Rahel Jaeggi

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¿Qué (si acaso algo) resulta

falso en el capitalismo?
Tres vías de la crítica del
capitalismo1
What (If Anything) Is Wrong with Capitalism?
Three Approaches to the Critique of Capitalism

Rahel Jaeggi

Resumen Abstract

En este artículo Rahel Jaeggi ex- In this article, Rahel Jaeggi


pone los tres modos usuales de crítica distinguishes three ways to critique
del capitalismo: la crítica funcional, capitalism: the functional critique,
que pone de manifiesto los déficits which explores the functional deficit of
funcionales del capitalismo, la crítica capitalism; the moral critique, focused
moral, centrada en el problema de on the problem of exploitation; and
la explotación, y la crítica ética, que the ethical critique, which disputes
cuestiona el tipo de vida y de auto- the way of life and of self-realization
rrealización individual promovidos established by capitalism. Jaeggi
por el capitalismo. Jaeggi muestra el examines the performances and lacks
rendimiento y las insuficiencias de of each one of them and defends the
cada una de ellas y defiende la nece- need for a complex way of critique
sidad de un modo complejo de crítica to adequately merge functional, moral
que integre adecuadamente aspectos and ethical aspects.
funcionales, morales y éticos.

Palabras clave: Crítica, capitalismo, filosofía social, teoría crítica, explotación.


Keywords: Critique, Capitalism, Social Philosophy, Critical Theory, Exploitation.

1 Traducción del alemán de José Manuel Romero Cuevas. Título original:


«Was (wenn überhaupt etwas) ist falsch am Kapitalismus? Drei Wege der
Kapitalismuskritik», en JAEGGI, R. / LOICK, D. (eds.): Nach Marx. Philosophie, Kritik,
Praxis. Suhrkamp, Berlín, 2013, pp. 321-349.

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La crítica del capitalismo pasa por una buena coyuntura. Marcada


por los estados de ánimo de la época, esta crítica puede que sea di-
fusa, a veces simplista y, en algunos aspectos, chocantemente exage-
rada. Sin embargo, para su buena coyuntura hay buenos motivos o,
en todo caso, una causa comprensible.
Pero, ¿cuál es propiamente el problema en el capitalismo? ¿Es fal-
so, injusto, irracional o malo? ¿Es malvado o estúpido, o simplemente
no funciona? Preguntado de otra manera, ¿sobre qué fundamentos
cabe criticar, por lo tanto, el capitalismo?
En este artículo no aporto nuevos datos para la respuesta a esta
pregunta ni ofrezco un nuevo diagnóstico económico bien susten-
tado de la situación actual de la economía ni tampoco propuestas
positivas para la superación de la crisis. Más bien, lo que quisiera
hacer es lo siguiente: con intención metódica voy a investigar tres
vías de la crítica del capitalismo y preguntar cómo proceden y qué
posibilidades de una crítica del capitalismo como un modo específico
de organización de la economía y de la sociedad están vinculadas
con ellas. (Por tanto, me ocupo sobre todo de la cuestión metódica
de cuáles figuras de argumentación hay aquí en juego y cuán prome-
tedoras son).
La pregunta «¿Qué (si acaso algo) resulta falso en el capitalismo?»
no está formulada cínicamente. Con ella no quiero dejar en el aire
si en el sistema económico global y en la constitución de nuestras
sociedades actualmente en cuanto tales hay algo problemático. Más
bien, no me parece tan evidente cuál de los muchos males de este
mundo se pueden remitir de modo específico al capitalismo y si, tal
como pregunta Philippe van Parijs, hay realmente algo en el capita-
lismo intrínsecamente falso1.
¿Hay, por lo tanto, algo que no es sólo un efecto secundario casual
de algunos rasgos del capitalismo, sino que se presenta sistemáti-
camente en relación con él (y sólo con él) y además es (de manera
justificable) problemático? El objeto de nuestra crítica, en tanto que
quiere ser crítica del capitalismo, no puede ser algo que se presenta
en todas las formaciones sociales pensables, ni puede la crítica, en
tanto que quiere ser crítica del capitalismo, concernir a algo que se
presenta con él accidentalmente. Dicho de otro modo: si algo en los
sistemas sociales considerados debe ser falso o problemático, ¿es el

1 Cf., para esta caracterización más precisa de la pregunta de partida, PARIJS,


Philippe van: «What (If Anything) Is Intrinsically Wrong with Capitalism?», en
Philosophica 34/2 (1984), pp. 85-102.

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Tres vías de la crítica del capitalismo

capitalismo el culpable de ello? ¿O quizá la modernidad o incluso la


conditio humana en general?
Esta pregunta no me parece trivial. Al fin y al cabo, se quiere saber
qué se critica exactamente cuando se coloca bajo la mirada un or-
den económico injusto. Y puede resultar decisivo para las conocidas
estrategias de la «limitación» o de la «domesticación» del capitalismo
no tratar el sistema económico únicamente como una blackbox, sino
preguntar más exactamente si hay algo en la constitución y dinámica
de este sistema que se opone a una limitación o a su «demarcación»
democrática mediante instituciones igualitarias orientadas por la jus-
ticia. (Con el principio-blackbox me refiero a la tendencia a hablar
sólo de cómo habría que repartir la riqueza producida dentro de un
sistema económico, pero no sobre cómo esta es producida y qué tipo
de riqueza debe ser producida).

1. ¿Qué es el capitalismo?

En el contexto de mis reflexiones, para despachar esto breve y sin-


téticamente, el concepto de «capitalismo» designa un sistema social y
económico, es decir, abarca el conjunto de dimensiones económicas,
sociales, culturales y políticas que caracterizan el modo de vida de las
sociedades constituidas de manera capitalista.
El «capitalismo» es, por tanto, en el contexto que aquí interesa, la
denominación para un orden económico y social que se desarrolló
históricamente en Europa al final de la Edad Media con la disolu-
ción del orden feudal y que en los siglos XVIII y XIX se vuelve do-
minante a escala mundial como capitalismo industrial de alto nivel
tecnológico y ligado a una considerable concentración de capital. En
términos sistemáticos, pueden indicarse los siguientes aspectos como
característicos para el modo de producción capitalista y las socieda-
des configuradas por el capitalismo: (1) la propiedad privada de los
medios de producción y la separación de los productores respecto de
los medios de producción, (2) la existencia de un libre mercado de
trabajo y (3) la acumulación de capital, así como, vinculado a esto,
la orientación a la valorización del capital, al beneficio en lugar de a
la demanda, a la reproducción del capital en lugar de al consumo o
el sustento. En una sociedad capitalista (4) el mercado funciona de
manera típica como mecanismo de coordinación para la asignación
de recursos, así como para la distribución de bienes (la distribución
de recursos como trabajo, capital, suelo y materias primas entre las
diversas posibilidades de uso en la producción de bienes, por un

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lado, y su distribución entre los consumidores individuales, por otro).


Capitalismo y economía de mercado están estrechamente vinculados
entre sí, pero no son idénticos entre sí.

2. Tres dimensiones de la crítica

Entonces, ¿cuál es el problema en el capitalismo? Cuando se deja


de lado el reproche banal a la avaricia de algunos, cabe distinguir tres
modelos de argumentación, o sea, tres estrategias de la crítica.
En primer lugar, una estrategia de argumentación funcional: el
capitalismo, como sistema social y económico, no puede funcionar;
es intrínsecamente disfuncional y necesariamente propenso a la crisis.
En segundo lugar, una argumentación moral u orientada por la
justicia: el capitalismo se basa en la explotación. Priva a los seres
humanos, de un modo desleal e injusto, de los frutos de su propio
trabajo y los obliga a la servidumbre de un sistema que los engaña
de variadas formas acerca de lo que les corresponde. Brevemente (y
de modo menos dramático): el capitalismo se basa en o genera una
estructura social injusta.
En tercer lugar, la crítica ética: la vida configurada por el capita-
lismo es una vida mala, vgr. alienada. Es una vida empobrecida, sin
sentido o vacía y destruye componentes esenciales de lo que per-
tenece a una vida humana colmada, feliz, pero sobre todo también
«verdaderamente libre».
Estas tres estrategias de argumentación, que pueden encontrarse
ya en los comienzos del capitalismo y de la crítica del capitalismo,
han tenido coyunturas muy diferentes2. Cabe preguntar ahora, res-
pecto a cada una de estas líneas de argumentación, si es convincen-
te, es decir, si puede aportar algo a la renovación de la crítica del
capitalismo bajo las condiciones actuales. Al mismo tiempo, surge
la cuestión de si y cómo están relacionados esos aspectos del capi-
talismo, es decir, esas dimensiones de su crítica. Dicho en términos
generales, mi suposición es que precisamente el entrelazamiento de
las dimensiones del capitalismo (mejor dicho, de la posible crítica a
éste) diferenciadas por mí aquí resulta instructivo, puesto que posi-
blemente estos aspectos son apropiados precisamente en su cone-
xión para fundamentar una crítica del capitalismo en cuanto tal. La

2 Así, en las fases de prosperidad parece tener prioridad la problemática


ética. En fases de estancamiento y recesión (como ahora) surgen inesperadas
reactivaciones de las teorías de la crisis, ya consideradas desaparecidas.

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obra de Marx nos suministra importantes puntos de referencia para


un enfoque como este. El objetivo de la crítica marxiana del capita-
lismo no es sólo apuntar al capitalismo en el modo indicado arriba
como formación específica. La singularidad de su enfoque se funda
entre otras cosas también en que en él se atraviesan (aunque no
siempre de modo completamente transparente) las tres dimensiones
diferenciadas por mí. A primera vista resulta obvio que el análisis y
crítica del capitalismo como una relación de explotación, la crítica
de la alienación del capitalismo y el planteamiento marxiano de una
teoría de las crisis son instancias de una crítica fundada en una teoría
de la justicia, de una crítica ética y una crítica funcional. Son esto,
pero en cada caso de una manera particular.
A continuación, voy, primeramente, a aclarar de manera algo más
detallada las tres estrategias de argumentación diferenciadas por mí
y a intentar mostrar con ello sus momentos productivos así como su
limitación, para retornar al final a la pregunta de la conexión de las
tres dimensiones.

3. Sobre el teorema del déficit funcional

Comienzo con la crítica funcional. La estrategia de argumenta-


ción «funcional» sostenía: el capitalismo, en cuanto sistema social y
económico, no funciona. Es intrínsecamente disfuncional y necesa-
riamente propenso a la crisis.
La versión menos pretenciosa teóricamente (pero en cambio la
que más fácilmente puede ponerse en duda empíricamente) de tal
crítica es el sencillo teorema de la crisis de la teoría de la paupe-
rización. A la larga, el capitalismo, así sostenía el diagnóstico no
tan lejano realizado en sus comienzos, no logrará alimentar a los
individuos desposeídos de subsistencia a través de los procesos de
concentración y racionalización económica. La consecuencia del de-
sarrollo económico capitalista será por tanto la pauperización perma-
nente y agudizada de una masa cada vez mayor de la población, que
finalmente conducirá al colapso del sistema. El teorema de la crisis
sistemática de ventas y producción es ya más complejo. Y el más pre-
tencioso es seguramente el teorema marxiano de la caída tendencial
de la tasa de beneficio, según el cual la dinámica capitalista en cierto
modo se dará sepultura a sí misma a través de las transformaciones
en la denominada «composición orgánica del capital» (a saber, la rela-
ción entre trabajo vivo y maquinaria). Pero también fuera de los mar-
cos teóricos aquí aludidos puede argumentarse aludiendo a déficits

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funcionales. Así, puede sostenerse por ejemplo que la «mano invisi-


ble», también del mercado ideal, no está en condiciones de garantizar
la producción de bienes públicos de la que al mismo tiempo él está
encargado. Y quizá no carece de importancia subrayar en este punto
que la «crítica funcional» del capitalismo no se reduce a escenarios de
crisis económica. También, por ejemplo, la tesis de que el capitalis-
mo socava sistemáticamente las disposiciones psíquicas y cognitivas
necesarias para su formación y conservación, tal como ha defendido
por ejemplo Daniel Bell3, argumenta en este sentido aludiendo a un
déficit funcional.
Pues bien, una tal estrategia de argumentación funcional tiene,
en cuanto estrategia de argumentación, ventajas reconocibles. Entre
otras razones, resulta atractiva porque como figura crítica parece po-
der prescindir de normas necesitadas de fundamentación. Algo que
no funciona no es solo manifiestamente inútil. Algo que no funciona
por motivos que residen en ello mismo, y que socavan su propia ca-
pacidad de funcionar, se refuta manifiestamente a sí mismo. Y aún
mejor: una falta tal de funcionamiento sustenta la suposición de que
el problema se resolverá o suprimirá por sí mismo.
Naturalmente, se pueden considerar muchos de los teoremas alu-
didos como refutados y esto se ha hecho a menudo, incluso cuando
la crisis financiera y económica actual motiva la pregunta de si la
afirmación de que el capitalismo «ha superado exitosamente todas
sus crisis», como se suele decir a veces, se confirma en realidad como
fundada. Pero no quiero ocuparme aquí en términos de contenido
de la refutación de los escenarios de crisis. En lugar de ello, quiero
examinar con más detalle la estructura misma de un modo tal de ar-
gumentación funcional para indicar los déficits (en germen) de dicha
argumentación.

3.1. Déficits funcionales estructurales

¿Qué es por tanto un déficit funcional? Que algo tiene un déficit


funcional significa que no funciona como debería, es decir, que no
funciona como promete funcionar o como sería su tarea hacerlo. La
tarea de un cuchillo es cortar. Un cuchillo romo no funciona en el
sentido de que no corta.

3 Cf. BELL, Daniel: Las contradicciones culturales del capitalismo. Alianza,


Madrid, 2004.

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La suposición de un déficit funcional sistemático sobrepasa con


ello la mera circunstancia fáctica de que algo no funciona como de-
bería, en tanto que sostiene que no puede hacerlo por motivos siste-
máticos. El déficit no sólo emerge regularmente y siempre de nuevo.
Algo no funciona sistemáticamente porque le faltan los presupuestos
para la función que se espera de él. Un cuchillo que no tiene hoja o
cuya hoja está hecha de plastilina está falsamente construido para la
tarea que se le atribuye. Le falta una importante condición para su
funcionamiento como cuchillo (es decir, para cortar). En este sentido
simple se trata aquí de un no funcionamiento sistemático, y no solo
ocasional o empíricamente contingente.
La formulación más fuerte (y se podría decir: «dialéctica») de un tal
no funcionamiento sistemático está planteada sin embargo de mane-
ra algo diferente. Este teorema sostiene que en un caso tal pertenece
al funcionamiento de un objeto su no funcionamiento. O que el no
funcionamiento constituye la otra cara del funcionamiento. Enton-
ces algo funciona de una manera que socava simultáneamente este
funcionar o violenta los fundamentos de su propio funcionar. Esto
suena algo oscuro y paradójico, pero lo que quiero sostener es que
es a esto adonde apunta el análisis marxiano, en tanto que se refiere
al capitalismo como un sistema disfuncional de la organización de la
sociedad y de la economía4. Naturalmente, esta comprensión («dia-
léctica») del no funcionamiento tiene sus defectos.

3.2. Problemática de la crítica funcional

El problemático carácter de una tal crítica funcional se percibe


cuando se vuelve claro lo siguiente. En primer lugar, estrictamente
hablando no se trata de que el objeto o el sistema descrito, que en
su funcionar parece socavar su propio funcionamiento, en el mismo
sentido funciona y no funciona. Esta impresión surge sólo porque
aquí son unidos diferentes sentidos que se pueden distinguir. Así, se
puede decir (en el caso del sistema económico capitalista) que aquí
algo –ahora– funciona de tal manera que a la larga –o sea, en el fu-
turo– no funcionará más. El expolio de los recursos naturales sería
un ejemplo de ello. Este nos posibilita ahora un cierto bienestar, pero

4 Sería también completamente insensato reprochar al capitalismo, con todos


sus logros y adelantos, que realmente no funciona, es decir, que no funciona en
ningún sentido.

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parece amenazar las condiciones futuras de la vida humana. O tam-


bién se podría decir que algo funciona en un determinado sentido, el
cual lo obstaculiza en otro sentido. Así, resulta difícilmente discutible
que en las sociedades organizadas de manera capitalista hay pobreza
y riqueza, que, por lo tanto, a pesar de que el dinámico desarrollo
económico vinculado con la modernización capitalista ha creado una
enorme riqueza, esta prosperidad no beneficia sin embargo a todos
de la misma manera5.
Pero si ahora se separan tales sentidos tal como han sido descri-
tos, se muestra que la tesis de la disfuncionalidad sistemática y de la
«socavación de sí mismo» del sistema social y económico capitalista
no es tan fácilmente defendible como parece.
Puesto que los sentidos distinguibles en cada caso son «unidos» con
respecto al funcionamiento, se puede sostener que el criticado déficit
funcional (del capitalismo) sólo existe porque exigimos de él la solu-
ción de problemas que no deben relacionarse necesariamente unos con
otros6. Un problema tal sería por ejemplo la demanda de no sólo un
rendimiento económico dinámico sino también de una distribución pa-
recida de los resultados o la suposición de que el capitalismo tiene que
preocuparse no sólo del presente, sino también del futuro, etc. A saber:
en este lugar no quiero poner en duda que sería deseable vivir en una
sociedad que satisfaga estas exigencias. Sólo quiero expresar la duda de
si este deseo o, mejor dicho, esta exigencia puede o debe seguir la vía
de la crítica funcional investigada aquí por mí.
El resultado decisivo de mis reflexiones hasta ahora es el siguien-
te: la crítica funcional presentada por mí aquí hace valer sentidos
que toma como decisivos. Ella junta tales sentidos y hace con ello
indispensables también determinaciones de fines y decisiones valo-
rativas. Esto está relacionado con un punto general, que afecta en su
totalidad al discurso sobre el funcionamiento: el funcionamiento hace
algo siempre sólo respecto a algo, a saber, respecto a una determina-
da función. También un cuchillo funciona (o no funciona) respecto al
cortar. Pero con el cuchillo se toma esta función por decirlo así sin
lugar a dudas como incorporada. ¿Para qué, si no para cortar, debería

5 Esto vale tanto más cuando la mirada se desplaza de los «centros» del
desarrollo capitalista hacia su denominada «periferia», si es que puede calificarse
de tal.
6 Además, los protagonistas del sistema económico capitalista no han
prometido necesariamente esas soluciones, o sea, no han puesto necesariamente
tales soluciones en el capitalismo «en cuanto tal», es decir, sin determinaciones
adicionales.

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ser bueno un cuchillo?7 Sin embargo, con el capitalismo resulta me-


nos claro cuál debe ser su función. Y dicho de modo completamente
general, «funciones» y «funcionamientos» respecto a las circunstan-
cias sociales no están dados de manera indudable, o sea, no están
incluidos en alguna parte en la constitución de las circunstancias
mismas. O, en otras palabras: las funciones respecto a las circunstan-
cias sociales no son inmediatamente inherentes a estas o dadas sin
interpretación.
Pero si los déficits más manifiestos de un objeto siempre son défi-
cits respecto a funciones que hemos asignado a un objeto, y si además
al menos con determinados «objetos» no resulta posible derivar su fun-
ción directamente de su «ser-así», entonces el criterio del no funciona-
miento apunta a otro criterio (justamente: la asignación de función).

3.3. No funcionamiento caracterizado normativamente

El criterio del funcionamiento o del no funcionamiento no es por


tanto un criterio «libremente flotante». Incluso el socavamiento de las
futuras condiciones de la vida humana es un déficit funcional sólo
si se atribuye a la economía actual la tarea de posibilitar también la
vida futura (en lugar de decir: «A los últimos que les muerdan los
perros»). Y de modo más general: el capitalismo no se derrumba
simplemente así sin más. Tampoco no funciona así sin más. Si es que
no funciona, lo hace con respecto a determinados objetivos y a las
decisiones valorativas o normas ligadas con ellos. Somos nosotros los
que tomamos como base de nuestra consideración esas decisiones
valorativas y normas. La indicación de un déficit funcional sólo se
puede mantener si se entiende el no funcionamiento siempre tam-
bién como no funcionamiento caracterizado normativamente. Inclu-
so si producción de pobreza y producción de riqueza deben ir de la
mano necesariamente en el capitalismo, no se deriva de ello ninguna
«contradicción» que vaya acompañada automáticamente de una dis-
funcionalidad del sistema. La simultaneidad de pobreza y riqueza se
convierte en contradicción solo bajo determinadas circunstancias y la
situación evocada con ello se vuelve disfuncional en términos prác-
ticos sólo cuando ella (pre-caracterizada normativamente) es com-

7 Dejo sin considerar aquí la posibilidad de su refuncionalización en el marco


de una obra de arte. Aquí el cuchillo con la hoja de plastilina no sería disfuncional.
Pero hasta éste participa en su significado todavía de la función originaria del cortar.

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prendida también como escándalo. Dado que al no funcionamiento


de un sistema social pertenece también la reacción de los implicados,
este componente normativo resulta patente: la «plebe», que amenaza
la integración social y es generada por la dinámica económica bur-
guesa, en el famoso análisis de Hegel del «problema de la pobreza
que atormenta a la sociedad burguesa», no sólo es pobre, sino que
está indignada. Y es esta indignación y sus consecuencias las que
están en condiciones de amenazar la cohesión de la sociedad.
Puede que haya en alguna parte límites definitivos a la capacidad
de funcionamiento. Pero en cierto sentido también «funcionan» (como
podríamos estudiar en un desarrollo más amplio) sociedades en las
que la clase alta e incluso la clase media sólo se pueden sentir segu-
ras en Gated Communities o en las que, a la inversa, una parte signi-
ficativa de la población pasa su vida entre rejas, en las que por tanto
los pobres son o bien dejados fuera o bien encerrados. El hecho
de que opinemos que una sociedad tal no funciona como sociedad
descansa entonces, visto el asunto con detalle, en que opinamos que
no funciona bien, que por tanto no debería funcionar de ese modo.
Consideramos determinados tipos de funcionamiento –por ejemplo,
una dinámica económica a costa del futuro o a costa de los exclui-
dos– como falsos. Una sociedad entre rejas no corresponde a nuestra
representación de lo que una sociedad es o debería ser. Que las crisis
funcionales (del capitalismo) siempre son al mismo tiempo también
crisis normativas, significa entonces que cuando el capitalismo como
sistema social y económico amenaza con fracasar –una posición de la
que parecen partir hoy de nuevo algunos–, este fracaso está siempre
conectado con el hecho de que nosotros no queremos vivir así, de
este modo determinado. Y no simplemente: que no se pueda vivir así.

3.4. Valoración del modelo de la crítica funcional

Algunas de las evidencias que parecen hacer de la crítica funcio-


nal una candidata tan buena para la crítica del capitalismo –así se
deriva de mi discusión hasta el momento– son, por tanto, en cierto
modo conseguidas de manera dudosa. Si la tesis funcional recibe su
atractivo de que cree poder arreglárselas sin trasfondo normativo –si
algo no funciona, no funciona y eso se presenta sin fundamenta-
ción ulterior como malo–, ahora se presenta por su parte como de-
pendiente de un trasfondo normativo, es decir, de posiciones sobre
cómo algo debe funcionar.

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Tres vías de la crítica del capitalismo

Si preguntamos a continuación en qué medida la crítica funcional


satisface las exigencias de la pregunta de partida de si puede aportar
criterios convincentes de la falsedad intrínseca del capitalismo, pode-
mos confirmar lo siguiente:
– Es cierto que una argumentación funcional, cuando es correcta,
satisface la exigencia de descubrir una problemática sistemática
y específica del capitalismo. Pero incluso cuando es correcta (o
sea, cuando consigue identificar un tal rasgo estructural de crisis
del capitalismo) continuaría siempre adoleciendo de que con
un argumento funcional concebido de tal manera no se deja
simplemente eludir la cuestión normativa (por qué el capitalis-
mo es falso). Ella permanece por tanto dependiente de criterios
normativos, pero, en cuanto no los hace explícitos, los deja sin
identificar.
– Pero esto no debe significar que el momento funcional y la
cuestión de las posibles disfuncionalidades del sistema social y
económico capitalista carecerían de objeto y no serían impor-
tantes. Incluso si, tal como he argumentado, un análisis tal no
puede simplemente sustituir la valoración normativa, entonces
la toma de posición normativa se refiere a la inversa, y no en
último término, al «material» que se deriva de tales reflexiones
orientadas por la cuestión de la funcionalidad. Por tanto, incluso
si los criterios de la sostenibilidad ecológica y la cuestión de la
justicia distributiva son llevados por nosotros al sistema econó-
mico capitalista, lo hacemos sobre la base de análisis que nos
muestran que y por qué tales puntos de vista son esquivados
hoy por ese sistema.
El significado del aspecto funcional y de la «crítica funcional del
capitalismo» llega, según mi opinión, más lejos; concierne a un punto
sistemático central. Pues creo que en un plano conceptual fundamen-
tal el momento normativo y el funcional piensan juntos en ambas
direcciones y deben representarse a sí mismos como entrecruzados.
Las formas de vida social y las instituciones sociales son en general
formas que no se pueden caracterizar sólo porque puedan entrar
en crisis. Lo que quiero sostener es que entran en crisis que, de
modo característico, son también ya siempre crisis normativas. Pero,
a la inversa, las crisis normativas tienen siempre también un aspecto
funcional: son normativas y son crisis, es decir, algo también funcio-
nalmente deficitario; se expresan por tanto en problemas y disloca-
ciones prácticas. Incluso cuando la indicación de un déficit funcional

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depende de un elemento normativo, la indicación, por ejemplo, de la


socavación de las condiciones de existencia no es trivial. Y hay una
diferencia entre que se considere, como hace Hegel, la pobreza como
un problema de desintegración producido por la sociedad burguesa
o simplemente como un escándalo moral.
Tratemos ahora las otras dos vías de la crítica del capitalismo que,
en contraste con la argumentación funcional, contienen una refe-
rencia normativa más o menos clara, es decir, una valoración de la
situación (¡como correcta o falsa!). Tal como se expuso arriba, existen
dos versiones de esta crítica normativa del capitalismo, cuyas diferen-
cias hay que aclarar. Si a una de ellas se le puede atribuir a grandes
rasgos la temática caracterizada comúnmente como cuestión de la
vida buena, la otra parece apuntar a lo que puede entenderse como
problema moral de la injusticia (en sentido estrecho)8.

4. Crítica moral del capitalismo

Voy a ocuparme en primer lugar de la crítica moral (u orientada


por la justicia) del capitalismo. Voy a hacer esto confrontándome con
lo que se puede comprender como elementos de teoría de la justicia
en Marx y no a través de una confrontación directa con las modernas
teorías de la justicia, porque estas no están planteadas como crítica
del capitalismo, sino que en el mejor de los casos tienen (o pueden
tener) consecuencias que impliquen una crítica de aquél.
¿En qué consiste exactamente esta crítica? La argumentación moral
u orientada por la justicia, tal como he sostenido, objeta al capitalis-
mo que se basa en una injusticia, o sea, que produce y reproduce
una estructura social injusta. Si se busca una dimensión tal de la crí-
tica del capitalismo, resulta claro que hay que conectarla con el teo-
rema de la explotación. La indignación por la explotación, así parece
en todo caso, tanto en Marx como en el entendimiento cotidiano, es
lo que más corresponde a la argumentación moral y de teoría de la
justicia contra el capitalismo o al menos lo que parece corresponder
más a ella9.

8 Boltanski y Chiapello han contrapuesto en el «nuevo espíritu del capitalismo»


la primera de ellas como «crítica artística» a la «crítica social»; cf. BOLTANSKI, Luc /
CHIAPELLO, Ève: El nuevo espíritu del capitalismo. Akal, Tres Cantos (Madrid), 2002.
9 A la inversa, aunque la teoría de la justicia en la estela de Rawls puede tener
eventualmente consecuencias críticas con el capitalismo, no está planteada sin
embargo como crítica del capitalismo.

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Tres vías de la crítica del capitalismo

Según esta crítica, el capitalismo explota a las personas privándo-


les de un modo desleal e injusto de los frutos de su propio trabajo
y de modo extorsionador los obliga a la servidumbre de un sistema
que los engaña de variadas formas acerca de lo que les corresponde.
No quiero examinar de nuevo aquí la resistencia empírica de una
argumentación tal, que tiene una elevada fuerza movilizadora y pue-
de pretender para sí una elevada plausibilidad a la vista de mu-
chos hechos, sino tratar los defectos de este modo de argumentación
como tal.
El problema de esta estrategia reside ya en la conceptualización
de la explotación, pero remite con ello a un problema conceptual de
la crítica moral misma del capitalismo.
– Podemos entender la explotación como nos sugieren las intuicio-
nes morales cotidianas: entonces se trata, tal como lo denomina
Bernard Williams, de un «thick concept», es decir, un concepto en
el que valoración y descripción están unidos inextricablemente,
de manera que en relación a él no tiene ningún sentido pregun-
tar qué resulta falso en la explotación. Este concepto de explo-
tación que argumenta moralmente, plausible en términos intuiti-
vos, naturalmente hace surgir la pregunta, cuando lo queremos
convertir en baremo de la crítica, de si aquí se trata realmente de
un problema específicamente capitalista o se trata «sólo» de que
haya todavía explotación también en el capitalismo.
– Por otro lado, la variante marxista del concepto de explotación
funciona, como es sabido, de manera diferente: aquí la explo-
tación es un concepto técnico-analítico, que tiene como obje-
tivo describir cómo funciona el tipo de economía capitalista.
La explotación consiste en la absorción del plusproducto. No
obstante, este concepto de explotación, que está recortado di-
rectamente para captar relaciones específicamente capitalistas,
padece el notorio problema de que, al describir simplemente
sólo la manera de funcionar el capitalismo, parece que no está
en condiciones de criticar a este como normativamente (es de-
cir, moralmente) deficitario.
Para explicar esta problemática, voy a preguntar a continuación
en primer lugar qué es en realidad la explotación según nuestra
precomprensión. En segundo lugar, voy a explicar el papel del con-
cepto de explotación en Marx. Y, en tercer lugar, voy a mostrar que
las dificultades del concepto de explotación (en Marx), es decir, las
dificultades de su ordenamiento normativo, sólo se pueden resolver

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si se cambia la perspectiva y se comprende la explotación ante el


trasfondo específico o más ampliado del capitalismo como forma de
vida. Es entonces la «eticidad (o falta de eticidad) capitalista», dicho
hegelianamente, lo que está en el punto de mira de la crítica marxia-
na. Y es desde el trasfondo de esta perspectiva como se puede com-
prender el «fracaso moral» del capitalismo. A partir de aquí pueden
sacarse conclusiones generales para las perspectivas de una crítica
moral del capitalismo, o puede al menos mostrarse un par de proble-
mas generales de dicho enfoque.

4.1. La explotación en la comprensión cotidiana

Examinemos lo que la comprensión cotidiana denomina explota-


ción. Hay algunas intuiciones bastante extendidas sobre la explotación.
El trabajo infantil es explotación. Quien fabrica sus productos en
los Sweat Shops de los países empobrecidos del tercer mundo (o
compra dichos productos), se beneficia de la explotación de los pue-
blos de allá. Un terapeuta que comienza una relación sexual con
una paciente, la explota emocionalmente. Pero también fenómenos
como la prostitución o la maternidad subrogada están en el punto de
mira de la crítica como relaciones de explotación potenciales. Ya esta
breve enumeración de factores (más o menos controvertidos) de la
explotación muestra la pluralidad de estratos del concepto de explo-
tación. El discurso sobre la «explotación» parece por tanto implicar en
una primera aproximación, lo siguiente:
– Que alguien es explotado significa, por un lado, que no recibe
lo que él merece (en relación a una idea de intercambio justo).
La explotación designa, en este sentido, la inadecuación cuan-
titativa de una relación de intercambio10.
– Naturalmente, el trabajo infantil no está sólo mal pagado. Y la
sospecha de que en la «surrogate motherhood» pueda darse una
relación de explotación tampoco se refiere ante todo a la remu-
neración financiera inadecuada. La sospecha unida al concepto
de explotación es más bien que se da una relación de intercam-
bio donde no debería darse ninguna. Parece que la explotación

10 Aquí en principio no tiene ninguna importancia si se quiere definir esta


inadecuación en términos absolutos o relativos, a pesar de que, a partir de las
razones que voy a exponer abajo, la definición relativa resulta más plausible,
puesto que la explotación remite a una relación social y no a una carencia natural.

400 Diálogo Filosófico 108 (2020) 387-413


¿Qué (si acaso algo) resulta falso en el capitalismo?
Tres vías de la crítica del capitalismo

remite con ello a la inadecuación cualitativa de una relación


de intercambio, que puede definirse con los términos de instru-
mentalización, desprecio o también cosificación.
– Y, finalmente, en todas estas relaciones hay en juego una forma
de asimetría y un reparto desigual del poder.
¿Qué significa todo esto para la crítica del capitalismo ligada a
la explotación? En cuanto se vincula a esta (compleja) comprensión
cotidiana, parece al menos claro hasta cierto punto en qué medida el
capitalismo, en cuanto se le puede atribuir que incluye explotación,
puede ser un mal (moral). Y ya sostuve arriba que estas circunstan-
cias y fenómenos han tenido y tienen una elevada fuerza moviliza-
dora para los movimientos críticos del capitalismo. En todo caso, no
está claro si se trata de un mal específico del capitalismo. Al fin y al
cabo, ha habido trabajo infantil, trata de esclavos y otras graves for-
mas de opresión y desprecio explotadores también en las sociedades
precapitalistas. Y finalmente los defensores del libre mercado no se
cansan de subrayar que las aberraciones de la globalización capita-
lista (Sweat Shops, trabajo infantil), para ellos también deplorables,
deben ser imputadas más bien al mercado capitalista aún no comple-
tamente establecido y no a este en cuanto tal.
Si se quiere continuar la crítica moral, aplicada a la explotación,
se debería mostrar que incluso relaciones no caracterizadas por estos
fenómenos extremos y manifiestos de pauperización y explotación
se basan también en la explotación y que por lo tanto también hay
explotación más allá de los escenarios propios de Oliver Twist, que
desgraciadamente también hoy son todavía tan reales. Pero, sobre
todo, habría que mostrar que hay en el capitalismo un tipo específico
de explotación que es criticable. Por tanto, no hay que afirmar solo
que también el capitalismo –como antes que él la sociedad feudal
o la sociedad esclavista antigua– explota seres humanos, sino que
lo hace de un modo sistemático diferenciable de otras relaciones11.
Exactamente por estos motivos es interesante examinar el concepto
de explotación de Marx, del que se puede suponer que está dirigido
específicamente al capitalismo y se ocupa precisamente de la cuestión
del carácter sistemático y necesario de la explotación y de la injusticia.

11 Dicho de nuevo para clarificar: naturalmente basta el hecho de que en


general haya explotación (da igual cuán específica o inespecífica sea) para la
crítica de tales circunstancias. Pero mi planteamiento apunta aquí a si hay una
dimensión que acompaña específicamente al capitalismo que, recíprocamente,
justifica una crítica específica al mismo.

Diálogo Filosófico 108 (2020) 387-413 401


Rahel Jaeggi

4.2. La explotación en Marx

¿Qué aspecto tiene la teoría de la explotación de Marx? Ya he


indicado antes la equivocidad de su comprensión de la explotación.
Por un lado, también Marx parece adherirse a la comprensión
esbozada arriba. Cuando Marx llama a «derribar todas las relaciones
en las que el ser humano es humillado, subyugado, abandonado,
despreciado», resulta difícil de negar, por un lado, que aquí se expre-
sa una indignación moral. La explotación es uno de los males que
los seres humanos sufren de otros seres humanos. Un orden social
que se basa en este mal o lo promueve merece ser criticado. No
obstante, a diferencia de la comprensión cotidiana esbozada por mí,
la «explotación» es en Marx también un concepto técnico-analítico,
que coincide sólo en parte con la aplicación cotidiana del concepto.
En el contexto de la teoría marxiana del trabajo, la explotación es
concebida como apropiación del plustrabajo del trabajador, es decir,
como apropiación de lo que el trabajador elabora más allá de lo que
es necesario para la reproducción de su fuerza de trabajo, o como
apropiación del plusvalor. La extensión de la explotación resulta de
la diferencia entre la jornada laboral real y el tiempo de trabajo diario
necesario para la reproducción de la fuerza de trabajo; el grado de
explotación resulta de la tasa de plusvalor, es decir, de la proporción
entre plustrabajo y trabajo necesario, trabajo pagado e impagado.
Pero por ello la explotación no es en el capitalismo un robo. No se
basa en relaciones de dominación manifiestas o en la violencia di-
recta, sino, en cambio, en la coacción indirecta de las circunstancias.
Una concepción tal de la explotación tiene entre otras la siguiente
consecuencia: según este análisis, explotación no es en primer término
el trabajo infantil digno de compasión (situaciones como aquellas con las
que se encontró Marx), sino el trabajo asalariado completamente normal.
A la inversa, la «explotación» en el sentido técnico esbozado no es en
cambio primariamente un escándalo moral, sino que describe simple-
mente el modo de funcionar del capitalismo. La explotación sería enton-
ces sólo una descripción neutral de lo que el capitalismo hace en tanto
que es capitalismo, su condición de funcionamiento, por decirlo así.
Por tanto, cuando Marx describe la explotación como absorción
del plusproducto y con ello como relación inherente a todo trabajo
asalariado productor de plusvalor, ¿significa eso una desdramatiza-
ción del concepto de explotación o, al contrario, una dramatización
del mal que acompaña al trabajo asalariado? Aún más: ¿puede ser
que a Marx, a pesar de que es capaz de alcanzar aquí los funda-

402 Diálogo Filosófico 108 (2020) 387-413


¿Qué (si acaso algo) resulta falso en el capitalismo?
Tres vías de la crítica del capitalismo

mentos del carácter de la explotación específico del capitalismo, sin


embargo, con ello en cierto modo se le escapa de las manos la criti-
cabilidad de tal relación?
Hay que confrontarse aquí con el hecho de que Marx sostiene de
un modo irritante que el modo de producción analizado por él no es
en sí injusto. «En sí», es decir, si antes hemos aceptado las condicio-
nes fundamentales y los presupuestos fundamentales de la economía
capitalista, así lo entendería yo, no se presentaría aquí ningún pro-
blema y no habría nada que criticar. ¿Pero realmente esto implica que
la explotación según Marx no es una relación problemática desde un
punto de vista normativo que merece ser criticada?
No considero esto plausible. Naturalmente, para comprender el
estatuto (normativo) de la explicación marxiana de la explotación
y para comprender desde qué perspectiva normativa critica Marx
de hecho el capitalismo, es importante recordar en qué contexto se
encuentra, o sea, con qué presupuestos y en cuál situación opera la
crítica marxiana del capitalismo.
Marx quiere –así se puede comprender el proyecto de la Crítica
de la economía política– explicar que el dominio y la explotación
siguen actuando bajo la envoltura neutral de la economía capitalista
y de las relaciones contractuales de la sociedad burguesa. Si, dado
que la existencia de un mercado de trabajo libre es «la innovación
institucional propia de la economía capitalista» y este se caracteriza
por basarse en contratos libremente aceptados y en la idea de equi-
valencia (de trabajo y salario, es decir, el salario como remuneración
del trabajo en lugar del trabajo forzado y las contribuciones obligato-
rias), no es fácil de ver a primera vista en qué medida puede tratarse
de relaciones de explotación en esas condiciones. Incluso cuando se
tienen en cuenta las condiciones miserables de la clase obrera en el
primer capitalismo: ni el carácter coercitivo (la involuntariedad) ni la
desigualdad de las relaciones establecidas aquí se encuentran entre
las condiciones de la sociedad burguesa (de la socialización burgue-
sa-capitalista del mercado).
Marx, por tanto, analiza la explotación como una relación (si bien
sutil) de dominación y coacción. Y el «carácter técnico» de su análi-
sis reacciona a la sutilidad de esa relación y al carácter estructural,
impersonal, de la coacción que incluye. Pero justamente este hecho
nos da la posibilidad de comprender la diferencia, a primera vista
algo irritable, entre nuestra comprensión cotidiana, con su significado
manifiestamente moral, y la comprensión marxiana que se acaba de
exponer (en su equivocidad).

Diálogo Filosófico 108 (2020) 387-413 403


Rahel Jaeggi

4.3. ¿Significado moral o ético del concepto de explotación?

Mi tesis es que sólo se puede resolver el problema del carácter


crítico-normativo de la teoría marxiana de la explotación (y del re-
chazo, que provoca asombro en algunos, de implicaciones morales)
si no se intenta concebir la crítica marxiana como una crítica moral
en sentido estrecho (y basada en una teoría de la justicia en sentido
estrecho), sino que en lugar de ello se la entiende como una crítica
inspirada éticamente, dicho de otro modo: como una crítica que se
refiere a la forma de vida del capitalismo en su totalidad y, con ello,
a las relaciones que son responsables de la estructura de dominación
objetivada y de las coacciones invisibles y hacen posible con ello una
forma específica de explotación.
Entonces, en realidad lo falso no es que el modo de producción
esté basado en sí en la explotación (del plusproducto). Este funciona
precisamente así y esto es irrebatible según sus estándares de justicia
propios –internos–. Pero que funcione así es a pesar de todo un pro-
blema: o sea, falso es el modo de producción mismo. Pero entonces,
y esto es decisivo, esta falsedad es concebida de manera diferente a
la falsedad del intercambio injusto o de la distribución desleal. No se
trata ya entonces de una injusticia (Unrecht) en sentido estrecho sino
de una «injusticia» en el sentido amplio12 que afecta a la completa
forma de vida que posibilita tal dominación objetivada y la dinámica
coactiva descrita13. La crítica moral o sustentada en una teoría de la
justicia en sentido estrecho debería consiguientemente comprome-
terse a analizar y criticar el capitalismo como modo de producción
(y a continuación: como forma de vida), en tanto quiera alcanzar
al capitalismo como problema específico. Los problemas morales en
sentido estrecho no sólo no se pueden resolver, tampoco se pueden
comprender si no se los contempla ante el trasfondo de la proble-
mática de la forma de vida capitalista en cuanto forma de vida. La
«injusticia» del capitalismo sería entonces en el mismo sentido «amplia»
como lo es el discurso sobre el «derecho» en la filosofía del derecho
de Hegel, en tanto que el discurso sobre el «derecho» abarca aquí la

12 Precisamente en el sentido amplio en que Hegel habla a la inversa de


«Derecho» (Recht).
13 Aquí permanece Marx vinculado a la crítica hegeliana de la moral y a la
reserva frente a una crítica meramente moralizadora como instancia del mero
deber ser sin respaldo en la realidad. Si en Hegel la moral queda superada en la
eticidad, en Marx al contrario el mal moral es entretejido en el mal de la eticidad
capitalista.

404 Diálogo Filosófico 108 (2020) 387-413


¿Qué (si acaso algo) resulta falso en el capitalismo?
Tres vías de la crítica del capitalismo

racionalidad y la bondad de un orden social en su totalidad. Y el mal


específico del capitalismo no es su carácter inmoral e injusto, sino
su (en sentido hegeliano) no eticidad, lo cual significa que falla en
cuanto relación ética.
Sigo aquí una tesis de Georg Lohmann, que ve en Marx «dos con-
cepciones de la justicia»: la concepción estrecha de la justicia distribu-
tiva interna y la amplia de la justicia de una forma de vida en cuanto
tal, que tematiza los fundamentos de la distribución y, con ello, los
fundamentos de una forma de vida/modo de producción completo.
Ante la mirada aparece –según la tesis– no sólo la no equivalencia
del salario sino una inadecuación cualitativa de las relaciones con el
mundo y con uno mismo que, por ejemplo, surgen cuando el trabajo
es intercambiado en un libre mercado como trabajo abstracto. Pero
con ello no se estaría recuperando sólo la «dimensión cualitativa» de
la explotación expuesta arriba en la comprensión cotidiana. En todo
caso, en relación con Marx parece resultar válido que la dimensión
moral del mal del capitalismo no es, en cambio, «libremente flotante».
Sólo se puede comprender cuando se integra en la dimensión «ética»
de su problemática general. Por lo tanto: el problema no es que los
contratos de trabajo con los cuales el trabajo asalariado es comprado
y empleado no serían justos o que no puedan cumplirse, es decir,
que alguien saque un excesivo provecho con ellos. Sin duda, esto
ocurre también. Las disputas en torno al salario y a las condiciones
de trabajo y las disputas en torno a la duración de la jornada de
trabajo son en cambio, en determinado sentido, simplemente «part
of the game», si es que se participa en el juego. Y precisamente no
pertenece al juego hacer algo diferente a hacer valer la perspectiva
que sirve a los intereses de beneficio de los implicados. Si aquí quiere
criticarse algo, entonces se debe criticar «el juego mismo». Pero enton-
ces se critica por ejemplo el hecho de que aquí la fuerza de trabajo
es tratada y comercializada como mercancía. Pero en tanto que se
hace esto –tal es el siguiente paso– se atraviesan los estrechos límites
de una crítica moral u orientada por la teoría de la justicia, que habla
ahora en términos cualitativos sobre la comprensión fundamental de
los bienes disponibles en una sociedad.

4.4. Resumen: la crítica moral

Tres cosas resultan de las reflexiones esbozadas aquí para la crí-


tica moral y nuestra cuestión de partida. Incluso cuando partimos

Diálogo Filosófico 108 (2020) 387-413 405


Rahel Jaeggi

de que ella logra presentar los estándares de la crítica –y parto de


esta base, sin problematizarlo aquí–, éstos permanecen en cambio
inespecíficos respecto a su objeto. En este sentido (ante el trasfondo
de las tareas establecidas) no estarían por el contrario «aislados»; es
decir, para hacerlos más específicos y menos desvalidos hay que
integrarlos en un análisis de la «relación ética» que es el capitalismo,
y con ello también en un análisis de las condiciones estructurales
dadas con él que promueven el output moralmente problemático (y
según la teoría de la distribución) problemático. Todo esto culmina
en una perspectiva, que Marx adopta de Hegel, que reprocha el «de-
ber ser vacío» y el desamparo de una crítica únicamente moral a las
relaciones capitalistas. Pero, ¿cómo se critica al capitalismo en cuanto
«relación ética»? Con esto llego a la crítica ética al capitalismo, que es
una de las candidatas para una crítica tal, pero que no puede cumplir
su promesa.

5. Crítica ética al capitalismo

Recordemos: la crítica ética del capitalismo sostiene en diversas


variantes algo parecido a lo siguiente: la vida acuñada por el capita-
lismo es una vida mala o alienada. Es una vida empobrecida, absurda
o vacía, y destruye componentes fundamentales de lo que perte-
nece a una vida humana cumplida, feliz, pero sobre todo también
«verdaderamente libre». Dicho brevemente: la crítica ética tematiza el
capitalismo como relación con el mundo y con uno mismo. Lo te-
matiza con respecto a cómo influye en nuestras realizaciones vitales,
en nuestra relación con nosotros mismos, con el mundo y las cosas.
También las críticas de este tipo son tan antiguas como el capitalismo
mismo14. Si se busca el lugar de una crítica tal en la crítica marxiana
del capitalismo, entonces este es con seguridad la crítica de la alie-
nación (Entfremdung) en sus primeros escritos. No obstante, aquí se
aconseja precaución: Marx no ha inventado la crítica de la alienación,
él le dio sólo un determinado giro crítico con el capitalismo. Y podría
ser que precisamente ese giro ofrezca una salida del estrechamiento
nostálgico de la crítica ética de la alienación. Por lo tanto, discutiré en
primer lugar la crítica ética en su forma no-marxista.

14 Y no es el mérito más pequeño de la teoría marxiana que ella –así en todo


caso lo entiendo yo– haya extraido ese momento de la crítica del capitalismo de
su entorno crítico de la modernidad y la haya transformado.

406 Diálogo Filosófico 108 (2020) 387-413


¿Qué (si acaso algo) resulta falso en el capitalismo?
Tres vías de la crítica del capitalismo

En la sintomática del modo de vida capitalista referida aquí hay


que incluir, por ejemplo, los fenómenos de objetivación y empobreci-
miento cualitativo de las condiciones de vida, tal como son denuncia-
dos ya desde el comienzo del desarrollo capitalista. En relación a esto
puede releerse todavía, con un tono muy patético, la obra de Werner
Sombart El capitalismo moderno, donde de un modo realmente sen-
timental se contrapone la relación personal de la campesina con sus
vacas a la relación calculadora-objetivadora del capitalista con las
criaturas y las cosas. Con una profundidad completamente diferen-
te (y una conciencia de la ambivalencia completamente distinta), la
Filosofía del dinero de Georg Simmel se ocupó también de la obje-
tivación como tendencia fundamental de la vida moderna (marcada
por la economía de cambio capitalista). Esto nos sigue ocupando hoy
todavía en dimensiones completamente inesperadas como problema
de la mercantilización y la comercialización. En la sintomática pro-
blematizada por la crítica ética hay que contabilizar también, ya tem-
pranamente, la crítica de la codicia institucionalizada y la dinámica
imparable del capitalismo15. Y también la carencia de espíritu y de
alma, el empobrecimiento y el aplanamiento del mundo reducido a
lo «funcional» por los intereses mercantiles han llegado a ser repeti-
damente objeto no sólo de consideraciones literarias.

5.1. Sentido de la perspectiva ética

Considero la perspectiva ética –bien entendida– aquí esbozada


como una perspectiva con sentido sobre la realidad de las condi-
ciones capitalistas y también como un modo de crítica con sentido.
Que también el capitalismo tiene o, mejor dicho, es una «cultura» que
troquela y requiere de un modo de vida determinado, es un hecho
que es relevante no sólo respecto a la cuestión de qué hace a los
individuos «sufrir en el capitalismo»16.
Resulta completamente indudable que la aportación de la crítica
ética del capitalismo consiste al menos en que ilumina un hecho que
con frecuencia es encubierto: a saber, el hecho de que en el capitalis-
mo se trata de una forma de sociedad y de economía que en realidad

15 Sólo un ejemplo entre muchos: la obra de Elisabeth Gaskell Norte y sur


(1855) con la contraposición entre modos de vida precapitalistas y capitalistas.
16 Considero falso minimizar esta cuestión como una cuestión de lujo de una
izquierda opulenta satisfecha.

Diálogo Filosófico 108 (2020) 387-413 407


Rahel Jaeggi

se basa en algo parecido a valores, o sea, que contiene decisiones va-


lorativas o las produce. Así, por ejemplo, se vuelve claro en la crítica
de las tendencias de la mercantilización que el mercado no consiste
acaso en una instancia de distribución neutral de bienes, sino que
este confiere a los bienes una impronta específica.
Por lo tanto, lo que incluso las variantes de la crítica ética del ca-
pitalismo más conservadoras y nostálgicas desde un punto de vista
cultural aclaran exitosamente es el hecho de que la esfera económica
–p. e., la relación de intercambio en los mercados capitalistas– no es
éticamente neutral. Cómo y qué se negocia aquí es expresión de una
forma de vida y de una visión del mundo determinadas que excluyen
o al menos influyen sobre otras formas de vida y concepciones del
mundo. Concebir determinadas cosas, capacidades y relaciones como
«mercancía» no significa meramente traducirlas –de modo éticamente
neutral– a otro medio. Concebir cosas como objetos enajenables,
intercambiables con otros bienes (o sea, con el equivalente universal
del dinero) imprime su sello a una concepción completamente de-
terminada de los objetos, relaciones y capacidades. Y que la «mer-
cancía fuerza de trabajo» (en cuya disponibilidad se basa, como es
sabido, el capitalismo) sea concebida precisamente como eso, como
«mercancía», no es en absoluto evidente y tiene las correspondientes
consecuencias en nuestra relación con lo que nosotros –trabajado-
res– hacemos.
Pero parece realmente característico del capitalismo que niegue
este carácter valorativo y con ello el hecho de que con él se trata de
una determinada forma de vida, que correspondientemente se pue-
de y debe también valorar y que, por consiguiente, también debe
tener alternativas17. Quizá esto es ya una razón suficiente –sería un
tipo de meta-razón– para suponer que hay algo sospechoso en el
capitalismo: «Quien oculta algo, tiene algo que esconder».

5.2. Problemas de la crítica ética

Los problemas de una tal crítica ética del capitalismo en relación


con los criterios perseguidos hasta ahora resultan, no obstante, ob-
vios:

17 Podría decirse que este es uno de los modos de actuar característicos de


la ideología.

408 Diálogo Filosófico 108 (2020) 387-413


¿Qué (si acaso algo) resulta falso en el capitalismo?
Tres vías de la crítica del capitalismo

– El primer problema (en el sentido del problema planteado arriba


de la falsedad específica del capitalismo) es el siguiente: también
la crítica ética se ve confrontada con el problema de que no
siempre resulta claro cuáles de los síntomas mostrados por ella
son realmente de naturaleza específicamente capitalista. ¿Se tra-
ta realmente aquí del capitalismo o más bien de la modernidad
en general? Y, en caso de duda, ¿cómo están relacionados entre
sí? Naturalmente que la expansión de la economía monetaria
y del mercado influye en la relación con los seres humanos y
las cosas. Pero también en formaciones sociales constituidas de
modo completamente diferente hubo formas masivas de instru-
mentalización –pensemos sólo en la esclavitud–, de manera que
respecto a las tendencias actuales de la «expansión del mercado»
(desde la maternidad subrogada a los modernos ejércitos mer-
cenarios) podría mostrarse que han tomado bajo condiciones
capitalistas formas diferentes y específicas que por su parte re-
sultan criticables. Por cierto, creo que se podría mostrar algo así,
aunque ello se hace raramente.
– Más perentorio es el segundo problema, el de la mostrabilidad
de los criterios de la crítica puesta aquí en cuestión. Porque,
¿qué resulta problemático en las características enumeradas por
mí? Se puede criticar la indiferencia del mercado respecto de las
cualidades concretas como nivelación de lo heterogéneo –y con
ello, como reducción del sentido y como forma de «empobre-
cimiento»–. Se puede estigmatizar la objetivación y la desperso-
nalización de las relaciones sociales como atomización e instru-
mentalización. Se puede criticar la enajenación de determinadas
cualidades y capacidades como objetivación y cosificación. Pero,
por un lado, muchos de esos diagnósticos tienen la inclinación
de la crítica cultural y del pesimismo cultural a romantizar siem-
pre en cada caso las formas de vida anteriores, con sus produc-
tos, prácticas y costumbres. Si con la introducción del ferrocarril
se estaba convencido de que su velocidad conduciría inevitable-
mente a la locura, hoy se elogia la tranquilidad del tren como
«experiencia real y significativa del viaje» frente a la aceleración
forzada de la forma de vida a través del Easyjet; y si la intro-
ducción del trabajo en cadena en cuanto división del trabajo
fue sinónimo de trabajo alienado y disciplinamiento inhumano,
retrospectivamente el sistema «fordista» de asistencia social es
casi rehabilitado de nuevo como vínculo creador de identidad
y comunidad frente a la dinámica destructora y descualificadora

Diálogo Filosófico 108 (2020) 387-413 409


Rahel Jaeggi

de la identidad y la pobreza de experiencia del nuevo «capitalis-


mo flexible». El principio de nostalgia efectivo aquí hace dudar
de cuán sostenibles e identificables son realmente esos criterios.
No obstante, más grave aún en relación con esto es la ambi-
valencia en todo caso de muchos fenómenos considerados por la
crítica ética del capitalismo. No sin motivo, la descripción de Georg
Simmel de la vida moderna bajo el signo de la intercambiabilidad y
del dinero –una obra maestra aún no superada de la descripción del
capitalismo como forma de vida– es ya patentemente ambivalente.
La indiferencia frente a las relaciones particulares y las cualidades
intrínsecas de los bienes significa también libertad. La ausencia de
vínculos mediada por el dinero significa también independencia. Y,
con todos sus defectos e injusticias, en tanto que el mercado libre
de trabajo disolvió las relaciones serviles feudales, el mercado (ca-
pitalista) no solo representa efectividad (cuando lo hace), sino que
encarna, en cuanto institución del contrato, también un principio
ético, el principio de la libertad de la modernidad como principio de
la libertad de elegir que, entre otras cosas, consiste en vivir la propia
vida independientemente de los otros.
Esta ambivalencia de los fenómenos descritos es indicador adicio-
nal de que no resulta tan fácil identificar los criterios éticos mediante
los cuales pueden rechazarse con razones determinados aspectos de
la forma de vida capitalista. ¿De dónde tomar entonces los estánda-
res? ¿Y cómo derivar de ahí una crítica aguda y prometedora del ca-
pitalismo que no se deslice en un ulterior discurso puro (y abstracto)
sobre la virtud (la apelación a los valores)?

6. Resumen y resultado

Voy a resumir brevemente el resultado de mis reflexiones hasta el


momento. Hemos preguntado por una crítica que se dirija al capita-
lismo de un modo específico (es decir, como organización específica
de la sociedad y de la economía), que pueda presentarse simultánea-
mente como normativa18.

18 En esto está presente naturalmente ya la presuposición tradicional de que


la crítica depende siempre de establecer y presentar estándares normativos, al
contrario de posiciones que apuestan solo por la fuerza conmovedora de nuevas
descripciones, etc.

410 Diálogo Filosófico 108 (2020) 387-413


¿Qué (si acaso algo) resulta falso en el capitalismo?
Tres vías de la crítica del capitalismo

1. La crítica funcional se ha mostrado (donde resulta plausible)


como específica pero normativamente dependiente, puesto que
la indicación de disfuncionalidades permanece vinculada a es-
tándares valorativos que no puede generar o defender desde sí
misma.
2. La crítica moral u orientada por la teoría de la justicia tenía en
cambio el problema de que no es específica del capitalismo,
es decir, no considera al capitalismo como fuente específica de
un mal moral determinado. Esto no es para esta posición ne-
cesariamente un problema. También cuando se acepta que sus
estándares normativos son válidos (y esto se habría aceptado
aquí sin que expresamente lo haya tratado o fundamentado),
recibe el notorio reproche (desde la crítica hegeliana a Kant)
del «desamparo del deber ser moral». También la crítica moral se
muestra no como falsa, sino en cierto modo como incompleta.
Por más que se puedan valorar las posibilidades de una crítica
del capitalismo aplicada de modo inmanente (no moralizador),
como tuvo en mente Marx, hay que reconocer que la crítica mo-
ral u orientada por la teoría de la justicia tiene la relación con su
objeto que fue caracterizada al comienzo como principio Black-
Box. Ella se guía por los efectos, pero no apunta a la dinámica y
constitución específicas de las instituciones económicas y socia-
les que producen dichos efectos. Para no caer en este veredicto,
debe integrarse, como he sostenido arriba, en una crítica del
capitalismo como relación ética –o como forma de vida–.
3. La crítica ética tenía, aparte de determinadas debilidades (even-
tualmente subsanables) en la concepción específica de su ob-
jeto, el problema de la indicación de sus criterios normativos:
un problema del que puede derivarse su estancamiento en un
discurso de la virtud (igualmente vacío).
El resultado de mi inventario de «tres vías de la crítica del capitalis-
mo» se presenta, pues, de la siguiente manera: se ha comprobado que
las tres son, por una parte, en determinado grado fructíferas; por otra
parte, en cada caso de un modo diferente, como deficitarias. En una
situación tal hay varias alternativas. En principio nada habla en contra
de criticar una formación social vigente «por varias vías». Y así se po-
dría sostener que las respectivas dimensiones de la problemática del
orden económico y social capitalista se entrecruzan a veces (aunque
no siempre) y que los puntos de vista criticados se aclaran a veces
(aunque no siempre) a través de las diferentes vías de la crítica aquí
comprendidas. Entonces no existe quizá el problema específico del

Diálogo Filosófico 108 (2020) 387-413 411


Rahel Jaeggi

capitalismo (sólo valido para éste) al que debería aplicarse la crítica


y no existiría tampoco el estándar indiscutiblemente válido, universal
y para todas las épocas, de una crítica del capitalismo (en todo caso,
no existe el estándar único y válido para una crítica que concierna
a todas las dimensiones de la «vida en el capitalismo»). Precisamente
en lo que concierne a la dimensión ética, uno se puede contentar en
algunos casos con hacerla plausible ante el trasfondo de evidencias
culturales válidas.
A pesar de todo, quiero considerar, al menos brevemente y par-
tiendo de los déficits de la forma ética de la crítica, un par de re-
flexiones que podrían conducir a un resultado más fuerte (o menos
modesto).
La tesis a seguir suena del siguiente modo: las dimensiones de la
crítica del capitalismo esbozadas arriba no sólo tienen sus fortalezas y
debilidades específicas, que apuntan a sus diferentes ámbitos de apli-
cación. Sólo tomadas conjuntamente están en condiciones de generar
criterios para una crítica al sistema social y económico capitalista. O
dicho de otro modo: esas debilidades se pueden disolver si se toman
conjuntamente las tres «dimensiones» –¡ya no «vías»!– de la crítica. Una
crítica a la forma de vida capitalista (esta es mi propuesta de título
general para un planteamiento tal) sería por tanto una que pudiera
poner en relación entre sí las tres dimensiones: la funcional, la moral,
el déficit ético.
Pero, ¿cómo puede criticarse el capitalismo como forma de vida?
Para terminar, sólo quiero (y puedo) apuntar unos pocos términos
clave:
– Decisivo para una crítica tal sería, tal como se ha indicado, es-
pecificar la «deficiencia ética» del capitalismo, o sea, investigar
la cualidad y dinámica peculiar que adoptan, por ejemplo, la
instrumentalización y la codicia del «querer-tener-más» bajo las
condiciones de la acumulación capitalista de capital. Esto signifi-
ca investigar –así se podría formular– la codicia institucionalizada
y la instrumentalización institucionalizada que podrían ser efecti-
vas bajo relaciones capitalistas.
– En segundo lugar, resulta válido poner de relieve los momentos
de la problemática ética aludida que pueden ser identificados en
el sentido de una crítica inmanente como autocontradicciones.
La crítica de la alienación y de la cosificación, por ejemplo, reci-
be un punto completamente diferente, mucho menos nostálgico,
cuando se analizan esos elementos como violación de la prome-
sa moderna misma de libertad y autodeterminación.

412 Diálogo Filosófico 108 (2020) 387-413


¿Qué (si acaso algo) resulta falso en el capitalismo?
Tres vías de la crítica del capitalismo

– Pero con ello, en tercer lugar, el camino de la crítica recibe de


nuevo sus derechos, que discutí al comienzo: es el engranaje de
trastornos funcionales, en el sentido de crisis y dislocaciones
prácticas, y déficits normativos lo que puede valer como indica-
ción de la irracionalidad y falsedad del capitalismo como forma
de vida. El aspecto funcional criticado arriba tiene por lo tanto
su derecho (limitado): es cierto que una forma de vida como la
capitalista fracasa siempre normativamente, pero que nosotros
no queremos vivir así no es simplemente una decisión valorativa
ética caída del cielo (o de la tradición). Esto está vinculado, por
su parte, con déficits funcionales y con las dislocaciones y crisis
prácticas que las acompañan. Y lo decisivo ahora es entender
adecuadamente la compenetración de ambos momentos. Una
perspectiva tal de la crítica es «materialista» en el sentido de
que toma como punto de partida la propensión a la crisis y los
trastornos funcionales de los contextos de praxis social e intenta
determinar a partir de ahí las condiciones de cumplimiento de
una forma de vida buena o racional.
– Con ello se puede determinar, para concluir, un tipo de me-
tacriterio para una crítica tal, que escapa a la contingencia de
las posiciones éticas sustanciales: una forma de vida lograda se
caracterizaría entonces por que no obstaculiza, sino que hace
posibles, procesos de aprendizaje colectivos, procesos de apren-
dizaje que pueden ser desencadenados en parte por crisis de
tipo funcional. Que el capitalismo haga esto es más que cues-
tionable.

Recibido el 28 de febrero de 2020


Aprobado el 26 de octubre de 2020

Rahel Jaeggi
Humboldt-Universität (Berlín)
rahel.jaeggi@staff.hu-berlin.de

Diálogo Filosófico 108 (2020) 387-413 413

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