de baile. Cameron se había sentado en una tumbona en la
playa y se había quedado allí desde hacía mucho tiempo. Una
palabra para describirlo: AGUAFIESTAS. Pero no me
importó, fui a Malibú para vivir la vida.
— ¿Sabeis qué? —Grité debido al volumen de la música.
—Mañana nos vamos de esta fiesta.
— ¿De qué hablas? Si la fiesta se acaba el martes. —Me
gritó Holly al oído haciéndome reír.
—Dile eso a Cameron. —Ella frunció el ceño.
—Él es muy aburrido. —Bufó y asentí de acuerdo.
No podía estar más de acuerdo con mi amiga. Cameron
disfrutaba un rato. Era agradable, pero después, cuando se
aburría, quería irse del lugar. Ya le habíamos dejado claro
muchas veces que por él no nos marcharíamos de los sitios. Si
él quería hacerlo, que lo hiciera.
Eran las 5:45 a.m, todos estábamos viendo el amanecer, la
bienvenida al verano de Malibú. El sol empezaba a salir y los
anfitriones de la fiesta preparaban los “volcanes” de papelitos
que siempre solían poner en las aperturas de fiestas
importantes. Y el verano era una de ellas.
Cuando el sol estuvo en su puesto empezó a sonar Summer
de Calvin Harris y los volcanes explotaron, pero en vez de
papelitos soltaron agua y pompas de jabón. Un espectáculo
mágico. Había gente de todas partes del mundo, unos estaban
ebrios, dormidos en la arena e incluso drogados.
Los siete nos cogimos de las manos haciendo una cadena
humana para no perdernos al caminar entre la multitud,
salimos los más rápido posible de allí y fuimos a un puesto de
bebidas. Pedimos unas botellas de agua y las bebimos de
inmediato.
—Amo Malibú —susurré.
—Ni me lo digas, ya sé donde me quiero casar —dijo
Myrtle mientras se quitaba los zapatos.
—Me casaré en Las Vegas —comenté riendo.
—Ni hablar, nos casaremos en una iglesia. —Cam tocó mi
nariz con su dedo índice y la fruncí.
—No os imagino casados —escupió Caroline
sorprendiéndome. Oculté una risita y ella me imitó. —Lo
siento, es la verdad. Se me hace imposible veros casados.
—Nos tienen envidia, Luce.
—Ajá.
Después de tomarnos las bebidas, fuimos hacia la caravana,
la cual se encontraba a unas manzanas de la playa, debido a
que no encontramoa aparcamiento más cerca cuando llegamos.
Al llegar a ella, subimos de inmediato y cada quien se acostó
en su litera. Todos teníamos sueño. Decidí darme una ducha
rápida en el baño, para dormir fresca. Al terminar de asearme,
me puse la misma ropa interior, el short y la camisa de béisbol
abotonada. Doblé el crop top y lo guardé en uno de los
bolsillos del short, como pude. Cogí mi celular y salí
revisando los mensajes, tenía uno de Daniel.
Daniel:¿Es normal que se peleen tanto? Alaska se está
peleando ahora con Zeus. ¡AYUDA, LUCE!
Negué con la cabeza lentamente mientras reía.
Luce: Es normal, solamente están jugando, tonto.
Tenía otro de papá.
Papá: ¿Qué tal Malibú? ¿Todo bien por allí?
Iba a cerrar la aplicación, pero me percaté de que tenía
otros mensajes, eran de Jake.
Jake: Llevas seis mojitos y no estás ni un poco ebria. ¿Eres
IronWoman?
Jake: Deberías ver a Cameron, está hablando con una
latina. Lo odio, ¿tú no?
Jake: Oye… deja de bailar y habla conmigo. ¿Hago bien mi
papel de sombra?
También me había enviado una foto. Estábamos los seis
bailando y yo salía a espaldas. Fruncí el ceño.
Luce: Deja de acosarme. Te denunciaré a la policía.
Él estaba online, por lo tanto, recibí una respuesta a los
pocos segundos.
Jake: No serías capaz. Jakie quiere hablar con Lulú. ¿Jakie
puede hacerlo?
Puse los ojos en blanco y una sonrisa se dibujó en mi
rostro.
Luce: Lulú le ha dicho a Jakie que hasta que no le dé una
explicación, ella no accede a una conversación.
Jake: Pero Jakie extraña a Lulú y mucho.
Luce: Y Lulú también lo extraña.
Jake: ¿Entonces podemos hablar? Hacer las paces, por lo
menos.
Luce: Yo tampoco quiero estar mal contigo, Jackson. Pero
es que no lo entiendo, no entiendo la razón de tu partida.
Estábamos bien, nos divertíamos todos juntos y, de un
momento a otro, te vas. Dijiste que no lo iba a entender, y he
buscado la forma de hacerlo, pero lo único que hago es
crearme hipótesis absurdas.
Jakie: Creéme, lo entenderás en cuanto te lo cuente. Pero
necesito que estemos bien para poderte contar.
Luce: Entonces estamos bien.
Capítulo 19
Pasaron alrededor de tres semanas desde que volví a estar
en contacto con Jackson. Hablábamos todos los días por
mensajes o llamadas telefónicas.
Estaba en la comodidad de la cabaña en Malibú, sentada en
el borde de la piscina enviándole mensajes a Jake, quien me
había sacado miles de sonrisas aquel día.
Luce: ¿Quieres que nos veamos?
Mi pulso se aceleró y mi respiración se agitó. Quería que
nos viéramos, y aquello era una locura.
Traté de tranquilizarme durante unos minutos y lo conseguí.
Luce: Pues sí.
«¿En serio, Luce?»
Jake: ¿Qué te parece ir a DisneyWorld? El 3 de Julio.
3 de Julio. Recordé perfectamente que era el dia que
anhelábamos que llegara cuando éramos adolescentes, el día
que nos íbamos a conocer por primera vez. Sin pensarlo dos
veces, acepté.
Luce: Me encantaría.
Jake: Entonces nos vemos el 3 de julio.
Luce: Pero, espera, Orlando está a muchas horas de aquí.
Tengo que volver con los chicos.
Jake: ¿No te gustan las aventuras?
Luce: Tengo novio, va a pensar mal.
Jake: ¿Se tiene que enterar?
Luce: Le estaría mintiendo.
Jake: ¿Sabías que Minnie dará un show sobre hielo con
Mikey?
Sonreí al darme cuenta de que él todavía recordaba cuánto
amaba la pareja que hacían Minnie y Mikey.
Luce: Me tendrás que ayudar a escapar.
Jake: Déjamelo a mi, bonita. Nos quedaremos tres días en
DisneyWorld, así que lleva suficiente ropa.
Luce: Espera… ¿Huiremos de Cameron?
Jake: A mi me gustaría llamarlo algo así como “Despegarte
del parásito unos días.
Luce: Él no es un parásito, ¿o si?
Jake: No te deja sola ni un minuto. Cuando estábamos en la
universidad me daban ganas de golpearlo e irme contigo al
País de las Maravillas.
Luce: Para mí que, en serio, eres gay o estás viendo mucho
Disney Channel.
Jake: Ambas.
Luce: ¡Jackson!
Jake: ¿No quieres un amigo gay?
Luce: Suficiente tengo con Tristán.
Jake: ¿Tristán? ¿Gay? Díselo a su virginidad.
Luce: ¿Tú sabías lo suyo con Holly?
Jake: Sí, una vez me pidió que le comprara preservativos
porque ya se le habían acabado. También me quedé
sorprendido.
Luce: Con razón se perdían esos dos a cada hora y tú ponías
una excusa.
Jake: Soy un buen amigo, Lulú.
Luce: No lo niego, Jackson.
Jake: ¿Qué te he hecho para que me llames así?
Luce: Ese es tu nombre, ¿no?
Jake: Vale, vale. Nos vemos en julio, muñeca.
Luce: No me llames así.
Jake: ¿Entonces cómo? ¿Fresita?
***
Dejé mi móvil sobre la mesa de comedor del apartamento
que habíamos alquilado por unas semanas. Cogí mi ordenador
y consulté el dinero que tenía en la cuenta bancaria, 2.000
dólares. Al parecer, mi padre me había consignado algo de
dinero para que sobreviviera en vacaciones.
Me dirigí a la cocina en busca de alimento, abrí el
refrigerador y saqué los ingredientes para hacer un sándwich
de queso fundido. Una de las tantas recetas que me enseñó a
hacer Luce en Orlando.
La extrañaba mucho, la quería mucho o, tal vez, la amaba
como en los viejos tiempos.
El amor era como una vela, cuando la llama se va apagando
debes colocar la mano frente a ella para que recupere su
tamaño, ¿verdad?
«¿Luce sentiría lo mismo hacia mí?»
Lo dudaba, porque si ella sintiera lo mismo por mí, no
seguiría su relación con su tedioso novio, Cameron, quien era
como un dolor de cabeza, como la migraña.
Durante los días que llevaba hablando con Luce, ella me
había manifestado lo incómoda que se sentía con su novio.
Quería terminar, pero después del verano. Yo le había dicho
que tratara de evadir su presencia cuanto más pudiera para que
así no se sintiera de tal forma, ya que eso arruinaría su verano.
Me serví en un plato la comida y me dirigí a la mesa de
comedor para comer mi almuerzo. Cuando él estaba en
Orlando, su madre, Luce o la cocinera de la universidad eran
quienes le cocinaban.
Cogí mi celular y me tomé una selfie con el sándwich en la
mano, haciendo una mueca muy divertida y se la envié a Luce
con una descripción: “Tengo una maestra de cocina
excelente.”
Recibí una respuesta después de unos minutos.
Luce: ¿Verdad? ¿Y quién es?
Jake: Lu Sheeran, ¿has escuchado sobre ella?
Luce: Ah, sí. Me cae mal.
Jake: Pues es un rayo de luz.
Luce: Qué va, es patética esa niña.
Jake: No es patética. Es hermosa y única. Y por eso me
gusta, porque como ella no hay ninguna.
Capítulo 20
Caroline entró a mi habitación, la cual compartía con
Myrtle y me dejó una nota con demasiada emoción.
—Han dejado esto en el buzón de la cabaña.
Observé a mi amiga y luego la nota.
— ¡Ábrelo!
— ¿Y si es un explosivo?
—No seas idiota, es solo un papel. —Caroline lo cogió y
empezó a sacudirlo frente a mí. —Ahora, ábrelo antes de que
lo haga yo.
Cogí el sobre, rasgué la superficie y saqué el papel doblado
que tenía dentro. Lo desdoblé y empecé a leer.
¿Tienes idea de lo guapa que eres?
Hoy por la noche, me place invitarla a usted, mi bella
dama, a una cena en un humilde restaurante que está en las
afueras de Malibú.
Si su respuesta es un sí, vaya con Tristán. Él la espera con
un obsequio.
Att: ¿?
Sonreí. ¿Sería Jake quien me había invitado a cenar? Solo
él tendría un detalle tan romántico y delicado conmigo.
Caroline me miró extrañada.
— ¿Qué dice? —preguntó.
Yo seguía sonriendo. Parecía una adolescente en la
secundaria cuando la invitaban a una primera cita. ¿Una
primera cita con Jake?
—Me han invitado a cenar, pero no tiene autor. —Me llevé
la nota al pecho mientras suspiraba. —Me pregunto quién será.
— ¿Y si es Jackson? —Preguntó. —Habéis estado
hablando desde semanas y se nota que está dispuesto a
recuperarte.
— ¿Eso crees? —Mordí mi labio inferior dudosa.
—Es un hecho, él es un romántico innato.
—Entonces… —me levanté de la cama. —Vamos con
Tristán.
— ¿Qué tiene que ver él con eso? —Preguntó con
curiosidad.
—Tiene algo que “Mi Anónimo” le ha dejado para mí. —
Se encogieron de hombros.
Ambas salimos de la habitación rumbo a la de Tristán. Al
llegar, giré el pomo de la puerta y nos quedamos petrificadas
al ver lo que teníamos delante.
Tristán estaba sobre Holly, quien le susurraba cosas a su
novio, haciendo que él soltara gruñidos. Ellos, al darse cuenta
de nuestra presencia, se quedaron quietos y luego
reaccionaron.
Tristán cogió la sábana y cubrió a Holly, para luego arrojar
una almohada a la puerta haciendo que retrocediéramos.
Tapé mis ojos con un brazo y entré a la habitación.
—Vengo a por el regalo que dejó el autor de mi notita —
dije lo más rápido que pude.
— ¡Tocad la maldita puerta! —Chilló Holly, con
vergüenza.
— ¡Para algo está el pestillo! —la imité —Ni con terapia
podré borrar ese recuerdo.
Tristán cogió mi brazo y dejó una caja sobre mi mano.
—Ahora largo.
—Ay, pues estábamos pensando en quedarnos a tomar el té
con vosotros —dijo sarcástica, y fui arrastrada hacia la puerta
por Tristán.
— ¡Bonito lunar en el trasero, Tris! —Se burló Caroline,
quien recibió un gesto obsceno por parte del chico. —Ya sabes
dónde te lo puedes me… —Cerró la puerta en sus narices. —
… ter. ¡Cabrón!
Destapé mis ojos y solté una risita nerviosa. Ver a mis
amigos en esa situación me incomodaba, aunque en parte no
era su culpa. Entramos arbitráriamente a la habitación, por
ende, no debería estar extrañada de lo pudiese haber dentro.
—Lección aprendida, no entrar a esa habitación sin antes
tocar —susurré mientras nos dirigíamos a la sala de estar.
—O, mejor dicho, ni entrar. —Corrigió Caroline
haciéndome reír.
Tomamos asiento en uno de los sillones color beige que
amueblaban la cabaña.
Caroline me arrebató la caja dorada y la abrió con
delicadeza. Su gesto fue de sorpresa, admiración y ternura.
Todo en una sola expresión.
— ¿Qué es? —pregunté, emocionada.
—Es hermoso… te envidio.
Giró la caja en mi dirección y, al ver el contenido, me llevé
las manos a la boca como gesto de sorpresa.
—Dios mío… —puse mi mano sobre la tela del vestido.
Era una preciosidad: Color coral, con pedrería en la parte
superior, escote de corazón, cintura imperio, con un forro del
mismo color, pegado al cuerpo. Debajo de este, había un par
de zapatos plateados. Todo era como una película de Disney,
donde yo sería la princesa que la protagonizaba.
— ¿Cómo distraemos a Cameron? —pregunté en un
susurro.
—Lo enviaremos a comprar unas cosas, qué sé yo. — Le
restó importancia a la situación. — ¡Hay una nota!
La cogí y la leí en silencio.
“Qué bien que hayas aceptado la invitación.
Un señor llamado Charlie te estará esperando a las 8:00
P.M en punto, quien te traerá conmigo al restaurante.
Espero que te guste el vestido. Ponte más guapa de lo
normal.
Att: ¿?”
— ¿Me ayudarás a arreglarme? —Pregunté poniendo cara
de cachorrito.
—Pues claro, tonta —dijo como si fuera obvio. —Sin mí,
quién sabe dónde estarías.
— ¡Eh! —Protesté.
—Shhh —me chistó. —Al baño, un galán espera por ti.
***
Salí de la ducha y Caroline se levantó de la cama
rápidamente. En el tocador de la habitación estaba su
maquillaje.
Me arrojó un conjunto de ropa interior y de inmediato me
lo puse, dándole la espalda a mi amiga, quien reía por mi
timidez.
— ¿Qué te haremos en el cabello? —Se preguntó a sí
misma. Arrugó la boca, pensativa. — ¡Bingo! Toma asiento.
Obedecí y me senté en el banco del tocador. Caroline
recogió mi cabello en una coleta de caballo alta, pero un poco
floja. Aseguró la goma con unas pequeñas pinzas y continuó.
Dividió mi melena rizada en varias partes, y esas partes las
dividió de nuevo en delgados mechones, los cuales roció de
fijador y empezó a envolverlos en su dedo, para después
colocarlos al lado de la goma y asegurarlo con otra pinza.
Repitió el mismo procedimiento con todo el cabello.
El final fue muy satisfactorio. El cabello recogido, en forma
de cebollita, una muy particular. Como toque final, Caroline
colocó una diadema sobre mi cabeza.
— ¿Te gusta?
—Eres una genia.
—Lo sé —alardeó, haciéndome reír.
—Venga, falta el maquillaje.
***
— ¡Rápido, tonta! Faltan diez minutos y ya envié a
Cameron al súpermercado.
Asentí y abrí la caja, me puse los zapatos y, por último, el
vestido, el cual me quedaba a la perfección, como si fuese
diseñado exclusivamente para mí.
—Estás guapísima —Caro me observó de pies a cabeza y
asintió emocionada —, ve a conquistar a Jake.
— ¿Crees que le gustará?
—Le encantará, te lo prometo.
Caroline se acercó a mi y me dio un beso en la frente de
forma maternal. Después sonrió.
—Venga, vamos al salón.
En cuanto llegamos, se escuchó el claxon de un coche.
— ¡Es Charlie! —Exclamé, efusiva.
—Hacer esperar es de mala educación.
Caroline se acercó a la puerta y la abrió.
—Abre la boca —me dijo y yo la obedecí. Me roció con un
spray bucal sabor menta.
— ¡Sabe a mierda, Caro!
—Te quiero, adiós. Diviértete.
Salí de la cabaña con los nervios de punta. ¿En serio iba a
ver a Jake?
Al llegar al coche, el chófer se bajó y me saludó.
—Buenas noches, señorita. Usted se ve radiante esta noche
—me dijo.
Yo le sonreí y él me abrió la puerta.
— ¿Dónde vamos? — le pregunté, un poco nerviosa.
—A un restaurante, pero no me permiten decir más. —Me
guiñó el ojo derecho.
No tuve otra opción que esperar a que el recorrido
terminara.
***
—Hemos llegado, señorita.
Sonreí emocionada y observé desde la ventanilla el
restaurante. Era uno prestigioso y parecía caro.
Bajé del coche una vez Charlie abrió la puerta.
— ¿Me permite? —Me ofreció el brazo y lo acepté
entrelazándolo con el suyo.
El guardia abrió la puerta de cristal y nos recibió con una
amable sonrisa.
—Bienvenidos a Sunset Lab.
—Gracias —susurré.
Nos dirigimos hacia la recepción, Charlie le pasó una notita
a la recepcionista. Esta sintió y tecleó algo en su computadora.
—Mesa doce, segundo piso. Área privada —dijo ella
mientras leía.
Mis nervios aumentaban cada vez más. ¡Iba a ver a Jake
después de tanto tiempo!
Subimos las escaleras rumbo al segundo piso, donde
Charlie me soltó y me hizo una seña para que continuara. Un
camarero me recibió con una copa de vino blanco, yo la aceptó
gustosa y me dejé guiar hasta la mesa.
El lugar estaba decorado como en los cuentos de hadas, el
color dorado era el protagonista, haciéndome sentir una
princesa. Tomé asiento y degusté mi copa de vino.
Minutos después una canción empezó a sonar de fondo y
las luces se apagaron dejándome sin visión.
Reconocí la canción de inmediato: Flashlight, pero en
piano. Mi melodía favorita desde que la aprendió a tocar. Un
camino de luces LED se iluminó, dejando ver los zapatos
masculinos que se dirigían hacia mí. Mi corazón quería salir
de mi pecho por la emoción. Poco a poco se fueron
encendiendo otras luces alrededor de la mesa, paredes, y
diversos lugares. Hasta que la luz se tornó tenue.
La emoción que tenía en el rostro se borró al ver a Cameron
de pie, con un ramo de rosas rojas. No era mi Jakie.
—Feliz primer año, mi amor.
Abrí los ojos como platos. Lo había olvidado por completo.
Pero lo que más me decepcionó fue que quien quería que
estuviese de pie ante mi, no lo estaba.
Cameron se acercó a mí y me hizo entrega del ramo de
rosas rojas. Yo, al verlo tan emocionado, sentí la obligación
conmigo misma de sonreírle. Y eso hice.
—Estás preciosa, Lu.
—Tú también estás guapo, Cam.
Él seguía con una gran sonrisa en su rostro. Tomó asiento
frente a mí.
Bajé la mirada. Estaba obrando mal al estar con Cameron,
cuando mis sentimientos hacia Jackson seguían latentes. Pero
no podía terminar con él, debía hacerlo al final del verano.
— ¿Quieres más vino? —Ofreció mientras se inclinaba
para coger la botella. Lo detuve, colocando mi mano sobre su
brazo y negué.
Cam me miró fijamente y dejó la botella en su lugar.
—No pude ir al súper mercado debido a la sorpresa. —
Soltó una risita. — ¿Te ha gustado?
—Sí, Cam. Esto es tan… —fingió admiración —, hermoso.
En serio,gracias.
—Por ti haría esto y mucho más.
Mordí mi labio inferior, cerré los ojos y solté un suspiro.
— ¿Hay algo que te incomode, bebé?
—No —abrí los ojos de inmediato. —Es solo que aún estoy
sorprendida.
Cam le pidió al camarero que trajera la cena. Pollo
marinado a la naranja, un plato que estaba entre mis favoritos
y Cameron lo sabía.
Odiaba mentirle así.
***
— ¿Qué tal estuvo la cena con Ja… —Caro se detuvo al ver
que Cam entraba tras de mi vestido de traje? — ¡Jay,
Cameron!
Oculté una risita y asentí.
—Bonita.
— ¡Qué envidia! Tenemos que hablar, ven.
Caroline me cogió del brazo con fuerza y me llevó consigo
hacia la piscina de la cabañ, donde me dio espacio para que me
quitara los zapatos y accesorios.
— ¿Qué mierda hace Cameron?
—Es más que obvio que la cena fue planeada por Cameron
y no por Jake.
—Oh. ¿Quieres hablar de ello?
—Quiero terminar con Cam, eso es lo que quiero hacer. —
Dejé los zapatos sobre una tumbona.
— ¡Pues hazlo! Nadie te detiene.
—El verano sí, yo quiero ir al Gran Cañón y él igual. Así
que después del verano, romperé con él.
— ¡Venga! Estás pensando en ti por primera vez. —Celebró
haciendo un baile con sus brazos.
—Déjate de tonterías y vamos a nadar.
—Pero no tienes el traje de baño. —me encogí de hombros.
—Tengo ropa interior, que es lo mismo.
Me quité el vestido rápidamente y lo tiré a la silla.
— ¿Vienes o qué?
Caroline negó lentamente mientras reía y se levantaba la
blusa. Cuando ambas estuvimos en ropa interior, saltamos a la
piscina. Al salir a la superficie, empezamos a reír sin razón
alguna, pero, poco a poco, esa risa se transformó en llanto. Mi
mejor amiga me atrajo hacia sí para darme un abrazo.
—Lo echo tanto de menos, Caro —sollocé.
—Shhh… —siseó para calmarme. —Pronto os vais a ver.
—Necesito verlo.
—Él también te quiere ver, Luce. Solo debes ser paciente.
—También soy una ilusa.
—No —Negó. —Todos sabemos que Cameron no es
romántico, y Jake sí.
—Ahora me siento una zorra —sollocé aún más fuerte.
— ¿Por qué? ¿Porque quieres estar con la persona que amas
y no puedes por un simple verano? ¡No! Puedes mandar a la
mierda a Cameron y ser feliz con Jake.
—Pero, ¿y si él ya se dio por vencido conmigo?
—Nadie se daría por vencido contigo tan rápido. Eres una
chica valiente y muy especial, y Jackson te quiere, igual que tú
a él.
— ¿Crees que es amor?
Caroline me apartó de su hombro y me miró fijamente a los
ojos.
—Esa respuesta solo la sabeis él y tú. ¿Lo amas? —
preguntó y yo asentí lentamente.
—Como la primera vez.
—Entonces deberías hablar con Cameron y decirle la
verdad. —me aconsejó mi amiga.
Cameron era impulsivo. Contarle acerca de mis
sentimientos hacia Jake crearía un caos. Había una cosa que
Cam no toleraba, y era perder lo que relativamente era suyo.
***
Dos semanas después, concretamente el 1 de julio, me
encontraba sentada en la mesa de comedor mientras
desayunaba con mis amigas y discutíamos temas al azar.
Durante las dos últimas semanas había estado discutiendo con
Cam por cosas tontas.
Se escuchó un portazo de la habitación que compartía con
Myrtle y de inmediato me alarmé.
Mi novio entró al comedor como una fiera, arrojó mi
teléfono frente a mi y me miró muy enfadado.
— ¿Qué haces hablando con el maldito de Jake?
— ¿Maldito? —Me levanté de mi asiento. —Deja de
maldecir.
— ¿Qué haces hablando con ese estúpido? —Levantó el
tono de voz.
—Primero —le dije en el mismo tono —, si Jake es
estúpido, creeme que no sé qué demonios eres tú; y segundo,
¡No me grites!
— ¡No me grites tú a mí! —Golpeó la mesa con su puño.
—Responde, mierda.
— ¿Y qué si hablo con Jake? ¿No te enseñaron a respetar
las cosas ajenas?
—Pero eres mí novia, y si yo quiero lo hago.
Reí irónica haciendo que la rabia de Cameron aumentase.
—Tú estás loco —continué riendo. —No vuelvas a coger
mis cosas sin mi permiso, y no me reproches que hable con
Jackson. Por lo menos él sí sabe cómo tratar a su novia, ¿no?
—Si tanto lo quieres, vete con él.
— ¡Maravilloso! Gracias por la autorización. —Le dijo con
sarcasmo. — ¿Sabes qué? ¡Vete a la mierda!
—No sé dónde está la madre de Jackson para ir con ella.
—Dios, Cameron, te hace falta madurar un poco. Recuerda
que ya no tenemos quince años.
Aparté la silla, cogí mi móvil y salí del comedor.
— ¿A dónde mierda vas? —Cam fue tras de mí.
—A un lugar donde no vea tu asquerosa cara —le dije lo
más seca que pude. —Déjame en paz de una vez. Y no me
hables.
—Me haces el favor…
—No, hazme tú un favor, ¿vale? Deja de hablarme así. No
eres mi padre —lo interrumpí.
— ¿Dónde vas? —Bajó la voz un poco.
—Lejos de ti.
Entré a mi habitación y cerré la puerta con llave para que
Cam no entrara.
Tomé asiento sobre la cama y cogí el móvil. Lo desbloqueé
y llamé a Jake.
Después de cinco tonos, contestó:
—Hola, Luce —me saludó.
—La primera fase está lista —murmuré lo suficientemente
audible para él.
— ¿Qué hiciste para quitártelo de encima? —Soltó una
risita.
—Dejé mi móvil abierto con nuestra última conversación.
Se escuchó un “mierda” al otro lado de la línea y fruncí el
ceño esperando a que Jake hablara, pero no lo hizo.
— ¿Sucede algo?
—No… —negó de inmediato. —Me golpee el dedo con la
cama.
—Ah, vale.
—Entonces… —hizo una pausa. — ¿Ya imprimiste los
billetes?
—Sí… —susurré airada de emoción. —No puedo esperar
al miércoles.
—Yo tampoco… —confesó. —Te tendré una sorpresa.
—Ya veremos si logras sorprenderme.
Ambos reímos durante unos segundos.
La puerta de mi habitación fue golpeada tres veces.
—Soy yo — dijo Caroline.
Me levanté de la cama y me encaminó rumbo a la puerta,
abrí y dejé pasar a Caroline, quien venía con las chicas.
—Jake, debo arreglar las cosas. Te hablo más tarde.
—Está bien. Te quiero.
—Yo también.
Las cuatro nos miramos entre nosotras durante unos
segundos para después gritar de alegría.
— ¿Ya empacaste? —Negué con la cabeza. —Te haré yo la
maleta. Deja que Mimmy se ocupe del caso.
— ¿Qué demonios le dirás cuando llegues?
—No lo sé, que estuve con unos hippies aprendiendo a
cuidar la naturaleza. —Me encogí de hombros. —Me da igual.
—Nos debes contar todo lo que hicisteis, dónde fuisteis y
todo eso. Con lujos y detalles. —Me señaló Holly.
Organicé la ropa que llevaría a Orlando en una pequeña
maleta color rojo que me había prestado Holly. Myrtle tardó
alrededor de dos horas en escoger dos outfits por día, con sus
respectivos accesorios, los cuales cogió prestados de Caroline.
Mis amigas estaban emocionadas porque me iba a escapar
de Cameron con Jake durante un par de días. Podía escuchar lo
que hablaban y las hipótesis que planteaban sobre lo que
posiblemente pasaría, lo cual me hacía gracia, debido a que, a
decir verdad, estábamos empezando desde cero. Paso a paso.
Debía estar en el aeropuerto a eso de las ocho de la mañana
debido a que el vuelo salía a las nueve y treinta.
— ¿Todo en orden? —Preguntó Holly mientras dejaba un
par de tacones frente a mí.
—Pues sí, estoy algo nerviosa —confesé —, pero
emocionada.
—Todo saldrá a pedir de boca —Aseguró.
***
— ¿Te vas? —me preguntó Cameron, cabizbajo.
—No, solamente estoy sacando una maleta con ropa para ir
a la playa —le dije con sarcasmo.
—No me trates así, Lu. —Trató de hacer contacto visual
conmigo, pero desvié la mirada.
— ¿Recuerdas por qué rompí contigo hace cuatro meses?
Por tus celos. Por esos estúpidos celos que odio. Prometiste
cambiar, pero… Lo de ayer fue el límite.
—Pero es que no te quiero perder, Lu. Te amo —Confesó.
Se acercó a mí, pero retrocedí unos pasos.
—Hasta pronto.
Cerré la puerta tras de mí y respiré profundamente. Iba a
ver a Jake.
Subí al taxi que Myrtle había llamado y partí al aeropuerto.
Al llegar, le pagué al conductor y bajé a una velocidad que
me dejó sorprendida. Observé el reloj que tenía en la muñeca,
este marcaba las 8:56. Maldije en voz alta por mi retraso y me
apresuré para ir a la puerta quince, pero antes tuve que dar mi
identificación y equipaje. Lo cual me hizo retrasarme diez
minutos.
—Último llamado para el vuelo dos…cero… uno… cuatro
—dijo una mujer por megafonía.
Pasé a la puerta quince y le di mi billete a una trabajadora
de la aerolínea. La mujer me dio un pedazo de este con la
ubicación de mi asiento, le di las gracias y me introduje en la
cabina para caminar hacia el avión.
Al entrar, las azafatas me recibieron con una cálida
bienvenida y me invitaron a buscar mi asiento.
Llegué a Orlando realmente cansada, las horas de vuelo
habían sido insoportables por un niño el cual lloraba por su
padre, quien se había quedado en Malibú.
Cuando bajé del avión y fui a por mi maleta. Tuve que
discutir con un anciano el cual tenía mi equipaje. Le mostré el
papel con el código que tenía mi maleta, pero aún así rehusaba
darmelo. Después de unos minutos, accedió a abrirla y se dio
cuenta que era mía al ver la ropa interior.
Caroline me había dado las llaves de su apartamento, el
cual estaba listo con el mobiliario para cuando el verano
acabase, venirse a vivir con Thomas. Era realmente acogedor,
aún le faltaban cosas, pero suponía que cuando Thomas se
instalase las empezarían a comprar.
Encendí el módem del Internet y de inmediato me conecté
en la red para informarle a Jake de mi llegada.
Tras unos segundos de espera respondió.
—Hey… —murmuré.
—Lulú, ¿qué tal el vuelo?
—Agotador. Realmente agotador.
—Debes descansar, ¿sabes? Mañana será un día muy
agitado.
— ¿Por qué? —Fruncí el ceño.
—Todo forma parte de la sorpresa.
—Venga. Dime una pista.
—Te va a gustar mucho, estoy seguro. —Soltó una risita y
gruñí.
— ¿Ya estás aquí?
—Querrás decir en Disney. Estoy buscando un lugar para
que nos encontremos mañana.
—La entrada es un buen lugar.
Él soltó una risotada.
—Entonces será en la entrada.
— ¿Hora?
—8:00 a.m en punto.
—No estás hablando en serio, sabes que me gusta dormir.
—Entonces, come algo y ve a dormir. Nos espera un gran
día, Luce.
Capítulo 21
El zumbido que emitía mi móvil hizo que me levantara. Me
froté los ojos y estiré la mano para coger el aparato, el cual no
paraba de vibrar.
Contesté sin ver quién era.
—Luce, no cuelgues… —Era Cameron. Cerré los ojos de
golpe.
—Dime.
— ¿Dónde estás? Te necesito aquí… —Sollozó.
Mi corazón se arrugó al escucharlo llorar. Había sido una
mala persona al tratarlo de tal forma. Medité unos segundos
antes de responderle.
—Cam… Las cosas entre nosotros no marchan muy bien
que digamos.
—Podemos arreglarlo, ser felices para siempre, tener una
familia hermosa.
Fruncí el ceño. Se escuchaba agitado, desesperado y
frustrado. Debía decirle la verdad, ahora.
—Cameron, tengo que decirte algo. —Hice una corta
pausa. —Debemos terminar, y esta vez que sea definitiva. Mis
sentimientos hacia Jackson han vuelto y…
—Ese infeliz… —Bramó con enfado. —Me las va a pagar.
—No digas idioteces, Cameron. Debía decírtelo. —Suspiré
con pesar. —Nuestra relación no da para más. No me siento
cómoda contigo.
— ¿Estás echando un año de relación por la borda por ese
tipo? —Rió con ironía.
—Estoy enamorada de él. —Confesé y sonreí ante mi
valentía. —Y de ti ya no, Cam. —Traté de sonar lo más
delicada posible.
—Eres una perra. —Sentí el rencor propagarse en su voz.
—Cam…
Ya era tarde. Había colgado la llamada.
Suspiré con pesar y dejé caer mi cuerpo sobre el colchón.
Por lo menos le había sido honesta.
***
Revisé mi mochila para verificar que todo estaba en orden y
guardé un emparedado de jamón que había comprado hace
unas horas cuando bajé a desayunar, y una botella con zumo
de naranja.
Cogí la maleta y me dirigí al primer piso, el taxi había
llegado. Al llegar a la primera planta, le entregué las llaves al
portero y este me deseó suerte en mi viaje.
El conductor del taxi me recibió con una sonrisa y colocó
mi maleta en los asientos traseros. Después entré yo.
— ¿A dónde vamos? —Preguntó una vez dentro del taxi.
Abroché el cinturón de seguridad y él me imitó.
—A DisneyWorld.
—Vaya… —susurró con alegría, y arrancó el coche —, mi
hija ama ese lugar.
—Está lleno de magia —le dije y él asintió con una gran
sonrisa
—Allí le pedí matrimonio a mi esposa. Éramos novios y
ella siempre había soñado con visitar ese parque y le cumplí el
sueño. En la última noche le hice la propuesta en la
habitación… fue algo emotivo. —Su sonrisa se amplió y lo
imité. — ¿Qué harás allí?
—Me encontraré con un amigo. —Mordí mi labio inferior
aún sonriendo.
— ¿Te gusta?
—Fuimos novios… Una relación extraña para muchas
personas. —Me encogí de hombros.
— ¿Quieres contarla?
Durante el trayecto le estuve contando al conductor la
historia, cómo nos conocimos, qué nos decíamos, y toda la
cursilería. El señor escuchaba atentamente mientras conducía.
A veces me hacía preguntas y yo las respondía sin protestar.
—Es un lugar que une a las personas. —Me miró a través
del retrovisor. —Tienes una historia de amor que merece ser
recordada, ¿no crees?
Le sonreí sin mostrar los dientes y asentí lentamente.
—Suerte con él, linda.
Al cabo de una hora de recorrido, por fin visualicé la
entrada, “Walt Disney World. Where Dreams come
True.” Sonreí ampliamente y la emoción en mi cuerpo empezó
a aumentar.
—Me deja en la entrada, por favor. —Pedí y él asintió.
Saqué mi teléfono y marqué el número de Jackson, quien
no tardó en responder.
— ¿Dónde estás? —Preguntó.
—Ya estoy a unos metros de la entrada. ¿En qué parte estás,
Mickey o Minnie? —Le pregunté.
—Minnie.
—Vale. Te llamo ahora.
Colgué y miré mi reflejo en el retrovisor. No me veía mal.
—Me deja en el lado de Minnie, por favor.
El chofer asintió y aparcó en la derecha, en el lado de
Minnie. Saqué mi monedero y le di un billete dejándole el
cambio. Bajé la maleta rápidamente, me deslicé por el asiento
y por fin salí del coche.
—Suerte nuevamente, linda.
—Gracias, señor. —Me sonrió y arrancó.
Respiré profundamente, cogí mi maleta del agarre, di dos
pasos y por fin pisé la grama. Saqué mi móvil del bolsillo y
llamé a Jake.
Después de cuatro tonos respondió.
—Ya he llegado —le dije observando mi alrededor a ver si
lo veía. —No te veo.
—Busca bien, ¿en qué parte estás?
—Al lado de Minnie. —Observé la pared en donde estaba
dibujada la muñeca. —Ya sabes, donde están las plantas y eso.
—No busques más, Lulú. —Fruncí el ceño.
— ¿De qué hablas?
—Date la vuelta, te estoy viendo.
Me di la vuelta y lo busqué con la mirada. Y allí estaba, tan
guapo y radiante como siempre. A menos de diez metros de
distancia. Sonreí ampliamente y él me imitó.
El anhelo de verlo se había hecho realidad. Solo había que
acortar la distancia que nos separaba.
Solté la maleta que agarraba y corrí hacia él, y él hacia mí.
Como años atrás lo habíamos planeado. Como años atrás
habíamos deseado. Por fin se hacía realidad.
Sus brazos me rodearon y me sentí segura después de
mucho tiempo. Sus brazos eran suaves como el terciopelo, los
cuales me devolvieron la paz y la calma. Posé mis brazos
alrededor de su cuello y él me apretó más hacia sí.
—Esto no es un sueño… —susurró en mi oído y asentí.
—Es real, Jake.
Sentí cómo mis pies se separaban de la grama y mi cuerpo
empezaba a dar vueltas. Empecé a reír y él me imitó.
Todo lo que habíamos soñado años atrás se había hecho
realidad. Un abrazo inolvidable en el parque con más magia
del universo, con el chico que más quería. Si era un sueño, no
quería despertar jamás.
—Te he extrañado tanto, Lulú. —Acarició mi espalda y me
dejó nuevamente en la grama, sin romper el abrazo.
—Yo también te he echado de menos, no te imaginas
cuánto.
—No es normal que te necesite tanto en mi vida. —Hizo
una pausa corta. —No te alejes nunca de mí. —Asentí
repetidas veces.
—Nunca, Jakie. Nunca.
Se separó de mí, cogió mi rostro entre sus manos y acarició
mi mejilla con su pulgar. Nuestras respiraciones se
entrecortaban. Nos miramos fijamente a los ojos y, en ese
instante, confirmé que lo amaba. Amaba a Jackson Lancaster
como la primera vez.
Y por fin, acortamos la distancia que nos separaba, uniendo
nuestros labios en un primer beso de amor, el cual nos llevó a
las estrellas. Nos hizo olvidarnos de todas las personas,
sintiéndonos únicos en el universo.
Después de aquel primer beso, fuimos hacia el
estacionamiento y subimos al coche de Jake para subir a la
zona de los hoteles. Durante el trayecto estuvimos hablando de
lo que estuvimos haciendo en las últimas semanas. También le
hablé de mi ruptura con Cameron, pero no le dije los motivos,
simplemente por celos.
—Adivina en qué hotel nos quedaremos. —Sonrió,
mientras mantenía la vista en la carretera.
—Son varios hoteles y no eres para nada predecible. —Me
encogí de hombros. — ¿En cuál?
—Es uno que te gusta mucho…
— ¿All star movies? —pregunté con una sonrisa en mi
rostro. Él asintió lentamente. —Te has acordado.
—Lo tuve todo el tiempo en la cabeza.
Era inevitable no tener una sonrisa en el rostro todo el
tiempo estando con este chico.
***
— ¿Te gusta? —Preguntó mientras entrábamos a la
habitación.
Jake había reservado una habitación con dos camas en el
hotel “101 Dálmatas”, debido a que como era temporada alta
por el verano, no había muchas habitaciones disponibles.
—Por supuesto que sí. —Me giré para mirarlo. —Gracias.
Él se rascó la nuca y noté cómo sus mejillas se teñían de
rojo.
— ¿Quieres quedarte aquí un rato o empezamos el
recorrido?
—Lo que tú quieras. —Cogí mi bolso y lo puse en la cama
que estaba cerca de la ventana.
—Entonces… Ve a ponerte el traje de baño. —Señaló el
baño y asentí.
Había cierta tensión por su parte, lo cual se me hizo tierno.
Saqué de la maleta el traje de baño con un short de mezclilla y
una blusa holgada sin mangas. Me acerqué a Jake y le di un
beso en la mejilla.
—Gracias… —susurré y le di otro beso.
Él me observó fijamente a los ojos y me regaló una sonrisa
tan bonita que hizo que mi corazón se derritiera. Me di la
vuelta y entré al baño. Estaba muy limpio, y era realmente
amplio. Había una bañera con ducha, dos lavamanos y el
retrete, además de tener una repisa con productos de aseo y de
belleza. Caroline estaría feliz aquí.
Empecé a quitarme la ropa para ponerme el traje de baño de
dos piezas y proseguir con el short de mezclilla y la blusa
holgada sin mangas. Algo realmente sencillo, al igual que él,
que llevaba un pantalón corto negro y una camiseta de deporte
sin mangas.
Me eché un vistazo en el espejo para darle una aprobación a
mi aspecto y fruncí el ceño al ver mi cabello. Estaba un poco
despeinado, supongo que fue por el viento, el cual soplaba
muy fuerte. Solté la cola de caballo, me peiné con los dedos y
la volví a hacer. Doblé la ropa que me había quitado y salí del
baño.
Jake posó sus ojos en mí, pero desvió la mirada después de
unos segundos. Me encogí de hombros y caminé hacia la
cama, guardé la ropa en la maleta y la cerré con facilidad.
—Ya —Murmuré.
Él se levantó de la cama, guardó su móvil en el bolsillo de
su pantalón y despeinó su cabello un poco.
— ¿Llevarás algo? No sé, toallas, protector solar, ¿algo?
Cogí mi mochila, en la cual tenía una toalla, protector solar
y diversas cosas que olvidé sacar en Malibú.
Caminé hacia a la puerta, Jake la abrió y me dejó pasar
primero.
— ¿Quieres comer algo?
Fruncí el ceño ante su nerviosismo. No comprendía por qué
estaba así. Cogí su mano y lo detuve.
— ¿Sucede algo, Jake? —pregunté con algo de angustia en
mi voz.
—No… —soltó una risita nerviosa. —Es solo que quiero
que te sientas bien durante estos días.
—Me siento bien y tú también deberías estarlo.
Él acarició mi mano con su pulgar y sentí un cosquilleo en
mi interior. Sonreí ante la reacción.
—Estoy más que bien, te lo aseguro. —Asentí.
Entrelazamos nuestros dedos y bajamos hacia el primer piso
cogidos de la mano, como una pareja feliz.
Salimos del bloque donde nos estábamos quedando, uno de
los tantos. Durante el trayecto a la piscina, Jake me señalaba
las estatuas que había de los personajes de Disney. Parecía un
niño de cinco años, el cual me hacía reír.
— ¡Ahí está el hotel de Cars! —Señaló. —Quería hacer una
reserva allí, pero ya no quedaban habitaciones libres.
—Tal vez en una próxima ocasión, con más tiempo. —
Coloqué mi cabeza sobre su hombro.
— ¿Nosotros? —Asentí.
— ¿No quieres?
— ¡Por supuesto que quiero, Lu! —Exclamó, haciendo que
levantara mi cabeza de su hombro. —Lo siento… —Murmuró
mientras reía.
Estuvimos toda la mañana en la piscina del hotel,
divirtiéndonos como niños pequeños, incluso jugamos con un
grupo de hermanos que rondaban entre los cinco y quince
años. La mayor, estuvo todo el tiempo tímida, debido a los
encantos de Jake. Y no la culpaba por ello.
Ella descubrió que la observaba mientras admiraba al chico
que me robaba miles de sonrisas, y de inmediato su rostro se
tiñó de rosa. Me acerqué a ella dispuesta a hablar.
—Hey —La saludé.
—Ho—hola… —tartamudeó avergonzada. —No miraré a
tu novio otra vez, yo solo…
—Oye —la interrumpí —, no es mi novio. Y segundo, no
te avergüences. ¿Verdad que es guapo?
La chica levantó su rostro y me miró divertida. Asintió
efusivamente y reí.
—¿Tienes novio? —pregunté, entrando en confianza.
—No. —Soltó una risita. —Ya quisiera, me gusta un chico.
—Uhhh —Solté un silbido. — ¿Y tú a él?
—No. —Sonrió a medias. —Le confesé mis sentimientos
antes del verano, y me dejó en la estúpida friendzone.
—Maaal, ¿no has encontrado a alguien interesante por
aquí?
— ¿A parte de él? —Señaló a Jake y fue inevitable no reír.
— No. Tal vez soy muy fea como para gustarle a los chicos.
—Hey… —susurré llamando su atención. —No eres fea.
No dejes que nadie te haga pensar lo contrario.
—A veces creo eso. —Se encogió de hombros. —Tengo
dieciséis años y nunca he besado a un chico. Son pequeñas
señales de que el universo conspira en mi contra. —Dramatizó
haciéndome reír.
—Pensé que tenías quince.
—Tengo cara de bebé, según mamá. —Hizo una mueca. —
Tal vez es eso, piensan que soy inmadura.
— ¿Por qué dices eso? —Fruncí el ceño.
—Se dieron cuenta de que hablo con personas en internet.
Tal vez también pienses que es algo loco, por la seguridad…
—Sonreí ampliamente. Demasiado, a decir verdad. Aquella
chica me recordaba a mí cuando tenía catorce años. — ¿Por
qué sonríes como una maniática?
— ¿Quieres que te cuente una anécdota, querida amiga? —
Ella asintió un poco desconcertada. — Ese chico que te comías
con la mirada, fue mi novio hace cuatro años. Una relación a
distancia, por internet. Así que, no creo que sea algo loco.
— ¿Es normal sentir que te amo? —Bromeó. —¡Wow!
Pero, ¿qué hacéis aquí?
—Somos amigos… es complicado. —Me encogí de
hombros.
— ¿Te volvió a gustar? —Negué.
—Me volvió a enamorar, querrás decir.
Capítulo 22
— ¿A dónde me llevas, tonto? —Pregunté, mientras
colocaba mis manos sobre las suyas, las cuales cubrían mis
ojos.
—Es una sorpresa —susurró muy cerca de mi oído.
— ¿Por qué has hecho que me vista tan elegante? —Fruncí
el ceño. —Dame una pista.
—No, si te doy una pista te estaría dando la respuesta.
— ¿Me vas a secuestrar, violar, matar y luego vender mis
órganos en el mercado negro? —Él soltó una carcajada y le
imité.
—Cállate y sigamos.
Hacía unos minutos estábamos en el coche de Jake, llevaba
los ojos cubiertos con un pañuelo negro y, al bajar, decidió
quitármelo para ser él mismo quien tapara mis ojos. Desde ese
momento hemos caminado hacia un lugar que no sabía cuál
era. Disney estaba lleno de sitios perfectos, elegantes y muy
románticos. Pero, ¿cuál de todos sería?
Nos detuvimos por unos segundos y Jake besó mi cuello
con ternura, haciéndome sentir una corriente eléctrica.
— ¿Lista? —Asentí repetidas veces.
Él quitó sus manos de mis ojos, y por fin los abrí.
Estábamos en frente del castillo. Sonreí ampliamente, amaba
cuando recordaba los pequeños detalles. Una vez le conté que
uno de mis deseos era cenar en el Cinderella’s Royal Table.
Mordí mi labio inferior y me di media vuelta. Le regalé una
amplia sonrisa y me acerqué para darle un abrazo.
—Te lo dije, recuerdo todo. —Posó su mano en mi mejilla
y la acarició lentamente. — ¡Es la hora! —Exclamó,
haciéndome sobresaltar.
Del castillo salieron unas personas disfrazadas de
mosqueteros, quienes formaron dos hileras a nuestros lados.
Sacaron unas espadas y las levantaron, formando una especie
de túnel sobre nosotros. La melodía de las trompetas empezó a
sonar y aparecieron las princesas de las películas con grandes
sonrisas. Al final del todo iban Minnie y Mickey, cogidos de la
mano.
Mi sonrisa se ensanchó al ver a mis personajes favoritos.
Era inevitable no sentir ilusión estando con al lado de Jake.
Detrás de ellos, venían dos mosqueteros con un trono y lo
colocaron en el centro del túnel.
— ¡Démosle la bienvenida a la Princesa Lucinda! —
Exclamó Cenicienta con su cantarina voz.
Jake cogió mi mano y me acercó al trono. Tomé asiento y él
hizo una reverencia.
Las personas que estaban alrededor empezaron a aplaudir y
a hacer fotos, no pude evitar sonreír.
—Pero…—dijo Aurosa al tiempo que colocaba sus manos
en la cintura —, toda princesa necesita un príncipe.
— ¿Quién será? —preguntó Blancanieves. — ¿Será este
caballero?
Cogió la mano de un hombre regordete y el público frunció
el ceño negando con la cabeza. Repitió lo anterior con un
chico flacucho, pero muy apuesto. El público negó
nuevamente.
—Entonces, ¿quién será? —Posó su dedo índice en la
barbilla, pensativa.
Miró a su alrededor y se acercó a un lugar que no podía ver.
Cogió a Jake de la mano y se lo enseñó al público.
— ¿Será este el príncipe de la Princesa Lucinda?
El público empezó a aplaudir mientras asentían con la
cabeza.
Aparecieron otros mosqueteros con un trono y lo colocaron
a mi lado.
—Príncipe Jackson —dijo Rapunzel.
— ¡Bienvenido, Príncipe Jackson! —gritaron los
mosqueteros, las princesas y el público al unísono.
Rapunzel lo cogió del brazo y lo dejó frente al trono, donde
él tomó asiento.
—Trompetas — Ordenó Cenicienta —, es la hora de la
coronación.
Ella se acercó a nosotros con una gran sonrisa. Cogió una
corona para Jake, se la enseñó al público y luego la puso sobre
la cabeza de mi chico.
—Príncipe Jackson, heredero al trono del corazón de su
hermosa dama.
Hizo lo mismo conmigo.
—Princesa Lucinda, heredera del corazón de su apuesto
caballero… De pie —Ordenó y obedecimos. —Pueblo de
Disney, dadle la bienvenida a vuestros príncipes.
***
—Eso fue una locura, Jackson —le dije al entrar en la
habitación.
—Admite que te gustó. Hice tu sueño realidad, eres una
princesa. —Señaló mi corona. — ¡No te puedes quejar! A
parte, tienes un príncipe muy guapo.
—De eso no cabe duda.
Me quité los tacones y los dejé bajo la cama. Me acerqué a
él nuevamente y le di un fuerte abrazo, el cual le hizo
sobresaltar.
—Gracias —murmuré contra su pecho y él besó mi frente.
—No me des las gracias, Luce.
—Me haces sentir especial —le dijo mirándolo a los ojos.
—Tú eres especial. —Posó su mano en mi mejilla.
La acarició con el pulgar, y mi rostro se acunó en ella,
haciéndome cerrar los ojos involuntariamente.
—Te quiero besar —susurró muy cerca de mis labios y
asentí con los ojos cerrados.
—Hazlo.
Sus labios eran como una nube de algodón, suaves y tersos.
No podía contener la emoción que sentía en mi cuerpo.
Amaba a Jake y era algo que no podía evitar hacer.
El beso se intensificó, provocando en mi cuerpo
sensaciones indescriptibles. Lo escuché gemir. Abrí mi boca
dándole acceso a su lengua, haciendo de éste un beso más
apasionado. Sabía que aquello terminaría en otra cosa, pero
también sabía que estaba preparada.
Lentamente, Jake me acostó sobre el colchón, se quitó la
chaqueta y subió conmigo, para besarme nuevamente. Con
timidez, empecé a desabotonar su camisa. Él me observaba
fijamente, así que me detuve y lo imité.
—Si quieres que pare, dilo y lo hago. —Su respiración
agitada golpeó mis mejillas. Negué.
—No quiero. —Besé sus labios nuevamente y él se dejó
caer sobre mi cuerpo.
Lentamente nos fuimos quitando la ropa sin dejar de
besarnos, hasta quedar totalmente desnudos.
Él me besó la mejilla con delicadeza.
—Eres tan bonita, Luce —susurró.
De inmediato, me tensó oír esas palabras y la imagen de
Harry vino a mi cabeza. Me sobresalté.
— ¿Qué sucede? —Preguntó con preocupación.
Negué con la cabeza y cubrí mi rostro con las manos.
—No puedo… —Sollocé y él besó mi frente lentamente.
— ¿Hice algo o.…?
—No. Recordé a Harry… —Él se quedó quieto unos
segundos.
—Que Harry no ponga límites en tu vida, Lu. —Besó la
punta de mi nariz y apartó las manos de mi rostro. —No dejes
que él llegue a tu mente.
—Es que cierro los ojos y lo veo —confesé, sintiendo
vergüenza.
—Mantenlos abiertos. —Fruncí el ceño.
— ¿Qué?
—Mantenlos abiertos. —Repitió y me observó fijamente.
—Así, justo como ahora.
Me perdí en sus ojos esmeralda, y lo besé nuevamente, y lo
hice con pasión y ternura a la vez. Él era el indicado, estaba
segura.
Se arrodilló en la cama, estiró su brazo y cogió algo de la
mesa de noche. Lo rasgó. Un preservativo. Segundos después,
se acercó a mí, abrió mis piernas con la suya, las cogió en sus
manos y las colocó alrededor de su cadera.
Nuestros ojos volvierona a encontrarse.
—Si quieres que pare, solo dilo —dijo con la voz ronca.
Asentí.
Depositó un beso en mis labios, lleno de ternura y amor.
Me observó dudoso, pidiendo permiso y asentí lentamente. Él
cogió mis manos, las entrelazó con las suyas y las llevó a la
altura de mi cabeza.
Y en el acto más delicado, entró en mí. El dolor fue horrible
y cerré los ojos de golpe. Jake siseó, calmándome.
—Ábrelos.
Los abrí y me encontró con sus ojos. Nos estábamos
entregando el uno al otro en el acto más íntimo.
Besó mis labios antes de embestir otra vez, mientras me
acoplaba a la sensación. Aún dolía, y él lo notó. Se detuvo,
mientras se adentraba completamente en mí, para que me
adaptara a su longitud.
Cuando sentí que podía soportarlo, asentí y él besó mis
labios, esta vez con pasión y sin desdén.
Embistió y nuevas sensaciones se apoderaron de mi cuerpo.
Nos entregamos, en cuerpo y alma. Hicimos el amor por
primera vez, sintiendo que no había distancia alguna que nos
separara. Solo éramos él, la luna y yo, los únicos testigos de lo
que sucedió. Los únicos testigos del amor puro.
Capítulo 23
Sus dedos acariciaban suavemente mi mejilla izquierda
mientras mi cabeza reposaba en su pecho. Era nuestro último
día en Disney World, después de tres fantásticos días en los
que fuimos a diversos lugares del parque, pero lo más
sorprendente fue lo del día anterior. ¿Cómo pudo tener el
permiso para darme aquella sorpresa? ¿Cuánto dinero se
habría gastado en eso? Fue una locura. Aunque una locura fue
lo que sucedió después, pero no me arrepentía de ello.
Abrí mis ojos por completo y levanté la cabeza para buscar
su mirada; la encontré tan cálida y tierna como siempre.
—No quise despertarte —Posó su brazo en mi espalda.
Negué lentamente y coloqué mi mano en su pecho.
—Ya estaba despierta.
—Entonces, buenos días. —Depositó un beso en mi
coronilla y sonreí ante el gesto. — ¿Te si—sientes bien?
—Sí.
Pasaron unos segundos de silencio, en los que lo único que
se escuchaba eran las voces de las personas que estaban
saliendo a disfrutar su día en el parque.
— ¿Quieres ir a desayunar u organizar primero? —me
preguntó.
—Vamos a empacar primero.
Me senté en la cama, pero olvidé sostener la sabana, por lo
que esta cayó dejando ver mis pechos. Mi rostro se tiñó de rojo
y rápidamente me cubrí. Escuché a Jake soltar una risita, giré
mi rostro y le lancé una mirada fulminante.
—Yo no vi nada —cubrió sus ojos con las manos, pero
entreabrió dos dedos y me guiñó un ojo.
—Tonto, eso es lo que eres, por no decirte idiota, so… —
Dejé la palabra sin terminar debido a que Jake lanzó una
almohada y esta impactó en mi rostro.
—La Princesa Lucinda debe ir a darse una ducha. —Me
sacó la lengua y negué lentamente con una sonrisa en mi
rostro.
—Cúbrete los ojos —pedí y él asiente.
Me levanté de la cama lo más rápido posible, me dirijí a la
cama que me correspondía y cogí una de las toallas. Me cubrí
el cuerpo y me acerqué a Jake, quien seguía con los ojos
cerrados. Deposité un beso en su mejilla, él sonrió y fue
inevitable no darle un beso en su único hoyuelo.
Salimos de la habitación con nuestras maletas en la mano,
con el fin de dejarlas en el automóvil, ir a desayunar a la
cafetería, marcharnos de Disney e ir a una playa poco visitada
en Orlando.
Jake abrió el maletero y metimos el equipaje rápidamente.
—Cambiaste de coche.
—Ah…sí. —Asintió lentamente mientras lo cerraba. —
Tuve que vender la camioneta.
— ¿Por qué?
Noté cómo se tensaba, y se tomó un par de segundos para
responder.
—Ya sabes… me gusta la independencia. —Se encogió de
hombros. —Papá me paga todo, pero es hora de que le ayude.
Fruncí el ceño, poco convencida por su respuesta, pero aún
así asentí. Se acercó a mí y me rodeó con los brazos.
— ¿Volverás a Malibú?
Suspiré con pesar y posé mi frente en su pecho.
—No había pensado en eso… no me quiero ir —confesé y
él colocó su mano en mi hombro.
—Quédate conmigo. —Levanté mi rostro, sorprendida. Él
asintió efusivamente. —Papá tiene una cabaña en la playa que
te dije.
—Es una locura. —Mordí mi labio inferior pensativa. —
Una locura muy tentadora, a decir verdad.
Deshizo el abrazo, cogió mi mano y entrelazó los dedos
para empezar a caminar hacia la cafetería, la cual quedaba a
unos metros del parking.
—Gracias, Jake. —Le dije cuando vi el letrero de
DisneyWorld en la distancia.
—No hay de qué, Princesa Lucinda. —Sonrió y lo imité. —
¿Lo has pensado?
Negué lentamente y él hizo una mueca. Coloqué mi mano
en su pierna y le di un leve apretón.
—Hablaré con Caroline, le preguntaré qué tal está el
ambiente y te respondo, ¿vale?
***
Tendí la manta sobre la arena y Jake se acercó con los vasos
de soda. Tomó asiento y me senté entre sus piernas. Me tendió
el vaso y le di un trago.
— ¿Has llamado a Caroline?
—La llamaré ya.
Cogí el móvil del bolsillo de mi short, lo desbloqueeé y
marqué a Caroline. La línea sonó ocho veces y salió el buzón.
Fruncí el ceño y lo dejé sobre mis piernas.
—No contesta.
—Tal vez está ocupada.
—Es lo más probable. —Entrelacé mi mano con la suya y
él la acercó para besarla.
— ¿Por qué cortaste con Cameron? —preguntó de repente.
Me recosté en su pecho y solté un suspiro.
— ¿La verdad? —Él asintió. —Me di cuenta que no estoy
enamorada de él… nunca lo estuve, creo.
— ¿Por qué os hicisteis novios? —Indagó con interés.
—Después de nuestra ruptura, no le hablé como por dos
años más o menos. Con el simple hecho de verlo me entraba
un sentimiento de culpa, ¿sabes? —Hice una pausa corta. —
Siempre me reprochaba el hecho de haberlo besado, teniendo
novio… Yo misma me lo reprochaba. En fin… —Suspiré. —
Pasó un tiempo, él se fue integrando nuevamente al grupo y
poco a poco entablamos una conversación, tardamos mucho
tiempo… Respondiendo a tu pregunta, nos hicimos novios el
año pasado, el cual lo tomamos sabático para viajar y eso, en
Santa Mónica.
Él asintió y se acercó a mi cuello, donde apoyó su cabeza.
— ¿De quién estás enamorada? —Depositó un beso en mi
hombro y volvió a colocar la cabeza donde estaba.
—De ti… —murmuré y él me rodeó con sus brazos
fuertemente.
—Yo nunca dejé de quererte —confesó haciendo que mi
corazón se derritiera de amor. —Tu nombre está escrito en mi
corazón desde el día que hablamos por primera vez.
***
— ¿Me dejas conducirla? —Pregunté levantando el tono de
voz debido al sonido.
Jake detuvo la moto acuática y posó mis pequeñas manos
en el freno y acelerador.
— ¿Has manejado una antes? —Negué.
—Lo haremos con cuidado.
Sus manos cubrían las mías y la moto empezó a avanzar.
Poco a poco fue tomando velocidad y sentí cómo la brisa
golpeaba mi rostro y una sensación de libertad y felicidad
inigualable.
—Ahora, ve con cuidado. —Quitó sus manos y rodeó mi
cintura con su brazo, abrazándome.
Tomé el mando de la velocidad y decidí ir suave primero.
Él asintió, contento con mi resultado, así que aumenté la
velocidad un poco más.
—Para, para, para… —murmuró cerca de mi oído. —Vas
muy rápido.
No supe qué hacer. El pánico se apoderó de mi cuerpo y
accidentalmente presioné el freno. Nuestros cuerpos salieron
disparados directos al agua.
«Mierda, mierda, mierda y más mierda. Nunca en mi vida
volveré a subir a una moto acuática».
Empecé a nadar y me dirijí a la superficie, aunque tardé un
poco, ya que no soy muy veloz nadando.
— ¡Luce! —exclamó Jake.
Escuché un chapoteo. Por fin llegé a la superficie, saqué mi
cabeza del agua y visualicé su espalda. Estaba preocupado y
no pude evitar sentirme culpable.
— ¡Lucinda! —gritó mi nombre.
— ¡Jake! —lo llamé.
Se dio media vuelta y me vio. Su rostro volvió a coger
color y, sin dudarlo, se acercó a mí nadando. Me envolvió en
sus brazos y escuché su respiración agitada.
—Pensé que te había pasado algo —susurró y besó mi
mejilla repetidas veces. —Me he prometido a mí mismo no
dejarte tomar el mando de ninguna moto. No importa de qué
tipo sea.
Solté una risita y él me imitó.
—No vuelvas a darme un susto así.
Se acercó a mi rostro y depositó un beso en mis labios. Se
lo devolví, esta vez un poco más largo.
—Respira profundo y no sueltes el aire —me pidió.
Le hice caso, posó sus manos en mi cintura y sentí cómo
nos sumergimos en el fondo del mar. Subió sus manos hacia
mis mejillas y acercoó mis labios a los suyos. Un beso bajo el
agua. Sus labios encajaban con los míos a la perfección, como
un rompecabezas o un juego de puzle. Nos quedamos quietos,
con los labios juntos, el gesto expresaba todo lo que
sentíamos. Todo lo que nos amábamos.
Las burbujas empezaron a salir y me vi arrastrada a la
superficie.
—Vamos a salir de aquí.
— ¿Y la moto? —Pregunté y empecé a buscarla con la
mirada.
Él señaló a la orilla, allí estaba.
—Magia negra —comenté.
Nadamos hacia la orilla y empezamos a caminar hacia la
toalla.
Él cogió mi mano y me acercó a su cuerpo. Recosté mi
cabeza en su pecho y escuché el latir de su corazón.
—Te amo, Lucinda.
Levanté mi cabeza y la emoción embargó mi cuerpo. Me
encontré con sus ojos y lo único que pude hacer fue acercarme
a sus labios para besarlo nuevamente.
—Y yo a ti, Jackson.
Su sonrisa se ensanchó y nuevamente unimos nuestros
labios en un hermoso beso de amor, el cual pudo haber durado
días, si no fuese por la risa de alguien. Esa risa, que me dejó
paralizada.
— ¡Casaos, ya que estáis!
Nos separamos de inmediato y vi a Cameron con el rostro
encendido de furia.
—Yo no sé si hablo en otro idioma, Jackson. —Se miraron
fijamente y fruncí el ceño.
—Déjate de niñerías —lo miró con desprecio.
—Yo te lo dije… —Acercó su mano izquierda a su espalda
y, con mucha agilidad, sacó una pistola. —Te lo advertí. ¿Sí o
no?
Mis ojos se abrieron con sorpresa y mis nervios empezaron
a aumentar. Unos señores de complexión maciza se aceron a
nosotros corriendo y con pistolas en la mano.
Empecé a temblar de miedo y Jake me miró fijamente a los
ojos.
—Te amo —susurró.
—Jakie, ¿qué sucede? —Logré articular. — ¿Qué pasa?
—Agárrala. —Ordenó Cameron.
Uno de los hombres se acercó a mí y me llevó con él, detrás
de Cameron. Mis intentos por impedir aquel acto fueron
fallidos debido a su fuerza.
—Jake, Jake, Jake… —dijo el otro hombre mientras negaba
con la cabeza. — ¿No te quedó claro?
— ¿Qué quereis ahora? —Preguntó con rabia. — ¿Más
dinero?
—Ya no queremos tu dinero. —Rió Cameron, y le apuntó
con la pistola. —Te lo advertí.
Un disparo.
Jake cayó desplomado en el suelo.
Grité con todas mis fuerzas e intenté zafarme de aquel
hombre.
—Te lo dije, Lucinda. —Se giró. — Que me las iba a pagar,
nadie se queda con lo que es mío… Mike, llevadla a la
camioneta.
— ¿Dónde mierda me lleváis? —pregunté desgarrada. Lo
único que quería hacer era ir con Jake. Lo necesitaba. Intenté
soltarme, pero el señor me apretó todavía más y chillé de
dolor. — ¡Cameron te odio! ¡Maldito desgraciado!
—Eres mía, y no te irás de mi lado. Jamás.
Capítulo 24
—¿Te gusta éste? —Preguntó Jake mientras posaba la
mano en mi cintura, haciéndome sentir nervios.
Asentí lentamente mientras me perdía en sus ojos
esmeralda. Él besó la punta de mi nariz y se acercó a la
vendedora.
—¿Nos da éstos?
La señora tomó las gorras y fuimos directo a la caja para
pagar el pedido. Jake le tendió un billete de cincuenta dólares,
recibió el cambio junto con una bolsa, la cual contenía las
gorras.
—Minnie Mouse.— Exclamó antes de colocarme la gorra
de Minnie.
Sonreí ampliamente, tomé la bolsa y saqué la gorra de
Mickey para repetir el acto que él había realizado conmigo.
—Mickey Mouse.—Susurré cerca de sus labios,y deposité
un beso en su mejilla, antes de colocarle la gorra.
—¿A do—dónde quieres ir? —Preguntó Jake, un poco
nervioso ante la cercanía.
—No lo sé, es un poco tarde para ir al parque de
diversiones, ¿no crees?
Jake me tomó de la mano, entrelazó nuestros dedos y
empezamos a caminar sin rumbo alguno. Admirando el cielo
estrellado y a la luna, la cual estaba en cuarto menguante.
—Hermoso ¿verdad?
Asentílentamente y apoyé mi cabeza en el hombro de Jake.
—¿Ves aquella estrella? —Señaló un punto indefinido.—
¿La que más brilla?
—Sí.—Susurré.
—Esa estrella tiene tu nombre. Dice Lucinda en grande,
porque es la que más brilla y tú posees ese brillo que te hace
única.
Lo observé fijamente, sin decir ninguna palabra, solamente
admirando la belleza del chico que tenía al lado. Él, al darse
cuenta de mi mirada, me regaló una sonrisa.
—¿Qué? —Ríe.— ¿Tengo algo en la cara?
—No.—Niegué con una sonrisa.— Simplemente parece
que te acuerdas de cada momento que vivimos estando a
distancia.
—¿También recordaste ese día? —Preguntó con sorpresa y
ella asintió.
—¿Cómo olvidar ese momento? El nacimiento de tu
hermana.
El chico se volteó para darme un vistazo, mientras yo me
encontraba observando, embelesada, las estrellas. Él apretó
fuertemente su mano, para transmitirme todo su afecto, y yo,
sin despegar la mirada del cielo, le devolví el gesto.
—Eres la criatura más hermosa que mis ojos han visto,
¿sabes?
Ambos hicimos contacto visual, y de un momento a otro
sus labios estaban bailando un lento vals en el Castillo Real,
como en la Bella y la Bestia.
Capítulo 25
Sentí un golpe en mi pierna izquierda. Fruncí el ceño ante
la punzada que transmitió.
Otro golpe. Solté un gruñido.
— ¡Levántate! —Bramó un hombre, haciéndome
sobresaltar.
Abrí los ojos de inmediato y me topé con unos ojos
marrones realmente oscuros. Masticaba tabaco y sonreía con
cinismo.
—Hasta que la Bella Durmiente decide levantarse, ¿eh? —
Suelta una risa ronca, seguido de una tos seca.
Iba a abrir la boca para hablar, pero no pude debido a la
cinta que rodeaba mi cabeza. Solté un grito desde lo más
profundo de mi garganta para llamar su atención.
—Cállate, estúpida. —Escupió el tabaco. — ¿Qué quieres?
¿Hablar?
Asentí de inmediato. Él empezó a caminar de un lado a otro
mientras sacaba un cigarro y lo encendía con una vela, la cual
se encontraba en una mesa improvisada con láminas de
aluminio y rocas.
«¿Dónde demonios estoy?»
—Creo que no te voy a dar el placer. — Se encogió de
hombros y le dio una calada a su cigarro. —El señor Cameron
vendrá en unos minutos para hablar contigo. Lo único que
debes hacer es comportarte, para que todo sea más fácil,
pequeña perra.
Tenía tantas ganas de darle un fuerte golpe que lo dejara
inconsciente….
— ¿Quieres que hablemos? —Negué de inmediato. — ¿Por
qué tan ruda, preciosa? ¿Sabes que podemos ser buenos
amigos?
Puse los ojos en blanco y decidí recostarme sobre un par de
cajas de cartón.
Los minutos pasaban lentos y mis nervios aumentaban cada
segundo. ¿Dónde demonios estaba? ¿Qué quería Cameron de
mí? ¿Dónde estaba Jake? ¿Estaba bien o muerto?
Dios mío. Mis ojos se llenaron de lágrimas de inmediato
ante mi último pensamiento. Perder a Jake después de todo lo
que vivimos, después de lo mucho que luchamos para estar
juntos, después de todo. ¿Cuánto tiempo había pasado desde
que me llevaron a aquel lugar? ¿Qué me habían hecho
Me hacía muchas preguntas, pero lo único que realmente
me importaba saber en aquel momento, era si Jake seguía con
vida.
La puerta de la habitación se abrió, dejando ver a una
señora de edad media, quien caminó hacia mí y dejó la comida
en el suelo para marcharse rápidamente. Cuando esta salió, la
sombra de un hombre apareció. No pude distinguir quién era,
debido a la tenue luz que bañaba cierta zona de la habitación.
Poco a poco se hizo más grande, dejando ver a aquel chico
de cabello rubio, a quien creía querer en un pasado. Mi pulso
aumentó al verlo y lo único que pude hacer fue retroceder,
aunque fue en vano debido a las cajas.
—Hey —saludó como si no hubiese pasado nada. —
¿Cómo estás? ¿Todo bien con Jake?
Maldito. Se estaba burlando de mí.
Le lancé una mirada de odio. Él frunció los labios y se
acercó a mí. Se posicionó en cuclillas y me observó fijamente,
pero desvié la mirada.
—Hagamos esto sencillo, ¿vale? —Acarició mi rostro con
su mano, pero lo aparté. —Me lo estás poniendo difícil. ¿Crees
que me gusta verte en este lugar? Estás acostumbrada a las
comodidades… así que tienes dos opciones —Me mostró dos
dedos —; Uno, cooperas o dos, cooperas. — Me apuntó con su
dedo índice. — Tú escoges.
Apreté mis ojos con fuerza y una lágrima recorrió mi
rostro. Quería salir de aquel lugar, quería recuperar mi
libertad. Quería recuperar a Jake.
—Para que veas que no soy tan malo, te quitaré la cinta,
pero… —adoptó un tono de advertencia en su voz. —No
grites, porque si lo haces, nada me costará volarte los sesos
como lo hice con tu Jakie. —Dijo con fastidio. —Vas a comer
conmigo y hablaremos, como en los viejos tiempos, ¿vale?
Asentí.
Acercó sus manos a mi rostro y empezó a desenvolver la
cinta, con brusquedad. Me hizo daño y solté un gemido.
—Despacito —supliqué.
—Despacito me vas a decir cuando estemos en la cama. —
Gruñó y puse una mueca de asco en mi rostro.
Él se dio la vuelta y cogió la bandeja. Cogió la cuchara y la
sumergió en la sopa que me había traído la señora.
—Abre.
Abrí la boca e introdujo la cuchara.
— ¿Sabes? No quería llegar a este punto de secuestrarte
para que seas mía. —Apretó los labios y volvió a darme una
cucharada de sopa. — Pero me tienes jodidamente loco desde
que tenía dieciséis años.
— ¿Por qué yo, Cameron —pregunté en un susurro?
—Porque eres muy inocente. —Soltó una risita. —Y
porque estoy jodidamente enamorado de ti.
—Eso no es amor. —Lo contradije. — Si en realidad me
amaras, me dejarías salir de aquí.
—Entonces —volvió a reír —, ¿para ti qué es amor?
¿Llevarte a DisneyWorld y hacerte sentir una princesa?
Fruncí el ceño ante lo que me había dicho. ¿Cómo sabí él
eso?
—Ay, muñeca… —suspiró con pesar. —No sabes quién
soy, ¿verdad? Vamos a ponerte al día.
Me dio otra cucharada y la recibí con tal de que me dijera
todo.
— ¿Sabes por qué Jackson se fue de Orlando? —Negué. —
Cuando volvimos, lo llevé al callejón de la fiesta y le dije lo
siguiente “Si te veo nuevamente con Luce te volaré la cabeza,
a ti y a toda tu familia.”
—¿Qué? —susurré estupefacta y él asintió con orgullo y
altivez.
—Estaba dispuesto a solo amenazar, pero me
desobedeció… Se fue contigo de la fiesta y ya sabes. —Se
encogió de hombros. —No me gusta que me desobedezcan, así
que le envié a mis chicos para darle una lección… a parte de
sacarle unos cuantos dólares.
— ¿Que hiciste qué?
—Eso, además de darle una lección cuando estábais en la
playa. —hizo una pausa. — Como te lo digo, muñeca. Eres
mía y de nadie más. Olvídate de Jackson, que ese ya pasó a la
otra vida.
Capítulo 26
—Paciente de veinte años de edad, identificado con el
nombre Jackson Lancaster, originario de Michigan. Herida de
bala en el abdomen, hemorragia controlada. La bala ha
impactado en el hígado provocando… —El paramédico fue
interrumpido.
— ¡Haberlo dicho desde un principio! —Exclamó el doctor
a cargo de la sala de urgencias. —Murray, reserva el quirófano
y llama a cardiología y neurología.
— ¿Para qué? No hay necesidad de ello.
—He dado una orden.
Los doctores bajaron a Jake de la tablilla de emergencia. De
la ambulancia se bajó una chica castaña con el rostro lleno de
lágrimas y de angustia.
— ¿Va a estar bien?
— ¿Usted quién es? —preguntó el doctor mientras tomaba
la camilla de un lado. —A la cuenta de tres lo pasamos. ¡Uno,
dos, tres!
—Soy Caroline Waters, amiga de Jackson.
El doctor la observó de reojo y empezaron a correr por los
pasillos.
—No sabemos cómo de grave es la herida y qué
consecuencias puede traer.
— ¿Por qué ha llamado a cardiología y neurología?
— ¿No lo ves? ¡No ha despertado! Es posible que tenga
complicaciones. Es precaución.
El doctor se detuvo y el equipo siguió el recorrido al
quirófano.
—No sé cómo está tu amigo. —Se encogió de hombros. —
Hasta aquí puedes estar, debo ir a prepararme. Te estaremos
informando.
— ¡No puede morir! —exclamó con lágrimas en los ojos.
El doctor la observó con lástima. Dio un suspiro y colocó
su mano sobre el hombro de la chica.
—Haré todo lo que pueda. Enviaré a alguien para que te dé
un informe de la cirugía.
Ella asintió mientras veía al doctor correr hacia el
quirófano. Cogió aire profundamente, pero no fue suficiente
para aliviar el dolor que sentía. Golpeó la pared con sus puños
mientras soltaba un grito desgarrador, desde lo más profundo
de su ser. Su amiga y amigo estaban lejos de ella, ambos
sufriendo las consecuencias de amarse.
— ¡Amor! —exclamó Thomas al verla.
Ella solo se recostó contra la pared y empezó a sollozar. El
chico se acercó a su novia y la rodeó con sus brazos para
consolarla.
—No entiendo porqué pasa esto, Thom —se lamentó. —
Cameron es un maldito.
—Llegamos justo a tiempo, es lo importante. —Acarició su
cabello.
—No llegamos a tiempo. —Negó repetidas veces con la
cabeza. — ¡Se llevaron a mi amiga! ¡A mi hermana! Tú viste
cuando la metían en la camioneta… Yo me muero si algo le
pasa…
—Amor, cálmate. —Posó sus manos en los hombros de su
novia y le dio una leve sacudida. —Luce va a salir de esta,
¿va? Haremos todo lo que sea posible.
—Necesito verla —sollozó.
—Esperemos a que termine la cirugía de Jake.
***
— ¿Qué demonios? —susurró el doctor al escuchar la
máquina del ritmo cardíaco aumentar. — ¡Traed el carro de
choques!
Las enfermeras corrieron hacia el carro que estaba a poca
distancia del doctor. Lo llevaron hasta a él y le pasaron las
paletas.
—Carguen a dos sesenta.
Una de las enfermeras cogió los parches y los colocó, uno
sobre el esternón y otro debajo la costilla izquierda.
— ¡Uno, dos, tres! ¡A un lado! —Ordenó y todos los que se
encontraban alrededor de la camilla se apartaron para que el
paciente recibiera la descarga eléctrica. — ¿Ritmo cardíaco?
—Lo estamos perdiendo.
— ¡Carga otra vez!
Le dios las paletas a una enfermera para que aplicase el gel,
las juntó para esparcirlo y esperó la orden.
—Cargado a dos sesenta.
— ¡Uno, dos, tres! ¡A un lado!
El doctor observó con angustia la máquina que marcaba el
ritmo cardíaco y tomó la decisión final.
—Carga a tres sesenta.
Todos en el quirófano lo observaron dubitativos. Era una
descarga muy fuerte.
— ¿Está usted seguro? No creo que…
— ¡He dicho tres sesenta! —Gritó y posó su mirada en la
enfermera encargada del carro de choques.
—Cargando a tres sesenta.
—Vamos, muchacho —susurró antes de proporcionarle otra
descarga. — ¡Carga nuevamente!
—Señor, lo perdimos —dijo un médico interno observando
la máquina del ritmo cardíaco.
— ¿Quién va a declarar la muerte? ¿Tú o yo? ¡He dicho
carga nuevamente!
—Cargando a tres sesenta.
— ¡Uno, dos, tres! ¡A un lado!
El doctor colocó las paletas en el pecho de Jackson
mientras suplicaba para que su latido volviera. Si el chico
moría no sería capaz de decirle a su amiga que no volvería a
ver a su compañero. Cuando lo persiguió por los pasillos de la
sala de urgencias sintió muchísima lástima por ella, sus ojos
solo reflejaban sufrimiento y mucha tristeza.
***
— ¿Ya estás mejor? —Preguntó Holly y le tendió un café a
su amiga.
—Necesito ver a Luce —dijo con la mirada perdida en el
suelo, absorta en sus pensamientos.
—Todos necesitamos verla… Lo único que agradezco es
que llegamos a tiempo. —Pasó la mano por su melena rubia y
soltó un suspiro con pesar. —Cinco minutos de retraso y Jake
estaría muerto.
—Jake puede morir en ese quirófano. Al igual que Luce
puede morir asesinada.
—Cállate de una maldita vez. —Bramó Myrtle de repente.
—Te quiero, pero llevas diciendo cosas negativas desde
llegamos y me tienes alterada.
—Solo digo las probabilidades.
—A la mierda con tus probabilidades. Solo esperemos a ver
qué tal sale Jake.
Myrtle se levantó de su asiento y empezó a caminar por la
sala de espera de un lado a otro. En su cabeza solo cabían
lamentos, si se hubiesen apresurado un poco más hubiesen
alcanzado la camioneta de Cameron para detenerlo.
Myrtle y Holly habían descubierto a Cameron hablando por
teléfono, estaba muy enfadado y solo lanzaba maldiciones al
aire. Ellas, con mucho interés, siguieron estando atentas a cada
movimiento que el rubio daba. Esa misma tarde, llegaron dos
señores a la cabaña, y él los hizo pasar para conversar en el
salón. Ellas fueron testigo de la conversación.
***
— ¿Qué ha pasado? — preguntó Cameron con enfado.
—Verás… —Uno de los hombres tomó la palabra. —El
chico es rápido.
— ¿De qué hablas? —Frunció el ceño.
—Está en Orlando, con Jackson.
La mirada cristalina de Cameron se encendió de furia. Su
pierna empezó a temblar por el enfado.
—Al parecer no le quedaron claras las cosas… Tal vez para
él perder doscientos grandes no es mucho.
La morena y la rubia se miraron sorprendidas ante las
declaraciones hechas por Cameron.
— ¿Qué harás al respecto?
—Eliminarlo. —Se levantó del sofá y soltó un gruñido. —
Nos vamos a Orlando.
— ¿Vas a conducir más de diez horas? —Rió uno de ellos.
—Estarás muy loco por esa chica.
—Voy a conducir todas las malditas horas que sean, pero a
ese imbécil lo mato.
— ¿Estás hablando en serio? —Uno de ellos se levantó y lo
miró con el ceño fruncido.
—Muy en serio. ¿Estáis conmigo sí o no? —preguntó. Los
hombres se miraron entre ellos y asintieron sin desdén. —Voy
a por mis cosas.
Después de ese momento, corrieron a contarles a los chicos
todo lo que habían escuchado, quienes salieron tras la
camioneta de Cameron, tratando de ser lo más sigilosos
posibles. Iban rumbo a Orlando, a salvar a sus amigos.
Cuando llegaron, se detuvieron a la par de Cameron, quien
entró a un súper mercado para desayunar. Tristán le imitó, pero
en cambio fue a un puesto que quedaba al lado de este, compró
algo de comida para sus amigos y caminó hacia la camioneta.
Cuando se subió, Caroline se percató de que la camioneta de
Cameron ya no estaba, por lo que Thomas apretó el acelerador
a toda velocidad para encontrarlo.
Y lo encontraron después de unos largos minutos de
angustia. Pero esa angustia perduró, al ver que metían a
Lucinda a una camioneta negra de cristales blindados. La
chica luchaba con todas sus fuerzas para liberarse, pero esa
lucha fue en vano. La camioneta se marchó y ellos aumentaron
la velocidad, pero se detuvieron ante el grito de espanto que
provenía de Myrtle. Se había percatado del cuerpo
ensangrentado de Jake, el cual estaba tendido sobre la arena.
Capítulo 27
— ¿Te gustaría visitar Hawaii? —preguntó Jake de
repente. Lo miré extrañada y él asintió.
—Es un sitio muy hermoso… Las playas son tan lindas y la
cultura es tan singular. —Me encogí de hombros. —
Obviamente me gustaría ir.
— ¿Te has dado cuenta que te acabas de describir? —
Fruncí el ceño. — Eres una mujer hermosa y tu personalidad
es tan singular. Eres Hawaii.
—Ay, Jack… —Susurré mientras lo miraba fijamente a los
ojos. —Deja de ser tan tierno.
—Me haces sacar mi lado más tierno. —Reímos
estruendosamente. Posó su mano en mi cintura y me acercó a
su cuerpo. —Dame un besito. —Colocó sus labios como una
trompita y no pude evitar reír mientras me acercaba a él.
—Te quiero, Jack. —susurré antes de unir mis labios con
los suyos.
—Yo más, Luce. Yo mucho más.
Volví a abrir los ojos, evitando las lágrimas ante aquel
precioso recuerdo con Jack.
— ¿Por qué me tienes aquí? —Pregunté después de unos
minutos.
Cameron se encontraba de espaldas mientras escribía en su
cuaderno de apuntes. Levantó la mirada y la volvió a posar en
su cuaderno.
—Porque sí. Tú y yo seremos muy felices juntos. —Asintió
varias veces y siguió con su mirada en el cuaderno. —Estoy
planeando nuestra vida juntos.
—Déjame ir, por favor —supliqué.
Él me observó fijamente y empezó a negar rápidamente, sus
pupilas estaban dilatadas y sus ojos rojos. ¿Qué demonios le
ocurría?
—No, mi amor —se levantó de su asiento y caminó hacia
mí —, seremos una familia muy unida.
Coloqué mi mano sobre su antebrazo, estaba temblando.
Aquella era una conducta anormal.
—Cam —capté su atención —, no quiero estar contigo.
— ¡Cállate! —Bramó frenético. —Pues te va a tocar porque
Jackson está muerto y sino te callas voy a follarte ahora
mismo.
Abrí mi boca sorprendida. ¿Quién era él? Aquel no era el
Cameron que solía conocer. Al parecer las personas nunca
muestran su verdadera cara al mundo.
—Así me gusta que estés, mi amor. —Sonrió satisfecho. Se
posicionó en cuclillas frente a mí y acarició mi rostro con su
mano. —Seremos muy felices. Vivirás rodeada de lujos, serás
una princesa.
Cerré los ojos con fuerza deseando que aquello fuese una
pesadilla, de la cual quería despertar. No obstante, era la
realidad.
— ¿Te han comido la lengua los ratones? —Preguntó
burlón.
Puse mis ojos en blanco. Ojalá me la hubiesen comido para
no tener que aguantar las cosas que le quería decir.
—Si te portas bien conmigo, dejaré que duermas conmigo.
— ¿Dónde estamos?
—En un lugar muy lejano, mi amor. —Sonrió. —Puedes
gritar lo que quieras, que nadie te va a encontrar. Pero,
también puedes gemir todo lo que quieras, solo estamos tú y
yo.
—Cerdo —murmuré entre dientes.
—Cuida ese lenguaje. —Se acercó y me estampó un beso
en los labios.
Los apreté con fuerza para evitar que lo hiciera. Al darse
cuenta de que me iba a abstener de besarlo, se detuvo y me
miró con desprecio.
—Tengo hambre.
—¿No has comido? —Preguntó con notorio interés de
repente.
—No —dije.
—Le diré a Miriam que te traiga algo de comer, ¿qué
quieres? Ha hecho avena para el desayuno, ¿gustas?
Sus cambios de humor me ponían nerviosa. Primero estaba
enfadado, luego se calmaba y ahora se interesaba por mí.
Definitivamente estaba loco, y no sabía si saldría viva de allí.
Capítulo 28
— ¿Estás mejor? —Preguntó Tristán mientras se acercaba a
Myrtle.
—La he tratado mal.
—Tranquila. —Colocó sus brazos al rededor del frágil
cuerpo de Myrtle y le dio un abrazo. —Todo va a estar bien.
Algún día recordaremos esto.
— ¿Y si Jake no vive?
—Lo hará. —Aseguró mientras la arrullaba. — Hay que ser
positivos.
Los dos se quedaron abrazados durante un tiempo, absortos
en sus pensamientos, implorando que todo saliera bien con su
amigo Jake.
Los minutos pasaban y la angustia crecía en la sala de
espera. Solo se escuchaban sollozar a varias personas, el
sonido de las ambulancias y las ruedas de las camillas
rechinar. Sonidos que aumentaban los nervios.
La puerta se abrió dejando ver al doctor, quien se estaba
quitando la mascarilla.
Caroline fue la primera en levantarse, seguida de los demás.
—Vale… ¿Son familiares del paciente? —preguntó
mirando fijamente a Caroline.
—Somos una familia —afirmó.
—El paciente tuvo un paro cardíaco en el quirófano,
causándole la muerte durante treinta segundos. —Suspiró. —
Logramos recuperar los latidos, pero no sabemos si va a
despertar.
— ¿Qué? —susurró Caroline con sorpresa.
—Realmente, hice lo humanamente posible. Necesito que
os comuniqueis con los padres del paciente.
Los chicos se miraron entre sí, sorprendidos. ¿Jake estaba
casi muerto? Era algo difícil de creer.
—Repudio a Cameron, que se vaya al infierno y arda. —
Bramó Caroline con enfado, rencor y mucho dolor.
vAmor, amor… —Thomas la abrazó y ella se refugió entre
sus brazos.
—Me ha quitado a mis hermanos. ¡Me los ha quitado! —
Sollozó.
Holly miró sorprendida al doctor, sin poder creerlo. A pesar
de no haber compartido mucho con Jake, desde que se
conocieron le había cogido muchísimo cariño, debido a la
forma en la que trataba a su amiga. Eso era un voto de suma
confianza. No podía creer que todo aquello estuviera
sucediendo. Luce secuestrada y Jackson casi muerto, todo
junto.
—Debo llamar a Daniel —tartamudeó Tristán mientras
aguantaba las ganas de llorar.
— ¿No le has llamado?
—No, no lo he recordado hasta ahora. Se va morir cuando
le cuente.
—Él será capaz de buscar a su hermana por cielo y tierra.
Tristán sacó el móvil del bolsillo y con nerviosismo tecleó
el número de Daniel, quien no tardó en responder.
— ¿Qué hay de nuevo, Tris? ¿Ya fuisteis al Gran Cañón?
El chico apretó los labios con fuerza y soltó un suspiro con
pesar.
—Daniel, ha pasado algo —dijo después de unos segundos.
— ¿Le ha pasado algo a Lucinda? —preguntó levantando el
tono de voz.
—Estamos en el North Hospital. —Pausó unos segundos.
—Ven, rápido.
—Mierda —susurró Daniel antes de colgar.
El castaño tomó asiento en una de las sillas, mientras todas
sus emociones se encontraban. No puede ser posible que todo
aquello les estuviera pasando a ellos, y que el causante de la
tragedia hubiera sido al que creía su mejor amigo.
Es sorprendente lo hipócrita que pueden ser las personas.
Los minutos pasaban y la preocupación de todos
aumentaba. Los doctores salían del quirófano anunciando
buenas y malas noticias a las familias.
La puerta de la sala de espera se abrió, dejando ver el rostro
preocupado de Daniel, quien venía acompañado de Marie.
Al ver a los amigos de su hermana se acercó a ellos y los
miró esperado una explicación.
— ¿Dónde demonios está Lucinda? ¿Por qué estáis en la
sala de espera de los quirófanos? Espera… —Su rostro
palideció al instante y llevó su mano a la boca. — ¿Lucinda
está..?
Señaló la puerta que daba acceso a los quirófanos. Tristán
negó lentamente y con una seña, lo invitó a tomar asiento. Eso
hizo.
—Debo contarte todo. —Cogió aire. — ¿Recuerdas que
Jake se marchó? —Daniel asintió confundido. — En realidad,
se marchó debido a que Cameron lo estuvo amenazando con
dinero y con matar a su hermana si no se alejaba de Luce…
Cuando fuimos a Malibú, Luce se encontró con él y
empezaron a hablar por mensajes, hasta que a él se le ocurrió
la idea de llevarla a DisneyWorld. —Daniel frunció el ceño
mientras asentía escuchando todo. — Holly y Myrtle
escucharon una conversación de Cameron con unos señores
que no tenía muy buena pinta, en esa conversación Cameron
dijo que iba a matar a Jake por estar con Luce en Disney.
Daniel abrió los ojos como platos y miró a Tristán muy
sorprendido y a la vez buscando una pizca de cinismo en su
rostro, quería creer que era una broma.
—Las chicas, muy alteradas, nos lo contaron, y seguimos la
camioneta de Cameron hasta Orlando. Al llegar, hicieron una
parada en un súpermercado, y como teníamos hambre bajé a
por un poco de comida, pero al volver nos dimos cuenta que la
camioneta ya se había ido, así que estuvimos como locos
buscándola, hasta que después de unos diez minutos la
encontramos. Pero ya era tarde. —Tristán pasó la mano por su
cabello y posó la otra en la espalda de Daniel. — Cameron le
había disparado a Jake en el abdomen, por eso estamos aquí, él
está en el quirófano…y unos hombres metieron a Luce a la
fuerza en una camioneta, mientras Cameron se subía en la
parte trasera. La secuestró.
Daniel empezó a mover la pierna con desesperación
mientras su mirada estaba posada en el suelo, absorto en sus
pensamientos, maldiciendo la hora y el día en que su hermana
conoció al rubio.
—Eso es una vil mentira, Tristán. —Lo señaló mientras una
sonrisa se dibujaba en su rostro, una sonrisa muy falsa. —Pero
te disculparé porque eres amigo de mi hermana.
Soltó una risita nerviosa. Tristán lo observó fijamente y
asintió, dándole a entender que era verdad.
—No. —Movió su cabeza de un lado a otro, negándolo. —
No, no, no.
Trataba de convencerse a sí mismo, pero era en vano. Con
mucha rabia, empezó a golpearse la cabeza con la palma de su
mano mientras negaba repetidas veces.
—Daniel, amor. Detente. —Marie, quien también se veía
conmocionada por el momento, lo cogió del antebrazo y trató
de detenerlo. — ¡Que te detengas, mierda!
Él se detuvo, cruzaron miradas y fue cuando él se
desmoronó en los brazos de su prometida, quien lo abrazó
fuertemente.
—Vamos a encontrarla. —Afirmó la pelirroja. —Lo
haremos. Y Cam pagará toda la mierda que ha hecho.
Daniel soltó un grito desgarrador, contagiándole la tristeza
a sus amigos, quienes no pudieron contener las lágrimas.
—Luce… —sollozó mientras hipaba.
—La encontraremos, amor —susurró mientras lo arrullaba.
—No quiero perderla, Marie. Ella es mi ángel, es como una
hija para mí —continuó lamentándose. —Si algo le llega a
pasar, yo me muero. Ella es mi hermana, y es la única que saca
mi lado cariñoso. Sin ella los pobres cachorros estuviesen
muertos de hambre o peor, toda la casa.
—No le va a pasar nada —afirmó. —Lucinda es fuerte e
inteligente, ella sabrá cómo enviarnos información.
Unas horas después, llegó la familia de Jackson junto al
padre de Luce, quienes se veían realmente preocupados. Y al
decirles la noticia, no querían creer la realidad. En especial el
señor Shelley, quien tuvo una reacción similar a la de su hijo;
negación, sorpresa, aceptación.
Los hermanos de Jackson estaban al lado de Thomas, sin
decir ni una sola palabra y esperando a que sus padres
terminaran de charlar con Daniel y el médico.
***
—¿Teneis alguna idea para el rescate? —preguntó el padre
de Jake, mirando expectante a los chicos.
Todos negaron.
—Me acabo de enterar…Queremos esperar una llamada de
Cameron, pero dudo que lo haga —dijo Daniel encogiéndose
de hombros. —Está loco.
—Luce sabrá cómo informarnos —afirmó su padre, quien
miraba a Marie esperando su asentimiento. Ella lo hizo, y él le
regaló una media sonrisa.
— ¿Quereis ayuda? —preguntó la madre de Jackson.
—Creo que vosotros debeis tener la cabeza en otro lugar y
no aquí, sin sonar grosero —aclaró Daniel. —Jake está muy
delicado en cuanto a su salud.
—Cariño, no —negó la señora mientras posaba su mano en
el antebrazo del castaño. —De una forma u otra debemos estar
juntos, son nuestros hijos los que están en peligro. Y debemos
hacer algo para salvarlos, a ambos.
—Disculpen —intervino el ama de llaves. Todo la
observaron y ella levemente se sonrojó. — ¿Se les ofrece algo
para tomar? ¿Té, café, agua? ¿Algún bocadillo?
El padre de Luce asintió.
—Tráeme el té de siempre, por favor.
—Agua estaría bien —Intervino la madre de Jake,
regalándole una sonrisa.
— ¿Alguna botana? —preguntó un poco incómoda, al
percatarse de que había interrumpido algo importante.
—Sorpréndenos, querida. —Marie le regaló sonrisa
tranquilizante y ella asintió devolviéndosela.
Se dio la vuelta y se dirigió a la cocina.
En el salón de los Shelley el silencio era el protagonista,
todos parecían estar profundamente sumergidos en sus
pensamientos. Tal vez planeando un plan de rescate, tal vez
rezándole al cielo por un milagro para salvar a Jackson. Era un
momento de tensión, hasta que la puerta principal se abrió
dejando ver la melena lisa de Katherine, quien llegaba con sus
dos pequeños cogidos de las manos.
— ¡Qué sorpresa teneros aquí! —Exclamó. — Pensé que
estabais camino al Gran Cañón… Pero bueno, ¿dónde está
Luce? Debo hablar con ella.
Todos la miraron con seriedad y de inmediato la sonrisa que
estaba plasmada en su rostro se desfiguró para convertirse en
una fina línea, entendiendo que algo andaba mal.
—Mis amores, id a la cocina con Ángela. Decidle que os dé
la merienda. —Ellos gritaron de alegría y corrieron hacia la
cocina. —Algo anda mal, hablad.
Daniel palmeó el asiento de al lado y ella tomó asiento allí.
Los miró expectantes y suspiraron.
—Escucha, es algo realmente duro y tú sabes cómo manejar
las situaciones —le dijo Daniel mientras cogía la mano de su
hermana y entrelazaban los dedos. —Cameron ha secuestrado
a Lucinda.
—La puta madre… —murmuró sorprendida, mientras sus
ojos se cerraban y su mano se posaba sobre su boca para evitar
un sollozo.
Capítulo 29
Tres días después de mi secuestro, Jackson todavía no había
despertado. Los doctores le habían hecho varios exámenes y
todavía no habían llegado al problema, claro que yo en aquel
momento no tenía ni idea de lo que estaba pasando fuera del
zulo en el que Cameron me tenía retenida.
Cogí la pequeña toalla que Cameron me había dejado y
empecé a pasármela por el cuerpo. Por lo menos se había
tomado la molestia de humedecerla. Ya llevaba dos días sin
comer, como castigo por abofetearlo.
La puerta del lugar se abrió dejando ver a Miriam, la cocinera.
Llevaba una bandeja con comida. Mi rostro se iluminó por
primera vez en todos esos días.
—Le he traído algo de comer —susurró. —El señor
Cameron ha salido, y me tomé el atrevimiento de traerle algo
de comida.
—No debiste… —susurré de forma apenas audible, debido
a que no tenía fuerzas.
—Sí, cariño. —Dejó la bandeja a mi lado, tomó asiento
frente a mi y suspiró. —Mírate, estás pálida.
Miriam sumergió la cuchara en el plato que contenía leche
con cereales, y empezó a darme la comida como si fuese una
niña pequeña.
—Te he traído varias cosas, cereales, frutas, algo de
dulce… —Volvió a suspirar. —Estarás muy bien, te lo
prometo.
— ¿Por qué lo haces?
—Porque no te dejaré morir de hambre. —Volvió a darme
una cucharada. —Debes apurarte un poco con la comida,
¿vale? Así podrás darte una ducha.
—Te puedes meter en problemas.
—No, Cameron tardará un poco —dijo con delicadeza.
—¿Me puedes ayudar a salir de aquí? —pregunté de golpe,
cogiendo por sorpresa a la señora Miriam.
Ella me observó con pena, posó su mano sobre mi rostro y
lo acaricio mientras negaba.
—No puedo, cariño —susurró con dulzura. — Quisiera,
pero no puedo.
Asentí levemente. Y, sin decir una palabra, terminé de
comer todas las cosas que me había traído: cereales, una
ensalada de frutas y galletas. Quedé satisfecha y le di las
gracias a Miriam con un abrazo, el cual fue correspondido de
una forma muy maternal. Luego, me guió a una habitación,
donde había unas lavadoras de ropa.
—Vamos, linda, quítate la ropa, debemos limpiarte rápido
—murmuró y llevó una silla de plástico hacia mí. —Voy a por
el agua.
Asentí y empecé a quitarme el short con el que había estado
en la playa, al igual que la blusa y el traje de baño. Dejé mi
ropa sobre una de las lavadoras y tomé asiento en la silla,
mientras me cubría.
Al cabo de unos segundos, apareció Miriam con un tanque
lleno de agua.
—Hagamos esto rápido. —Lo dejó al lado de la silla y con
un vaso empezó a verter agua en mi frágil cuerpo mientras
miraba a un punto fijo de la habitación. —Eres la musa del
señor Cameron.
— ¿De qué hablas? —Fruncí levemente el ceño.
— ¿No sabías que el señor Cameron es un excelente pintor?
—Negué con la cabeza y Miriam asintió.
—Tiene una habitación llena con cuatros tuyos realizando
cualquier actividad. —Suspiró. —Él tenía varios hasta hace
unos dos meses cuando realizaba una pintura por día. Era
como una obsesión.
Abrí la boca para decir algo, pero sentí un fuerte mareo.
Miriam me observó con preocupación, pero prefirió callar.
Al cabo de cinco minutos, me pasó una toalla y me cubrió
para dirigirse a la lavadora, donde estaba mi ropa.
—Lavaré esta ropa en dos minutos y luego la colocaré en la
secadora por diez minutos. Espero que sea suficiente. —
Mordió su labio con preocupación y empezó a lavarla a mano.
Yo me limitaba a observarla desde mi asiento, mientras me
preguntaba quién era aquel ángel y qué demonios hacía allí.
Capítulo 30
—Desde hace tres días —afirmó Daniel, respondiendo las
preguntas del oficial.
— ¿Cuándo y dónde se le vio por última vez a la víctima?
—Hace tres días, en DisneyWorld con Jackson Lancaster.
— ¿El chico que está en coma? —preguntó.
—Desde ahora, deben mantener sus teléfonos móviles
conectados a una máquina, la cual nos ayudará a localizar la
llamada entrante. Los secuestros van de la mano de la
extorsión, es decir, que el secuestrador está buscando obtener
un beneficio monetario. Tal vez la primera llamada será un
poco tosca y lo único que obtendrán será un susto, al decirles
que Lucinda está secuestrada y si no hacen lo que quieren, la
asesinan. La segunda llamada es diciendo que quieren dinero,
y les dirán la cantidad. La tercera llamada, probablemente,
será una amenaza y los comunicarán con ella durante un lapso
de cinco segundos. La cuarta llamada será para aumentar la
cantidad de dinero y la última será el lugar y la hora de
encuentro para la entrega. Es una pequeña predicción con
todos los secuestros.
— ¿Y si nunca llaman? —preguntó Daniel, levantándose de
su silla.
—Debe esperar a que lo hagan. —El oficial señaló a un
uniformado, el cual estaba a su derecha. —Él es el detective
Murray, será quien instale el localizador en su casa, para que
conecten los móviles y teléfonos allí.
— ¿Eso es todo? —El oficial negó. —Ustedes ya se pueden
ir, excepto el grupo de chicos.
Ellos se miraron entre sí mientras fruncían el ceño,
haciéndose la misma pregunta: ¿Qué hemos hecho ahora?
Capítulo 31
—¿Cómo estás? —preguntó Cameron mientras entraba a la
habitación.
Levanté la mirada para verlo, pero de inmediato la bajé.
—Cariño, ¿te sientes mal? —preguntó con preocupación.
El rubio se acercó a mí, se posicionó en cuclillas y acercó
su mano a mi mejilla.
—No tienes fuerzas, es eso —se respondió. —Es solo una
pequeña lección para que sepas que debes portarte bien cuando
estés conmigo.
Yo solamente asentí. No quería provocar otra discusión que
terminara con un peor castigo.
—Hablaré con Miriam para que te traiga algo de comida.
—Asentí lentamente.
El rubio me observó atentamente y se quitó su jersey para
arrojarmelo un instante después.
—Por las noches hace mucho frío aquí, ¿no? —Hizo una
mueca y salió de la habitación, para dirigirse a la cocina.
***
Cuando Cameron entró en la cocina, vio a Miriam lavando
los platos, quien, al verlo, se sobresaltó y dejó de lavar.
— ¿Podrías hacerle algo de comer a Luce? —preguntó con
timidez.
Ella lo inspeccionó con la mirada. ¿En quién se había
convertido el pequeño Cam?
—Sí —aceptó. Cameron sabía que ella quería decirle algo,
así que esperó a que ella lo hiciera. — ¿Hasta cuándo la
piensas tener abajo? Está muerta de frío, de hambre, está
viviendo con las ratas, Cameron. Ella es solo una una joven
chica que quiere vivir su vida.
—Tú no lo entiendes —murmuró. —Yo a ella la amo. —
Asintió repetidas veces mientras sus manos empezaban a
moverse rápidamente a medida que sus ojos se perdían en un
punto fijo de la cocina.
—Necesitas ayuda, hijo —usurró con delicadeza.
Se acercó al rubio y posó su mano en el hombro para darle
un leve apretón, del cual se zafó con brusquedad.
—Llévale la asquerosa comida y ya. Estaré en la Galería.
***
Los días siguieron pasando y seguía sin saber nada de Jake
ni del exterior, como tampoco ellos sabían de mí.
Vivía un calvario en cuanto a la comodidad e higiene.
Hacía un gran esfuerzo por ignorar a los roedores, quienes
eran mi única compañía. Miriam había ido a verma un par de
veces, pero en compañía de Mike, por lo que no podían hablar.
Me levanté del frío suelo y caminé hacia la puerta de
madera. Me agaché un poco para poder ver por la cerradura de
esta, que era un poco antigua, pero no se veía nada.
En ese momento, escuchó la voz de Cameron y caminé
hacia mi rincón, donde me senté y simulé dormir.
La puerta se abrió de golpe, dejando ver a Cameron, quien
estaba descalzo, con unos vaqueros desgastados y una camisa
blanca holgada llena de pintura. Al verme, me señaló.
—Tú, levántate —Bramó.
Apreté mis ojos con fuerza y le hice caso.
—Ven conmigo.
Se acercó a mí, me cogió de la muñeca y me sacó de
aquella habitación. Por fin veía la luz solar colarse por las
cortinas.
Mi frágil cuerpo fue prácticamente arrastrado hacia una
escalera, que llevaba hacia el primer piso. Qué extraño.
Era la casa de Cameron y yo estaba en el piso subterráneo.
Entramos en el salón y el ambiente agradable que solía
recordar, ya no estaba. Había una puerta de color blanco que
se confundía con las paredes; giró la manivela y entramos.
La respiración de Cameron estaba acelerada y lo único que
hizo fue besarme como si fuese el néctar vital para su vida;
como si mis besos estuviesen impregnados de su felicidad.
Me quedé estática, como muerta, resistirme sería inútil. Por
fin se separó y encendió la luz.
Me sorprendí al ver lo que tenía ante mí: su galería de arte.
Lo que Miriam me contó era un hecho. Era su musa. Las
paredes estaban cubiertas por lienzos de diversos tamaños y
todos eran míos. Eran pinturas realmente hermosas, dignas de
admirar. Dignas de un artista.
Recorrí la habitación con la mirada, realmente sorprendida.
Los cuadros eran perfectos, parecían fotografías.
—Necesito que hagas algo.
Se acercó a un armario, sacó un lienzo junto con sus
acuarelas y tomó asiento en el suelo.
—Mírame fijamente a los ojos, necesito dibujarte. Necesito
ver tu inocencia. Necesito ver tu luz. Necesito ver que aún me
amas.
Todavía sorprendida, no me negué ante sus peticiones. De
lo contrario, me iría muy mal. Tomé asiento a una distancia
considerada de Cameron y lo miré fijamente a los ojos.
Él soltó un suspiro contenido, abrió sus pinturas y, al
instante, las cerró.
— ¿Dónde demonios está mi lápiz? No quiero pintar con
esa mierda.
Observó en todas las direcciones en busca de su lápiz, el
cual estaba sobre su oreja. Sus manos empezaron a tocar el
suelo a una velocidad impresionante, lo cual provocó en mí
una sensación de pánico. Señalé mi cabeza y logré articular
una palabra.
—Cameron —murmuré.
Él se detuvo y me observó fijamente, su respiración agitada
poco a poco se fue controlando a medida que los segundos
pasaban. Tragué saliva.
—Está sobre tu oreja.
El rubio posó su mano en la oreja y cogió el objeto, el cual
estaba un poco desgastado por el uso.
—Está pequeño. Soltó una risita. —Y eso que tan solo hice
un dibujo con él. Un dibujo tuyo.
Su mirada estaba absorta en el pequeño lápiz, mientras
sonreía.
Realmente, algo marchaba mal en Cameron y necesitaba
ayuda profesional.
Fue entonces cuando tuve una idea.
— ¿Me amas? —le pregunté.
Cameron no dudó en asentir.
—Desde que te vi en la escuela supe que eras la musa de
mis pinturas. —Se inclinó hacia delante. —Desde que te vi,
me enamoré. Desde que te vi, supe que ibas a ser mía.
—Si tanto me amas, ¿por qué me tienes en el sótano? —Me
crucé de brazos.
—¿Qué quieres? ¿Estar aquí arriba? —preguntó mientras se
acercaba.
—Sí, no creo que tener a la persona que amas en esas
condiciones sea amar.
El rubio frunció el ceño notoriamente. Se posicionó en
cuclillas y repasó mi rostro con la mirada, analizándolo.
—Te amo, Luce —susurró. —Pero no quiero dejarte ir.
—No creo que me ames —insistí. —Sácame de ese lugar y
tal vez lo empiece a creer.
Cameron se tensó y pensó claramente mis palabras.
— ¿Sabes por qué te tengo allí abajo? Porque no soporto la
idea de perderte. —Pasó la mano por su cabello. — ¿Qué pasa
si tu musa te abandona? ¡No tienes inspiración! Te conviertes
en un bohemio, sin estabilidad… Yo te tenía, Lu. Pero te perdí,
así que no estoy dispuesto a sufrir nuevamente.
—Si me sigues teniendo en esas condiciones, tu musa
dejará de respirar muy pronto.
Él observó al techo y cerró con fuerza sus ojos, meditando.
—¿Dormirías conmigo? —preguntó, mientras una sonrisa
se plasmaba en su rostro.
Capítulo 32
—Lo están revisando —anunció la madre de Jackson
mientras entraba a la casa de los Shelley seguida de su esposo
e hijos.
— ¿No hay actividad? —preguntó Daniel mientras se
levantó de su asiento.
—Dicen que está en un sueño profundo. —Colgó su Blazer
en el perchero y se encaminó al sofá.
—Es extraño —dijo Katherine mientras cogía su ordenador.
—Buscaré en internet.
—Estamos aquí por Lucinda, no por Jackson. —La señora
posó su mano en el antebrazo de Katherine y negó. —Del
hospital hacia dentro es Jake y del hospital hacia afuera es
Lucinda. —Suspiró pesadamente, observando a la castaña,
quien devolvía su ordenador a su lugar inicial. — ¿No han
llamado?
—Llevo día y noche esperando una llamada, pero no.
Daniel había estado la mayor parte de los días sentado en el
sofá en compañía de su prometida, hermana y padre, quienes
esperaban una llamada o un mensaje que les dijera que su
pequeña estaba bien.
Pero no había llegado y su paciencia se estaba agotando.
—Si la semana termina y no tengo la maldita llamada, la
voy a buscar por cielo y tierra. —Miró al suelo mientas su
pierna empezaba a temblar. —Nunca pensé llegar a odiar tanto
a una persona, pero Cameron me ha hecho cambiar de parecer.
***
—La policía está buscando pistas. —Daniel entró en la casa
mientras se quitaba su chaqueta negra. —Están en Malibú y en
la zona alta de Orlando.
— ¿Esta no es la zona alta? —Myrtle frunció el ceño y
Daniel asintió.
—Sí, pero hablo de la zona ALTA. —Recalcó la palabra y
todos asintieron.
— ¿Ya revisaron en su casa? —preguntó Caroline mientras
se levantaba del sofá para dirigirse al armario que había bajo
las escaleras.
—Cameron se mudó antes del verano, no sabemos dónde
queda. —Tristán se encogió de hombros. —Y solía llamarse
mi mejor amigo.
—Tris… —susurró Holly y extendió su mano para coger la
de su novio. —Mejores personas vendrán, ¿vale?
El chico asintió lentamente mientras la rubia acariciaba su
espalda, brindándole apoyo. Era muy afortunado al tener una
novia tan comprensiva y amorosa.
— ¿Qué hay de la anterior? ¿No han buscando allí? —
preguntó nuevamente con el ceño ligeramente fruncido.
—La vendieron, está viviendo una pareja —dijo Daniel y
tomó asiento al lado de Myrtle, quien estaba sumergida en sus
pensamientos.
Daniel la observó y trató de llamar su atención con la
mirada, pero fue imposible. Acercó su mano y tocó su brazo.
—Hey —susurró en un saludo. —, ¿cómo estás?
Myrtle frunció los labios y se incorporó para poder mirarlo.
—La extraño —confesó y cerró sus ojos. —Daría todo por
tenerla aquí.
Daniel asintió, dándole la razón. A pesar de no tener mucha
confianza con ella, se atrevió a cogerla de la mano y atraerla
lentamente hacía sí, para rodear sus brazos alrededor de su
cuerpo, en un abrazo reconfortante.
—Todos daríamos todo por tenerlos aquí, a ambos. —Posó
su cabeza en el torso del chico y a medida que entraba en
confianza, comenzó a sollozar.
Pasadas un par de horas, el timbre de la casa sonó y los
perros, seguidos de los cachorros corrieron hacia la puerta
principal.
Katherine se encamina a esta, giró la manivela, abrió la reja y
salió al jardín delantero para atender a la persona tras las rejas
que rodeaban la casa.
—Carta para la señorita Lucinda Shelley —dijo el señor, y
le entregó un sobre blanco, junto con una caja cubierta con
papel plástico negro.
—No se encuentra, pero soy su hermana.
—No hay problema, tenga aquí. Esperamos respuestas.
El señor le regaló una sonrisa y se subió a su camioneta
para marcharse de inmediato.
La castaña entró deprisa a su hogar, y de inmediato caminó
hacia el sofá con los chicos para abrir la carta.
— ¿Qué tienes ahí?
—Le ha llegado correspondencia a Lucinda. —Mordió su
labio ansiosa mientras sacaba la carta del sobre.
Gimió de la sorpresa al ver el remitente.
—Señorita Lucinda Shelley, es un placer para University of
New South Wales anunciarle que ha sido aceptada para cursar
el primer semestre de Medicina el día 30 de septiembre del
2019, con todos los gastos académicos pagados. —Todos se
miraron sorprendidos ante lo que acababan de escuchar.
—Envió solicitudes para una beca… —susurró Caroline,
sin poder creerlo. —Nunca me habló sobre esto.
—Sabes que su sueño siempre fue ser doctora. —Tristán
dejó caer su cuerpo en el respaldo de la silla. —Tal vez estaba
esperando el momento indicado.
— ¿Dónde está esa universidad? —preguntó Holly con
notorio interés. —Se me hace conocida.
Katherine cogió el sobre y leyó la dirección. Dio un saltito
en su asiento por la sorpresa.
—Australia —murmuró, mientras se cubría la boca con su
mano.
—Ella no estará pensando en aceptar, ¿o sí?
—Eso no importa en este momento. —Interrumpió Daniel.
—Si no aparece, no podrá elegir si ir a la universidad o no.
Además, cumpliría su sueño de ser doctora, ¿no creéis?
Todos asintieron, repentinamente decepcionados.
—Cuando la recuperemos, ¿qué pasará si acepta ir a la
universidad? —Preguntó Myrtle.
—No podemos hacer nada. Es su decisión.
Capítulo 33
—Te amo, Luce. —Acaricia mi brazo. Asentí lentamente y
le di un sorbo a mi bebida.
—Gracias por el almuerzo —susurré.
—Espero que no te vuelvas a sobrepasar conmigo. Te doy
confianza, pero no abuses.
Ella volvió a asentir, con temor.
Habían pasado dos semanas desde que Cameron me sacó
del piso subterráneo, pero me mantenía encerrada en una
habitación cómoda. Una cama matrimonial torneada, ubicada
en el centro. Debajo, una alfombra color gris. Había un
armario color marrón oscuro, el cual estaba relativamente
lleno con prendas de mi talla. La habitación estaba decorada
con pinturas hechas por Cameron; paisajes, arte abstracto, una
bailarina y, finalmente, uno mío. También había un mueble
con varios libros clásicos, con los cuales me entretenía la
mayor parte del tiempo. Había olvidado lo que se sentía al
coger un libro y devorarlo en un día. Cameron me visitaba una
vez al día; tomábamos una de las comidas y él aprovechaba
para realizar una nueva obra de arte.
—Quiero dormir contigo. —Pegó sus labios en mi cuello y
repartió pequeños besos.
Yo cerré los ojos, sintiendo asco y repulsión.
—Quiero que tu primera vez sea especial.
Me sobresalté ante sus palabras y fue inevitable que los
recuerdos inundasen mi cabeza. Los recuerdos de unas
vacaciones inolvidables, junto a Jake.
«¿Qué será de él?»
Era una pregunta que me planteaba todos los días al
despertar. Conservaba la esperanza de volver a besar sus
labios.
También me preguntaba sobre mis familiares y amigos.
¿Estarían buscándome? ¿Qué estarían haciendo?
Había pasado un mes desde que todo se torció, desde que
todas mis ilusiones y felicidad se marcharon y fueron
reemplazados por el temor y la angustia.
— ¿Quieres? —susurró y deslizó su mano por la curva de
mi cintura.
Me aparté un poco, pero él me pegó más a su cuerpo.
—No te apartes, no querrás volver a compartir tu comida
con las ratas.
Él soltó una risita y yo seguí apretando mis ojos mientras
suplicaba para que todo terminase rápido.
La puerta de la habitación se abrió dejando ver a Miriam,
quien llevaba una canasta en sus manos.
—Es hora del baño —anunció. —Cameron, Mike quiere
hablar contigo en el despacho.
—Con permiso.
Se levantó de la cama y salió de la habitación dando un
portazo.
—Hola, cariño —susurró.
Una ola de paz invadió mi cuerpo mientras me desplomé en
el colchón. Todo era un caos.
—Venga, vamos al baño.
Me levanté de la cama y seguí a Miriam a la puerta que
daba al baño. Al entrar, empecé a despojarme de mi ropa. Ya
no sentía vergüenza con Miriam, se había comportado como
un rayo de luz durante todo ese tiempo.
—Te ha crecido el cabello —susurró. Cogió el cepillo y
empezó a pasarlo por mi melena. —Lo tienes más fuerte.
La observé a través del espejo, y por mi cabeza se cruzó
una idea, la cual sin pedir permiso salió de mi boca.
—Miriam, ayúdame a contactar a mi familia.
El rostro de la señora palideció y me miró con el ceño
fruncido.
— ¿Quieres que Cameron me mate? Puede que lo haya
criado y tratado como a mi hijo, pero eso no me excluye de ser
la cómplice de un secuestro.
—No, tú estás bajo su yugo. Te ha amenazado con matar a
tu hija. —Le recordé. —Es solo una llamada.
—No me pidas esto, cariño. —Me miró suplicante.
—Por favor —le devolví la mirada. —Quiero ver a mi
familia.
—Luce… —Puso todo de advertencia en su voz.
—Por favor… —le rogué.
—Dame el número, veré qué puedo hacer.
—Muchas gracias, Miriam. —Me abalancé sobre ella y la
abracé.
—Venga, entra en la bañera —Ordenó mientras cerraba el
grifo.
— ¿Sabías que Cameron quiere que duerma con él? —
pregunté mientras me introducía en la bañera.
El agua estaba tibia y me vino muy bien para la tensión que
sentía en el cuerpo.
—Oh… —Suspiró sorprendida. — ¿Ya habéis dormido
juntos en el pasado?
—Sí, pero sin hacer nada. —Me encogí de hombros. —
Dice que quiere que mi primera vez sea especial.
—Tu primera vez… ¿Estás segura que quieres hacerlo?
—Es que… —hice una pausa. —Ya tuve mi primera vez.
Miriam frunció el ceño y me miró esperando una
explicación.
—Estoy enamorada de un chico, que conocí a los catorce.
En esos días estábamos muy enamorados, Miriam. —Suspiré.
—Pero terminamos, debido a que besé a Cam.
Ella asintió e hizo una seña para que continuase.
—Nos conocimos este año, nos vimos por primera vez. El
amor que sentía, volvió. —Sonrió. —Estuvimos en
DisneyWorld, fue lo mejor del verano. Y allí sucedió.
— ¿Por qué os conoceistéis este año?
—Tuvimos una relación a distancia, por internet.
Miriam sonrió y se acercó para aplicarme jabón en la
espalda.
—Entonces trataré de hacer esa llamada lo más pronto
posible. —Besó mi cabeza.
—Gracias, Miriam.
Pasaron quince minutos y, después de haber salido del
baño, Miriam abrió el armario y sacó un vestido de color rosa
pálido junto con la ropa interior. Me lo tendió y empecé a
cambiarme.
— ¿Qué les digo? —preguntó en un susurro. Cogió el
cepillo de la canasta y se acercó a mí.
—Dales la dirección. —Mis ojos revolotearon por la
habitación y los volví a posar en Miriam. — Que vengan
rápido.
La canosa asintió mientras me pasaba el cepillo por el
cabello.
Una vez estuve arreglada, le di el número de todos mis
amigos y familiares y Miriam los escribió en una libreta que
acostumbraba a llevar encima. La señora bajó las escaleras a
toda velocidad, con el fin de dirigirse a la cocina y realizar la
llamada. Yo sabía que, por un lado, quería hacerla, pero por
otro no.
Sabía que no soportaría ver a su hijo de crianza tras las
rejas por tal crimen, pero tampoco soportaría verme sufrir, me
había cogido cariño.
***
Miriam aceleró el paso y llegó a la cocina, se acercó al
teléfono que estaba colgado en la pared, lo cogió y marcó el
primer número.A los tres tonos, respondieron.
—Daniel Shelley, ¿quién habla? —preguntó.
Miriam se quedó callada por unos segundos.
—Lucinda está aquí.
— ¿Qué? —susurró con sorpresa.
Casi se podía sentir la emoción a través del teléfono.
—No puedo hablar mucho, yo…
—Miriam, ¿con quién hablas?
Un escalofrío recorrió la espina dorsal de la señora, quien
cerró los ojos de golpe suspiró.
—Con mi hija —mintió.
—Te he dicho que no uses el teléfono de la casa. —Frunció
el ceño. —Cuelga.
—Mi niña, te llamo otro día, espero que te haya servido.
Colgó.
Capítulo 34
El móvil de Daniel sonó y él, aunque se sobresaltó, no dudó
en cogerlo. Todos tenían la mirada puesta en él.
—Daniel Shelley, ¿quién habla? —Tomó asiento en el sofá
mientras esperaba una respuesta.
Los segundos pasaban y sus ansias crecían.
—Lucinda está aquí.
Daniel abrió sus ojos con inmensa sorpresa y a la vez una
chispa de esperanza.
— ¿Qué? —susurró mientras procesaba en su cabeza la
noticia.
—No puedo hablar mucho, yo… —Pausó, debido a una
tercera voz.
—Miriam, ¿con quién hablas?
Daniel reconoció la voz de Cameron y la rabia se apoderó
de su cuerpo.
—Con mi hija.
—Te he dicho que no uses el teléfono de la casa. Cuelga.
—Mi niña, te llamo otro día, espero que te haya servido.
La llamada se cortó. Todos en el salón miraban al castaño
con notorio interés debido a su reacción.
—Tienen Luce —susurró. —Cameron tiene a mí hermana.
—Llama al detective —ordenó el señor Shelley.
Se levantó de su asiento para realizar la llamada en
privado.
En su cabeza había esperanza por primera vez en mucho
tiempo. Por primera vez todos tenían un motivo para sonreír,
incluso los padres de Jake, quienes hacía unos minutos habían
llegado del hospital.
El estado de Jake seguía igual. Le habían hecho resonancias
magnéticas para ver si había algo en su cerebro, pero todo
marchaba bien. Todos se preocupaban cada vez más por su
estado, pero conservaban el positivismo para que despertase.
Daniel realizó la llamada al detective Murray, quien abordó
un avión junto con su personal y volaron de vuelta a Orlando.
A las 7:21 p.m, sonó el timbre de la casa, sobresaltando a
todos. Caroline fue la primera en ponerse de pie. Caminó hacia
la puerta y la abrió. Vio una sombra y finalmente el cuerpo del
detective, quien, sin pedir permiso, entró.
—Empecemos con esto rápido. —Se quitó su abrigo y lo
colgó en el perchero del salón.
Caminó hacia el sofá y Tristán se levantó para cederle el
asiento. El detective Murray lo rechazó con un movimiento en
su cabeza, se arrodilló frente a la máquina, la abrió y dentro de
ella pudieron ver una pantalla con el mapa del país.
— ¿A qué móvil han llamado?
—Al mío —Respondió Daniel, y retomó su conversación
con Marie.
Él asintió.
—Coged todos vuestros móviles. Daniel, tú igual, pero sin
desconectarlo. —Lo apuntó con el dedo índice como
advertencia.
Todos empezaron a desconectar los cables que unían sus
móviles con la máquina, quedando Daniel con el suyo en la
mano.
Empezó a teclear algo allí mientras todos lo miraban
impacientes, con preocupación.
—Por favor, por favor, por favor —susurró Myrtle con los
ojos cerrados, la cabeza inclinada hacia el techo y con las
manos entrelazadas con Caroline.
—Esperad…
El detective dejó de escribir para mirar a la máquina con el
ceño fruncido.
—La tenemos —anunció y todos exhalaron el aire que sus
pulmones retenían.
Lucinda no estaba tan lejos de ellos y había una enorme
posibilidad de rescatarla.
—Llamaré a mis hombres y prepararemos el operativo.
— ¿Para cuándo sería? —preguntó Marie.
—Hoy mismo, apenas terminemos de planearlo. Tenemos
fotos de cada calle, de cada casa, y este secuestrador fue un
poco idiota. —Se encoge de hombres. —Vamos a rescatarla.
***
—Repasemos una vez más —dijo el detective mientras
miraba a cada una de las personas que había en el salón.
—Deberíamos irnos ahora, ¿no cree? —preguntó Tristán,
quien apretaba con fuerza su mochila.
—Que os haya dejado venir al rescate, no quiere decir que
podáis sugerirme cosas. —El chico asintió. —El grupo verde
entrará por el jardín trasero, el azul por el ático, y el rojo
esperará sus señales para entrar por la puerta principal. Debeis
tener precaución y ser rápidos.
Todos asintieron.
— ¿Cada quien tiene su walkie—talkie? —Preguntó y
nuevamente todos asintieron.
El detective se puso de pie.
—Hagámoslo.
La adrenalina que se siente en el salón de los Shelley,
aumentba a medida que pasaba el tiempo. Habían pasado tres
horas desde que descubrieron el lugar de la llamada. Una casa,
no muy lejana al vecindario, de gente adinerada y para nada
sigilosa. Vaya cabeza hueca que era el secuestrador.
Capítulo 35
—Despiértate, mierda —Bramó Cameron mientras daba
leves golpes en mi pierna.
Abrí lentamente los ojos y fruncí el ceño debido a la luz.
Cameron no me dejó siquiera estirarme, rápidamente me cogió
de la muñeca para arrastrarme a la galería.
—Quiero pintarte —me susurró. —Así, tal y como estás
ahora. No te peines ni te toques, solo siéntate y mírame.
—Tengo sueño —me quejé haciendo un puchero.
—No me importa.
Se dirigió a la repisa, sacó su bloc y una caja de lápices sin
abrir. Se dio la vuelta y se encaminó al centro de la galería,
donde había una pequeña cruz con cinta negra.
—Recuerdo la primera vez que te vi de esta forma —Sonrió
ampliamente y le dio el primer trazo al papel. —Siempre te
levantas y parpadeas muchas veces, restriegas tus ojos con el
dorso de tus manos y bostezas.
— ¿Cómo sabes eso? —pregunté extrañada.
¿Cuántas cosas sabría Cameron de mi? Era sorprendente la
cantidad de detalles, que a simple vista eran irrelevantes, que
perduraban en su memoria.
—Analizo cada uno de tus movimientos. —Se encoge de
hombros. —También he contado los lunares que hay en tu
rostro. Son siete.
Abrí los ojos sorprendida e involuntariamente toqué mi
cara.
—También he contado tus cicatrices. —Empezó a dibujar
mis labios y sonrió al hacerlo. —Tienes diez pequeñas
cicatrices en tus piernas. También tienes unos labios hermosos,
¿Segura que no eres un ángel?
Él me observaba sonriente, pero esa sonrisa no duró mucho
tiempo, pues transformó en una fina línea.
—Esos labios que ha besado Jackson. —Dio una
respiración profunda. —Pero te juro que no lo hará
nuevamente.
— ¿Qué quieres de mí? —le pregunté en un susurro
mientras empezaba a dibujar mis ojos.
—Tu amor. —Su mirada estaba posada sobre el dibujo.
Parecía distraído, pero su mano derecha seguía trazando
perfectas líneas que le daban forma a mi rostro. —Eres
perfecta.
Levantó su mirada y la posó en mi cuerpo.
—Quisiera que fueses feliz a mi lado. —Su mano seguía
dibujando, pero él seguía observándome. —Te amo, y no me
cansaré de decírtelo. Nunca.
Asentí levemente y desvié mi mirada hacia un rincón de la
galería, donde había una pintura mía al óleo. Todas sus
pinturas eran muy buenas, dignas de estar en una exposición
de arte. Eran muchísimas las que estaban colgadas, y todas
tenían mi cara.
—Quisiera que mi amor fuera recíproco, pero no. —
Suspiró. —Pero no te quiero dejar ir.
—Cam, ¿no crees que tenerme aquí es una locura?
—Una locura fue lo que hiciste con Jackson. —Pestañeó un
par de veces. —Una locura fue dejarme por teléfono. Estar
contigo es una locura.
—Entonces, déjame. —Mi mirada se dirigió al suelo. Había
metido la pata al hablarle así.
—No te dejaré. —Soltó una risita. —Mucho menos ahora
que te tengo.
—Cam tú no me amas.
—Si no es amor, entonces ¿qué es? —Soltó el lápiz.
—Obsesión —afirmé.
—Llámale como te dé la puta gana.
Capítulo 36
Daniel estaba sentado en el último asiento de la patrulla, al
lado de su padre, quien estaba muy nervioso por el rescate de
su pequeña hija. Ambos estaban realmente preocupados por lo
que pueda pasar ahí dentro.
La camioneta entra en el sector alto de Orlando, y las casas
se tornan familiares para la mayoría.
El auto avanza a una gran velocidad. El ambiente en aquel
vehículo es solo de angustia y desespero por parte de todos los
que abordaron en él, inclusive por parte del detective.
El carro se detiene en una esquina, y las demás patrullas lo
imitan.
—Por aquí cerca queda la antigua casa de Cameron.—Dice
Tristán algo extrañado.
—¿Antigua? —El detective ríe.—Ahí vive ese loco.
Abre la puerta del piloto y es seguido por todos.
—Equipo azul, corriendo al ático.—Chasqueó sus dedos.
Los que habían subido a la última patrulla salieron
corriendo hacia la casa sin levantar sospechas.
—Equipo verde, al jardín. Esperaremos su señal, llamaré a
Jhonsons para que traiga la patrulla de seguridad.—Los del
equipo verde asintieron mientras gritaban en dirección a la
casa.
—¿Y el rojo?—Inquiere Caroline.
—Por su seguridad, esperaremos a que nos den la señal.
Los equipos realizaron maniobras para poder ingresar en la
gran mansión, debido a que tenía rejas altas a su al rededor.
Pero, lo lograron.
El equipo azul empezó a escalar con el equipamiento
necesario para poder hacerlo, y el verde abrió la puerta trasera
con un truco clandestino.
Una vez ambos equipos habían ingresado a la casa, sacaron
sus armas y empezaron a caminar lentamente tratando de
recorrer cada uno de los lugares de la primera planta.
Mientras que el azul recorría cada rincón del segundo piso.
Un oficial pudo ver a una mujer en la cocina, quien estaba
arrodillada mientras realizaba una oración. Se veía preocupada
pero aún no se percataba de la presencia de los policías.
Él se acercó a ella, y le apuntó con el arma.
—Policía Nacional, las manos donde pueda verlas.
Miriam se levantó de su lugar algo pálida, estaba
sorprendida por ver al policía allí.
—Díganos dónde está Cameron Fitcher —ordenó.
Empezó a rodearla a medida que le apuntaba con el arma.
—La última vez que lo vi estaba en su habitación. —Habló
con voz temblorosa.
— ¿Algún otro lugar en donde pueda estar?
—En la Galería.
El oficial sacó su walkie—talkie.
—Aquí Martínez dando la orden para el ingreso del equipo
rojo, cambio. —Se acercó a la señora, cogió ambas manos y
las juntó en su espalda. Acto seguido, sacó las esposas y se las
colocó. —Queda detenida hasta que se demuestre su
inocencia.
Uno de sus acompañantes la llevó al saló de aquella
mansión y la sentó en una silla, a la espera del equipo rojo.
— ¡Detenedlos! —exclamaron desde la segunda planta.
Todos los del equipo verde se acercaron a las escaleras
sigilosamente y apuntaron hacia en frente. A los pocos
segundos, apareciero dos hombres con trajes negros llenos de
angustia que, al verlos, palidecieron.
—Policía Nacional, las manos donde podamos verlas. —
Bajó uno de los azules.
—Solo somos repartidores de pizza —se excusó uno de
ellos.
—Id a terminar la escuela mejor, ¿no creéis? No hay otra
palabra para describiros que no sea brutos. —dijo el líder de
los azules. —Un secuestro donde encierran a la víctima en una
mansión.
—Nombres.
—Mike y Erick —dijo el moreno, quien se había mantenido
en silencio todo ese tiempo.
—Queridos Mike y Erick —sonríe el oficial líder de los
verdes. —, quedáis detenidos hasta que se demuestre vuestra
inocencia.
Los minutos pasaban mientras esposaban a los guardias de
Cameron y los llevaban al lado de Miriam.
La puerta principal se abrió de golpe y entró el resto de
personas junto con el detective y tres oficiales de policía.
Todos poseían armas y estaban apuntando.
—Decidme ahora mismo dónde está Cameron Fitcher si no
queréis que empiece a disparar —amenazó mientras sacaba su
placa. —Detective Murray, que nadie se mueva.
—Probablemente en la galería, dice la señora aquí presente.
—Señaló a Miriam.
—Llévenos al lugar.
Miriam asintió a medida que se ponía de pie. Un oficial la
cogió del brazo y se dejó guiar.
Lo llevó a una parte del salón en la que la puerta se
camuflaba a la perfección. No obstante, ella señaló la manivela
y él asintió.
Murray se acercó a la puerta a la puerta después de que el
agente lo llamara y, sin chistar, le lanzó una patada haciendo
que ésta se desplomase.
— ¡Policía Nacional, las manos donde pueda verlas! —
exclamó y entra a la habitación.
— ¡Luce! —gritó Daniel.
La castaña sintió alegría y emoción por primera vez desde
hacía mucho tiempo, desde que Cameron la llevó a aquel lugar
concretamente. Trató de ver más allá de la puerta y los vió.
— ¡Daniel!
Los hermanos se miraron fijamente a los ojos por primera
vez después de casi dos meses. El rostro de Daniel expresaba
alegría, si era un sueño no quería ser despertado.
El detective observó con atención a Cameron, quien ni
siquiera se había inmutado a verlos. Estaba en medio de un
trance, dibujaba a su musa con necesitad y dolor. Le estaban
quitando la pieza más preciada que “poseía”.
—Shhh… —Siseó Luce. Los oficiales se miraron entre sí
mientras sus frentes se arrugaban debido a la situación tan
extraña. —Déjenlo terminar.
Los chicos iban entrando poco a poco, estaban extrañados
ante lo que tenían enfrente. ¿Ese era el Cameron Fitcher que
conocían? La respuesta era un rotundo no.
— ¿Qué le sucede? —susurró Daniel.
—Sé que queréis ir con la chica, pero ha pedido que lo
dejemos terminar. —Mordió su labio inferior e hizo una
mueca. —Debo llamar a los psiquiatras.
— ¿Qué? —preguntó Tristán con sorpresa.
—Mira su actitud, ¿hay una explicación para ella? ¿Ya viste
las paredes?
Y fue allí cuando todos cayeron en la cuenta. Posaron sus
ojos en las paredes, en las cuales se podían apreciar lienzos
con el rostro de Lucinda. Era un hecho: Cameron estaba
obsesionado.
—Te amo —murmuró, poco a poco saliendo de su trance.
—No te quiero perder. —Sus ojos se aguaron y una lágrima
recorrió su mejilla derecha. —Nunca dejaré de amarte.
La castaña se acercó a Cameron y lo rodeó con sus brazos,
apartando el dibujo de sus piernas para que se hiciera más
cómodo.
—Estarás bien —susurró.
—Sin ti mi mundo es un caos. —Otra lágrima traicionera
recorrió su mejilla. —Estoy loco de amor.
A Luce se le estrujó el corazón al oír esas palabras saliendo
de la boca de Cameron. Lo único que pudo hacer fue abrazarlo
con más fuerza mientras él se aferraba más a ella para llorar
sobre su pecho.
—Manos arriba —interrumpió Murray. —Todo lo que diga
podrá ser usado en su contra.
Lucinda rompió el abrazo y se apartó de su secuestrador
con el único fin de reunirse con sus seres queridos.
La emoción en el ambiente se podía percibir a simple vista,
todos sonreían ampliamente. No podían ocultar la felicidad
que sentían al reunirse nuevamente con Luce.
El primero en reaccionar fue Daniel, por supuesto. Corrió
hacia su hermana, la cual estaba a pocos metros de distancia.
—Luce… —susurró sin poder contener las lágrimas.
Luce le sonrió y corrió hacia él para rodearlo con sus
brazos. Daniel la abrazó con todas sus fuerzas y los sollozos
por parte de Lucinda no tardaron en llegar.
—Eres tú. —Daniel la apretujó más y colocó su cabeza en
el hombro de su hermana. Te he echado mucho de menos.
—Te quiero, Dani —murmuró ella.
—Y yo a ti, princesa.
Los segundos pasaban y aquel abrazo lo que hacía era
intensificarse cada vez más. Hasta que Daniel decidió
romperlo. Sus mejillas estaban coloradas y cubiertas por sus
lágrimas.
Los demás se acercaron, pero le dieron paso al padre de
Luce, quien estaba muy conmocionado por el momento.
—Ya hasta te ves más alta —susurró mientras contenía sus
lágrimas. —Te he extrañado mucho.
—Ven aquí, papá —dijo con un hilo de voz.
Su padre asintió y, de inmediato, rodeó a su pequeña hija
con sus brazos. No podía ocultar sus emociones en ese
momento. Era el reencuentro con su hija después de casi dos
meses sin verla.
—Pensé lo peor, muñequita. —Besó su frente repetidas
veces mientras apretaba con fuerza sus ojos y retenía un
sollozo. —Te quiero más que a mi vida, ya deberías saberlo.
—Yo también, papá.
Capítulo 37
—Prométeme que no volverás a tener un novio loco —me
dijo Caroline mientras sollozaba en mi hombro. —Te juro que
fue el peor mes de mi vida, le arrancaré las pelotas cuando vea
a ese infeliz.
—Tiene problemas, Caro —le expliqué. —Se lo han
llevado a un centro psiquiátrico.
—Está loco —afirmó ella con desprecio, haciendo que
riera.
Nos encontrábamos junto a la patrulla, camino a la estación
de policía para narrarle al detective cada detalle de mi estancia
en aquella mansión. Lo mejor de todo, era que Cameron me
tuvo en muy buenas condiciones después de dos semanas.
Llegamos a dormir un par de veces juntos incluso. No
obstante, Cameron era el único que dormía, yo me limitaba a
morir de miedo.
— ¿Te ha tocado? —preguntó Daniel con la mirada fija en
la carretera. —Ya sabes…
En mi cabeza pasó un flashback a la velocidad de la luz.
Treinta y uno de octubre del 2014, cuando casi fui violada por
Harry.
—No… Bueno, sí.
—Lo que él quiso preguntarte fue, ¿tuvieron sexo? —
Interrumpió Tristán y yo negué de inmediato.
—No, respetó eso. —Me encogí de hombros. —Es que él
tiene problemas. ¿Lo visteis cuando me estaba dibujando?
Todos asintieron.
—He escuchado que algunos artistas se vuelven locos —
comentó Holly, quien reposaba su cabeza en el hombro de su
novio. —Ya sabéis, con eso de la inspiración.
— ¿Qué sucederá con Miriam? — pregunté mirando al
detective a través del retrovisor.
—Es cómplice —Mantuvo su mirada en la carretera. —Le
esperan mínimo diez años tras las rejas.
— ¿Qué? Ella fue quien llamó, Cameron la tenía
amenazada.
El detective frenó la camioneta, haciendo que todos de
inclinaran hacia adelante.
— ¿A ese chico qué le pasa? —Frunció el ceño y cogió el
walkie—talkie. —Mantén a la señora lejos del delincuente, al
parecer es inocente.
***
—Quiero verlo —exigí por tercera vez. —Quiero hablarle.
—Está casi en coma, Luce —explicó su padre.
—No me importa, quiero verlo, por favor —supliqué. —
Necesito verlo, aunque no me responda.
—Ve a darte una ducha —se entrometió Daniel. —Llamaré
a sus padres para avisarles que ya estás aquí.
Me levanté del sofá y me fui a la duchar pensando en cómo
había sido mi llegada. Llegamos a casa a las dos de la mañana
después de declarar y responder algunas preguntas. También
estuve esperando a que terminara el interrogatorio de Miriam,
quería estar segura de que iba a salir libre, ella había sido mi
rayo de luz en medio de la oscuridad y sentía que estaría en
deuda con ella de por vida.
Entré a mi habitación y suspiré con pesar, todo estaba igual,
como si no hubiese pasado nada. Cogí una toalla que había
traído Katherine y me adentré en el baño. Me di una ducha
rápida, para así poder ir lo antes posible al hospital. Mi paz
llegó cuando me dijeron que Jake estaba vivo, pero que aún no
había despertado. Necesitaba verlo, era lo único que quería.
Al salir, me puse la ropa interior y cogí lo primero que vi:
unos vaqueros azules ajustados con una blusa holgada color
gris, y mis cross rosadas.
Me acerqué al tocador y cogí una gomar para recoger mi
cabello en una cola de caballo alta.
Salí de mi habitación y bajé rápidamente a la primera
planta, donde se encontraba mi familia conversando en el sofá.
—Ya estoy lista.
— ¿Segura que quieres verlo? —preguntó Daniel y asentí.
—Segura.
Mi padre se levantó de su asiento y suspiró. Me observó
atentamente unos segundos.
«¿Qué demonios hace?»
— ¿Estás bien? — me preguntó.
Me encojí de hombros. Siendo honesta, lo único que quería
hacer en aquel momento, era verlo a él. A mi chico.
Daniel me regaló una sonrisa mientras levantaba su taza de
café para darle un sorbo.
Analizando su apariencia, lucía de espanto. Sus ojeras
estaban casi de un color morado oscuro y sus ojos parecían
realmente cansados.
***
Salimos de la casa y subimos a la camioneta de papá con el
fin de tomar rumbo al hospital.
—Estás muy delgada —comentó Daniel a la vez que
fruncía el ceño. —Tendrás diez comidas diarias.
Me reí y lo escuqué reir a él también.
—Tal vez el aspecto de Jake no sea muy grato, Lu —me
dijo papá.
Solté un bufido.
—Papá, me da absolutamente igual.
Su silencio me bastó. Apoyé mi espalda en el respaldo del
sillón y empecé a observar a través de la ventanilla. Extrañaba
la luz del sol, extrañaba apreciar el paisaje al caminar o al
viajar en coche, extrañaba todas las cosas de las que Cameron
me había privado en el último mes.
Esa faceta de loco bohemio nunca la imaginé en él. Tal vez
la de un compulsivo celoso. Ninguno de los chicos sabia de su
talento, en especial Tristán, quien era su mejor amigo. Tal vez
nunca terminamos de conocer a fondo a las personas, tal vez
solo nos muestran su mejor cara para en un futuro mostrar la
verdadera y hacernos daño.
Al rato, saqué un dulce que había cogida de la habitación de
mi bolsillo, me deshice de su envoltorio y me lo empecé a
comer. Cerré los ojos y de inmediato la imagen de Miriam
apareció en mi cabeza.
— ¿Qué sucedió con Miriam?
Papá detuvo la camioneta delgolpe ante mi pregunta y
cruzó miradas con Daniel.
—Hablas —les dije con voz firme y sin ningún titubeo.
—Vale. —Mi hermano comenzó a jugar con sus dedos,
señal de que estaba nervioso. —Habrá juicio, es todo lo que
sabemos.
— ¿Van a juzgar a Miriam? Ella fue la única que me ayudó,
así que, si la van a juzgar, no voy. Un juicio sin víctima que
declare, no es juicio.
Ambos se volvieron a mirar. Papá resopló, pero no dijo
nada, al igual que Daniel.
***
—Jackson Lancaster —susurró la enfermera, quien tenía
una lista en sus manos. —Ah, lo lamento, acaba de fallecer.
— ¿Qué? —chillé.
— ¡No, no, no! —Golpeó su frente con la palma de su
mano. —Lo siento, está en la unidad de cuidados intensivos,
habitación 21.
Me llevé la mano al pecho tratando de recobrar el aire que
había perdido ante la supuesta muerte de Jake.
—Discúlpeme.
La fulminé con la mirada y sin decir nada más empecé a
caminar.
— ¿Cómo se puede equivocar dando una noticia de
semejante magnitud? —Pasé la mano por mi cabello y respiré
profundamente. —Se ha ganado mi odio.
—Venga, Lu —me dijo Daniel.
Posó su brazo en mis hombros y me atrajo hacia su pecho.
—Te quiero —susurró y asentí.
***
Cogí el café que me extendía la cocinera, lo pagué y, sin
esperar el cambio, salí de la cafetería. Me dirijí al tercer piso
del hospital, mi segundo hogar desde el momento en el que me
vi libre de Cameron. Habían pasado cinco días y mi mente lo
único que hacía era pensajr en Jake.
«Jake, Jake, Jake, Jake…»
Doblé a la izquierda y visualicé la habitación. Antes de
empezar a caminar, observé el reloj de mi muñeca, las 12:43.
Exactamente en diecisiete minutos empiezan las visitas.
Tres horas para estar con Jake y hablarle de diversas cosas que
algunas veces no tenían sentido.
Tomé asiento en una de las sillas de plástico azul de la sala
de espera y me dispuse a beber de mi café, el cual era
sumamente asqueroso, pero me ayudaba a mantenerme
despierta. Saqué mi nuevo móvil del bolsillo debido a que el
anterior quedó en la playa con todas las pertenencias, —por
suerte las cosas de valor quedaron dentro de la cabaña junto
con las maletas—, y entré a WhatsApp. Tenía varios mensajes
de mis familiares y amigos.
Kathe: ¿Dormirás hoy en casa o en el hospital? Llevas dos
días allí, me haces falta.
¿Dos días sin dormir en casa? No me había percatado de
ello. Pensándolo bien, necesitaba descansar un poco. No me
había visto en el espejo, pero me podía imaginar el tamaño de
mis ojeras.
Texteé la respuesta.
Luce: Iré a casa después de la visita. Te quiero.
Leí la vista previa de los mensajes, no me interesaban en
absoluto. Decidí guardar el móvil nuevamente en el bolsillo
del hoddie de Jake y continué bebiendo la cuarta taza de café
del día.
Según Daniel, estaba demasiado delgada y estaba en lo
cierto. El día anterior, que vino a las visitas de Jake, me llevó
con el nutricionista, quien me dijo que había perdido mucha
masa muscular y decidió ponerme una dieta.
Los minutos pasaban en la sala de espera y lo único que se
escuchaba era el chirrido de las camillas o el abrir y cerrar de
las puertas. Tanta monotonía me sulfuraba.
La puerta de la habitación se abrió y apareció el rostro del
doctor Johnson, quien me observó fijamente y me hizo una
señal, dándome a entender que ya era la hora de las visitas. Sin
protestar, me levanté de la silla y caminé rápidamente hacia él.
Realizamos el protocolo; la bata, guantes y el gorro. Me los
puse de inmediato mientras David esperaba por mí. Durante
los últimos días, habiamos estado hablando muchísimo y era
una excelente persona, pese a todos los problemas que había
enfrentado a lo largo de su vida.
—No has dormido, Lucinda. —Me regañó. —Ya te he
hablado de ello, sabes que está relacionado con tu problema de
estrés.
Arrugué los labios y me encojí de hombros.
—No puedo dormir.
—Pues debes hacerlo, así que duerme en el sofá ahora
mismo o te sedo, ¿de acuerdo?
Fruncí el ceño ante lo que me dijo. Me pareció tan
amenazante que me cohibí de inmediato y él lo notó.
—No quería sonar así. —Resoplé con pesar. —Lo siento,
Lucinda.
Se acercó a mí, pero involuntariamente retrocedí dos pasos.
—He dicho que lo siento. —Su voz era cálida y suave. —
Yo no soy él, ¿vale? Yo no te haré daño.
Mi labio empezó a temblar y maldije por lo bajo. Cada vez
que empezaba ese tic era sinónimo de nerviosismo.
—Luce, ¿está todo bien?
Asentí levemente mientras mis manos se aferraban a la bata
holgada. Él frunció el ceño, pero no dijo nada, se apartoó y me
dejó pasar.
Giré la perilla y me adentré en la habitación de Jackson.
Solté un suspiro y me acerqué al lado izquierdo de la camilla,
donde había una silla. Tomé asiento en ella y, lentamente, cogí
la mano de Jake y sonreí al sentir su calidez. Quité la
mascarilla por unos segundos y besé su mano.
—He dormido en la sala de espera. —Me incorporé en la
silla. —Tal vez te estés preguntando por qué demonios estoy
todo el tiempo aquí. —Me encojí de hombros. —Ni yo misma
sé la respuesta. —Acaricié su brazo con lentitud. —Creo que
ya me acostumbré a tenerte en mi vida, siento que eres mi
oxígeno, ¿recuerdas?
Apreté los labios con fuerza y no me importó el dolor, solo
me importó poder evitar el llanto que se avecinaba.
—Te necesito aquí, Jackson. —Sollocé. —No soporto otro
día sin escuchar tu voz, sin oirte reír… todo es tan triste sin ti.
Pero tal vez te estés preguntando que, si realmente todo es tan
triste sin ti, cómo lo hice para sobrevivir los últimos cuatro
años. Me aferré a la idea de que estabas mejor sin mí… pero
me has dicho te amo. ¿Recuerdas el parte de Alaska? —Sonreí
ante el recuerdo. — Estuvimos a menos de un segundo de
darnos un beso y, al día siguiente, me dejaste, nos dejaste a
todos. No teníamos la menor idea de lo que hacía Cameron.
La puerta de la habitación se abrió, dejando ver el rostro de
David, quien entraba con la carpeta la cual tenía el historial
clínico de Jake.
—Sigue con lo que hacías, yo estoy haciendo el chequeo.
Le resté importancia a su presencia y continué diciéndole
cosas. Aunque no me escuchara, me hacía sentir mejor.
—Estás muy guapo hoy. —Apreté su mano con fuerza.
—Oh, gracias —Respondió David y me guiñó el ojo
izquierdo.
«¿Cree que estoy flirteando?»
Oh, por Dios. Preferí callar y seguir en lo que hacía con
Jake. Así el ambiente no se tensaba.
—Tienes las mejillas rosas. —Se las apreté con mis
pulgares y dedos índices.
—Es un gran avance, ¿no crees? Antes no tenía color. —
Cerró el historial de golpe y me sobresaltó por el sonido que
provocó.
—Pues sí.
Dejé de tocarlo y tomé asiento en el sofá que,
misteriosamente, parecía cómodo. Tenía que ser por la falta de
sueño.
***
Un pitido constante invadió mis oídos haciendo que me
despertara. Observé la habitación con pánico y lo único que vi
fue a los doctores apurados entrando con el carro de choques.
— ¡Carga a dos sesenta! —Ordenó David, quien colocó los
parches bajo las costillas y sobre el esternón.
«Mierda».
— ¡1, 2, 3! ¡A un lado! —Gritó y todos los que estaban
alrededor de la camilla se apartaron.
Sentí cómo una lágrima se escapó de mis ojos y después de
esa muchas más. Era demasiado doloroso ver a la persona que
amaba en una situación como aquella.
—Debe abandonar la habitación —me dijo una enfermera
con calma.
—No me iré a ninguna parte —le contesté con firmeza,
pese al nudo en la garganta que tenía.
—Debe salir —repitió de la misma forma.
—He dicho que no —le dije entre dientes.
— ¡DEBE SALIR! —me gritó.
— ¡HE DICHO QUE NO!
Me sorprendí ante mi arrebato, la aparté de mi camino y me
dirijí a la camilla.
—Lo estamos perdiendo —dijo David con el ceño fruncido.
Me acerqué al carro de choques y lo cargué a tres sesenta.
— ¿Qué demonios haces? —preguntó algo sorprendido.
—Lo que tú y el resto no hacéis —Le arrebaté las paletas
de la mano. —Ahora, si no queréis morir, apartaos.
—Detente —ordenó.
— ¡1, 2…!
—Luce… —susurró, pero lo ignoré.
— ¡3, a un lado! —Ordené y todos se apartaron.
Realicé la descarga sobre el pecho de Jake, mientras
suplicaba con todas mis fuerzas para que su corazón latiera
con normalidad nuevamente.
«Por favor».
El cuerpo de Jake se sacudió debido a la descarga y posé mi
mirada en la máquina del ritmo cardiaco.
Pasaron dos segundos.
Un latido.
«Gracias».
—Luce, ¿qué has hecho? —preguntó David con la
respiración agitada.
—Devolverle el maldito ritmo cardiaco, ¿no lo ves? —Dejé
las paletas en el carro de choques y suspiré.
—No había necesidad de darle una descarga tan fuerte. —
Me regañó y puse los ojos en blanco.
—Tú mismo dijiste “lo estamos perdiendo.” —Imité su voz
masculina con un poco de disgusto. —Si lo estabas perdiendo
tenias que subir la carga.
—No debiste que hacer eso, no sabías lo que estabas
haciendo.
Me crucé de brazos y enarqué una ceja.
—Creo que deberías dejar de sacar conclusiones si no sabes
de mi vida, ¿no crees? —Le regalé una sonrisa cargada de
hipocresía.
—Vale, vale. —Levantó sus brazos mientras suspiraba —
Lo siento, es que estoy en mi semana de prueba, debo hacer
las cosas al pie del protocolo.
—Manda a la mierda el protocolo. —Moví mis manos
exageradamente.
La habitación poco a poco se despejó dejando a la vista al
cardiólogo, quien se apellidaba Jhonson. Qué casualidad.
—No debiste hacer eso. —Me riñó. —El Doctor Jhonson es
el único capacitado para hacerlo.
—Ya lo hice. —Me encojí de hombros. —Le he devuelto el
ritmo cardiaco.
— ¿Cómo demonios supiste cómo darle la descarga?
¿Acaso sabes cómo manejar las paletas? —Enarqué una ceja y
reí.
Le imité mientras me crucé de brazos y lo observé de pies a
cabeza.
—Sois hermanos, ¿verdad? —Asintió. —Se nota.
— ¿Me vas a responder? —Insistió.
—Fui a un curso de primeros auxilios hace dos años.
— ¿Por qué? —Se acercó y empezó el chequeo de Jackson.
—Quería familiarizarme con la carrera, quería ser doctora.
Bueno, quiero. —Hice una corta pausa. —Pero tengo
problemas de estrés.
—No dejes que el estrés te impida seguir tu sueño. —Su
mirada se posó en mí y me guiñó el ojo izquierdo. —Tienes
talento, Lucinda.
— ¿Eh?
«¿Cómo demonios sabe mi nombre?»
—Nunca olvidaré el rostro de tu hermana cuando vio la
habitación de pediatría o —Levantó su dedo índice mientras
reía —, cuando dijo: “Doc, no me importa, sáqueme a estos
engendros del demonio.”
— ¿Usted es el desgraciado que se creía el sabelotodo? —
Bromeé y él rió.
—Y tú eres la pequeña que respondía todo. —Sonrió. —
¿Qué tal está tu hermana? ¿Los niños?
—Muy bien, los niños están en la guardería y son muy,
muy guapos.
—Eso de ser hermosos viene de familia, ¿no es así? —Me
guiñó el ojo nuevamente y me sonrojé al instante.
Traté de ignorar el comentario para evitar que el color se
intensificara. Algo que detestaba de mí era sonrojarme por casi
todo.
—Creo que es mejor que te vayas a casa, Lucinda. —Me
recomendó el menor de los hermanos.
—Pero…
—No has dormido y estás despierta debido a la cafeína —
me dijo con calidez. —Llama a tu hermano y dile que venga a
por ti.
—Pero aquí estoy bien —protesté de manera infantil.
—Ahí tienes a tu competencia, hermano. —Rió el mayor.
—Deberías obedecer a los doctores, señorita. Tienes unas
ojeras horribles.
—Oh, vaya. A las chicas nos encanta que nos digan eso —
ironicé y su sonrisa se ensanchó.
—Anda, haz caso. —Asentí levemente y me acerqué
lentamente a Jake.
—Vendré mañana. —Susurro mientras me quité el
tapabocas. —Te amo. —Besé su mejilla y me encaminé a la
salida.
—Lucinda —Me llamó el cardiólogo—, él va a despertar.
Asentí lentamente.
—Eso espero.
***
Bajé de la camioneta de mi hermano y juntos entramos en
casa. Durante el trayecto hablamos de la boda aplazada de
Daniel. Me había contado que habían decidido cambiar la
fecha para el mes siguiente, debido al estado de Jake. No
querían hacer una gran fiesta, teniendo a un ser querido en el
hospital.
Oírle decir a Daniel ser querido, me hizo sentir una
felicidad enorme en mi pecho.
Los perros me saludaron animadamente y les devolví el
saludo de la misma manera. Estaban muy grandes y no me
quería perder ni un segundo más de sus vidas.
— ¡Luce! —exclamó Matthew, quien dejó sus figuras de
acción en el suelo y corrió a darme un abrazo.
Lo abracé fuertemente y él se quejó ante mi muestra de
afecto.
—Se te ven los huesos. —Picó mis pómulos con sus dedos
índices y rió. —Pareces una calavera.
—Oye —me quejé.
—Tienes que ponerte gordo como yo. Mira —levantó su
camisa y dejó ver su abdomen levemente abultado —, tengo
panza.
Solté una carcajada y deposité un beso en su mejilla. Me
levanté del suelo y subí las escaleras rumbo a la habitación de
mi hermana.
Al llegar, giré la manivela y entré sin pedir permiso. Dentro
estaba Katherine con mis sobrinos acostados en la cama. Ellos
dormían mientras ella hacía zapping.
—Bruja —saludé y ella se levantó al instante.
—Luce, ¿cómo estás? —Se acercó a mí y me rodeó con sus
brazos. —Te he extrañado tanto.
—Y yo a ti, Kath. —Me deshice de su abrazo y caminamos
juntas hacia su cama.
Tomé asiento y ella me imitó.
—Me he topado con el doctor que atendió tu parto —
comenté. —Está muy guapo, ¿sabes?
— ¿En serio? Y… ¿Sabes que lo estoy volviendo a intentar
con Luke?
—Vale.
— ¿Duermes conmigo? —le pedí con voz de niña
consentida. —Hay monstuos debajo de mi cama.
— ¿Y bajo de esta cama qué? Aquí están mis hijos. —Me
sacó la lengua y discretamente levanté mi dedo del medio y se
lo enseñé.
—Kath… —insistí.
Ella me observó unos segundos y resopló en señal de que la
había convencido. Cogió su almohada, para después levantarse
de la cama. Me levanté de la cama y caminé tras de ella hacia
la mía, pero antes nos aseguramos de colocarle a los niños un
par de almohadas a los lados para evitar que se cayeran.
Al llegar a mi habitación, no dudé ni medio segundo el
arrojarme al colchón.
***
Me levanté de la cama al día siguiente y posé mi mirada en
el reloj que estaba sobre mi mesita de noche, este marcaba las
11:23 a.m.
«Wow, necesitaba dormir, eso era un hecho».
Me calcé las pantuflas que estaban bajo la cama.
Abrí la puerta y bajé las escaleras para llegar a la primera
planta, donde estaban todos en el salón hablando
animadamente.
—Buenos días —saludé y ellos me regalaron una amplia
sonrisa. — ¿Qué demonios ocurre?
—Son buenas noticias, toma asiento para poderte contar…
—comenzó a decirme papá.
— ¡Jackson ha despertado! —Exclamó mi hermana efusiva.
Miré a Daniel, para que me confirmara la noticia y él
asintió.
«Ha despertado».
Me llevé la mano al pecho. El alivio recorrió mi cuerpo y
sentí la felicidad dentro de mí.
La sonrisa que tenía plasmada en el rostro era enorme.
— ¿Podemos ir a verlo? —pregunté y papá asintió.
—Está en observación y los horarios han cambiado, si te
apresuras podremos llegar a tiempo para las visitas.
Corrí nuevamente a mi habitación con una sonrisa enorme
en la cara.
No me importaba si no me había duchado, abrí el armario y
saqué un vestido floreado que estaba al alcance y me vestí con
él. Saqué unas bailarinas negras y cambié mis pantuflas por
ellas.
Me acerqué al espejo y empecé a peinar mi cabello en una
cola de caballo alta, la cual sostuve con una goma negra.
Me miré al espejo por última vez y me dio igual mi
apariencia.
Bajé las escaleras a toda velocidad y llegué a la primera
planta.
—Lista. —Sonreó y ellos se levantaron.
***
Corrí por los pasillos del hospital, tratando de ocultar mi
emoción, pero simplemente no podía. La emoción que había
en mi pecho era mucha y necesitaba sacarla. Necesitaba
decirle que lo amaba muchísimo, necesitaba besarlo y
abrazarlo tan fuerte que sus costillas crujieran bajo mis brazos.
Llegué a la habitación 34 del segundo piso y abrí la puerta
de golpe.
En la camilla se encontraba Jake, quien hablaba
animadamente con su padre. El señor al verme sonrió y me
hizo una seña para que me acercara.
Sin dudarlo, corrí hacia mi chico y le di un fuerte abrazo.
Nuestros ojos se encontraron y sonrió.
—Jakie, estás bien.
Él asintió, desvió su mirada hacia su padre y la volvió a
posar en mí.
—Disculpa, ¿quién eres?
«Alguien que me mate, por favor».
Capítulo 38
Mamá solía decirme que la vida estaba llena de obstáculos,
y que teníamos que ser lo suficientemente capaces de saltarlos.
La vida de una persona era como una cordillera de
montañas, hay momentos de éxtasis, pero también hay
momentos de tristeza, donde pones a trabajar tu sistema
inmunológico a su máxima potencia para solucionar los
problemas.
La vida no siempre es color pastel y no siempre hay finales
felices. Y si los hay, hay que luchar con todas las fuerzas para
tenerlos.
Me aparté de su cuerpo y retrocedí sorprendida.
Su padre me observaba con sorpresa y luego devolvió la
mirada a su hijo, quien estaba desconcertado.
— ¿Nos conocemos? —Su voz estaba ronca.
—Hijo, ella es Lucinda. —Su padre me señaló.
Jake negó con la cabeza lentamente.
—No conozco a ninguna Lucinda, papá. —Yo asentí
todavía sorprendida.
—Me debo ir —titubeé.
—Lucinda, espera —dijo el señor Lancaster, pero le ignoré.
Salí de la habitación y empujé a mis familiares, quienes
estaban en la entrada. Empecé correr por el largo pasillo del
hospital buscando la salida. Necesitaba salir de ese lugar
cargado de desdicha.
Mi respiración jadeante se intensificó a medida que daba un
paso para llegar a la salida.
La visualicé y corrí aún más veloz. Necesitaba aire fresco.
Me agarré a las barandas de la puerta y las empujé con
todas mis fuerzas. La suave brisa impactó en mi rostro, lo
acarició suavemente y respiré profundamente.
Todas las emociones que tenía guardadas se habían
encontrado, haciendo una mezcla de ellas. Me sentía
impotente, furiosa, triste, decepcionada…
Posé mi mano izquierda en mi pecho y continué respirando
de manera entrecortada.
«Jake no me recuerda. ¿Ha perdido la memoria? ¿Tiene
amnesia? Es como si se le hubiese borrado el cassette de
nuestra historia. Es como si sus sentimientos se hubiesen
evaporado como el agua».
Las lágrimas no tardaron en cubrir mi rostro, abriendo la
llave que daba paso a mi tristeza.
La brisa soplaba más fuerte y junto a ella traía arena, la cual
penetró en mis ojos provocándome irritación.
Definitivamente, el mundo conspiraba en mi contra.
***
Me introduje en la bañera. El agua tibia me hizo sentir
relajada y hacía que mis músculos liberasen toda la tensión
que mantenían. Mi cabeza descansaba sobre una pequeña
almohada de cuero.
Cerré los ojos y, de inmediato, mi cabeza se inundó de
recuerdos, recreando escenas felices en el transcurso de mi
vida. Todo era monótono hasta que Jake entró en mi vida,
desde que él se hizo una pieza vital de mi corazón todo parecía
no tener sentido.
No parecía tener sentido haber tenido una relación a
distancia y que cuatro años después, por una coincidencia,
apareciera en la puerta de mi casa con su hermana menor.
Tampoco parecía tener sentido haber tenido un novio el cual
estaba obsesionado conmigo, tanto así que me secuestraba y
casi mataba a Jake de un tiro.
Aparecieron en mi memoria los hermosos recuerdos de los
mejores cuatro días de mi vida. Con Jake, en DisneyWorld,
donde la llama del amor volvió a crecer y pudimos entregarnos
todo el amor cada día. Él, con sus pequeños detalles me iba
conquistando nuevamente, como la primera vez.
Con sus mensajes en Malibú, los cuales me hacían sonreír
como una niña de catorce años nuevamente. Solo él tenía ese
efecto en mí. Solo él sabía cómo hacerme sentir especial.
«¿Qué sucedería si no me recordaba? ¿Qué sería de nuestra
historia?»
Sumergí mi cabeza dentro de la bañera, manteniendo
suficiente aire en mis pulmones. Los segundos pasaban y mi
cuerpo todavía no reclamaba oxígeno. Sin embargo, saqué la
cabeza y tomé una respiración profunda para otra vez
sumergirme.
Otro recuerdo invadió mi cabeza, un lindo y trágico
momento.
—Pensé que te había pasado algo —susurró y besó mi
mejilla repetidas veces. —Me he prometido a mí mismo no
dejarte tomar el mando de ninguna moto. No importa de qué
tipo sea.
Solté una risita y él me imitó.
—No vuelvas a darme un susto así.
Se acercó a mi rostro y depositó un beso en mis labios. Se
lo devolví, esta vez un poco más largo.
—Respira profundo y no sueltes el aire —me pidió y lo
hice.
Posó sus manos en mi cintura y sentí cómo nos sumergimos
en el fondo del mar. Subió sus manos hacia mis mejillas y
acercó mis labios a los suyos. Un beso bajo el agua. Sus
labios encajaban con los míos a la perfección, como un
rompecabezas o un juego de puzle. Nos quedamos quietos, con
los labios juntos.
Las burbujas empezaron a salir y me vi arrastrada a la
superficie. Cogí aire y él igual.
***
La puerta del baño se abrió dejando ver el musculoso
cuerpo de Daniel, quien entró de manera arbitraria al no
obtener respuesta después de haber tocado un par de veces.
Recorrió la habitación con su mirada y se sorprendió al ver
la bañera desbordada de agua.
Sin pensarlo dos veces, corrió hacia la bañera.
—Mierda, Lucinda —murmuró sorprendido mientras
sumergía sus manos en el agua. — ¿Qué demonios?
Sus manos sujetaban sus hombros, no le importó en
absoluto que estuviera desnuda, lo único que le importaba era
su vida.
Con agilidad y destreza, pasó un brazo hacia sus omóplatos
y otro en sus piernas, para llevarla hacia su cama.
— ¡KATHERINE! ¡PAPÁ! —Los llamó todo lo alto que
pudo.
La tendió sobre la cama y colocó una toalla sobre su
cuerpo.
— ¿Por qué me haces esto, pequeña? —Preguntó mientras
colocaba las manos en el pecho de Lucinda y empezaba a
ejercer presión.
La puerta de la habitación se abrió y Katherine entró
preocupada.
— ¿Qué?
Ejerció presión sobre su pecho tres veces más, para luego
abrir su boca y darle respiración.
— ¿Sabes lo que estás haciendo? —Se acercó a la cama y
lo observó con preocupación.
—Hice el curso de primeros auxilios con Lucinda, claro
que sé lo que hago.
Repitió nuevamente el procedimiento. La castaña emitió
una arcada y seguida de esta, expulsó el agua.
— ¿Qué demonios te ocurre, Lucinda? —preguntó exaltado
y conmocionado al mismo tiempo.
La castaña frunció el ceño y golpeó su cabeza con la palma
de la mano.
—No lo sé.
— ¿Tratabas de suicidarte? —La pregunta la tomó por
sorpresa y ella negó de inmediato.
—Perdí la noción del tiempo. —Apretó los labios.
—Me has pegado un susto de muerte. —Soltó un bufido.
—Cúbrete que ya he visto suficiente.
El rostro de Luce se tiñó de carmesí y apartó la mirada
hacia un punto indefinido de la habitación.
—Gracias, Dan —susurró.
—Todo por ti, hermanita. —Se acercó a ella y besó su
mejilla. —Te dejo para que te pongas el pijama, tenemos que
hablar.
— ¿Sobre qué?
La respuesta era obvia.
—Jackson.
Asintió. Su brazo se aferró a la toalla y se sentó en el
colchón.
—Vale.
—Anda, date prisa.
La puerta se cerró, al igual que los ojos de Luce.
¿En realidad se dejó vencer por el sueño o se quiso dejar
vencer por sus problemas?
***
Bajé el último escalón y todos se callaron. En el salón
estaba la señora Lancaster junto con su hija menor, Lottie,
quien lloraba en su pecho.
Me acerqué con timidez y moví mi mano para saludarla.
Aún no nos conocíamos muy bien, por lo que preferí mantener
distancia.
—Hola, querida —me saludó forzando una sonrisa. —
Saluda a Luce, Lottie.
—Hola, señora Lancaster. —Me acerqué al sofá de en
frente y tomé asiento. — ¿Por qué estás triste, preciosa?
Ella se levantó del pecho de su madre mientras hipaba a
causa del llanto.
—Cálmate, mi amor —extendí mi mano hacia la niña y ella
la cogió sin protestar. Se bajó del sofá y se sentó a mi lado.
—Jake no sabe quién soy —dijo en medio de un sollozo. —
No me conoce.
Mi corazón se estrujó ante el dolor de la pequeña y lo único
que hice fue rodearla con mis brazos, posar mi cabeza sobre la
suya y apretar mis labios para evitar que un sollozo escapase.
Mis ojos estaban llenos de lágrimas nuevamente.
—Todo estará bien, pequeña —empecé a arrullarla como
hacía con Matthew.
—Lo que queríamos decirte es que Jake está un poco
delicado. —Su madre suspiró y me miró fijamente. —Tiene
amnesia y los doctores no nos pueden dan aproximaciones del
tiempo que esta pueda durar.
Capítulo 39
Una semana después de aquello, me preparaba para poner
nuevamente un pie en el hospital con el fin de visitarlo y tratar
de entablar una conversación.
No había vuelto a visitarlo debido al sock que experimenté
al saber que él no me recordaba debido a la amnesia. Además,
estuve en el juicio de Cameron, a quien le habían detectado
problemas mentales, concretamente trastorno obsesivo—
compulsivo, trastorno bipolar y síntomas de esquizofrenia. Fue
enviado a un manicomio para reclusos con dichos problemas.
Sus hombres fueron encarcelados durante veinte años por ser
cómplices, y en cuanto a Miriam, fue liberada, debido a
también era víctima de Cameron.
Visité a un psicólogo, el cual me brindó comprensión y me
ayudó a sentirme mejor. Poco a poco avanzaba.
— ¿Lista? —preguntó Holly un poco cabizbaja.
Tres días atrás fue a visitar a Jake, no pudo hacerlo antes
debido a que su madre estaba enferma, y se enteró de que ella
tampoco la recordaba. A pesar de que no tuvieran una relación
muy cercana, sin duda había un lazo afectivo por parte de
ambos.
—Venga, Holly. —Cogí la mano de mi amiga y la apreté.
—Encontraremos una solución.
— ¿Hay una solución para la amnesia? ¡No! —Se cohibió.
—No… No hay una puta inyección que se llame “Curitis detis
amnesitis”
La observé y, de repente, empezamos a reír.
— ¿Qué ha sido eso? —pregunté entre risas.
—No es mi culpa que las medicinas tengan nombres
extraños. —Se encogió de hombros.
—Vale, vale. —Respiré profundamente para calmar su risa.
— ¿Conduces?
—Sí.
Nos dirigimos al garaje, montamos a la camioneta de
Daniel y tomamos rumbo al hospital.
— ¿Qué piensas hacer? —Holly mantenía la mirada fija en
la carretera.
— ¿A qué te refieres?
—Luego dices que las rubias somos brutas. —Resopló. —
Con el tema de Jake, su amnesia.
— ¿Qué quieres que haga? —fruncí el ceño y posé mi
mirada en la ventanilla.
—Creí que eras más intrépida.
Entreabrí mis labios para decir algo, pero preferí callar.
— ¿Vas a dejar que la amnesia os controle? Él no te
recuerda y créeme que más de una va a ir tras tu chico. —Me
miró un segundo y volvió a mirar a la carretera. —Y tú más
que nadie, sabes que Jackson está más que guapo.
—Venga, venga, que tú estás con Tristán.
—Eso lo tengo muy claro.
— ¿Qué harás? —insistió.
Me quedé pensativa, con los ojos puestos en el camino,
pero absorta en mis pensamientos. Miles de ideas pasaban por
mi mente, pero ninguna era lo que buscaba. Necesitaba algo
que me hiciera soltar un “sí” seguro y empezar con la mejor
disposición.
— ¡Lucinda, piensa! —Holly golpeó el volante con sus
manos.
— ¿Crees que sería una buena idea volverlo a enamorar? —
Mordí mi labio inferior un poco dudosa.
— ¡Eso era a lo que me refería! —exclamó mientras sus
labios se curvaban hacia arriba.
— ¿Debo empezar enseguida?
— ¡No! Lo asustarás, recuerda que es como si os acabárais
de conocer. —Dobló a la izquierda y aprovechó para mirarme.
— No vas a conocerlo y le vas a decir “Hola Jackson, te amo
un montón, seamos novios y recreemos nuestra última noche
en DisneyWorld”.
— ¡No seas zorra, Holly Elizabeth! —Cubrí mi rostro con
ambas manos. —Os lo conté porque me obligasteis a
contároslo con cada detalle, no me lo recuerdes.
— ¿Acaso es malísimo en la cama? —Bromeó y le golpeé
el hombro.
—Cállate. —Mis mejillas se tiñeron de carmesí y la sonrisa
de Holly se ensanchó. —Y no es malo en la cama. —Dije en
tono infantil, provocando una carcajada por parte de la rubia.
***
—Llevas dos horas aquí.
David me sorprendió. Estaba sentada en la cafetería del
hospital bebiendo un café.
—Iba camino a hacer una biopsia cuando te vi aquí mismo,
con el mismo café. Salí de la biopsia e hice dos suturas en la
sala de urgencias… ¿Qué sucede? —Preguntó en un tono
dulce, haciendo que me sintiera mejor a su lado.
—No quiero entrar —confesé después de unos segundos.
—Tal vez no le guste.
Él resopló y se sentó en la silla que tenía en frente.
—Primero, debes dejar la cafeína y, en especial, la de este
hospital. —Muestó su dedo índice y levantó el del medio. —
Dos, entra a esa habitación y enfrenta tu miedo. De una forma
u otra lo deberás hacer. Yo estaré allí para tí.
—No lo sé, David…
— ¿Quieres ver una autopsia en vivo? —me interrumpió.
Levanté la cabeza y asentí efusiva.
—Yo también, así que vamos.
Me cogió de la muñeca y prácticamente me arrastró fuera
de la cafetería.
—Es una sorpresa, así que desde aquí te voy a cubrir los
ojos.
Empezamos a caminar con cuidado por los pasillos del
hospital, pero a la vez tratando de caminar rápido.
—Ya verás. Más te vale decir que eres estudiante de
medicina —susurró cerce de mi oído.
—Ver personas en descomposición es mi hobbie favorito.
— ¡Y el mío! —exclamó con un toque de humor
haciéndome reír. —Ahora podemos ser novios. ¿Qué dices?
¿Eh?
—Novio de Lola y Manola querrás ser.
— ¿Quiénes?
—No las conoces y nunca lo harás.
***
—La morgue, el lugar de nuestra primera cita. —Volvió a
bromear y lo golpeé en el abdomen con mi codo.
—Tarado.
David abrió la puerta y entró junto mí. Fruncí el ceño.
— ¿Por qué no hace frío aquí?
—Porque no estamos en la morgue —confesó y apartó sus
manos de mis ojos.
Entonces caí en lan cuenta de que estaba en la habitación de
Jackson. Suspiré con pesar y me di media vuelta para
encontrarme con Jackson, quien nos miraba extrañados.
— ¡Hola! —exclamó Jake efusivo. — ¿A qué se debe su
visita? —le preguntó a David. — Oye —, me señaló, haciendo
que me emocionara al instante. —, tú estuviste aquí la semana
pasada. ¿Por qué te fuiste?
David me miró asintiendo con la cabeza, transmitiéndome
confianza y salió de la habitación dejándonos solos.
—Hola, Jackson —saludé con timidez.
— ¿Lucinda? —Entrecerró los ojos, preguntándome si
estaba en lo correcto.
—Lucinda Shelley, un placer. —Extendí mi mano y él la
estrechó.
—Jackson Lancaster, oye… ¿Si te digo algo no te enfadas?
Asentí.
Él me observó fijamente y sonrió.
—Eres muy, muy guapa.
Estaba experimentando un Déjà Vú, como el día en el que
hablamos por primera vez. Cerré los ojos de golpe para evitar
que se me llenaran de lágrimas, llorar era lo último que quería
hacer.
—Tu también eres muy guapo, Jackson.
Él asintió con una sonrisa y señaló la silla que estaba a su
lado, invitándome a sentarme.
— ¿Nos conocíamos? —La pregunta me pilló por sorpresa.
Pensé durante unos segundos y, al final, negué lentamente
con la cabeza.
—Estudiamos juntos hace mucho tiempo, seguro que no
recuerdas. —Me encogí de hombros. —Estuve preocupada.
—Oh… Pues seguro estuve enamorado de ti. —Bromeó y
ambos nos reímos. — ¿Por qué te fuiste corriendo?
—Porque no quería incomodarte.
—Me agrada tu presencia, Lucinda… Te llamas igual que
mi hermana. —Sonrió. —La he conocido hace unos días, no
sabía que tenía una.
— ¿Y es linda?
—Es perfecta. —Sonrió e involuntariamente lo imité. —
Quiero salir de aquí.
— ¿Cuándo te dan de alta?
—Debo hacer rehabilitació. —Gruñó. —Mis piernas han
estado sin actividad durante un mes.
—La rehabilitación no es tan aburrida. —Puse mi antebrazo
en la camilla.
—Hey… Deberías acompañarme a rehabilitación. Si te
parece bien, ¿no?
Asentí sin pensarlo.
— ¿Cuándo empiezas?
—Pasado mañana, creo… —Jake se quedó callado unos
segundos, observándome. — ¿Te he dicho que tienes los ojos
azules más bonitos del planeta?
Capítulo 40
Me sonrojé de inmediato y mi sonrisa bobalicona se
ensanchó, haciéndolo sonreír.
—Cuéntame, ¿éramos muy amigos cuando estábamos en la
escuela?
Negué con la cabeza lentamente.
—No, apenas intercambiamos palabras en los tres años que
estuvimos en el mismo curso. —Me encojí de hombros.
—Mmm. —Apretó sus labios. — ¿Por qué no somos
amigos ahora? Me caes bien y supongo que yo a ti también.
—Sí, claro que sí —acepté de inmediato.
—Entonces, nueva amiga, ¿eres hermana de Daniel? —
preguntó y asentí.
—Sí.
— ¿Y por qué nunca te había visto? Solo sé que estuve
saliendo con alguien y que vivía con él.
Una chispa de esperanza se encendió en mi pecho. La
oportunidad de que Jackson volviera a recordar estaba ahí.
— ¿Si? Yo acabo de llegar de Australia —mentí con
agilidad.
Jackson asintió levemente.
—Bueno, nueva amiga, tenemos una cita para pasado
mañana —dijo entre risas, y me uní a él. —Te apuesto a que
esas muletas me harán verme sexy.
— ¡Jackson!
— ¿Qué? —Rió con inocencia.
—Cuéntame de ti. —Me levanté de la silla y con un poco
de confianza, tomé asiento en la camilla.
—Jackson Lancaster, cumpliré veintiuno muy pronto, mi
color favorito es el verde y soy amante de la música clásica.
—Anticuado.
—Un pelín. —Rió. —Me gustan las baladas, toco la
guitarra acústica y el piano.
— ¡Yo también! —Finjí sorpresa.
***
—Y entonces le dije que era pardo. —Reímos ante su
anécdota.
Observé mi reloj de pulsera: las 4:33 p.m. Fruncí el ceño e
hice un puchero debido a que en poco tiempo se acababan las
visitas. Él pareció notarlo, porque extendió su mano hacia la
mía y la cogió.
Quería decirle que lo amaba, pero no podía.
—Mañana puedes venir, ¿verdad?
Asentí.
—Por supuesto, Jackson. —Mordí mi labio inferior y
suspiré. —Es un placer ser tu amiga.
—El placer es mío, Lucinda.
—Bien. —Me puse de pie y me acerqué tímidamente a él.
—Tengo que irme, debo ir con David.
— ¿Tú novio? —Enaqué una ceja y negué rápidamente. Él
soltó una carcajada. —Venga, que sí que lo sois. Hacéis buena
pareja.
—Él no me gusta. —Posé mis manos en la camilla. —Me
gusta otra persona.
— ¿Quién?
—Es un secreto. —Toqué su nariz con mi dedo y él hizo un
tierno puchero. —Tal vez algún día me anime a contarte.
—Espero que sea pronto, ya sabes, para ayudarte con el
chico. —Me guiñó el ojo izquierdo repetidas veces y
exagerando.
—Tonto.
Me acerqué a su rostro y deposité un tierno beso en su
mejilla. No quería apartarme, pero debía hacerlo. Lentamente
mi mano acarició su mejilla y le regalé una sonrisa sin mostrar
dientes.
—Hasta mañana, Jakie.
Me di la vuelta, pero él me cogió la mano nuevamente y me
hizo girarme.
— ¿Cómo me has llamado?
—Jakie —repito y él cerró los ojos mientras una sonrisa se
plasmaba en su rostro.
—Creo que lo he escuchado antes… Me encanta cómo
suena. —Acarició mi mano lentamente y los nervios
empezaron a crecer en mi estómago.
—Entonces, hasta mañana, Jakie.
***
— ¿Todo bien, Luce? —Me preguntó David, mientras me
pasaba un rollo de canela con un té verde.
—No tendrías que haberte molestado.
—No es ninguna molestia, te recuerdo que tu peso actual es
de cuarenta y ocho kilos, cuando pesabas cincuenta y tres. —
Frunció el ceño. —Come.
—No entiendo porqué te preocupas tanto por mí.
El tensó la mandíbula y cerró los ojos.
—Es complicado, Luce. Simplemente son cosas que pasan.
— ¿Algo malo? —Asientió.
—Es que hace unos años, mi hermana fue secuestrada. —
Respiró hondo. —Ella y tú sois muy parecidas, tanto
físicamente como en la personalidad… Ella murió dando a luz
al hijo que iba a tener del secuestrador.
Me acerqué a él y le abracé con fuerza, mientras él me
rodeaba con sus brazos y posaba su cabeza en mi hombro.
—Siento la necesidad de velar por tu bienestar, Luce. —Se
aferró más a mí. —Si te molesta, dímelo y me alejo.
Negué de inmediato. Lo aparté de mí y colocó mis manos
en su rostro.
—No quiero que te alejes de mí, ¿vale? Preocúpate todo lo
que te quieras preocupar, no me importa.
Él asintió y sollozó. Lo atraje nuevamente hacía mí y dejé
que sus lágrimas mojaran mi hoddie.
***
— ¿Cómo te ha ido? —me preguntó Holly mientras
arrancaba el coche.
—Es que hasta amnésico me dan ganas de besarlo. —Pasé
mi mano por mi rostro y rosoplé con frustración. —Quiero
darle miles de besos.
—Y acostarte con él.
—Sí, y acostarme con… ¡Oye, asquerosa! —Golpeé su
hombro y ella soltó un quejido.
—No te daba asco mientras Jake te…
—Holly Elizabeth —la interrumpí y ella finjió cerrar una
cremallera invisible en su boca y tirar la llave. —Jake es un
tierno de la cabeza hasta los pies.
Me crucé de brazos.
—Tal vez conquistarlo sea un poco difícil —Dobló a la
derecha. —, debido a que siempre te conquistan a ti, pero no
hay nada imposible, ¿sabes? Además, él sigue colgado por ti.
— ¿Cómo estás tan segura de eso?
—Jake nos dijo muchas veces que te amaba con locura y
creo que te lo demostró en el verano, ¿no? —Asentí. —
Entonces, es solo despertar de su amnésica cabeza el
sentimiento.
—Es que todo marchaba a la perfección —gruñí.
—Las cosas no siempre marchan de la forma en la que tú
quieres. —Bostezó.
— ¿Y si no lo logro?
—Hay muchos peces en el mar, Lucinda. Tal vez Jake ha
sido alguien importante para ti, pero si no lo logras, debes
pasar página.
Un coche se interpuso en la vía de Holly, haciéndole soltar
un par de maldiciones. Bajó la ventanilla y sacó la cabeza.
— ¡Mira por dónde te metes, media neurona! —gritó.
Metió la cabeza y subió la ventanilla. —La gente es
imprudente.
— ¡Le hubieras visto la cara el señor! —Reí y ella me
golpeó la rodilla.
— ¡Oye, que está flaca! —Chilló. —Me golpeado con el
hueso.
Al rato, llegamos a casa de Caroline y fuimos recibidas por
su madrina y su hermano, quienes nos saludaron alegremente
y nos invitaron a pasar.
—Subid, Caro está empaquetando las últimas cajas.
Sí, mi amiga viviría con Thomas en el apartamento, el cual
ya estaba perfectamente amueblado y solo faltaban sus cosas
importantes. Estaba muy feliz por ella.
Abrimos la puerta y vimos a Myrtle y Caroline tratando de
cerrar una maleta, la cual tenía el cierre atascado.
— ¿Sabéis qué odio a parte de que mi perro suelte mucho
pelo? —preguntó un poco mal humorada. — ¡Las mudanzas!
Son detestables.
— ¿Te llevarás al pequeñín? —pregunté mientras besaba su
mejilla.
—Quisiera dejarlo, pero ya me encariñé bastante con esa
bola de pelos andante.
— ¿Ves? Y tú qué me llamabas loca por amar a los míos.
—Es que tú eres un caso extremo, chica. Vives con cuatro
siberianos juguetones.
—Quiero veinte.
—Terminarás loca.
Pasamos un rato bromeando y eso me ayudó a despejarme
un poco.
—Listo —suspiró y se arrojó en la cama.
— ¿Qué tal en el hospital? ¿Y Jake? —preguntó Myrtle
mientras masticaba haribbos.
—Se ha comportado con mucha ternura. Os juro que tenía
unas ganas enormes de besarle y decirle muchas cosas. —
Suspiré. —Debo ir lento.
—Creo que haces lo correcto, es como si estuviérais
empezando desde cero. —Holly asintió dándole la razón. —
Trata de coquetear, pero no siendo zorra.
— ¿Disculpa?
—Coquetea siendo Myrtle no siendo Holly.
La rubia hizo un gesto de indignación y le arrojó una
almohada.
—Zorra tus pechos, cabrona. —Ambas rieron.
— ¿Entonces?
—Creo que tengo un plan. —Me levanté de la cama y ellas
me miraron expectantes.
— ¡Dilo!
—Creo que sería una buena idea.
Capítulo 41
— ¿Salado o dulce? —me preguntó David al tiempo que
me pasaba la bolsa de patatas fritas.
—Salado, pero en otras ocasiones prefiero el dulce. —
Saqué una patata y le devolví la bolsa.
— ¿Día o noche?
—Te quedaste sin preguntas, ¿eh? —Enarqué una ceja y
reímos.
—Ahora que caigo en cuenta, ¿qué hacemos aquí?
Hacía una hora que habían terminado las visitas de la
mañana y me topé con David en el primer piso. Estaba en su
hora libre, por lo tanto, me invitó a comer patatas fritas en el
armario de suministros, el cual era muy grande.
—Aquí vengo cada vez que tengo horas libres. —Resopló.
—Te juro que no aguanto más la residencia.
—Hay que hacer sacrificios para alcanzar las metas. —
Apreté los labios. —Sacrificios que duelen.
—Jake, ¿eh?
—Lo que siento por él es tan fuerte que me asusta. —
Confesé. —Quiero decirle a cada instante que lo amo, pero no
puedo.
—Debes tener fe en ti misma, él te va a recordar. —Me
aseguró y cogió mi mano. —Confía en él.
— ¿Crees que su amnesia será temporal?
Él apartó su mano de la mía y miró hacia el techo mientras
pensaba.
—Lo creo, te ha dicho que le sonaba un poco el apodo con
el que lo llamaste. Es una señal.
—Una señal, ¿de qué?
Me arrodillé y avancé hacia él, quien me observa risueño.
Tomé asiento en postura de “W” y de inmediato David me
regañó.
—Siéntate bien, esa postura le hace mal a tu cadera. —Puse
los ojos en blanco y él soltó una risita. —Me recuerdas tanto a
Lindsay.
Lindsay, su hermana menor, quien fue secuestrada,
torturada y violada. Logró escapar del lugar, pero al llegar a
casa, a las pocas horas dio a luz al hijo de aquel hombre que
hizo de sus días una pesadilla y falleció.
Él me confesó que al verme sintió una sensación extraña,
pero que en el momento en que le dije que estuve secuestrada,
sintió la necesidad de protegerme con su vida.
—Ella está bien, David —susurré con delicadeza y asintió
tratando de convencerse con mis palabras.
—Quisiera poder regresar el tiempo.
—Yo igual. —Me apoyé en la pared. —Y nunca haber sido
novia de Cameron.
— ¿Sabes algo de él?
Negué.
—Tal vez en un futuro muy lejano le visite al manicomio.
— ¿Serías capaz de ello? —preguntó sorprendido.
—A pesar de lo que hizo, siento que le debo una disculpa
por la forma en la que lo traté. —Me abracé a mí misma. —Le
dejé por llamada telefónica. Dime tú, ¿quién hace eso?
—Alguien que está enamorado y quiere ser libre de una
relación que apesta.
— ¿No tienes alguna autopsia que hacer hoy?
—No, mi turno en la morgue es la próxima semana.
Aquel día, por la mañana, David me había mostrado la carta
que me había llegado hacía unas semanas desde Australia. Me
habían aprobado una beca en medicina. Y tenía tantas ganas de
ir, pero debido a las circunstancias tuve que decir no. Prefería
quedarme al lado de Jake, sin importar su amnesia, a ir a una
universidad en Australia y vivir preocupada por él.
Intentaría enviar una carta explicando la situación, a ver si
había posibilidades de aplazarla.
***
Jake suspiró al tiempo que puso sus piernas en el suelo.
— ¿Qué tal? —pregunté y él sonrió.
—Se siente muy bien, pero siento que me voy a caer.
—Es normal, cariño —dijo la doctora mientras se colocaba
a su lado. —Empezaremos dando pequeños pasos hasta la silla
verde, y seguirás practicando con ayuda de tu amiga hasta
mañana, que es cuando te llevaré a una caminadora.
— ¿Cuánto tardaré en recuperarme? —preguntó con
preocupación.
—No lo sé, de una semana a dos. Pero debes practicar
muchísimo, ¿vale?
Él asintió como un niño pequeño y sonreí. Posó sus brazos
sobre nuestros hombros y lentamente dio el primer paso.
—¡Lo he dado! ¡Mira, mamá! —exclamó emocionado.
Su madre sonrió con lágrimas en los ojos y asintió
rápidamente. Dio el siguiente y la sonrisa que había en su
rostro pareció no tener ganas de marcharse.
Su hermosa sonrisa hizo que sintiera una chispa de
felicidad en mi interior y sentí todas mis emociones
encontradas al verle siendo tan feliz. Deseaba poder abrazarle
con ternura.
La terapia tardó alrededor de dos horas, en la que Jake
caminó de la silla a la camilla y viceversa. También le hicieron
una serie de masajes y movimientos en las piernas. Con tal
atención, creía que se recuperaría muy pronto.
—Entonces, ¿cómo te sientes? —Tomé asiento a su lado.
—De maravilla, Luce. —Me sonrió y fue inevitable no
imitarlo. —Gracias por venir.
—No hay de qué, Jakie. —Me acerqué a él y deposité un
tierno beso en su mejilla. —Cuando quieras.
— ¿Qué tal va todo? —Cambió de tema. — ¿Cuándo entras
a la universidad?
—No estudiaré este semestre —le comenté mientras cogía
el mando de la televisión. —Estudiaré francés y alemán y
luego veré si me dan una beca en Australia.
—Si te la dan, ¿me dejarás solo? —Negué de inmediato.
—Existe el Skype.
—Pero yo no te quiero perder, eres mi nueva amiga.
Fue en aquel momento cuando supe lo que se sentía al ir a
la friendzone.
—Puedes venir conmigo —Bromeé.
—Puede ser. Oye… Muchas gracias por venir hoy, en serio.
—Su mirada viajó hacia sus manos y tímidamente acercó una
hacia mí. —Te lo agradezco muchísimo.
Cogió mi mano derecha y entrelazó nuestros dedos. Sentí
un volcán en erupción en mi interior y me obligué a controlar
mis ansias de darle un beso.
—Jakie… —murmuré muy bajito.
— ¿Qué?
Abrí mi boca por un momento, pero caí en la cuenta de que
mi idea era un poco apresurada y la cerré.
—No, nada, tonterías. —Hice un gesto con mi mano
restándole importancia.
—Dime. —Posó su mano en mi rodilla y me observó
fijamente.
—No, en serio que no tiene importancia.
—Te voy a tener que besar si no me lo dices.
«Callar, calla, callar».
—Que…estás muy guapo hoy.
Mis mejillas se tiñeron de carmesí.
«¿En serio, Luce? Estás muy guapo hoy».
—Diría lo mismo —mordió su labio inferior —, pero tú
estás guapa todos los días.
—Jake…
—Y tienes unos ojos malditamente hermosos.
No creía poder soportarlo.
Sin pensarlo dos veces, me acerqué a su rostro y, con un
movimiento rápido, uní mis labios con los suyos.
El tiempo paró, todo se congeló y sentí que en el mundo
solo existíamos él y yo. Extrañaba el tacto de sus labios, tan
suaves y tersos como el algodón.
Lo amaba muchísimo.
Pero la burbuja se rompió.
Sentí unas manos posarse en mis hombros y después, sus
labios se separaron de los míos.
—Luce, ¿por qué me besas? —Preguntó asombrado. —
Solo somos amigos.
«Maldita sea la amnesia».
Sentí tal vergüenza, que me bajé de la camilla, cogí mi
bolso y me dispuse a marcharme de allí.
— ¡Luce! —me llamó.
Le ignoré y salí de la habitación.
«Mierda, mierda y más mierda».
Primera regla del plan y qué poco tardé en romperla. Era un
desastre.
Involuntariamente mis dedos viajaron hacia mis labios y
sonreí al recordar sus besos, esos que tanto extrañaba.
***
Llegué a mi casa y subí a mi habitación con el fin de
dedicarme a pensar en un nuevo plan.
La primera regla era no besarlo y lo había besado, no me
había podido resistir a la forma en la que me hablaba.
Antes de empezar a idear mi nuevo método, decidí contarle
todo a Caroline, quien me había ayudado con el anterior.
Marqué su número y esperé unos segundos.
— ¿Qué? —preguntó.
—He metido la pata.
— ¿Le has besado, Luce?
—Sí.
La escuché resoplar.
—Ya voy para allá.
Le agradecí al cielo tener a una amiga como ella, quien
siempre me ayudaba en lo que fuera. Esperaba no haber
interrumpido algo importante.
Mientras la esperaba, me dirijí a la cocina a por unas
tostadas y un vaso de zumo de naranja, tenía un hambre atroz
y lo único que había comido había sido medía bolsa de patatas
fritas.
—Ni se te ocurra darle un mordisco a eso —me dijo Daniel
entrando en la cocina, quien me quitó el planto. —He hecho
pasta y te la vas a comer.
— ¿Tú? —Reí burlona. —Prefiero morir desnutrida.
—He aprendido a cocinar, lo juro. —Levantó sus brazos a
la defensiva y asentí.
—Me arriesgaré.
Él me sacó la lengua de manera infantil y me sirvió un poco
de pasta en un plato. A decir verdad, se veía apetitosa. Por fin
Daniel no quemaba algo al cocinar.
Dejó el plato frente a mí y me miró expectante.
— ¿Qué?
—Prueba. —Me dio un leve empujón.
Entrecerré los ojos, cogí el tenedor, envolví la pasta en este
y lo llevé a mi boca.
«Maldita sea».
—Tú compraste esto, ¿verdad? —dije con la boca llena
mientras señalaba la comida.
—Ahora, ¿quién cocina mejor?
—Joder, Daniel.
Por fin disfrutaba una comida casera preparada por otra
persona que no fuera yo.
— ¿Seguro que no lo compraste?
—Que no lo he comprado. —Rio por mi rostro. —El ama
de llaves me ha enseñado muy bien.
—Tendré que darle un gran abrazo a esa chica.
—Oye, Lu.
Sabía que era algo serio lo que iba a decirme.
—Dime.
—Ya hemos asignado fecha para la boda.
Sonreí ampliamente y él me imitó.
— ¡Enhorabuena!
Me levanté de la silla y me acerqué para darle un fuerte
abrazo.
—Será dentro de un mes. —Apretó los labios escondiendo
una sonrisa. — ¡No soporto la espera, Luce!
Le abracé más fuerte. Mi hermano por fin era feliz e iba a
cumplir su sueño de pasar el resto de su vida con la mujer que
había amado durante más de seis años.
—Veo que ya se lo has contado, sin mí. —Interrumpió
Marie, quien se cruzó de brazos.
—Eh, yo… —Tartamudeó.
Marie cambió su semblante serio a uno divertido y se
carcajeó.
—Eres un tonto, Daniel —dijo en medio de risas. —No
estoy enfadada.
— ¡Felicidades, Marie!
Rompí el abrazo con mi hermano y me dirijí a ella para
hacer lo mismo.
Era una chica muy alegre, dulce y además muy bromista.
Su matrimonio sería muy fuerte.
—Gracias, Lu… Hay una cosa que quiero pedirte. —Asentí
para darle ánimos a que siguiera hablando. —Quiero que seas
mi dama de honor.
— ¡No! —dije sin creerlo.
— ¡Que sí!
Asentí repetidas veces y esta vez ella me abrazó muy fuerte
mientras repartía pequeños besos en mi mejilla.
A pesar de que Marie era una mujer tan carismática, no
tenía amigas. Por ello, desde que llegó, me había unido a ella
aún más y hablábamos de diversas cosas cuando nos
sentábamos juntas.
—Gracias, en serio.
—No hay de qué, un gusto.
Observé a mi hermano, quien miraba a su prometida
enamorado y con un brillo especial en su mirada.
***
— ¿Le has dicho “estás muy guapo hoy” y luego le has
besado? —preguntó Caroline entre risas. —Cuando me dijiste
que no sabías cómo acercarte a un chico por primera vez pensé
que bromeabas.
—Te he dicho la verdad, idiota. —Golpeé la cama con mis
puños y me dejé caer en el colchón.
—Debes esperar a que el mar entre en calma, amiga. —Me
señaló. —Deberás hacer como si el beso nunca hubiera
sucedido y él entenderá que fue un “error”. Pero si le das
rodeos y te pones nerviosa al verle él se va a asustar. —Se
incorporó para poder mirarme mejor. —Jake siempre ha sido
un coqueto, y no lo niegues.
Puso los ojos en blanco y asentí.
—Por eso no te debes dejar llevar por sus palabras, porque
solo es coqueteo, aunque lo haga involuntariamente. Creo que
lo lleva en los genes. —Rio. —Su padre estaba coqueteando
con Myrtle en el hospital. ¡Hubieras visto la cara de Mimmy!
Abrí los ojos un poco sorprendida y solté una risita.
— ¿En serio?
—La esposa le miró horrible, y luego se disculpó con
Mimmy diciendo que él es coqueto de nacimiento.
— ¿Nació coqueteando con las enfermeras?
— ¡No lo decía tan literal! —Golpeó su frente con la palma
de su mano
—Estaba bromeando. —Le saqué la lengua de manera
infantil.
Le entregué el cuaderno con nuevas ideas planteadas y
empezó a leerlas.
—Descarta la primera, llevaría mucho tiempo. —Con el
lapicero rojo la tachó y prosiguió con su lectura.
Unos minutos después, cerró el cuaderno de golpe y me lo
arrojó.
—La última, es perfecta. Pero te pido una cosa, Lucinda.
Solo una cosa. —Me señaló. —No lo beses, por favor.
***
Conté las baldosas desde la entrada del hospital hasta la
habitación de Jake. En total eran trescientas doce. Un poco
dudosa, extendí mi mano hacia pomo y lo giré.
Entré y lo vi de pie, agarrado a su camilla mientras veía un
programa de televisión. Posó su mirada en mí y de inmediato
me sonrojé.
—Hey… —me saludó.
Me acerqué a él y besé su mejilla rápidamente.
— ¿Cómo va la rehabilitación? —Dejé mi bolso en el sofá.
—De maravillas. Ha venido la doctora a hacerme unos
masajes por la mañana y dice que en un par de horas me
llevará a la caminadora.
Le sonreí y tomé asiento en la silla.
—Luce…respecto a lo de ayer, quiero que…
—Fue un error, un impulso por el momento —le interrumpí
y me encojó de hombros. —No significó nada.
Él asintió con la cabeza y, lentamente, se sentó en la
camilla y subió las piernas a esta. rápidamente.
—Ya las mueves un poco más rápido.
—Tardé cinco segundos menos por la mañana en caminar
de la camilla a la silla. La doctora dice que, si sigo así, me
darán de alta la próxima semana.
— ¡Qué bien, Jake!
—Ya quiero salir de aquí —confesó y empezó a jugar con
sus manos. —Quiero jugar fútbol, lacrosse, quiero nadar,
quiero hacer tantas cosas.
Apreté los labios y sentí un poco de pena y culpa a la vez.
— ¿Quieres ir a un picnic conmigo? Después de que te den
de alta, claro.
— ¿Me estás invitado a salir? —Enarcó una ceja, divertido
y yo asentí. — ¿Una cita?
—Llámalo como quieras.
—Entonces, usted y yo tenemos una cita la próxima
semana. —Me guiñó el ojo.
— ¿Qué estás viendo?
Me recosté en la camilla, él pasó su brazo por mis hombros
y me atrajo hacia sí.
—No sé. —Rio y le imité. —Solo sé que desde ayer no
dejo de pensar en nuestro beso.
Levanté la cabeza y nuestras miradas se cruzaron.
«Luce, debes resistirte».
Sus hermosos ojos verdes me observaron fijamente. Le di
un abrazo.
— ¿Qué me debo poner para nuestra cita? —Acarició mi
brazo. — ¿Vestido o falda?
Reí estruendosamente y su sonrisa se ensanchó.
Capítulo 42
Los días pasaban rápido y Jake avanzaba con la
rehabilitación cada vez más, ya podía caminar por sí solo.
Durante los últimos dos días estuvimos caminando en los
alrededores del hospital. Él se sentía bien estando en el
exterior después de tanto tiempo dentro de aquella habitación.
Con respecto al beso, no hablamos de ello y lo prefería así.
Todo marchaba a la perfección y esperaba que siguiera de esa
manera.
—Quiero correr, maldición. Es frustrante estar caminando.
—Estás avanzando, Jakie. —Le regalé una cálida sonrisa.
—Poco a poco tus piernas van recuperando la fuerza.
—Pero es que me siento inútil. —Frunció el ceño. —
Quiero hacer lo que me gusta.
—Cuando te den de alta te llevaré a hacer footing todas las
mañanas, ¿qué dices? —Ofrecí.
Él posó su mirada en mí y noté un brillo especial en sus
ojos.
— ¿Hablas en serio? —preguntó emocionado y asentí
sonriéndole. —Eres la mejor, ¿sabes?
—Sí.
—Gracias, Luce. —No sé porqué haces todo esto por mí.
—Porque me importas, Jake. —Él resopló con frustración.
Se quedó pensativo, como si estuviera debatiendo entre si
decirme algo o no hacerlo. Finalmente, se decidió a hablar:
—Siento que me ocultas algo, ¿sabes? Y desde hace un par
de días no me lo puedo sacar de la cabeza. —Apretó los labios
y levantó su mirada, la cual se topó con la mía. — ¿Hay algo
que deba saber?
—No. —Desvié la mirada. —Acabamos de empezar una
amistad, Jakie.
—Vale —aceptó, aunque sabía que no me creía del todo. —
¿Cómo van las cosas con David?
Frucí el ceño.
—Tenéis algo, no podéis ocultarlo más.
Negué de inmediato. Con tan solo pensar en David y yo
juntos me daba escalofríos. Él era una persona maravillosa, a
la que había aprendido a ver como a un segundo hermano
mayor, se preocupaba por mí y, cada vez que podía, me
aconsejaba respecto a Jackson. Era quien me llevaba con el
psicólogo, el cual estaba en la primera planta del hospital, y
me apoyaba en esta etapa dura de mi vida.
—Jake, no me gusta David —dije con firmeza. —Él es
como mi hermano mayor, ¿sabes?
—Entonces, ¿quién es el que te gusta? —Me presionó.
—No te lo puedo contar. —Él arrugó los labios en
desaprobación.
—No confías en mí. —Se encogió de hombros. —Pensé
que éramos amigos.
—Lo somos, joder —bramé con frustración. Él me miró
sorprendido y maldije en mi interior. —Lo siento, lo siento.
Esto es un poco duro para mí.
—No lo entiendo.
—Y no lo vas a entender, todo es muy complicado, Jakie.
Mis ojos se empezaron a llenar de lágrimas y el tic nervioso
en mi labio inferior apareció anunciando mis ganas de
llorar. Me sentía impotente, incapaz. Necesitaba porderle gritar
mis sentimientos, gritar a los cuatro vientos que lo amaba y
que lo quería para el resto de mi vida.
—Luce, no llores, chiquita. —Posó su mano en mi rostro y
lo acarició con el pulgar. —Lo que sea que te esté
consternando, se va a solucionar.
Asentí y él limpió una lágrima que se había escapado. Un
sollozo se me escapó y cubrí mi boca con la mano. Él, sin
dudarlo un segundo, me envolvió en un abrazo y se lo devolví
con fuerza. Mi dura coraza se había ablandado un instante,
delante de él. Necesitaba recuperarla para poder seguir con el
plan, el cual quería mandar a la mierda en aquel momento.
Quería que recuperase la memoria, que me recordase, volver a
lo de antes. Necesitaba a mi Jakie.
—Aunque el día esté gris, aunque la tormenta sea
torrencial, recuerda que en algún momento se detendrá y le
dará paso a un hermoso arco iris, a la paz y la calma. —
Acarició mi espalda y asentí levemente.
—Jackson, te prometo por mi vida, que algún día
entenderás todo. —Me separé del abrazo y lo miré fijamente a
los ojos. —Solo haz un esfuerzo por recordar.
— ¿Recordar? —Me miró extrañado.
—Es complicado.
Extendí mi mano y cogí la suya, entrelacé nuestros dedos y
sonreí ante el tacto.
—Tienes unos ojos preciosos y una sonrisa bonita —le dije.
—Una mirada tan profunda que transmites paz y tranquilidad
con tan solo mirarte.
Él se sonrojó y me dio un leve apretón en la mano.
—Ya quiero que llegue el jueves, pero no me has
contestado a la pregunta.
— ¿Cuál?
—La de si debo ir en vestido o falda a nuestra cita. —
Ahogué una risa y él sí rio. —Me estás invitando a salir,
cuando un hombre siempre lo hace.
— ¿No puedo tomar la iniciativa? —Enarqué una ceja.
—Iniciativa, ¿eh? —Levantó las cejas y me sonrojé. —Me
gusta.
—Entonces…
—Creo que deberíamos cambiar de roles. Me gusta las
ideas locas.
—Te escucho.
—Vístete de mujer y yo me vestiré de hombre.
Él me miró sorprendido y se detuvo. Lo miré con
incertidumbre y su mirada se perdió en algún punto del
paisaje, seguro que había metido la pata.
—Es una buena idea —dijo finalmente. —Sería una cita
inusual, poco vista… Me gusta. Así que, ¿vestido o falda?
Solté una risa muy contagiosa y él se unió a ella.
— ¡Joder, chica! Te vas a ahogar, respira —dijo entre risas.
— ¿Estás lista para verme en vestido? ¿Crees que debería
ponerme unas braguitas push—up?
— ¡Para! —Mi risa era incontrolable.
—Lucinda, no conocía esa risa tuya. —Se carcajeó. —Me
encanta esa faceta relajada, esa faceta de “no—me—importa
—ser—yo—misma—frente—a—un—chico”, porque algunas
se olvidan de ser ellas mismas por impresionar a un hombre, y
me fastidian.
Le sonreí tímidamente y él empezó a acariciar mi mano con
el pulgar, haciendo pequeños círculos.
—Contigo puedo ser yo misma —confesé.
Él sonrió ampliamente.
—Me encanta que seas tú misma.
***
Me terminé de abrochar la chaqueta negra y me miro al
espejo.
—Lucindo —pronuncié mi nombre masculino. —Dios, qué
guapo eres… Llámame, nena —le dije a un peluche rosa, el
cual tenía sobre una repisa.
Me señalé con el índice. Miré la hora y eran las 2:27 p.m.
La cita era a las 2:40 p.m, por lo tanto, tenía tiempo de llenar
la cesta con la comida. Había preparado emparedados de pollo,
cupcakes, un poco de fruta picada y un poco de helado, el cual
guardaba en una heladera portátil. De beber llevaba refresco
de naranja y una botella de vino. La botella de vino fue idea de
Daniel, no mía. Dudé varios segundos, ¿la llevaba o no?
Aunque, ¿qué podría pasar? La guardé en la cesta junto con
dos copas de plástico y suspiré.
— ¿Listo? —bromeó Katherine, quien se acercó con un
poco de gel. —Te hace falta un poco de masculinidad.
— ¿Quieres divertirte con Lucindo, nena?—Chasqueé mis
dedos y finjí una voz varonil.
Kath se rio y me preguntó:
— ¿Qué llevarás para la cita, a parte de la comida?
— ¡Joder! No he pensado en eso. —Golpeé mi frente con la
mano. —Gracias, gracias, gracias. Voy por el móvil.
Guardé en una mochila los juegos que tenemos en casa:
póker, un disco volador, monopolio y un dado de verdad o
reto. A parte, tomé los altavoces que se conectaban a mi
móvil, para ambientar el picnic con un poco de música.
Hacía unos días pasé por un parque, el cual estaba un poco
desolado debido a que todos iban al parque de enfrente, el cual
estaba en mejor estado. Pero, al que iríamos era realmente
lindo, era totalmente verde debido al césped y, a su alrededor,
habaía varios bancos.
Por último, guardé un par de mantas y me colgué la
mochila en el hombro. Bajé las escaleras a toda velocidad, me
dirijí a la cocina y agarro la canasta.
—Suerte, hermanito —me dijo Katherine entre risas.
—Tarada. —Le saqué la lengua.
—Usa protección, Luncindo. —Daniel se cruzó de brazos y
escondió una risa. —Apura que se te hace tarde, campeón.
—Voy, voy.
Cogí con fuerza la canasta y salí de casa caminando con
rapidez. Desbloqueé la camioneta, abrí una de las puertas
traseras y dejé la cesta en el suelo del coche. La cerré y me
subí en el asiento del piloto.
Durante el trayecto, mis nervios empezaron a aumentar,
¿cómo demonios tenía que actuar? Aquello realmente era una
cita poco vista y esperaba que saliera bien.
El trayecto en automóvil duró al rededor de siete minutos y
cuando quise darme cuenta, me encontraba de pie frente a la
puerta de los Lancaster.
Respiré profundamente y me acerqué a tocar el timbre. Se
escucharon unos pasos apresurados y segundos después se
abrió la puerta dejando ver el pequeño cuerpo de Lottie.
— ¡Luce! —Me saludó emocionada. — ¿Cómo estás?
Pareces un niño.
Reí ante su comentario.
—Estoy muy bien, ¿qué tal tú?
—Muy bien. Jacke ya viene —me dijo riéndose. —Está
muy gracioso.
Subió las escaleras rápidamente y escuché murmullos venir
de la segunda planta. Primero bajó Valerie, quien estaba
ahogada en carcajadas, seguida de su madre, la cual tenía su
rostro color carmesí por la misma razón.
— ¡Vaya! —exclamó la señora Lancaster. —Pero es que
eres todo un muchahito. Cuidado con mi hija, ¿eh? No quiero
tener que lidiar con embarazadas.
No pude evitar reir ante el comentario y ella me guiñó el
ojo derecho mientras sus labios esbozaban una sonrisa.
Un par de segundos después, escuché a alguien bajando las
escaleras. Posé mi mirada en aquella dirección y vi a Jackson
bajando las escaleras. Iba vestido con unos jeans ajustados y
una blusa holgada color rosa pastel, llevaba una peluca castaña
y un poco de maquillaje… Se veía muy extraño y reí al verlo.
—Probablemente te llegue a odiar por esto —me dijo
cuando terminó de bajar las escaleras. —, aunque lo dudo.
Me acerqué a él y le di un abrazo.
—Así es como te reciben los ángeles en el cielo, ¿no? —
susurró en mi oído y me sonrojé al instante.
—Ya he hablado con este jovencito muy apuesto —dijo su
madre mirándolo seriamente. —Ya está advertido… ¡Id a
divertiros!
Nos miramos fijamente un segundo y él asintió. Cogí su
mano y entrelacé nuestros dedos.
—Esto es extraño, Lucinda —confesó, una vez sentado en
el asiento de copiloto. —¿Estoy guapa?
—No me hagas reír mientras conduzco —le imploré.
—Vale, vale —aceptó. — ¿Debo mascar chicle y hacerte
ojitos mientras juego con mi cabello y finjo ser sexy?
Detuve el coche y me empecé a carcajear, él se unió a mi
risa. Era inevitable no pasar un rato agradable estando al lado
de este chico, quien era un amor de persona.
—No tienes que fingir, muñeca. —Toqué su barbilla y le
guiñé un ojo. —Ya lo eres, Jacke.
— ¡Demonios! —Se retorció de la risa en su asiento.
Arranqué el coche de nuevo y puse rumbo al parque.
—Ojalá nadie me vea así —comentó.
—Tal vez haya algunas personas. —Me encojí de hombros.
—Pero no me importa.
—Lo dices porque estás vestido de hombre. —Frunció el
ceño.
—Si no te gusta, pues…
—Descuida, descuida —me interrumpió y posó su mano en
mi pierna. —Lo que me interesa es nuestra cita.
Asentí levemente. Aparqué el coche a las afueras del
parque y él lo inspeccionó con la mirada.
— ¿Te has dado cuenta que me he puesto un sujetador push
—up? —me preguntó.
Desvié mi mirada hacia sus “pechos” y reí al verlos.
Acerqué mi mano y los toqué.
— ¿Qué tienes ahí? —Solté una risita.
—No me toques, cochino, cerdo. —Hizo un gesto de
indignación. —Bajemos antes de que me enfade.
Me bajé del coche y lo rodeé para abrirle la puerta a
Jackson, quien agarró la mano que le extendí y bajó. Lo volví
a rodear y esta vez abrí la puerta del asiento trasero, cogí la
mochila y me la colgué. Por último, cogí la cesta junto con las
mantas.
Me acerqué a Jake, le ofrecí mi brazo y aceptó gustoso,
entrelazándolos.
Cruzamos la entrada del parque y empezamos a caminar
hacia los árboles, los cuales eran perfectos para el picnic. Él
cogió la cesta y lo agradecí con una tímida sonrisa. Aún se le
dificultaba un poco caminar, pero lo hacía muy bien.
Llegamos a un lugar muy cómodo y decidí extender la
manta. Jake colocó la cesta sobre esta y de inmediato tomamos
asiento.
—Estás guapa, Jacke. —Mordí mi labio inferior y recorrí
su cuerpo de arriba abajo.
—Joder, Lucindo. Qué indecente. —Una risa aguda salió de
su boca y con su dedo índice pinchó mi hombro. —Estás muy
guapo, que músculos tan grandes tienes.
No pude evitar reír estruendosamente. Músculos grandes,
empezando porque necesitaba engordar. Él sonrió
ampliamente y me observó fijamente.
—Estás loca, Luncida. —Asintió repetidas veces. —Y eso
me gusta.
Sonreí y fui consciente de que mi rostro estaba encendido.
Abrí la mochila y saqué los altavoces junto a mi móvil. Los
conecté y decidí poner la reproducción aleatoria. La primera
canción que sonó fue Closer de New District.
—Señorita Jacke —llamé su atención—, ¿me concede este
baile?
—Por supuesto, Lucindo.
Le ayudé a ponerse de pie y caminamos hacia el césped.
Me cogió de la cintura y rodeó su cuello con mis brazos.
— ¿No debería ser al revés? —pregunté y al parecer él me
ignoró.
—No me importa.
Nos movimos al ritmo de la suave balada cantada por cinco
melodiosas voces.
—Baby lean a little closer, I’ll show what’s next, slide my
arm around your shoulder. —Apartó mis manos de su cuello,
me hizo girar y me rodeó los hombros con su brazo. —And
kiss your neck. —Depositó un pequeño beso en mi cuello, el
cual me hizo estremecer. —Let me whisper in your ear al the
things you wanna hear, baby lean a little closer, closer —
susurró las últimas líneas cerca de mi oído y sentí que podía
desmayarme en cualquier momento.
Mis piernas temblaban y sentí que necesitaba sostenerme en
algo para no caer. Conseguí mantenerme de pie, lentamente
me giró y volvimos a nuestra antigua posición para seguir
bailando al ritmo de la balada.
La canción terminó, y junto a esta, nuestro baile. Tomamos
asiento nuevamente en la manta.
—Espero que te gusten los emparedados que he hecho. —
Abrí la canasta y saqué el recipiente donde los había guardado.
—Son de pollo.
—Mis favoritos. —Sonrió y le imité.
Cogí una servilleta y uno de los emparedados y se lo pasé.
Él lo aceptó y de inmediato lo mordió.
—Joder —gimió —, pensé que no había mejores
emparedados que los de mamá, hasta que estos llegaron.
Sonreí. Las emociones que sentía al estar con él querían
explotar, salir disparadas. Necesitaba decirle que lo amaba.
Saqué una caja de zumo de naranja y se la extendí.
—Esto es genial, Luce —me dijo. —Nunca en mi vida
había tenido una cita así. Las citas que he tenido eran
solamente una ida al cine, o a la feria, cosas que son muy
comunes.
—Pues, no soy alguien común. —Pestañeé repetidas veces.
«Estoy coqueteando, por Dios…»
—De eso ya me he dado cuenta. —Me guiñó un ojo.
***
—He comprado la mayoría de las propiedades. —Le
mostré el montón de cartas y él fingió enojo.
—Ya no quiero jugar. —Se cruzó de brazos e hizo un
puchero.
—Oye…
—Dime.
Lo observé fijamente a los ojos y sonreí con timidez.
Agaché la mirada y, al alzarla, noté que sus ojos recorrieron
cada movimiento que di.
Él se acomodó a mi lado y me rodeó los hombros con su
brazo.
—Te ves jodidamente bonita con ropa de hombre. —Apreté
mis labios ocultando una sonrisa. —Y tengo unas ganas
enormes de volverte a besar.
Ahogué un grito.
«¿Jake quiere besarme? ¿Lo hago o no? Él está tomando la
iniciativa, no yo. ¿Eso es un avance? Eso significa algo,
¿verdad?»
Cerré los ojos y me acerqué para depositar un beso en su
mejilla. Luego en la otra.
—Luce —susurró.
Posé mis manos en su rostro y, sin rodeos, volví a unir
nuestros labios en un tierno beso, em el que se movían al
mismo ritmo, con delicadeza y sin prisa.
Nuestras lenguas se rozaron y sentí millones de mariposas
en mi interior. Lentamente, mi espalda tocó el césped. Jake
estaba a mi lado, inclinado sobre mí mientras me besaba.
El beso, que empezó siendo tierno, poco a poco fue
subiendo de tono, y podría jurar que de su boca escapó un
pequeño gemido. No quería parar, pero desafortunadamente,
mis pulmones aclamaban un poco de oxígeno, así que nos
separamos.
«Dios santísimo. Joder, que intenso. ¿Desde cuándo hace
tanto calor?»
Me quité la chaqueta y me quedé con la camisa blanca.
—Esto… —susurró. Me removí incómoda en mi lugar. —
Yo…
— ¿Qué?
—Lo siento —se disculpó y su mirada se dirigió al suelo.
—, no pude evitarlo.
«¿Se estaba disculpando por darme el mejor beso de mi
vida? ¿O se estaba disculpando por aquel descontrol?»
—No sé qué demonios me has hecho en las pocas semanas
que nos conocemos, pero me encanta —me confesó.
Mi corazón latía fuertemente dentro de mi pecho. Debía
mantener la calma, así que decidí cambiar de tema a toda
costa.
—Mira cómo nos miran esos ancianos. —Señalé a una
pareja, la cual está sentada en un banco y nos miraban
asombrados.
Reímos tratando de disimular.
Al rato, una madre junto a su hija pequeña pasó por delante
de nosotros.
—Mamá, ¿por qué ese chico tiene tetas y yo no? —Mordí
mi mejilla para evitar reír y, al parecer, Jake hizo su mayor
intento por hacer lo mismo. —Me dijiste que a los hombres no
les crecían las tetas, solo a las niñas.
—Nicole, se dice pechos. —La corrigió. —Siento mucho la
actitud de mi hija.
—No te preocupes, dulzura. —Dijo Jake imitando la voz de
los travestis. —Son implantes, mi amor. —Le dijo a la niña. —
Para tenerlas bien grandes y poder…
La señora hizo un gesto de indignación y guió a su hija
lejos de nosotros. Una vez lejos, empezamos a reír a
carcajadas.
— ¡Su cara fue épica! —exclamó y no pude parar de reír.
—“Mamá, ¿por qué ese chico tiene tetas y yo no?” —imité
la voz de la niña y volvimos a estallar en risas.
—Pero no supero la cara de los ancianos, Luce.
Me toqué el abdomen, me dolía de tanto reír.
—La mejor cita de mi vida. Gracias —me dijo, y me dio un
repentino abrazo.
—De nada, Jakie.
—Lo digo en serio, Lulú.
«¿Lulú? Oh, por Dios. Esto es una broma, ¿verdad?»
Capítulo 43
—Fue el beso más intenso que me han dado —les dije a
mis amigas, quienes me observaban impacientes.
— ¿No te has apartado? —preguntó Holly y negué —
¡Choca esos cinco!
Levantó su mano y la unió con la mía.
—También pasó otra cosa. —Mordí mi labio inferior.
Me quité el pantalón de Daniel y lo doblé.
— ¿Qué sucedió? —preguntó Myrtle con interés.
Solté un suspiro y esbocé una sonrisa.
—Me llamó Lulú.
Ellas se miraron entre sí, procesando lo anteriormente dicho
y después de unos segundos reaccionaron.
—Son buenas señales —murmuró Caroline.
—Oh —susurró Myrtle, enternecida.
—Cuando te recuerde llévalo a Disney para que recuerde la
última noche— bromeó y le golpeé el hombro con fuerza. —
¡Fiera! Has adelgazado, pero golpeas más fuerte.
—Deja de decir eso. —Saqué del armario el pijama y
empecé a ponérmelo. —Tuvimos sexo, sí. Igual que tú lo
haces con Tristán y Caroline con Thomas. Es normal.
—Venga, linda, no te enfades. —Frunció los labios. —Lo
siento.
—Es solo que esa noche tan especial me trae amargos
recuerdos también.
Terminé de ponerme el pijama y me senté en la cama.
Hacía una hora que la cita había terminado y había sido
todo un éxito. Después de pasear por el parque, fuimos a una
tienda de dulces que quedaba frente a este, donde compramos
muchísimas golosinas.
—Mañana saldremos nuevamente. Le he invitado a
almorzar al Palacio de los Sándwiches. —Ellas me lanzaron
miradas fulminantes y reí.
—Llévanos —suplicó Myrtle.
—Déjame pensarlo… No.
***
El timbre de la casa sonó y me levanté con parsimonia del
sofá. Arrastré mis pies hacia la puerta principal. Giré la
manivela y abrí la puerta.
— ¡Miriam! —exclamé al verla.
—Mi niña —susurró. Abrió sus brazos y se acercó para
envolverme con ellos. —, ¿cómo estás?
—Bien, bien. Pasa. —Ella entró en la casa y la observó con
detenimiento.
—Linda casa—halagó y le regalé una sonrisa.
— ¿Quieres algo de comer o de beber?
Ella negó con la cabeza. Cogió mi mano y me guió hacia el
sofá del salón, donde tomamos asiento.
—He venido para entregarte esto.
Cogió su mochila, la abrió y de dentro sacó una caja junto a
un sobre.
—Cameron planeaba dártelo en Navidad.
—Lo que sea que tenga esa caja, no quiero verlo. —Me
negué rotundamente.
—Si quieres, lo dejaré aquí y cuando estés sola lo abres.
Asentí y ella imitó mi acción.
— ¿Cómo van las cosas con tu chico?
Fruncí los labios.
—Tiene amnesia, Miriam. Se golpeó la cabeza cuando
Cameron le disparó.
—Oh —se limitó a decir mientras procesaba la información
en su cabeza. —Supongo que no te recuerda.
Me regaló una mirada cargada de lástima, cogió mi mano y
la apretó fuerte.
—Las cosas saldrán bien.
Ella se quedó en casa durante media hora, en la que nos
bebimos una taza de té, una de café y hablamos de diversas
cosas. Cuando se marchó me acerqué lentamente a la mesa de
centro, donde había dejado la caja junto con el sobre que
Cameron me había iba a dar para Navidad.
Mi curiosidad fue más fuerte que el orgullo y abrí el sobre
rápidamente mientras me sentaba en el sofá.
“Lucinda,
Navidad es una fecha que se debe celebrar en compañía de
los seres queridos. Es una fecha especial y muy importante
para la mayoría de personas en el mundo. Es una fecha en la
que la ilusión vuelve, donde las personas cambian su
perspectiva ante todo y cuando los corazones se unen.
Desde que te conocí supe que íbamos a estar juntos, a pesar
de los obstáculos que lo impedían, pero lo sabía. Eres la fuerza
que guía mi pincel y lo lleva a crear grandes obras de arte. Ni
mi madre ha logrado eso en mí. Tienes un aura armoniosa, tu
forma de ser, tu sencillez… Todas esas pequeñas cosas me
cautivan y me fascinan de ti.
Creo que las palabras no me alcanzan en este pedazo de
papel para decirte lo mucho que te amo, y no creo que este
amor se desvanezca de la nada. Te tengo clavada en mi pecho
y en mi corazón, para que te saquen de allí será muy difícil.
Por eso he decidido que es hora de dar el siguiente paso a
nuestra relación. Acabas de cumplir los diecinueve años, no es
necesario hacerlo de inmediato. Es solamente la prueba de que
eres mía.
Lucinda Shelley, ¿Quieres casarte conmigo?
Tuyo por siempre y para siempre,
Cameron Fitcher.”
Me quedé estupefacta ante lo que acababa de leer,
¿Cameron me iba a proponer matrimonio en Navidad?
Dejé la carta en el sofá, y cogí la caja rápidamente. Quité el
papel color beige y me encontré con una caja envuelta en
papel de regalo color rojo con pequeños árboles de Navidad
pintados por él. Una media sonrisa se dibujó en mi rostro y de
inmediato lo rompí. Abrí la caja y me encontré con pequeños
lienzos apilados, los cuales tenían mi rostro plasmado en ellos,
realizando diversas actividades. Pero al final de la caja, había
una más pequeña, de terciopelo roja. La cogí con un poco de
nervios y la abrí al instante. Un anillo de compromiso.
«Dios mío».
***
Dos semanas más tarde, las cosas iban bien. Mis intentos
por conquistar a Jake cada día avanzaban más. Había intentado
darle pequeños empujones respecto a la memoria, como, por
ejemplo, contarle que hacía unos años tuvo una novia
cibernética. Él se sorprendió mucho. Desde ese día preferí
evitar recordarle cosas respecto a nosotros.
Aquel día Jackson tenía cita con el neurólogo y con la
fisioterapeuta, para revisar cómo marchaba todo. Me había
pedido que lo recojiera a las 4:30 p.m, supuestamente tenía
algo importante que decirme.
Aparqué fuera del hospital y le envié un mensaje diciéndole
que ya había llegado.
A los pocos minutos, lo vi salir de este junto con David,
ambos se estaban riendo y parecían llevarse muy bien. Se
acercaron a la camioneta, y David le abrió la puerta a Jake
para que entrase de copiloto.
—Hola, Lu —me saludó David.
—Hola, Dave. —Le sonreí.
—Hola, Lulú —me saludó Jake, animado.
—Jakie. —Lo observé fijamente y me acerqué a darle un
beso en la mejilla.
—Os dejo, viene en camino una emergencia.
David cerró la puerta y arranqué la camioneta.
— ¿Podemos detenernos en algún lugar? Son muchas las
ganas que tengo de decirte lo que quiero decirte — dijo en
medio de un juego de palabras.
Asentí y seguí conduciendo hasta que vi un pequeño
mirador en una carretera que iba de subida. Fuimos hasta allí,
aparqué el coche y bajamos. Él está muy contento, se notaba a
leguas su felicidad.
—Vale… ¿cómo decírtelo? —Apretó los dientes y movió la
cabeza de un lado a otro. —Cuando estaba en Michigan tuve
una novia llamada Jennifer, ella vino de visita hace una
semana y no sé… —negó y la sonrisa que tenía se iluminó. —
Creo que me he vuelto a enamorar de ella.
Cerré los ojos de golpe y le pedí al cielo que aquello fuera
una broma.
A los pocos segundos abrí los ojos y noté que él tenía la
mirada sobre mí.
—Otra cosa es que… —Se tocó la barbilla y colocó sus
codos en la baranda del mirador. —Nos hemos besado dos
veces, ¿verdad?
Asentí desconcertada.
—No quiero que pienses mal de mí respecto a ello y lo que
te acabo de decir. —Suspiró. —Tampoco que mal interpretes
las cosas.
—No, no, no —empecé a negar repetidas veces con la
cabeza. —, esos besos no significaron nada, ya te lo dejé claro.
— ¿Seguro? —Asentí y finjí una sonrisa.
Él se incorporó y nos quedamos el uno en frente del otro.
Lentamente, la sonrisa que había tenido plasmada en su rostro
volvió y me abrazó.
¿Jake tuvo una novia en Michigan? ¡Pues claro que sí!
Jackson Lancaster, el chico más tierno, encantador y guapo
que existía en este mundo no se quedaría soltero después de
que su novia cibernética le hubiera puesto los cuernos con su
mejor amigo.
— ¿Cuándo la conoceré? —le pregunté fingiendo emoción.
Él frunció el ceño y miró hacia el suelo.
—Desafortunadamente regresa hoy a Michigan, pero
vuelve la próxima semana.
— ¿Y qué estás haciendo aquí, hablando conmigo en vez
de ir al aeropuerto a acompañar a tu chica?
— ¿Crees que debo ir? Es que, nos hemos visto un par de
veces nada más.
— ¡Sí, Jackson! ¿Te llevo?
Él observó su reloj de pulsera y asintió rápidamente.
Caminó en dirección al coche y lo imité.
En aquel momento mi corazón volvió a quebrarse. Verle
emocionado e ilusionado con otra chica, hizo que perdiera
todas mis esperanzas con él.
Arranqué la camioneta y puse rumbo al aeropuerto. Durante
el camino empezó a contarme cosas que vivieron juntos, las
cuales no eran muy relevantes, pero él decía que fueron muy
bonitas.
La describió físicamente e psíquicamente: rubia, ojos
azules, un poco más alta que yo, con una linda sonrisa, pecosa
y extremadamente pálida. Era amistosa, comprensiva,
divertida y demás cualidades, las cuales dejé pasar por alto
debido a que me adentré en mis pensamientos y en la
carretera.
Al llegar al aeropuerto, él se bajó primero y le imité. Cogió
mi muñeca y después de ponerle la alarma al coche, me
arrastró por los pasillos de este, llamando la atención de
muchas personas.
— ¡Un poco más lento, Jack! —Golpeé su brazo con mi
puño, pero él pareció ignorarme.
Los pasillos se hacían cada vez más largos y Jake
aumentaba la velocidad poco a poco para que sus piernas
cedieran. Entramos a la zona de vuelos nacionales y nos
encaminamos a la sala número diecisiete, donde estaba
Jennifer esperando su vuelo.
«¿Debería ir con él? No, no, no. Mejor me quedo fuera».
—Jake, debo ir al baño. Ve a despedirte.
Él quita su mano de mi muñeca y me dio un leve
asentimiento preguntándome si estaba segura, se lo devolví. Él
sonrió ampliamente y se acercó para besar mi mejilla repetidas
veces.
—Gracias, Lu. En serio.
Se dio la vuelta sobre sus talones y lo vi ingresar a la sala.
Caminé hacia una esquina buscando el ángulo perfecto para
poder verlo. Él la buscó con la mirada y, al parecer, la
encontró, porque la sonrisa que tenía en su rostro no hizo más
que ensancharse.
Caminó hacia delante y una chica rubia, tal como la
describió, se sorprendió al verlo y corrió hacia él para
abrazarlo.
Ambos se dijeron un par de cosas, y segundos después,
Jackson la besó.
Mi corazón se estrujó y se rompió ante aquella escena,
provocando que cerrase los ojos de golpe y los apretase con
todas las fuerzas de las que mis párpados disponían. Sentía
como si tuviera mil cuchillos clavados en el cuerpo una y otra
vez sin piedad alguna.
«Karma».
Karma por haberlo traicionado hace cuatro años con mi
mejor amigo, dos veces. Si así se sintió él al enterarse, creo
que lo merecía. Aquello y muchas cosas más.
Lentamente una lágrima se deslizó por mi rostro y, de
inmediato, un escalofrío me recorrió el cuerpo seguido de un
cosquilleo en la garganta dándole paso a un nudo.
Sequé dicha lágrima con el dorso de la mano y, sin dudarlo,
puse rumbo al baño, con pasos rápidos y firmes.
La presión que sentía en mi pecho me hizo quedarme sin
aire. Esa presión quería ser liberada.
Justo en el momento en que me metí en uno de los
cubículos que había libre, mis emociones explotaron, abriendo
el grifo de mi corazón, abriendo la herida que aquella escena
produjo en mi interior.
Me recosté sobre la puerta y ahogué un sollozo con mi
mano.
Todas mis esperanzas con Jake habían muerto en el
momento en que la había mencionado. No sé cuánto tiempo
pasó, pero abrí los ojos en el momento en que sentí mis jeans
vibrar. Saqué el móvil del bolsillo trasero y la pantalla mostró
una foto de Jake.
Resoplé y contesté la llamada.
—Lu, ¿ya saliste del baño? Llevo diez minutos esperándote
en la puerta.
Fruncí el ceño. ¿Cuánto tiempo estuve allí llorando? Abrí la
puerta del cubículo y me dirijí al lavamanos, donde lavé mi
rostro con agua y empecé a pestañear rápidamente para que no
se notaran mis ojos hinchados, pero era imposible. Cogí varios
trozos de papel y me lo sequé rápidamente.
—Ya salgo, es que estaba solucionado una cosa.
—Vale, vale. Te espero
De mi pequeño bolso saqué el polvo compacto y me
apliqué un poco en el rostro, pero no. No se iba la hinchazón.
Resoplé y decidí mandar todo a la mierda. Deseché el papel
en el cubo de la basura y salí del baño. Visualicé a Jake de
inmediato. Me observó extrañado, me encojí de hombros y se
acercó a mí.
Me envolvió en sus brazos y sentí mis ojos picar debido a la
necesidad que tenía de llorar.
***
— ¿Quieres ir mañana a tomar un helado? —me preguntó
Jake cuando aparqué fuera de su casa.
— ¿Eh?
—Un helado, Luce. Eso que es muy frío, cremoso y
demasiado increíble. —Lo fulminé con la mirada y reímos. —
Papá me ha comprado un coche con el dinero que tengo en la
cuenta de ahorros, hoy practicaré un poco con él y he pensado
“¿Por qué no le pregunto a Lucinda si quiere ir conmigo a por
un helado?” Y bueno, aquí estoy.
— ¿Jennifer se enfadará?
—No es celosa, además aún no es mi novia. Pienso
pedírselo la semana que viene, cuando venga nuevamente.
Asentí lentamente y forcé una sonrisa.
—Vale. Entonces vamos a por un helado —acepté.
—Mañana, a las 4:00 p.m. —Me depositó un beso en la
mejilla.
— ¿Debo ponerme guapa? —bromeé. —Tal vez ir al salón
para arreglarme, ¿no?
—Qué fresa eres, Shelley.
«¿Cómo se respira? Necesito aire».
“Fresa”.
Diez minutos después llegué a mi casa, aparqué el coche en
el garaje y entré dentro rápidamente.
En el salón estaban mis sobrinos junto con Matthew
jugando a la Wii.
Cerré la puerta y seis ojos se posaron sobre mi cuerpo.
Unos gritos agudos de felicidad retumbaron y les sonreí
ampliamente.
Los tres pequeños corrieron hacia mí y me rodearon en un
abrazo grupal.
— ¡Mis amores! ¿Cómo están mis niños favoritos?
— ¡Bien! —Respondieron al unísono.
—Tía, mira, se me ha caído un diente. —Jeremy abrió su
boca y me mostró el lugar donde solía estar su colmillo.
—Eso significa que ya eres un niño grande. —Despeiné su
cabello y él sonrió.
—¿Escuchaste eso, Lexie?
—No discutáis. —Los señalé. — ¿Queréis hacer un pastel?
Tengo una nueva receta.
Los niños asintieron efusivamente y corrieron rumbo a sus
habitaciones para ponerse una ropa más cómoda.
Suspiré y cerré los ojos durante unos segundos.
—Bien, Luce. Todo estará muy bien. Solo tienes que ser
fuerte un poco más —me dije mientras caminaba hacia el sofá
del salón. —, no te des por vencida.
«Tengo una semana, una semana en la que puedo hacer
cambiar de parecer a Jackson».
Entonces, tuve una idea, probablemente la mejor hasta el
momento.
Un rato después, me encontraba con los niños haciendo la
mezcla para el pastel, tratando de despejar mi cabeza de
aquellos pensamientos en los que Jackson era el protagonista.
Me sentía extraña al saber que era feliz con alguien más.
Dolía ver a la persona que amaba sonreir a causa de otra chica
que no era yo. Justo cuando sentía que por fin nuestro amor
iba a triunfar, apareció esa chica y cada día perdía las
esperanzas.
—No toquéis el horno, niños. No queremos hacernos.
Estábamos arrodillados frente al horno y juntos metimos los
tres moldes de pasteles que hicimos. Ellos sonrieron con
satisfacción.
—Ahora —suspiré. —, lavaos las manos en el fregadero,
sentaos en los taburetes y bebeos vuestros jugos de uva, ¿vale?
Ellos asintieron y de inmediato fueron hacia el fregadero a
lavarse las manos.
Abro el refrigerador y de este saqué un cartón con jugo de
uva y lo vertí en tres vasos de porcelana. Los cogí y los
coloqué sobre la mesa de la cocina.
—Vengo en cinco minutos para revisar el pastel.
Dejé el delantal sobre la mesa y salí de la cocina rumbo al
salón para coger mi teléfono, el cual estaba en el bolso sobre el
sofá. Cuando lo tuve entre mis manos le marqué a Caroline.
Después de cinco tonos contestó.
—Hola, Lu.
—Jackson le va a pedir a su ex novia que sea su novia el fin
de semana que viene y yo no sabía que él tuvo una novia en
Michigan.
Las palabras salieron de mi boca a una velocidad
sorprendente. Realmente necesitaba sacar la presión de mi
pecho.
— ¿Eh? No te he escuchado bien.
— ¿Crees que sería una bena idea seguir con el plan
mientras él está pensando en otra chica?
— ¿De qué demonios hablas?
— ¿Sabes qué? Seguiré con el plan, tengo una semana
antes de que la chica vuelva. Sabía que podías ayudarme.
Adiós, Caro.
— ¿De nada?
Colgué.
Al día siguiente iríamos a tomar un helado a la nueva plaza
que inauguraron hacía un par de días cerca del edificio donde
vivía Caroline. Era un sitio muy lindo y se pasaba un rato
agradable en él. Tal vez podiera lanzarle pequeñas indirectas
respecto a mis sentimientos hacia él.
Tal vez eso pudiera funcionar.
Regresé a la cocina y verifiqué que el pastel estuviera en
buenas condiciones.
***
— ¡Está muy rico! —exclamó Lexie para después darle
otro bocado al pastel.
—Me alegra que os guste. Id a ver televisión en el salón
mientras esperáis a Katherine y a papá, ¿vale?
Ellos asintieron y se fueron de la cocina con sus pequeños
platos redondos.
Me acerqué al mini bar que tenía papá en una esquina y
cogí la primera botella que vi: una llamada NUVO, la cual era
color rosa. Esperaba que no hubiera sido cara, porque pensaba
bebérmela.
Cogí una taza en la que solía beber café y me dirijí a mi
habitación a toda velocidad.
Tal vez podía parecer un poco extremo beber para olvidar
los problemas que me martilleaban la cabeza, pero había
momentos en los cuales necesitaba un instante de tranquilidad.
Giré el pomo de la puerta y entré a la habitación. Encendí la
luz, cerré la puerta y me encaminé hacia el escritorio, donde
estaban los altavoces que llevé a la cita que tuve con Jake.
Conecté mi móvil a ellos y le di play a la lista de
reproducción.
Una suave melodía invadió mis oídos y de inmediato la
reconocí. Sad song, de We The Kings, la solía tocar hacía
mucho tiempo en el piano.
Destapé la botella de NUVO y vertí un poco en la taza.
“Tú y yo, somos como fuegos artificiales y sinfonías que
explotan en el cielo. Contigo me siento viva, como si todas las
piezas perdidas de mi corazón finalmente se unieran. Así que,
para el tiempo justo aquí a la luz de la luna, porque no quiero
volver a cerrar mis ojos…”
Bebí el contenido de la taza y sentí el líquido arder en mi
garganta.
“Sin ti, me siento rota, como si fuera la mitad de todo. Sin
ti, no tengo una mano que sostener. Sin ti, me siento
destrozada, como una vela en la tormenta. Sin ti, soy tan sólo
una canción triste…”
Las palabras de la canción tocaron cada fibra de mi ser,
haciéndome sentir como ella. Como una canción triste, que
anhelaba a la persona que amaba, que quería a esa persona
devuelta y, aquello era justo lo que quería, quería que Jackson
volviera, que mi Jakie volviera.
“Contigo, soy un hermoso desastre, es como si
estuviéramos juntos de la mano con nuestros miedos al borde.
Así que detén el tiempo justo aquí a la luz de la luna, por
quiero no quiero volver a cerrar los ojos.”
No quería cerrar los ojos, pero lo hice. Y, en ese momento,
los recuerdos invadieron mi memoria, todos aquellos
hermosos momentos que vivimos juntos, pese a la distancia,
pese al tiempo, a los obstáculos… Mi rostro sonriente apareció
en un recuerdo. Jake corría tras de mí en el jardín trasero de
casa. Ese día estábamos bañando a Zeus y a Alaska, y de la
nada empezamos a jugar como niños pequeños.
¿Por qué no podíamos volver a eso? Disfrutábamos de la
compañía del otro sin dolor alguno, sin tristeza alguna.
Bebí una segunda vez directamente de la botella e ignoré el
ardor que producía la bebida en mi garganta.
Era como una poción mágica que te hacía revivir el pasado.
Pero también el presente.
Cuando estaba en Michigan tuve una novia llamada
Jennifer, ella vino de visita hace una semana y no sé…Creo
que me he vuelto a enamorar de ella.
El duro presente, que no hacía más que clavarme cuchillos
en el corazón.
Ya llevaba más de media botella y empezaba a sentir los
efectos del alcohol. Prácticamente estaba en una fiesta, a
diferencia de que aquella vez estaba sola en mi habitación.
La voz de Ed Sheeran invadió la habitación con la canción
Drunk, qué oportuno.
Bebí un poco de la botella y solté un grito ahogado en
medio de una risa. Me levanté de la cama y empecé a bailar al
ritmo de la canción, la cual era de todo menos bailable.
—Maybe I’ll get drunk again, I’ll be drunk again, I’ll be
drunk again to feel a little Jaake.
Cambié la letra de la canción y me reí de ello. Destapé la
botella y arrojé la tapa a algún lugar de mi habitación, le di un
trago seguido de otro y otro.
—Open bottle of beer but never champagne, to applaud you
with the sound that my hands Make.
Me dejé caer en el suelo mientras me carcajeaba sin razón
alguna. Pero, a los pocos segundos, esa risa se transformó en
llanto, para de esa forma sacar la amargura de mi corazón.
La escena del aeropuerto, donde Jake besaba a Jennifer
apareció en mi memoria, haciendo que lanzase un sollozo
desgarrado desde mi garganta. Golpeé el piso con mis
pequeños puños y de inmediato un recuerdo invadió mi
cabeza.
“Ésta es la última carta que te escribo.
Llegué la conclusión de que escribirte diariamente me
impide volver a empezar. Tal vez lo que te escriba es corto,
pero es muy significativo para mí.
Me marcharé de las redes sociales y cambiaré de número.
Lo hago por mi bien y tal vez por el tuyo, si es que aún me
amas.
Yo a ti te sigo amando como el primer día y no puedo
seguir soportándolo.
Con amor,
Jake.”
Me llevé la carta al pecho y jadeñe entrecortadamente para
luego romperme en llanto y caer en el suelo mientras me
lamentaba por mis actos.
Ahí estaba yo, llorando sin consuelo alguno, dando por
terminada la hermosa relación con Jake.
Fin del flashback.
El dolor era el mismo, incluso peor.
Las lágrimas salían sin parar de mis ojos y mi respiración
entrecortada seguía allí.
Sollozo tras sollozo.
Bebí nuevamente de la botella.
La puerta de mi habitación se abrió, dejando ver a un
Daniel sorprendido.
—You watch me bleed ultil I can’t breart, I’m Shaking. —
Me carcajeé estruendosamente.
—Lucinda Shelley Clause. —Se acercó a mí y me arrebató
la botella.
— ¿Te has dado cuenta de lo guapo que eres? —Toqué su
mejilla con mi dedo índice.
— ¿Qué es lo que te ocurre a ti? —Frunció el ceño. —Estás
horrible.
—Oh, gracias —ironicé.
Me cogió en brazos mientras yo empecé a tararear la
melodía de una marcha nupcial.
—Estás practicando conmigo para cuando te cases con
Marie. —Lo señalé.
—Venía justo a hablar de la boda. —Puso los ojos en
blanco y me dejó sobre la cama. —¿Por qué has bebido?
—Porque nada tiene sentido hoy.
Me deshice de mis vans y levanté mis brazos para que
Daniel me ayudase a quitarme la blusa.
— ¡No quiero verte! —chilló como un niño pequeño.
—Cierra los ojos, inepto.
Me quitó la blusa y de inmediato me cubrí con las sábanas.
—Duerme un poco, por favor. —Se arrodilló frente a mí y
asentí. — ¿Por qué has bebido?
Me incorporé para darle la espalda, pero el parece no quería
marcharse.
—Porque Jake tiene novia, y no soy yo —escupí con rabia
y rencor.
Él suspiró. Me dio un leve golpe en la espalda y me corrí un
poco hacia la derecha para darle un poco de espacio. Él se
acostó y me rodeó en un abrazo.
—Él te quiere—afirmó. —No te des por vencida.
—Es que me duele, y siento que poco a poco voy perdiendo
fuerzas.
Él me abrazó más fuerte.
—Los Shelley somos muy fuertes, Luce. Todo lo que
hemos vivido juntos ha creado una coraza sobre tu espalda y
no debes dejarla romper. —Susurró.
—Lo amo, ¿sabes? —Él asintió.
—Lo tengo muy claro… Oye, no me habías contado lo de
Disney World.
Empecé a reír de la nada y él se unió a mí, haciendo que
todo me resultara más gracioso.
— ¿Quién te lo dijo? —Negué lentamente con la cabeza. —
No me vayas a regañar, tú lo haces con Marie casi todos los
días… Además, el sexo es algo normal, ¿no?
— ¿Sexo? —se sobresaltó. —Me refería a la sorpresa que
te dio… ¿Tuviste relaciones con él, Lucinda?
Me aferré a la almohada. Su voz me resultaba fastidiosa en
ese momento.
—Joder, has crecido —dijo en un murmuro.
Se levantó de la cama y salió de la habitación.
Quise matar a la persona que se lo hubiera contado. Se
suponía que debía ser algo privado, pero al parecer ya lo
sabían hasta en Japón.
***
—Buenos días —saludó Daniel. — ¿De uno a diez cuánto
de mala te sientes?
—Once. —Fruncí el ceño.
Me pasó una caja de pastillas y un vaso de agua que estaba
a su lado.
—Iba a llevártelos, pero ya que estás aquí. —Se encogió de
hombros. — ¿Quieres desayunar algo?
—Quiero café.
Tragué la pastilla con un sorbo de agua y dejé el vaso sobre
la mesa.
El timbre de la casa sonó y Daniel sirvió un poco de café en
una taza color verde.
—No vuelvas a beber de la forma en la que lo hiciste. —
Me señaló con el índice. —Y más si es por un hombre.
—Un hombre que amo —le dije mientras lo miraba
fijamente a los ojos. —Estoy enamorada de él y no puedo
hacer nada. Me duele verlo con otra persona, solo quería un
momento de paz.
—Beber no es la solución a nuestros problemas, Luce.
La voz de Jake retumbaba en mi cabeza y me giré
sobresaltada. Él llevaba una rosa color roja en su mano.
—Te apuesto a que ese chico también te ama. —Se acercó a
mí y depositó un beso en mi mejilla derecha. —Te he traído
esta rosa para agradecerte todo lo que has hecho por mí, a
parte de que saldremos hoy.
Me la entregó y la cogí. Nuestros ojos se encontraros y le
regalé una tímida sonrisa.
—Necesito que hablemos de una cosa, Luce —susurró en
mi oído y asentí.
Me levanté de la silla y cogí la taza de café. Caminé junto
con Jake hacia el jardín trasero, donde tomamos asiento en una
de las tumbonas que estaban al rededor de la piscina.
— ¿Qué sucede? —le di un sorbo a mi café.
—Encontré esto. —Sacó de su bolsillo un papel y me lo
entregó. —No sé si es coincidencia o qué.
Lo desdoblé y empecé a leer.
“Agosto, 25, 2015
Han pasado cinco meses desde que mi relación con Lucinda
terminó. Aún la amo, y siento que nadie va a sanar lo que
siento por ella.
Lucinda Shelley Clause, la chica que me robó miles de
noches, mañanas, suspiros y demás cosas. Haciendo de nuestra
relación la más hermosa.
La amo tanto que me duele.
Jackson.”
Ahogué un grito y miré el papel algo sorprendida. Aquel
papel era de hace mucho tiempo e hizo que reviviera
emociones.
—Esto es…—titubeé y empecé a mirar a todos lados para
buscar una idea. —No sé.
— ¿No sabes? —Enarcó una ceja. —Estás nerviosa. Dime
la verdad. ¿Tú y yo fuimos novios?
Me quedé sin habla.
No pude emitir palabra alguna debido al shock que sus
palabras representaban. ¿Había recordado o me estaba
tomando el pelo?
—Estoy esperando una respuesta, Lucinda —me dijo.
Cerré los ojos con fuerza. Decirle la verdad sería duro,
debido a que él sentía amor hacia otra chica y decirle la verdad
sería presionarlo a recordar. Así que no.
—No, no fuimos novios. —Mentí. —Esa carta que ves ahí,
es parte de una tarea de Literatura que tuvimos hace mucho
tiempo.
— ¿De literatura?
—Sí, tuvimos que hacer una obra de teatro y esa carta era
parte de ella.
Él asintió, aunque no muy convencido de mis palabras. Sin
embargo, se abstuvo de decir algo para contradecirme.
—Sé que tengo amnesia.
Lo miré.
—He visto mi historial médico en el hospital y creo que es
algo lógico, debido a que no recuerdo a mi hermana menor. —
Mordió su labio inferior. —Voy a descubrir qué me escondéis.
—Nadie te esconde nada.
—Pues así lo siento.
Eso fue una indirecta, ¿verdad?
—Vale…
—Vengo por ti a las 4:00. —Besó mi mejilla y salí del
jardín a toda prisa.
Solté un suspiro cargado de pesar. Justo en aquel momento,
cuando las cosas marchaban mal, se pusieron peor.
«¿Por qué el mundo conspira en mi contra?»
La cabeza me dolía, sentía como mil taladros activos en mi
cabeza. Nunca había tenido una resaca tan fuerte.
***
—Entonces, la “m” con la “a”, ¿cómo se lee? —le pregunté
a Jeremy.
—Ma.
— ¡Muy bien! Ahora, ¿qué pone aquí? —Señalé la pequeña
pizarra que había en su habitación.
—Mi mamá me mima —dijo tomándose su tiempo.
Me observó dubitativo y asentí sonriéndole.
—Ya verás. Cuando entres a la escuela, serás el niño más
inteligente de la clase.
— ¿Y Lexie? —Frunció el ceño. —Ella ya sabe leer.
—Porque ella no era caprichosa, ¿recuerdas? Le dijiste
cosas feas a tu mamá. —Suspiré. —Ella le enseñó a Lexie.
—Yo quiero a mi mamá.
—Lo sé, cariño, lo sé. Pero debes saber que ella tiene
sentimientos como tú y le duele cuando eres grosero. —
Acaricié su cabello.
—Es que… ¿Por qué no vivimos con papá? Él nos quiere
muchísimo y mamá también, ¿por qué no vivimos los cuatros
juntos, como las familias normales? —Agachó la cabeza y su
labio tembló anunciando el llanto.
Mi corazón se arrugó debido a su dolor. De una forma u
otra, entendiía lo que sentía, era difícil vivir con padres
separados.
—Papá y mamá se quieren, tía. Los he visto dándose
besitos, como tío Daniel y tía Marie.
—Es difícil, Jeremy. Solamente hay que esperar y el tiempo
os dará respuestas.
— ¿Crees que están juntos? Quiero ir al parque con los dos,
al cine, a las ferias. Como las familias de mis compañeros de
clases.
—Tal vez en un futuro.
Bajamos las escaleras hacia la primera planta, él se sentó el
el sofá y yo fui a por unas patatas fritas con una soda para
darle de merienda.La puerta principal se abrió dejando ver el
cuerpo de Daniel y, detrás de él, Jake, quien estaba hablando
con él. Daniel me dio un leve asentimiento en forma de saludo
y se lo devolví. Jake no me dijo nada y siguió de largo al salón
de estudio con mi hermano. ¿Qué se traían entre manos? Miré
el reloj y este marcaba las 3:47 p.m, ¿se cancelaría nuestra
salida? Fruncí el ceño y me acerqué a Jeremy para darle su
merienda.Katherine me había dejado a cargo de mi sobrino
mientras ella iba al dentista con Lexie y de paso iban al salón
de belleza para una tarde de chicas. Y, al día siguiente, sería el
día de Jeremy con mi hermana, en el que harían las cosas que
a mi sobrino más le apetecieran. Me hubiera gustado tener una
madre así.
Al cabo de varios minutos apareció Jackson en el salón con
un cuaderno en sus manos, lo guardó en su mochila y se
acercó a mí sonriente.
— ¿Nos vamos?
Asentí. Cogí mi celular, lo guardé en el bolsillo trasero de
mis jeans y salí tras él. Cerré la puerta principal y nos
encaminamos a su nuevo coche, el cual era un modelo algo
antiguo, pero muy bonito. Me abrió la puerta del copiloto y
entré, rodeó el vehículo y se subió al asiento del piloto.
—Seré profesor, ¿qué te parece? —Me codeó y reí. —Me
tendrás en tu casa todos los días, Daniel me ha contratado para
que le enseñe matemáticas a tus sobrinos y a tu hermano.—
¿No eras pésimo en matemáticas?
—Mis padres me pusieron un tutor en Michigan, iba a
suspender otro año de lo contrario. —Se encogió de hombros.
—Ahora soy un experto.
—A ver, ¿dos mas dos?
—Ay Lucinda, la respuesta es obvia. —Puso los ojos en
blanco. —Pez.
—Idiota. —Le di un leve golpe en el hombro mientras me
reía.
—Te he hecho reír. —Me señaló.
—Vale, vale.
Tomamos rumbo al lugar al que iríamos a comer helado y
durante el trayecto noté cómo me lanzaba miradas de vez en
cuando y sabía que empezaba a sospechar. No quería que se
enterara de que le había estado mintiendo desde que despertó,
por lo que preferí evadir cada pregunta que me hiciera a partir
de aquel momento respecto a ese tema.
***
—Odio las pasas —comenté al momento de ver el helado
de Jake.
— ¿Por qué? Están muy ricas.
—Son como pequeños ancianos, ¿no te da lástima?
—Qué asco, Lu. —Empezó a reirse y le imité. —Ya no
quiero mi helado.
—Nena. —Le saqué la lengua y él enarcó una ceja.
—Soy de todo menos una nena. —Mordió su labio inferior
y luego se carcajeó. — ¿Qué tal mi intento de sonar seductor?
¿Funcionó?
«Claro que sí».
—Para nada, me diste sueño, chico. —Finjí un bostezo y él
me miró de forma fulminante.
—Dame de tu helado.
Le ofrecí el cono y él lo cogió para darle una pequeña
mordida.
—Joder. —Posó su mano izquierda sobre su sien, me pasó
el helado y posó la otra mano en su otra sien. —Se me ha
enfriado el cerebro.
—Por hambriento.
— ¿Debería comerme todo el helado a la vez a ver si
recuerdo nuevamente? O no sé, tal vez recibir un fuerte golpe.
—Ni se te ocurra, Jackson. —Negué de inmediato. —
Podrías causar un hematoma o daños irreversibles.
—Vaya, la doctora Shelley debe hacerme un diagnóstico.
—Estoy hablando en serio. No cometas una locura por
hacer que la amnesia se vaya, puedes empeorarla. —Posé mi
mano en su antebrazo. —Con el paso del tiempo empezarás a
recordar.
— ¿Por qué estás tan segura de ello? Escúchame, Lucinda.
—Pasó su lengua por sus labios y nuestros ojos se
encontraron. —Necesito respuestas de muchas cosas que me
están consternando, y sé que de ti no las encontraré. Porque
nos acabamos de conocer. O eso dices…
Lo último lo dijo en un susurro poco audible y preferí fingir
no haberlo escuchado.
—Las tendrás, trata de hacerlo. Esfuérzate un poco por
recordar. —Apreté su antebrazo.
—Lo único que he logrado recordar es un ordenador,
Lucinda. Yo estaba en Michigan con un portátil en mis
piernas, eso es todo. Recuerdos vagos…
—Tal vez esa sea una respuesta. —Me encojí de hombros.
—Tan solo han pasado tres semanas, el sábado hará un mes
desde que te dieron de alta. Hay que esperar un poco.
—Esto apesta, me siento como un niño buscando su juguete
perdido en el fondo del lago. Es como buscar una aguja en un
pajar, Lucinda. —Me observó fijamente otra vez. —Necesito
que me ayudes a recordar. Tal vez no tuve que ver mi historial
médico, pero soy muy curioso, y no sabes la sorpresa que me
llevé cuando leí que desperté con amnesia. Aunque, fue allí
cuando muchas cosas tuvieron sentido.
Capítulo 44
Entré en el consultorio del neurólogo, con el fin de asistir a
la última cita del mes. Tomé asiento en una de las sillas que
estaban frente a la mesa y me dispuse a esperarlo. Observé mi
alrededor: monotonía. Eso es lo que gritaban las paredes,
colores que no salían de la gama de los fríos, lo único cálido
era mi camisa, la cual era verde. Solté un suspiro cargado de
pesar y opté por sacar mi teléfono para entablar una
conversación con Tristán y terminar de acordar los planes para
el fin de semana. Me detuve al momento de ver que en el
escritorio del doctor estaba mi historial médico. La curiosidad
mató al gato.Estiré mi brazo y cogí la ficha, la abrí y empecé a
leerla. Año 2014, 2017, 2018 y 2019.
“El paciente ingresa con herida de bala en el abdomen, la
cual impacta cerca del hígado provocando una hemorragia
interna. Es llevado a cirugía para detenerla, donde se presentan
problemas cardíacos de los cuales se le reanima. El paciente
fallece durante treinta segundos. Luego de una carga de 360,
se recupera el ritmo cardíaco. Sale de cirugía y permanece en
UCI durante un mes, en un estado de coma. El paciente se
despierta con amnesia…”
«¿Estuve muerto? ¿Amnesia? ¿Esto es una broma de mal
gusto? Definitivamente no debí leer la ficha». Mi cabeza
empezó a maquinar hipótesis de lo sucedido, dejándome con
muchos espacios en blanco en mi cabeza. Los sucesos de hace
un mes empezaron a pasar a cámara lenta.
Lucinda, fue lo primero que empañó mi mente.
Ella corrió con una enorme sonrisa hacia la camilla y me
envolvió en un fuerte abrazo, dejándome realmente extrañado.
Su rostro me resultaba un poco familiar, pero segurramente
sería de haberla visto en la calle o en algún otro lugar.Cuando
le pregunté quién era, simplemente huyó de la habitación
dejándome aún más desconcertado de lo que ya estaba.
Después estaba el tema de mi hermana menor que, por
casualidad, también se llama Lucinda. Cuando me visitó
tampoco la reconocí.
Y aquella chica, Holly, estaba casi seguro de haberla visto
en alguna fiesta o algo parecido.
Mi cabeza era como un terreno lleno de pequeñas lagunas,
pequeños agujeros. Simplemente había piezas que no
encajaban.
Daniel se ofreció a recogerme del hospital, con el fin de
hacerme una propuesta. Durante el trayecto, hablamos de su
boda, de cuán emocionado estaba por casarse con la mujer que
más amaba en el mundo. Sonreí al verle tan enamorado. Cerré
los ojos unos segundos y respiré profundamente.
—Hey, ¿cómo te va? —Pregunté sentado en el sofá
observando la laptop que tengo en mis piernas. — ¿Todo en
orden?
«Abro los ojos del golpe».
Estaba en el coche con Daniel, era un hecho. Esperaba que
hubiera sido un recuerdo, porque si era así, eran buenas
señales de que la amnesia se estaba marchando.
Era extraño saber que tenía amnesia. Por lo general, los
doctores recomendaban no informarme sobre dicha
“enfermedad”. Pero, sin embargo, yo fui curioso y no pude
evitar leer y ver ciertas cosas.
Llegamos a casa y entramos de inmediato, con el fin de
entablar una conversación en privado en el salón de estudio.
Lucinda estaba en la entrada de la cocina, con unas patatas
fritas y un vaso de Power rangers. Era inevitable verla y no
sentir que me ocultaba algo. Era como una corazonada que me
martirizaba la cabeza. Daniel le dio un leve asentimiento y ella
lo imitó. Preferí seguir de largo e ignorarla por un
momento. Entramos al salón de estudio y de inmediato
tomamos asiento en una mesa de seis puestos. Daniel me
extendió un cuaderno y sonrió a medias.
—Tus padres me han dicho que estás planeando buscar
empleo.
Asentí dándole la razón.
—También me han comentado que tus dos últimos años en
la escuela fueron los mejores de esta. Por lo tanto, quiero
proponerte que seas el tutor de Jeremy, Lexie y Matthew. —
Hizo una pausa. —No es que tengan problemas de aprendizaje
o algo parecido, simplemente queremos que estén más
adelantados que sus compañeros y así poder ocupar los
primeros puestos.
— ¿Ya saben leer, sumar y eso? —Me incorporé en la silla
para acomodarme.
—Todos excepto Jeremy, quien está aprendiendo a leer con
Lucinda. —Sonrió. — ¿Qué dices?
—Suena tentadora la idea. —Bromeé y él rio.
— ¿Qué te parece ciento cincuenta dólares semanales? —
Enarcó una ceja e imité su acción. — ¿Muy poco?
—No. —Negué de inmediato. —Está perfecto.
— ¿Aceptas?
—Por supuesto.
—Entonces empiezas mañana. Los niños empiezan las
clases a mediados de agosto, por lo tanto, quiero que estudien
por la mañana para que se diviertan por la tarde. —Apretó sus
labios y me observó.
Me encojí de hombros.
—Por mi no hay problema alguno.
—Te envío un mensaje para confirmarte la hora, ¿vale?
Asentí.
— ¿Para qué el cuaderno? —Fruncí el ceño.
—Para que prepares tus clases, profesor Lancaster.
Me carcajeé y él imitó mi acción.
—Bueno, voy a tomar un helado con Lucinda, no te
molesta, ¿verdad?
—Para nada. —Negó. —Divertíos.
Salí del salón de estudio y me encaminé al salón. Ella
estaba sentada en el sofá, concentrada en la televisión y con el
ceño levemente fruncido. Ella se dio la vuelta y cruzamos
nuestras miradas.
— ¿Nos vamos?
Sonrió y asintió.
***
—Odio las pasas —comentó al momento de ver mi helado.
— ¿Por qué? Están muy ricas.
—Son como pequeños ancianos, ¿no te da lástima?
—Qué asco, Lu. —Empecé a reír y me imitó. —Ya no
quiero mi helado.
—Nena. —Me sacó la lengua y enarcó una ceja.
—Soy de todo menos una nena. —Mordí mi labio inferior y
luego me carcajeé. — ¿Qué tal mi intento de sonar seductor?
¿Funcionó?
—Para nada, me diste sueño, chico. —Fingió un bostezo y
la miré de forma fulminante.
—Dame de tu helado.
Me ofreció su cono y le di una pequeña mordida.
—Joder. —Posé mi mano izquierda sobre la sien, le pasé el
helado y posé la otra mano en la otra sien. —Se me ha
enfriado el cerebro.
—Por hambriento.
— ¿Debería comerme todo el helado a la vez a ver si
recuerdo nuevamente? O no sé, tal vez recibir un fuerte golpe.
—Ni se te ocurra, Jackson. —Negué de inmediato. —
Podrías causar un hematoma o daños irreversibles.
—La doctora Shelley debe hacerme un diagnóstico.
—Estoy hablando en serio. No cometas una locura por
hacer que la amnesia se vaya, puedes empeorarla. —Posó su
mano en mi antebrazo. —Con el paso del tiempo empezarás a
recordar.
— ¿Por qué estás tan segura de ello? Escúchame, Lucinda.
—Paso la lengua por mis labios y nuestras miradas se
encontraron. —Necesito respuestas de muchas cosas que me
están consternando, y sé que de ti no las encontraré. Porque
nos acabamos de conocer. O eso dices…
Lo último lo dije en un susurro poco audible para que ella
no escuchara.
—Las tendrás, trata de hacerlo. Esfuérzate un poco por
recordar. —Apretó mi antebrazo.
—Lo único que he logrado recordar es un ordenador,
Lucinda. Yo estando en Michigan con un portátil en mis
piernas, eso es todo. Recuerdos vagos…
—Tal vez esa sea una respuesta. —Se encogió de hombros.
—Tan solo han pasado tres semanas, el sábado hará un mes
desde que te dieron de alta. Hay que esperar un poco.
—Esto apesta, me siento como un niño buscando su juguete
perdido en el fondo del lago. Es como buscar una aguja en un
pajar, Lucinda. —La observé fijamente otra vez. —Necesito
que me ayudes a recordar. Tal vez no tuve que ver mi historial
médico, pero soy muy curioso, y no sabes la sorpresa que me
llevé al leer que desperté con amnesia. Aunque, fue allí
cuando muchas cosas tuvieron sentido.
Ella frunció el ceño con curiosidad.
—Necesito que me digas la verdad, Lucinda.
Agachó su mirada y sus ojos empezaron a revolotear por
todo el lugar, pero nunca se detenían sobre los míos.
—No sé de qué hablas.
—Lucinda… Dime, por favor.
Extendí mi mano hacia la suya y la apreté.
—No lo vas a entender. —Sus ojos se aguaron levemente.
Pestañeó un par de veces. —Con el tiempo empezarás a
recordar.
— ¿Por qué no lo voy a entender?
—Porque ni yo las entiendo. Nos acabamos de conocer,
¿no?
Capítulo 45
—Gracias por el helado, Jake. —Le agradecí una vez bajé
del coche.
—No hay de qué. —Sonrió levemente. —Nos vemos
mañana, ¿vale?
Asentí.
Me acerqué a la ventanilla del coche y deposité un beso en
su mejilla. Me di media vuelta y empecé a caminar hacia la
entrada de la casa. En la puerta estaba Caroline con su mascota
esperándome. Ella saludó a Jake y de inmediato entramos.
— ¿Tienes todo listo?
Moví la cabeza de un lado a otro, dudosa.
—Más o menos, tengo un pequeño abrebocas.
—Tienes una semana. —Me recordó.
Una semana era poco tiempo para todo lo que tenía
planeado. Si en aquella semana no lograba conquistarlo, me
daría por vencida y esperaría a que el tiempo hablara por sí
solo.
Zeus empezó a jugar con el perro de Caroline, integrándolo
así a la manada de lobos. Nos dirigimos a mi habitación, y de
inmediato nos pusimos manos a la obra con el cronograma de
actividades.
—Después de la tutoría. —Se encogió de hombros. —Es
una buena idea, piénsalo.
—Debo ser disimulada, Caro. —Fruncí los labios. —No
puedo simplemente decirle que lo amo y ya.
—De poder sí puedes, pero no debes. Contarle todo sería
algo difícil de digerir. —Asentí de acuerdo. — ¿Cuándo es la
boda de Daniel?
—En tres semanas. —Sonreí. —Todo les está quedando
precioso.
—Tres semanas dices, ¿eh? —Se quedó pensativa un rato y
luego sonrió. —Perfecto.
— ¿Perfecto qué?
Caroline negó lentamente mientras se puso de pie y empezó
a caminar de un extremo a otro de la habitación.
Posó su dedo índice y pulgar en la barbilla, hizo una mueca
con la boca y su mirada se perdió en el suelo, absorta en sus
pensamientos.
—Me asustas, amiga.
— ¿Mañana a dónde lo llevarás?
—Al acuario.
Asintió y me señaló.
— ¿El miércoles?
—A la playa. —Sonrió con aprobación.
— ¿El jueves?
—Quedarse en casa viendo películas. —Ella levantó las
cejas.
—Nadie ve las películas, amiga.
Puse los ojos en blanco y resoplé.
—Sigamos.
— ¿El viernes? —Volvió a señalarme y chasqueó los dedos.
—Ir a casa de Holly para la tarde de piscina.
—Ahí lo tienes.
Martes.
Jake estaba sentado en la alfombra del salón junto con mis
sobrinos, quienes estaban aprendiendo a sumar con dos cifras.
Era una escena la cual quería fotografiar y colocar en un
álbum de fotos. Era digna de estar en uno.
Los minutos pasaban y yo no hacía más que mirarlos, además
de estar pendiente de Alaska, quien estaba con fiebre.
—Es todo por hoy, niños. —Ellos gritaron de alegría
haciéndolo sonreír. —Mañana vendré a las ocho también.
Jeremy fue el primero en marcharse, dejando a Lexie
recogiendo los cuadernos y guardándolos en las mochilas de
ambos.
—Déjalos ahí, Lex. —Me levanté. —Yo los recojo.
—Gracias, tía.
La pequeña cogió a su muñeca Lola y puso rumbo a su
habitación. Me acerqué a la alfombra y empecé a recoger los
cuadernos de ambos, apilándolos según el motivo.
— ¿Por qué Jeremy actúa así? —me preguntó Jake.
Resoplé con pesar y me detuve.
—Desde hace tiempo está hablándome de lo mucho que
significaría que sus padres vivieran juntos, como los de todos
sus compañeros. —Me encojí de hombros. —Está creciendo,
casi tiene cinco años. Es obvio que empiece a preguntarse tales
cosas.
—Tienes razón. —Se rascó la barbilla. — ¿Qué dice tu
hermana?
—Ella está yendo lento con Luke, no quiere apresurarse…
Katherine y Luke habían tenido una “relación” de amigos
con beneficios, quienes aparentaban solo tener relaciones y no
tener sentimientos por el otro. Pero eran muy malos
ocultándolo.
—Hey, Jakie —le llamé.
Él levantó el rostro y nuestras miradas se encontraron.
— ¿Tienes algo que hacer ahora mismo?
—No, ¿por qué? —Apretó sus labios y me observó
expectante.
—Conseguí entradas para el acuario, ¿quieres ir?
Me sonrió levamente y sus ojos, por unos segundos, se
perdieron en mí. Se quedó sumergido en su nube de
pensamientos particular. Después de un instante, salió de su
pequeño trance asintió repetidas veces con la cabeza.
—Vale, el acuario es un lugar muy entretenido.
— ¿Te vas así o le pides ropa a Daniel?
Posó toda su atención en su vestimenta y frunció el ceño
con desaprobación.
—Voy a por ropa de Daniel.
Me reí y asentí.
—Voy a tomar la misma dirección, ¿te enseño el camino?
—No seas tonta. —Se carcajeó. —Andando.
***
—Bienvenidos a SeaWorld, tengan un excelente día —nos
dijo uno de los encargados de entretenimiento.
Continuamos nuestro recorrido adentrándonos en el túnel
donde se podían apreciar diversas especies marinas; tales
como tiburones, tortugas, peces con variedad de
características, manta birostris y otras especies las cuales
habitaban en el mar.
—Mira. —Señalé una tortuga. —Se parece a la de Nemo.
— ¿Quieres hacerlo?
— ¿Qué cosa? —Él apretó los dientes y se rio ante mi
pregunta.
— ¡Qué gran onda, chiqui! —Exclamó captando la
atención de casi todos. — Dame esa aleta.
Levantó su mano y chocamos los cinco.
—Choque. —Se puso a medio lado y le imité. Después,
chocamos caderas.
—Suaveee. —Dijimos al mismo tiempo y empezamos a
reir.
—Siempre quise hacer eso.
Retomamos el camino.
—Es muy hermoso todo esto del océano, ¿no crees? —
preguntó y asentí totalmente de acuerdo.
— ¿Sabes? He visto cosas que son aún más hermosas.
Cogí la polaroid que colgaba de mi cuello y apunté hacia
Jake.
—Sonríe.
Él me miró extrañado, pero luego posó para la fotografía, la
cual salió de inmediato. Se la extendí y él la cogió. Empezó a
agitarla para que la tinta secara y pudiera revelar la imagen.
—No salí tan feo, ¿eh? —Rio.
—Esta —señalé la foto. —, es una de las cosas más
hermosas que he visto.
Jake entreabrió los labios, pero los cerró de inmediato
ocultando una risa. Sus mejillas se encendieron de un rojo
carmesí y me sonrió.Seguimos caminando hasta llegar al
espectáculo de ballenas, donde pagamos la entrada y
empezamos a tomar asiento en las gradas.
—Te aseguro que querrás gritar de la emoción al ver el
espectáculo. —Él asintió y me pasó una bolsa con palomitas
de maíz.
—Espero que sea tan bueno como en los vídeos.
—Incluso mejor. —Me llevé un par de palomitas a la boca
y mastiqué. —Cuando las ballenas se sumergen nos
empapamos de agua.
—Pareces una niña pequeña emocionada por su primera
vez en el SeaWorld. —Se burló e hice un puchero. —Eres
adorable cuando haces eso.
Volví a hacerlo y él cerró los ojos con fuerza.
—Parecemos idiotas, Jackson.
—No me importa. —Se encogió de hombros.
—Venir al SeaWorld era una idea de todos los miembros de
Social World, solamente los que vivían en Orlando. —Suspiré.
—Qué tiempos.
— ¿Social World?
Asentí lentamente.
—Me suena.
Miércoles.
—Así que, ¿a la playa?
Enarqué una ceja.
—A la playa. —Afirmé.
— ¿Ahora?
Asentí. Él apretó los labios y suspiró.
—Que más da, andando.
Se levantó de la silla y se dirigió hacia el baño de mi
habitación dejándome sola. Me encojí de hombros, me puse de
pie y fui hacia el armario. Lo abrí y empecé a buscar el outfit
del día, algo cómodo para la playa.
Decidí aguardar unos segundos para esperar a vestirme con la
ropa que había elegido. Abroché los botones del short y
proseguí a quitarme el sostén.
—Lucinda… ¡Wow!
Su rostro se quedó petrificado y lo único que fui capaz de
hacer fue darme la vuelta para cubrir mis pechos.
—Mierda, mierda. Lo siento.
—Jake —lo llamé.
—Dime. —Dio unos pasos hacia mí.
—Entra al baño otra vez, nada de esto ha pasado.
Pasaron unos segundos y finalmente escuché la puerta del
baño abrirse para cerrarse nuevamente.
Solté un suspiro de alivio y no pude evitar reir ante lo que
acaba de ocurrir.
***
—Entonces, básicamente me quieres decir que estás
enamorada de un chico el cual no te corresponde. —Resumió
y le di un leve asentimiento.
—Sí —confirmé.
— ¿Él vive en Australia? —Asentí nuevamente. —Vaya,
¿una relación a distancia?
—No. —Fruncí el ceño. —Él no me corresponde.
—Y si lo hiciera, ¿tendrías una relación a distancia con él?
Pateé una roca que estaba en mi camino. Medité durante
unos segundos y levanté la cabeza para mirarlo directamente a
los ojos.
—Fuimos novios, Jake.
Esperé a que captase la indirecta.
— ¿En serio? Entonces… Él gusta de ti. —Me encojí de
hombros dándole a entender que no lo sabía.
—El tiempo hace que olvides cosas, ¿sabes?
— ¿Estás tratando de decirme algo?
Él me miró expectante. Simplemente negué con la cabeza y
traté de cambiar de tema.
— ¿Te gustan las carreras?
Él me miró dubitativo y finalmente movió su cabeza de
arriba hacia abajo, confirmándolo.
—Hagamos una carrera de aquí hacia la orilla. —Le reté.
Jake apretó sus labios, observó el mar y volvió a posar su
mirada en mí.
— ¿Si gano cuál será mi premio? —Se cruzó de brazos y
enarcó una ceja.
—Todo mi amor —le dije de broma y él soltó una risita.
—A ver, dime.
—Lo que tú quieras, pero que no sea muy caro, ¿eh? —Le
advertí y él volvió a reir. — ¿Si yo gano cuál será mi premio?
Imité su acción poniéndome de brazos cruzados y
enarcando una ceja.
—Un pase VIP para ir directa a mi corazón —susurró
lentamente y luego se carcajeó.
Sentí como poco a poco mi rostro adoptó un tono carmesí,
debido a sus palabras, las cuales de una forma u otra hicieron
que mi corazón diera saltos.
—Hablo en serio.
—Venga —respiró profundamente. —, lo mismo, te
compraré lo que quieras.
—Hecho. —Extendí mi mano y él me imitó.
—Hecho. —Estrechamos nuestras manos.
—En sus marcas, listos… ¡Ya!
Ambos empezamos a correr. Él ya podía hacerlo, lo cual le
hacía muy feliz, ya que no se sentía inútil al estar caminando
con ayuda de muletas. Empecé a correr más rápido, por lo que
me adelanté. Faltaba poco para llegar a la orilla y ganar, pero
de un momento a otro, Jake me cogió por la cintura y me pegó
a su pecho. Debido a la velocidad a la que íbamos, caí sobre
él, y este cayó impactando su cuerpo contra la arena. Antes de
caer, con un ágil movimiento, abracé su cabeza para que no
sufriera de otro golpe.
—Gracias…supongo —murmuró.
Posé mi cabeza sobre su pecho y lentamente nuestras
respiraciones jadeantes volvieron a su ritmo normal.
—No sabes cuán grave es un golpe en la cabeza.
—Tengo amnesia, Lucinda.
Cerré los ojos de golpe al darme cuenta de que fui muy
imprudente con el comentario.
—Lo siento.
—No pasa nada, Lulú. —Posó su brazo en mi espalda y me
abrazó.
***
Jake salió del agua y se acercó trotando hacia mí. Tomó
asiento a mi lado de la toalla, la cual estaba tendida sobre la
arena. El reloj de mi móvil marcó las 17:35, estaba a punto de
atardecer.
—Los atardeceres siempre son más hermosos cuando estás
con las personas que quieres, ¿no crees? —Asentí levemente.
— ¿Eres consiente de que te estoy diciendo que te quiero?
Volví a asentir. Esbocé una sonrisa y recosté mi cabeza
sobre su hombro.
—Yo también te quiero, Jack.
Me envolví con su brazo izquierdo e hice que mi cabeza
quedara apoyada en su pecho.
—Mañana veremos películas en mi casa, ¿de acuerdo? —
pregunté y él asintió repetidas veces.
—Estar contigo es parte de mi rutina diaria desde ahora,
¿eh?
Jueves.
Me desperté debido a las constantes lamidas de mis amigos
peludos, quienes estaban sentados a mi lado mientras movían
la cola y me observaban expectantes.
— ¿Qué carajos? —murmuré.
Ellos se acercaron a mí y de inmediato ladraron de
emoción.
— ¿Cómo están mis pequeños? —Agudicé la voz y los seis
perros comenzaron a aullar para reclamar las caricias.
La puerta de mi habitación se abrió y Jake pareció en el
umbral, venía con una bolsa de plástico que me arrojó. La cogí
al vuelo.
—Compré unas películas… Piratas. Soy tan gamberro. —
Adoptó una pose de chico “malo” y solté una risita. —Buenos
días, bella damisela. Es un placer para mí decirle que usted
luce adorable con pijamas de vacas.
—Já—já —ironicé. — ¿Quién los dejó entrar?
—Yo, debías levantarte de una forma u otra, no había más
remedio que llamar a adorables siberianos y que hicieran su
labor. —Se acercó a la cama y, de inmediato, Toto se acercó a
él y Jake lo acarició lentamente. —Están preciosos. Deberías
regalarme uno.
—Oye, ¿no has pensado en unirte al circo, payaso? —Finjí
seriedad.
—Yo estaba bro—bromeando —tartamudeó.
Solté una risita y él me lanzó una mirada fulminante.
—Yo estaba bro—bromeando —le imité y él me lanzó una
de las tantas almohadas que había sobre mi cama.
—Te odio.
—Eso no te lo puedes creer ni tú mismo, mi querido Jakie.
Viernes.
— ¿Te veo en casa de Holly? —pregunté a través de la
línea.
—Sí, estaré allí como en dos o tres horas, debo hacer algo.
Guardé el protector solar en mi mochila y la cerré.
—Vale, te esperamos allí, Jake.
—Hasta pronto, Lu.—Colgó.
Me colgué la mochila de un hombro y bajé hacia la primera
planta corriendo.
Aquel día iríamos a casa de Holly todos, para disfrutar de una
tarde juntos, debido a que hacía mucho tiempo no
disfrutábamos de una. Cogí las llaves del garaje, que estaban
colgadas en la pared, y subí a la camioneta para ir rumbo a la
casa de Holly, pero primero debía pasar por el supermercado a
por unas sodas y golosinas.Media hora después, retomé el
rumbo hacia la casa de mi amiga rubia. Le di play a la radio y
pulsé el botón para que se reproduciera la memoria USB que
tenía conectada. La primera canción que ambientó el coche
fue Bitch I’m Madonna, una canción que solía escuchar
cuando tenía trece años, la cual le dio apertura a mi año
rebelde en el que me creía una chica mala por dormirme una
hora más tarde.
—We go hard or we go home, we gon do this all night long,
we get freaky if you want, nanana. —Canté el ultimo coro de
la canción y apagué la radio.
Aparqué fuera de la casa de mi amiga y bajé junto con mi
mochila y las bolsas que contenían el montón de golosinas y
las sodas que había comprado. Caminé por el corto sendero
que conducía a la puerta principal, el cual estaba rodeado con
pequeñas piedras color beige acompañadas de flores de
colores. Al llegar, toqué el timbre dos veces y aguardé en la
entrada. Al cabo de unos segundos, la puerta se abrió dejando
ver a Holly junto con su mascota, quien me saludó
alegremente.
— ¿Cómo estás? —Besé su mejilla y me adentré en la casa.
Me descolgué la mochila y la dejé sobre uno de los sofás
que había en la sala de estar.
—Aburrida. —Frunció el ceño. —Tristán se pasa la vida
durmiendo, Lu.
Solté una risita.
—Tristán es un oso invernando cuando duerme, y tú que
eres su novia, deberías saber eso perfectamente.
Ella torció los labios y asintió lentamente.
—Ayúdame a hacer los hot dogs.
Puse cara de asco, mi rubia amiga me volvió a mirar de
manera odiosa y le regalé una sonrisa.
—Sé que detestas cocinar eso, pero te va a tocar.
— ¿Caroline ha dado señales de vida? ¿Myrtle?
—Mimmy está con sus padres haciendo unas compras, dice
que viene un poco antes de anochecer. —Asentí y empezamos
a dirigirnos hacia la cocina. —Y Caro está en camino junto a
Thomas y un amigo de él.
***
— ¡Uno! —exclamé y mostré que solo tenía una carta.
—Me las vas a pagar, niñita linda —me dijo Thomas, y
cogió una carta de la baraja. La observó unos segundos y bufó.
—Paso.
—Te bloqueo el turno, pequeña Holly. —Caroline sacó una
carta y la puso sobre el montón de las demás que estaban sobre
la mesa.
—Te bloqueo, Lucinda. —Holly sacó la misma carta
haciendo copia y pega.
— ¡Já! Te bloqueo el turno Tristán y… —Me levanté
dramáticamente del suelo. — ¡Gané! Soy la reina del Uno.
—Ya no quiero jugar más con ella, nos ha ganado siete
veces—chilló Thomas mientras se ponía de pie.
—Ocho—corrigió su novia, quien lo siguió.
Me encojí de hombros y decidí ir a darme un chapuzón en
la piscina. Me quité la blusa rápidamente al igual que mi short.
— ¡Uy, yo contraté strippers, pero no pensé que llegaran
tan temprano! —exclamó Holly, captando la atención de
todos.
— ¡Idiota!
Mis mejillas estaban encendidas. Con una goma recogí mi
cabello en una cola de caballo alta y entré en el agua.Una
sensación de plenitud recorrió mi cuerpo y no pude evitar
sentirme de maravilla en un instante. Desde muy pequeña
había sentido que el mundo del agua era lo que me pertenecía,
aunque tal vez estaba delirando a esa edad, debido a que
quería ser una sirena para tener un príncipe guapo.
Empecé a nadar al rededor de la piscina en brazadas y otros
estilos, los cuales aprendí hace unos años cuando entrenaba en
la escuela.
No sé cuánto tiempo estuve nadando, pero me vi obligada a
detenerme gracias a una mano, la cual apretó mi brazo. Salí a
la superficie y cogí aire profundamente.
—Parecías un pez, ¿eh?
Abrí los ojos y se toparon con sus hermosos ojos verdes,
los cuales se iluminaban debido al sol.
—Hey —susurré. — ¿Cómo estás?
Él asintió.
—Ven, te ayudo a salir.
Extendió sus manos y me ayudó a salir. Me acerqué a una
de las tumbonas y cogí una toalla azul.
— ¿Dónde estabas?
Él se encogió de hombres.
—Ya lo verás.
Mordí mi labio inferior y caminamos hacia donde estaban
los demás y nos sentamos junto a ellos.
—Bien, seguro que os estáis preguntando, ¿quién es esta
chica? —Señaló a una chica rubia, la cual estaba charlando por
móvil un poco apartada de todos nosotros.
Todos asentimos rápidamente y le animamos a hablar con
la mirada.
—Hoy le pedí que fuera mi novia y me ha dicho que sí.
«Esto debe ser una jodida broma».
Los ojos de mis amigos se posaron en mí, esperando una
reacción de por mi parte. Apreté la mandíbula, pero traté de
sonreírle a Jake, quien se veía un tanto feliz.
Jennifer se dio la vuelta y se acercó a nosotros mientras
guardaba su móvil en el bolsillo de su short.
—Hola —saludó con timidez.
Su voz era dulce y, sin duda alguna, era muy bonita y se
veía buena persona.
—Soy Jennifer Cartegan.
Apreté mis labios por última vez y extendí mi brazo para
saludarla.
—Lucinda Shelley.
Ambas entrelazamos las manos.
—He escuchado muchísimas cosas de ti. —Sonrió dejando
ver su perfecta dentadura. —Jake habla muchísimo de ti, eres
su mejor amiga.
«Mejor amiga».
—Sí.
Sonreí falsamente.
—Un placer conocerte. —Vuelve a sonreír.
—Así que, Jennifer… —dijo Caroline.
Se levantó de su tumbona y se acercó a la mía para tomar
asiento.
— ¿Desde hace cuánto conoces a Jake?
Se cruzó de brazos, enarcó una ceja e hizo contacto visual
con ella por un largo tiempo, intimidándola.
—Oh —soltó una risita nerviosa y se acomodó un mechón
de su cabello rubio, el cual se había colado en su rostro. —,
nos conocemos desde pequeños, pero nunca hablábamos.
Se encogió de hombros.
—Hasta hace un par de años en los que empezamos a
hablar por primera vez y bueno, nos fuimos enamorando.
«Enamorando».
—Qué lindos. —Sonreí a medias.
Cogí mi móvil, el cual estaba en la mesa de plástico, y
empecé a buscar cualquier cosa para hacer con tal de evadir la
conversación.
—Nos queremos mucho.
Fruncí el ceño ante lo que dijo, pero traté de ignorarlo. Al
parecer, Jake se percató de mi gesto, ya que me lanzó una
mirada interrogativa. Lo único que hice fue negar lentamente,
tratando de hacerle entender que no era nada.
Desvío la mirada hacia Jennifer, quien seguía hablando de su
relación con Jake.
— Sabes qué le pasó, ¿verdad? —la interrumpí de golpe.
Ella pasó la lengua por su labio inferior y resopló. Su rostro
mostró sorpresa, debido al tono que usé: frío y tosco.
«¿Por qué no puedo disimular mi fastidio?»
Moví la cabeza hacia arriba rápidamente para pedirle que
continuase.
—Sí, sé sobre su condición. —Apartó su mirada de mis
ojos. —Me recuerda a la perfección.
Hice una mueca y miré mi teléfono móvil, acababa de
recibir un mensaje de Daniel.
Daniel: Aquí hay una chica que pregunta por vosotros y por
Jake.
Luce: ¿Cómo se llama?
Daniel: Jamaica.
«¿Jamaica? Que nombre tan extraño, nunca lo he
escuchado».
Daniel: Dice ser amiga de Jackson. Está preocupada por él.
Le he contado todo.
Cerré los ojos y traté de hacer memoria. Pero era imposible,
ninguna Jamaica llegaba a mi cabeza.
— ¿Conoces a alguien llamada Jamaica? —le pregunté a
Jake. Él dejó de hablar con los demás y me prestó atención.
—Sí… La conocí en verano. —Se encogió de hombros. —
En Malibú.
—Está en mi casa preguntando por ti.
Sus ojos se abrieron, sorprendidos y una sonrisa apareció en
su rostro.
— ¿Fue con su novia? —preguntó con emoción.
—No lo sé, Daniel me ha dicho que está allí.
—Dile que venga, por favor —me pidió.
Asentí levemente mientras le regalé una cálida sonrisa.
—Jamaica es muy divertida, amor. Ya verás —le susurró a
Jennifer en el oído, pero lo dijo en un tono audible.
Acto seguido, se escuchó cómo sus labios se unían en un
beso, haciendo que mis celos se incrementaran.
«Dile a Jamaica que venga».
Resoplé con pesar y finjí una tos seca, la cual hice que
dejasen de compartir ADN por un instante.
— ¿Estás bien? —me preguntó Jennifer. Asentí. —Si
quieres puedo escuchar tu respiración.
—Estudia medicina —aclaró Jake.
«Vaya, qué coincidencia».
—Lucinda estudiará lo mismo el año que viene, ¿no te
parece genial? —preguntó Caroline con una sonrisa
extremadamente falsa.
—Sí, lo es.
—Aprecio tu oferta, pero ya he visitado a un doctor y me
ha recetado las medicinas —mentí. —Igualmente
gracias, Jenny.
Holly abrió sus ojos con sorpresa, para después coger su
gorra y colocársela en la cara. Tristán levantó las cejas y
mordió su dedo índice para evitar reir.
Caroline soltó una carcajada estruendosa; ella, como siempre,
tan poco disimulada.
—El cielo es tan gracioso. —Fingió secarse una lágrima y
se me hizo inevitable reir.
—Espera, espera… Me acordé de “El techo es tan…
geométrico” —Ellos se miraron entre sí. Hice una mueca y los
señalé. —En la caravana, camino a Malibú.
Pasan unos pocos segundos y de inmediato empezaron a
reirse al recordar tal momento incómodo.
—Jake no entiende—habló en tercera persona, lo cual me
resultó adorable.
—Es que mira…
—Jake, sin ser grosera, pero debo decirte que esto no te
importa, y tampoco a Lucinda o a cualquier otra persona—
gritó Holly y me miró entrecerrando los ojos. — ¡Era mi
novio!
— ¡Te iba a tocar las tetas! —exclamé. Su rostro se tiñó de
un rojo carmesí.
— ¡Es mi novio! —repitió.
—Thomas hace lo mismo. —Caro se encogió de hombros.
—Vale, vale, vale…
—Jake también.
—Vale, va… ¿Qué? —susurré con sorpresa.
«No debo sentir celos, no debo sentir celos».
El timbre sonó y fue la excusa perfecta para levantarme e ir
atender. Dejé la toalla sobre la tumbona y sin importarme que
estuviera en bikini, me dirijí a atender la puerta. Primero, miré
por el rabillo de la puerta y visualicé a Myrtle. Abrí la puerta
de inmediato.
—No hay tiempo para saludos insignificantes. La ex de
Jake, que ahora es su novia, está en el jardín y tengo celos —
dije rápidamente. —Me están matando.
—A ver, primero debes respirar un poco, ¿vale? —Posó sus
manos sobre mis hombros. —No hay razones por la cuales
tener celos.
—Son novios… ¡Y le tocó… las tetas! —exclamé en medio
de un susurro.
— ¿Estás celosa porque le ha tocado las tetas a ella y a ti
no? —Enarcó una ceja y me golpeó el hombro izquierdo
levemente. —Cochina.
— ¿Qué? —Negué— ¡No! Claro que no, tonta.
— ¿Qué piensas hacer? —Me encojí de hombros.
—Me gusta tu bikini. —Lo observó de arriba hacia abajo.
—Deberías intentar…
—No tendré sexo con Jackson—la interrumpí.
—No iba a decirte eso. ¿Ves? —Me señaló. —Eso es lo que
quieres.
Me acerqué a ella y le estampé un golpe en el hombro.
—No quiero sexo con Jackson.
Ella asintió mientras hizo un gesto de dolor y se cubrió con
una mano la zona afectada.
— ¡Fiera!
***
—Así que, tú eres Jamaica. —Ella asiente y extiende su
mano.
—Lucinda Shelley.
Ella me miró sorprendida, me observó el rostro
detalladamente y frunció el ceño ligeramente.
— ¿Tú eres su ex? —susurró a penas audible.
Asentí un poco desconcertada.
«¿Cómo ella sabe de mi existencia?»
—Debemos hablar en un rato.
Asentí y vi cómo ella se marchaba con Jake nuevamente a
continuar su conversación.
— ¿Vosotros conocéis a la ex novia de Jackson? —
preguntó Jennifer.
Todos negamos de inmediato.
—Leí un par de conversaciones que tenía en un antiguo
Facebook. —Apretó los labios. —Un usuario llamado Lu
Sheeran.
«¿Ha leído conversaciones de su pareja? ¿Tan desconfiada
es? Pero, lo más importante, ¿sabe de mi existencia?»
—Es raro, porque ella no tiene fotos. Es como si el mundo
se la hubiese tragado.
—Lo bloqueó. —Interrumpió Myrtle mientras mordía una
rebanada de fruta.
—El punto es que… Se veían muy enamorados.
—Lo estaban —afirmó Tristán. —O lo están, no lo sé. Vaya
verano que vivieron juntos.
— ¿Este verano? —asentí.
—Vivieron muchas cosas, hasta que quedó amnésico. —Me
encojí de hombros. —Era muy buena chica. Nos llevábamos
muy bien.
— ¿No acabas de conocerlo hace unos meses?
«Mierda, Lucinda. Has metido la pata hasta el fondo».
***
—Necesito respuestas. —Jake golpeó su puño contra la
mesa de mármol de la cocina. —¡Ahora!
— ¡Así no se piden las cosas, Jackson! —levanté el tono de
la voz.
— ¡Según tú no nos conocíamos! —Me señaló varias
veces. — Pero sí… Si nos conocíamos y éramos más que unos
compañeros de salón.
— ¡No puedo decírtelo! —exclamé exaltada.
— ¿Por qué? —Me observó fijamente a los ojos. — ¿POR
QUÉ?
— ¡Porque te amo, mierda! —Golpeé la nevera. —
¡Porque te amo!
Su reacción me asustó. Sus ojos se abrieron por la sorpresa
y su mirada era intensa.
—Nos acabamos de conocer, ¿no? —pregunté después de
unos segundos.
Negué lentamente.
—No vas a entender.
«¿Por qué le he dicho que lo amo? ¿Por qué?»
— ¡Explícame!
—No es tan sencillo como aparenta. —Suspiré. —No es tan
sencillo.
Él caminó hacia mi, pero de inmediato di un paso hacia
atrás.
—Nosotros fuimos novios, ¿verdad? —Su mirada se perdió
en el suelo. —Tu reacción cuando me viste, el beso que me
diste, las citas, las salidas, la nota… Fuimos novios. Ahora
todo tiene sentido.
Asentí levemente.
—He tenido recuerdos vagos, Lucinda. —Levantó la
mirada y se topó con la mía. —Creo que te estoy empezando a
recordar.
Mi corazón quería salirse de mi pecho debido a la velocidad
a la que latía. Él plasmó una sonrisa en su rostro la cual no
duró mucho.
—Pero… estoy con Jenny.
—Claro… —Asentí lentamente mientras me disponía a
cruzar la salida.
—Luce… —trató de detenerme.
—Quiero estar sola—dije al borde de las lágrimas.
Me encaminé hacia el jardín trasero con el único fin de
coger mis cosas y marcharme.
— ¡Lucinda! —exclamó.
—Adiós —respondí. Me acerqué a la tumbona y cogí mi
mochila. —Me voy.
—Te acompaño —me dijo Jamaica.
Tendríamos una conversación, de eso estaba segura.
***
— ¿Qué ha sucedido ahí dentro? —preguntó. La muchacha
acarició el pelaje de Toto, quien se había recostado sobre sus
piernas.
—He metido la pata, ¿vale? —levanté los brazos en forma
de rendición. —Le he dicho que lo amo.
Sus ojos mostaron sorpresa.
—Vaya… —suspiró. —Pensé otra cosa, no sé…tal vez
haberle dicho que era guapo, pero que lo amas. ¡Wow!
— ¿Qué sabes de mí?
—Lo suficiente como para decirte que lo que él hizo en
verano por ti, fue algo que planeó durante semanas. —
Acarició la cabeza de Toto y levantó la mirada. —Contactó
con las oficinas de Disney World, eso fue lo más difícil. Le
negaron el permiso dos veces, pero en últimas aceptaron.
— ¿Tú le ayudaste?
—Fui la que pensó en todo eso. —Sonrió. —Jackson es un
pequeño capullo enamorado.
—Era.
—No. —Levantó el dedo índice. —Lo es. Otra cosa… Él te
recuerda, solo que no puede ver tu rostro con claridad.
— ¿A qué te refieres?
—Él necesita un empujón. —Movió sus manos en el aire
tratando de aclarar sus ideas. — Sé lo que es tener amnesia.
Hace dos años tuve un accidente de tráfico con mis padres,
ellos estuvieron bien pese a todo, a excepción de mi, quedé en
coma y al despertar, amnésica.
— ¡Wow! —susurré con sorpresa debido a la información.
Juntó sus labios y los apretó con fuerza, haciendo que se
tornaran de un rosa pálido.
—La amnesia te impide reconocer ciertos rostros y, por
ende, los recuerdos parecen sueños…Es como estar hablando a
oscuras, solamente puedes distinguir una sombra y luego, se
desvanece. —Pasó una mano por su cabello rizado, tratando de
acomodar unos mechones rebeldes. — Le estás llenando las
lagunas y eso es bueno.
Frucí el ceño.
— ¿Lo es? —pregunté. Ella asintió y se dio la vuelta para
coger su bolso.
— ¿Cómo te sientes?
—Avergonzada —confesé.
— ¿Por haberle dicho que lo amas? — Ella negó con la
cabeza repetidas veces. —Uno no puede callar lo que siente
para siempre, las personas tenemos la necesidad de decir lo
que el corazón siente.
— ¿Qué pasa cuando no es correspondido el sentimiento?
— ¿Qué puede pasar? ¡Nada! Lo único que puede pasar es
que te sientas la persona más desafortunada del mundo, lo
único que harás es llorar sin consuelo alguno durante algunas
semanas o, tal vez, tengas una coraza que te impida mostrar
tus verdaderas emociones y finjas estabilidad emocional… —
Resopló. — Pero este no es tu caso, ambos habéis demostrado
que os amáis.
— Él está con Jennifer —dije y ella encogió de hombros.
— Él cree que Jennifer fue la chica con la que estuvo todo
el verano. — Alzó a Toto y lo dejó a un lado. — Te aseguro
que él recuerda lo que pasó en Disney. No sé qué pasó, pero
estoy segura de que lo hace.
— No entiendo.
«¿Cómo es posible que crea que Jennifer fue con quien
vivió sus últimos momentos antes de recibir el disparo? Es
decir, ¿no fueron novios en Míchigan? Definitivamente, no
entiendo nada».
— ¿Qué no entiendes?
— Nada. —Me encojí de hombros. — Ellos fueron novios
hace unos años, ¿no?
— Oh… — Negó. — Ellos fueron novios hace un año,
terminaron dos semanas antes de que él se mudara de
Michigan.
«Maldito mentiroso».
— Ah, vale. —Asentí levemente.
— Está confundido. — Extendió su mano y cogió la mía
para después darle un apretón. — Es normal que lo esté.
***
—Abre la puerta, Lucinda —ordenó mi mejor amiga, quien
había llegado hacía un par de minutos.
— ¿Qué parte de “quiero estar sola” no entendéis? —Gruñí
mientras sacaba la cabeza de debajo de la almohada.
— ¡Abre la puerta! —Insistió levantando el tono de la voz.
Cogí aire profundamente a medida que me incorporaba en
la cama para levantarme e ir a abrir la puerta. Giré el pomo y
visualicé a mis amigas, quienes entraron de inmediato a la
habitación.
— ¡Vamos a hacer una fiesta de pijamas! —Exclamó
Myrtle. Se subió en mi cama y empezó a saltar sobre esta.
— Quiero dormir.
Arrastré mis pies hacia la cama y me desplomé sobre el
colchón. Sentí una fuerte punzada en mi pierna derecha,
sinónimo de que había recibido un golpe por parte de mi rubia
amiga.
—Los problemas no se arreglan durmiendo, ojalá se
arreglaran así. —Tomó asiento a mi lado y posó su mano sobre
mi pierna. —Debes sonreír, pequeña saltamontes.
— ¿Saltamontes?
—Holly, no ayudas —intervino Caroline. —Queremos
hacer una noche de chicas, como las que solíamos hacer
cuando éramos unas chiquillas.
—Claro, hablando de cuántas aventuras había tenido Holly
esa semana—bromeó Myrtle, quien recibió una mirada de odio
por parte de la rubia.
—Esa vez tan solo había sido dos chicos, por favor—se
defendió. —Ahora solo tengo ojos para Tris.
Mi corazón dio un vuelco de ternura al escuchar dichas
palabras de Holly.
—Todas enamoradas y yo nunca he tenido un novio… Es
que ni el primer beso—dijo dando un bufido. — ¿Qué chica de
diecinueve años no ha dado su primer beso?
—Tú—dijo Holly. —No te apresures, muñeca. Cuando
menos lo creas llegará tu macho.
— ¿Mi macho?
—Sí, tu macho. —La miramos desconcertada y ella soltó
una risita. —Es algo que tenemos Tris y yo.
—Tris, Tris, Tris, Tris…—comenté con fastidio. — ¡Me
estás cambiando por él!
—No seas dramática, Lucinda—bromeó. —No le digas que
te lo he dicho, pero te quiero mas a ti.
— ¡Lesbianismo! —exclamó Myrtle mientras cubre sus
ojos.
— ¿Os imaginais que Myrtle termine siendo lesbiana
porque no encontrar a su hombre? —preguntó Caroline.
— ¿Quién sabe? —Myrtle se encogió de hombros. —Es
decir, siempre he dicho que uno no tiene su sexualidad
definida, el amor llega de diferentes maneras. Caroline puede
amar a Thomas, pero no sabe si en un futuro lleguen a
terminar y su próxima pareja sea una chica. Luego, termina
con esa chica y su pareja es un chico, o un transgénero, no
sabemos.
—Filosofando con Myrtle—comentó Caroline mientras se
reía.
— ¿Y si Jake termina siendo gay? —pregunté.
—Ese chico de gay solo tiene el cromosoma X —dijo Holly
provocando risas en todas.
La noche estuvo divertida. Con las chicas siempre obtenía
un rato agradable en el que podía olvidarme de ciertas cosas.
Pero para ser honesta, cuando el silencio golpeaba a la puerta,
era inevitable que todos los amargos recuerdos me invadieran
la mente. Mientras ellas veían “Proyecto X”, yo pensaba en el
futuro de nuestra relación, en el futuro de Jake conmigo. Es
nuestro futuro. ¿Qué nos depararía y cuántos obstáculos más
tendríamos que saltar?
Capítulo 46
La alarma de mi teléfono sonó haciéndome sobresaltar.
Abrí lentamente los ojos mientras me acoplaba a la luz solar
que bruscamente entraba por mi ventana y estiré mis
extremidades a medida que bostezaba.
—Un nuevo día —susurré. —Trata de ser feliz de una
maldita vez, Lucinda.
Me levanté de la cama y me dirijí al baño para darme una
ducha. Antes de entrar, cogí mi teléfono y una toalla. Le di
play a mi lista de reproducción y empecé a despojarme de mis
prendas.
Veinte minutos después, salí del baño envuelta en la toalla.
Me dirijí al armario y cogí un vestido floreado con unas
bailarinas negras. Mientras me daba la ducha estuve
meditando sobre lo había dejado de hacer. Entre las cosas que
había dejado de hacer estaba el hecho de ver a David; hacía
más de una semana que no sabía nada de él, por lo que decidí
ir al hospital. Esperaba que no estuviera molesto conmigo. Me
puse las prendas en menos de cinco minutos, cogí mi pequeña
mochila, donde guardaba mi móvil con el cargador y bajé las
escaleras para dirigirme a la cocina. Una vez en el primer piso,
visualicé a mis sobrinos y a mi hermano viendo televisión en
el sofá. Lentamente me acerqué a ellos sin hacer sonido
alguno, toqué sus espaldas bruscamente y se sobresaltaron.
— ¡Boo! —Exclamé. Ellos gritaron fuerte haciéndome reír
por sus rostros.
— ¡Se lo voy a decir a mi papá! —Chilló Matthew con el
ceño fruncido.
—Se lo voy a decir a mi papá —dije en un tono agudo y
fastidioso.
—A veces pienso que eres la peor hermana mayor del
mundo —me dijo con enfado y cruzó sus brazos.
—Vale —suspiré y me dirijí a la cocina. —, vamos a ver
quién te va a cocinar, mocoso.
Él me siguió a la cocina con el fin de continuar la
discusión.
— ¡Yo lo haré! —respondió. —Ya soy un niño mayor.
—Como digas. —Abrí el refrigerador. — ¿Ya desayunaste?
Matt levantó la cabeza y nos miramos a los ojos. Sus cejas
volvieron a su forma natural y dejó de fruncir la boca.
—No —murmuró. — ¿Cocinarías para mí, hermanita?
«Manipulador».
— ¿No has dicho que podías hacerlo tú? —Saqué un cartón
de zumo de naranja. —Hazlo.
Me dirijí al mesón, donde dejé el cartón para buscar un
vaso en los gabinetes de arriba. Saqué uno y me serví un poco
de zumo.
—No puedo —dijo después de unos segundos. —Solo
tengo seis años.
Asentí levemente.
—Vale.
***
—Ya me tengo que ir, niños. —Dejé mi plato sobre el
fregadero y ellos asintieron. —Terminaos todo, ¿eh?
Cogí mi mochila y me la colgué, pero antes me dirijí a mi
habitación para lavarme los dientes. Bajé las escaleras y entré
al garaje, cogí las llaves de la camioneta y me subí con el
propósito de ir al súpermercado y después al
hospital.Extrañaba tanto a David. Pese al poco tiempo de
hablar había sido de gran ayuda en los duros momentos. Sentía
que estaba en deuda con él.
Aparqué el automóvil fuera del pequeño súpermercado, me
bajé de este y empecé a caminar hacia la entrada.
Aquel era un mal día para haber elegido un vestido sin
mangas. Al parecer iba a llover y era lo último que quería.
Aceleré el paso y por fin estuve bajo techo sintiendo el frío
aire del negocio. Cogí una cesta, la cual estaba al lado de la
puerta principal junto a otras, y me fui hacia el pasillo
tres. Cogí unas cuantas bolsas de patatas, caramelos, haribbos
y una pizza precalentada. Esperaba que me dejasen entrar al
hospital con ella. Fui directa a la caja y por, suerte, estaba
vacía, por lo que salí en menos de cinco minutos y emprendí
mi viaje hacia el hospital. Encendí la radio del coche y conecté
el USB para ambientar el camino con un poco de música. La
primera canción que salió fue Let it go de James Bay. «Te
dejaron».Es lo que cualquier persona pensaría al ver que
alguien escucha dicha canción. Y de una forma u otra, me
habían dejado. Suspiré con pesar y seguí conduciendo.
Quince minutos más tarde, me encontré caminando por los
pasillos del hospital en busca de David. Las personas me
miraban extrañadas debido a que llevaba una pizza entre mis
manos, pero eso era lo de menos. Lo que me importaba era
encontrar a mi a migo. Después de recorrer el hospital, lo
encontré saliendo por una puerta mientras se quitaba un
tapabocas e iba directo a la familia.Seguro estaba en una
cirugía. Al parecer, la noticia no era muy buena, debido a que
una señora empezó a llorar de manera desesperada mientras un
hombre trataba de calmarla. David se dio la vuelta y su mirada
tropezó con la mía. Le sonreí y él me imitó mientras empezaba
a caminar hacia mí.
—Hey, Luce—susurró mientras depositaba un beso en mi
mejilla. —Joder, te he echado de menos.
—Yo a ti. —Le extendí la bolsa con los comestibles. —
Vamos a engordar un rato al armario de suministros.
—Con gusto. —Me hizo una seña y empezamos a caminar.
— ¿Qué tal tus últimas semanas?
—Horribles. —Escupí con fastidio. —Asquerosamente
horribles, como tu cara, David.
Él se rio producto de mi broma e imité su acción.
— ¿A qué se debe tu visita?
Sacó unas llaves de su bolsillo y empezó a buscar una
específica.
—Te extrañaba. —Me encojí de hombros. —También… Te
necesitaba.
Murmuré lo último y él levantó su mirada.
—Las cosas no marchan bien, ¿verdad? —Asentí para
confirmarle la pregunta.
—Van horribles.
Encontró la llave que buscaba y la introdujo en la cerradura
de una puerta. Me dejó entrar primero, encendió la luz y cerró
la puerta. Nos encontrábamos en la sala de descanso de los
internos.
—Espero que no te moleste estar aquí. —Caminó hacia una
mesa. —Es un lugar agradable. —Dejó la bolsa sobre esta y
empezó a sacar la comida.
—Sí, como sea.
Tomé asiento en una de las sillas que rodeaban la mesa y
sobre ella dejé la pizza.
—Soy todo oídos.
Abrí la caja y cogí un pedazo con las manos.
—Coge una servilleta. —Señaló la caja. Negué.
—Ya me ensucié las manos. —Me encojí de hombros. —
Venga, a comer.
—Hablemos de ti… ¿Qué sucede?
Tomó asiento a mi lado y cogií una rebanada.
—Es Jake. —Él frunció el ceño y soltó un bufido.
— ¿Te ha hecho algo?
—No a propósito. —Le di un mordisco a mi pizza. —Tiene
novia y le he dicho que lo quiero. —Dije con la boca llena de
comida.
— ¿Sabes? No tienes que estar desanimada por un hombre,
Lu. Debes intentar ser feliz de una vez por todas, te lo
mereces, ¿no?
Su mirada estaba poasada en la mía y no tenía intenciones
de apartarla.
—Dime, ¿cuántas citas te has perdido con el psicólogo?
¿Has pensado en cómo te sientes después del secuestro? ¿Has
pensado en ti misma por un maldito segundo? —Hace una
pausa para dejarme hablar, pero al ver que no respondo,
continúa. —El silencio me ha dejado clara la respuesta… La
vida no gira en torno al amor de tu vida, Lucinda. Hay que ser
egoístas, aunque sea un poco.
—Pero tiene amnesia… —Levantó la mano para pedirme
que me detuviera.
—A ti te han secuestrado, Lucinda. —Me señaló repetidas
veces. —No has pensado en cómo te sientes al respecto… Te
apuesto a que solamente has pensado en Jake durante todo este
tiempo y entiendo que lo quieras, entiendo que quieres estar
con él. Pero date la importancia que mereces.
— ¿A qué te refieres?
—Piensa en ti, piensa en todo lo que te ha pasado, piensa en
tu presente y en el futuro. ¿Qué es lo que quieres? ¿Eh? Aparta
a Jake de tu mente durante unos días y te sentirás mejor.
Mis ojos empezaron a llenarse de lágrimas anunciando el
llanto que estaba por venir. David tenía razón, desde que Jake
despertó no había dejado de pensar en él y en cómo
conquistarlo, no me había detenido a pensar a mí. Él dejó el
trozo de pizza sobre el cartón y de inmediato me rodeó con sus
brazos en un fuerte abrazo, uno que tanto necesitaba.
—Déjalo salir, Lucinda. Hazlo.
Acto seguido, de mis ojos empezaron a brotar lágrimas,
dándole paso a todo mi dolor y sufrimiento. Sacándolo de mi
pecho, sacando todo aquello que me atemorizaba.
Su mano acarició mi espalda de arriba hacia abajo,
consolándome y dándome ánimos para seguir llorando, para
desahogarme en su hombro.
—Lo amo tanto, David —le dije sollozando y él asintió.
—Lo sé, lo sé. —Apretó mi brazo levemente.
***
—Voy a engordar por tu culpa, Lucinda —me dijo David
mientras abría la puerta de mi coche y subía a él.
—Y luego bajarás en el gimnasio. —Me acerqué a él y besé
su mejilla. —Gracias, David.
—No hay de qué, Lu. —Sonrió. —Escríbeme.
—Lo haré —le aseguré.
Cerré la puerta del auto y lo puse en marcha a mi próximo
destino.
Las gotas de lluvia empezaron a golpear el cristal del
coche, encendí el parabrisas y la vista en la carretera se hizo
más clara.
«¿Debería ir?»
No estaba muy segura de que fuera lo correcto, ¿cómo
reaccionaría al verme? La respuesta a aquella pregunta me
aterraba. Debería dar la vuelta e ir a mi casa, pero debía
hacerlo.
«Debo hacerlo».
Tras diez minutos conduciendo, por fin llegué.
Hospital psiquiátrico de alta seguridad Mundiray.
Se formó un debate en mi cabeza, dudaba si entrar o no. Si
entraba, lo más probable era que lo viera y supiera de su
estado, y si no, lo más probable era que la incertidumbre me
ganara. Opté por entrar. Iría a visitar a Cameron.
Extendí mi mano y empujé la puerta del hospital
psiquiátrico. El aire golpeó mi piel haciéndome erizar por
completo. Era un ambiente lúgubre, se percibía tristeza y
soledad.Puse el pie dentro del lugar y me digirí hacia la
ventanilla de acceso.
— ¿En qué le puedo ayudar? —me preguntó la
recepcionista.
—Vengo para las visitas. Ella resopló mientras se levantaba
de su asiento.
—La mayoría de las familias olvidan a los reclusos. —Sacó
una de las llaves y la introdujo en la cerradura de la reja. —
Entra. Hizo un movimiento con la cabeza para invitarme a
entrar. Asentí e hice lo que me ordenaba. —Nombre del
paciente. —Cameron Fitcher —le contesté y ella se sorprendió
y de inmediato repasó mi cuerpo con la mirada. —Tú eres la
chica de las pinturas—afirmó mientras asentía con la cabeza.
Fruncí el ceño ante sus palabras. —El chico está haciendo
maravillas con el don que tiene, el cual es hermoso.
Empezó a caminar nuevamente a la ventanilla. Una vez allí
tomó asiento y comenzó a teclear en su ordenador.
—Tienes veinte minutos para verlo —me informó aún con
su mirada absorta en la pantalla del aparato. —No hagas nada
para que empeore. Rellena este formulario, deja tus cosas en
uno de los Lockers y pasas a requisa.
***
— ¿Puedo llevarle una bolsa de golosinas? —Me incorporé
para quedar frente a la guardia. —Son sus dulces favoritos.
Mordí mi labio inferior. Ella resopló nuevamente, se
encogió de hombros y accedió con un asentimiento.
—Rápido, te quedan diez minutos.
De mi mochila saqué una bolsa de golosinas, la cerré y la
dejé en el locker. La guardia me hizo una señal con la mano
para que la siga y eso hice.
Estaba muy nerviosa. Sentía el sudor en las palmas de mis
manos y el ritmo cardiaco aumentaba haciéndome sentir
ansiosa. Entramos en un pasillo donde había puertas blancas,
las cuales tenían una pequeña chapita con el nombre del
paciente y, a un lado, su historial clínico. Avanzamos con
agilidad y de repente ella se detuvo frente a una: la de
Cameron.
—Cameron es un chico muy dulce. Aún pregunta por ti,
creo que verte le hará saber que estás bien—murmuró. —Es
dulce cuando no le dan los ataques. Espera aquí, voy a avisarle
de que tiene visitas.
—Espere—, la cogí por el antebrazo. — ¿Cómo sabes que
soy yo por quién pregunta?
—Te dibuja a cada instante. —Se encogió de hombros. —
Eres una musa.
Introdujo la llave en la cerradura y entró rápidamente, sin
dejarme espacio para observar el interior de la habitación.
Abracé la bolsa de gomitas, observé a ambos lados y un
escalofrío recorrió mi espina dorsal debido al ambiente.
Escuché unos murmullos que provenían de la habitación y
segundos después se abrió la puerta, dejando ver el cuerpo
regordete de la guardia, quien me ofreció una sonrisa y se hizo
a un lado para dejarme entrar.Soltó un suspiro y tomé una
bocanada de aire, la cual retuve hasta que me adentré en la
habitación.Vi a Cameron después de mucho tiempo.El me
observó fijamente y sentí miedo. Retrocedí un paso y se
percató de mi temor. Poco a poco, sus manos empezaron a
moverse desesperadamente en busca de palabras.
—Lo siento —logró articular después de unos segundos —,
pero es que no lo podía evitar.
Asentí y seguí estancada en mi lugar, sin mover ningún
músculo.
— ¿Qué haces aquí? —preguntó abruptamente haciéndome
dar un salto por la sorpresa. —Yo solo quería dibujar, maldita
sea.
—Quería disculparme. —Solté el aire que retenía. —Es
algo loco venir a disculparse con la persona que te secuestró y
que casi asesina a alguien importante para ti, ¿no?
—Casi… —resopló. — ¿No murió? —Rio entre dientes
mientras negaba con la cabeza. —Pensé que le había hecho un
favor a la Tierra; exterminar a un idiota.
—Cameron —le advirtió la guardia.
Él frunció el ceño y golpeó el colchón con su puño
bruscamente.
—Estás linda —susurró. Su mirada se dirigió hacia mis
brazos, los cuales rodeaban las golosinas.
Él las miró con ilusión, como solía hacerlo. No pude evitar
sentirme culpable por su condición actual.
Me acerqué un poco a él y le tendí la bolsa. Cameron miró a la
guardia, quien asintió. Se inclinó hacia adelante y cogió la
bolsa entre sus manos.
—Prometo hacer un dibujo con ellas.
Observó el paquete con admiración e ilusión. No habían
pasado ni tres segundos cuando abrió la bolsa y esparció la
mayoría de las golosinas sobre el colchón. Me quedé
desconcertada debido a que empezó a clasificarlas por colores
de una manera muy rápida. Los segundos pasaron y me di la
vuelta en busca de ayuda de la guardia, pero ella negó con la
cabeza y supe que me debía abstener de detenerlo.
—Lucinda Shelley —murmuró. Entonces, ¿qué dices? ¿Te
vas a casar conmigo?
Volví a fruncir el ceño, esta vez más notorio.
— ¡No!
Él se detuvo, posó su mirada en el suelo y su pierna poco a
poco empezó a moverse.
—Cameron, ni se te ocurra —le advirtió la guardia, quien
se levantó de su asiento y caminó hacia mí.
—Seguro que a Jake ya le has dicho que sí. —Su voz era
áspera, algo que me hacía estremecer y querer huir del recinto.
— ¿Sabes por qué? ¡Porque eres una zorra que se va con
todos!
Su voz retumbó en la habitación haciendo que mi temor
aumentara. Me aferré a mi propio cuerpo y retrocedí tres
pasos.
—Y te vas a quedar sola. ¡SOLA! —gritó.
— ¡Código azul! —exclamó la guardia. — ¡Fuera de la
habitación! —Me señaló mientras se acercaba a Cameron y
oprimía un botón, el cual estaba en la cabecera de la cama.
Hice lo que me ordenaba, pero no pude evitar tener la
mirada fija en la camilla, donde la guardia luchaba contra la
fuerza de Cameron.
Escuché el sonido de las suelas de los zapatos chirriar contra el
suelo, también el sonido de las llantas. Fijé la mirada en
dirección a dichos sonidos y me encontré con unas enfermeras,
quienes corrían con un carro cargado de medicinas con el fin
de socorrer a Cameron.
***
—No vayas más —me ordenó Daniel y yo fruncí el ceño.
—Mira cómo se ha puesto. Puede que lo odie con las fuerzas
de mi vida, pero por favor, no pises nuevamente ese hospital.
Pisó el acelerador y empezamos a movernos dentro del
vehículo.
—He hablado con Jackson hoy.
Solté una maldición al aire y recibí una mirada fulminante
por parte de mi hermano mayor.
—Le has dicho que lo amas. —Mordió su labio inferior,
pensativo. —No debiste haberlo hecho, lo ibas a confundir aún
más.
—Ya sabe que fuimos novios, Dan. —Me encojí de
hombros. —Ha estado asociando cada una de las situaciones,
él no es tonto.
— ¿Qué piensas hacer?
Apreté mis labios y puse los ojos en blanco mientras me
dejaba caer en el respaldo del asiento.
—No tengo ni la menor idea, quiero que recupere la
maldita memoria.
Daniel extendió su mano y tomó la mía dándole un leve
apretón.
—Lo hará, e iréis juntos a mi boda, ¿verdad? —Sonrió
como un niño cuando tiene un juguete nuevo.
—Te quiero, ¿sabes? —Él asintió.
—Ya sabes que yo te quiero mil veces más, mocosa.
Reí ante su apodo y él me lanzó una mirada desconcertada.
—Rompes la magia con ese apodo, tonto. —Golpeé su
hombro y él me devolvió el golpe, pero más leve.
Capítulo 47
— ¡Más rápido! —pedí entre risas.
— ¡Es lo más rápido que puedo!
Se detuvo un segundo y soltó una bocanada de aire. Me
acerqué a él y le extendí la botella con agua.
— ¡Buen trabajo, Matt! —exclamé. —Al paso que vas
aprenderás a manejar la bicicleta muy pronto.
Su respiración jadeante se detuvo mientras posaba su
mirada en el suelo.
—Estoy exhausto, Lu —me dijo. Vamos a casa.
Asentí levemente. Lentamente empezó a pedalear mientras
guiaba la bicicleta con mi mano rumbo hacia casa.
El parque Rosewood estaba a tan solo tres manzanas de
nuestro hogar, y decidimos pasar una mañana juntos para
enseñarle a Matt a montar en bicicleta debido a que el sábado
tenía un evento en la escuela en el que necesitaba saber
manejar bicicleta para ser partícipe de este.
La suave brisa rozó mi piel haciéndome cerrar los ojos por
unos segundos. El viento últimamente estaba soplando con
mucha fuerza y por lo general era una brisa helada, lo cual me
hacía entumecer por las noches.
—Estuve hablando con Lottie ayer en la escuela —dijo de
un momento a otro. Lo miré inquietante y expectante a la vez.
—Dice que aún siente cosas por mí, ¿ves? Soy irresistible ante
las niñas.
Abrí los ojos, sorprendida y me empecé a reir ante su
comentario.
— ¡Pero es que eres todo un galán!
Él asintió e hizo sonar la bocina de su bicicleta.
—Lo sé. —Sonrió. — ¿Por qué mi amigo Jake no ha ido a
casa?
«Oh, Matt, has arruinado el momento».
Tomé una respiración profunda y me encojí de hombros para
darle a entender que no lo sabía.
—Ah, pues va a venir a jugar conmigo hoy, deberías
hacernos unos emparedados.
Me detuve de golpe causando que la bicicleta lo hiciera y,
por ende, el cuerpo de mi hermano se vio impulsado hacia
delante. Por acto reflejo, lo cogí de la camisa y lo sostuve
firmemente para que no se cayera y se hiciera daño.
— ¡Casi me matas! —gritó.
—No seas exagerado —murmuré. Aún había sorpresa en
mi voz. —Casi te golpeas, querrás decir.
Soltó un bufido.
—Como te venía diciendo, Jake vendrá hoy a casa y me
gustaría comer emparedados de queso fundido con él.
Asentí lentamente. No dejaba de pensar en Jake. Tan solo
habían pasado tres días desde que accidentalmente le dije que
lo amaba… Simplemente fui una idiota al hacerlo y, era un
hecho, que las cosas no volverían a ser como antes.
Si tan solo pudiese retroceder el tiempo, lo haría, sin
detenerme a pensarlo un segundo.
***
—Además, teníamos incluso nuestra canción, es de los
Backstreet Boys…
—I want it that way.
Abrí los ojos por la sorpresa. Su mirada estaba absorta en la
mesa.
«¿Está recordando algo? Espero que sí».
—Tú… ¿Me fuiste infiel?
Apreté los labios con fuerza y solté un millón de
maldiciones al aire.
—Podemos dejar de hablar, si quieres —le dije.
—No, debes continuar. Debes hacerlo. —Golpeó la mesa
con su puño.
—Vale… En conclusión, besé a Cameron porque quería ver
si podía ser feliz con otra persona con la que no tuviera que
tener una relación a distancia. —Apreté los labios y entrecerré
los ojos. —Pero me di cuenta que fue un error. No te lo dije
porque acabábamos de empezar a ser novios y no quería
arruinarlo todo, así que preferí aplazar el dolor. Pasaron los
meses y todo fue color de rosa, hasta que llegó marzo.
Exactamente tres días después del cumpleaños de Caro,
terminamos. Porque el día de su fiesta, besé a Cameron
nuevamente.
—Vaya… —Soltó un silbido. —Es raro.
— ¿Por qué?
—En la mayoría de los casos, el hombre es quien es infiel.
Enarqué una ceja.
— ¿Me estás juzgando después de cuatro años?
—Continúa.
***
— ¡Detente! —exclamó, interrumpiéndome. —Esto ya lo
he recordado hace un par de semanas, pero juraba que había
sido con Jennifer.
Me ruboricé de inmediato y él imitó mi acción.
—Entonces, ¿tú y yo en Disney?
«Apuesto veinte dólares a que mi rostro es épico en este
instante».
Asentí con los ojos cerrados.
— ¿Usé protección? —me susurró en el oído después de
inclinarse hacia delante.
— ¡Jackson! —grité y le di un leve empujón.
—Mierda, Lucinda —murmuró mientras se tambaleaba en
la silla.
— ¡Jack! —extendí mi mano hacia él, pero era muy tarde.
Su cuerpo se desplomó contra el suelo y escuché un fuerte
golpe, producto del impacto de su cabeza con este. —¡Joder,
Dios mío, mátame!
Ma bajé de la silla y corrí hacia él para socorrerlo.
— ¿Estás bien? —pregunté con preocupación.
Él asintió mientras posaba su mano en el área del golpe.
—Sí, sí —susurró.
—Por Dios, qué susto. —Tomé su rostro entre mis manos y
lo acerqué a mí para abrazarlo.
— ¡No has respondido mi pregunta!
Lo aparté de mí y me puse de pie para irme del lugar.
— ¡Dime! ¡No quiero ser papá todavía!
— ¡Asqueroso! —grité. —Sí, sí usaste.
Me senté nuevamente en la silla y él me imitó.
—Eso quiere decir que todo está perfectamente con lo que
recuerdo.
— ¿Eh?
—Ayer creí haber soñado todo lo que me has dicho. —
Sonrió. —Te he recordado.
Mi respiración se detuvo y una emoción empezó a recorrer
mi cuerpo. Una oleada de felicidad me azotó y no pude hacer
más que cubrir mi boca con la mano debido a la felicidad.
—Simplemente necesitaba confirmarlo. —Sonrió. —
Necesitaba saber que lo que sentía no era producto de un
sueño.
— ¡Oh, por Dios! —exclamé airosa y él abrió sus brazos
para rodearme con ellos. — ¡Por fin!
—No vuelvas a ir con el imbécil de Cameron, por favor —
suplicó con su cabeza posada sobre mi clavícula. —Te lo
suplico, no puedo ni pronunciar su nombre sin repulsión al
recordar que me disparó.
—No lo haré, Jakie. No lo haré. —Me aferré más a su
cuello y él me abrazó con más intensidad.
—Te he extrañado tanto.
Me deshice de su abrazo bruscamente y él me miró de
manera desconcertante.
— ¿Qué? —susurró con delicadeza.
—Jennifer.
Él se quedó mirando un punto fijo de la cocina, de un
momento a otro se sobresaltó y me dijo:
—Vámonos de aquí.
— ¿Eh?
Él asintió repetidas veces como un niño pequeño,
haciéndome sonreír.
—Vámonos a Disney. —Se bajó de la silla de un salto.
Se acercó a mí rápidamente quedando entre mis piernas.
—Vamos a ser felices, por favor —murmuró mientras
pegaba su frente a la mía.
Sus manos viajaron a mi rostro y lo acunaron. Cerré los
ojos y me dejé llevar por su delicado tacto.
—Te amo, y eso nadie lo podrá cambiar, Lucinda —susurró
antes de unir nuestros labios en un beso tierno y cálido.
Nos sentimos el centro del mundo, sentimos que éramos
uno. Lentamente nos separamos y fue inevitable no sonreír.
—Vámonos —dije antes de levantarme del taburete.
***
— ¡Esto es una locura! —exclamé entre risas.
— ¡Lo es!
Levanté mis brazos y la brisa los golpeó.
—Lo he comprado hace unos días. Iba a comprar una como
la tuya, pero luego vi este descapotable así que… Lo compré
—comentó como si fuese cualquier cosa.
—Así de sencillo, ves un coche y lo compras. —Moví mis
manos exageradamente y él rio.
Negó rápidamente con la cabeza.
—Papá me dio la mitad, vendí mi camioneta y ahorros que
tenía. —Mordió su labio inferior. —Ojalá haya habitaciones
disponibles.
—Creo que sí, el verano ya ha terminado y solo los que se
escapan van a Disney World.
Reímos.
— ¿Empacaste todo?
Asentí enérgicamente haciéndolo reír.
—Todo está en esta vieja mochila. —Le di una patada y,
accidentalmente, me golpeé el dedo pulgar del pie.
Lancé una maldición al aire y escuché la risa estruendosa
de Jake a mi lado. Era una risa imparable y sin control, cosa
que me hacía olvidar el dolor y reírme junto a él.
—No te rías, tonto. —Le golpeé el hombro y se quejó.
—Estamos locos, Lucinda, muy locos. —En su rostro
plasmó una media sonrisa, la cual me volvía loca.
— ¡Todavía estoy en shock! —dije muy alto. —Si esto es
un sueño, por favor que nadie me despierte.
—Es la realidad, Lu. —Extendió su mano y la puso en mi
rodilla. —Es la hermosa realidad.
— ¡Esto es una locura!
—Las locuras se disfrutan más con la persona que amas. Y
voy a disfrutar esta al máximo.
Mi corazón dio un vuelco en mi interior y me sentí bien. Al
fin me sentía bien.
Creía que sería muy difícil arrebatarme la felicidad, me
sentía dichosa.
—Se deben estar preguntando dónde estamos.
—Ibas a jugar con Matt —le recordé y él soltó un gruñido.
—Le diré que me puse malo… Que me puse malo de amor.
Cerré los ojos disfrutando de sus palabras y simplemente
sentí cómo me elevaba al cielo y tocaba las estrellas.
***
— ¡Mira! —grité al ver la entrada del parque. — ¡Hemos
llegado!
—Disney World…
—Donde los sueños se hacen realidad —dijimos al
unísono.
— ¿Cumpliremos nuestro sueño? —preguntó.
Me encojí de hombros y posé mi mano sobre la suya, la
cual yacía en mi rodilla.
—Eso espero.
Al cabo de un rato, ya estábamos en el aparcamiento del
parque con destino a las oficinas del mismo. Caminamos
rápidamente para hacer nuestra reserva.
Esperaba que podiéramos encontrar una habitación.
Entramos a una de ellas y tomamos asiento en una de las
mesas, dando gracias al cielo de que no hubiera cola.
—Mi nombre es Lizzie, ¿en qué puedo ayudarles? —
preguntó la recepcionista con una gran sonrisa plasmada en su
rostro.
—Queremos una habitación en cualquier hotel, sin importar
el precio —dijo Jake un poco sobresaltado. Reí por ello y cogí
su mano para tranquilizarlo.
—Vale, tenemos varios paquetes. Pero como veo que tiene
prisa, podemos ofrecerle una habitación de lujo en Villa De
Lujo.
«Son ideas mías, ¿o esta mujer quiere sacarnos dinero?»
—Sí, sí, sí —exclamó.
— ¿Puedo preguntarle por qué tanta ansiedad?
Jake me observó y soltó una risita.
—Estamos haciendo una locura. ¿Me entiende?
La chica, al parecer, no lo entendía, pero prefirió no hacer
ningún comentario al respecto.
—Necesito que me llenen este formulario con sus datos
para proceder al pago. ¿Efectivo o tarjeta?
—Tarjeta.
—He traído la mía. —Tenía la intención de abrir mi bolso,
pero Jake me lo quitó y se lo colgó en el hombro.
—No dejaré que pagues.
Me limité a soltar un bufido y empezamos a llenar los
formularios con nuestros datos.
La señora nos dio una charla sobre las instalaciones del
parque, como también un mapa y un regalo de bienvenida. Le
dimos las gracias con una sonrisa y nos invitó a ir con un
trabajador de Villa De Lujo para que nos llevara a nuestro
hotel.
Subimos a un automóvil del parque y empezamos el
recorrido hacia nuestro destino.
Aquello era una locura definitivamente. Una locura
hermosa.
Se me hacía increíble que Jake hubiera recuperado la
memoria, que por fin hubiera salido de la amnesia. Estoy
inmensamente feliz de ello.
Pero también había algo que me inquitaba, y era la
situación de Jennifer.
Esperaba poder dejar de pensar en ello y disfrutar con
Jackson.
Al cabo de quince minutos, nos detuvimos frente a un
enorme y elegante hotel. Viendo mi aspecto, no iba vestida
muy formal que digamos, pero me daba igual.
Llegamos a la recepción, donde nos recibieron con unas
limonadas y nos enseñaron el camino a nuestra habitación.
Una vez en la quinta planta, el señor pasó la llave digital
por la puerta y esta se abrió.
—Bienvenidos, les recuerdo que el desayuno es desde las
ocho de la mañana hasta las diez, pueden ordenar para comer
en la habitación. Disfruten su estancia.
—Gracias —dije mientras entrábamos a la habitación.
Jake entró después de mí y cerró la puerta de un golpe.
—Por fin solos. —Sonrió con picardía haciéndome enarcar
una ceja.
— ¿Qué?
—Deja tus cosas.
Después de hacer lo que me decía, se acercó rápidamente a
mí y, de un momento a otro, nos encontramos besándonos con
desesperación y disfrutando del tacto que nos
proporcionábamos.
La temperatura empezó a subir y me sentí sofocada; no
obstante, no dejé de besarlo. Lo hacía con necesidad, como
alguien sediento.
—Te he extrañado muchísimo —murmuró. —Te necesito,
Lu.
—Y yo a ti. —Me sorprendí al escucharme decir esas
palabras. Pero al parecer, eso le agradó.
Empezamos a caminar hacia la cama, me recostó en ella y
se posicionó entre mis piernas.
—Te amo, Lucinda.
—Yo te amo muchísimo más —susurré antes de cogerlo
por la nuca y volver a unir nuestros labios.
Las manos de Jake no tardaron en coger mi cintura y
pegarme más a él. Sentía cómo sus labios succionaban los
míos de forma lenta y sensual.
Sentía una explosión de emociones en mi interior. Mis
piernas parecían estar hechas de gelatina y me sentía nerviosa.
Lentamente, Jake dejó de besarme en la boca para empezar
a besar mi cuello y proseguir con mi clavícula. Tragué saliva
cuando me besó un poco más abajo de la clavícula.
Me sentía muy acalorada y mi pulso estaba disparado.
Siento que me iba a desvanecer en cualquier instante. Jake se
percató de ello e hizo que nuestros cuerpos hicieran más
contacto.
Involuntariamente, solté un gemido provocándole la misma
reacción por su parte.
Sus manos subieron un poco y cogieron los bordes de mi
blusa para empezarla a subir.
«Oh, por Dios, ¿cómo se respira?»
Levanté mis brazos y me quedé en sujetador. Él mordió su
labio inferior levemente haciéndome sonrosar.
Nos despojamos de todas y cada una de nuestras prendas
con pasión, pero a la vez con ternura.
Minutos después de tanto ajetreo, nos encontramos como
Dios nos trajo al mundo, a excepción mía que aún llevaba
puestas las bragas. Con Jake sobre mí, se me hizo imposible
calmar mi respiración en tal momento.
—Te amo con locura. —Me dio un beso en los labios. —Te
amo más de lo que imaginas.
—Y yo a ti, Jackson.
Sus manos acariciaron mi cuerpo con cuidado mientras sus
labios se deslizaban por mi cuello, produciendo un escalofrío
que terminó de erizar toda mi piel. Sentía su erección sobre
mis bragas y cómo estas se humedecían ante ello. Abandonó
mi cuello para bajar hacia mis pechos, rodeando los pezones
con la lengua y jugueteando con ellos. Mi excitación aumentó
cada vez más y solo tenía ganas de sentirle dentro de una
bendita vez. Se incorporó y me guiña un ojo antes de deslizar
los dedos por la goma de mis bragas y tirar hacia abajo. Se me
escapó un gemido. Observé cómo sujetaba su miembro con su
mano derecha y lo colocaba en mi entrada, introduciéndolo
despacio mientras sus ojos buscaban los míos. Pero no pude
mirarle, ya que cuando lo sentí dentro por completo, tuve la
necesidad de cerrar los ojos y coger la sábana en un puño. Se
inclinó para besarme mientras salía de mí despacio y volvía a
entrar, esta vez con mas decisión.
La temperatura de la habitación incrementó y me agradó la
sensación. El clímax fue maravilloso.
—Joder, te amo —murmuró entre jadeos.
—Y yo a ti. —Tenía la cabeza sobre la almohada y lo único
que quería era que mi respiración volviera a la normalidad.
Salió de mi interior, me depositó un beso en los labios y se
puso de pie para dirigirse al baño.
Aquello fue lo más intenso que había vivido en mi vida.
A los pocos segundos regresó y se recostó a mi lado. Su
mano se posó en mi cadera y con agilidad me atrajo hacia él.
Posé mi cabeza sobre su pecho y él nos cubrió con la sábana
blanca de la cama.
—Sé que ya te lo he dicho, pero siento que he
desperdiciado más de un mes de mi vida. —Besó mi frente. —
Te amo con locura.
—Yo te amo aún más.
Capítulo 48
—Buenos días, cariño —susurró después de haberme
despertado con caricias. Sonreí somnolienta y me estiré.
—Buenos días, Jakie —respondí.
—Son las 7:30 de la mañana y debemos arreglarnos para ir
a desayunar. —Se acercó a mí y me dio un beso en la frente.
—Anda, dúchate.
Con parsimonia, tomé asiento en la cama, procurando que
la sábana cubriera mi cuerpo. Al parecer, Jake se percató de
ello, por lo que se incorporó quedando de lado para así no
poder verme. Me llevé la sábana conmigo dejándolo a él
descubierto.
«Lindo trasero, Jackson».
Veinte minutos más tarde ya estábamos listos. Cogí un
pequeño bolso e introduje en él mi móvil con mi billetera,
además del mapa del parque.
—Ordené algo en recepción —susurró antes de salir de la
habitación.
Levanté mis cejas para animarlo a contarme. Él sacó de su
bolsillo una caja delgada y pequeña, la extendió hacia mí y la
cogí.
«Oh, la pastilla del día después».
Asentí lentamente mientras mis mejillas se encendían, di
vuelta a la izquierda y me encaminé a la pequeña cocina, la
cual solo contaba con una nevera, un lava trastos y un fogón
de un puesto, con el fin de tomar un vaso de agua.
Dos minutos después, volví con Jake y salimos de la
habitación para ir a desayunar. Aquel era uno de los hoteles
más elegantes en los que había estado y era muy agradable.
Tenía estilo Victoriano con toques modernos. Solté un suspiro.
Jake me observó con una mirada inquietante y le sonreí.
—Te amo —le dije.
Él asintió y se acercó para depositar un beso en mis labios.
—No te imaginas cuán grande es mi amor hacia ti, Lu.
—Ni tú el mío. —Busqué su mano y la entrelacé con la
mía.
Minutos después, nos encontramos en el restaurante del
hotel. Jake me pregunta su quiero algo del bufete, pero negué,
solo quería una taza de café. Recibí una mirada para nada
agradable de su parte y al cabo de un rato llegó a la mesa con
un plato de hot cakes acompañados con café.
—Jake, te…
—Nada de “Jake te dije esto, Jake te dije aquello” —me
dijo fingiendo una voz femenina. —Come.
Saqué la lengua y moví mi cabeza de un lado a otro con
fastidio.
***
—Así que… ¿Azul o verde? —pregunté mientras me
introducía una palomita de maíz en la boca.
—Creo que verde. —Cogió un puñado de palomitas. —El
color azul está muy trillado.
— ¿Y si es niña? —pregunté.
—Pues —meditó unos segundos —, su habitación sería
muy rosa.
Enarqué una ceja con diversión.
— ¿Rosa? —pregunté con tono burlón.
—Sí, para que sea tan hermosa como su madre, ¿no?
Sonreí ampliamente mientras me ponía en puntas y así
poder besar sus labios.
Hablar de aquel tema era algo precipitado, ¿no? Sin embargo,
hacía que mi corazón latiera a mil.
— ¿Te gustaría subir a la montaña rusa? —le pregunté. Él
asintió efusivamente y empezamos a trotar para hacer la cola.
Después de desayunar, hicimos un pequeño tour por las
instalaciones del hotel, fuimos a la zona de las piscinas para
dar un pequeño paseo y, en aquel momento, ahí estábamos, en
la cola de la montaña rusa.
—Esta cola avanza cada milenio —se quejó a medida que
soltaba un bufido.
Posó su barbilla sobre mi hombro y me abrazó por detrás.
Recosté mi cabeza en su hombro y lentamente empezó a
mecer nuestros cuerpos de un lado hacia otro. La suave brisa
impactó en nuestra piel y sonreí ante la sensación de plenitud.
«¿Puedo congelar el tiempo y quedarme así el resto de mi
vida?»
Jake era mi abrigo en el invierno, mi limonada en verano,
mi sol en primavera y mi música en otoño.Él lo era todo.
***
—¡Tengo un idea! —exclamó Jackson de repente. Puse en
pausa Grey’s Anatomy y lo observé con inquietud.
— ¿Qué sucede? —Enarqué una ceja con diversión.
—Tú y yo estudiaremos medicina —afirmó.
— ¿Eh?
Se levantó del sofá dando pequeños saltitos.
—No te lo puedo decir ahora, te lo diré cuando nos
graduemos.
Reí por su comentario.
—Ahora me dejas con la duda… Lo bueno es que tengo
una beca en una facultad de medicina en Australia. —Me
encojí de hombros.
Él sonrió ampliamente, se encaminó hacia el sofá y me
dijo:
—Doctora Shelley, necesito una consulta en este momento.
Mi boca se abrió por la sorpresa y ahogué un grito cuando
me vi envuelta en sus brazos mientras nos dirigíamos a la
cama.
— ¡Suéltame, Jackson! —me carcajeé y él me imitó.
— ¡Estoy enfermo, necesito una consulta!
Me dejó sobre el suave colchón, cogió mis manos y las
colocó sobre mi cabeza.
—Vamos a estudiar. —Me guiñó un ojo y, de un momento a
otro, nos estábamos besando como si no hubiese un mañana.
Capítulo 49
Días después
“Señor Shelley,
Probablemente en estos momentos no sea la persona que
más le agrade por el hecho de huir de la iglesia en mitad de la
marcha nupcial. Sé que hice mal en dejar que las cosas
avanzaran tanto, pero es que tenía fe de que el amor que sentía
hacia Daniel volviese, pero no fue así.
Conocí a Miles a comienzos de marzo, fue mi compañero
de la tesis de grado y nos llevamos muy bien. Con el paso del
tiempo, me enamoré de él. No tuve la culpa, se lo juro. Las
personas no deciden de quien se enamoran, no me puedo
culpar de ello. Simplemente, Daniel no era para mí, él se
merece a alguien mejor.
Me duele en el alma dejaros, porque habéis sido la familia
que nunca tuve, fuisteis la familia más hermosa de este
mundo, supisteis acogerme y brindarme mucho amor.
Daniel es un chico maravilloso, está lleno de valores y sabe
cómo hacer sentir a una mujer el centro de su universo, el
centro de su vida… Pero es que no podía seguir así. Si me
casaba con Daniel iba a ser infeliz y pronto empezarían las
discusiones y demás problemas. Por lo que decidí dejarlo hasta
ahí.
No sabe cuán grande es la vergüenza que tengo con todos
vosotros, y aún más con Daniel. Espero que él logre superar
todo esto, no crea que no me siento mal, porque en realidad
me siento fatal por todo lo que está pasando.
Os doy mil gracias a todos por estar conmigo durante este
tiempo y espero que me perdonéis en algún momento de
vuestras vidas.
He sacado mi ropa de la habitación de Daniel y me he
marchado a un hotel lejano de su hogar. También he dejado mi
tarjeta de débito, donde Daniel había depositado el dinero para
la casa que íbamos a comprar, él se sabe la contraseña.
Os deseo lo mejor a todos, hubiese sido un placer para mí
ser parte de los Shelley, pero sé que no iba a durar mucho,
porque mi corazón no estaba destinado a estar con Daniel.
Nunca os olvidaré,
Marie.”
—Vaya —susurrñe. —Yo… Iré a arreglar la habitación de
Dan.
—Iré a llevarle algo de comer —dijo Katherine mientras
quitaba a Jeremy de su regazo y se lo daba a Luke.
Me dirijí a las escaleras y empecé a subirlas rápidamente
con el fin de ir a mi habitación para quitarme el vestido e ir a
sacar cualquier rastro de Marie de esa habitación.
Doblé a la izquierda y entré a la segunda puerta, la cual
daba vía a mi habitación. Entré a ella y me puse el pijama.
Tres golpes en la puerta hicieron que me sobresaltara.
—Adelante —dije.
El cuerpo de Jackson apareció y sonreí al verlo. Se había
quitado la corbata y el traje. Lucía muy apuesto.
— ¿Qué vas a hacer? —preguntó mientras se dejaba caer en
mi colchón.
Me encojí de hombros y me di media vuelta para continuar
guardando los accesorios en sus lugares correspondientes.
—Daniel me ha pedido que saque las cosas que Marie no
se llevó de su habitación, aunque sería mejor que traslade sus
cosas al cuarto de huéspedes, ¿sabes? —HIce una pausa corta.
—Digo, ha compartido una habitación con ella durante mucho
tiempo, han dormido en la misma cama y pues, yo siendo él no
soportaría estar en ese lugar.
— ¿Te ayudo?
—Si quieres. —Me volví a encoger de hombros y suspiré.
— ¿Qué te pasa? —Se sentó de inmediato y me miró a
través del espejo que tenía el tocador.
Negué restándole importancia.
Él se levantó de la cama y se acercó a mí. Me rodeó los
hombros con sus brazos en un fuerte abrazo y depositó un beso
en mi mejilla.
— ¿Qué te pasa? —repitió la pregunta.
Negué con la cabeza lentamente y mis ojos se empezaron a
aguar anunciando el llanto. Él lo notó e intensificó el abrazo.
—No sé cómo me perdonaste —sollocé. —Te juro que no
sé cómo.
— ¿De qué hablas, Lu? —preguntó un tanto extrañado.
—Cuando estábamos en la iglesia viví un Déjà Vú, cuando
terminamos hace cuatro años. —Jake agachó la mirada y no
pude seguir hablando.
—Ya, ya, cariño —siseó calmando mis sollozos. — Yo me
sentí muy mal en ese momento, y también recordé nuestra
ruptura. En ese momento me dolió muchísimo, Lu. No te lo
voy a negar, pero las personas aprenden a superar los
problemas, aprenden a no tener rencor hacia la persona que los
hirió… Yo aprendí a no tenerte rencor, aprendí a superar ese
obstáculo. Ya estabas perdonada hace mucho tiempo, cariño.
Mi corazón quería dar mil vuelcos al escuchar sus hermosas
palabras. Me di la vuelta en la pequeña silla sin respaldo y
posé mis brazos alrededor de su cuello.
—Te amo tanto. —Lloriqueé en su hombro. Él asintió
repetidas veces mientras siseaba para calmarme.
—Sabes que yo también te amo, Lu.
Dejamos los complementos de aseo en su lugar y, por
último, las cosas de Marie, las cuales guardamos en una valija
por si viene algún día a reclamarlas.
Jake y yo habíamos hecho una buena labor al organizar la
habitación de mi hermano y en un tiempo récord, además. En
tan solo dos horas, nos dedicamos a limpiar, organizar las
cosas y, además, a pasar la ropa de Daniel a la habitación de
huéspedes.
La reacción de Daniel al vernos fue tan neutra que le dio
igual lo que estábamos haciendo. Sus ojos estaban rojos e
hinchados de tanto llorar y no le había dado ni un bocado a su
comida, así que prácticamente tuve que obligarle a comer.
Junto con Jake, salimos al jardín trasero y nos
encaminamos al arenero, donde mis pequeños amigos peludos
empezaron a aullar para saludarnos. Sonreí al verlos y de
inmediato abrí.
— ¡Oh, Dios! —grité al ver a Alaska y Zeus aventurarse
sobre mí. —Recordad que mami es muy débil.
Lo oigo reír a mis espaldas y le imité. Acaricié a ambos al
mismo tiempo. Segundos después lograron calmarse y fueron
junto con Jake mientras yo saludaba a los cachorros.
—Vosotros cuatro estáis muy grandes, ¿eh? Dejad de
crecer, por favor —les dije con voz aguda mientras los
acariciaba.
— ¡Es hora de comer! —exclamó Jackson. De inmediato,
los seis perros se quedaron quietos en sus lugares.
Me acerqué a los estantes y cogí la bolsa de la comida de
los cachorros mientras Jake cogía la de los adultos. Servimos
en los platos y dimos la orden para que empezaran a comer.
—Están enormes —comentó Jackson mientras tomaba
asiento en una de las llantas. Asentí de acuerdo.
Le di un leve golpe en la pierna derecha para que la
separase de la otra y así poder tomar asiento.
—Y pensar que hace unos meses habían nacido. —Sonreí
al recordar ese día. Por poco nos dimos nuestro primer beso
Jake y yo.
—Alaska fue una niña mala al interrumpir nuestro casi beso
—dije riéndome. Posé mi cabeza en su hombro y él empezó a
acariciar mi espalda. —Pero valió la pena, porque nuestro
primer beso no lo cambio por nada del mundo.
—Por nada del mundo, ¿eh? —Enarqué mi ceja y él rio de
manera cómplice. Levantó mi mentón y me dio un casto beso
en los labios.
—Por ahora no. —Juntó nuestras manos y las entrelazó.
Ojalá pudiese congelar el tiempo. Nos quedaríamos así para
toda la vida, transmitiéndonos el amor y recordando hermosos
momentos.
Jackson Lancaster era y sería para siempre el amor de mi
vida. De eso no cabía duda.
Capítulo 50
5 años después
Sidney—Australia, 6 de diciembre 2024
***
El llanto de un niño hizo que abriera mis ojos. Alarmada,
traté de levantarme, pero algo me apretujaba la cintura. Caí en
la cuenta de que aún estábamos en el avión rumbo a Estados
Unidos. Giré mi cabeza hacia la izquierda y vi a mi novio
durmiendo con la boca ligeramente abierta y un ojo
entreabierto. El padre de Jake y él, cuando duermen, no cierran
por completo los ojos, lo cual me asustaba en algunas
ocasiones. Extendí mi mano hacia su rostro y, con mis dedos
índice y pulgar, bajé sus párpados para el cierre total de sus
ojos. Su nariz se frunció levemente y apretó los ojos.
—Shhh —siseé para que conciliase el sueño nuevamente a
medida que acariciaba su mejilla.
—Disculpe, señorita, ¿quieren algo para cenar? —preguntó
la azafata en un susurro. Asentí y me extendió un menú.
Lo cogí y ella esperó de pie a que tomara una decisión.
Escojí una ensalada césar para mí y un filete de carne para
Jake, el cual era su favorito. La azafata me regaló una sonrisa
y me hizo entrega de dos botellas de agua, cortesía de la
aerolínea.
Empecé a jugar con los juegos que mi Jack tenía en su móvil
para pasar un poco el aburrimiento que crecía en mi. Desde
que terminamos la universidad, habíamos tenido mucho
tiempo para descansar y nos había sentado de maravilla,
puesto que podíamos hacer las cosas que no pudimos hacer en
los últimos cinco años. La residencia la haríamos el año que
viene en Orlando. Pero primero debíamos regresar en enero
para la graduación.
La azafata llegó con la cena y decidí despertarlo. Aún nos
faltan cinco horas para aterrizar en Estados Unidos, y en lo
único que podía pensar era en mi familia esperándonos en el
aeropuerto.
—Lulú, cariño. —Le miré. Estaba riendo y me pregunté por
qué. —Mira tus uñas, necesitas relajarte un poco.
—No puedo, amor—suspiré y pasó una mano por mi rostro.
—Es que ha pasado tanto tiempo desde que no los veo, me
siento muy ansiosa.
Me sonrió ampliamente y continuó comiendo su
cena. Era cierto, tenía mis uñas prácticamente hasta la cutícula
de tanto morderlas. La ansiedad crecía a medida que faltaba
menos para llegar. No podía esperar para verlos a todos.
***
La voz de la azafata a través de un altavoz captó mi
atención. Aparté la mirada del libro que estaba leyendo y me
quité las gafas.
—Son las 9:38 de la mañana y estamos a punto de aterrizar.
La hora de aterrizaje estimado es a las 9:50. Por favor,
abrochen sus cinturones para el descenso. —El micrófono
siguió encendido.
—Les habla el Piloto Lord, espero que hayan disfrutado del
vuelo y bienvenidos a Estados Unidos.
Bienvenidos a Estados Unidos.
Mi piel se erizó en el instante que escuché esas palabras,
estaba en mi hogar. Sonreí ampliamente y quise gritar de la
emoción. Me incorporé hacia Jackson y le di un abrazo
inesperado. Él empezó a reir y me correspondió el abrazo.
—Hemos llegado—dije sin poder creerlo.
—Hemos llegado, amor. Estamos en casa—susurró en mi
oído y ahogué un grito.
Bajamos del avión después de unos cinco minutos
esperando a que las personas que teníamos delante lo hiciesen.
Cogimos las maletas y Jake sacó al pequeño Max de la jaula.
Mis piernas temblaban debido al nerviosismo, ansiedad y
desespero, quienes se encargaron de que temblara todo el
tiempo.
Al final del pasillo, visualizamos un cartel en el que ponía
«Salida de vuelos internacionales».
— ¿Nerviosa? —preguntó.
—Para nada, corazón —dije con notorio sarcasmo. Él
ensanchó su sonrisa y me hizo detenerme solo pasa besar mi
frente. Le sonreí debido al tierno gesto y extendí mi mano para
tomar la suya. —Hagamos esto juntos.
—Los tres. —Señaló a Max y asentí efusivamente. —Te
amo, Lu.
—Yo te amo muchísimo más, Jack.
Retomamos la caminata durante unos tres minutos. En mi
cabeza solo había un pensamiento: ver a mi familia. Un deseo,
un anhelo y algo que se iba a hacer realidad en pocos
segundos. Al cruzar aquella puerta, los podría ver después de
tanto.
— ¿Lista? —preguntó Jackson al momento de tener la gran
puerta a pocos metros de distancia.
—Lista —afirmé.
Ambos apretamos nuestro agarre y cruzamos la puerta de
vuelos internacionales. Mi mirada se posó en las personas que
aguardaban por alguien. Lentamente descendí hasta que mis
ojos se encontraron con una mirada cargada de júbilo y
alegría: Caroline, quien estaba sosteniendo un cartel en el que
ponía «Doctores Shelley y Lancaster». Reí a leerlo y, sin
dudarlo un segundo más, corrí hacia el lugar en el que se
encontraba. Ella imitó mi acción y en cuestión de segundos
estábamos envueltas en un fuerte abrazo cargado de muchos
sentimientos encontrados. Aspiré su aroma y confirmé que era
ella: vainilla y lavanda.
—No te vayas a ir, por favor—me pidió al tiempo que
sollozaba. —Te he extrañado tanto, joder.
Las lágrimas bañaban mi rostro y el nudo en la garganta era
tan grande que no me dejaba hablar. Solo sollocé en su
hombro y luego empecé a reir. A reir de la felicidad de estar
allí, abrazando a mi hermana después de cinco años.
Nuestro abrazo se deshizo para darle la bienvenida a otro:
Myrtle, quien estaba guapísima.
—No te vuelvas a ir así, te odio tanto. —Me hizo reir y la
estrujé fuertemente debido a la emoción.
—Te he echado muchísimo de menos Mimmy, muchísimo
—susurré en su oído y lentamente me arrulló en el abrazo.
—Estás guapísima, Lu. —Besó mi mejilla y se deshizo de
mi abrazo.
Mi mirada se posó en el grupo de personas que esperaban.
Estaban todos presentes. Holly soltó el agarre de Tristán y
empezó a correr hacia mí para envolverme en un fortísimo
abrazo.
— ¡Joder, Lucinda! —Chilló. Solté una leve carcajada.
Extrañaba tanto eso. —Renuncia a Australia y regresa a tu
hogar, por favor.
Asentí repetidas veces e intensifiqué el abrazo con mi rubia
amiga, quien estaba un poco más rellenita. Por fin pudo subir
los kilos que quería y se veía de maravilla.
—Volveremos después de la graduación—le dije y ella
chilló debido a la emoción.
— ¡Han pasado muchísimas cosas, Luce! —Su abrazo se
hizo cada vez más fuerte. Me hizo sentir cómoda y feliz,
estaba con mi familia.
Los siguientes en acercarse fueron mis dos hermanos,
quienes lucían más maduros y atractivos. Daniel me sonrió
ampliamente, al igual que Katherine. Sin pensarlo dos veces
los abracé a ambos. Ellos me devolvieron el abrazo y de la
nada empezamos a reir.
— ¡Falto yo! —exclamó Matthew, quien guardó su
videojuego en el bolsillo y corrió para unirse al abrazo.
Lo recibimos en el pequeño círculo, él me abrazó por la
cintura y sentí la felicidad recorrer mi cuerpo al ver a mi
pequeño de seis años, en aquel momento de once.
Lentamente una mano se posó en mi hombro y, de
inmediato, reconocí quién era: papá. Me dio un apretón y se
inclinó a besar mi frente.
Deshice el abrazo con mis hermanos para saltar a los brazos
de papá, quien tenía lágrimas en sus ojos, las cuales no
tardarían en hacer un recorrido por sus regordetas mejillas. Él
acarició mi cabello mientras me abrazaba. Cerré los ojos y
nuevamente empecé a llorar de la emoción de tenerlos a todos
presentes.
«Estoy en casa».
***
Zeus, Alaska y los demás perros lograron calmarse después
de treinta minutos. Todos nos recordaban y al vernos
empezaron a ladrar y a mover sus colitas como las alas de un
helicóptero. Los seis socializaron con Max de inmediato y se
pusieron a jugar en el jardín trasero, el cual estaba totalmente
remodelado.
—Entonces —interrumpió la señora Lancaster mis
pensamientos. —, ¿cómo os fue en la universidad?
—Bien, pero a Lucinda le fue mejor. —Se encoge de
hombros. —Ocupó el segundo lugar en el último semestre.
—Felicidades cariño, te lo mereces.
Se acercó a mí y besó mi mejilla durante unos segundos.
Peinó mi cabello, colocando un mechón rebelde tras de mi
oreja. Un gesto totalmente maternal. Sonreñi al sentir su tacto
y ella me imitó.
—Estás más guapa de lo normal. —Me guiñó el ojo
izquierdo y salió de la cocina con una taza de café en la mano.
—Yo te veo igual. —Jackson se encogió de hombros
nuevamente y sacó su lengua de forma infantil.
—Ah, pues a ti se te ha encogido. —Enarqué una ceja y me
crucé de brazos, jugando.
—Hey, es una broma. —Rio y me cogió de la cintura para
atraerme hacia su cuerpo. —Cada día te despiertas más bonita.
Empezó a repartir pequeños besitos en mi cuello,
haciéndome cosquillas. Reí débilmente y él también.
— ¿Has visto lo grandes que están nuestros hermanitos? —
pregunté. Él asintió efusivamente con una enorme sonrisa.
—Tendré que hablar con tu hermano muy pronto. —Me
incorporé hacia él y le di un leve empujón.
—Tienen once años, tonto.
Reímos ante el comentario mientras empezábamos a
levantarnos de las sillas para tomar rumbo hacia mi alcoba,
donde nos íbamos a hospedar. Cogí mi bolso y la mochila de
mi novio.
—Andando. —Posó su brazo sobre mis hombros y me
atrajo hacia su cuerpo para abrazarme con fuerza.
Subimos las escaleras hacia la segunda planta, doblamos a
la izquierda y accidentalmente entré a la primera habitación.
La escena que mis ojos vieron me hizo querer morir de la
vergüenza, pero al mismo tiempo me causó mucha ternura.
Myrtle y Daniel estaban besándose.
Sonreí bobaliconamente y ellos me obeservaron
estupefactos.
—Nos equivocamos de habitación, vosotros… seguid a lo
vuestro—se disculpó Jake, quien empezó a arrastrarme fuera
de la habitación rumbo a la correcta.
A mitad de camino se me hizo imposible no soltar un gritito
agudo de felicidad debido a la escena que acababa de
presenciar. Estaba supremamente feliz por ambos. Daniel por
fin había olvidado a Marie y Myrtle por fin encontró a alguien.
—Mimmy tiene novio. —Golpeé el hombro de Jake. —
¡Ella nunca había tenido novio! Estuvimos pensando que se
iba a quedar de tía amargada por siempre.
—Pues, fíjate que ahora está con tu hermano—dijo y abrió
la puerta de la habitación. Se hizo a un lado y me dejó entrar.
—Se ven muy lindos juntos.
— ¿Verdad que sí?
Me detuve al ver mi habitación. Estaba intacta, todo seguía
como lo dejé la última vez, solo entraban únicamente para
limpiar el polvo que se acumulaba: mi ordenador en la cama,
un libro a medio leer en la mesa de noche y un hoddie de
Jackson en la cabecera de la cama. Sonreí al verlo todo igual.
De inmediato corrí y me arrojé en el colchón, el cual se hundió
y me hizo rebotar.
—El día está precioso—comenté.
—Precioso para ir al cementerio. Arriba y a cambiarse.
Di vueltas sobre el colchón mientras mi cabeza decía que
no. No quería ir al cementerio, quería quedarme durmiendo un
rato.
— ¿Podemos ir por la tarde? Quiero dormir un rato, estoy
exhausta por el viaje, cariño. —Hice un puchero. Él frunció el
ceño, pero luego asintió.
—Durmamos un rato, preciosa.
—Gracias.
Me levanté de la cama con el fin de quitarme la ropa y
quedarme solamente en ropa interior para así poder dormir.
Jackson se quitó los pantalones, e imitó mi acción. Una vez
dentro de la cama, me cogió de la cintura, me atrajo hacia él y
mi espalda hizo contacto con su pecho. Besó mi mejilla varias
veces y continuó hacia mi cuello.
—Te amo, descansa.
—Te amo más—respondí y cerré los ojos para poder
dormir un rato.
Capítulo 51
—No voy a ir de negro—le dije a Jackson después de salir
de la ducha.
—Está bien. —Cogió la toalla y se la amarró a la cintura.—
Lo que me alegra es que por fin vas a ir después de tanto.
Me encojí de hombros y procedí a ponerme la toalla
alrededor de mi cuerpo. Jackson salió primero y yo me quedé
dentro para secarme el cabello con el secador y lavar mis
dientes.
— ¡Jackson, tráeme las pastillas!
— ¿Cuáles son?
Puse los ojos en blanco y asomé mi cabeza por la puerta.
Lo encontré buscando en mi bolso de aseo personal, y sonreí
al ver su ceño ligeramente fruncido con dos cajas en la mano.
—Las rosas, Jakie—murmuré con delicadeza. Él me sonrió
y se acercó con ellas a la puerta. —Gracias, mi amor.
Besé sus labios y él me devolvió el beso, como de
costumbre. Habían pasado cinco años y no me cansaba de sus
besos. Una vez en el baño, sola, me tomé la pastilla y continué
con el secado de mi cabello, el cual estaba rebelde.
Minutos más tarde, nos encontramos en el primer piso de la
casa desayunando con mis hermanos y sobrinos, quienes se
reían debido a una de nuestras anécdotas en Australia.
—Fue entonces cuando Luce tuvo que bailar en la calle
para poder recolectar dinero para ir al apartamento—contó
Jackson y todos reímos. —Bailó sin música, yo estaba muerto
de la risa y ella me quería matar.
—Pagaría por ver eso.
El desayuno transcurrió en medio de una charla animada,
en la que nos pusimos al día con sucesos importantes que
habían sido contados a medias a través de FaceTime.
***
—¿Lista?
—Ni de coña—susurré al ver la entrada.—,¿podemos venir
mañana?
—Ni de coña—repitió mis palabras y le fulminé con la
mirada.
Abrí la puerta del coche y me bajé. Al hacerlo sentí varias
miradas sobre mí. Me incorporé y visualicé a un par de
señoras cuchicheando entre sí.
— ¡Sí, traigo ropa de color a un cementerio! —Levanté mis
brazos a la defensiva y ellas se giraron a su izquierda
avergonzadas. —Libertad de expresión.
— ¿Qué te pasa? Estás a la defensiva últimamente—
preguntó Jackson mientras fruncía el ceño. — ¿Todo en
orden?
Asentí levemente y sonreí a medias para desviar su
atención del tema y poder entrar rápidamente al cementerio.
Quería terminar con eso de una vez.
— ¿Cuántas calorías estás quemando a diario? —preguntó
Jackson. Enarqué una ceja y rio por ello.
— ¿Para qué quieres saber eso?
Él frunció el ceño e hizo un movimiento con las manos para
que le contestara.
—Dos mil, lo normal, ¿no?
—Entonces no estás embarazada.
Golpeé su hombro con mi mano.
—Obviamente. Me estoy cuidando.
Jake cogió mi mano y entrelazó nuestros dedos. Sabía que
estaba preocupado por mi estado de ánimo los últimos días.
Analizando la situación, llevaba más de dos semanas sin hacer
estudios de cuántas calorías quemaba diariamente, pero me
estaba cuidando, por lo que era imposible que estuviera
embarazada. Tal vez fuera el estrés postuniversitario.
Subimos una pequeña colina y al llegar a la cima tomamos
rumbo hacia la tumba de mi madre, la cual estaba rodeada de
hermosas flores coloridas. Sonreí nostálgicamente y me
acerqué a la lápida. Me arrodillé ante ella y suspiré.
—Recordaba este lugar de una manera lúgubre, fue uno de
los días más tristes de mi vida cuando tuve que venir a su
funeral. —Tragué saliva y posé mi mano sobre la lápida.
Recordaba ese día como si hubiese sido ayer. Extrañaba a
mamá, eso era un hecho. Todos los días pensaba en ella, pero
aquel lugar no me traía lindos recuerdos.
Sentía su presencia todo el tiempo, sabía que ella me cuidaba,
pero en aquel momento no la sentía. Ella no estaba allí, allí
solo yacían sus restos. ¿Iba a llorarle a un montón de huesos?
¿Iba a llorarle a una lápida? No sentí a mi madre en aquel
instante.
Jackson se acercó a mi lado y se arrodilló. Cogió mi mano
y la apretó.
— ¿Quieres dejar las flores?
Asentí levemente. Extendí el ramo de flores color violeta y
lo dejé sobre el césped.
—Nunca he decorado una tumba. —Reí. —No sé cómo se
hace esto.
Él se inclinó y empezó a quitar las flores para después
esparcirlas alrededor del pequeño jardín que rodeaba la tumba.
Finalmente, quedé satisfecha con el resultado. Solté una
bocanada de aire, la cual venía reteniendo desde hacía un
tiempo. Me puse de pie y me alejé del lugar sin esperar a Jake.
Estar allí me enfermaba. Mi estómago se empezó a contraer,
provocándome arcadas. Me incliné y vomité.
«Oh Dios, qué asco».
Escuché la suela de los zapatos de Jake golpear con el
suelo, y segundos después estaba a mi lado abrazándome.
— ¿Todo en orden? ¿Qué pasa, cariño?
—No sé, Jakie. No sé. —Negué repetidas veces con la
cabeza.
—Todo va a estar bien, cariño.
***
— ¿Entonces? ¿Estás embarazada? —cuestionó Holly,
quien introdujo una palomita de maíz a su boca.
Escuché el sonido que hacía al masticar y me dieron ganas
de golpearla.
—No estoy embarazada, tal vez sea el estrés
postuniversitario. Cinco años estudiando medicina, son cinco
años estudiando medicina. —Me dejé caer sobre el colchón de
mi habitación y suspiré. — ¿Qué tal las cosas con Tristán?
—De maravilla, cariño. Estamos planeando la boda,
¿puedes creerlo? Me voy a casar con el idiota. —Chilló de la
emoción y me reí. Extendí mi mano y cogí unas palomitas del
plato.
—Y tú, Myrtle… ¿Desde cuándo sales con mi hermano?
Al parecer, la pregunta la cogió por sorpresa, ya que
empezó a toser varias veces con una expresión horrorizada.
Cuando logró calmarme, insistí con mis ojos para obtener una
respuesta.
— ¿Salir? —Rio de forma nerviosa. —Ayer me confesó
todo lo que sentía, y yo no supe qué decir, simplemente lo
besé.
—Pero, ¿te gusta?
Ella se rio.
— ¿Gustarme? Gustarme es poco, él me encanta —confesó
con una sonrisa plasmada en su rostro. —Creo que él es el
indicado.
A decir verdad, creía que Daniel y Myrtle harían una
hermosa pareja. Ambos eran románticos, carismáticos, el dúo
perfecto. Se veía que congeniaban al estar juntos.
— ¿Caroline?
— ¡Voy a matar a Thomas! La boda es en cuatro meses y
aún no ha escogido su traje, ese hombre va a acabar con la
poca paciencia que tengo. —Suspiró con pesar y se dejó caer a
mi lado. —Necesito liberarme.
—Querrás decir, necesitas sexo—corrigió Holly.
—Ve a echar uno rapidín con Thomas. —Las tres
estallamos en carcajadas a excepción de Caroline, quien me
golpeó el hombro con fuerza.
—Con vosotras no se puede.
—Por eso debes llamar a Thomas. Cálmate fiera, sé que
quieres llegar virgen al altar. —Acaricié mi brazo adolorido,
pero recibí otro golpe por su parte.
—Caroline virgen, ¿qué sigue? ¿Tristán levantándose
temprano? Hoy estamos todos bromistas. —Ironizó Holly,
quien dejó el plato a un lado y se incorporó en la cama para
poder acostarse.
Sonreí. Las cuatro habíamos crecido y éramos todas unas
profesionales, listas para empezar a trabajar. Estaba muy
emocionada por empezar mi nueva vida con Jake en Orlando,
también estaba muy ansiosa por empezar la residencia en el
hospital North West, donde fui aprobada por mis
calificaciones. Esperaba que Jake quedara entre los
seleccionados.
— ¿Cómo sabes que no estás embarazada?
Caroline se sentó sobre la cama y se inclinó hacia mí.
Levantó mi camisa y dejó mi vientre a la vista.
—Me habías dicho que estabas haciendo ejercicio. —
Señaló mi vientre. —Esa panza no es de alguien que haga
ejercicio.
—Muy pronto entraré en mi ciclo, sabes que me inflo días
antes de que me llegue.
— ¿Segura?
—Segura… —Dudé. —Mierda.
Me levanté de la cama de golpe y corrí hacia la primera
planta en busca de Jackson. Lo encontré sentado en el sofá
viendo un partido de tenis con mi hermano. Caminé hacia él y
me puse delante de su visión.
—Perdona, no veo… —me dijo, pero me quedé allí. —
Luce… ¿Sucede algo?
—Sí, así que levántate de ese sofá y ven a hablar conmigo.
Él frunció el ceño y se levantó de su asiento rápidamente al
ver mi expresión preocupada. Extendí mi mano y tomé la suya
para caminar hacia un extremo de la habitación.
Una vez allí, suspiré y cerré los ojos.
—Creo que necesitaré una prueba de embarazo—murmuré
y vi cómo su rostro perdía el color.
Capítulo 52
—Necesito agua. —Pidió después de un rato. —También
aire.
Le ayudé a tomar asiento en una silla que se encontraba
cerca, él observaba el suelo pensativo.
La preocupación crecía cada vez más y solo quería regresar el
tiempo para no haberle dicho eso.
—Yo me estoy cuidando, no sé… —Él me hizo callar
haciendo una seña.
—No es tu culpa. —Negó repetidas veces. —Si en realidad
lo estás, no sería culpa tuya.
Asentí levemente. Él se levantó de la silla y me rodeó en un
fuerte abrazo.
—Te amo, y sabes que nunca te dejaría sola—susurró en mi
oído y sonrió levemente.
***
—Estoy nerviosa—confesé. —Creo que mis manos
empezarán a temblar en cualquier momento.
Jake salió a la farmacia a por varias pruebas de embarazo
para estar seguros. Odiaba esperar y más si era para saber el
resultado de algo así.
Solté una risita nerviosa y él solo se giró a mirarme por un
par de segundos. Posó sus ojos en el suelo y lo escuché
resoplar.
— ¿Cuánto tiempo falta? —preguntó.
Observé mi reloj de pulsera.
—Un minuto y medio. —Cerré los ojos con fuerza y lo
escuché suspirar.
«¿Qué está pensando? Me encantaría meterme en su cabeza
para escuchar cada palabra que maquina en silencio. Jackson
es todo menos predecible». Me dejé caer sobre el colchón al
mismo tiempo que liberaba todo el aire que mis pulmones
retenían. Un hijo de Jackson… Vaya.
—Mira el resultado, rápido.
—Estoy nerviosa, mierda. —Solté un gruñido. Me vi
obligada a levantarme de la cama y caminar hacia el tocador,
lugar donde había dejado las pruebas de embarazo. —Sea cual
sea el resul…
—Que mires las pruebas—me ordenó. Me giré para quedar
frente a él y le arrojé la bolsa en la que estaban.
—Mira tú los malditos resultados, Lancaster. No me
vuelvas a hablar así en tu vida, soy tu novia, no tu esclava. —
Lo miré fijamente y él desvía la mirada.
Jake se inclinó para coger las pruebas, las cuales habían
caído sobre el colchón. Las cogió y empezó a abrir cada una
de las cajas. Sacó las pruebas sin ver los resultados y las ubicó
en una pequeña fila. Lo escuché resoplar, apretó los ojos y
dirigió su mirada hacia las pruebas nuevamente.
Repasó el resultado una y otra vez. Su rostro color carmesí
había palidecido, sus ojos se abrieron como un par de platos y
entreabrió su boca para articular una palabra.
—Positivas—susurró.
La sorprendida fui yo. Un bebé de Jackson, ¿en ese
momento? ¿Justo cuando iniciaría el internado? Al parecer el
mundo conspiraba en mi contra.
—No puedo ser padre en este momento. —Empezó a negar
repetidas veces con la cabeza. —No puedo, Lucinda.
— ¿De qué hablas? Dijiste que no me ibas a dejar sola en
esto.
— ¿Lo has hecho a propósito? ¿Quedarte embarazada? —
me cuestionó.
— ¡Sabes que yo estoy a punto de iniciar mi internado!
Claro que no lo hice.
Caminé hacia un extremo de la habitación y cogí aire
profundamente.
—No estoy en capacidad de hacerlo, no puedo ser padre. —
Se dio la vuelta mientras sus manos se posaban sobre su
cabeza.
—Jake, podemos hacerlo. Es cuestión de práctica, nadie
nace con el chip de la paternidad. —Me encojí de hombros. —
Podemos hacerlo.
— ¿¡Es que no has entendido que no quiero tener un hijo
ahora?!
Él me miró sorprendido y, en un abrir y cerrar de ojos, lo vi
salir de la habitación dando un portazo.
— ¿Qué? —pregunté desconcertada.
«¿No quiere a este bebé? ¿No quiere un bebé conmigo? Oh,
Dios».
Llevé mi mano a mi boca y me dejé caer en el suelo. Las
lágrimas empezaron a brotar de mis ojos. Sus palabras me
habían herido. Sollocé llena de rabia, solo quería golpear algo
hasta no tener fuerzas. Cobarde, eso es lo que era.
La puerta de mi habitación se abrió dejando ver el cuerpo
de Caroline, quien cerró la puerta tras de sí y se acercó a toda
velocidad para abrazarme y consolarme.
—Ya, cariño. Ya todo pasó. —Empezó a arrullarme como a
un niño desolado. —Las cosas mejorarán.
—Dijo que no quiere tener un hijo ahora. —Sollocé. —Le
dije que podíamos hacerlo juntos.
— ¿Hacer qué, Luce? —Besó mi frente y continuó
acariciando mi cabello.
—Hacernos cargo del bebé que estoy esperando —susurré
en medio del llanto.
Sentí su abrazo aún más. Empezó a besar mi mejilla
repetidas veces y acarició mi brazo de arriba hacia abajo.
—Me siento mal por sentirme feliz en este momento, pero
es que seré tía. —Su comentario me hizo soltar una risita. —
Seré una tía genial, te lo prometo.
— ¿Qué pasa si Jake no quiere a este bebé? —pregunté.
Ella negó con la cabeza e hizo que me recostara en su
pecho.
—Cariño, él quiere al bebé, es solo que está muy
sorprendido por la noticia. Deja que se le pase.
—Sus palabras me han herido, me acusó de quedarme
embarazada a propósito.
Ella me miró sorprendida y luego cerró los ojos con fuerza.
—Sabes que no es así, por lo que debes calmarte. Tú más
que nadie sabes que a los fetos les afecta el estado de ánimo de
la madre. —Asentí levemente.
—Gracias, Caro.
—Iré a dialogar con ese pillo.
—Dialogar, Caro. No le rompas la mano —le advertí.
—No prometo nada.
***
Bajé hacia la primera planta después de estar dos horas
dentro de la habitación. Me encaminé a la cocina en busca de
algo para comer mientras meditaba sobre mi futuro si Jake no
se hacía responsable de la paternidad del pequeño o pequeña
que se empezaba a formar dentro de mí. Probablemente
trabajara en un Starbucks medio tiempo y en un Burger King
otro medio tiempo, mientras mi diploma en medicina me hacía
mofa. Vale, tal vez estaba exagerando un poco. Pero eran
posibilidades.
Abrí el refrigerador y saqué los ingredientes para prepararme
un emparedado de pavo.
—Alguien tiene mucha hambre—escuché la cantarina voz
de mi amiga.
Estaba saliendo del cuarto de lavado con dos canastos de
ropa limpia.
—Estaba muy enfadada con tu novio, así que me tomé la
libertad de lavar la ropa de tus sobrinos y tu hermano. —Dejó
los canastos en el suelo y sonrió con satisfacción. —Nunca
antes había disfrutado tanto sacando una mancha de chocolate
en una camisa blanca.
— ¿Con qué la mataste? —bromeé mientras esparcía un
poco de mantequilla en el pan.
—Con suavizante de lavanda—me dijo dramatizando y me
hizo reir. —Venga, deberías hacerme uno, estoy exhausta.
— ¿Hablaste con él? —le pregunté y ella asintió.
—Le dije un par de verdades. —Se acercó a mi lado y
cogió el jamón que tenía en la mano. —Que era un inmaduro y
que tuviese pelotas, así como las tuvo para acostarse contigo,
así las debe tener para responder por el bebé.
Solté una carcajada, era inevitable no reir estando al lado de
Caroline. Ella me imitó y empezamos una charla animada
gracias a la que me olvidé un segundo de Jackson Lancaster y
su cobardía.
El reloj marcó las 11:23 PM, Thomas llegó y se llevó
consigo a Caroline. Como no tenía sueño, fui a la cocina a por
un litro de helado de vainilla y me recosté en el sofá de la sala
de entretenimiento para ver alguna película que me llamara la
atención.
Capítulo 53
Dos semanas después.
***
— ¿Segura de que quieres hacer esto? —preguntó Jackson
mientras me abría la puerta de copiloto.
—Cien por ciento, llevo mucho tiempo sin verlo y quiero
saber cómo está. —Me encojí de hombros. —Quiero saber que
está bien, pese a lo que nos hizo, él solía ser una buena
persona. Así que, ¿me acompañas?
Él asintió y se inclinó para besar mi mejilla izquierda.
Extendió su mano hacia la mía y entrelazó nuestros dedos. Le
di un fuerte apretón a su mano y le sonreí levemente.
Hospital psiquiátrico de alta seguridad Mundiray.
Entramos al hospital y después de unos treinta minutos
pudimos ir a la cafetería con el fin de hablar con Cameron en
un lugar diferente. Nos informaron de que Cameron estaba
mucho mejor, que era una nueva persona y les sonreía a todos.
Me alegró mucho saber eso, esperaba que algún día se
recuperara del todo.
Entramos a la cafetería y miré a mi alrededor. Al fondo
observé una melena rubia, era Cameron y estaba comiendo
unas golosinas. Sonreí ante ello, siempre había amado las
golosinas. A su lado había una hoja y lápices, seguro que
estaba pintando lo que le hacía feliz de ese lugar.
Nos acercamos hacia él lentamente. Cameron levantó la
cabeza, al principio parecía no recordarnos, pero después sus
ojos se abrieron como platos y nos observó en shock por unos
segundos.
—Hey —saludé. —, ¿cómo estás?
Cameron trató de levantarse, pero rápidamente lo cogí del
antebrazo y evité que se marchara.
—No hay rencores, Cam. —Le sonreí. —Hablemos.
Cameron tomó asiento nuevamente y tragó saliva. Le eché
un vistazo a su dibujo y observé a una chica, esta vez no era
yo. Era una rubia hermosa, la cual llevaba gafas y aparatos de
ortodoncia.
— ¿Cómo estás?
—Bien—respondió. —Se podría decir que ya estoy sano,
pero no lo estoy del todo. —Se encogió de hombros. — ¿Qué
tal estáis vosotros?
—Oh, pues —me revolví en mi asiento. —, estamos
excelentemente bien… Estamos esperando a un bebé.
Cameron pareció sorprendido, pero sonrió al instante. Sus
ojos se achicaron y vislumbré un brillo en ellos, el mismo que
adoptaba cuando se sentía feliz.
— ¿En serio? ¡Wow! Felicidades a ambos. —Siguió
sonriendo. —Un bebé es un gran paso, ¿ya estáis casados?
Negué levemente y él asintió con la cabeza.
—Queremos terminar la carrera para hacerlo. —Jackson
habló por primera vez. —Nos graduaremos el año que viene,
pero queremos hacerlo después del internado.
Él frunció el ceño levemente, sin comprender de lo que
hablábamos.
—Somos doctores.
Cameron asintió.
—Escuchad, ¿no tenéis miedo de estar hablando con el loco
secuestrador y asesino? —Empezó a comer sus golosinas
nuevamente. —Si yo fuese vosotros tendría miedo hasta de mi
propia sombra.
Me encojí de hombros.
—No te veo como un secuestrador y mucho menos asesino,
fuimos grandes amigos y sé que eres una gran persona. —Posé
mi mano sobre la suya. —Ahora dime, ¿quién es esa chica?
Cameron se ruborizó al instante, le dio vuelta al papel y nos
dejó ver a la chica con mayor claridad.
—Su nombre es Clare, es mi novia. Cumpliremos un año
mañana y le estoy haciendo un regalo. —Sonrió ampliamente.
—Es perfecta.
Después de dialogar con Cameron alrededor de veinte
minutos, salimos del hospital psiquiátrico rumbo al North
West Hospital con el fin de visitar a mi viejo amigo David,
quien días después de mi llegada me llamó para planear una
salida, pero por cuestiones de tiempo no habíamos podido
planificarla.
— ¿No crees que son muchas emociones en un solo día? —
preguntó Jackson mientras descendía su brazo y me rodeaba la
cintura para seguir caminando.
—Quiero terminar con todo esto para centrarme solo en lo
que viene. Ahora mismo llegará Navidad y Año Nuevo, ¿qué
demonios vamos a hacer? —pregunté con un tono irritante. —
Navidad en casa, como siempre. Pero Año Nuevo, ¿dónde?
—Luego pensamos en eso—murmuró Jackson a la vez que
abría la puerta del hospital con su mano derecha. —Anda y
busca a tu amiguito.
Reí ante sus recientes palabras. Se percibía una pizca de
celos. Pese a todo lo que habíamos vivido juntos, pese a todos
los años de noviazgo… Nuestro amor era como el de hacía
diez años.
Entramos al hospital y de inmediato nos dirigimos a la
recepción, donde le pedí a una enfermera la localización del
doctor. Ella me observó de pies a cabeza y me preguntó por mi
nombre.
—Dígale que es su ex novia, la cual viene con su hija. —
Ella enarcó una ceja sorprendida y asintió rápidamente.
***
Meses después
***
—Removiendo el apéndice —dije e hice el último corte.
Coloqué el apéndice en un recipiente que me extendía una
enfermera.
—Una cirugía impecable, Dra. Shelley —dijo David
mientras se disponía a realizar el último paso de la cirugía.
— ¿Me puedo retirar? —pregunté. Él negó. —Espere un
momento.
—Bien, a lo que viniste Jackson —dijo David concentrado
en las suturas.
Jackson se posicionó a mi lado y sonrió.
—Tuve que rogarle a Johnson para que dejara hacer la
cirugía —dijo. —Quería verte feliz antes de hacerte feliz.
Fruncí el ceño extrañada.
— ¿Recuerdas el día en que nos conocimos? Catorce y
dieciséis años teníamos. Eras tan dulce, gentil, y déjame
decirte que solo un día bastó para que robaras mi corazón.
Vaya… Eres una ladrona, Shelley —bromeó. Reí por ello y las
demás personas también. —No te he podido sacar de mi
corazón desde entonces. Tan solo éramos un par de
adolescentes, quienes se amaban a distancia. Recuerdo cada
una de las cosas que hablábamos, recuerdo lo mucho que
añorábamos la presencia del otro. Recuerdo lo dura que fue
nuestra relación. Recuerdo que te amé con locura y sin
importar la barrera de la distancia, la cual nos separaba.
Aparentemente, Orlando y Michigan estaban muy lejos, pero
yo te sentía cada vez más cerca porque el corazón desconoce
la palabra distancia. Recuerdo cuando nos vimos por primera
vez, tu expresión de horror fue lo más gracioso. —Rio. —
Cerraste la puerta en mis narices y dejaste a mi hermana un
poco desconcertada. Eres cruel. Tu hermano abrió la puerta y
nos dejó entrar. Mis ojos se encontraron con los tuyos y todo
lo que alguna vez había sentido por ti, volvió. Tu cara tan
delicada y perfecta, tus ojos azules que me hacen querer
mirarlos a cada instante… Tú y solo tú haces que mi mundo dé
mil vueltas en cuestión de segundos. Amo cada detalle de ti,
amo tu forma de ser, tu carisma, tu personalidad tan
espontánea y alegre. Por eso hoy, en el lugar que más amas en
el mundo, quiero pedirte que seas mi esposa. —Se arrodilló
frente a mí y de su pantalón sacó una caja de terciopelo roja.
—Mi hermosa Lulú, ¿quieres ser mi Cenicienta para toda la
vida?
Mi mundo se paralizó ante sus palabras. Mis piernas
temblaron y mi ritmo cardíaco se aceleró. Sonreí ampliamente
y las lágrimas inundaron mi rostro por completo. Asentí
rápidamente y él sonrió con amplitud. Sacó la sortija de la caja
y la puso en el dedo anular de mi mano izquierda. Se colocó
en pie y me rodeó con sus brazos en un fuerte abrazo. Me
quité la mascarilla y él me imitó.
—Te amo, Lulú —susurró juntando su nariz con la mía.
—Y yo a ti, mi Jakie.
Nos besamos.
«Amo a Jackson Lancaster y soy la mujer más afortunada
de tenerlo a mi lado. Hombres como él valen oro y cada día
me siento más afortunada de tenerlo a mi lado».
El quirófano se encendió en aplausos.
—Bien. Cirugía exitosa—dijo David.
—Cirugía exitosa—repitió Jackson en medio del beso y
sonreí.
Capítulo 54
—Todo esto me hace muy feliz—dijo la señora Marlen a
través de la línea. —Felicidades por el compromiso. Sería de
mucho gusto para mí iros a visitar.
—Cuando quiera puede hacerlo, sería un placer para
nosotros tenerla aquí—respondí.
—Un bebé y ahora un compromiso. Vosotros dos sois muy
tiernos —suspiró. —En cuanto nazca la criatura os iré a visitar
con Ronald.
—Faltan cinco meses para ello. Aún no sabemos el sexo del
bebé, esperamos saberlo mañana en la ecografia en 3D —
comenté, caminando de una esquina a otra. —La llamaré en
cuanto sepamos.
La escuché suspirar.
—El edifico está muy callado desde que os marchasteis. —
Hace una corta pausa. —Ambos sois como los hijos que nunca
le pude dar a mi Ronald.
Mi corazón se estrujó ante sus palabras y el deseo de tomar
un avión rumbo a Sidney incrementó. En definitiva, la señora
Marlen fue como una madre para mí durante mi estadía en
Australia.
—Nosotros la queremos mucho… Muchísimo —confesé.
—Gracias por todo.
—Gracias por la llamada, dulzura. No importa la hora en la
que sepas el sexo de tu bebé, no dudes en llamarme.
Asentí, consciente de que ella no me podía observar.
—Eso haré. Buenas noches, señora Marlen.
—Buenos días, dulzura. —Reímos ante ello y luego
escuché el tono anunciando que la llamada había terminado.
Suspiré y me di media vuelta para entrar nuevamente a la
habitación, donde Jackson preparaba la cama para dormir.
— ¿Se lo has contado a tus padres? —pregunté y él negó.
—Quiero esperar a la noticia de mañana para darles ambas
al mismo tiempo. —Sonrió. — ¿Qué te ha dicho tu familia?
—Casualmente pensamos en lo mismo. —Solté una risita.
— ¿Qué tal si preparamos una cena para contarles?
Él asintió levemente mientras se inclina hacia mí para besar
mis labios. Era adicta a sus besos y su tacto. Nos cubrió con la
sábana y lentamente nos dejamos sumir en un sueño.
***
Ambos buscapersonas empezaron a sonar en la madrugada.
Cerré los ojos con fuerza y ahogué un grito de frustración.
—Cariño, si no quieres ir, no lo hagas. —Bostezando, se
levantó de la cama. —Lo entenderán por tu estado. Les diré
que estabas un poco mareada y llegarás algo tarde.
—Pero es un accidente múltiple. —Leí la pantalla del
aparato. —Hay muchos heridos.
—Pero necesitas descansar, tenemos una prioridad. —
Encendió la luz. —Quédate aquí descansando.
Tentada por su sugerencia, me dejé vencer por el sueño y
decidí quedarme durmiendo un poco más.Jackson cogió la
mochila y se la colgó en los hombros. Se calzó los tenis y salió
de la habitación después de lanzarme un beso.
La alarma de mi móvil sonó a las 10:30 de la mañana, justo
una hora antes de la ecografia. Aparté la sábana de mi cuerpo
y tomé asiento en la cama. Di un bostezo y me levanté de la
cama rumbo al baño. Involuntariamente posé la mano en mi
vientre y sonreí, acariciándolo de arriba hacia abajo.
— ¿Eres niño o niña? —le pregunté. —Tu tío Daniel tiene
unos nombres preciosos para ti en caso de que llegues a ser
niña. Y la tía Katherine tiene unos en caso de que llegaras a
ser niño… Todos estamos muy felices por ti y no podemos
esperar para tenerte con nosotros. Abrí la puerta del baño y
entré.
—Solo espero que no crezcas tanto aquí dentro, ¿eh? —Reí
ante mis palabras.
Al cabo de diez minutos, salí del baño envuelta en una
toalla. Me dirijí al armario, de donde saqué mi ropa interior y
el uniforme de trabajo. Me cambié en un tiempo récord, me
calcé los tenis y, finalmente, recogí mi cabello en una cola de
caballo. Cogí mi mochila y la colgué en mis hombros. Salí de
la habitación y me dirijí a la primera planta, donde estaba mi
hermano con Myrtle viendo la televisión. Sonreí ante la escena
y saludé.
—Buenos días. —Caminé hacia ellos para depositar besos
en sus mejillas.
— ¿Cómo estáis? —preguntó mi amiga.
—Genial, hoy sabremos el sexo. —Sonreí. —Iré a
desayunar.
—Nos llamas en cuanto sepas… ¿Quieres que te lleve al
hospital? —preguntó Daniel.
Asentí con la cabeza y me dirijí a la cocina. Lo primero que
hice fue tomar las vitaminas y, finamente, me serví un tazón de
cereales acompañado con una manzana. Terminé de desayunar
en menos de diez minutos, cepillé mis dientes en el baño
trasero y me encaminé al garaje para encontrarme con mi
hermano encendiendo el coche.
— ¿Por qué no fuiste al hospital con Jackson? —preguntó
con interés mientras ponía el coche en marcha.
—Estaba muy cansada. Ayer extirpé un apéndice, sin
ayuda. —Omití la parte del compromiso. —Fue un momento
importante.
—Me imagino… Felicidades, cariño. —Sonríe.
El trayecto hacia el hospital fue en silencio. De vez en
cuando tarareábamos las canciones que salían en la radio o
comentábamos algo que no daba pie para mantener una
conversación. Me hubiera gustado poder contarle lo del
compromiso en aquel momento, pero debía esperar a la cena
de por la noche.
«Mierda. Nadie sabe de la cena. Qué inteligentes somos».
—Daniel, ¿podrías hacerme un favor? Invita a la familia de
Jackson a cenar, también a Caroline y Holly.
— ¿Y Myrtle? —preguntó.
—Myrtle está en casa —dije con obviedad y él soltó una
risita. — ¿Puedes pedir comida tailandesa?
—Pensé que ibas a cocinar —me dijo.
—Qué ingenuo eres, Dani.
Cinco minutos después, Daniel me dejó en la puerta del
hospital y empecé a trotar hacia el segundo piso para ir a la
cita con la ginecóloga. Entregué los papeles a la enfermera y
por ser trabajadora del hospital me dejaron entrar
rápidamente. La doctora Blair me saludó y me dijo que
Jackson venía en camino. Me pregunté cómo sabía que él era
el padre.
—El chico me estuvo diciendo toda la mañana que en
cualquier momento ibas a venir. —Rio. —Le he llamado por
el buscapersonas.
Asentí con una sonrisa.
— ¿Has estado tomando tus vitaminas? —preguntó y asentí
rápidamente. — ¿Has tenido sangrado?
Negué. Ella asintió convencida y me pidió que me acostara
en la camilla. Levantó mi blusa y me aplicó el gel frío color
verde. La puerta de la habitación se abrió de golpe dejando ver
a Jackson con una mascarilla y un gorro quirúrgico. Reí al
verlo y él también.
—Lo siento… —Pidió disculpas mientras se recuperaba de
su maratón. —Estaba en el quirófano de pediatría.
La doctora le guiñó un ojo y le pidió que tomara asiento a
mi lado. Jackson se quitó la mascarilla y obedeció a la doctora.
Tomó asiento a mi lado y entrelazó nuestras manos. En la
pantalla ambos observamos a nuestro pequeño. Blair empezó a
buscar los genitales de nuestro bebé, lo cual requirió unos
minutos debido a la posición en la que estaba.
—Bien. —Oprimió una tecla del teclado y segundos
después pudimos ver en pantalla las partes de nuestro bebé en
3D. —Felicidades, tendréis una niña.
Llevé mi mano libre a mi boca y ahogué un grito de
emoción al saber que era una niña. Sonreí y observé a Jackson,
quien miraba la pantalla estupefacto y con una sonrisa
bobalicona.
—¿Una niña? —Señaló mientras asentía. — ¡Una niña!
Luce, amor. Una niña.
Se levantó de la silla y se acercó para dame un fuerte
abrazo en el que ambos empezamos a derramas lágrimas de
alegría.
***
—Tantos sucesos en menos de veinticuatro horas—
comentó Jake camino al vestuario de internos. — ¿Le has
dicho a tu familia lo de la cena?
—Le he pedido a Daniel que se lo diga a tus padres y a
amigos que lleguen a casa para cenar. —comenté. —Espero
que todos se tomen con alegría la noticia.
—Créeme que lo harán. Siempre han querido que su primer
nieto sea una niña. —Sonrió levemente, se llevo la mano al
cabello y lo despeinó un poco. —Todo esto se me hace
increíble.
—Ni me lo digas. —Suspiré. —En menos de cinco meses
estaré rodando si sigo comiendo de esta forma.
—Por Dios, Luce. Tú no engordas. —Soltó una carcajada.
—Por más que comas, no engordas.
—Pero todo puede cambiar con un embarazo, ya que el
nivel de… —Posó un dedo sobre mi boca.
—Cariño, te recuerdo que soy doctor. —Puse los ojos en
blanco y continuamos nuestro camino.
— ¿Qué te parece Sophie?
Hice una mueca de asco y él asintió dándome la razón.
— ¿Charlotte? —Me encojí de hombros y posé mi mano en
el pomo de la puerta para entrar en el vestidor de internos. —
No lo sé, luego lo pensamos. Vamos a trabajar.
—Antes solías ser más divertida.
Golpeé su hombro levemente y ambos reímos.
Capítulo 55
Me arreglé el cabello con una cola de caballo alta algo
despeinada, me apliqué un poco de perfume y emprendí mi
camino hacia la primera planta, donde estaban todos los
invitados sentados en el comedor. Tardé un poco en llegar a
casa debido a que asistí a una cirugía de reemplazo de válvula,
en la cual hubo complicaciones y tuve que quedarme unos
minutos más hasta que finalizara. Forcé una sonrisa y me
adentré en el lugar.
—Hey, gracias por venir.
Jackson me hizo una señal para que tomase asiento a su
lado y eso hice. Mi andar era un poco torpe debido al
nerviosismo y por ello tropecé con una de las sillas; empecé a
reír y proseguí.
—Bien… —Suspiró Jake. —Ahora que estamos todos aquí
reunidos, os damos las gracias por venir formalmente a esta
cena de gratitud hacia vosotros.
—No hay de qué, nosotros felices de pasar tiempo con
vosotros —dijo Holly, quien me guiñó el ojo derecho. Sonreí
levemente y desvié la mirada.
Durante la cena estuvimos hablando de temas que me
tenían sin cuidado, lo único que en mi mente rondaba era el
momento en el cual les íbamos a anunciar las dos
noticias. Extendí mi mano para tomar la copa y
accidentalmente esta cayó. Mis manos eran un manojo de
nervios y no era capaz de disimularlo. Me levanté de la mesa
excusándome antes y partí rumbo a la cocina. Necesitaba
calmarme un poco.
Cogí un vaso y me serví un poco de agua. Mi respiración
acelerada poco a poco recuperó la normalidad. Abrí el grifo y
enjuagué el vaso. La puerta de la cocina se abrió de par en par,
haciéndome sobresaltar. Dirijí mi mirada hacia la entrada y vi
a Caroline observándome con el ceño fruncido.
— ¿Qué te pasa? ¿Estás bien? —preguntó mientras se
acercaba a mi lado.
Asentí levemente al mismo tiempo que levanté mi mano
enseñando la sortija de compromiso. Ella ahogó un grito y
sonrió ampliamente.
— ¡Felicicidades! —Rio y me dio un fuerte abrazo. —Oh,
Dios, todas nos vamos a casar pronto.
—Hay más—susurré. Sabía que la noticia del bebé la iba a
poner muy dichosa. —Tendremos una niña.
Gimió de la emoción y escuché su risa ahogada. Empezó a
dar pequeños saltos en su sitio, lentamente posó su mano en
mi vientre, lo acarició y las lágrimas empezaron a brotar de
sus ojos.
—Serás mamá. —Sollozó. —Oh, por Dios, deja de crecer.
Sus brazos me envolvieron en un abrazo y sentí su pecho
moverse debido a los sollozos. Sabía que se sentía feliz por mí,
desde siempre había soñado con verme feliz con el hombre
que amaba y verme formar una familia. Nuestra amistad cada
día se hacía más fuerte y no me arrepentiría nunca de haber
ido aquel día al Mac Center.
—Te quiero, Caro. —Ella asintió, acariciando mi cabello.
—Y yo a ti, dulzura, y yo a ti.
Después de secarnos las lágrimas y esperar unos minutos a
que nuestros ojos se deshincharan, salimos de la cocina con
nuestra mejor sonrisa con el fin de terminar de cenar.
En aquel momento, más animada, decidí integrarme a la
conversación para disimular los nervios que no hacían más que
crecer y crecer.
***
—Bien. —Jackson carraspeó y se puso de pie. —Quiero
hacer un brindis para empezar.
Todos se miraron entre sí y, encogiéndose de hombros,
imitaron a Jackson. Se pusieron de pie y cogieron sus copas.
Me levanté y cogí mi vaso con zumo. Suspiré y me puse al
lado de Jackson.
—Queríamos hacerlo de esta forma porque nos parecía la
más adecuada. —Sonrió ampliamente.
—Hoy por la mañana fuimos a nuestra cita con la doctora
Blair, y nos han dicho que tendremos una niña. —Les anuncié
y todos lanzaron exclamaciones de alegría.
—Aún no hemos terminado. —Los detuvo Jake.
Suspiró profundamente, me lanzó una mirada y asentí
levemente para tranquilizarle.
—Ayer, cuando Luce realizó su primera cirugía, al finalizar
le propuse matrimonio. —Finalizó.
Holly, tan espontánea como siempre, apartó la silla y corrió
hacia nosotros para abrazarnos al mismo tiempo.
— ¡Felicidades, grandullones! Os uniréis al clan de los
casados que sientan cabeza. —Chilló haciéndonos reír a todos.
— ¡Felicidades por la pequeña! Por supuesto yo, seré su tía
favorita.
—Busca tu muerte natural—le dijo Caroline haciéndome
soltar una carcajada al aire. —Su primera palabra será Caro.
—Me querrá a mí más que a vosotras —agregó Myrtle, y le
dio un sorbo a su copa.
Observé a mi padre, quien orgulloso me miraba desde el
otro extremo de la mesa. Secó sus lágrimas con el dorso de su
mano y se acercó a nosotros.
—No puedo creer que mi pequeña vaya a tener una
hermosa niña. —Me envolvió en sus brazos y le devolví el
gesto. —Te quiero, cariño. No sabes cuán orgulloso estoy de
ti. Mírate, eres una doctora y futura cirujana, me darás a mi
tercera pequeña ilusión, y le entregarás tu vida al hombre más
honrado y respetuoso que has encontrado. No te quería dejar
ir, pero venga, desde que te fuiste a Australia supe que le había
dicho adiós a mi pequeña para recibir a una mujer. Te amo, mi
niña.
—Yo te amo aún más, papá.
Sus palabras me hicieron sentir de maravilla, saber que
había traído dicha a su vida me hizo sentir la mujer más
afortunada del mundo.
Durante la próxima hora, estuvimos recibiendo las
felicitaciones de todos nuestros amigos y familiares. Katherine
y Daniel se pusieron emocionales y fueron los responsables de
hacerme llorar como una magdalena. En cambio, con mis
amigas reímos hasta que nos dolió la barriga. Era muy
afortunada de tenerlas. Los padres de Jackson fueron muy
amables y la señora Lancaster no hacía más que abrazarme y
acariciar mi cabello. Decía que era como una hija y yo la sentí
como una madre, aunque el lugar de mi madre no podría ser
reemplazado. Pese a todo el mal que nos hizo, pese a todo el
sufrimiento que nos trajo, la amaba y deseaba tenerla allí
conmigo para poder celebrar juntas que la vida me
sonreía. Isaac, el hermano menor de Jake, se acercó y me
susurró al oído.
—Necesito uno de tus consejos. Hace unos meses he
conocido a una chica de Alaska, ya sabes, virtualmente.
Lo único que hice fue asentir y darle un fuerte abrazo.
¿Quién sabe? Tal vez fuera una historia mejor que la nuestra.
Después de la cena, subí a la habitación con el fin de
descansar un poco. Los pies me dolían debido a las horas que
estuve de pie en el quirófano. Una vez dentro, quité mis
sandalias y me recosté sobre la cama.
Jackson está hablando con mi padre en el sótano, el cual papá
ha ambientado con una mesa de billar, sofá y televisión para
relajarse, pero de seguro lo hacía para no escuchar los gritos
de mis sobrinos y mi hermano mientras jugaban.
La puerta de la habitación se abrió dejando ver el cuerpo de
mi hermano Daniel, quien se había puesto su pijama y tenía
una caja de madera en sus manos.
—Felicidades, nuevamente—me dijo.
Tomó asiento en mi cama y echó un vistazo a la habitación.
—Recuerdo cuando eras una adolescente tan llena de vida y
parlanchina. —Rio. —Siempre te vi como mi hermanita
pequeña y mi consentida. Siempre te vi como mi princesita, la
cual nunca abandonaría su castillo. Pero mira, te has
comprometido y estás esperando a una hermosa nena. Desde
siempre supe que ibas a ser grande en la vida, porque de
estatura ya te quedaste corta.
Le di un golpe leve en el brazo y reímos.
—Te quiero, enana. —Se acercó y me rodeó con sus
brazos.
—Y yo a ti, gigante.
Rompimos nuestro abrazo y él carraspeó. Tomó la caja que
trajo consigo y me la extendió.
—Antes de que mamá falleciera… Me dijo que te diera esta
caja cuando estuvieras próxima a casarte y la he desempolvado
y te la he traído. —Sus ojos se aguaron y me observó. —
Extraño mucho a mamá, Luce, la extraño mucho.
Sin darme cuenta, mis mejillas estaban empapadas de
lágrimas y me acerqué a él para darle un abrazo.
—La quiero aquí con nosotros—confesó y asentí.
—Yo también la extraño, Dani. Todos la extrañamos —dije
tratando de no sollozar.
—Ella estaba muy ilusionada con las bodas, siempre soñó
con vernos a todos casados y formando nuestras familias—
susurró. —La quiero, Luce. A pesar de todo lo que nos hizo, la
quiero.
—Lo sé, Dani, lo sé. —Involuntariamente empecé a
arrullarlo contra mi pecho y a depositar besos en su frente. —
Mamá también nos quiere, y mucho.
Capítulo 56
Tres meses después.
***
— ¿Preparada? —preguntó la doctora.
Asentí levemente. Mis hermanos estaban a mi lado, ambos
sosteniendo mis manos debido al miedo que tenía. Escuchaba
a la doctora dando órdenes a la instrumentadora para que le
pasara los instrumentos quirúrgicos. Cada vez que usaban uno
ya sabía por qué parte del procedimiento iban y mis ansias de
verla aumentaban cada vez más. Pero necesitaba a Jake a mi
lado, lo necesitaba en aquel momento.
Involuntariamente, las lágrimas invadieron mi rostro.
Katherine empezó a acariciar mi cabello y Daniel mi rostro
para calmar mis sollozos.
Me desconecté del mundo y miles de recuerdos empezaron a
atravesar mi mente, miles de sensaciones, miles de emociones
recordé en tan solo minutos. Momentos que viví al lado de
Jackson, momentos inolvidables.
El momento más duradero fue cuando nos dimos el primer
beso, ese instante permaneció durante mucho tiempo, como si
lo estuviese presenciando nuevamente. Nuestro reencuentro,
en Disney.
Mis pensamientos se vieron interrumpidos al escuchar el llanto
de la bebé y mis lagrimas empezaron a caer de la emoción.
Una de las enfermeras se acercó a mi lado y me la puso a un
lado para poder verla mejor. Sonreí ampliamente al verla, tenía
los ojitos apretados debido a su llanto, su nariz era tan
delicada… Toda ella lo era. Chloe. Así se llamaría, Chloe.
Tiempo después, ya estaba devuelta en la habitación, no sé
cuánto habría pasado. Me quedé dormida en la mesa del
quirófano y acababa de despertar. Observé a mi lado y
afortunadamente vi la pequeña cuna pegada a la cama. Hice el
intento de moverme, pero sentí el dolor de la cirugía y volví a
mi lugar. Segundos después, entró Holly a la habitación y se
sorprendió al verme despierta.
—Pensé que habías entrado en coma —bromeó. —Llevas
horas durmiendo, ¿quieres coger a la bebé? Es muy guapa,
Luce. Felicidades.
Asentí repetidas veces y ella se acercó a la cuna. Tomó a la
bebé en sus brazos y me la acercó. En ese momento me
enamoré aún más de Chloe. La puerta de la habitación se abrió
dejando ver a una enfermera, la cual entraba arrastrando
consigo una silla de ruedas. Levanté la mirada y mis ojos se
encontraron con los de Jackson. Tenía el brazo con una venda
y moretones en el rostro. Mi corazón se estrujó al verlo así,
pero él, lo único que hacía era sonreír al verme sentada en la
camilla sosteniendo a nuestra hija en mis brazos. Cuando la
enfermara lo dejó cerca de la cama, él se levantó y lentamente
caminó hacia la camilla.
—Lo siento, desperté hace tan solo media hora y tuve que
rogar para que me dejaran venir a veros —susurró.
Suspiró y por fin se acercó a ver a nuestra hija. Su sonrisa
era tan amplia, tan hermosa, capaz de iluminar todo el mundo,
capaz de darle horizonte a un barco sin iluminación, capaz de
darle sentido a mi vida.
—Es preciosa —dijo en un sollozo.
—Lo es —murmuró mientras observaba cómo se
embelesaba con la dulzura de Chloe.
—Tiene tus labios. —Sonrió aún más. —Te amo, Luce. Te
amo muchísimo.
—Te amo más, Jakie. —Sonreí y él se acercó para darme
un beso en los labios, el cual correspondí.
***
— ¿Quieres ver la televisión? —le pregunté a Jake mientras
colocaba el bol de palomitas en mis piernas.
—Lu, vemos televisión todo el día… ya me aburre. —Hizo
una mueca, la cual se convirtió en un puchero. —Dame amor.
—Siempre te doy amor, mi amor. —Solté una risita y me
acerqué a darle un beso.
— ¿Cuánto tiempo falta? —susurró.
Lo cogí del cuello y lo acerqué más a mí. Su lengua hizo
contacto con la mía y mordí su labio inferior delicadamente.
—Dos semanas, sé paciente mi amor. —Besé nuevamente
sus labios. —Ya me quitaron los puntos, falta que sane, dos
semanas.
—Dos semanas—dijo mientras agudizaba su voz y
entonaba una cargada de fastidio.
—Pareces un niño pequeño —dije entre risas y cogí un
puñado de palomitas.
Encendí la televisión con el mando a distancia y empecé a
hacer zapping buscando alguna película interesante.
—Quiero adoptar otro perro —dijo—, Toto no será
suficiente.
—Cállate, no quiero recordar eso, amor—dije en un
susurro. Tragué saliva para evitar llorar.
Zeus y Alaska tenían una enfermedad terminal, ambos
tenían mucho sufrimiento y el veterinario nos recomendó la
inyección para ponerlos a dormir… No quería imaginarme un
mundo sin mis dos bolas de pelo favoritas… Sería difícil
despertarme por la mañana y no tenerlos al pie de la escalera
esperándome para darme los buenos días mientras me
acompañaban a la cocina para que les diera su desayuno. Toto
era un amor y también lo quería muchísimo, pero Alaska y
Zeus siempre estarían en el pedestal de mi corazón.
— ¿Crees que deberíamos ponerles la inyección? —me
preguntó y dejé de pasar los canales para observarlo. —La
veterinaria dijo que estaban sufriendo, cariño.
Suspiré con pesar.
—Creo que sería lo mejor para ellos.
Asentí levemente e ignoré la punzada que sentí en mi
pecho. Decidí poner atención en la televisión para ignorar el
hecho de que pronto ya no estarían conmigo. Era difícil
ignorar el amargo sentimiento. Mi labio inferior empezó a
temblar como señal de que el llanto se aproximaba. Comencé a
llorar y Jake se percató. De inmediato me atrajo hacia él y
colocó mi cabeza en su pecho. Una vez allí, en ese lugar tan
cálido y reconfortante, mis sollozos se hicieron presentes en la
habitación.
—Ya, cariño, sé que es difícil —susurró mientras acariciaba
mi cabello.
—No quiero que se vayan, son todo para mí.
Él asintió, comprensivo.Escuché un sonido que me hizo
sobresaltar y lo identifiqué enseguida, eran las placas de Zeus
y Alaska, las cuales sonaban cuando ellos caminaban. Ambos
se acercaron al sofá, donde se subieorn y tomaron asiento uno
al lado de cada uno. Alaska posó su cabeza sobre mis piernas y
me vi en la obligación de quitar el bol de palomitas. Ella
suspiró y me observó con sus ojitos de amor. Sonreí con
lágrimas en los ojos y le empecé a acariciar la cabeza.
—Te amo, princesa—susurré.
Ella suspiró otra vez. Mis lágrimas se hicieorn presentes
cada vez más y cubrí mi boca con la mano para ahogar los
sollozos, pero era imposible no romperme en llanto. De
inmediato la abracé con cuidado. Nunca creí amar tanto a un
animal como lo hacía con ella y Zeus.
Él se bajó del sofá y acercó a mó. Golpeé mis piernas y él, con
dificultad, se subió sobre ellas. Hice que se recostara sobre mi
pecho y acaricié a ambos a la vez. No estaba lista para verlos
partir. No estaba lista para un mundo sin mis hermosos perros.
No estaba lista…
—No me dejéis —les dije en un sollozo. —Por favor.
La tarde transcurrió lenta. Me dediqué a estar con mis
perros. Ellos estaban a mi lado acostados y yo les hablaba y
acariciaba. Yo lloraba mientras ellos dormían y cuando
despertaban les daba mucho cariño. Jackson cuidó a la niña
por mí, y por pequeños ratos me la traía para que la
amamantara, pero fue comprensivo y me dio mi espacio y
tiempo con mis pequeños.
—¿Os duele mucho, mis niños? —les pregunté y esperé un
tiempo. — ¿Queréis descansar?
Apreté mis labios con fuerza.
—Mañana tendréis el mejor día de vuestras vidas. Podréis
comer todo los que os prohibí, jugaremos en un parque, os
daréis un baño y luego a descansar —dije con voz quebradiza.
Al día siguiente iríamos a que les pusieran la inyección. No
quería verlos con dolor, quería que descansaran. Aunque me
doliera en el alma, aunque sería una gran pérdida para mí, no
soportaba verlos más así. Estaba decidido.
***
Ambos corrían de un extremo a otro en el parque, estaban
felices por disfrutar el exterior de una manera tan libre.
Observé la hora en mi reloj de pulsera: las 5:23 p.m. Suspiré
con pesar y decidí llamarlos para que comieran un poco.
Ellos se acercaron hacia nosotros al momento de escuchar
mi voz y sus colas se movieron como un helicóptero, cosa que
me hizo reir. Jackson sacó de una bolsa unas hamburguesas,
las cuales se las ofreció y ellos gustosos aceptaron.
Nunca dejé que comieran otra cosa, solo la comida para
perros.
—Por fin prueban lo que tanto velaban—dijo entre risas.—
Recuerdo cuando Zeus trató de quitarte una hamburguesa.
Reí ante ese recuerdo.
—Dale los helados —Pedí —, llamaré al veterinario para
confirmar la cita.
Jake asintió lentamente mientras hacía lo que le había
pedido.
Respiré profundamente a medida que sacaba mi teléfono
del bolsillo. Mis dedos temblorosos empezaron a teclear el
número, lo llevé a mi oído y esperé.
«No estoy lista».
Después de cuatro tonos, contestaron.
—Doctor Bradley, ¿en qué puedo ayudarle?
—Soy Lucinda Shelley, he programado una cita con el
doctor para ponerle la inyección a dos perros, quería
confirmarla. —Mi voz se quebró. —Estamos en camino.
—Recuerden venir sin niños de brazos. —Tecleó algo. —
Los esperamos.
Una lágrima se escapó de mis ojos, pero la sequé
instantáneamente. Me di media vuelta y encontré a Jake listo
para irnos. Los perros disfrutaban del helado y lo devoraron en
segundos. Me acerqué a recoger sus platos y los guardé en la
mochila.
Empezamos a caminar hacia el coche, abrí la puerta trasera
y ellos entraron de inmediato.
—Amor —me llamó Jake. —Recuerda que ellos no
sufrirán más… yo estaré aquí para ti.
Asentí lentamente.
—Te amo—dije en un susurro casi inaudible.
—Te amo más.
Subí al asiento del piloto, abroché el cinturón de seguridad
y esperé a que Jake hiciera lo mismo. Segundos después, ya
estábamos dejando el parque rumbo al veterinario.
Traté de no pensar en lo que estaba a punto de suceder, pero
fue inevitable no hacerlo. Giré mi cabeza para verlos en un
semáforo, ambos estaban acostados, mirándome… Mis ojos se
llenaron de lágirmas y estiré mi brazo para poder acariciarlos
unos segundos. Zeus cerró sus ojos ante mi tacto, y Alaska
empezó a lamer mi mano.
—Lu, está en verde.
Me incorporé para empezar a conducir nuevamente.
Aceleré la velocidad un poco con el fin de llegar más rápido al
lugar.
Minutos después, aparqué el coche en la entrada de la
clínica veterinaria y, con el dolor más grande del mundo, me
bajé para abrir la puerta trasera. Una vez ellos bajaron, mis
ojos no aguantaron y empecé a llorar. Jackson tomó mi mano
con fuerza para demostrarme su apoyo.
—Venid, chicos —los llamé por última vez y ellos
obedecieron.
Caminamos hacia la entrada de la clínica, abrí la puerta y
ellos entraron. La chica de recepción se puso de pie y me miró
de manera comprensiva.
—El doctor ya está listo. Os está esperando.
Mi mirada se empañó nuevamente por las lágrimas y
Jackson me abrazó como pudo debido a su brazo. Besó mi
frente repetidas veces y acarició mi espalda.
—Vamos, mi amor —susurró. —, ellos estarán mejor.
Asentí lentamente y seguimos a la chica hacia el
consultorio del doctor. Al entrar, observamos dos camillas, una
al lado de la otra.
—Hola, amiguitos. —El doctor saludó a los perros
animadamente y ellos a él. —Os echaremos mucho de menos,
pequeños.
Los ayudantes se encargaron de subirlos en las camillas y
nosotros nos acercamos a ellas.
— ¿Quién lo hará primero? —preguntó.
Cerré los ojos con fuerza. ¿Cuál morirá primero? No quería
decidir, no podía soportarlo.
— ¿Puede ser al mismo tiempo? —pregunté.
Él se quedó pensativo un tiempo, pero al final asintió
repetidas veces mientras empezaba a preparar lo que
necesitaba.
—Os extrañaré —les dije mientras empezaba a acariciarlos
a la vez. —Siempre estaréis en mi corazón, en el pedestal…
gracias por ser mis mejores amigos, gracias por ser parte de mi
felicidad, os amo con mi vida.
Tragué saliva.
—Estaréis mucho mejor, no os va a doler nada, mis amores.
—Sonreí entre lágrimas. —Estaréis en paz y calma. Nosotros
estaremos bien con el paso del tiempo, pero os extrañaré con
mi alma.
Al cabo de un rato, el veterinario introdujo una inyección
en Zeus y su ayudante hizo lo mismo con Alaska.
—En un instante hará efecto —dijo con un hilo de voz.
Se apartaron de las camillas y nos dejaron con ellos.
Tomé asiento en una silla y empecé a acariciarlos
nuevamente. Ellos cerraron sus ojos, producto de mi tacto.
Descendí hacia sus lomos, donde mi mano hizo contacto con
la de Jake, quien la posa sobre la mía y las movemos al mismo
tiempo. Lentamente, sus respiraciones se fueron haciendo más
lentas y profundas hasta el punto de no sentirlas.
—Os quiero —susurré. —podéis iros en calma… ya no
habrá más dolor, todo será mejor…
Apreté los ojos con fuerza y empecé a sollozar durante unos
minutos.
—Os quiero, os quiero, os… —me detuve al no sentir
movimiento en sus cajas torácicas.
Levanté la cabeza en busca del veterinario, quien entendió
mi expresión y se acercó junto con su ayudante. Ambos
palparon sus cuellos, revisaron sus ojos y finalmente
escucharon sus corazones.
El veterinario asintió con tristeza.
Jackson apretó mi mano y me abrazó con ambos brazos sin
importar el dolor. Posó mi cabeza sobre su hombro y mis
sollozos llenaron el consultorio. Me aparté de su abrazo y me
acerqué a abrazar a Alaska con todas mis fuerzas mientras le
decía lo mucho que la quería y después hice lo mismo con
Zeus.
Los minutos pasaron y lo único que hacía era mirarlos
mientras los acariciaba o abrazaba.
— ¿Ya decidieron qué hacer con sus cuerpos?
Negué. ¿Qué haría con los cuerpos de mis perros?
—Nosotros tenemos unas hectáreas donde enterramos a los
animales fallecidos aquí… si quieren podemos hacerlo.
***
Los jardineros terminaron de cubrir sus cuerpos con arena,
nos entregaron unas flores y las colocamos en el cuadrado de
tierra color marrón que habían hecho para ellos. Suspiré con
pesar y me arrodillé.
—Siempre os llevaré en mi corazón. Lo hicisteis muy bien,
fuisteis los mejores amigos que pudimos tener, os amo con
todo mi corazón —dije antes de levantarme.
Nunca podría amar a otros perros de la forma como lo hice
con ellos. Fueron los primeros en mi corazón y se quedarían
ahí para siempre.
Caminé cogida de la mano de Jake hacia la salida de aquel
enorme jardín en el que yacían cuerpos de animales que
significaron todo para una persona.
«Zeus y Alaska por siempre y para siempre en mi corazón».
Capítulo 59
Cinco meses después