Trastorno de Pánico
Trastorno de Pánico
Trastorno de Pánico
soledad?
Convergencias entre la perspectiva de la neurociencia afectiva
y la perspectiva fenomenológico-gestáltica
Gianni Francesetti
Antonio Alcaro
Michele Settani
Resumen
Existe un consenso entre los científicos en considerar los ataques de pánico (AP) como una
respuesta de miedo exagerado por una activación intensa de la amígdala y la red neuronal del Miedo. Las
directrices actuales para el tratamiento (por ejemplo, el Instituto Nacional para la Excelencia Clínica, NICE,
2011) que están basadas en este punto de vista, no consiguen resultados satisfactorios: uno de cada tres
pacientes tratados reportan persistentes Ataques de Pánico (AP) y otros síntomas del Trastorno de Pánico
(TP), y muchos meta-análisis reportan la alta probabilidad de recaída. Aquí revisamos los hallazgos desde
la Neurociencia Afectiva y las ideas desde la perspectiva fenomenológico-gestáltica, cuestionando la
relación entre el TP y la activación de la red neuronal del Miedo. Proponemos una hipótesis alternativa
sobre la etiología del TP: el TP está principalmente conectado con el sistema del Pánico que se activa en
situaciones de separación de un apoyo afectivo y una sobreexposición al entorno. En nuestro punto de vista,
el AP puede ser comprendido como un ataque agudo de soledad que no es adecuadamente reconocido por
el paciente debido a la intervención de un componente disociativo que hace imposible integrar todas las
respuestas neuro-fisiológicas activadas por el sistema cerebral Pánico/Separación en una sensación
emocional coherente. Esta perspectiva puede explicar muchas evidencias que, de otra manera, se
mantendrían como elementos aislados sin un encuadre comprensible: por ejemplo, la asociación con la
agorafobia, el inicio del ataque durante la adolescencia y la vida del adulto joven, la necesidad de ser
acompañado, la conexión con la falta de aire y otras anomalías respiratorias, la eficacia de los antidepresivos
y la falta de activación del eje Hipotalámico-Pituitario-Adrenal (HPA). Discutimos los pasos futuros para
probar esta hipótesis y las consecuencias de un tratamiento psicoterapéutico.
Introducción
1
.- La primera idea de escribir este artículo surgió en octubre de 2016, durante la Conferencia de la FIAP
(Federación Italiana de Asociaciones de Psicoterapia). En esa ocasión, Jaak Panksepp y el autor discutieron
sus perspectivas sobre el trastorno de pánico y decidieron desarrollar más sus convergencias.
Lamentablemente, Panksepp falleció en abril de 2017, por lo que ya no podíamos escribir este artículo
juntos, pero la inspiración proviene de ese primer encuentro. Queremos agradecer su contribución a este
trabajo. y expresarle nuestro agradecimiento.
3
Los enfoques actuales habitualmente consideran los ataques de pánico como una
respuesta exagerada e inapropiada respuesta de miedo (Clark, 1986; Casey, Oei y
Newcombe, 2004) desencadenada por una intensa activación de la amígdala y relacionada
con la red cerebral del Miedo 2 (McNally, Otto, Yap, Pollack, & Hornig, 1999;
Windmann, 1998; Gorman, Kent, Sullivan, & Coplan, 2000; LeDoux, 2015; Hamm et
al., 2016). Según esta perspectiva, las intervenciones psicoterapéuticas actuales
(especialmente la TCC) tienen como objetivo reducir la sensibilidad al miedo (y la
ansiedad) del paciente, mediante procedimientos de descondicionamiento, corrigiendo
pensamientos desadaptativos, mejorando la autoestima, etc. (Barlow, Gorman, Shear, &
Woods, 2000; Gallagher et al., 2013; Yang, Kircher y Straube, 2014).
Sin embargo, aunque los tratamientos psicoterapéuticos que se centran
exclusivamente en la desensibilización al MIEDO son muy efectivos para corregir
rápidamente alguna manifestación secundaria del TP, como el aumento en espiral de la
ansiedad después del primer episodio, no garantizan buenos resultados a largo plazo
(Bakker, 2001; Durham et al., 2005). Además, desde el trabajo de Donald Klein a
principios de los años 60, es bien sabido que los agentes ansiolíticos de tipo
benzodiacepínico (Librium, Valium, etc.) tienen poco efecto sobre la incidencia del
2
.- Siendo el circuito cerebral más estudiado del cerebro de los mamíferos, el sistema del Miedo se
encuentra localizado principalmente en la amígdala central y lateral, el hipotálamo medial y el
periacueductal dorsal gris, y utiliza el glutamato, la colecistoquinina, factor liberador de la corticotropina
y el diazTPam inhibidor de la unión como los principales neurotransmisores/neuromoduladores de sus
red intrínseca (Panksepp & Biven, 2012; LeDoux, 2015). También es bien sabido que tanto las
intervenciones farmacológicas como las psicoterapéuticas reducen la ansiedad, las fobias y otros síntomas
dependientes del miedo, reduciendo la excitabilidad neural dentro del sistema cerebral del Miedo.
4
pánico, mientras que los antidepresivos son más efectivos para sofocar ataques así (Klein
y Fink, 1962). Estas evidencias ponen en tela de juicio la convicción de que el pánico es
simplemente una reacción de miedo excesiva e incontrolada.
Otras dudas provienen de la evidencia de que los ataques de pánico difieren de la
respuesta de emergencia de miedo de Cannon (Cannon, 1920) y del Síndrome de alarma
general de Selye (Selye, 1956) en dos aspectos psicofisiológicos importantes. En primer
lugar, el pánico se caracteriza por la prominencia de una intensa falta de aire, que rara vez
ocurre en un agudo miedo iniciado por un peligro externo (Klein, 1993; Preter & Klein,
1998). Además, al contrario del miedo, el pánico se acompaña de la falta (posiblemente
supresión) de la activación Hipotalámica-Pituitaria-Adrenal (HPA). En efecto, la
taquicardia y otras formas de activación psicofisiológica durante el pánico se producen
por abstinencia vagal (parasimpática) en lugar de por excitación simpática (Preter y Klein,
2008).
De acuerdo con esta evidencia, la exploración de la experiencia de los pacientes a
través de un análisis fenomenológico-gestáltico (Francesetti, 2007; Francesetti et al.,
2013) indica que el miedo, aunque abrumador y predominante en las narrativas del
paciente, no es el primer acontecimiento en el ataque agudo De hecho, el momento mismo
del ataque se caracteriza por la experiencia real de morir o volverse loco, percibida como
una molestia corporal; entonces, inmediatamente después, surge el miedo a la muerte o
el miedo a la locura. Después del primer ataque, estos temores, y el miedo a otros ataques,
se convierten en la narrativa principal. Pero los pacientes dicen que durante el ataque la
experiencia es en realidad morir o volverse loco, y luego se aterrorizan con esto. Como
evidencia de esta secuencia, podemos observar que los pacientes acuden a la sala de
emergencias o al médico general para tratar la sintomatología física aguda y no a un
psicólogo para buscar ayuda por su miedo. En esta perspectiva, el miedo es el mayor
evento abrumador en la fenomenología del trastorno de pánico, pero es secundario a la
experiencia de morir o volverse loco, emergiendo como una incomodidad corporal en el
ataque de pánico. Esta observación fenomenológica está en línea con la literatura que
indica que el awareness interoceptivo es central en estos pacientes (Craig, 2003): detectan
continuamente la variabilidad de cada situación de acuerdo con un sistema de orientación
centrado en el cuerpo (Lorenzini y Sassaroli, 1987; Guidano, 1991; Arciero y Bondolfi,
2009). Estos pacientes pueden mentalizar el miedo, reconocerlo y expresarlo, pero no
pueden mentalizar las señales corporales que indican la falta de mediación afectiva en
una situación de sobreexposición (Fonagy y Target, 1997). No pueden mentalizar estas
señales corporales como sensaciones relacionadas con la necesidad de que otro entre en
una co-regulación afectiva de este fuerte malestar (Shore, 2003). Estos sentimientos no
se mentalizan como soledad al principio y surgen solo durante el proceso de la terapia 3.
Considerar el trastorno de pánico como una experiencia clínica compleja que implica una
soledad no mentalizada es la tesis de este artículo. Está respaldado por algunas
investigaciones y hallazgos clínicos y puede orientar las intervenciones terapéuticas con
esta población.
3
.- Una investigación fenomenológica requiere una exploración intersubjetiva que no solo pretende
describir lo que ya está presente como una primera narrativa, sino también apoyar el surgimiento de lo
que está implícito en la experiencia considerada. De hecho, por definición, un fenómeno es lo que aparece
cuando nos quedamos, hacemos una pausa y esperamos cerca de él (Giorgi, 2009).
5
El Sistema Pánico/Separación
Los estudios neuro-etológicos de Panksepp han demostrado que los mamíferos cuentan
con dos sistemas de alarma cerebral separados (Panksepp y Biven, 2012). El primero, que
se ha llamado Sistema del Miedo, se activa por la percepción de una amenaza externa. El
otro, que se ha llamado el Sistema de Pánico/Separación, se activa al máximo cuando el
7
5
.- Específicamente, se ha sugerido que la llamada de separación, destinada a mantener el contacto
madre-descendencia, es la forma más antigua de comunicación de los mamíferos (Battaglia, 2015). La
aparición de un impulso emocional de angustia de Pánico/Malestar de separación, junto con Cuidado/
Nutrición y Juego, ha marcado la aparición de os mamíferos a partir de los reptiles similares a los
mamíferos, y ha llevado a la evolución de las habilidades sociales y cognitivas complejas, así como a la
aparición de estructuras cerebrales distintivamente mamíferas de la corteza cingulada y la llamada
división tálamo-cingular (MacLean, 1985; Panksepp, 1998). Como señaló Battaglia, “el advenimiento de
una mayor masa celular cerebral —como la asociada con la aparición del neopallium— permitió a los
paleomamíferos alcanzar una mayor plasticidad cerebral y ampliar la gama de capacidades de
aprendizaje, que a su vez son los ingredientes básicos de la variación individual en el comportamiento. Sin
embargo, todas las formas de aprendizaje requieren tiempo para practicar, ya que la práctica implica
errores, y la corrección y consolidación de las habilidades recién adquiridas. En un niño en crecimiento,
esto genera dependencia del cuidado de los padres para garantizar la seguridad, la alimentación y la
protección. Por lo tanto, se puede esperar que cuanto más amplia sea la variedad y la plasticidad del
repertorio conductual en una especie, mayor será el tiempo necesario para aprender y practicar, y más
prolongada será la dependencia del cuidado parental. […] La extensión progresiva de un período de
dependencia del cuidado materno que puede atribuirse a un cerebro cada vez más complejo y, por lo
tanto, inmaduro, al nacer, probablemente preparó el terreno para el desarrollo y mantenimiento del SA
como un elemento de regulación recíproca del vínculo entre la madre y el bebé y un moderador entre los
ciclos de exploración del entorno, el aprendizaje y el regreso seguro a la madre por parte del niño” (de
Battaglia, 2015).
6
.- En los circuitos cerebrales del pánico, el análisis de pacientes neurológicos demostró que las personas
con lesiones de la amígdala muestran una marcada ausencia de miedo durante la exposición a estímulos
que provocan miedo y no condicionan los estímulos aversivos. Sin embargo, muestran reacciones de
pánico comunes cuando se exponen experimentalmente a condiciones anóxicas, lo que sugiere que el
sistema de miedo amigdalocéntrico no es necesario para desencadenar un ataque de pánico (Feinstein et
al., 2013).
8
7
.- De hecho, los estudios experimentales también han demostrado que el ataque de pánico puede ser
incitado de manera confiable en entornos de laboratorio por desafíos químicos específicos, utilizando
infusión intravenosa de lactato e inhalación de dióxido de carbono (Liebowitz et al., 1984, Gorman et al.,
1984, Papp, Klein, Gorman, 1993; Klein, 1993). Sin embargo, mientras que los controles normales o los
pacientes con otros trastornos de ansiedad rara vez muestran tal reactividad (es decir, progresan a un
ataque de pánico completo), las concentraciones más altas de CO2 inhalado son altamente aversivas y
pueden producir sintomatología de pánico respiratorio de forma dependiente de la dosis (Griez et al.,
2007; Esquivel et al., 2010; Leibold et al., 2013). Beck y col. (1999; 2000) mostraron que los pacientes de
pánico responden con un aumento de los síntomas de pánico no solo a la inhalación de CO2, sino también
a la hipoxia normocapnia. Esto hace posible integrar el trastorno de ansiedad por separación, la
hipersensibilidad al CO2 y al lactato, y una variedad de fenómenos respiratorios y patología con el
trastorno de pánico.
8
.- De hecho, la infusión de naloxona (que va desde 0.5 mg / kg iniciales hasta un máximo de 2 mg / kg)
seguida de lactato (N + L), causó incrementos significativos en el volumen corriente similar a los
observados durante los ataques de pánico clínicos e inducidos por lactato en 8 de 12 sujetos normales, lo
que respalda la hipótesis de que la deficiencia opioidérgica podría ser necesaria para que el lactato
produzca un marcado aumento en el volumen corriente en sujetos normales (Sinha, Goetz y Klein, 2007).
Además, “los sujetos normales, generalmente relativamente insensibles a los efectos del volumen
corriente de la infusión de lactato, [...] que recibieron un tratamiento previo con antagonistas opioides,
desarrollaron incrementos de volumen corriente y frecuencia respiratoria similares a los que ocurren en
los ataques de pánico clínico espontáneo y en los pacientes de pánico que entran en pánico. durante las
infusiones de lactato” (Preter et al., 2011).
9
.- El papel del opioide endógeno en el trastorno de pánico y la alarma de asfixia recibe una confirmación
en estudios con animales (Moreira et al., 2013). Graeff (2012), al estudiar un modelo animal de trastorno
de pánico, descubrió que la acción inhibitoria de la serotonina está relacionada con la activación de los
9
Finalmente, la evidencia que muestra que el sistema opioide endógeno del cerebro
co-regula la respiración y los comportamientos de Separación/angustia se ajusta a la
hipótesis neuroevolutiva formulada por Stephen Porges (2007; 2011), quien subrayó la
función de los nervios craneales y los músculos para expresar las vocalizaciones de
angustia de separación evolucionaron a partir de los arcos branquiales primitivos que
extraen oxígeno del agua (Porges, 2007).
Pánico y disociación
Si la asfixia y otros síntomas corporales de los ataques de pánico pueden explicarse por
las respuestas neurofisiológicas inducidas por el sistema cerebral de pánico/separación,
queda por explicar por qué los pacientes con TP no reconocen que sufren malestar de
separación. De hecho, los pacientes con TP generalmente no informan sensaciones de
malestar social o afectivo, y no reconocen ninguna causa psicológica o significado para
sus ataques.
Para responder a esa pregunta, es importante tener en cuenta que existe una
distinción entre el estado funcional de la emoción (“el estado emocional”) y su
experiencia consciente (“la experiencia de la emoción”) (Adolphs, 2017). Incluso aunque
los estados emocionales, las experiencias emocionales y los conceptos emocionales
generalmente tienen lugar juntos en humanos adultos sanos, también se pueden disociar.
En nuestra opinión, este tipo de disociación podría estar presente en pacientes con TP,
que podrían experimentar malestar de separación como un estado emocional, sin
experimentarla de manera consciente. En línea con este punto de vista, estudios
experimentales recientes han demostrado que los pacientes con TP a menudo informan
experiencias traumáticas infantiles (Zou et al., 2016), que llevan a una forma patológica
de disociación en la edad adulta (Majohr et al., 2011). Como consecuencia, los pacientes
adultos con TP tienden a ser alexitímicos y tienen dificultades para darse cuenta,
reconocer, discriminar y expresar sensaciones emocionales (Cox, Swinson, Shulman y
Bourdeau, 1995; Iancu, Dannon, Poreh, Lepkifker y Grunhaus. 2001; Marchesi, Fontò,
Balista, Cimmino y Maggini, 2005; Cucchi et al., 2012; Izci et al., 2014). Además,
también tienden a ser menos cooperativos y confiados con otras personas (Wachleski et
al., 2008; Izci et al., 2014). También relacionado con este punto, vale la pena señalar que
los hallazgos de la literatura apoyan la conexión entre la ansiedad por separación
experimentada a temprana edad y el desarrollo de dificultades para reconocer (ser
conscientes de) los estados afectivos (por ejemplo, Mason, Tyson, Jones y Potts, 2005;
Joukamaa et al., 2003) y que se ha encontrado que los rasgos alexitímicos son más
pronunciados en individuos que informaron síntomas más graves de ansiedad por
sTParación durante la infancia (Troisi, D'Argenio, Peracchio y Petti, 2001).
De acuerdo con dicha evidencia científica, la observación clínica muestra que los
pacientes que padecen TP generalmente presentan un estilo relacional muy autónomo e
independiente, no son inclinados a pedir ayuda y a confiar en otros, apenas son capaces
de expresar sus necesidades afectivas (Francesetti, 2007; Francesetti et al., 2013). Este
estilo relacional hace que el trastorno sea aún más molesto ya que el paciente no está
acostumbrado a la necesidad de ayuda y apoyo. La mentalización de la necesidad de
apoyo y cercanía, incluso si está fuertemente presente, es difícil y las personas que sufren
de trastorno de pánico tienden a no comportarse de manera muy cooperativa.
opioides endógenos en el gris periacueductal (PAG). Schenberg y sus colegas (Schimitel et al., 2012)
sugieren que "[el PAG] alberga un sistema de alarma de sofocación sensible a la anoxia".
10
moverme sin que alguien estuviera conmigo ... pero aún así todavía no lo entendía. Ahora,
finalmente, siento que necesito la cercanía y el abrazo de alguien... Me cuesta mucho
admitir esto, aunque no sé por qué ...”.
Conclusiones
diferencias relevantes en las tasas de prevalencia del TP en diferentes países (por ejemplo,
Kessler et al., 2007), encontrando un vínculo positivo bastante fuerte entre valores
sociales como la autonomía afectiva y las tasas y el riesgo vitales del TP (Heim,
Wegmann y Maercker, 2017). El mito de Pan parece proporcionar un marco narrativo a
una experiencia que expresa tanto una condición individual como social: una soledad
disociada y la necesidad de un vínculo relacional. El miedo, en esta perspectiva, puede
entenderse como la expresión de un ataque agudo de soledad.
Pasos futuros
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Gianni Francesetti, International Institute for Gestalt Therapy and Psychopathology (Ipsig)
Antonio Alcaro, DTPartamento de Psicología, Universidad de Turín
Michele Settani, Santa Lucia Fundation, European Centre for Brain Research, Italy
Este artículo es la traducción del original en inglés Panic Disorder: attack of fear or acute
attack of solitude? Convergences between affective neuroscience and phenomenological-
Gestalt, publicado en Research in Psychotherapy: Psychopathology, Process and
Outcome 2020; volume 23:77-87. Y ha sido traducido por Carmen Vázquez Bandín.